lunes, 1 de junio de 2020

Donde se cuenta cómo el ciempiés 

se detiene

ante la encrucijada del camino

David De los Reyes






Nuestra civilización global se ha comportado, a veces más a veces menos, como un ciempiés. El ciempiés, como dice su nombre tiene  100 pies, valga la perogrullada. Usado como imagen nos proporciona una interesante analogía.  Su cuerpo es la civilización común y cada pie puede ser visto como un territorio, una región, ¿un país? distinto pero similar en su proceder y acción. Los ciempiés tienen una sólo ida, se acompasan a un mismo ritmo, a una misma velocidad, todos van a una misma dirección, a un mismo fin, a una idéntica voluntad de poder nihilista. El ritmo y la velocidad que le imprimió al ciempiés civilizatorio industrial las comunicaciones mercantiles, junto a la sorprendente y acelerada galaxia digital en expansión, ha sido inusual para los tiempos humanos y los ciclos naturales reales; la vida convertida en un eterno correr casi sin descanso y sin respiro. Esta constelación de los medios y sus modos nos ha llevado a emprender una carrera que parecía, por un momento, no tener freno alguno, no tener tampoco aire que inhalar: una total asfixia consumista biológica/cultural, como tampoco distanciarse de sus hábitos comunes, para retirarse del frenético impulso de la producción masiva continua y sin un fin real sustentable. Solo reiteraba la ciega voluntad de una ganancia abstracta y ambiciosa; acumulando por doquier más desechos e infección. Sin embargo, apareció un comodín guasón, lanzado por la propia industria científica de laboratorio, ese aéreo convid-19, o virus chino rojo, como lo llamo personalmente; pandemia que termina la vida reduciendo la capacidad de respirar...la asfixia es el límite de todo organismo vivo, pero ahora viralmente convocada. Y es lo que ha puesto al ciempiés capitalista (con todos los hermanastros socialistas farsantes de estos tiempos) y su población, en una encrucijada universal. Tanto la realidad macro de Gea, como nuestras micro vidas sensibles se han visto alteradas: por un lado, surgen fenómenos naturales insospechados de recuperación vital en distintos espacios del planeta; por otro, nos ha vuelto, por el posible contagio permanente, como corderos encerrados en su redil o en su cueva, ¡parecido al sueño religioso cristiano-comunista: buenos corderos de dios o del partido! Pueda, como dicen unos, darles más poder a los nuevos (pero viejos y decadentes en idiosincrasia…) dioses: al sistema político existente, o al gobierno de las élites estériles y sus implacables cancerberos burócratas, reduciendo la acostumbrada movilidad de amasado consumista sin límite del hombre moderno. Pero ante todo esto, también podemos pararnos frente un horizonte distinto. Y lo que sí veo claro en estos tiempos de incertidumbre, son las palabras del cubano obseso y obeso de poesía, las del habanero José Lezama Lima, cuando en una frase portentosa nos dijo todo el devenir de sus prodigiosos enunciados de las eras imaginarias: El gozo del ciempiés es la encrucijada. ¿Qué nos revela el poeta? Nos pide que ante el obstáculo temporal asumamos esta encrucijada como una sorprendente oportunidad de creatividad e invención colectiva e individual, a pesar de que cada pie de los cien del ciempiés civilizatorio no sepa muy bien por donde transitar a momentos. Que separándonos de las permanentes quejas y desconciertos que encontramos en todas las pantallas abiertas a nuestros ojos junto a los protocolos decretados de confinamiento, hallar la actitud por el gozo creativo y desviarse del pulso fatal para salir de ese camino inercial que parecía trazado trágicamente sobre la misma y dura piedra del devenir irremediable. A todas estas, sigo interrogándome, pensando la ambigüedad de los tiempos, diciéndome si no es que lo trazado por el aparente destino, la tragedia común universal, su obstinada autodestrucción, se encuentra inscrita a lo interno del ciempiés de la humanidad, en sus genes en tanto especie, ¿y no tiene ya el impulso para sortear la encrucijada?


Vida retirada
(Retired Life)

David Sparrow





Ilustración anónima. Intervención DDLR2020



Del marino y filósofo inglés del siglo XVIII, David Sparrow, amigo del empirista pensador David Hume, su leyenda refiere que fue a veces pirata en los entornos de la caribeña isla Martinica, pero sobre todo intrépido capitán de los turbulentos mares, transcribo esta balada de difícil traducción al castellano:



¡Qué descansada vida
la del que huye al mundanal virus
y sigue a escondidas
en la senda por donde han ido
los poquísimos sabios que el banal
mundo mercantil ha permitido

Que le es indiferente el pecho
de los soberbios grandes de estado,
igual de los veloces corceles,
se admira, amaestrado
por el diestro moro,  con látigo aferrado

Toda fama desdeña, aunque
cante con voz su nombre pregonera,
no acepta si se presenta
la lengua envidiosa y lisonjera,
que condena la verdad sincera.

¿Que  presta a mi contento
si soy por el insidioso dedo señalado,
si en busca de este libre viento
ando desalentado
con ansias vivas y moral cuidado?

¡Oh mar, oh viento, oh océano contaminado!
¡Oh secreto seguro arruinado!
Roto todo navío
en vuestro tronco quemado reposo
huyendo de esta peste tempestuosa

Un quebrado sueño,
que un día no fue puro, ni alegre y ni libre quiero;
no quiero ver el ceño
criminalmente severo
de quien se ensalza con la sangre de otros
y en el pillaje del dinero.

Despiértenme las aves
con su fino cantar sin apremio,
alejándome de cuidados graves
del que siempre es seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que he trabajado
a solas, sin testigo,
pleno de amor, sin celo,
sin odio, ni esperanzas, ni recelos.
En la quilla de mi intrépido navío
por mi mano trazada tengo las gastadas rutas de mi sustento,
que al llegar la primavera
de sosegadas olas es cubierta,
calmando la espera por el fruto cierto.

Y como seductora
para ver y aumentar su hermosura,
desde el palo mayor baja airosa
una las velas de blanco puras
hasta llegar corriendo se apresuran

Y luego descansadas,
su paso entre los vientos va jalando,
las redes de pasada
que agua salada va cubriendo
junto a peces diversos reteniendo.

El aire a la nave rodea
ofreciendo olores marinos al sentido,
las velas se tensan
con su libre y manso ruido,
que del oro y del cetro deja al olvido.

Téngase su tesoro
los que de un trozo de leño confían:
no es mío ver al lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La enhiesta madera
cruje, y en ciega noche  deja
a los que habitan así sus días;
por el cielo sus invisibles huellas
esparce confusa vocería.

Y mientras miserablemente
están muchos agonizando
en asfixia agotadora,
alejado de todo mando,
tendido yo a la sombra sigo cantando.

En mi camarote recostado
y con mi laúd en manos,
sobre  usadas sábanas soy coronado,
puesto al oído atento
al son dulce, toco con ritmo consumado
taño las cuerdas sabiamente acompasado …
En: David Sparrow: Theatrum Caribeum, t. 2, London, 1757, p.231s
Trad. David De los Reyes, Guayaquil mayo 2020


En: David Sparrow: Theatrum Caribeum, t. 2, London, 1757, p.231s
Trad. David De los Reyes, Guayaquil mayo 2020