lunes, 5 de abril de 2021

El Arte de la Política

William A. Callaghan (*)

(Traducción de David De los Reyes, UARTES-Guayaquil)


 

Todo el mundo conoce de sobras la historia de Ai Weiwei, ocurrida en el transcurso de estos últimos años, de ser un artista comprometido y militante en China a pasar a ser uno de los más célebres disidentes del mundo. Se dio a conocer ante el gran público al convertirse en consejero artístico de la oficina de arquitectos suizos Herzog & de Meuron que idearon el “Nido de Pájaro”, el estadio olímpico de Pekín. Justo antes de los Juegos Olímpicos del 2008, Ai Weiwei se hizo notable al calificar ese estadio de ser una falsa sonrisa de la China ante el mundo. En octubre del 2010 el artista fascina al mundo del arte con la exposición Semillas de Girasol (Sunflower Seeds), en la Tate Modern Gallery de Londres. Mientras esa exposición estaba abierta, Ai Weiwei es detenido ilegalmente por el gobierno chino el 3 de abril del 2011, convirtiéndose en un personaje político mundial. Luego de quedar libre, en junio del 2011, continuará despertando la curiosidad del público, indignándolo o distrayéndolo, tanto en la China como en el mundo entero. Eso en respuesta a la controversial declaración por el programa de sobrevigilancia americano PRISM, sobre el cual declaró que tendía a atentar con la vida privada de los ciudadanos, los Estados Unidos se comportan como la China[1].

No es fácil comprender, en la obra de Ai Weiwei, el arte de la política. Una cosa es segura, nunca que seamos indiferentes: bien por los que defienden los derechos humanos o bien por aquellos que detestan a un personaje que parece hacer el juego a los medios de comunicación occidentales ávidos de historias disidentes y que aprovechan toda crítica contra la China. Antes de querer resolver esas contradicciones, y de calificar a Ai Weiwei como un héroe de los derechos humanos o, al contrario, de ser un simpatizante del neoliberalismo occidental, el presente artículo examinará la obra de Ai Weiwei mediante el planteamiento de dos tesis que se cruzan parcialmente: “Ai Weiwei Rebelde” y “Ai Weiwei Bufón”.

Es útil colocarse así ante la obra de Ai Weiwei pues, antes de decir toda la verdad y nada más que la verdad, podemos admitir que cada una de esas tesis nos dan parcialmente cuenta de ello. Antes de considerar lo incompleto como una debilidad, nos lleva a aceptar que la parcialidad es una condición de nuestra vida postmoderna. De esta forma  esas dos tesis nos permiten comprender eso que Ai Weiwei denomina como las verdades momentáneas en su obra, las cuales pueden mostrar las verdades momentáneas de una sociedad china en plena mutación.

 

Ai Weiwei el rebelde

Ai Weiwei es conocido por saltar fronteras, en particular aquellas entre el arte y la política. Su obra explora los límites de lo aceptable para China en términos de acción política, pero también respecto al gusto estético: en el 2000, es coorganizador de una exposición en Shanghái titulada Fuck Off, más recientemente, sus fotos desnudo, fueron calificadas de pornográficas por las autoridades. Ai Weiwei no deja a nadie indiferente, ni al medio artístico ni al gran público.


Serie de fotografías Fuck-off de Ai Weiwei


El coleccionista Uli Sigg, antiguo embajador de la Suiza en China y cercano amigo de Ai Weiwei desde 1990, le aconsejó ser prudente. No les dejes hacer un vínculo entre tu posición de artista y tu posición de militante político[2]. Luego de su detención ilegal en abril del 2011, un crítico oficial plantea que el arte de Ai Weiwei traspasa las fronteras entre lo artístico y lo político; en efecto, el se sirve del arte para convertirlo en acciones políticas[3].

En realidad, arte y política siempre han estado estrechamente ligados desde el imperialismo confusionista, que contaba con los ritos y la música para controlar a las masas; esa tradición persiste en el reino del partido comunista, que busca siempre reglamentar las artes con el fin de garantizar una sociedad bien ordenada[4]. El concepto del arte por el arte es relativamente reciente, se ha vuelto popular en China a partir de los años de 1980.

No es entonces la novedad lo que vuelve interesante la obra de Ai Weiwei en tanto artista militante. Su crítica a la sociedad y a la política china se inscribe en un vasto debate sobre la crisis moral por la cual China enfrenta, desde hace más de treinta años, las reformas de apertura económica. Ante todas las tendencias políticas confusas posibles, los intelectuales son adscritos a lo que los chinos llaman la preocupación patriótica (youhuan); es lo que ellos deben meditar en función del destino de la nación y de encontrar la buena manera de resolver los problemas de China.

La advertencia de Ai Weiwei sobre ese punto es muy clara: la República Popular China es un estado autoritario y corrupto, y el país no podrá ser salvado si los gobernantes no respetan la libertad de expresión y se arribe a un Estado de derecho. Se puede leer en su blog: “Devolver a las personas sus derechos más elementales, dotar a la sociedad de una dignidad elemental; eso no se logra sino a partir del momento en que podamos tener confianza y responsabilidad, y enfrentar nuestras dificultades colectivas. Sólo un Estado de derecho puede volver el juego legal, y ello no es sino a partir del momento de la participación de las personas sea extraordinaria” [5].

En el estilo de los liberales clásicos del siglo XIX, Ai Weiwei considera que el problema es el Estado dictatorial chino. Como el declaró al periódico The Guardian: cada día en China hacemos el proceso al Estado[6]. En un tweet, declara: “Cada alegría que tenemos en el Twitter significa la muerte de la dictadura y del totalitarismo” (3 de septiembre 2009), y afirma igualmente: el mal existe para poner nuestro coraje a prueba (3 de agosto del 2009). Invita a reaccionar contra el nuevo eslogan del presidente Xi Jinping: El sueño chino, retocándolo como la pesadilla china. El sueño chino no existe. Pienso que es justamente una pesadilla. Los líderes están completamente perdidos…y no tienen el coraje de mirar la realidad de frente. Ai Weiwei se ve el mismo comprometido en un combate maniqueo entre el bien y el mal, donde los héroes rebeldes luchan contra el Estado cruel.

Numerosos intelectuales afirman que son capaces de trabajar en el interior del sistema porque la China (lentamente, pero segura), evolucione en el buen sentido. Jia Zhangke, conocido en los años de 1990 por sus películas underground, declara que si sus películas superan ahora la censura, no es porque se haya cambiado, sino porque el sistema de propaganda chino se ha relajado. Contrariamente a los creadores disidentes que apuntan a cierta élite y, frecuentemente, al público extranjero, la audiencia de Jia Zhangke es el público chino, porque considera que su crítica de la sociedad es más fuerte si no protesta de forma marginal sino dentro de la legalidad, y en el seno del sistema comercial[7].

Ai Weiwe se ríe de ese tipo de argumentos. Si bien reconoce que el nivel de vida en China ha mejorado, permanece bastante cínico respecto a los cambios políticos en su país: Esta nación, continua siendo una sociedad extremadamente política, donde las personas no tienen libertad. Mientras que Jia Zhangke tiende a permanecer del lado bueno de la censura, Ai Weiwei rechaza asistir a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín, al conocer la forma en que el Nido de Pájaro, el estadio que él había ayudado a diseñar, era presentado por el gobierno; él lo calificó entonces como la falsa sonrisa de la China.

Ai Weiwei y el premio Nobel de la paz Liu Xiaobo comparten un gran número de valores políticos. Liu Xiaobo arremete contra la cuestión del poder autoritario de Pekín y sugiere que los chinos adopten los valores humanos universales, reinantes en el concierto de las naciones civilizadas, y construyan un sistema democrático [8]. El estilo y la táctica de Ai Weiwei son distintos. Liu Xiaobo permanece como un disidente clásico del siglo XX, que se dirige a los manifestantes exigiéndoles cambios radicales y cuya acción es racional y seria. Ai Weiwei escoge una aproximación del siglo XXI, calcinando las fronteras entre el arte, la política y la militancia. Antes de escribir serios ensayos exigiendo una gobernabilidad racional, Ai Weiwei hace un llamado a la indignación de las personas, se burla del gobierno y trabaja principalmente por las vías del Internet. Ello hace más difícil para el Estado controlar las protestas irónicas y lúdicas del artista que, evidentemente, ha continuado después de su detención en el 2011. En un mundo descentralizado, hiperconectado, donde la información es sinónimo de poder, el gobierno chino toma muy en serio los comentarios críticos de Ai Weiwei.



Liu Xiaobo (1955 - 2017), escritor y desidente chino.



Las propuestas presentadas por Ai Weiwei no se contentan de denigrar al Estado. Ellas también se dirigen a despertar a la sociedad civil. Como numerosos intelectuales, Ai Weiwei se muestra crítico sobre las reacciones del gobierno luego del terremoto de Sichuan en el 2008. Señalando que las escuelas públicas estuvieron, frecuentemente, más dañadas que las edificaciones vecinas a ellas, lo cual ha levantado la suspicacia generalizada de sospecha sobre la mala construcción es estas escuelas, debido a una mala construcción en las bases de los edificios escolares y esto ligado a la corrupción. El estado ha rechazado ordenar una investigación. Ai Weiwei se comprometió con un centenar de voluntarios para presentar eso que ha llamado una investigación ciudadana, con el fin de continuar insistiendo en preguntas muy simples…nosotros habíamos hecho alrededor de doscientas llamadas a diferentes servicios públicos -la policía, la oficina de asuntos civiles, el ministerio de Educación- únicamente para insistir en preguntas muy simples. Los voluntarios han presentado más de 10.000 preguntas y nosotros no hemos obtenido sino una misma respuesta. Incluso si esta investigación ciudadana ha sido infructuosa, a su vez ha sido catárquica para muchas personas. Numerosos voluntarios han podido pasar su angustia, su cólera al hacer cosas muy simples, que todo el mundo podía hacer. Presentar preguntas. Hacer investigaciones y colocar los resultados en Internet.

Finalmente, la investigación ciudadana ha compilado sus datos y publicado una lista de 5212 niños que han muerto en el terremoto. Ai Weiwei y su equipo finamente obligaron al gobierno publicar su propia lista de 5335 nombres. Traspasando una vez más las fronteras entre política y arte, el artista inmediatamente realizó de esa tragedia un vasto mosaico titulado Remenbering (2009), presentado en el Museo de Arte de Munich; 9000 morrales alineados ilustran la reacción de una madre ante la muerte de su hija: “Durante siete años ella vivió feliz sobre esta Tierra”.


Remenbering (2009) de Ai Weiwei


Es fácil dejarse llevar por la postura de Ai Weiwei Rebelde. Esa visión intransigente del individuo frente al Estado totalitario es ciertamente seductora -y, de hecho, una experiencia personal de Ai Weiwei-, pero ¿hace realmente justicia a la situación política actual de China?

La China no es un estado totalitario[9]. Liu Xiaobo nos invita ha comprender que la China a conocido una evolución positiva. Con las reformas económicas, la sociedad se ha abierto, debilitando progresivamente la mentalidad hostil del odio y aportando una base humana y suave para restaurar las afectaciones mutuas entre los individuos[10].

La mirada de Ai Weiwei sobre la verdad singular de China hace, en realidad, el juego a la burocracia central de la propaganda del partido comunista, que busca igualmente restringir nuestra comprensión de eso que ellos han nombrado la verdadera China. Aquí, oficialistas y rebeldes se apoyan los unos a los otros para construir su identidad y su legitimidad. Michel Foucault sugería que, para escapar de la tesis de héroe rebelde contra el Estado cruel, había que cortar la cabeza del rey [11]. Dicho de otra forma, el pensador francés nos hacía tomar una cierta distancia, cesar de concentrarnos exclusivamente sobre el Estado (protector o enemigo), y comprender las relaciones políticas complejas que aparecen en las instituciones cercanas (la familia, el lugar del trabajo, el mercado, etc.).

 

Ai Weiwei el Bufón

La tesis rebelde da cuenta de la seriedad de esta lucha, pero no del lado lúdico y declarado de la acción crítica de Ai Weiwei que canta, baila, se burla, choca a las personas, jura o se desnuda. En uno de sus vídeos, parodia la danza Estilo Gangnam (2012) de Psi y Dum-bass (2013), su primer vídeo musical, el cual es un falso documental, una parodia documental, sobre su período de detención. Ese género de vídeos ilustra la estrategia de Ai Weiwei, mediante el cual los problemas políticos sean abordados de forma educativa a través del juego.



Parodia de la danza Estilo Gangnam (2012)


 
 Dum-bass (2013), video como falso documental


El método del falso documental de arte, que juega con la piedad política, no es algo nuevo en Ai Weiwei. En 1994, para rememorar el quinto aniversario de la plaza de Tiananmen, fotografío a su esposa Lu Qing levantando su falda ante el retrato de Mao Tse Tung sobre esa misma plaza. En Estudio de Perspectiva (1995) muestra Ai Weiwei haciendo el gesto del “dedo de honor”. En tanto artista y militante juega constantemente con lo que las autoridades chinas llaman la línea roja: es decir, el límite más o menos legal y vago de eso que está autorizado en la sociedad china.

Conocida es la célebre frase de Mao: la revolución no es una cena de gala. Pero para Ai Weiwei resistir implica de forma frecuente, justamente invitar a las personas a cenar. Cuando el gobierno de Shanghái ordenó al artista demoler su nuevo estudio (que había invitado a construirlo), ilustró esta situación kafkiana, organizando una fiesta que atendió a centenares de personas. Desgraciadamente, el artista estaba detenido, eso le impidió asistir a su propio festín.

Ese modus vivendi recuerda al trabajo de los bufones que prosperaron en la Europa y en la China premoderna[12]. Los bufones eran esos personajes que, cantaban, danzaban y burlaban. Más allá de la simple diversión, eran los únicos autorizados para hablar francamente a los poderosos, sin consecuencia alguna, criticando frecuentemente al rey de manera bastante directa. Esta descripción de Rabelais de este personaje no deja de recordarnos a Ai Weiwei: Irreverentes, libertinos, suficientes, plenos de espíritu, inteligentes, juguetones, es la locura en tanto bufón de la corte, el loco en tanto compañía, el loco que deleita a los sabios y desafía a los virtuosos, el loco en tanto mirada crítica sobre el mundo[13].

Se piensa frecuentemente que el bufón es una emanación de las cortes europeas, pero la China imperial ha tenido también sus bufones (gují) célebres: durante la dinastía Han, las burlas y los enigmas morales de Dongfang Shuo (160 al 93 a. de n.e.) vinieron a rasgar el orgullo imperial. Un tema siempre de actualidad, pues la historia de Dongfang ha estado adaptada a la televisión en el 2010, y esa serie obtuvo un gran éxito en China. Ai Weiwei también sobre sus propios métodos: “No puedo mostrar de manera evidente que estoy en contra de cualquier cosa. Eso sería ridículo. Pero puede siempre tener esa actitud, una mirada o un gesto es suficiente para contraponerlo al poder. No tengo ningún deseo de ridiculizarme y no tener nada más que hacer, pues me siento realmente mal en esa situación…la menor de las cosas es reírse”.

La incomodidad de Ai Weiwei nos permite interrogarnos sobre el estatus del bufón que se aprecia por su crítica lúdica a los poderosos. En realidad, el bufón estaba estrechamente ligado con las altas instituciones del Estado: era el bufón del rey. Su libertad de decir la verdad al soberano no tenía nada que ver con un derecho ciudadano: el bufón era siempre tributario de la tolerancia del rey.

Esta danza incómoda del bufón con el poder nos invita a asomarnos a comprender más sobre su público, y no solamente sobre sus ideas. En otros términos: ¿por qué Ai Weiwei hace de bufón? Al meterlo preso en el 2011, el Estado chino ha tratado al artista como un bufón que había cometido un crimen de lesa majestad. Los nuevos dirigentes de la China, que tienen el sobrenombre de pequeños príncipes, ¿han querido también servirse de Ai Weiwei como un bufón para mostrar su tolerancia sobre el público chino? Desde la puesta en práctica de una política exterior de la China, basada en el ejercicio de un poder benigno, buscando difundir al mundo de imágenes positivas de la República Popular China, se tiene el derecho de preguntarse si Pekín dará igualmente a Ai Weiwei más espacio para dirigirse a un público internacional. Es aún muy pronto para decirlo; pero la manera como los nuevos dirigentes trataron a Ai Weiwei nos dirá mucho sobre el grado de apertura que concede el PCCh a la sociedad china.

Al mismo tiempo, Ai Weiwei juega con un público occidental ávido de figuras disidentes. Luego de su liberación, ha estado designado por la revista Foreign Policy como uno de los 100 primeros pensadores mundiales del 2011, y ha sido finalista de la Personalidad del año 2011 escogida por Time Magazine. Ese mismo año, ArtReview igualmente llamó a Ai Weiwei como El artista más influyente del mundo.


Portada de la Revista Time (2011) dedicada a Ai Weiwei.


Si bien Ai Weiwei presenta como un líder influyente, no pierde de vista el hecho de que nunca el bufón es quien controla el juego. Cuando se le acusó de interactuar con un público occidental, Ai Weiwei replicó: Ese no es mi juego. Lo detesto, lo detesto verdaderamente. ¿Por qué debería yo jugar? Ai Weiwei se encuentra entre el martillo y el yunque, como el loco del Rey Lear:  “Veo que sois de la misma sangre tú y tus hijas. Ellas quieren que se me castigue por haber dicho la verdad, y tú por haber mentido; y aun a veces me castigan por no haber dicho nada. Antes quisiera ser cualquier cosa que bufón y sin embargo no quisiera ser tú…”[14].

Finalmente, el bufón es una figura conservadora, que puede jugar con el rey en la medida que respeta los valores reales. Los bufones sirven, de esta manera, para reforzar la legitimidad del sistema al que sirven, sean en el que actúen, bien una China con un partido único o en el orden neoliberal mundial. Luego de su detención, Ai Weiwei, frustrado en sus planes, no ha tenido sino un gran margen de maniobra. Como un bufón que finalmente ha jugado con el Estado, el realiza lo que no ha sido su verdadero destino, aquel que le reprocha los ciudadanos medios chinos.

Ai Weiwei es una figura compleja que asocia el arte y la política de manera interesante -y frecuentemente contradictoria. Estamos esforzados en comprender aquí tres decenios de la obra de Ai Weiwei como rebelde y del Ai Weiwei como bufón. Debemos finalmente admitir que estas tentativas de explicación no tienen sentido si no se las asocia: Ai Weiwei es, a la vez, rebelde y bufón.

Ai Weiwei ha hecho prueba de ello cuando se ha expresado del porvenir de la China: “La china está en trance de cambiar en todos los dominios. Cambia a un ritmo desenfrenado. La joven generación, la generación Internet, es mucho más libre que antes, y los jóvenes se separan de esa vieja máquina que no funciona para nada bien. Hay un problema de fondo. Antes, yo era muy optimista. Decía: en tres años (…habría un cambio político…) y tres años han pasado y no ha ocurrido ningún cambio. Cinco años después, tampoco”. Y sonríe antes de concluir: “No soy ningún idiota. Me he dicho que cualquier cosa puede llegar en cualquier momento. Como puede que nada llegue a suceder jamás".

 

(*) Traducido del libro Ai Weiwei , 2016, (ed) Hans Werner Holzwarth. Textos de: Roger M. Burgel, William A. Callaghan, James J. Lally, Carlos Rojas, Uli Sigg. Entrevistas con el artista realizadas por Lutz Eitel. Ed. Taschen, Köln.

 



[1] Ai Weiwei, “NSA surveillance: the US is behanving like China. The Guardian, 11 junio 2013.

[2] Salvo menciones distintas, las citas de Ai Weiwei tomadas para este artículo, son de mi entrevista con él realizada el 27 de mayo del 2013 en su estudio en Pekín.

[3] Liu Yiheng, Ai Weiwei zhen mianmu: Wu wan yishujia—wu du ju quan, en Hong Kong Wenhui Bao, 15 de abril 2011. En Geremie R. Barmé, A View Ai Weiwei´s Exit. En The ChinaBeat.org, 27 de abril 2011.

[4] Richard Curt Kraus, The Party and the Arty in China. The New Politics in Culture, Rowman & Littlefield, New York, 2004, pp. 10-11.

[5] Ai Weiwei, Ai Weiwei´s Blog: Writings, interviews, and Digital Rants, 2006-2009, Lee Ambrozy (ed. Y trad.), MIT Press, Cambridge, MA, 2011, pp.181-182.

[6] Ai Weiwei, “Every Day in China, We Putt he State on Trial”, The Guardian, 15 abril 2013.

[7] Eva Osnos: “The Long Shot”, The New Yorker. 11 de mayo 2009, pp. 88-95-

[8] Liu Xiaobo, “Charters 08”, en No Enemies, No Hartred: selected Essays and Poems. Harvard University Press, Cambridge, MA 2012, p. 301.

[9] Cf. William A. Callaham, China Dreams: 20 Visions of the Future, Oxford University Press, NY, 2013.

[10] Liu, No Enemies, p. 325.

[11] Michel Foucault, Power/Knowledge: Selected Interviews and Writings 1972-1977, Colin Gordon (ed), Pantheon, NY, 1980, p. 121.

[12] Beatrice k. Otto: Fools Are Everywhere: The Court Jester around the World, University Chicago Press, Chicago, 2001.

[13] Walter Kaiser: Praisers of Fully: Erasmus, Rabelais, Shakespeare, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1963, p. 126.

[14] William Shakespeare: Rey Lear, I.4. p.41. En: https://ddooss.org/libros/rey_lear.pdf. Visitado 05/04/2021.

 


jueves, 1 de abril de 2021


David De Los Reyes: 

"No se escuchan y no los escuchamos"

Hugo Prieto (Portal Prodavinci)(*)







El blog Filosofía Clínica, cuyo autor es David De los Reyes*, trata sobre el dolor y su relación con la filosofía. Al principio, el punto de vista era más teórico que práctico, pero posteriormente, lo llevó a una condición de filosofía práctica y una posibilidad de las terapias con relación al dolor físico y al dolor psíquico “que es el peor”. Lo que ha ocurrido en Venezuela es que el Estado se ha encargado de expandir el dolor. “No hay un sentido del bienestar y la condición del dolor pareciera ser la imposición dentro de las políticas que privan dentro del Estado venezolano”.

Actualmente, David De los Reyes es profesor titular de la Universidad de las Artes, Guayaquil, Ecuador. Su blog, que comenzó en 2008, sigue publicándose como vínculo con el país. Veamos cuál es la impresión que tiene De los Reyes del momento actual de la política venezolana. 

¿Por qué las sociedades, en algún momento dado y bajo ciertas circunstancias, tienen la urgencia, la necesidad, de construir la memoria, detenerse en ese hecho como algo fundamental?

El hecho de construir la memoria, al menos en una sociedad que tiene historia, tradición, herencia, tiene que ver con todo lo que ha ocurrido. Es decir, con los destrozos, las guerras, el horror. Se ha hecho en Europa y también en América Latina, en las sociedades contemporáneas, precisamente para no olvidar las gravísimas injusticias que se han cometido y, sobre todo, a las víctimas. Realmente, creo que el tema de las víctimas es lo importante, siempre y cuando se quiera llevar a cabo la imperiosa tarea y la necesidad de construir la memoria. Es, si se quiere, la mejor forma de evitar el olvido y la amnesia social. Pero si hablamos de esto, también tenemos que referirnos a las políticas del olvido. Todo régimen tiene una memoria selectiva desde el punto de vista de su construcción. Todas las naciones tienen una memoria que, al ser idealizada, es falsa, en la cual hay voces silenciadas que no se toman en cuenta. 

En la construcción de la memoria, se llega al punto de erigir un monumento que refiere, necesariamente, a un hecho histórico o a una etapa de la historia. Hablemos de América Latina. Hay un museo de la memoria en Santiago de Chile, al igual que en Bogotá, Colombia. Creo que, en ambos casos, se refleja un fragmento, quizás una visión parcial de la memoria. ¿Cómo podemos evitar la amnesia social? ¿Acaso la memoria no tiene otra cara que es, precisamente, el olvido?

Eso pudiera formar parte de la utilización de los símbolos para construir, también, un olvido. En ese concepto museístico, por ejemplo, se olvidan prácticamente de todos los relatos, de todas las vivencias luctuosas, del duelo, que se debió vivir y que, por otra parte, debe existir en la presencia de la condición de la memoria ante las víctimas de un hecho criminis. Por otro lado, como decía Orwell en 1984, es «la vaporización de los individuos». Se trata, al fin y al cabo, de monumentos de piedra. ¡Y conmemorarán! Pero las muertes no se pueden conmemorar. Es decir, ante hechos tan abismales, como pudiera ser la eliminación del otro, ya sea por ser diferente o por tener posiciones de consciencia distintas al común o a la condición del Estado central, eso no justificaría, de por sí, que haya un monumento que conmemore a las víctimas. Lo que debemos preguntarnos en Chile, en Argentina, en Colombia, en la propia Venezuela, en Nicaragua o en Cuba, es ¿qué políticas llevaron a esas situaciones? ¿Y cómo enmendar las injusticias que provocaron esas políticas, en función de una supuesta justicia o la superación de un hecho conflictivo?

En Venezuela, el Gobierno habla de reconciliación y la sociedad civil de entendimiento. Lo importante, eso sí, tener en cuenta que esas palabras no se usan como sinónimos, entre otras cosas, porque son definiciones clave para caracterizar un conflicto político. Lo pertinente, antes que nada, es entenderse, luego pudiera hablarse de reconciliación. ¿Usted qué cree? 

Lo que pudiéramos ver, si hablamos de la superación del régimen que detenta el poder, es una suerte de autoamnistía, que la están proponiendo sus propios actores, con miras a un acuerdo que conduzca a un nuevo poder. La pregunta es ¿quiénes van a participar en ese nuevo poder? Hay que buscar el reconocimiento entre las partes, hay que integrar a sectores hostiles, que se autodenominan oficialistas dentro del Estado, como parte de un nuevo horizonte político. Lo que pudiéramos ver no es la búsqueda de la justicia, sino una política de olvido que, invariablemente, ha sido una táctica empleada por regímenes dictatoriales en América Latina. Los sectores democráticos quizás se vean obligados a aceptar esa política, tomando en cuenta la asimetría de fuerzas y de poder que hay en la política venezolana en estos momentos. Siempre va a haber un punto donde va a sopesar más la postura del régimen que la postura de un orden —vamos a decirlo así— que busque la superación de la condición de la dictadura, que hoy está presente en Venezuela. 

Puede haber un objetivo plausible que concite la aprobación de una gran mayoría de la sociedad, que no sería otro que la consulta electoral —competitiva y auditable— cuyos resultados sean aceptados por todos. ¿Cómo ve esa posibilidad?

Yo, particularmente, soy bastante escéptico con relación a ese camino. No veo que en la organización de esa consulta —que sería equivalente a un referéndum— participen las personas, de lado y lado, que reúnan la condición de neutralidad. Los grupos de poder los considero bastante distantes. Sin embargo, ese sería el deber ser, en esta situación que, por otra parte, pareciera que no tiene salida, si no se llega a una mesa de discusión, a una mesa de negociación. Ése podría ser un punto de partida, pero no creo que tampoco sea el punto de llegada. 

¿Sería un punto de partida para qué?

Para crear las condiciones que, eventualmente, nos lleven a un período de transición. Allí deberíamos comprender, como tanto se ha hablado, que es necesaria la participación de representantes de todas las fuerzas políticas de la nación —de un lado y de otro— pero que sea, además, una transición para que surjan otras opciones, desde el punto de vista del relevo generacional, dentro de la política venezolana, que hoy no se dejan representar o visualizar, pero ciertamente existen. Sería un momento para impulsar una posición más inteligente, menos salvaje. Ése sería el deber ser, pero no le veo esas cualidades a las personas que detentan el poder y lo digo, entre otras cosas, por lo que hemos visto en estos 20 años. Por eso dudo y soy escéptico ante lo que sería una propuesta de reconciliación y de búsqueda de la verdad, desde el punto de vista político, para un nuevo orden en la nación venezolana. 

Los venezolanos no podemos eludir la responsabilidad que tenemos ante una crisis económica pavorosa, ante una emergencia humanitaria compleja, ya prolongada y extendida. ¿Cuál es la actitud que debe prevalecer?

Atender, en este momento, las necesidades que enfrenta la población venezolana. Hacia allá es lo primero que (los actores políticos) deberían apuntar y, por otro lado, buscar la ayuda internacional requerida —no sólo de los países que apoyan al régimen, sino de otros países que han manifestado su disposición a ayudar— para revertir las condiciones infrahumanas en que se encuentran, prácticamente, 30 millones de personas en Venezuela. Ése sería un punto de partida. No para que los personeros del régimen, insisto, decreten algo parecido a una autoamnistía, sino para que veamos una actitud diferente, realmente conciliadora, que nos lleve a la consulta electoral, a una reinstitucionalización de la democracia y a un periodo en el que abordemos el tema de la justicia ante lo que se ha vivido en estos 20 años por parte del régimen. 

La realidad, duélale a quien le duela, es que el chavismo no es un adversario derrotado, a quien se le pueda juzgar como si hubiese, de por medio, una «rendición incondicional». Todo lo contrario, han puesto de rodillas a la sociedad venezolana. ¿Qué queda entonces?

El concepto de justicia tendrá que discutirse para llegar a acuerdos, en cuanto a quién y qué debe ser tomado en cuenta. Tiene que haber un reconocimiento de las víctimas, de lo que han padecido. No sólo en cuanto a muertes, sino a la violación de sus derechos humanos —las prácticas de tratos crueles y torturas—, a la privación de su libertad personal dentro del contexto de lo que hemos vivido. Eso es, al menos, lo que debería plantearse. Pero en el momento actual, más bien, deberíamos hablar de una filosofía de la espera, porque no hay condiciones, vamos a decirlo así, de llevar a cabo actos de justicia de manera inmediata. Habría que mantener la pregunta sobre ¿cómo se construye la justicia dentro de la barbarie en la cual se ha anclado la sociedad venezolana a partir de los últimos 20 años? Lo que uno ve es que la condición del estado de excepción ha sido permanente y en ese contexto se han cometido crímenes como la eliminación de individuos por parte de grupos paramilitares afectos del régimen. Lo que vendría a ser una especie de depuración salvaje. También deberíamos comprender que de la otra parte podría surgir algo similar a esta especie de depuración salvaje, al no haber instituciones que apliquen un ordenamiento jurídico, dentro de las cláusulas que se planteen como parte de esta postura de negociación. La Comisión de Determinación de Hechos de Naciones Unidas ya se pronunció en cuanto a los crímenes de lesa humanidad que ha cometido el Gobierno del señor Maduro. Entonces, hay una esperanza de que, en algún momento, pueda haber justicia. Hay un reconocimiento y la victoria no ha sido como ellos la prefiguran a través de los medios de comunicación. 

Dialogar se ha convertido en una enorme dificultad. Entonces, ¿cómo puede haber negociación? Uno ve que hay una aproximación con el sector empresarial, que una delegación del reino de Noruega se reunió con voceros del Gobierno del señor Maduro a comienzos de este mes, uno ve pronunciamientos de la sociedad civil que buscan el entendimiento. Pero en realidad, no hay instancias de diálogo que estén funcionando. Y mucho menos instancias de negociación. ¿Cómo contraponemos el deseo a la realidad?

¿Adónde nos conduce, por un lado, el deseo? Todos quisiéramos que se llegara a un diálogo en el que no hubiese un enfrentamiento bélico, que es lo que, posiblemente, en algún momento, pudiera haberse planteado. Pero no creo que tal cosa tenga razón de ser, bajo las condiciones actuales del país. Al menos lo veo así. Una cosa es el deseo y otra la realidad. El deseo vendría a ser la postura un poco idealista, ¿no? En cuanto a que un régimen pueda dialogar con aquellos que no tienen la fuerza, ¿cómo se llega a dialogar en una relación, prácticamente, de amo y esclavo? Si el esclavo ha superado esa condición y ha vencido el miedo a la muerte, pudiera enfrentarse al amo. Pero en esa dialéctica del amo y el esclavo, ¿quiénes serían los esclavos? Todos los venezolanos que no estén amparados o dentro del régimen. Entonces siguen manteniendo la postura que no pueden dejar de mantener. Es decir, una postura de debilidad. Prácticamente de desdoblamiento humano con relación a las condiciones de la realidad. Quizás lo que podamos observar es que más que un cambio político factual, de hecho, lo que estamos negociando es una permanencia donde se dé la apertura a una cierta tolerancia, una cierta injerencia, una cierta atención a las fuerzas vivas y medio vivas que puedan estar en el país. No sé cómo se pueda dialogar con un régimen que, finalmente, lo que ha demostrado es que se decida a la conveniencia de su posición. A mí me resulta una técnica muy cubana, de darle largas al diálogo, de empastelarlo todo, para mostrar ante la diplomacia internacional que se está haciendo algo.   

¿Qué nos queda entonces?

En la relación del diálogo debe haber, al menos, unos resultados que, además de fiables, sean vistos y conocidos por todos. Y no dentro de unas cúpulas donde las discusiones terminan siendo silenciadas para la voz común de los venezolanos. Mientras no haya esa transparencia por parte de un Gobierno como el que tenemos, en cuanto a las acciones que se acometen con respecto a evolucionar, más allá de posiciones que hoy están ancladas e inamovibles, prácticamente estamos en un diálogo de sordos. No se escuchan entre ellos y no los escuchamos nosotros. 

Tanto en Europa como en América Latina hay experiencias útiles de diálogos que han contribuido a crear las condiciones para una negociación, así como la creación de mecanismos para que los acuerdos puedan ser verificados. ¿Por qué no podrían funcionar en Venezuela?

Las experiencias existen en Colombia, Perú, Argentina y Chile. Pero en Venezuela hay una particularidad, porque intervienen no sólo factores nacionales sino internacionales, que tienen unos intereses muy específicos dentro de lo que es la geopolítica de nuestro país. Entonces, el diálogo no es entre dos partes que están en discusión dentro de un territorio, sino que también (en ese diálogo) van a tener injerencia esos factores externos. No es un diálogo de un conjunto de pares, sino un conjunto mayor. En ese contexto, los factores externos podrían obstaculizar el diálogo. Por otra parte, lo que hemos encontrado es una reorganización total de la sociedad. Y no es algo que viene solamente de los intereses de un grupo nacional. Estamos hablando de toda una propuesta que está dada a nivel internacional y que viene a conformar un polo —un grupo de países—, en los que la democracia representativa, la democracia liberal, con visos socialdemócratas, está fuera del tablero. 

¿Usted cree que el chavismo modificó la sociedad venezolana hasta ese punto?

Creo que sí, una generación son 25 años. Los venezolanos que nacieron en 2000 no tienen ninguna referencia, ninguna experiencia en un ejercicio político que no sea el chavismo. Lo encontramos en el lenguaje, en los símbolos, en todos los cambios de una estética política que está muy presente dentro de ellos. Y, por otra parte, elementos que vienen de muy atrás: la exaltación del presidencialismo y de lo militar dentro de las condiciones de la vida política venezolana. No hay alternabilidad en el poder y, por tanto, la elección de un individuo que desarrolle, dentro de las prácticas democráticas, una política sensata, o certeras, desde el punto de vista de las necesidades del país. Lo que hemos visto es una discriminación, un desplazamiento de aquéllos que hemos practicado y que hemos creído, dentro de una democracia, tener no una pugnacidad sino, al menos, una capacidad de acción. 

Dentro del pesimismo, de los argumentos que ha enumerado como parte de esta conversación, ¿usted cree que en Venezuela hay posibilidades de que se respeten los Derechos Humanos? ¿De que podamos reinstitucionalizar el Estado y recuperar la democracia?

Si cabe esa posibilidad, sería a largo plazo, porque los actores que tenemos hoy en día —chavismo y oposición— no son los más idóneos para llevar a cabo esa tarea. Antes de recuperar la democracia, pienso que hay que recuperar las instituciones. Y eso va a tomar un tiempo. Hoy nos han reducido a una vida de supervivencia y eso no es una vida democrática.

*Licenciado en Filosofía, UCV, 1981. Máster en Filosofía, USB, 1990. Doctorado en Filosofía, USB, 1998. Estudios y Trabajo Postdoctoral, Universidad Neuchatel, Suiza, 1998-2000. Estudios completos de música en el Conservatorio «Juan José Landaeta», 1977.


(*) Entrevista publicada en el portal Prodavinci el 14/02/21: David De los Reyes: “No se escuchan y no los escuchamos” – Prodavinci