McLuhan, Comunicación, cultura y postmodernidad
Por: David De los Reyes
El Explorador 61x61 cm. Isabel e Ignacio. Sevilla
McLuhan ha sido uno de esos autores que siempre resultarán incómodos dentro de los predios académicos. Resulta incómodo, digo, por ser un cuestionador de la enseñanza académica en tanto conocimiento vigente/no-vigente para el mundo que se ha ido conformando dentro de los límites impuestos por la organización externa de los medios de comunicación. Nada más leer cuál es su método de trabajo desconcierta a cualquier metodólogo de las llamadas (eufemísticamente, a mi entender) ciencias humanas. Su manifiesto-programa nos ofrece su actitud ante los mass-media:
“Ofrezco mis riesgos como alimento para los cerdos”.
“Soy un investigador. Lanzo mi sonda. No tengo puntos de vista pre-judiciales. No me atengo a una postura única. Cada uno, en nuestra cultura, permanece en la misma posición, lo cual se considera un buen acierto. Pero apenas comienza a caminar a lo largo y a lo ancho y comienza a superar los límites fijados, es un delincuente, hay que encerrarlo”.
“El explorador es un ser absolutamente ilógico. Nunca conoce el momento en que está a punto de hacer cualquier descubrimiento extraordinario. Y la lógica es un término privado de significado si se le aplica al explorador. Si hubiera querido ser lógico consigo mismo hubiera optado por quedarse en casa.”
“Jacques Ellul nos asegura que la propaganda comienza cuando termina el diálogo. Yo dialogo con los medios, me lanzo a la aventura en la exploración. “
“Yo no explico nada”.
“Exploro”[1].
Para nosotros resulta demasiado irreverente su posición. La concepción de investigador tradicional es mantenerse, por lo general, dentro de una premisa y postura defendible hasta el final del discurso. McLuhan explora al mundo de los mass-media y prefiere más el proceso de la aventura que llegar a un resultado final; su interés está en el itinerario, en el trayecto y no en el punto de partida y de llegada, en el resultado final; afirma que el método de nuestro tiempo consiste en usar no uno sino múltiples modelos de exploración: la técnica del juicio diferido es el descubrimiento del siglo XX, así como la técnica de la invención fue el descubrimiento del siglo XIX. Comprende al mundo, lo percibe, como algo inacabado, abierto a una continua transformación; reducirse a una única interpretación de la realidad es mantenerse pegado a la butaca de la casa. Como investigador, más que partir con premisas dadas de antemano o si las tiene o no, son una excusa para dar inicio a la exploración del objeto que se ha planteado: los medios de comunicación y las últimas tecnologías surgidas dentro de la era de la electrónica, su influencia y capacidad de transformar la percepción, los sentidos y las costumbres y hábitos del homo typograficus.
McLuhan sostuvo durante su vida que estábamos en una era de transición, de separarnos de la preponderancia de lo visual lineal, del punto de vista fijo, de la cultura del alfabeto fonético que llevó, en cuatro mil años de cultura occidental, a desarrollar una dependencia del ojo, del espacio visual y del hemisferio izquierdo del cerebro en detrimento del desarrollo del resto de los otros sentidos así como del hemisferio derecho del cerebro en su conjunto. Esto nos condujo a percibir cualquier ambiente dentro de los parámetros de un espacio y tiempo uniformes, absolutos, continuos. Para él la racionalidad y la lógica sólo nos mostrarán los hechos o conceptos ligados y en serie. Cuando alguien no tiene esa cualidad de coherencia y ligazón de inmediato se lo califica de “no es coherente”, con lo cual se le está diciendo “no es racional”. El hombre de la cultura impresa es el hombre que desarrolla la racionalidad por excelencia y se mantiene atado a los parámetros de lo visual como encuadre para cualquier fundamento de verdad. La verdad para este canadiense, no es copia. No es rótulo ni una reflexión mental. Es algo que hacemos en el encuentro con el mundo que nos está haciendo. No tenemos sentido en el conocimiento y en la repetición. Representación, no réplica.
Para McLuhan racionalidad y visualidad son términos análogos, intercambiables dentro de la esfera de la Galaxia Gutenberg: su tecnología nos lleva a una preponderancia del alfabeto impreso, sistematiza el lenguaje, establece normas para la pronunciación y el significado; antes de creada la imprenta no existía la mala gramática, no habían errores ortográficos. Al aceptar el libro en los siglos XIV y XV todo conocimiento que no pudiera ser incluido en las alforjas de la clasificación sistemática, lineal y en forma de géneros y especies y que no se ajustase a los parámetros de lo útil o bien a los fines del poder del rey o de las finanzas, era ocultado en el nuevo inconsciente del cuento popular y del mito, para resucitar, en el siglo XIX, con la reacción romántica. Si echamos un vistazo a la historia occidental desde la época de Aristóteles encontramos que ella es una continua especialización lingüística que se presenta en forma creciente en su transcurrir, producido y ampliado por la incursión chata, uniforme y homogénea de la imprenta. Así, la cultura del escribiente (o manuscrita) de la Edad Media era de carácter oral-aural. Los manuscritos debían ser leídos en voz alta. Se establecen escuelas de capellanes para asegurar fidelidad oral. Nuestra época, digo de 1900 para acá, con la Galaxia Marconi, -preponderancia de la tecnología eléctrica y posteriormente electrónica-digital-, eso se ha modificado. Ya no se vive sólo dentro de un ambiente meramente visual; desde principios del siglo XX y sobretodo, después de la segunda guerra mundial, se comenzó a oír los rumores del carácter audio-tactil en detrimento del poder de la palabra escrita. James Joyce en su Finnegann’s Wake celebra, según McLuhan, la ruptura del carácter de la imprenta por la radio, el filme (televisión) y la grabación; nos mostró con facilidad que el Ministro de Propaganda del régimen nazi, Goebbels y sus altoparlantes, originaban un nuevo eco tribal.
La tecnología del alfabeto impreso llevó, en todo sentido, a comprender al mundo en forma fragmentaria, por trozos, por partes- proceso propio de la especialización. La imprenta fue un recurso repetidor. McLuhan, apoyándose en las ideas del sociólogo cultural norteamericano Lewis Mumford, obtiene como conclusión que la imprenta proporcionó la primera mercancía uniforme y repetitiva, encausando la mente del hombre hacia el mito moderno del progreso ilimitado y de la producción en masas que apostó únicamente por el modelo de destrucción, explotación y reducción de los recursos naturales y humanos inclinados a los intereses del anónimo capital de las sociedades financieras. La modernidad la podríamos circunscribir dentro de la cultura de la imprenta; la posmodernidad, muerto el mito del progreso infinito de los países desarrollados junto a la escasez de recursos naturales, agotamiento del planeta Tierra, etc., sería el momento del relevo del modelo y de la actitud modernista como también de la cultura de la imprenta por la cultura del circuito electrónico, los chips y los medios de comunicación y de la informática. Con los aportes del campo eléctrico, hechos por Marconi al inventar en 1895 la antena transmisora de hondas hertzianas, que llevó al hombre a la telegrafía sin hilos, entramos en el principio del fin de la tecnología impresa como factor preponderante de las comunicaciones y se pasa al momento de la influencia de tecnología eléctrica dentro de todos los parámetros de la vida humana –se comenzó a escuchar el rumor del carácter audio-táctil de los Nuevos medios. Nuestro presente, sus cambios, sus crisis, su entorno y características, son consecuencia del desarrollo acelerado implícito en dicha tecnología marconiana del circuito electrónico. Podemos hablar, metafóricamente, que hoy nos comunicamos por la preponderancia de la electricidad , a velocidad luz. Así tenemos que la Galaxia Gutenberg llegaría a su momento más completo, para entrar luego en su inoperancia, frente a la inmediatez electrónica, dentro de la racionalidad moderna.
La Galaxia Marconi (junto con Edison) sería el inicio de la aparente confusión de la presente posmodernidad. En el presente, como lo entendió McLuhan hace tiempo, estaríamos hundidos dentro de dos momentos del desarrollo tecnológico y cultural de la historia del hombre, la de mantener un culto al conocimiento libresco dentro de las universidades y en los ámbitos de la educación, pero a la vez rendir otro culto fuera de los límites de las instituciones de aprendizaje, es decir, la idolatría de las masas alentado por el jugoso negocio que representan los mass-media, al culto mitológico e icónico de todo el poder visual-auditivo-táctil de los medios de comunicación y el mundo mágico de la era electrónica. Para McLuhan se libra una guerra civil entre los ambientes de las instituciones educacionales y el mundo de los mass-media, ambientes no-pasivos, creados por medios distintos al de la palabra impresa. Afirmar que la educación debe apartarse de la instrucción, dejar las ideas comodín o clisés e ir al descubrimiento, hacia el sondeo, la exploración y el reconocimiento del lenguaje de las formas. Se rechazan las metas; se quiere desempeñar roles; compromiso total; no se desean objetivos o puestos fragmentarios o especializados. No es absurdo decir hoy, por ejemplo, que la televisión está adquiriendo cada vez más el aspecto y la función de un electrodoméstico cultural, que exige, por parte de los usuarios adictos, una participación e implicación que, según McLuhan, nos compromete siendo una extensión de nuestro sistema nervioso, que modifica a la par nuestra relación cognoscitiva y práctica con la realidad. El investigador Nevitt ha mostrado en su libro The communication Ecology que, por ejemplo, el actual exceso de dislexia y otras dificultades de aprendizaje (un 90% de las víctimas son varones) puede ser resultado directo de la televisión y otros medios electrónicos que nos presionan a regresar a un uso más acentuado del hemisferio derecho del cerebro. La dislexia bien se puede comprender por aquella situación en que el individuo tiene la incapacidad de adoptar un sólo punto de vista con respecto a todas las letras y todas las palabras. Consiste en enfocar las letras y las palabras desde varios punto de vista en forma simultánea (es decir, a la manera del hemisferio derecho del cerebro), sin asumir que únicamente uno es el correcto[2]. Problema que se presenta al mantener lo que se ha llamado la actitud de visión cercana frente a la pantalla de televisión: inclinación de algunos niños a leer con un sólo ojo como efecto de la posible relación al hecho de mirar televisión desde muy temprana edad y en forma intensa.
Por lo anterior no debemos separar de la formación cultural del ser social individual y colectivo de la influencia que ejerce la caja boba respecto al aprendizaje y la educación estética y ética, (para Wittgenstein estos dos términos son sinónimos prácticamente) de las masas, (¿o pueblos?). Encontramos en McLuhan la afirmación de que cualquier innovación de los aparatos de comunicación electrónicos o derivados de los mismos y que entren a proyectarse dentro de una relación social lleva a la par una modificación de la estructura de nuestra percepción. Con ellos ya se ha dejado atrás el punto de vista fijo, repetitivo, de la imprenta, propio de la herencia renacentista, en donde el observador se mantenía separado del objeto: no había implicación. En nuestro tiempo ya no podemos decir lo mismo. El Renacimiento, que en espíritu está aún presente para muchos historiadores e intelectuales dentro de los hábitos y procederes de eso que se ha dado en llamar hombre contemporáneo (el mantenerse fuera, distante del objeto observado) llega a su fin. El espectador no está fuera del marco de la experiencia. El mundo instantáneo de los medios de comunicación nos lleva a que todos estemos implicados dentro de la universalidad global, es decir, según la expresión acuñada por McLuhan: dentro de la Aldea Global. Hoy no estamos ya separados ni individual ni socialmente respecto a otros individuos, pueblos, naciones, continentes, sucesos políticos y sociales bien sean nacionales o mundiales. Estamos todos implicados dentro del nuevo orden tribal mundial; no hay marco limitante sino instantes sucesivos generados desde los acontecimientos de la historia de los eventos humanos y naturales. Mundo donde pareciera ser que la historia de la humanidad se convierte en apéndice de Hollywood y que se realiza desde la propia especificidad de los medios de comunicación que trasmiten acontecimientos históricos mundiales más que por la acción de los hombres impulsados por alguna idea a realizar dentro de su medio vital. Historia-espectáculo, historia-acontecimiento, historia-diversión, historia a la vez a distancia pero confortable desde nuestra habitación. Donde pareciera ser, a diferencia de las implicaciones que pensaba -¿imaginaba?- McLuhan generada por los medios, la acción del hombre se frena con la pantalla sin participar activamente en forma presencial dentro de ella; si participamos es como reacción, pero no en forma de interacción real, todo gracias al confort que trae la técnica al hombre común; nos enteramos pero no elegimos/participamos de manera significativa en la construcción de tal realidad global; nuestra intervención se basa en obtener más de lo mismo. El filósofo italiano Gianni Vattimo[3] refiriéndose a McLuhan nos señala que hoy decir vivir en la historia, sintiéndose uno como momento condicionado y sustentado por un curso unitario de los acontecimientos (la lectura de los diarios como oración matutina del hombre moderno propuesta por Hegel) es una experiencia que sólo llegó a ser posible para el hombre introducido en la modernidad establecida a partir de la Galaxia Gutenberg, llegándose a crear las técnicas discursivas y condiciones políticas para elaborar y transmitir una imagen global/universal de las cuestiones humanas; pero al llevar más allá de los límites toda esa técnica de las comunicaciones con la apariencia del mundo tecnológico/electrónico de Marconi-Edison y usar los mismos instrumentos para reunir y transmitir informaciones (la era de la televisión, dirá McLuhan) semejante experiencia se hace de nuevo problemática. “Desde este punto de vista la historia contemporánea no es sólo aquella que se refiere a los años cronológicamente más próximos a nosotros, sino que es, en términos más rigurosos, la historia de la época en la cual todo, mediante el uso de los nuevos medios de comunicación sobre todo la televisión, tiende a achacarse en el plano de la contemporaneidad y de la simultaneidad, lo cual produce así una deshistorización de la experiencia”[4]
Freno cálido, donde el hecho sólo será histórico si entra en el marco de los mass-media. Podríamos agregar que el poder no se ejerce concentrando y concretando una realidad desde la presidencia de los partidos de turno o de sus comités centrales. El poder se ejerce –por importancia, por la magnitud y presencia-, en quien detente el conocimiento, la implicación de éste dentro de los efectos que engendran los medios de comunicación y, por supuesto, el contenido de los mismos. Los políticos se mantienen y persisten en responder a los problemas sociales adosados a lo que McLuhan llama el mirar el presente a través de un espejo retrovisor; se nos quiere mantener en una sociedad de espejo retrovisor y los cambios generados por los medios ya no nos permiten enfrentar a una situación totalmente nueva adheriéndonos al gusto, conceptos y objetos del pasado reciente; los políticos hablan con unos conceptos y un lenguaje más del siglo XIX que de nuestro presente. Respecto a la crisis social que vivimos es, como lo ha dicho Carlos Fuentes, parte del resultado de nuestros fracasos políticos. Y podemos agregar unas palabras más de este escritor: “En América Latina carecemos de tecnología. Pero también carecemos de información, en el sentido europeo y norteamericano de la palabra. Carecemos de medios de expresión social. No tenemos verdaderos parlamentos, verdaderos sindicatos, verdaderos partidos políticos. Y el cine, la tv, la radio, son instrumentos del más deleznable mercantilismo”[5]. El llamado Tercer Mundo pertenecería, por su realidad, más a una sociedad oral-auditiva que a lo que ha tendido a ser el llamado Primer Mundo, una sociedad de orden visual, aunque hoy la mayor parte de su población está declinando a un estado de semi-alfabetismo, (saben leer pero no comprenden lo que leen un gran número de individuos dentro de su población). Total que en la actualidad el mundo desarrollado, cuando la cultura visual de las sociedades industriales ha sido influida hacia una dirección acústica por medio de las tecnologías electrónicas, han sido llevadas, en forma gradual, a parecerse al Tercer Mundo; los parámetros de la verdad ya no serían establecidos por los lineamientos que nos aclara aquella frase de “ver para creer”; en lo llamado como verdadero estaríase implicando la tradición oral, el misticismo, la intuición, el conocimiento; en otras palabras no son los parámetros de la observación y de la medición los que connotarían el conocimiento de los fenómenos. Estamos creando una sociedad más de oidores que de veedores. Por otra parte, Toffler advirtió hace tiempo que nos encontramos dentro de una convulsión acelerada de cambios de poder que muestra sus efectos en la empresas, en las economías, la política y a nivel mundial, tales cambios son apenas escaramuzas de unas luchas por la conformación de un nuevo poder: de la economía de la riqueza material hemos pasado a la economía de la riqueza del y por conocimiento y la información[6]. Estas implicaciones políticas, al explorador McLuhan si bien las comprendió, no dio mayor alerta ante ese hecho. Se limitó al análisis de los efectos y a sus implicaciones en tanta cultura comunicacional extendida a nivel global. De la separación del tiempo y del espacio como intuiciones puras kantianas, pasaríamos a percibir y sentir a éstas, por el desarrollo de los otros sentidos humanos y su relación dentro de eso que el sentido común humano llama realidad, que se encuentra mediada por los efectos de la Galaxia Marconi, de tecnología del circuito eléctrico y no únicamente por una preponderancia de lo visual alfabético/impreso, a un espacio y tiempo relativos pero dados en una sola unidad, es decir, a lo que él llamó espacio acústico. Para el hombre actual la distancia que hay entre Moscú y New York no se mide tanto en kilómetros sino en horas (¡de vuelo!); hacer lo contrario es incurrir en un flagrante anacronismo. Así, los trasportes del siglo XX demolieron completamente la realidad de la separación del espacio y del tiempo. Al igual hoy, si bien podemos decir que el tiempo puede ser un factor universal por su carácter cuantificable y abstracto nos encontramos que el tiempo histórico-cultural determina un haz de momentos y de conciencias distintas pero unificadas a un posible universal presente temporal. McLuhan encuentra en ese fenómeno el regreso al mundo tribal de lo acústico-oral, a la fundación de la Aldea Global, donde el tiempo ha cesado y el espacio se ha esfumado. Un mundo de sensaciones intensas, emotivas e inmediatas del ambiente acústico-visual-táctil donde nos volvemos a encontrar más cercanos de la cultura oral del hombre ancestral estructurado bajo la preponderancia de la subjetividad, del sentimiento y de las emociones tribales que cercano a la jaula de cristal lineal, sucesiva, analítica, visual, racional del hombre ilustrado, liberal e impregnado de alfabetismo impreso, propio de una modernidad en que sus instituciones y sus logros técnicos científicos han dejado de ser pertinentes y han pasado al museo de curiosidades. Todo un remolino sensorial donde termina generando una onda crítica respecto a lo que se entendía por realidad. Ello no es raro. El tipo de positivismo y determinismo antiguo, sólido, tiene poco adherentes. Volviendo la mirada a la ciencia nos encontramos que la realidad última para un físico teórico no está constituida ni siquiera por ondas y partículas u ondículas, sino más bien por haces de hechos abstractos, posiblemente discontinuos y en última instancia incognoscibles, en igual forma no pueden tener mucha confianza al concebir que el universo es en el fondo matemático (¿racional?), pues desde 1900 los matemáticos han venido afrontando una crisis de realidad. Asediados por paradojas aparentes, y dejando de creer en los fundamentos evidentes por si mismos de su disciplina, se pondrían a hablar de intuiciones y de juegos meramente formales, interiormente congruentes, y para acabar por plasmarse ante el descubrimiento de que la supuesta congruencia interna no puede probarse matemáticamente.
Retomando de nuevo a Toffler nos encontramos con una sugerencia, que a la vez puede ser crítica, ante los hechos que se han dado últimamente y que divergen de la visión aldeana-global de Maculan. Toffler señaló que más que homogeneizar el planeta, como hicieron los viejos medios de comunicación (la imprenta, la radio, la telegrafía, por ejemplo) propios de lo que este autor llamó Segunda Ola, el nuevo sistema mundial de medios de comunicación puede inculcar, antes al contrario, una mayor diversidad cultural y cognoscitiva. La mundialización, por lo tanto, no es lo mismo que la homogeneidad. En lugar de un sólo pueblo electrónico mundial, como pronosticó McLuhan, él apuesta a que sea más probable que veamos una diversidad de pueblos mundiales totalmente diferentes pero interconectados mediante un sistema de comunicación: internet, pero esforzándose todos por conservar o por potenciar su individualidad cultural, étnica, nacional o política[7].
Para McLuhan el comprender los usos humanos de un artefacto podía llevarlo a intentar predecir lo que la sociedad llegaría a hacer con un nuevo invento. Una de sus preocupaciones como estudioso de los problemas de la cultura y sobretodo en relación a los medios de comunicación fue el que las extensiones de la conciencia humana se proyectaban hacia el medio de todo el mundo a través de la electrónica, empujando a la humanidad hacia un futuro robótico. ¿Qué significado tiene aquí el término robótico? Tal término no es utilizado por McLuhan y sus acólitos como significación de un comportamiento mecánicamente rígido; el cual sí lo fue en el caso de la obra teatral de 1933 de Karel Capek titulada Robots universales de Rosum, donde se utilizó el término por primera vez. El término robotismo, o el pensamiento del hemisferio derecho, es la capacidad de ser una presencia consciente de estar en varios lugares al mismo tiempo. Es un modo del hemisferio derecho: el modo dominante del cerebro de las capacidades mecánicas extendidas de nuestros cuerpos, armonizadas a un solo momento y un sólo lugar. El robotismo es descentralizador, efecto propio de sociedades eléctricamente configuradas en donde cada punto en la red es tan central como el siguiente. El hombre de la era electrónica pierde contacto con el concepto de centro director; se disuelven jerarquías y nos encontramos dentro de una reforma constante; entramos en la era del espacio acústico y dejamos atrás el espacio visual, propio del funcionamiento del hemisferio izquierdo. La esencia del robotismo es ese poder de simultaneidad que asentado sobre el ordenador, adjunto a una base de datos, provocará lo que McLuhan llana una implosión para algunos comercios y servicios públicos; se llegará a un tiempo y espacio sin división, en el mismo sentido que no se puede dividir una nota musical. Pero hay que comprender que esto sólo estará presente dentro de aquellas sociedades que han pasado de una sociedad de la fábrica a una sociedad de la informática, o lo que es lo mismo, de la producción por chimeneas (o hardware) a la producción informatizada (o software); ir de la Galaxia Gutenberg pasando por la Galaxia Marconi y llegar a la Galaxia de Wiener-Neumann. Nuestras sociedades las podemos notar algo lejanas, por los momentos por ello, aunque sí implicadas por el paso del dominio económico del mundo desarrollado respecto a nuestra dependencia cultural, científica y técnica. Por otra parte, nos encontramos dentro de una alta indefinición y ambigüedad; queremos pertenecer a la modernidad del llamado primer mundo, propio de una sociedad de espacio visual y uso del hemisferio izquierdo y altamente alfabetizado, pero, a la vez, nuestra población está condicionada por el determinismo del hemisferio derecho, lo oral, lo tribal. Nuestras sociedades aún se encuentran viviendo dentro de un medio natural. McLuhan se preocupó porque se comprendiera que dentro de las sociedades civilizadas el hombre ya no vive dentro de un medio natural; se vive dentro de un espacio euclidiano-urbano. Por 2500 años el concepto de esa geometría citadina condicionó tanto nuestro pensamiento que nos vemos obligados a vivir dentro de cubos y rectángulos: cuartos y casas cuadradas, calles paralelas, etc. el círculo es ajeno a nuestra arquitectura y vida. La línea recta o plano euclidiano prevalece en nuestro cerebro, órgano adiestrado sólo al hemisferio izquierdo en detrimento de las virtudes del derecho. El mundo del hombre moderno es un mundo mecánico, concentrado en la línea y planos rectos. Cosa que en la naturaleza no existe. En el espacio real no hay líneas rectas; Einstein ya lo había dicho. Las paralelas no se unen en el infinito. Simplemente se curvan sobre sí mismas. La referencia euclidiana no funcionará en el espacio exterior. La verdadera naturaleza, según McLuhan, el espacio acústico (sonido de retorno; el eco) no tiene centro. Consiste en resonancias casuales sin límite.
El robotismo significa, también, la supresión del ser observador consciente, eliminando todo temor y circunspección, todo impedimento al desempeño real del individuo. Ese tipo humano puede ser descrito con las palabras del filósofo japonés Suzuki como aquel individuo “que se vuelve como los muertos, que están más allá de la necesidad de ponerse a pensar sobre el curso de la acción. Los muertos ya no regresan, son libres. Por tanto, decir viviré como si estuviera muerto significa una liberación suprema del conflicto”[8]. La expresión utilizada por los japoneses de “vivir como si estuviera muerto” se refiere a que se vive en un plano de máxima habilidad, donde no existen tensiones ni impedimentos de ningún tipo para efectuar la acción a nivel individual; es lo propio del hombre entrenado al máximo de sus capacidades según esa visión japonesa. Es un hombre que puede llevar a cabo los actos más difíciles y devotos de generosidad. Esta diferencia la encuentra McLuhan ubicada físicamente en la naturaleza del ser japonés por hacer dicha cultura un mayor uso del hemisferio derecho del cerebro (que corresponde a lo táctil, espacial, acústico, musical, lo holístico, lo espiritual a lo intuitivo-creativo, a lo cualitativo, etc.) a diferencia de la cultura propia de occidente que utiliza casi únicamente el lado del hemisferio izquierdo cerebral (propio de lo visual-habla-verbal, de lo lógico-matemático, de lo lineal-detallado, lo intelectual, lo cuantitativo, etc.). Para nosotros hasta ahora el hemisferio derecho ha sido continuamente atropellado y dominado por el izquierdo. La actual era electrónica, en su inescapable confrontación con la simultaneidad, presenta la primera amenaza seria al dominio de 2500 años del hemisferio izquierdo. La cultura del hemisferio derecho tiene una gran afinidad por la simultaneidad de la era de la informática electrónica. En el mundo oriental hay una constante situación de reajuste, actitud presente en las relaciones sociales entre las personas; marcando una real diferencia respecto al punto de vista occidental o visual que supone una posición fija desde la cual se debe examinar cada situación y sostener la propia en preferencia. El hemisferio derecho está relacionado con percibir al tiempo como un continuo presente, y con un sentido de simultaneidad. El presente es la infinidad en movimiento, la esfera de lo relativo. La relatividad busca continuamente el ajuste: tal ajuste, para los orientales, es un arte. El arte de la vida yace en un constante reajuste a lo que nos rodea. Para los taoístas mantener la proporción de las cosas y dar lugar a otros sin perder la propia posición era secreto del éxito en el drama mundano. Lo propio del arte construido sobre la acentuación del uso del hemisferio izquierdo, como lo es en la cultura occidental, es que admiramos más el poder de una declaración y la línea de contorno en el diseño; en el arte arropado bajo la sombra del hemisferio derecho, como lo es la cultura oriental, en lugar de colocar su admiración y atención a la declaración, lo colocará sobre el valor de la sugestión. Ello da oportunidad al espectador de completar la idea y así logra que una gran obra de arte le parezca que sea irresistible hasta que uno parece convertirse en parte de ella. Nuestro mundo de chips y comunicaciones a velocidad luz nos puede llevar a unificar los dos hemisferios del cerebro: izquierdo y derecho que en el hombre occidental se habían mantenido separados por la preponderancia del lado izquierdo del cerebro motivado por toda la cultura visual surgida por el alfabeto y la imprenta. Epoca desgarradora para el individuo que se encuentra en medio del torbellino de los medios que, como el personaje del cuento El descenso al Maleströn de E.A.Poe, gracias a un distanciamiento racional sobre su situación, conjuró su desastre comprendiendo el mecanismo del fenómeno. Igualmente la comprensión del ambiente creado por las nuevas tecnologías y los medios de comunicación si bien no podemos negar que su existencia rodee y acorrale a la nuestra, sí podemos efectuar estrategias de reajustar nuestra persona y entender nuestra difícil situación ante el remolino de la configuración eléctrica.
Creo que con todo lo que hemos señalado sobre McLuhan se puede lograr tener una idea de su obra y su trabajo en la búsqueda de la comprensión de los medios de comunicación. No pretenden mostrarlo en forma definitiva; queremos, como lo propio del arte oriental, sugerir más que afirmar y ser enfáticos. Por todo lo anterior y de lo que de ello se infiere encontramos que este canadiense, amigo que compartía y discutía sus ideas con figuras artísticas de la talla del pianista canadiense Glenn Gould o del compositor americano John Cage, pensamos que seguirá siendo un autor incómodo dentro de los ámbitos, por ejemplo, de una escuela de filosofía y por supuesto dentro de los lineamientos de lo que entendemos por academicismo: enseñanza de un conocimiento sistemático y tradicional. Henry Adams decía que en 1900 la continuidad de la tradición cultural de occidente se había quebrado, un nuevo mundo comenzó entonces, con éste que comienza pudiéramos decir lo mismo. Ante ello nos surgen varios interrogantes. ¿Cuál actitud mantener ante las exploraciones de McLuhan? ¿Realmente se puede despachar como otro perro muerto, como un filósofo menor totalmente superado? O ¿Más que un filósofo o culturólogo, no será un poeta y explorador de los medios de comunicación? Dejo esas interrogantes sin ánimo de responderlas. Por nuestra parte creo que se puede tomar lo que sugería el filósofo italiano -¿menor también?- y estudioso del fenómeno de los mass-media, Umberto Eco, en su libro Apocalípticos e integrados: “En cuanto a McLuhan el caso es distinto: aunque las ideas las despache en forma desordenada, las buenas junto a las malas, aquellas siempre llaman a otras ideas, al menos para ser refutadas. Leed a McLuhan, pero intentad luego contarlo a vuestros amigos. Así os veréis obligados a seguir un orden y despertaréis de la alucinación”[9].
¿Qué significa ese mmmmmmmmmmmmmurmullo?
Notas:
[1] G. Gamaleri. La Galaxia McLuhan. A.T.E. Madrid, 1981, P.49
[2] B. Nevitt. The communication Ecology. Ed. Butterworth and CO. Toronto, 1982, p. 60-61
[3] G. Vattimo. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. Barcelona, 1986, p. 17.
[4] Idem.
[5] Fuentes, C.: La Novela hispanoamericana. Joaquín Mortiz ed., México, 1969, p.95.
[6] Toffler, A.: Cambio de Poder. Ed. Plaza & Janés. Barcelona. 1990. p.40ss.
[7] idem. P.395.
Cit. En Mcluhan, M. y Powers, B.: La Aldea Global. Ed. Gedisa. Barcelona, 1990. p.75.
[9] U. Eco. Apocalípticos e Integrados. Ed. Lumen. Barcelona 1968. P. 403.
Bibliografía:McLuhan ha sido uno de esos autores que siempre resultarán incómodos dentro de los predios académicos. Resulta incómodo, digo, por ser un cuestionador de la enseñanza académica en tanto conocimiento vigente/no-vigente para el mundo que se ha ido conformando dentro de los límites impuestos por la organización externa de los medios de comunicación. Nada más leer cuál es su método de trabajo desconcierta a cualquier metodólogo de las llamadas (eufemísticamente, a mi entender) ciencias humanas. Su manifiesto-programa nos ofrece su actitud ante los mass-media:
“Ofrezco mis riesgos como alimento para los cerdos”.
“Soy un investigador. Lanzo mi sonda. No tengo puntos de vista pre-judiciales. No me atengo a una postura única. Cada uno, en nuestra cultura, permanece en la misma posición, lo cual se considera un buen acierto. Pero apenas comienza a caminar a lo largo y a lo ancho y comienza a superar los límites fijados, es un delincuente, hay que encerrarlo”.
“El explorador es un ser absolutamente ilógico. Nunca conoce el momento en que está a punto de hacer cualquier descubrimiento extraordinario. Y la lógica es un término privado de significado si se le aplica al explorador. Si hubiera querido ser lógico consigo mismo hubiera optado por quedarse en casa.”
“Jacques Ellul nos asegura que la propaganda comienza cuando termina el diálogo. Yo dialogo con los medios, me lanzo a la aventura en la exploración. “
“Yo no explico nada”.
“Exploro”[1].
Para nosotros resulta demasiado irreverente su posición. La concepción de investigador tradicional es mantenerse, por lo general, dentro de una premisa y postura defendible hasta el final del discurso. McLuhan explora al mundo de los mass-media y prefiere más el proceso de la aventura que llegar a un resultado final; su interés está en el itinerario, en el trayecto y no en el punto de partida y de llegada, en el resultado final; afirma que el método de nuestro tiempo consiste en usar no uno sino múltiples modelos de exploración: la técnica del juicio diferido es el descubrimiento del siglo XX, así como la técnica de la invención fue el descubrimiento del siglo XIX. Comprende al mundo, lo percibe, como algo inacabado, abierto a una continua transformación; reducirse a una única interpretación de la realidad es mantenerse pegado a la butaca de la casa. Como investigador, más que partir con premisas dadas de antemano o si las tiene o no, son una excusa para dar inicio a la exploración del objeto que se ha planteado: los medios de comunicación y las últimas tecnologías surgidas dentro de la era de la electrónica, su influencia y capacidad de transformar la percepción, los sentidos y las costumbres y hábitos del homo typograficus.
McLuhan sostuvo durante su vida que estábamos en una era de transición, de separarnos de la preponderancia de lo visual lineal, del punto de vista fijo, de la cultura del alfabeto fonético que llevó, en cuatro mil años de cultura occidental, a desarrollar una dependencia del ojo, del espacio visual y del hemisferio izquierdo del cerebro en detrimento del desarrollo del resto de los otros sentidos así como del hemisferio derecho del cerebro en su conjunto. Esto nos condujo a percibir cualquier ambiente dentro de los parámetros de un espacio y tiempo uniformes, absolutos, continuos. Para él la racionalidad y la lógica sólo nos mostrarán los hechos o conceptos ligados y en serie. Cuando alguien no tiene esa cualidad de coherencia y ligazón de inmediato se lo califica de “no es coherente”, con lo cual se le está diciendo “no es racional”. El hombre de la cultura impresa es el hombre que desarrolla la racionalidad por excelencia y se mantiene atado a los parámetros de lo visual como encuadre para cualquier fundamento de verdad. La verdad para este canadiense, no es copia. No es rótulo ni una reflexión mental. Es algo que hacemos en el encuentro con el mundo que nos está haciendo. No tenemos sentido en el conocimiento y en la repetición. Representación, no réplica.
Para McLuhan racionalidad y visualidad son términos análogos, intercambiables dentro de la esfera de la Galaxia Gutenberg: su tecnología nos lleva a una preponderancia del alfabeto impreso, sistematiza el lenguaje, establece normas para la pronunciación y el significado; antes de creada la imprenta no existía la mala gramática, no habían errores ortográficos. Al aceptar el libro en los siglos XIV y XV todo conocimiento que no pudiera ser incluido en las alforjas de la clasificación sistemática, lineal y en forma de géneros y especies y que no se ajustase a los parámetros de lo útil o bien a los fines del poder del rey o de las finanzas, era ocultado en el nuevo inconsciente del cuento popular y del mito, para resucitar, en el siglo XIX, con la reacción romántica. Si echamos un vistazo a la historia occidental desde la época de Aristóteles encontramos que ella es una continua especialización lingüística que se presenta en forma creciente en su transcurrir, producido y ampliado por la incursión chata, uniforme y homogénea de la imprenta. Así, la cultura del escribiente (o manuscrita) de la Edad Media era de carácter oral-aural. Los manuscritos debían ser leídos en voz alta. Se establecen escuelas de capellanes para asegurar fidelidad oral. Nuestra época, digo de 1900 para acá, con la Galaxia Marconi, -preponderancia de la tecnología eléctrica y posteriormente electrónica-digital-, eso se ha modificado. Ya no se vive sólo dentro de un ambiente meramente visual; desde principios del siglo XX y sobretodo, después de la segunda guerra mundial, se comenzó a oír los rumores del carácter audio-tactil en detrimento del poder de la palabra escrita. James Joyce en su Finnegann’s Wake celebra, según McLuhan, la ruptura del carácter de la imprenta por la radio, el filme (televisión) y la grabación; nos mostró con facilidad que el Ministro de Propaganda del régimen nazi, Goebbels y sus altoparlantes, originaban un nuevo eco tribal.
La tecnología del alfabeto impreso llevó, en todo sentido, a comprender al mundo en forma fragmentaria, por trozos, por partes- proceso propio de la especialización. La imprenta fue un recurso repetidor. McLuhan, apoyándose en las ideas del sociólogo cultural norteamericano Lewis Mumford, obtiene como conclusión que la imprenta proporcionó la primera mercancía uniforme y repetitiva, encausando la mente del hombre hacia el mito moderno del progreso ilimitado y de la producción en masas que apostó únicamente por el modelo de destrucción, explotación y reducción de los recursos naturales y humanos inclinados a los intereses del anónimo capital de las sociedades financieras. La modernidad la podríamos circunscribir dentro de la cultura de la imprenta; la posmodernidad, muerto el mito del progreso infinito de los países desarrollados junto a la escasez de recursos naturales, agotamiento del planeta Tierra, etc., sería el momento del relevo del modelo y de la actitud modernista como también de la cultura de la imprenta por la cultura del circuito electrónico, los chips y los medios de comunicación y de la informática. Con los aportes del campo eléctrico, hechos por Marconi al inventar en 1895 la antena transmisora de hondas hertzianas, que llevó al hombre a la telegrafía sin hilos, entramos en el principio del fin de la tecnología impresa como factor preponderante de las comunicaciones y se pasa al momento de la influencia de tecnología eléctrica dentro de todos los parámetros de la vida humana –se comenzó a escuchar el rumor del carácter audio-táctil de los Nuevos medios. Nuestro presente, sus cambios, sus crisis, su entorno y características, son consecuencia del desarrollo acelerado implícito en dicha tecnología marconiana del circuito electrónico. Podemos hablar, metafóricamente, que hoy nos comunicamos por la preponderancia de la electricidad , a velocidad luz. Así tenemos que la Galaxia Gutenberg llegaría a su momento más completo, para entrar luego en su inoperancia, frente a la inmediatez electrónica, dentro de la racionalidad moderna.
La Galaxia Marconi (junto con Edison) sería el inicio de la aparente confusión de la presente posmodernidad. En el presente, como lo entendió McLuhan hace tiempo, estaríamos hundidos dentro de dos momentos del desarrollo tecnológico y cultural de la historia del hombre, la de mantener un culto al conocimiento libresco dentro de las universidades y en los ámbitos de la educación, pero a la vez rendir otro culto fuera de los límites de las instituciones de aprendizaje, es decir, la idolatría de las masas alentado por el jugoso negocio que representan los mass-media, al culto mitológico e icónico de todo el poder visual-auditivo-táctil de los medios de comunicación y el mundo mágico de la era electrónica. Para McLuhan se libra una guerra civil entre los ambientes de las instituciones educacionales y el mundo de los mass-media, ambientes no-pasivos, creados por medios distintos al de la palabra impresa. Afirmar que la educación debe apartarse de la instrucción, dejar las ideas comodín o clisés e ir al descubrimiento, hacia el sondeo, la exploración y el reconocimiento del lenguaje de las formas. Se rechazan las metas; se quiere desempeñar roles; compromiso total; no se desean objetivos o puestos fragmentarios o especializados. No es absurdo decir hoy, por ejemplo, que la televisión está adquiriendo cada vez más el aspecto y la función de un electrodoméstico cultural, que exige, por parte de los usuarios adictos, una participación e implicación que, según McLuhan, nos compromete siendo una extensión de nuestro sistema nervioso, que modifica a la par nuestra relación cognoscitiva y práctica con la realidad. El investigador Nevitt ha mostrado en su libro The communication Ecology que, por ejemplo, el actual exceso de dislexia y otras dificultades de aprendizaje (un 90% de las víctimas son varones) puede ser resultado directo de la televisión y otros medios electrónicos que nos presionan a regresar a un uso más acentuado del hemisferio derecho del cerebro. La dislexia bien se puede comprender por aquella situación en que el individuo tiene la incapacidad de adoptar un sólo punto de vista con respecto a todas las letras y todas las palabras. Consiste en enfocar las letras y las palabras desde varios punto de vista en forma simultánea (es decir, a la manera del hemisferio derecho del cerebro), sin asumir que únicamente uno es el correcto[2]. Problema que se presenta al mantener lo que se ha llamado la actitud de visión cercana frente a la pantalla de televisión: inclinación de algunos niños a leer con un sólo ojo como efecto de la posible relación al hecho de mirar televisión desde muy temprana edad y en forma intensa.
Por lo anterior no debemos separar de la formación cultural del ser social individual y colectivo de la influencia que ejerce la caja boba respecto al aprendizaje y la educación estética y ética, (para Wittgenstein estos dos términos son sinónimos prácticamente) de las masas, (¿o pueblos?). Encontramos en McLuhan la afirmación de que cualquier innovación de los aparatos de comunicación electrónicos o derivados de los mismos y que entren a proyectarse dentro de una relación social lleva a la par una modificación de la estructura de nuestra percepción. Con ellos ya se ha dejado atrás el punto de vista fijo, repetitivo, de la imprenta, propio de la herencia renacentista, en donde el observador se mantenía separado del objeto: no había implicación. En nuestro tiempo ya no podemos decir lo mismo. El Renacimiento, que en espíritu está aún presente para muchos historiadores e intelectuales dentro de los hábitos y procederes de eso que se ha dado en llamar hombre contemporáneo (el mantenerse fuera, distante del objeto observado) llega a su fin. El espectador no está fuera del marco de la experiencia. El mundo instantáneo de los medios de comunicación nos lleva a que todos estemos implicados dentro de la universalidad global, es decir, según la expresión acuñada por McLuhan: dentro de la Aldea Global. Hoy no estamos ya separados ni individual ni socialmente respecto a otros individuos, pueblos, naciones, continentes, sucesos políticos y sociales bien sean nacionales o mundiales. Estamos todos implicados dentro del nuevo orden tribal mundial; no hay marco limitante sino instantes sucesivos generados desde los acontecimientos de la historia de los eventos humanos y naturales. Mundo donde pareciera ser que la historia de la humanidad se convierte en apéndice de Hollywood y que se realiza desde la propia especificidad de los medios de comunicación que trasmiten acontecimientos históricos mundiales más que por la acción de los hombres impulsados por alguna idea a realizar dentro de su medio vital. Historia-espectáculo, historia-acontecimiento, historia-diversión, historia a la vez a distancia pero confortable desde nuestra habitación. Donde pareciera ser, a diferencia de las implicaciones que pensaba -¿imaginaba?- McLuhan generada por los medios, la acción del hombre se frena con la pantalla sin participar activamente en forma presencial dentro de ella; si participamos es como reacción, pero no en forma de interacción real, todo gracias al confort que trae la técnica al hombre común; nos enteramos pero no elegimos/participamos de manera significativa en la construcción de tal realidad global; nuestra intervención se basa en obtener más de lo mismo. El filósofo italiano Gianni Vattimo[3] refiriéndose a McLuhan nos señala que hoy decir vivir en la historia, sintiéndose uno como momento condicionado y sustentado por un curso unitario de los acontecimientos (la lectura de los diarios como oración matutina del hombre moderno propuesta por Hegel) es una experiencia que sólo llegó a ser posible para el hombre introducido en la modernidad establecida a partir de la Galaxia Gutenberg, llegándose a crear las técnicas discursivas y condiciones políticas para elaborar y transmitir una imagen global/universal de las cuestiones humanas; pero al llevar más allá de los límites toda esa técnica de las comunicaciones con la apariencia del mundo tecnológico/electrónico de Marconi-Edison y usar los mismos instrumentos para reunir y transmitir informaciones (la era de la televisión, dirá McLuhan) semejante experiencia se hace de nuevo problemática. “Desde este punto de vista la historia contemporánea no es sólo aquella que se refiere a los años cronológicamente más próximos a nosotros, sino que es, en términos más rigurosos, la historia de la época en la cual todo, mediante el uso de los nuevos medios de comunicación sobre todo la televisión, tiende a achacarse en el plano de la contemporaneidad y de la simultaneidad, lo cual produce así una deshistorización de la experiencia”[4]
Freno cálido, donde el hecho sólo será histórico si entra en el marco de los mass-media. Podríamos agregar que el poder no se ejerce concentrando y concretando una realidad desde la presidencia de los partidos de turno o de sus comités centrales. El poder se ejerce –por importancia, por la magnitud y presencia-, en quien detente el conocimiento, la implicación de éste dentro de los efectos que engendran los medios de comunicación y, por supuesto, el contenido de los mismos. Los políticos se mantienen y persisten en responder a los problemas sociales adosados a lo que McLuhan llama el mirar el presente a través de un espejo retrovisor; se nos quiere mantener en una sociedad de espejo retrovisor y los cambios generados por los medios ya no nos permiten enfrentar a una situación totalmente nueva adheriéndonos al gusto, conceptos y objetos del pasado reciente; los políticos hablan con unos conceptos y un lenguaje más del siglo XIX que de nuestro presente. Respecto a la crisis social que vivimos es, como lo ha dicho Carlos Fuentes, parte del resultado de nuestros fracasos políticos. Y podemos agregar unas palabras más de este escritor: “En América Latina carecemos de tecnología. Pero también carecemos de información, en el sentido europeo y norteamericano de la palabra. Carecemos de medios de expresión social. No tenemos verdaderos parlamentos, verdaderos sindicatos, verdaderos partidos políticos. Y el cine, la tv, la radio, son instrumentos del más deleznable mercantilismo”[5]. El llamado Tercer Mundo pertenecería, por su realidad, más a una sociedad oral-auditiva que a lo que ha tendido a ser el llamado Primer Mundo, una sociedad de orden visual, aunque hoy la mayor parte de su población está declinando a un estado de semi-alfabetismo, (saben leer pero no comprenden lo que leen un gran número de individuos dentro de su población). Total que en la actualidad el mundo desarrollado, cuando la cultura visual de las sociedades industriales ha sido influida hacia una dirección acústica por medio de las tecnologías electrónicas, han sido llevadas, en forma gradual, a parecerse al Tercer Mundo; los parámetros de la verdad ya no serían establecidos por los lineamientos que nos aclara aquella frase de “ver para creer”; en lo llamado como verdadero estaríase implicando la tradición oral, el misticismo, la intuición, el conocimiento; en otras palabras no son los parámetros de la observación y de la medición los que connotarían el conocimiento de los fenómenos. Estamos creando una sociedad más de oidores que de veedores. Por otra parte, Toffler advirtió hace tiempo que nos encontramos dentro de una convulsión acelerada de cambios de poder que muestra sus efectos en la empresas, en las economías, la política y a nivel mundial, tales cambios son apenas escaramuzas de unas luchas por la conformación de un nuevo poder: de la economía de la riqueza material hemos pasado a la economía de la riqueza del y por conocimiento y la información[6]. Estas implicaciones políticas, al explorador McLuhan si bien las comprendió, no dio mayor alerta ante ese hecho. Se limitó al análisis de los efectos y a sus implicaciones en tanta cultura comunicacional extendida a nivel global. De la separación del tiempo y del espacio como intuiciones puras kantianas, pasaríamos a percibir y sentir a éstas, por el desarrollo de los otros sentidos humanos y su relación dentro de eso que el sentido común humano llama realidad, que se encuentra mediada por los efectos de la Galaxia Marconi, de tecnología del circuito eléctrico y no únicamente por una preponderancia de lo visual alfabético/impreso, a un espacio y tiempo relativos pero dados en una sola unidad, es decir, a lo que él llamó espacio acústico. Para el hombre actual la distancia que hay entre Moscú y New York no se mide tanto en kilómetros sino en horas (¡de vuelo!); hacer lo contrario es incurrir en un flagrante anacronismo. Así, los trasportes del siglo XX demolieron completamente la realidad de la separación del espacio y del tiempo. Al igual hoy, si bien podemos decir que el tiempo puede ser un factor universal por su carácter cuantificable y abstracto nos encontramos que el tiempo histórico-cultural determina un haz de momentos y de conciencias distintas pero unificadas a un posible universal presente temporal. McLuhan encuentra en ese fenómeno el regreso al mundo tribal de lo acústico-oral, a la fundación de la Aldea Global, donde el tiempo ha cesado y el espacio se ha esfumado. Un mundo de sensaciones intensas, emotivas e inmediatas del ambiente acústico-visual-táctil donde nos volvemos a encontrar más cercanos de la cultura oral del hombre ancestral estructurado bajo la preponderancia de la subjetividad, del sentimiento y de las emociones tribales que cercano a la jaula de cristal lineal, sucesiva, analítica, visual, racional del hombre ilustrado, liberal e impregnado de alfabetismo impreso, propio de una modernidad en que sus instituciones y sus logros técnicos científicos han dejado de ser pertinentes y han pasado al museo de curiosidades. Todo un remolino sensorial donde termina generando una onda crítica respecto a lo que se entendía por realidad. Ello no es raro. El tipo de positivismo y determinismo antiguo, sólido, tiene poco adherentes. Volviendo la mirada a la ciencia nos encontramos que la realidad última para un físico teórico no está constituida ni siquiera por ondas y partículas u ondículas, sino más bien por haces de hechos abstractos, posiblemente discontinuos y en última instancia incognoscibles, en igual forma no pueden tener mucha confianza al concebir que el universo es en el fondo matemático (¿racional?), pues desde 1900 los matemáticos han venido afrontando una crisis de realidad. Asediados por paradojas aparentes, y dejando de creer en los fundamentos evidentes por si mismos de su disciplina, se pondrían a hablar de intuiciones y de juegos meramente formales, interiormente congruentes, y para acabar por plasmarse ante el descubrimiento de que la supuesta congruencia interna no puede probarse matemáticamente.
Retomando de nuevo a Toffler nos encontramos con una sugerencia, que a la vez puede ser crítica, ante los hechos que se han dado últimamente y que divergen de la visión aldeana-global de Maculan. Toffler señaló que más que homogeneizar el planeta, como hicieron los viejos medios de comunicación (la imprenta, la radio, la telegrafía, por ejemplo) propios de lo que este autor llamó Segunda Ola, el nuevo sistema mundial de medios de comunicación puede inculcar, antes al contrario, una mayor diversidad cultural y cognoscitiva. La mundialización, por lo tanto, no es lo mismo que la homogeneidad. En lugar de un sólo pueblo electrónico mundial, como pronosticó McLuhan, él apuesta a que sea más probable que veamos una diversidad de pueblos mundiales totalmente diferentes pero interconectados mediante un sistema de comunicación: internet, pero esforzándose todos por conservar o por potenciar su individualidad cultural, étnica, nacional o política[7].
Para McLuhan el comprender los usos humanos de un artefacto podía llevarlo a intentar predecir lo que la sociedad llegaría a hacer con un nuevo invento. Una de sus preocupaciones como estudioso de los problemas de la cultura y sobretodo en relación a los medios de comunicación fue el que las extensiones de la conciencia humana se proyectaban hacia el medio de todo el mundo a través de la electrónica, empujando a la humanidad hacia un futuro robótico. ¿Qué significado tiene aquí el término robótico? Tal término no es utilizado por McLuhan y sus acólitos como significación de un comportamiento mecánicamente rígido; el cual sí lo fue en el caso de la obra teatral de 1933 de Karel Capek titulada Robots universales de Rosum, donde se utilizó el término por primera vez. El término robotismo, o el pensamiento del hemisferio derecho, es la capacidad de ser una presencia consciente de estar en varios lugares al mismo tiempo. Es un modo del hemisferio derecho: el modo dominante del cerebro de las capacidades mecánicas extendidas de nuestros cuerpos, armonizadas a un solo momento y un sólo lugar. El robotismo es descentralizador, efecto propio de sociedades eléctricamente configuradas en donde cada punto en la red es tan central como el siguiente. El hombre de la era electrónica pierde contacto con el concepto de centro director; se disuelven jerarquías y nos encontramos dentro de una reforma constante; entramos en la era del espacio acústico y dejamos atrás el espacio visual, propio del funcionamiento del hemisferio izquierdo. La esencia del robotismo es ese poder de simultaneidad que asentado sobre el ordenador, adjunto a una base de datos, provocará lo que McLuhan llana una implosión para algunos comercios y servicios públicos; se llegará a un tiempo y espacio sin división, en el mismo sentido que no se puede dividir una nota musical. Pero hay que comprender que esto sólo estará presente dentro de aquellas sociedades que han pasado de una sociedad de la fábrica a una sociedad de la informática, o lo que es lo mismo, de la producción por chimeneas (o hardware) a la producción informatizada (o software); ir de la Galaxia Gutenberg pasando por la Galaxia Marconi y llegar a la Galaxia de Wiener-Neumann. Nuestras sociedades las podemos notar algo lejanas, por los momentos por ello, aunque sí implicadas por el paso del dominio económico del mundo desarrollado respecto a nuestra dependencia cultural, científica y técnica. Por otra parte, nos encontramos dentro de una alta indefinición y ambigüedad; queremos pertenecer a la modernidad del llamado primer mundo, propio de una sociedad de espacio visual y uso del hemisferio izquierdo y altamente alfabetizado, pero, a la vez, nuestra población está condicionada por el determinismo del hemisferio derecho, lo oral, lo tribal. Nuestras sociedades aún se encuentran viviendo dentro de un medio natural. McLuhan se preocupó porque se comprendiera que dentro de las sociedades civilizadas el hombre ya no vive dentro de un medio natural; se vive dentro de un espacio euclidiano-urbano. Por 2500 años el concepto de esa geometría citadina condicionó tanto nuestro pensamiento que nos vemos obligados a vivir dentro de cubos y rectángulos: cuartos y casas cuadradas, calles paralelas, etc. el círculo es ajeno a nuestra arquitectura y vida. La línea recta o plano euclidiano prevalece en nuestro cerebro, órgano adiestrado sólo al hemisferio izquierdo en detrimento de las virtudes del derecho. El mundo del hombre moderno es un mundo mecánico, concentrado en la línea y planos rectos. Cosa que en la naturaleza no existe. En el espacio real no hay líneas rectas; Einstein ya lo había dicho. Las paralelas no se unen en el infinito. Simplemente se curvan sobre sí mismas. La referencia euclidiana no funcionará en el espacio exterior. La verdadera naturaleza, según McLuhan, el espacio acústico (sonido de retorno; el eco) no tiene centro. Consiste en resonancias casuales sin límite.
El robotismo significa, también, la supresión del ser observador consciente, eliminando todo temor y circunspección, todo impedimento al desempeño real del individuo. Ese tipo humano puede ser descrito con las palabras del filósofo japonés Suzuki como aquel individuo “que se vuelve como los muertos, que están más allá de la necesidad de ponerse a pensar sobre el curso de la acción. Los muertos ya no regresan, son libres. Por tanto, decir viviré como si estuviera muerto significa una liberación suprema del conflicto”[8]. La expresión utilizada por los japoneses de “vivir como si estuviera muerto” se refiere a que se vive en un plano de máxima habilidad, donde no existen tensiones ni impedimentos de ningún tipo para efectuar la acción a nivel individual; es lo propio del hombre entrenado al máximo de sus capacidades según esa visión japonesa. Es un hombre que puede llevar a cabo los actos más difíciles y devotos de generosidad. Esta diferencia la encuentra McLuhan ubicada físicamente en la naturaleza del ser japonés por hacer dicha cultura un mayor uso del hemisferio derecho del cerebro (que corresponde a lo táctil, espacial, acústico, musical, lo holístico, lo espiritual a lo intuitivo-creativo, a lo cualitativo, etc.) a diferencia de la cultura propia de occidente que utiliza casi únicamente el lado del hemisferio izquierdo cerebral (propio de lo visual-habla-verbal, de lo lógico-matemático, de lo lineal-detallado, lo intelectual, lo cuantitativo, etc.). Para nosotros hasta ahora el hemisferio derecho ha sido continuamente atropellado y dominado por el izquierdo. La actual era electrónica, en su inescapable confrontación con la simultaneidad, presenta la primera amenaza seria al dominio de 2500 años del hemisferio izquierdo. La cultura del hemisferio derecho tiene una gran afinidad por la simultaneidad de la era de la informática electrónica. En el mundo oriental hay una constante situación de reajuste, actitud presente en las relaciones sociales entre las personas; marcando una real diferencia respecto al punto de vista occidental o visual que supone una posición fija desde la cual se debe examinar cada situación y sostener la propia en preferencia. El hemisferio derecho está relacionado con percibir al tiempo como un continuo presente, y con un sentido de simultaneidad. El presente es la infinidad en movimiento, la esfera de lo relativo. La relatividad busca continuamente el ajuste: tal ajuste, para los orientales, es un arte. El arte de la vida yace en un constante reajuste a lo que nos rodea. Para los taoístas mantener la proporción de las cosas y dar lugar a otros sin perder la propia posición era secreto del éxito en el drama mundano. Lo propio del arte construido sobre la acentuación del uso del hemisferio izquierdo, como lo es en la cultura occidental, es que admiramos más el poder de una declaración y la línea de contorno en el diseño; en el arte arropado bajo la sombra del hemisferio derecho, como lo es la cultura oriental, en lugar de colocar su admiración y atención a la declaración, lo colocará sobre el valor de la sugestión. Ello da oportunidad al espectador de completar la idea y así logra que una gran obra de arte le parezca que sea irresistible hasta que uno parece convertirse en parte de ella. Nuestro mundo de chips y comunicaciones a velocidad luz nos puede llevar a unificar los dos hemisferios del cerebro: izquierdo y derecho que en el hombre occidental se habían mantenido separados por la preponderancia del lado izquierdo del cerebro motivado por toda la cultura visual surgida por el alfabeto y la imprenta. Epoca desgarradora para el individuo que se encuentra en medio del torbellino de los medios que, como el personaje del cuento El descenso al Maleströn de E.A.Poe, gracias a un distanciamiento racional sobre su situación, conjuró su desastre comprendiendo el mecanismo del fenómeno. Igualmente la comprensión del ambiente creado por las nuevas tecnologías y los medios de comunicación si bien no podemos negar que su existencia rodee y acorrale a la nuestra, sí podemos efectuar estrategias de reajustar nuestra persona y entender nuestra difícil situación ante el remolino de la configuración eléctrica.
Creo que con todo lo que hemos señalado sobre McLuhan se puede lograr tener una idea de su obra y su trabajo en la búsqueda de la comprensión de los medios de comunicación. No pretenden mostrarlo en forma definitiva; queremos, como lo propio del arte oriental, sugerir más que afirmar y ser enfáticos. Por todo lo anterior y de lo que de ello se infiere encontramos que este canadiense, amigo que compartía y discutía sus ideas con figuras artísticas de la talla del pianista canadiense Glenn Gould o del compositor americano John Cage, pensamos que seguirá siendo un autor incómodo dentro de los ámbitos, por ejemplo, de una escuela de filosofía y por supuesto dentro de los lineamientos de lo que entendemos por academicismo: enseñanza de un conocimiento sistemático y tradicional. Henry Adams decía que en 1900 la continuidad de la tradición cultural de occidente se había quebrado, un nuevo mundo comenzó entonces, con éste que comienza pudiéramos decir lo mismo. Ante ello nos surgen varios interrogantes. ¿Cuál actitud mantener ante las exploraciones de McLuhan? ¿Realmente se puede despachar como otro perro muerto, como un filósofo menor totalmente superado? O ¿Más que un filósofo o culturólogo, no será un poeta y explorador de los medios de comunicación? Dejo esas interrogantes sin ánimo de responderlas. Por nuestra parte creo que se puede tomar lo que sugería el filósofo italiano -¿menor también?- y estudioso del fenómeno de los mass-media, Umberto Eco, en su libro Apocalípticos e integrados: “En cuanto a McLuhan el caso es distinto: aunque las ideas las despache en forma desordenada, las buenas junto a las malas, aquellas siempre llaman a otras ideas, al menos para ser refutadas. Leed a McLuhan, pero intentad luego contarlo a vuestros amigos. Así os veréis obligados a seguir un orden y despertaréis de la alucinación”[9].
¿Qué significa ese mmmmmmmmmmmmmurmullo?
Notas:
[1] G. Gamaleri. La Galaxia McLuhan. A.T.E. Madrid, 1981, P.49
[2] B. Nevitt. The communication Ecology. Ed. Butterworth and CO. Toronto, 1982, p. 60-61
[3] G. Vattimo. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. Barcelona, 1986, p. 17.
[4] Idem.
[5] Fuentes, C.: La Novela hispanoamericana. Joaquín Mortiz ed., México, 1969, p.95.
[6] Toffler, A.: Cambio de Poder. Ed. Plaza & Janés. Barcelona. 1990. p.40ss.
[7] idem. P.395.
Cit. En Mcluhan, M. y Powers, B.: La Aldea Global. Ed. Gedisa. Barcelona, 1990. p.75.
[9] U. Eco. Apocalípticos e Integrados. Ed. Lumen. Barcelona 1968. P. 403.
Eco,U.Apocalípticos e Integrados. Ed. Lumen. Barcelona 1968.
Gamaleri, G. La Galaxia McLuhan. A.T.E. Madrid, 1981.
Fuentes, C. La novela hispanoamericana. Joaquín Mortiz Editor. México, 1969
McLuhan, M. The medium is the massage. Batam Books, USA,1967
McLuhan, M. La comprensión de los Medios como las extensiones del hombre. Ed. Diana. México, 1969.
McLuhan, M. La Galaxia Gutenberg. Ed. Aguilar. Madrid, 1972.
McLuhan, M. La cultura es nuestro negocio. Ed. Diana. México, 1976.
McLuhan, M.: Con Q. Fiore y J. Angel. Guerra y Paz en la aldea global. Ed. Martínez Roca. Barcelona, 1971.
McLuhan, M. : Con E. Carpenter. El Aula sin muros. Ed. Laia. Barcelona, 1981.
McLuhan, M. :Con B. R. Powers. La Aldea Global. Ed. Gedisa . Barcelona, 1990.
Nevitt, B. The communication ecology. Ed. Butterworth and Co. Toronto, 1982.
Toffler, A. El Cambio de Poder. Ed. Plaza & Janes. Barcelona, 1990.
Vatimo, G. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. Barcelona, 1986.
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