jueves, 7 de diciembre de 2023

                    

                     

Sobre ciertas prácticas 

de la alegría ante la muerte[1]

Amalina Bomnin

 



Cuando escribo (con excepción de los artículos científicos) siempre uso la tipografía constantia. Este texto ha sido escrito con dicha letra. Su diseño es propiedad de John Hudson[1], quien la registró en 2003 para Microsoft. Quizá me llama la atención porque es una tipografía “romana muy hermosa y elegante, con un cierto toque caligráfico, mucho más visible en la versión itálica”. ¿Será por aquello de que los romanos fueron esa civilización que amaba a los extranjeros y propiciaba que éstos se incorporaran a la construcción de lo que sería uno de los más grandes imperios? Quizás sea porque fueron también las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, con su arte erótico, quienes provocaran la creación del Gabinete Secreto allá por 1819. Además, la inevitable asociación de Constantia con lo que perdura, trasciende, y se propaga me acerca a la razón de ser de una institución de enseñanza artística que, por tratarse de un país como Ecuador, ha conllevado diversos desafíos y ninguno de ellos puede ser considerado nimio.

Llegar de la Perla del Caribe a los 38 años, arribar a una ciudad portuaria a la que Humboldt le había atribuido en frase célebre el cierre cartográfico del Caribe, lo cual no era ni histórica ni simbólicamente comprobable, por motivos que no me detendré a explicarles ahora, era iniciar de cero a punto de cumplir 40 años de edad. Mujer, sin más familia que mi pareja, dos mudas de ropa en mi equipaje, y con ideas cuestionadoras sobre el régimen en la isla, era carne de cañón en contexto de exilio.  El caso es que después de vivir casi cuatro décadas en Cuba, país al que no pocos sueñan visitar, me enfrentaba a un lugar desconocido que me permitía la entrada legal sin necesidad de solicitud de visa. Llegaba a tierras de libertad; aunque también me habían advertido “cuídate de las falsas libertades”; pero lo cierto es que veía a los cuerpos en las calles reclamando sus derechos. Eso ya era bastante para el vacío ciudadano al que estaba acostumbrada.

Cuatro años después de conocer las lides pedagógicas como docente en Universidad de Especialidades Espíritu Santo, institución privada, donde sólo podían estudiar jóvenes con altos estatus económicos, me dije: “Ahí trabajaré, en Universidad de las Artes”. Me entrevisté con Diego Almeida, quien fungía como Gerente del Proyecto Educativo Universidad de las Artes en aquel entonces, cuando aún pululaban el cemento, la arena y las piedras en este Pasaje de Illingworth. Salí dando saltos de alegría cuando me dijo que agradecían la entrega de mi hoja de vida y que pronto se comunicarían conmigo para iniciar los preparativos de las clases. En unos días estaba volando a la capital para recibir, junto a un grupo de profesores de varias ciudades del país, una capacitación intensiva de unas cinco horas en el transcurso de un día. A la semana siguiente, mediados de marzo 2014, estábamos en las aulas dictando las primeras clases de la Nivelación Emblemática, después que Rafael Correa, en junio 2013, hubiera inaugurado públicamente el proyecto. Me sentía Flash en versión femenina latina remasterizada y sin miedo al éxito. De aquel grupo pionero sólo permanecemos Andrés y yo. Existe, al menos, una razón, que nos ha permitido continuar, sin lanzar los guantes. Hay un denominador común entre ambos. Les dejo de tarea para la próxima clase averiguar cuál es.

Desde la nivelación comenzamos a trabajar con performances colectivos “El verdadero capital”, “26 son más que una”, y donde los estudiantes me sorprendían con trabajos que incluían lo sonoro a través del uso de su propio cuerpo y desde soportes cinematográficos, sin que como curadora tuviera mayores señalamientos que hacerles, más allá de cuestiones referentes al montaje y ubicación de las piezas. Esta etapa difícil por las maneras en que los docentes debíamos lidiar con una infraestructura que aún no se configuraba como educativo-pedagógica sino como gerencia fue más llevadera gracias al rol de Alma Cevallos, un ángel que fue parte de Senescyt por aquel entonces y defendía a capa y espada la razón de ser de la institución de enseñanza artística por encima de cualquier arbitrariedad burocrática.

En 2015 comienza a sesionar la Comisión Gestora con la dirección de Ramiro Noriega. Su labor logró fomentar una comprensión acerca de la inexorable necesidad de formar a los estudiantes desde análisis teóricos, filosóficos, estéticos, económicos y políticos. El reconocimiento de su lugar en el espacio público, las demandas que han embargado al país para alcanzar reformas constitucionales, las luchas del movimiento obrero, indígena, de las mujeres, los derechos de los infancias, la reivindicación de los grupos vulnerables o marginados, la inexcusable tendencia a tratamientos sociales mediados por el racismo, el sexismo o la clase social como problemáticas álgidas que deben ocupar al accionar artístico, más allá, incluso, de la propia producción de objetos para galería o museo, fueron debate y acción constante en su paso por la institución. Asimismo, durante su desempeño, se garantizó la recuperación de varios edificios patrimoniales que hoy conforman el campus universitario.

¿Me pregunto que serán diez años construyendo conocimiento para un joven millennial? ¿Qué opina una artista-ejecutiva si su hija tuviera una pareja interracial teniendo en cuenta sus intereses de clase? También para eso se construye una universidad de las artes donde se puede estimular el libre albedrío, pensar en desarrollar un hogar sin dogmas católicos o evangélicos y aún así se pueda respirar alegría. Hay muchas maneras de hacer universidad, pero inevitablemente tendrá que ser desde el sentido crítico, y hacia el fomento de la práctica de la alegría ante la muerte[2]como mencionara BatailleCito a Federici al respecto:


El capitalismo nació con el fin de apartar a la gente de la tierra y su primera tarea fue independizar el trabajo de las estaciones y prolongar la jornada laboral más allá del límite de nuestras fuerzas. Por lo general, destacamos el aspecto económico de ese proceso, la dependencia económica de las relaciones monetarias que ha creado el capitalismo y su papel en la formación del proletariado asalariado. Sin embargo, no siempre hemos visto lo que ha implicado para nuestro cuerpo estar apartado de la tierra, cómo se lo ha pauperizado y cómo se le han arrebatado los poderes que los pueblos precapitalistas le atribuían.[3]


 Si la universidad pública ha sido un derecho para todos, y ese derecho se ha engrosado con la creación de la Universidad de las Artes, para mí ha sido un desafío y un honor -no por el acto servil de agenciarme prebendas-, sino por la responsabilidad que entraña pertenecer a un proyecto que puede brindarle a muchos jóvenes el derecho a construir un futuro mejor. No estoy muy segura que pueda lograrse desde lo no-humano, pero seguro que inevitablemente podrán lograrlo en la medida que se lo propongan. Concluyo con una frase martiana: ¿Qué es el arte, sino el modo más corto de llegar al triunfo de la verdad, y de ponerla a la vez, de manera que perdure y centellee en las mentes, y en los corazones? Los que desdeñan el arte son hombres de Estado a medias”.

 

¡Gracias!

 

 Amalina Bomnin Hernández

Guayaquil, 6 de diciembre 2023

 



[1] Constantia. John Hudson (2003), https://letrag.com/es/tipografia/240/

[2] Bataille, Op.Cit.

[3] Federici, Silvia (2022) Ir más allá de la piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo, Buenos Aires: Edición Tinta Limón.

[1] Bataille, George (2008). La conjuración sagrada. 2da edición, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 253-261.

[2] Constantia. John Hudson (2003), https://letrag.com/es/tipografia/240/

 [3] Bataille, Op.Cit.

[4] Federici, Silvia (2022) Ir más allá de la piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo, Buenos Aires: Edición Tinta Limón.

viernes, 1 de diciembre de 2023

  

En torno al libro: 

Una propuesta de aproximación crítica al arte actual 

de Juan Francisco Benavides

David De los Reyes






                                                                                El arte debe ser tan bello como el encuentro fortuito 

entre un paraguas y una máquina de coser

sobre una mesa de disecciones”

El Conde de LAUTREAMONT



Es para mí un gusto presentar el libro Una propuesta de aproximación crítica al arte actual (Editorial Académica Española, 2018), de nuestro colega docente, artista y amigo Juan Francisco Benavides. En sus páginas nos sumergimos en un análisis e interpretación hermenéutica profunda y reveladora de la escena artística de las tendencias más relevantes de nuestro siglo. A través de una aguda perspicacia y un vasto conocimiento del arte, Benavides nos invita a recorrer, junto a sus complejidades, las expresiones más radicales, conceptuales de diversos artistas junto a sus obras, creaciones que poseen un sentido polémico, complejo, problemático y experiencial. Los convocados para mostrar el manejo hermenéutico crítico de su aproximación son Max Aguilera, Ron Athey, Damien Hirst, Andrés Serrano, Teresa Margolles y Joel Peter Witkin. De estos creadores, el discurso crítico de Benavides vendrá a desentrañar sus códigos, sus intenciones, sus propuestas, sus tendencias y las narrativas que están aparentemente ocultos en sus obras. Irá conformando un paisaje artístico propio del llamado arte corporal, presentando una mirada aguda y reveladora que viene a desafiar nuestras percepciones preestablecidas. Es retomar el sentido de la aletheia según Heidegger, de develar lo oculto incrustado en cada una de estas obras, cargadas de vertiginosos signos, contrastes de luz y sombras, riesgos y, sobre todo, una posición netamente conceptual del arte. La idea priva por encima de lo que se muestra en tanto obra material. Propuestas que, como sabemos, cuestionan cualquier parámetro tradicional de la creación y se posan en una transgresión que ataca a las estructuras de las instituciones del arte. Todo ello sin ser indiferentes ante los espectadores que, en muchos casos, reconocen la imposibilidad de adentrarse en los sentidos y significados de estos eventos artísticos.

En un primer momento, el texto procura despertar la reflexión en cómo nuestra propia mirada, tanto de la obra como de nosotros junto al objeto artístico, refirieren a las formas tradicionales de analizar las creaciones artísticas. Aborda enfoques que van del común visibilismo, la iconografía, la iconología, la semiótica, hasta recaer en una proposición gadameriana de una posible hermenéutica de la imagen y del arte. Ello sin olvidar la necesidad de atender a la composición estructural y su significado, junto a los procesos biográficos de los creadores en cuestión.

No menos importante, en esta triada creador-obra-espectador, resulta intentar pensar el punto de vista, su perspectiva existencial y personal, su carga cultural e histórica para el acercamiento sensible e interpretativo de las obras por él escogidas. Lo cual difiere de espectador a espectador, o en palabras deleuzianas, de perceptor a perceptor. Los sentidos que se entregan en esa experiencia personal son diversos, múltiples por las variables de nuestra formación y sensibilidad individual. Así se va decantando a una posible y compleja construcción de sentido, que requiere una apropiación de conocimientos más allá de lo personal, adentrándose en campos humanísticos, sociológicos, culturales, filosóficos y estéticos para acercarse a estas propuestas artísticas.

No menos importante para Benavides es la reflexión que nos ofrece sobre el fundamento esencial de todas las obras que analiza. Me refiero al interés de la recuperación del cuerpo como tema del arte en el mundo actual, según sus propias palabras.  Es el punto en común que tienen todos los artistas seleccionados, pues cada uno de ellos, bien por diferentes ángulos, posturas, visiones de mundo, obsesiones y traumas personales tratan al cuerpo desde diferentes perspectivas y dimensiones. Consideran que la presencia de lo corpóreo humano-animal viene a despertar una simbolización única en todas las obras actuales, en especial construyendo una ruptura de las imágenes corporales de belleza, citando la presencia de lo Otro, es decir, lo anormal, lo deforme, lo monstruoso, lo diferente, lo anoréxico, lo transexual, lo cadavérico, etc. Para esta selección de creadores, el cuerpo es el lugar de la transgresión social, la apropiación de los cuerpos, siendo la estructura individual del ser, el lugar límite entre lo público y lo privado, entre lo normal y lo normalizado, entre lo que somos y lo que sabemos. Recurren a conceptualizaciones que rondan como categorías del cuerpo: cuerpo histórico, cuerpo mecánico, cuerpo ciborg, cuerpo dual, cárcel del alma, cuerpo mercancía, cuerpo violado, cuerpo explotado, cuerpo cadáver y finalmente, cuerpo que se difumina, que se vuelve concepto, energía, vacío, sexo, dolor, placer, todo y nada.








Entre los artistas que aborda Benavides en su particular y original reflexión, los iremos conociendo por sus palabras, sus búsquedas y sus sentidos existenciales en el arte. De esta manera Max Aguilera es un reconocido artista de la fotografía que se adentra con su lente al enfoque de la anatomía humana y el ser ante la muerte. Logra registrar de forma descarnada en sus reveladoras fotografías el mundo de la medicina forense y de la cirugía. Aguilera es, además, médico. Nos dice: Estoy interesado en explorar el mundo de la medicina desde el punto de vista del arte.




Ron Athey, es ampliamente reconocido por su arte escénico provocativo y subversivo, inspirado en el francés Antonin Artaud y su teoría del "Teatro de la Crueldad", que abogaba por una forma de dramatización que impactará directamente en los sentidos y las emociones del público. Es lo que aspira Athey al presentarse en escena. Siempre en una constante exploración de temas relacionados con el cuerpo, el género y la sexualidad en sus más extremos límites de la acción performativa. Ha dicho que para él el arte está siempre en una intersección con el mundo real y la política.






Otro controversial artista, por sus creaciones conceptuales y físicas, es el inglés Damien Hirst, para quien el arte conceptual y su enfoque de la muerte, la vida y la brevedad de la existencia son intuiciones y reflexiones, materializadas en el manejo taxidérmico de animales y de objetos inusuales en su obra. Su propia intuición creadora se manifiesta en esta afirmación: el arte no está muerto, pero va a tener que cambiar, de la misma forma que todo lo demás.



Andrés Serrano, otro de los reconocidos fotógrafos provocativos del arte actual, nos induce a explorar los temas de la identidad, religión y la sexualidad, utilizando para ello impactantes y escatológicas imágenes. Ellas reafirman su obsesión de llevar las cosas al extremo, a menudo utilizando imágenes controvertidas y polémicas.





La mexicana Teresa Margolles es reconocida por abordar su arte temas de violencia, muerte, desigualdad social, utilizando elementos en apariencia sencillos en su materialidad, pero contundentes en el sentido que toman bajo sus propuestas. Los elementos utilizados en sus instalaciones son agua, tierra y restos humanos. La citamos textualmente: Me gusta llevar las cosas al extremo, desafiar y perturbar a las personas.  







Por su parte, el fotógrafo estadounidense Joel Peter Witkin aborda valiéndose de imágenes controvertidas y subversivas, temas como la muerte, la deformidad, los tabúes sociales y lo grotesco de lo humano. Son tomas surrealistas y con una intencionalidad escenográfica y teatral, sugerentes, en que se interceptan elementos de la literatura y de la historia del arte. Su punto fijo a lo largo de su carrera ha sido concretizar una propuesta estética personal. Mi propósito es encontrar belleza en lo que otros consideran horrendo.

Benavides con su investigación nos propone superar lo que la mayoría del público observa como distante, incomprensible y aberrante dentro del arte contemporáneo. De cómo apreciar la creación contemporánea sin que sea un conflicto al acercarse a la producción de estos artistas en particular y al resto del arte conceptual en general.

En suma, ejerce la curaduría reflexiva de obras que contienen toda una complejidad y una polémica expresada en temas como la sexualidad explícita, la exhibición del cuerpo doliente, la exposición en sus interioridades, de excreciones y secreciones, la muerte y la transgresión de los cadáveres convertidos en objetos estéticos, junto con la enfermedad como metáfora de la sociedad del presente y sus identidades cambiantes. Todos tienen una particularidad, la de tocar los tabúes de nuestra mentalidad occidental.

Guste o no gusten, nos dice Benavides, esas obras controversiales están ahí, conviviendo con toda la producción humana del llamado arte. Su preocupación como crítico, creador e historiador del arte nos exige afrontarlas, acercarnos, entenderlas, lo cual exige una aspiración a comprender tanto a la obra como al artista, dándonos la posibilidad de construir una nueva manera de ver, descartando las visiones filosóficas clásicas kantianas del juicio estético del arte. Se requiere estructurar otras ópticas de acercamiento a estos objetos y acciones artísticos. Nos exige pasar de ser contempladores a ser perceptores constructivos, constituyéndonos en co-creadores y críticos esto es, que la obra no sea sólo una excusa para reflexionar en torno a ella, sino una realidad en tanto lo otro, que siempre se quiere ocultar, velar y que nos conduzca a direccionar la reflexión sobre nosotros en tanto espectadores y no en simples receptores pasivos. En el fondo, citando sus palabras: la experiencia artística debería convertirse en una propuesta ética que permita a quien la perciba cambiar su propia vida.

Es asumir la creación como una puerta para cambiar la vida a través de la experiencia sensible catártica que induce las obras de este estadio del arte contemporáneo. Más que buscar una verdad, se trata de dar a saber que encontraremos una multiplicidad de micro-verdades desde la perspectiva no del artista, sino del perceptor-espectador. Es aceptar las diferentes elecciones propias de una deconstrucción de sentido, traspasando el controversial juego de la objetividad de la obra, sustentada en su materialidad, reconociendo la subjetividad del perceptor, que siempre tiene la mirada desde una personal y contextual historicidad con la que se avoca a enfrentarse con las obras, sabiendo cuáles son los límites que impone nuestra mirada privada, convencional y personal a la construcción estética de la obra.

Benavides tiene una interpretación sobre el propósito del imaginario del arte y del artista contemporáneo. Estos actores poiéticos deben accionar en buscar la confrontación constante con su obra y con el público, no sólo por la ofrecida representación objetual, sino desde la existencia misma de las obras y por los temas que aborda. Considera que, en nuestro presente, el arte nos lleva a cuestionar los límites de lo bello, de lo bonito, de lo complaciente. Para Benavides no puede reducirse el arte a esos ciertos principios absolutos y únicos.  Para Benavides hacer arte es transgredir, provocar, desplazar hacia un punto crítico nuestras estructuras mentales en tanto espectadores. Se trata de un arte que incomode, que no pretenda gustar sino disgustar, desagradar, corromper para abordar el tema esencial de toda esta mirada tanatofílica artística centrada en el cuerpo, su disolución, su vacío, su muerte, su todo y nada, con lo que se aspira, según esta aproximación crítica del arte actual, a una confrontación con nuestra propia vida.

En última instancia, este libro "Una propuesta de aproximación crítica al arte actual" de Juan Francisco Benavides Sola, no solo invita a reevaluar nuestra percepción del arte contemporáneo, sino que también insta a una introspección profunda sobre la relación entre el arte y el espectador, de las obras y los co-creadores. A través de su análisis perspicaz y su enfoque hermenéutico, Benavides nos obliga a cuestionar nuestras concepciones preestablecidas de este campo del hacer humano, desafiándonos a asumir roles más activos y participativos en la interpretación de las obras de arte contemporáneo

Resumiendo, en este viaje narrativo a través de las obras de estos artistas vanguardistas, nos enfrentamos no solo a la transgresión de límites sociales y culturales, sino también a la confrontación de nuestros propios prejuicios y convenciones. Benavides nos recuerda que la apreciación del arte contemporáneo va más allá de la mera contemplación estética; es un proceso activo que requiere una comprensión profunda y una disposición a enfrentar lo que puede resultar incómodo y desafiante. La propuesta de Benavides es una invitación a abrazar la multiplicidad de verdades y a reconocer la subjetividad inherente en la interpretación del arte, lo que nos permite no solo enriquecer nuestra comprensión del mundo del arte contemporáneo, sino también de nosotros mismos en tanto espectadores activos y constructores de significado. En última instancia, la obra de Benavides nos empuja a redefinir el arte como una experiencia transformadora que trasciende la mera contemplación estética y se convierte en un medio para cuestionar, reflexionar y potencialmente transformar nuestras propias vidas.

Retomando una frase de Andrés Serrano que afirma que un artista no es nada sin una obsesión, pudiéramos parafrasearla respecto a la visión de la crítica y a los críticos del arte por Juan Francisco Benavides: un crítico de arte es nada sin una óptica, sin una perspectiva hermenéutica de interpretación.

DDLR, Guayaquil 10 de noviembre 2023

 



 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

 



La Universidad Central de Venezuela, 

esa herida


Celina Carquéz

 




    Es un mediodía indiferente cuando el mundo se detuvo un miércoles 17 de junio 2020, a tres meses del inicio de la pandemia de la Covid-19 pero a nadie le importa. No hay casi personal en la Universidad Central de Venezuela, porque el país está en una estricta cuarentena y solo quien posee salvoconducto puede desplazarse por la ciudad, así que algunos miembros del personal de seguridad tienen permitido entrar y salir de la ciudad universitaria

“Yo estaba aquí en mi oficina casi por irme, cuando de repente siento un ruido ensordecedor que viene de afuera, fue como una bomba; lo juro, una cosa espeluznante”, recuerda Rosa Biancoli, jefa de operaciones y seguridad de la Facultad de Humanidades y Educación, a quien todo el mundo conoce como “Rosita”. El estruendo la hizo atravesar todas las puertas en segundos, salió al pasillo y cuando vio lo que pasó, se puso las manos en la cabeza y enmudeció por varios minutos. No salía de esa especie de trance y las manos ya moviéndose por la boca, el pecho y otra a la cabeza. Rosita subió inmediatamente un post a Facebook con fotos del colapso del techo y lo tituló “fin de mundo”.

Como no había mayor información en el país —salvo el lúgubre conteo gubernamental de enfermos y fallecidos por la Covid-19 —, un popular periodista retuiteó la imagen, y en las siguientes horas se aparecieron todos los medios nacionales e internacionales en la universidad, así como las autoridades rectorales.

Lo que se escuchó fue como crujieron y cedieron las bases y se desplomó la viga 13 del corredor número cinco de tierra de nadie, (el famoso jardín de la Ciudad Universitaria que no le pertenece a ninguna facultad) y los tramos 12-13 y 13-14 del inmenso corredor de ese jardín, y lo que vio fue cómo un techo de concreto armado se partió y la primera parte parecía una especie de lengua expandida que llegaba en largos pedazos rectangulares hasta el piso, que se seguían uno a otro y formaban una suerte de triángulos, porque los pedazos rotos eran muy grandes.

Había un señor moreno a lo lejos, recordó, que se acercó a donde comenzaron a llegar algunos profesores de ingeniería y otros vigilantes. Rosita lo vio lívido y le preguntó qué le pasaba y contó que mientras iba caminando por tierra de nadie sintió cómo el cemento craqueó sobre su cabeza, echó a correr y se lanzó a la grama antes de que le cayera el techo y lo aplastara.

La pregunta que todos se hacían era ¿cómo era posible que se cayera un techo en la UCV creada por el gran arquitecto Villanueva? Y comentaban que, a pesar de todo, ocurrió en pandemia y cuarentena, cuando no había ni estudiantes ni profesores que pudieran ser víctimas de una tragedia, porque ese corredor es el más transitado de esa casa de estudio.

La imagen viralizada en Twitter e Instagram conmovió no solo a los estudiantes, profesores y egresados, sino a toda la sociedad, porque la UCV es a la vez más que una universidad y Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad por la Unesco: es un símbolo.

La Ciudad Universitaria alberga la mayoría de las escuelas y facultades de la UCV y fue levantada en una hacienda de cacao, la “Hacienda Ibarra”. Se comenzó a edificar en 1944 por el reputado arquitecto Carlos Raúl Villanueva, y se terminó de construir en la década de los 50. En total su construcción demoró 15 años.

Para el arquitecto Hernán Zamora la parte de mayor belleza y acabado de la universidad es el edificio de la Biblioteca Central, el auditorio del Aula Magna y el edificio del Rectorado. “En la Plaza Cubierta del rectorado el suelo brilla casi como si fuera agua y juega con las maneras en que el sol entra y produce sombras, que van cambiando a lo largo del día en los patios de luz. En el Aula Magna están las nubes de Alexander Calder, que es un cielo magnífico de la luz interna en la luz interior así como la Plaza Cubierta representa la presencia de la luz del cielo atravesando la sombra de lo humano, el Aula Magna representa la luz creada y el cielo por acción del saber humano y una acústica especial que se consigue crear junto con las nubes”, explicó.

La Plaza del Rectorado y la universidad están llenas de obras de artistas como Fernand Léger, Víctor Vasarely, Víctor Valera, Mateo Manaure, Oswaldo Vigas, Pascual Navarro, Jean Arp, Henry Laurens, entre otros.


 


***

La UCV es una obra de arte. Y en el año 2001 fue reconocida como Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad por la Unesco. Un arquitecto llamado Carlos Raúl Villanueva, que aunque es venezolano vivió toda su vida en Francia, hijo de un diplomático, llegó al país con 28 años de edad y es escogido para crear lo que se conoce como la Ciudad Universitaria. 

El pujante gremio médico venezolano escoge la  Hacienda Ibarra, dedicada al cultivo de caña y destilación de ron, para edificarla. La Ciudad Universitaria arranca con el proyecto y edificación del Hospital Clínico, que es el hospital más grande de Venezuela  y cuenta con mil camas y los institutos de anatomía y medicina.

Villanueva llega influenciado por las beux arts francesas, lo que en la arquitectura se ha dado en llamar como el movimiento moderno, porque se produce una gran transformación en la estética y el material que se usaba, explica el profesor y arquitecto, Hernán Zamora.

“El concreto armado, el acero, el extraccionismo y la fusión con las artes como el cubismo de Picasso, el trabajo de Piet Mondrian y en arquitectura el trabajo de arquitectos holandeses como Jerry Ritbel, y, por supuesto, la labor del arquitecto alemán Walter Gropius (pionero fundador de la escuela Bauhaus) y los cinco puntos de la arquitectura de Le Corbusier todo ello está presente en la formación de Villanueva”.

Algo que es un sello de Villanueva y está presente en toda la concepción de la obra son los corredores que conectan toda la universidad. “El espíritu de la ciudad universitaria es el de aprender caminando, que es el origen de la enseñanza del diseño aristotélica de los peripatéticos, que es aprender caminando por los corredores, por las pérgolas. Uno podría casi que sintetizar la ciudad universitaria en ese conjunto de corredores como las mejores aulas en el cual se inscribe la naturaleza de la naturaleza y el clima excepcional de Caracas”, explicó

Zamora explicó que es inconcebible que a tres años de la caída del corredor techado no se haya reparado, pues el concreto armado se produce en el país aunque ahora es cuestionado porque es contaminante. “En un mes eso pudo repararse, eso de que el concreto es especial y hay que traerlo de Egipto como te dijeron es una leyenda urbana”, enfatizó.

Para el docente en la caída del techo del corredor hay una impresionante representación de lo que ha pasado con el país y la ciudad universitaria como símbolo. “Es simplemente una herida hecha en una parte del cuerpo que te deja con una cicatriz, que ya no te va a permitir ser el mismo que eres antes de ella”, sentenció.

Le pido que diga cómo ve o cómo transmitiría a otro ese techo roto: “La ciudad universitaria es una representación de la civilidad, así que sería una bota militar embadurnada de mierda imponiéndose con toda su furia a una mariposa. Si cada tramo del corredor es una mariposa sobre el paisaje o una abeja esté moviéndose entre las flores, está la fuerza de gravedad allí por la desidia cuando la bota las pisoteó”, afirmó.


 

***

Ricardo Ramírez Requena es un reconocido poeta, escritor y gestor cultural. Fue profesor de literatura anglosajona en la Escuela de Letras de la UCV por un período entre 2009 y 2021. Ahora dirige la Fundación La Poeteca, un espacio plural para la promoción de la poesía, realizan recitales y lecturas de poetas, presentaciones de libros, lecturas, conferencias y talleres. Cualquiera se puede acomodar en un mullido sillón y leer en sus instalaciones.

Ramírez imparte cursos de literatura autobiográfica y escritura de diarios poéticos vía WhatsApp desde que inició la cuarentena. Es uno de los escritores que se ha sumado a una resistencia dentro del país y la convicción de que hay que defender, construir y reconstruir lo que existe.

Recuerda que tuvo que trabajar desde muy joven y entró a estudiar letras a los 22 años y su experiencia de los espacios de la universidad como estudiante fue limitada. Su carrera era nocturna, lo que le permitió trabajar, pero lo privó de conocer la UCV como cualquier estudiante común; conocía solo las Facultades de Ciencias Sociales e Ingeniería porque quedaban cerca. “El entorno literario y las amistades con escritores no era lo más cercano para mí al inicio de mi carrera”. Como estudiante trabajó en el Ateneo de Caracas y conoció la zona de Bellas Artes y fue librero en la librería El Buscón, un espacio legendario en Trasnocho Cultural, un centro cultural importante en Caracas desde hace más de 20 años, y pudo empezar a conocer más del mundo al que aspiraba. Cuando se graduó y se le presentó la oportunidad de dar clases, empezó a sentir que podía pertenecer a una comunidad literaria. Siempre fue profesor del departamento de literaturas occidentales y su primera materia fue literatura europea del Siglo XX; luego barroco europeo inglés y literatura norteamericana de diferentes períodos. Fue profesor de 2009 a 2021. Su carta de renuncia a la Escuela de Letras de la UCV publicada por la prestigiosa web literaria Prodavinci en plena pandemia se convirtió en un hito sobre las penurias de los profesores universitarios, y desnudó una realidad que estaba lejos del debate público, y ahora con los años se ha hecho más ruda y difícil de atajar y resolver; una especie de queja generalizada de los profesores bien formados que no percibían más de cinco dólares al mes por impartir clases ¿Quién puede vivir con 5 dólares al mes en una economía hiperinflacionaria dolarizada en plena pandemia?

Los vínculos más importantes para Ramírez Requena, admite, han sido la universidad, no solo como estudiante, sino al hacerse profesor, tutor de tesis, jurado; incluso en el apartamento en el cual vive junto a su esposa e hijo, tiene como vista la UCV. Así que no fue una decisión fácil renunciar a dar clases.

Tras su concurso de oposición cursó la maestría de Literatura Comparada y su plan era preparar la tesis y que le sirviera para el ascenso y luego más proyectos: cursar un doctorado fuera del país. Pero su plan se torció; la situación económica del país les apretó las tuercas a todos y se dio cuenta de que no podía mantener a su familia con lo que ganaba.

“Empecé a resentir la situación económica. Y a mí me generaba mucha angustia la imposibilidad de poder investigar y poder dedicar tiempo de calidad a leer de manera apropiada como un profesor o una académico lo necesita hacer, y sentía que me repetía en la bibliografía, en el contenido de los cursos”, relató.

Cuando entró a dar clases la universidad ya pagaba muy poco. Pero eso podía representar un 30% de lo que podía ganar en otro empleo; sin embargo, la universidad tenía una caja de ahorros y el famoso y alguna vez muy codiciado Instituto de Previsión Social del Profesorado (conocido como el IPP). Así cubrió una operación para él y hospitalizaciones para su hijo; pero eso fue diluyéndose con la acelerada crisis económica y descubrió, hacia 2018, que apenas le daba para cubrir una emergencia por una noche.

 “Me sentí muy desalentado y amargado por esa situación y contexto. Y a partir de ahí vino mi decisión de renunciar, además de que cuando decidí tomar esa decisión la universidad no tenía, digamos, las reparaciones o los arreglos que se empezaron a acometer hacia el año 2022. En mí facultad no había un baño disponible, por ponerte un caso, y eso me pareció humillante”, reclamó.

Hubo —y hay—, decenas de profesores en todas las escuelas que comenzaron a dejar sus aulas mucho antes que él de manera silenciosa, quizá por una certeza interior: el chavismo y su deriva autoritaria sumada al madurismo, iban a robarse varias generaciones.

Un ejemplo de ello es el filósofo y guitarrista clásico David de los Reyes. Tiene una carrera descollante: licenciado en Filosofía, UCV en 1981; Master en Filosofía, Universidad Simón Bolívar, 1990. Doctorado en Filosofía UCV, 1998. Estudios y trabajo Postdoctoral, Universidad Neuchatel, Suiza, 1998-2000 y alumno de guitarra del brillante Antonio Lauro. Tiene nueve CD de guitarra clásica grabados, y es escritor de diversos libros sobre comunicación y filosofía.

Cuando en 2014 llegó el momento de jubilarse de la universidad, un amigo, Julián Martínez, le comentó que en Ecuador estaba abriéndose una Universidad de las Artes. La idea era perfecta para él, quien siempre se ha movido entre la filosofía y la música. Envió sus papeles a algunas universidades sureñas y a esa universidad en Ecuador. En la Uneartes fue admitido y, además, sería bien remunerado; en menos de 10 días tuvo que mudarse para presentar el concurso de oposición. Pensó en irse un par de años porque se sentía asfixiado en Venezuela. Mientras, el país atravesaba el convulso momento de la sucesión tras la muerte del presidente Hugo Chávez y había cierto optimismo con las futuras elecciones parlamentarias.

Pero esa sucesión democrática nunca ocurrió; al contrario, se inició una escalada represiva y el país comenzó a inundarse con denuncias por violaciones a los derechos humanos y asesinatos a estudiantes que protestaban en las calles, ejecuciones extrajudiciales en barriadas pobres para hacer profilaxis social. Cada vez Nicolás Maduro se atornillaba más en el poder, y la oposición era más errática en su conducción y gestión de la emergencia humanitaria compleja del país; no había una salida posible ni cercana.

A él le iba muy bien en la universidad y Ecuador, así que no encontraba ninguna razón para volver. En 2022 visitó Caracas para estar con uno de sus hijos a quien tenía cinco años sin ver, y paseó por la ciudad universitaria. De los Reyes, que es un orgulloso ucevista, solo sintió dolor al ver que habían desaparecido los famosos libreros del pasillo frente a la escuela de ingeniería producto de la crisis económica y de la digitalización, y ver cómo se veía tierra de nadie con el techo herido (lo vio primero en las redes) y la otra mitad del techo lleno de andamios, porque que tres años después seguía sin reparación. Terminó con una gran desazón cuando se acercó a la Escuela de Comunicación Social en la cual ejerció la docencia por más de 20 años, pues se hablaba mucho de cómo el Gobierno había remozado la universidad, la cual estaba supuestamente sumida en el abandono y la desidia por la irresponsabilidad de las autoridades rectorales. Se encontró con una burbuja, como se le llamó al alivio que representó la dolarización de la economía que comenzó en 2019. La Escuela había sido pintada, pero en pleno siglo XXI carece de WIFI, no tiene aires acondicionados y no pueden encender los obsoletos equipos de los estudios de radio y televisión —así que los estudiantes mucho menos pueden pensar en grabar un podcast. La Escuela carece de presupuesto de ninguna clase para investigar, y se enteró de muchos profesores viven en la pobreza. Sí, la burbuja de la dolarización ya se había desinflado y los arreglos e inversiones eran solo cosméticos. Y es que desde que Maduro asumió la presidencia tomó una serie de medidas económicas que llevaron al país a una hecatombe: la reducción del 75% del Producto Interno Bruto del país.

“Siempre pensé, afirmó, que iba a culminar mi vida académica en la universidad, que al jubilarme seguiría dando clases y ofreciendo seminarios vinculados a la filosofía y la comunicación, que es mi área. Ese era mi futuro, el que yo había pensado”.

“La muerte de Chávez junto con el descalabro de la universidad te daba un ambiente de que si te separabas de la UCV no perderías nada. No me desprendí de la UCV, solo me fui del país por las condiciones de la realidad y siempre se lo recomiendo a los alumnos con los que mantengo contacto”, afirmó.

 




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Mireya Tabuas era una periodista del extinto diario El Nacional, compaginaba su trabajo en el periódico con la impartición de clases en la Escuela de Comunicación Social, y era reconocida por la escritura de libros infantiles.

Por eso se ganó una beca en Chile en 2014 para cursar una maestría en Estudios Latinoamericanos. Dedicó 15 años de su vida a sus estudiantes de la Escuela y le dolió mucho irse. “Presenté mi concurso de oposición y cualquier profesor de la Central te va a decir esto: esa es una de las cosas más difíciles que hay en la vida académica, es muy exigente y me tuve que preparar mucho para ello; así me convertí en profesora a medio tiempo”.

Compartía el trabajo del periódico con el de la universidad, hasta que llegó un punto en que el sueldo como profesora le alcanzaba solo para los desayunos.  “Daba clases por vocación, amor a la universidad, y no solo yo, creo que a muchos profesores de carrera a tiempo completo y titulares que tenían el 100% de su vida dedicado a la universidad y la investigación y ganaban sueldos paupérrimos les pasaba lo mismo”, afirmó.

En su momento la UCV le concedió el permiso para hacer el magíster en Chile, una vez vencido el plazo en 2016, pidió un segundo permiso y se lo negaron, y planteó hacer alguna colaboración así fuese a distancia y sin cobro, pero  aún no  había clases por Zoom o Meet como existen ahora.
Tabuas se fue del país porque estaba convencida de que no habría cambio de gobierno ni transición democrática con el chavismo. “Empezaron a pasarle cosas a colegas míos muy cercanos; había amenazas, sufrí acoso en redes. Hice algunos trabajos complejos y temía que hubiese algo contra mí en algún expediente. Quizá fue un poco de paranoia y por eso no quise ir al país en los primeros cinco años que salí de Caracas. Al final me fui por la misma razón por la cual lo hace mucha gente: para darle una mejor calidad de vida y oportunidades a mis hijos, y aquí vivo con mi esposo, que era fotógrafo del periódico, y se reinventó en Santiago en una empresa de transporte”, explicó.

Cuando el techo de tierra de nadie se desplomó, lo comento con mucha gente de la UCV en un chat que tienen, sintió dolor e impotencia. No solo era una potente imagen literaria del desplome del país, sino que era algo real.

Verlo caído en ese momento, además, cuando uno sentía que la universidad estaba ya desplomada como el país, fue muy simbólico y además no puedes hacer nada desde lejos ni estando allí”, concluyó.

 

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Es frecuente y de uso común que se use el lema de la UCV como “la casa que vence la sombra” cuando se habla de política. Ese lema está en un mural en una de sus entradas y es un verso en el himno de la universidad. Tirios y troyanos lo citan siempre como un mantra.

También se repite con frecuencia que la Central es un microcosmos del país, pero esto sí tiene cierto asidero, pues muchos estudiantes conocieron aquí, por primera vez, a compañeros de otras clases sociales, creencias religiosas y tendencias políticas, que no hubiesen encontrado en universidades privadas a las que solo puede acceder un mínimo porcentaje del país.

Para muchos que han sido a la vez profesores y estudiantes, esa casa de estudio les permite mirar el mundo en su completitud.

Gracias a la universidad,  aprendes a relacionarte de una forma diferente con tu entorno, a sensibilizarte, porque, además, cuando cursé la carrera tuve como profesores como Alfredo Maneiro, fundador de La Causa Radical (mítico partido de izquierda) o el gran narrador Adriano González León; gente que más allá de su excelencia académica te marcaban de una manera mucho más profunda”, relata la escritora Tabuas.

Pero no puede evitar recordar que, al mismo tiempo, la UCV ha sido sombra, pues de allí y sus institutos de posgrados salieron los primeros ministros del gobierno del presidente de origen militar Hugo Chávez, en especial se menciona a Jorge Giordani, economista y director del Centro de Estudios para el Desarrollo (Cendes), a quien se le atribuye la destrucción del aparato productivo del país y la creación del sistema de control de cambio de divisas, como Cadivi, que permitió el saqueo de la economía a través de dólares preferenciales. El también economista presidente del Banco Central de Venezuela (BCV), Nelson Merentes; la vicepresidenta de la República, Adina Bastidas y la ministra del Ambiente, Ana Elisa Osorio y otra camada más joven que, en su momento fueron dirigentes estudiantiles de la llamada “generación boba”, por el entonces rector de la universidad, Edmundo Chirinos como el ministro de Planificación Ricardo Merentes; el funcionario con más cargos del gobierno y multifacético médico psiquiatra: alcalde de Caracas, primero rector y luego presidente del CNE, ministro de Comunicaciones, vicepresidente de la República y ahora presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez; la alcaldesa de la extinta Alcaldía Mayor, Jacqueline Farias;. Muchos más que acompañaron a Chávez en diversos cargos hasta que murió venían de la UCV. Solo Merentes se mantuvo unos años con el sucesor del militar, Nicolás Maduro.

 

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El cronista oficial de la UCV, el historiador Alberto Nava, entorna los ojos cada vez que alguien le pregunta si la universidad de verdad ha vencido a la sombra o le citan esa estrofa de un himno escrito en 1946 por Luis Pastori.

Para un historiador como él que recuerda que antes de que Venezuela fuera una República hace 300 años y una Capitanía General y se independizara de la corona España, la universidad ya existía, le resulta baladí plantearse una estrofa de un himno de mediados del siglo XX como si fuese un conjuro contra el mal.

Y si es por momentos de sombra, Navas recuerda que en el siglo pasado, durante el gomecismo (1908-1935), la universidad estuvo cerrada doce años; que el presidente socialcristiano, Rafael Caldera la intervino con tanques y la clausuró entre 1969 y 1971, y si se remonta en el tiempo encontrará momentos más lúgubres durante los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco, quien le quitó la autonomía a la universidad 21 días después de concedérsela porque su plancha rectoral no ganó, y le incautó los bienes que le concedió el Libertador Simón Bolívar para que se pudiese financiar. En la UCV se graduó Don Andrés Bello, quien luego residiría en Chile y contribuiría a la conformación de ese Estado de Chile y haría un sinnúmero de aportes al lenguaje español y el gran prócer, Francisco de Miranda.

Explicó que “la universidad fue el modelo como Universidad de universidades, un modelo, occidental que nació en España y se regó por América con la Gran Colombia en ese sentido la Universidad vino a representar una vanguardia académica, además del papel de ser la cabeza del mundo cultural y académico en Venezuela, y de sustituir la ausencia de los partidos políticos modernos en muchas acciones y gestiones, que ya venía desde el período colonial, siendo modelo para países hermanos como Colombia, Ecuador y Perú”, relató Navas.

Si es por buscar luces, un momento que encandila es después de 1811, cuando Venezuela se libera de España y firma el acta de independencia en sus instalaciones, en el paraninfo de la universidad, que es un lugar sagrado, el espacio más importante de la UCV.

También recuerda que los estudiantes y profesores organizados fueron claves en enero de 1958 para el derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, y que muchos de esos estudiantes, influenciados por el triunfo del derrocamiento de la también dictadura de Anastasio Somoza en Cuba, a cargo de Fidel Castro, trataron junto a cuadros estudiantiles comunistas invadir a Venezuela durante el nacimiento de la incipiente democracia en 1960. Los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni tuvieron que intervenir en la universidad porque muchos de esos comunistas se escondían en las residencias estudiantiles, hasta que el gobierno del social cristiano Rafael Caldera violó la inmunidad universitaria y allanó con tanques de guerra la ciudad universitaria y la cerró dos años. Algo que nunca le perdonó cierta izquierda a Caldera.

Afirmó que lo que ahora se ha denominado “chavismo disidente”, quienes reivindican los logros de Chávez, pero se oponen a Maduro, conviven normalmente con los profesores que quedan, pero sí están enfrentados a los maduristas. Un ejemplo de ello era que todos los profesores opositores y chavistas disidentes, estaban unidos contra quien fue ministro de Educación, el politólogo Hugbel Roa y diputado del oficialista Partido Oficialista Unido de Venezuela (PSUV) a quien se le allanó la inmunidad parlamentaria por estar envuelto en una trama de corrupción en Petróleos de Venezuela (PDVSA) y ayudar a descalfar más de 3 millardos de dólares del país a través de criptomonedas junto con Tarek El Aissami, quien presidía PDVSA, pues lo acusaban de agredir constantemente a la institución de la UCV.

Ramírez Requena también asegura que en la casa de estudios conviven todas las ideas políticas y perspectivas de ver el mundo, un espacio en donde el conocimiento tiene lugar.

Y es el gran epicentro del país, por encima de universidades autónomas regionales como la Universidad de los Andes; en la zona centro occidental la Universidad del Zulia y la Universidad de Carabobo y en Oriente la Universidad de Oriente.

“Las carreras y facultades de la UCV han sido pensadas siempre para un espectro nacional y pensadas para el desarrollo y la contribución crítica a la Nación; no solo están los planteamientos marxistas y post marxistas y liberales de izquierda sino la social democracia y democracia cristiana (que al final migró a la Universidad Católica Andrés Bello), planteamientos que se pueden ver en las escuelas de Ciencias Políticas y en Estudios Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales. Aunque se “extravío” por un tiempo entre los ñángaras (como se le llamaba a los comunistas en los 60 del siglo pasado), Ramírez no deja de enaltecer la función de la UCV como centro del saber y producción del conocimiento en todas las disciplinas y áreas.

Recuerda que desde hace una década se culpa a la UCV por haber formado parte del gobierno chavista y que sus ministros, los que sentaron las bases para el cambio de sistema económico y social, provinieron de allí.  “Desde hace como unos 10 años se dice que la universidad es la culpable de todo lo que pasa porque había producido una serie de ‘individuos’; la universidad no produce una ‘serie de individuos’, da los conocimientos y plantea los debates de ideas; uno no puede culpar a la universidad porque un grupo determinado de personas se hayan formado en ella y hayan terminado formando parte de un gobierno que destruyó la economía y por la cual mucha gente se fue”, sentenció.

En su opinión, hay una enorme cantidad de personas egresadas de la universidad y que llegaron a formar parte del chavismo o sintieron simpatías por el chavismo, tuvieron la valentía de romper con él (Chávez), por diferencia de ideas y de planteamientos y tuvieron una visión crítica hacia ese movimiento.

Con el tiempo, dijo, nosotros pasaremos y habrá otros gobiernos y la universidad seguirá contribuyendo con su saber en la construcción de un país. “Hemos vivido momentos lamentables, pero este es un momento determinado de nuestra historia y ya vendrán momentos mejores. Me dirás que este es el momento de la sombra “siento que hemos convertido el lema de ‘la casa que vence la sombras’ en una cosa como mitológica, La universidad es un espacio de crítica, de debate, de formación en saberes específicos; no es de elfos ni de una serie de oráculos que te van a contar o te van a revelar una serie de cosas”.

Rescató todas las investigaciones que están produciendo egresados de la UCV en otros países o universidades privadas, pues es una forma de devolver a la sociedad lo que la universidad les dio; como por ejemplo las investigaciones desde en el campo del feminismo y la política y la literatura, por ejemplo, de la profesora Gisela Kozak, que hoy en día es profesora en el Instituto de Tecnológico de Monterrey en México.

El historiador y director de Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Lionel Muñoz, no cree que la UCV sea un reflejo del país, aunque admite que desde 1811, cuando el país se independiza de España, el 80% de los cuadros que ha dirigido los asuntos del Estado han provenido de la UCV.

Durante los años que transcurren en Venezuela entre el año 59 y el año 99 del siglo XX los partidos políticos que gobernaban el país, en términos del movimiento estudiantil, eran de una presencia muy disminuida en el seno de la universidad. Muy por el contrario, las fuerzas políticas que no eran mayoría en el país eran las fuerzas políticas de izquierda en la universidad eran mayoría, entonces no es el reflejo del país en ese momento y ahora tampoco hay una continuidad de la relación histórica de la universidad con el Estado, el gobierno y con la sociedad venezolana”, elaboró.

Insiste: la fuerza que ha demostrado ser mayoría en el país, que es el chavismo, siempre ha sido una minoría aquí.

 




 

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Muñoz tiene una maestría en Historia de Venezuela Republicana y literatura venezolana. Imparte la cátedra de historia de Venezuela Contemporánea en la escuela de Comunicación Social. También es diputado del oficialista PSUV ante la Asamblea Nacional, pero parece que no le gusta que se lo recuerden, porque cada vez que lo menciono, acota: “soy suplente”, como si ello le restara un poco de autoridad a su cargo.

Me encuentro con él en la puerta de la escuela y anda a las carreras porque debe buscar a su pequeña hija al colegio, así que me subo a su camioneta y le hago la entrevista entre muchas interrupciones.

Disparo:

— ¿Usted cree que el gobierno de Maduro tiene una política de asfixia a las universidades autónomas?

— La falta de recursos es un reflejo de la crisis económica que vive el país, las sanciones coercitivas contra la economía, el bloqueo contra el país por parte de Estados Unidos y la Unión Europea.

     Profesor, ¿cuánto gana usted como docente?

Ríe pero no contesta; me pide amablemente que me baje del carro para que su hija pueda subir porque es una camioneta de dos puertas.

Le insisto:

— ¿Cuál es el problema en que me diga cuánto gana al cambio en dólares?

— 58 dólares, responde su hijita después de fastidiarse por oír mucho rato la misma pregunta, intercalada entre otras. Él la reprende dulcemente y le dice “pero hija…”. Sin embargo, le lanza una mirada fulminante durante unos segundos.

Según los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida elaborada por la Ucab (Encovi), la pobreza por ingreso en el país se ubica en 81,5%, es significa que 8 de cada 10 venezolanos no cuentan con los recursos suficientes para adquirir la canasta básica cifrada en 511 dólares según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas) para una familia de cuatro miembros. La pobreza extrema bajó de 68% en 2021 a 53,3% en 2022. La economía venezolana ya es comparada con la de países africanos como Mozambique y Angola; de hecho, ya este país es oficialmente más pobre que Haití. Y la desigualdad es una brecha inmensa que crece año a año: la persona más rica gana 70 veces más al mes que la persona más pobre.

 

Salario según escalafones de profesores universitarios

Instructor: 135,70 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 3,87$

Asistente: 153,34 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 4,38$

Agregado: 173,28 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 4,95$

Asociado: 195,80 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 6,85$

Titular a dedicación exclusiva: 552,16 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 15,77$

 

Fuente: Asociación de Profesores de la UCV (Apucv)

 

     ¿Usted cree que si la canasta básica es de 500 dólares, una familia puede vivir con 58$? Y eso que usted es director de un Instituto ¿cómo siguen abiertos?

      La función de la Universidad que es producir conocimiento, que los estudiantes se formen se cumple. En algunos lugares como en los institutos de investigación, no; es decir, ya no están funcionando. El mío sigue funcionando, pero hay otros cerrados por falta de profesores. Muchas cosas las pago yo mismo. El presupuesto de la universidad sí fue severamente recortado durante la década de los 60  y 70 con los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, quien llegó a cerrarla con tanques de guerra dentro del campus y hace promulgar en 1970 una ley que acaba con la autonomía universitaria hasta que Chávez se la devolvió le dio rango constitucional.

     No entiendo algo. ¿De qué vive usted?

Ríe entre nervioso e incómodo. Le pregunto varias veces por qué no puede contestar algo tan sencillo.

     Me rebusco—, admite.

     ¿Cómo es eso que se rebusca? ¿En dónde? (Se pone un poco tenso y de mal humor, pero no dejo de preguntarle y finalmente cede…).

     Hago investigaciones para organismos del Gobierno, ensayos, y así.

     Vaya, qué suerte tiene usted, ¿no?

Tras dos décadas de recortes presupuestarios, hasta sólo enviar dinero para pagar la nómina de profesores y obreros, una Comisión Presidencial al frente de la vicepresidenta de la República y egresada de esa casa de estudios, Delcy Rodríguez, comenzaron a remozar y reparar desde hace dos años la estructura de universidad que parecía abandonada y fantasmal, eso, para Muñoz, “la más importante que se ha hecho desde que se construyó la ciudad universitaria” en la década de los 50.

El hecho de que el candidato a rector del chavismo haya quedado de séptimo lugar de un total de ocho aspirantes es una prueba para él del talante democrático del madurismo, así como el reglamento que redactó la comisión presidencial, para que esas elecciones tuvieran lugar, pues una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia prohibió la realización de elecciones dentro de la universidad.

Ello sirvió, o tal vez ya convendría decir que condenó a la UCV a que la rectora Cecilia García Arocha estuviera quince años en el poder, pese a decir que era defensora de la democracia. Y aunque directores de Escuela y Decanos buscaron fórmula legales para dejar sus cargos sin que el chavismo o el madurismo ocuparan esos espacios, ella se quedó allí hasta el 15 de julio de este año, cuando se fue y a los pocos días se anunció que formaría parte del comando de campaña de la candidata de extrema derecha, María Corina Machado, para las internas opositoras del 22 de octubre, y que, de momento, lidera la intención de voto.

 

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Alberto Bellorín es un hombre humilde y de habla pausada. Es una eminencia en sus áreas: físico e ingeniero eléctrico. Hace cuatro años llegó a Argentina.

Di con él gracias a un investigador que le lleva el rastro a los científicos e investigadores que están repartidos por el mundo, en una de las diásporas más grandes que haya sufrido un país que no ha vivido una guerra: siete millones de venezolanos por el mundo.

Bellorín era profesor en la Escuela de Ciencias de las materias que los alumnos detestan y que ningún profesor quiere dictar: física cuántica dos; electromagnetismo, por ejemplo. Dio clases aun estando en Argentina durante los primeros meses de la pandemia. Lo dejó en 2020 porque, a pesar de sus 64 años, sus sólidos conocimientos lo ayudaron a encontrar un trabajo en datacenters y electroservidores. En la UCV trabajó durante 28 años. Quiso seguir dando clases porque se sentía en deuda con el país.

Llegó a Buenos Aires en 2016 porque su esposa consiguió un trabajo en una trasnacional en la Argentina y su único hijo vivía ya en Chile, se fue después de haber sido asaltado violentamente. Venezuela es uno de los países con las mayores tasas de criminalidad en el mundo. También una de las hermanas de Bellorín ya vivía en Chile, así que la familia iba a estar más cerca y unida.

Aunque no es egresado de la UCV sino de una universidad norteamericana Toledo en Ohio, a la que ingresó gracias a una beca Gran Mariscal de Ayacucho, para cursar física aplicada e ingeniería eléctrica, al volver comenzó a dar clases en la universidad. Sí cursó su doctorado en la UCV, llegó a tutorear muchas tesis, tuvo cargos como director de posgrado, fue director de la Escuela de Física. Cuando se fue del país no tenía alumnos haciendo tesis ni cargos administrativos, pero quería seguir aportando. Hasta que apareció una oportunidad laboral y no la dejó pasar.

Relató que en la Facultad de Ciencias desde 2006 comenzó a sentirse la asfixia presupuestaria que hacía cada vez más difícil la investigación y generación de conocimiento. El dinero muchas veces solo alcanzaba para pagar la nómina de profesores y obreros. “Hubo un grupo de profesores que estaba de acuerdo en hacerle frente a ello, pero eso implicaba cerrar la universidad, y otro tenía la actitud de la Iglesia Católica: soportarlo todo y resistir”, explicó.

La universidad sigue abierta, admite, pero no hay investigación y la mayoría de los profesores se han ido. Ya no cumple con su función de producir conocimiento porque la investigación no es algo barato; ni en materiales ni en recurso humano. Le duele que Venezuela se haya convertido en una suerte de maquila donde contratan a los profesionales y les pagan muchísimo menos que lo harían en otros países, debido a la crisis económica y social.

Bellorín rememora que cuando vio a través de las redes lo que pasó con el pasillo de tierra de nadie sintió indignación y cólera contra el Gobierno por no dar los fondos necesarios para el mantenimiento de la infraestructura, y contra las autoridades universitarias por la desidia. “La universidad se excusa en la falta de recursos, en parte la caída del pasillo es porque no lo barrían periódicamente, por lo que se fue acumulando materia orgánica (hojas de árboles), que ocasionó el deterioro de la estructura”, aseguró.

 

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Otra investigadora que perdió Venezuela fue Roselen Peña. Licenciada y doctora en Física egresada de la UCV afincada en Antofagasta, Chile desde 2019, recuerda cómo en tres años sus estudiantes, semana a semana, iban adelgazando. Era 2016, una época que quedó tallada en la piel de los venezolanos, cuando no había casi comida para abastecerse en el país, se vendían productos racionados por terminal de cédula en colas de seis y ocho horas, si tenías suerte, y la gente hacía trueques con lo que tenía en sus despensas: un paquete harina pan por unas toallas sanitarias; o papel de baño por latas de atún. Los años del hambre, se les llama popularmente. Y todo el que le tomara una foto a un anaquel vacío en los estantes de los supermercados (en general para mostrar la imagen en medios internacionales) era retenido y muchas veces apresado por días.

“Para mí era terrible ver a mis estudiantes delgados porque no comían, se veía en la ropa cada vez más holgados, las hebillas de los cinturones más apretadas y en las ojeras”, recuerda. O como cuando en una conversación con su abuela, que vive en el interior del país, le comentó —sin darle mayor importancia—, que no estaba cenando, para que la nieta pequeña que vivía con ella tuviera sus tres comidas.

“Me dijo que estaba dejando de comer porque en la casa donde ella estaba con una de mis tías no alcanzaba la comida y ella prefería no cenar para que la nieta comiera bien”, recordó.

Le angustiaba que cada vez más le costaba ayudar a su mamá y abuela con dinero. Tiene una hija, y aunque en esos años nunca les faltó nada en la mesa porque vivía en Caracas, decidió que tenía que irse para buscar una mejor vida para ella, su hija y su familia, porque luego iba a ser más difícil salir del país. Primero estuvo dos meses en Colombia en 2018 con un laboratorio en un intercambio de investigación y luego le salió una oportunidad en la Universidad de los Andes en Antofagasta, donde ya había estado en 2016.

Ya había estado en esa región, en la Universidad de Antofagasta, en un intercambio de investigación.

“Me vine con mi hija, estaba muy agotada. Mis compañeros me ayudaron y me propusieron un trabajo de septiembre a diciembre”, recordó.

Con eso gané un poco de plata porque yo había pedido prestado a una amiga para poder instalarme, explicó, y justamente en diciembre de 2018 se abrió la posibilidad de un posgrado en mi área, un trabajo por dos años prorrogable por uno más, y me dediqué a eso hasta marzo de 2021.

Con la pandemia, el gobierno chileno no renovó los contratos al personal temporal de la universidad, y pasó seis meses sin trabajar viviendo de lo que se llama “ingreso familiar de emergencia” y daba clases particulares. No podía mantener a su hija que es música y acordó con su exesposo enviarla a Venezuela, y que se fuera luego a estudiar a Europa con una beca en la que fue admitida.

Peña, sin ser activista o militante, era una ciudadana que estaba pendiente de la política en su país, y algunos hechos no solo la hicieron desencantarse de la clase política sino aceptar que el cambio político no iba a llegar a corto plazo y se desilusionó de todos. Siempre ha mantenido un lazo con la UCV y sus compañeros en la Facultad de Ciencias. Recuerda perfectamente cómo se sintió cuando se cayó el techo de tierra de nadie.

“Era como si se hubiese caído el país, ¿no? Me sentí horrible anímicamente. Respeto muchísimo a mis amigos y la gente que está ahí intentando mantener eso en pie, porque la universidad está en un estado terrible”, evocó.

Cuando una de sus tías enfermó, su primo que vive en Ecuador fue a Venezuela, y en una llamada él le contó que la situación estaba mejor, y ella replicó:

— ¿Ya sale agua del chorro de mi mamá?

— No. Y para Roselen eso fue suficiente para saber que las supuestas mejoras en el país son muy tímidas, por no decir que imperceptibles.

 

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En todas las escuelas y facultades de la UCV conocen a Nashla, a secas. Es una antropóloga y antigua dirigente estudiantil que trabajó como community manager de las redes de IPP cuando lo dirigía el profesor Víctor Márquez.

Cuando llegó la pandemia escuchó un rumor delicado, de esos que no se repiten hasta corroborarlos. Un profesor de la Facultad de Humanidades y jubilado del Servicio de Administración Tributaria  no tenía comida ni dinero para comprarla; no tenía a nadie y el mundo atravesaba los inicios de la pandemia.

Su sensibilidad la hizo mover no solo sus redes sociales sino los contactos que hizo en el instituto, y en unos días recogió 50 kilos de comida junto con la gerente de bienestar social. “Fue un shock. Me parecía inconcebible que un profesor viva en situación de vulnerabilidad. Sé que le comenté a la profesora Ocarina Castillo  —una reconocida investigadora que ha trabajado con comunidades vulnerables y experta en antropología de la investigación—, que estaba segura que había más casos”.

Como el IPP estuvo cerrado durante la cuarentena no había cómo chequear los niveles de nutrición del profesorado, pero igual se movía cuando se enteraba de un caso. Cuando en 2021 finalmente abrió decidieron hacer una encuesta y Junto a un grupo de expertas como Susana Raffalli (Cáritas Venezuela); Marianella Hernández (especialista en nutrición) y María Soledad Tapia (miembro de escuela de biología del instituto de Ciencia y tecnología y Alimentos e Individuo de Número de la Academia de Ciencias, Físicas y Matemáticas) adaptaron las encuestas con estándares internacionales para la población de la UCV, se la mandaron a 6.200 profesores y solo 751 respondieron y más de la mitad de quienes contestaron eran jubilados y sin redes de ayuda, que era justo en nicho al que apuntaban.

“Encontramos datos alarmantes: 13% de los profesores había hecho algo riesgoso para comer, eso implica robar, prostituirse o hurgar en la basura. En el último año más de los profesores habían perdido ocho kilos y logramos identificar 144 por vulnerabilidad alimentaria, no todo fue por la encuesta que se hizo”, explicó

A las mujeres las identificaron a través de la encuesta, pero no a todos los hombres, y Baéz asegura que eso está relacionado con el machismo y la visión del hombre como “proveedor”.

Mientras estuvo trabajando en la recolección de alimentos tres profesores murieron con hambre, es decir, debido a otras patologías que se agravaron debido a la falta de alimentos, y además ocurrió un evento que alarmó a toda la sociedad universitaria.

“Un profesor fue a hacerse unos exámenes de sangre en ayuna y luego le dieron desayuno, comió el cachito con una desesperación inenarrable, como si llevara días sin comer. Y a las pocas horas murió allí en el IPP y había sido director de un instituto de posgrado”, rememoró.

Baéz explica que las facultades que más casos tienen de profesores vulnerables son Ciencias, Humanidades y Ciencias Económicas y Sociales.

Una historia que le hizo dimensionar la crisis de los profesores fue ver con sus propios ojos a un profesor que es una institución en la Escuela de Antropología hurgar en la basura para recoger restos de hortalizas y verduras y que se resistía a aceptar la ayuda del programa.

“Estos casos ocurren en su mayoría en hombres que viven solos, en zonas de clase media alta como Prados del Este, Los Palos Grandes o La Florida —en esas zonas no hay redes de ayuda ni grupos de apoyo del gobierno—, y le dedicaron toda su vida a la investigación, jamás trabajaron en el sector privado y no tienen mayores vínculos familiares”, explicó.

Aunque el programa ya no se está aplicando porque terminó la cuarentena, Baéz junto con la trabajadora social del centro siguen atendiendo a 50 profesores, y ahora que hubo cambio de autoridades rectorales quieren impulsar una nueva encuesta para ayudar a los docentes. También se apoyaron en organizaciones no gubernamentales; una fue Convite  como  especializada en población de tercera edad  y Acción Solidaria, pero allí se depende mucho de la disponibilidad de esos organismo, y la decana de Farmacia los ayudó con medicamentos para la tensión y la diabetes.

“Muchos profesores pasaron de vender sus relojes y prendas de valor a malvender licuadoras y microondas para poder comprar comida”, relató.

Eritza Liendo es profesora agregada a tiempo completo de castellano, taller de redacción I y II y literatura venezolana; y es una conocida repostera que lleva un pequeño emprendimiento con los sabores de la cocina, en el estricto sentido del término emprendimiento. Pero no siempre fue así.

Hace una década, Liendo, quien siempre había cocinado para sí misma y sus amigos, decidió hacer postres para vender y asegura que no nació como un rebusque ni una alternativa para la mala remuneración de la universidad.

“Debido a los bajos salarios gano más con la venta de postres que al dar clases, y ha terminado siendo una suerte de rebusque sin quererlo, porque me genera más ingresos que los que me da la UCV, eso significa que yo financio con mi presencia a la escuela porque pago el pasaje; compro mis marcadores para las pizarras y compro mis bolígrafos. Yo misma gestiono las copias para mis alumnos —no las pago yo—, pero las gestiono por mi cuenta cosa que debería hacer la escuela”, sostiene.

Liendo asegura que ama dar clases, cocinar y editar textos y no siente que ninguna de mis actividades le reste a una o la haga menos. Las comparte las tres y así dice ser feliz.

Tiene más de 20 años en la Escuela de Comunicación y no aspira a convertirse en una profesora titular ni hacer un doctorado, porque el esfuerzo intelectual que tendría que hacer para cursar un estudios doctorales y luego concursar para obtener el cargo no se ve recompensado en un cambio radical de sueldo. Serían 20 o 30 dólares como mucho, y asegura que disfruta más cocinando, editando y dando clases y que, por ahora, es un balance perfecto para ella.

“Amo dar clases: me entrego, me gusta ser agente de cambio social, vibro en el aula enseñando a los carajitos y viendo cómo van evolucionando, cómo van creciendo. No le voy a caer a cuentos a nadie, coño, no es que me reinventé con la comida”, dice entre risas

La profesora afirmó que seguirá dando clases hasta que su esfuerzo físico se lo permita “porque tampoco es que hay alguien que nos reemplace. Los que podían hacerlo se fueron del país, y los carajitos no le ven sentido a tanto esfuerzo por cinco dólares, sino que lo que buscan es independizarse”, razona. Liendo, que gana, entre su sueldo y las primas por antigüedad y bonos, alrededor de 40 dólares mensuales. “Nada”, dice y vuelve a reír.

Y así va la UCV dando tumbos, los estudiantes se retrasaron en sus carreras al no poder cursar muchas materias en línea; porque ellos o los profesores no tenían los equipos adecuados. De 47 escuelas que tiene la universidad, solo 20 funcionaron en línea de acuerdo con una investigación del portal Crónica.Uno. Algunas facultades como Ciencias, Ingeniería y Medicina han perdido a profesores con una formación académica muy especializada e irremplazable. Hay cátedras cerradas y sin posibilidad de reemplazo porque la dictaba un médico o científico en especial que se fue del país. En medicina la hemorragia es masiva entre la deserción de profesores y el cierre de institutos de investigación De acuerdo con datos de la Coordinación Académica de la UCV 16 posgrados clínicos —de un total de 34— estaban cerrados por falta de estudiantes. En el Hospital Clínico Universitario posgrados tan importantes como neurología clínica, cirugía de tórax, neurofisiología aplicada y la maestría en investigación clínica ya no se imparten; bien sea por falta de estudiantes o de profesores. Cada vez la Central, como se le suele llamar, gradúa a menos profesionales, pero el sentido de la universidad que es impartir conocimientos, aún no se ha perdido, y aunque está en pésimas condiciones físicas por dentro y por fuera, sigue funcionando con los estudiantes que desean formarse y los profesores jubilados que se resisten a dejarla morir, y hacen maromas para sobrevivir y se complementan dando clases en instituciones privadas. La universidad está rota y herida, así como su techo en tierra de nadie. Ahora con el inicio de una nueva gestión rectoral, tras 15 años sin elecciones por órdenes del gobierno, empieza una nueva etapa en la vida de la UCV. Todavía es pronto para saber si se profundizará la herida o podrá cicatrizarla y seguir adelante.