Rousseau
y su paradoja
sobre
la naturaleza humana
María
Eugenia Cisneros Araujo
Cuerpo Humano de Yuriko Takagi
SEGISMUNDO:
¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice! Apurar, cielos,
pretendo
ya que me tratáis así, qué delito cometí contra
vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor; la
vida es sueño
pues el delito mayor del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber, para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos, el delito de nacer),
qué más os pude ofender, para castigarme más.
¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron que yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas que le dan belleza
suma,
apenas es
flor de pluma, o ramillete con alas
cuando las etéreas salas corta con velocidad,
negándose a la piedad del nido que deja en calma:
¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas
bellas,
apenas signo es de estrellas, gracias al docto
pincel,
cuando, atrevido y cruel, la humana necesidad
le enseña a tener crueldad, monstruo de su laberinto
¿y yo con mejor distinto tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira, midiendo la inmensidad
de tanta capacidad. La vida es sueño como le da el
centro frío:
¿y yo con más albedrío tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata, entre las flores se
quiebra,
cuando músico celebra de las flores la piedad
que le dan la majestad, el campo abierto a su ida:
y teniendo yo más vida tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe
privilegio tan suave, excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un
bruto y a un ave?
La vida es sueño
Pedro
Calderón de la Barca
Cuando un
discípulo de Buda fue a informarle, después de un largo viaje por Occidente, de
que unas cosas milagrosas, unos instrumentos, unos métodos de pensamiento, unas
instituciones, habían transformado la vida de los hombres desde los tiempos en
los que el Maestro se había retirado a las Altiplanicies, éste lo detuvo
después de las primeras palabras, ¿Han eliminado la tristeza, la enfermedad, la
vejez y la muerte?, preguntó. No respondió el discípulo. Entonces, igual
habrían podido quedarse donde estaban, pensó el Maestro. Y se volvió a sumergir
en su contemplación, sin tomarse la molestia de mostrar a su discípulo que ya
no le escuchaba.
La institución imaginaria de la sociedad Cornelius
Castoriadis
Para estudiar las
ideas de Rousseau sobre su concepción antropológica, primero, analizaré el
ensayo de Montaigne sobre “De la desigualdad que hay entre nosotros”, Montaigne
es una referencia importante. Rousseau fue un lector del mencionado ensayista y
el ginebrino bebe de esa fuente para desarrollar sus propuestas sobre la
naturaleza humana. Segundo, precisaré el problema que plantea el pensador
ginebrino en el Discurso sobre las
ciencias y las artes y, en tercer lugar mostraré que en el Discurso sobre el origen y los fundamentos
de la desigualdad entre los hombres es donde el pensador ginebrino
desarrolla y fundamenta la propuesta enunciada en el Discurso sobre las ciencias y las artes.
Cuerpo Humano, Johanna Knoue
1.
Montaigne y De la desigualdad que hay
entre nosotros
En el ensayo “De
la desigualdad que hay entre nosotros”[1],
Montaigne afirma que existe más distancia entre los seres humanos que entre estos
y los animales. La naturaleza humana debería ser apreciada por las cualidades
que le son ínsitas y, no por las características que le son externas y la
rodean como: el poder, el prestigio, la riqueza, entre otras.
Las cualidades
internas a la naturaleza humana son las que hacen que los seres sean humanos y
se diferencien de los animales, las posesiones no son características inherentes
a la naturaleza humana. Es preciso reflexionar sobre la naturaleza humana despojada
de riquezas, honores, prestigio, poder. Examinar si el contenido de tal
naturaleza es ecuánime, sosegada, calmada, de noble entereza. Se trata de comprobar
que el hombre es:
Sabio
y dominador de sí mismo; capaz de resistir sin miedo enfermedad, hierros y
muerte; rechazador de concupiscencias y desdeñador de honores; en sí mismo
recogido […] siempre imperturbable ante la fortuna[2]
La máxima cualidad de la naturaleza humana
es tener y mantener el dominio sobre sí mismo, esta condición lo separa y
diferencia de aquellos seres humanos vacíos en su sí mismo, carentes de
integridad y presos de la riqueza, los honores y el prestigio. Si, a estos
últimos, se les despojara de las posesiones, de los bienes exteriores que lo
sostienen, tendríamos seres cuya manifestación de su naturaleza consistiría en
la cobardía, ambición, envidia, temor. Una naturaleza humana determinada por lo
pusilánime, débil, esclava de la fortuna y determinada a sufrir las dolencias propias
de la vida: la enfermedad, la muerte, el miedo. Situaciones que se manifiestan
independientemente del poder, riqueza que se tenga.
Entonces, para
Montaigne lo ínsito a la naturaleza humana es forjarla para la vida ética,
estética y hedonista; no para las meras apariencias, la vacuidad. La vida
consiste en hacer de los seres humanos individuos dignos mediante el arte de
vivir.
La estética de
la vida exige la formación de un criterio propio, de un juicio como guía para
decidir entre lo bueno y lo malo, el desarrollo de la capacidad de gobernarse por
sí mismo. El poder, la fortuna, los privilegios apartan a la mayoría de los individuos
del camino del arte de vivir. El poder, la riqueza tienen el efecto de hacerle
creer a los individuos que son dioses y no mortales. Son las divinidades que
aparecen sobre un altar de arena.
En la lectura de
este ensayo, se encuentra que Montaigne advierte que la diferencia entre los
hombres radica en la riqueza, los honores, los privilegios. En cosas ajenas a
lo que constituye su naturaleza humana como son: los principios, la belleza del
alma y el gozo de vivir.
La manifestación
del sí mismo del individuo producto del diálogo consigo mismo, de la
confrontación consigo mismo es una cuestión debatida desde los griegos.
Ciertamente, en su diálogo, Sócrates hostiga a sus interlocutores con una serie
de preguntas que los llevan a prestarse atención a sí mismos, a examinar su
conciencias, a cuidarse a sí mismos, que los llevan al célebre “conócete a ti
mismo”. En esta línea, José Manuel Briceño Guerrero en su obra ¿Qué es la filosofía?[3],
afirma que son pocos los auténticos creadores de formas de vida que se atreven
a liberar su indeterminación y cuestionar el modelo cultural establecido al que
están sometidos. Estos hombres son aquellos a los que les ha ocurrido “…alguna vez, que tenga el tremebundo confrontación consigo mismo y vea,
cuando menos el destello fugaz de una intuición momentánea, la contingencia de
su absurda existencia, acechada continuamente por todo género de peligros,
condenada a dejar de ser, finita”[4].
De las palabras de Briceño, se nota que también hace énfasis en el conócete a
ti mismo, al momento, en el que el individuo comienza a cuestionar su propia
existencia, su manera de estar en el mundo, a examinar su vida. Dicho de otro
modo, el hombre se atreve a preguntarse ¿Cómo vivo? ¿Cómo me realizo como
individuo en el tiempo que me toca vivir?
Pierre Hadot en su obra Ejercicios
espirituales y filosofía antigua[5],
destaca la importancia del arte de vivir, esto es, la construcción de la vida a
partir de la existencia. Se trata de que el hombre decida comprometerse con su
existencia como un arte de vivir; vivir responsable y libremente. En este mismo
contexto, Michel Onfray[6],
destaca el arte de vivir, en la estética de la existencia, en la relación
consciente con la cotidianidad que lleva a los hombres a cuestionar su propia
vida. Se trata de mostrar que los cambios, las transformaciones, transgresiones
de lo establecido se inician desde la existencia, la acción, la imaginación
activa, la praxis social, toda vez que los hombres se atreven a cuestionar su
existencia para desconstruir el estilo de vida impuesto por lo establecido y
autocrear el propio estilo de vida que queremos a partir del ejercicio de
nuestra propia lucidez, reflexión, de nosotros mismos. Ello significa aceptar
que la creación de un estilo de vida que nos sea propio obedece a nuestra
acción imaginativa y no a la institución establecida. Se trata de una
confrontación entre la pseudorealidad y la realidad, que nos obliga a la toma
de una decisión existencial: atrevernos a ser nosotros mismos. Una decisión
dolorosa, que comporta riegos, consecuencias, pérdidas, separaciones, algunas
veces soledad, porque estamos en la vida tal como hemos decidido ser y estar.
Por ello, son muy pocos los auténticos creadores de su propio estilo de vida[7].
Naturaleza Humana, Diego
2.
Discurso sobre las ciencias y las artes
El tema
recurrente de Rousseau consiste en indagar el origen de la desigualdad entre
los individuos. Diferencia que surge cuando los individuos se relacionan.
En el Discurso sobre las ciencias y las artes[8],
Rousseau elucida sobre cómo las ciencias y las artes han contribuido a
corromper las costumbres. Las ciencias y las artes se desarrollan en la
sociedad, la sociedad implica relación entre los hombres. Las ciencias y las
artes constituyen una forma en que los hombres se aproximan desde la
diferencia, porque entre ellos se valoran de acuerdo a un cúmulo de información,
quién es más culto, más sabio. Del conocimiento se derivan privilegios,
honores, reconocimientos, la oportunidad de destacarse del resto. Como
consecuencia las ciencias y las artes no pueden considerarse un progreso en lo
atinente a la forma de socializar entre los hombres porque no los enseñan ni
educan para convivir. Por el contrario, las ciencias y las artes contribuyen a
que los individuos se alejen y distancien. Su socialización responde a las
apariencias y no a la estética de la existencia, como ya lo anunció Montaigne
en el ensayo descrito anteriormente.
Las ciencias y
las artes instituyen la máscara del
lujo, la ostentación, la fama, la reputación, una envoltura más del hombre. La
sociedad es producto de un artificio, de una fachada que profundiza las
diferencias entre los individuos. La consecuencia de ello es la depravación en
las costumbres, la pérdida de la virtud, la aparición de la perversión. Todo
artista, intelectual, músico, escritor, filósofo, entre otros, quiere ser
aplaudido, elogiado. Esta es su máxima recompensa.
El problema para
Rousseau consiste en la conformación de la sociedad como un modo de desigualdad
que tiene su origen en las ciencias y en las artes y, que excluye de esta forma
de organización a la institución de las costumbres, principios mediante la
virtud y la ética que constituyen la fuerza y el vigor del alma. La cuestión
reside en que el conocimiento corrompe la naturaleza humana porque la cultiva
con las apariencias y no con la estética de la existencia[9].
Las letras han convertido a los individuos en esclavos, sofisticado las formas
de dominación de la sociedad y la institución[10].
No evocan la libertad, por el contrario elevan la servidumbre.
...
reina en nuestras costumbres una vil y falaz uniformidad, y todos los espíritus
parecen haber sido arrojados en un mismo molde; sin cesar la cortesía exige, la
conveniencia ordena; sin cesar se siguen los usos, nunca el genio propio. Nadie
se atreve ya a aparecer lo que no es; y en esta coacción perpetua, los hombres
que forman ese rebaño llamado sociedad, puestos en las mismas circunstancias,
harán todos las mismas cosas si motivos más poderosos no los apartan de ello…[11]
Para Rousseau la
diferencia que incorpora las ciencias y las artes entre los individuos se
traduce en lo siguiente: “Ya no se pregunta de un hombre si tiene probidad,
sino si tiene talentos; ni de un libro si es útil, sino si está bien
escrito. Las recompensas son prodigadas
al hombre culto y, la virtud queda sin honores. Hay mil premios para los
discursos bellos, ninguno para las buenas acciones”[12].
En una frase: se recompensa al hombre culto aunque no sea virtuoso, ni probo. Probablemente
el pensador ginebrino se preguntó: ¿para qué sirven las ciencias y las artes si
a pesar de su progreso la diferencia entre los hombres se profundiza a tal
punto que sin darse cuenta viven en un entorno de vicios que reproducen y
mantienen?[13]
Las ciencias y
las artes no deben estar en función del comercio y del dinero[14]. Deben estar dirigidas a instituir principios
éticos. La denuncia del pensador ginebrino se dirige a mostrar que las ciencias
y las artes causan desigualdad entre los individuos; originan el lujo, la
ociosidad y la vanidad en la sociedad; y, son perjudiciales para las cualidades
morales.
Rousseau
destaca, por un lado, que la moral como cualidad humana está separada de las
ciencias y las artes porque la educación no genera hombres virtuosos, produce
hombres viciosos. Por el otro, las ciencias y las artes en su función
socializadora cambian las costumbres, modifica la ética y ello varía el
comportamiento de los individuos y sus formas de relacionarse. Los hombres son
socializados artificialmente, es decir, su comportamiento responderá a las
diferencias que originan los honores, privilegios, riquezas, lujos, reputación,
poder, y no a la virtud, el corazón, los sentimientos. En vez de crear
ciudadanos se reproducen esclavos. La virtud, los deberes, los principios
éticos y la ciudadanía deben estar por encima de las riquezas, honores,
privilegios. La socialización entre los hombres debe obedecer a la virtud. La
virtud es la cualidad humana que aproxima a los hombres mediante el amor de sí
y la piedad. La toma de conciencia entre los hombres de asumir que la
naturaleza humana es lo que los hace común porque son vulnerables al dolor, la
enfermedad, el miedo, la muerte. El ejercicio de la virtud desarrolla el propio
criterio lo que mantiene la fuerza y la pasión de permanecer en libertad. Los individuos
deben relacionarse mediante la práctica de la virtud, ello impediría que cayeran
presos de las apariencias, de lo ficticio. Se trata de procurar una
socialización que forje ciudadanos con sentimientos de libertad, fuerza y
arrojo para preservarla. Ser ciudadanos, en el pensamiento de Rousseau, supone
que los hombres se interesen en construir su vida mediante acciones dirigidas a
fortalecer la voz de la conciencia y los sentimientos del corazón. Por eso al
referirse a Sócrates destaca la siguiente frase “Quiero seguir siendo lo que
soy”[15].
Y ¿qué soy? ¿Qué somos?
Armando José Sequera
en su cuento "Preguntas y respuestas", afirma que el hombre es
"un niño, pero más grande" que le gusta ser "un pescado que no
se deja pescar"[16].
Y en su poema
"Esencia" leemos:
Puerta
abierta a la metamorfosis, nudo resuelto por la espada. Soy el que soy, el que
será, el que aún ausente seguirá estando mañana. Soy este, el mismo y tantos
otros. Soy y en tanto sea, aquí estaré: único, irrepetible. Una astilla de la
divinidad.
Provisionalmente eterno[17]
Realiza actos virtuosos,
no te quedes en el mero estudio teórico sobre la virtud. La contribución de las
ciencias y las artes deben concentrarse en lo político y lo moral para hacer de
la virtud, las costumbres los principios éticos de las instituciones para que
enseñen a los individuos a ser libres y no esclavos. Para Rousseau la virtud es
la ciencia sublime de las almas sencillas cuyos principios están grabados en
sus corazones y, cada día ejercitan el diálogo consigo mismas para permitirse
escuchar la voz de sus conciencias. Esta ascesis no requiere del conocimiento
que provee las artes y las ciencias, solicita el examen continuo de nuestros
actos cotidianos que son los que despiertan nuestra naturaleza a la
construcción de la estética de nuestra existencia.
…¿A
qué buscar nuestra felicidad en la opinión ajena si podemos encontrarla en
nosotros mismos? [...]
¡Oh
virtud! Ciencia sublime de las almas sencillas ¿tanto esfuerzo y aparato son
precisos para conocerte? ¿No están tus principios grabados en todos los
corazones, y no basta para aprender tus leyes con recogerse en uno mismo y
escuchar la voz de la propia conciencia en el silencio de las pasiones? He ahí
la verdadera filosofía…[18]
De Anastasii Mikhailov
3. Discurso sobre el origen y los fundamentos
de la desigualdad entre los hombres
Las propuestas
que hace Rousseau en el Discurso de las
ciencias y las artes son desarrolladas y profundizadas en el Discurso sobre el origen y los fundamentos
de la desigualdad entre los hombres. En su disertación sobre la desigualdad
entre los hombres, a mi modo de ver, Rousseau define como causa: la
socialización bajo varias aristas que planteo como interrogantes: ¿cómo
convivir con el otro a pesar de las desigualdades que genera la socialización
establecida? ¿Cómo aceptar la existencia del otro, diferente a mí
artificialmente, e igual a mí en nuestras naturalezas humanas? ¿cómo se
construye el otro en la sociedad? ¿Cómo practicar la virtud en la apariencia?
¿cómo me mantengo escuchando la voz de mi conciencia en la sociedad que me toca
vivir? ¿Cómo impido que el amor de sí sea disminuido por el amor propio?[19].
En este Discurso, el pensador ginebrino comienza por examinar a la naturaleza
humana. Resurge la pregunta ¿Qué constituye naturalmente a los seres humanos?
La premisa de Rousseau es la siguiente: los hombres por naturaleza son iguales
entre sí y, en esto consiste su estado original. El pensador ginebrino tiene
presente que la propia naturaleza establece diferencias físicas entre los hombres
como la edad, salud, contextura del cuerpo, la fuerza del alma. Pero la
cuestión que le ocupa es que: algo produjo cambios en la naturaleza humana,
alterando su estado original. El resultado de esta metamorfosis consiste en la
desigualdad entre los hombres, diferencias que son productos de una convención
consentida por los individuos y, que se desarrolla en el ámbito moral y
político. Estas distinciones responden a los privilegios como la riqueza,
honor, poder, dominio[20].
El pensador
ginebrino aborda la constitución de la naturaleza en un estado original y en un
estado artificial. El problema que presenta Rousseau consiste en una invitación
a examinar qué sucede con la naturaleza humana cuando se introduce en la esfera
social. Asume de entrada que la estructura primigenia al incorporarse en la
sociedad pierde elementos que les son intrínsecos. Tal hecho la corrompe y la
pervierte “…no es liviana empresa separar lo que hay de originario y de
artificial en la naturaleza actual del hombre, ni conocer bien un estado que ya
no existe, que quizá no haya existido, que probablemente no existirá jamás…”[21].
Le interesa analizar la composición de la naturaleza humana en su estado
original para conocer los fundamentos reales de la sociedad humana. Se trata de
una elucidación que parte de un ejercicio imaginativo por parte de Rousseau al
preguntarse por el tipo de hechura de la naturaleza humana primigenia[22].
¡Oh
hombre, de cualquier región que seas, cualesquiera que sean tus opiniones,
escucha! He aquí tu historia, tal cual yo he creído leerla no en los libros de
tus semejantes que son falaces, sino en la naturaleza que no miente nunca. Todo
cuanto sea de ella, será verdadero. No habrá de falso sino lo que yo haya
puesto de mi cosecha sin querer. Los tiempos de de que voy hablar están muy
lejanos. ¡Cuánto has cambiado de cómo eras! Por así decir, es la vida de tu
especie lo que te voy a describir según las cualidades que recibiste, que tu
educación y tus hábitos han podido depravar, pero que no han podido destruir…[23]
El Discurso
sobre el origen de la desigualdad persigue mostrar que: “…en el progreso de las
cosas el momento en que, sucediendo el derecho a la violencia, la naturaleza
fue sometida a la ley; de explicar por qué encadenamiento de prodigios pudo el
fuerte decidirse a servir al débil, y el pueblo a comprar una tranquilidad
ideal al precio de una felicidad real”[24].
Rousseau analizará la naturaleza humana en sus cualidades físicas y, en sus
modos morales y metafísicos. En la consideración de estas últimas se referirá a
la libertad. El hombre escoge mediante un acto de libertad. Los animales están
determinados por su instinto. ¿Quiere decir esto que el hombre elige libremente
la institución de su propia esclavitud y dominación? ¿El individuo se distancia
de su naturaleza voluntariamente? ¿Por qué lo hace?
El hombre en su
estado original es fuerte, ágil, robusto, con vigor y valor. Tiene en contra la
degeneración propia del cuerpo en el sentido biológico, la infancia, la vejez y
la enfermedad. Cuando el hombre se vuelve sociable se convierte en débil,
temeroso, cobarde, sin valor y esclavo. También está conformado por el amor de
sí y la piedad. Dos principios que la razón al ingresarlas en la sociedad sobre
fundamentos artificiales modifica la textura primigenia de la naturaleza humana.
Al respecto señala Rousseau:
…meditando
sobre las primeras y más simples operaciones del alma humana, creo percibir dos
principios anteriores a la razón, uno de los cuales nos interesa vivamente para
bienestar nuestro y para la conservación de nosotros mismos, y el otro nos
inspira una repugnancia natural a ver perecer o sufrir a cualquier ser
sensible, y principalmente a nuestros semejantes. Del concurso y de la
combinación que nuestro espíritu es capaz de hacer de estos dos principios, sin
que sea necesario hacer entrar ahí el de la sociabilidad, es de donde me parece
que derivan todas las reglas del derecho natural; reglas que la razón se ve
luego forzada a restablecer sobre otros fundamentos, cuando por sus desarrollos
sucesivos termina por ahogar a la naturaleza [25]
De las anteriores
palabras, se desprende que la constitución de la naturaleza humana está
compuesta por una sensibilidad que se manifiesta mediante los sentimientos de
la conservación y de no hacer daño, ni mal a mis semejantes. Estos sentimientos
son desnaturalizados por la razón que se fortalece mediante las letras, las
artes y las ciencias.
Asimismo, el
hombre se caracteriza por: 1) ser un agente libre, esto es, elige vivir
conforme a las cualidades ínsitas a su naturaleza o las formas establecidas
convencionalmente “…La naturaleza da una orden a todo animal, y la bestia
obedece. El hombre experimenta la misma impresión, pero se reconoce libre de
asentir, o de resistir; y es sobre todo en la conciencia de esta libertad donde
se muestra la espiritualidad de su alma...”[26].
Y, 2) por su facultad de perfeccionarse. Capacidad que unida con las
circunstancias hace que el hombre progrese, adquiera conocimientos para
proveerse lo necesario y se desarrolle. Lo que implica la comunicación. Este es
el comienzo de las diferencias, la depravación. El nacimiento de lo superfluo,
los placeres, riquezas, poder, dominio. El progreso produjo que alguien cercara
un terreno y se le ocurriera decir: “esto es mío y encontró personas lo
bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”[27]
y de la servidumbre.
La naturaleza
humana para Rousseau se conforma por: 1) los sentimientos de conservación y
piedad; 2) la libertad; y, 3) la facultad de perfeccionarse. En esta estructura
el pensador ginebrino está alertando que es ínsita a la naturaleza humana la
tendencia tanto a la virtud, la probidad, los principios, la ética como al
vicio, la corrupción, la depravación. La naturaleza humana tiene necesidades
que se manifiestan como pasiones. Las pasiones progresan por el conocimiento.
Es decir, las letras, artes y las ciencias movilizan los deseos del gozo, la
sensualidad, los placeres. La perfectibilidad como el impulso hacia el progreso
y porvenir es lo que modifica la naturaleza humana originaria. “…los progresos
del espíritu fueron exactamente proporcionados a las necesidades que los
pueblos habían recibido de la naturaleza, o a las que las circunstancias los
habían sometido, y consiguientemente a las pasiones que los llevaban a proveer
a tales necesidades…[28]”.
Por consiguiente,
es inherente a la naturaleza humana su inclinación a la construcción y a la destrucción. Esta disposición a la
ruina, desmoronamiento, exterminio se materializa por las acciones que los
individuos eligen realizar. En otras palabras, la naturaleza humana es artífice
de su propio desmantelamiento cuando posibilita las condiciones institucionales
que la alteren y la conduzcan a su propia corrupción. Rousseau muestra la
paradoja humana: la perfectibilidad, el progreso de crear respuestas para
resolver los obstáculos que se le presentan en su desarrollo lleva en sí mismo
la causa de su hundimiento. A mayor ilustración más perfeccionamiento de la
industria y simultáneamente potenciaron la fuerza de la pérdida de las
cualidades inherentes a la naturaleza humana. Al crear los instrumentos que le
facilitaran el trabajo, al procurarse la comodidad, quedaron sometidos a su
yugo y presos de vivir solo para la satisfacción de sus necesidades. Y,
entonces
Todos
comenzaban a mirar a los demás y a querer ser mirado uno mismo, y la estima
pública tuvo un precio. Aquel que cantaba o danzaba el mejor; el más bello, el
más fuerte, el más diestro o el más elocuente se convirtió en el más
considerado, y éste fue el primer paso hacia la desigualdad, y hacia el vicio al
mismo tiempo: de estas primeras preferencias nacieron, por un lado, la vanidad
y el desprecio, por otro, la vergüenza y la envidia; y la fermentación causada
por estas nuevas levaduras produjo finalmente compuestos funestos para la dicha
y la inocencia[29]
El amor de sí es
un sentimiento natural que lleva a los hombres a velar por su conservación. La
piedad es un sentimiento de rechazo que manifiestan los hombres ante el
sufrimiento de sus semejantes. La cuestión para analizar, según Rousseau, reside
en cómo el amor de sí y la piedad son socializados. Aquí se produce la
alteración. El amor de sí en la sociedad se convierte en amor propio[30]
y, la piedad se transforma en egoísmo. Esto quiere decir, que se da una
metamorfosis del sentimiento: de natural pasa a lo artificial. Y, esta es otra de
las fuentes de la desigualdad entre los hombres.
Si el amor de sí
es socializado como un sentimiento intrínseco a la naturaleza humana y
relacionado con la piedad, entonces, producirá la humanidad y virtud en los
hombres. El contenido de la naturaleza humana son los sentimientos y no la
razón.
Rousseau le
interesa analizar los elementos constituyentes de la naturaleza humana en su
estado primigenio u original para destacar la importancia de mantenerse en los
sentimientos del amor de sí y la piedad aunque la sociedad donde nos ha tocado
vivir sea violenta, agresiva, depravada, egoísta, individualista y recompense a
los hombres por los privilegios adquiridos y no por la práctica de la virtud.
La cuestión está en cómo el individuo preserva el amor de sí y la piedad ante
un mundo que enaltece el amor propio. Sólo el asirnos a la voz de la
conciencia, a los sentimientos del corazón, al sentido interior intensifica la
fuerza de nuestra humanidad y virtud para edificar como una roca nuestro juicio
cuyo fundamento son los principios éticos. Desde este punto de vista, Rousseau
está resaltando la importancia de entender que la socialización es posible en
tanto yo como individuo acepte la existencia del otro mediante los sentimientos
del amor de sí y la piedad. La voz de la conciencia no es sólo un asunto individual,
también es colectivo. Es un sentimiento que involucra al otro, pues no puedo
ser yo sin aceptar al otro. Esto significa que la conformación de lo colectivo
requiere de lo individual y la estructuración de lo individual necesita del
colectivo. Utilicemos las siguientes palabras de Castoriadis para comprender la
precedente idea:
Deseo
poder encontrar al prójimo a la vez como a un semejante y como a alguien absolutamente
diferente, no como a un número, ni cómo a una rana asomada a otro escalón
(inferior o superior, poco importa) de la jerarquía de las rentas y de los
poderes. Deseo poder verlo, y que me pueda ver, como a otro ser humano, que
nuestras relaciones no sean terreno de expresión de la agresividad, que nuestra
competitividad se quede en los límites del juego, que nuestros conflictos, en
la medida que no pueden ser resueltos o superados, conciernan unos problemas y
unas posiciones de juego reales, arrastren lo menos posible de inconsciente,
estén cargado lo menos posible de imaginario. Deseo que el prójimo sea libre,
pues mi libertad comienza allí donde comienza la libertad del otro y que, solo,
no puedo ser más un <>. No cuento con que
los hombres se transformen en ángeles, ni que sus almas lleguen a ser puras
como lagos de montañas, ya que, por lo demás, esta gente siempre me ha aburrido
profundamente. Pero sé cuánto la cultura actual agrava y exaspera su dificultad
de ser, y de ser con los demás, y veo que multiplica hasta el infinito los
obstáculos a su libertad[31]
La exposición
que hace Castoriadis traduce el planteamiento de Rousseau en cuanto a la forma
en que se desarrolla la socialización. La sociedad implica a los individuos
singularmente y también colectivamente. La cuestión está en cómo se aproxima lo
individual y lo colectivo. El enigma radica en cómo la práctica del amor de sí
y la piedad genera una socialización que estimule los sentimientos de humanidad
y virtud en los individuos y el colectivo. Cómo hacer para incorporar en la
experiencia la voz de la conciencia como un sentimiento individual y colectivo
a la vez.
Finalizo esta
disertación con un verso de un poeta venezolano que encuentro apropiado para la
ocasión:
Hemos
entrado en una barbarie. No ha habido invasiones. Después de todo, los bárbaros
portan una energía que avigora civilizaciones cansadas. En nuestro tiempo es la
sociedad la que, revestida de progreso, se barbariza. Se trata de una
destrucción inteligente.
Anotaciones
Rafael Cadenas
[1] Montaigne, M. (1984). Ensayos Completos. Ediciones Orbis,
S.A., Barcelona, Volumen I, pp. 210-218.
[2] Ibíd.,
p. 211.
[3] Briceño Guerrero, J., ¿Qué es la filosofía?, Mérida, Ediciones
La Castalia, 2ª ed., 2007.
[4] Ibíd.,
p. 12.
[5]Hadot, P., Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua, Madrid, Biblioteca de
Ensayo Siruela, Ediciones Siruela, 2006.
[6]De este autor ver,
entre otras obras: Antimanual de
Filosofía, Madrid, Editorial Edaf, S.A., 2005; Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros, Buenos Aires,
Editorial Paidos, 1ª Reimp., 2004; La
fuerza de existir. Manifiesto hedonista, Barcelona, Anagrama, 1ª ed., 2008; Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía I,
Barcelona, Editorial Anagrama, 2007.
[7]Ver Cisneros, M. E., Los Cínicos: El arte de vivir en libertad.
Documento en línea en: http://www.filosofiaclinica1.blogspot.com. Disponible en: http://www.filosofiaclinica1.blogspot.com.
[8] Rousseau, J-J. (1980). Discurso sobre las ciencias y las artes.
Madrid, Alianza Editorial, S.A., pp. 142-176.
[9] “¡Cuán dulce sería vivir entre
nosotros si el continente exterior fuera siempre imagen de las disposiciones
del corazón; si la decencia fuera virtud; si nuestras máximas nos sirvieran de
reglas; si la verdadera filosofía fuera inseparable del título de filósofo!...”.
Ibíd., p. 150.
[10] “…las ciencias, las letras y las
artes, menos despóticas y más poderosas quizá, extienden guirnaldas de flores
sobre las cadenas de hierro de que están cargados, ahogan en ellos el
sentimiento de esa libertad original para la que parecían haber nacido, les
hacen amar su esclavitud y así forman lo que se denomina pueblos civilizados […]
Esclavos felices, les debéis ese gusto delicado y fino del que os jactáis; esa
dulzura de carácter y esa urbanidad de costumbres que entre vosotros vuelve el
trato tan comunicativo y tan fácil; en una palabra, las apariencias de todas
las virtudes sin tener ninguna”. Ibíd.,
p. 149
[11]
Ibíd., p. 151.
[12] Ibíd.,
p. 170.
[13] “…la depravación real, y nuestras
almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han
avanzado a la perfección…”. Ibíd., p.
152.
[14] “…Los antiguos políticos hablaban sin
cesar de costumbres y de virtud; los nuestros no hablan más que de comercio y
de dinero…se tiene de todo con dinero, excepto costumbres y ciudadanos…”. Ibíd., pp. 163 y 164
[15] Ibíd.,
p., 157.
[16] Sequera, J. (2000). “Preguntas y
respuestas”. En Teresa en mosaico.
Cuentos 1977-2001. El otro & el mismo, pp. 243 y 244.
[17] Sequera, J. (2007). “Esencia”. En
Passarola. Editorial El Perro y la Rana, p. 69.
[18] Rousseau, J-J. (1980). Discurso sobre las ciencias y las artes,
p. 176.
[19] ¿cómo podría meditar sobre la
igualdad que la naturaleza ha puesto entre los hombres, y sobre la desigualdad
que éstos han instituido, sin penar en la profunda sabiduría con que una y
otra, felizmente combinadas en este Estado, concurren, de la manera más cercana
a la ley natural y más favorable para la sociedad, al mantenimiento del orden
público y a la felicidad de los particulares?” Rousseau, J-J. (1980). Discurso sobre el origen y los fundamentos
de la desigualdad entre los hombres. Madrid, Editorial Alianza, S.A., p.
180.
[20] “…desde el instante en que un hombre
tuvo necesidad del socorro de otro, desde que se dio cuenta de que era útil
para uno solo tener provisiones para dos, la igualdad desapareció, se introdujo
la propiedad, el trabajo se hizo necesario y las vastas selvas se trocaron en
campiñas risueñas que hubo que regar con el sudor de los hombres, y en las que
pronto se vio la esclavitud y la miseria germinar y crecer con las mieses”. Ibíd., p. 258.
[21] Ibíd.,
p. 195.
[22] “…No hay que tomar las
investigaciones que se puedan realizar sobre este tema por verdades históricas,
sino sólo por razonamientos hipotéticos y condicionales que para mostrar su
verdadero origen […] formar conjeturas sacadas únicamente de la naturaleza del
hombre y de los seres que lo rodean, sobre lo que habría podido devenir el
género humano de haber quedado abandonado a su suerte…”. Ibíd., p. 208.
[23] Ibíd.,
pp. 208 y 209.
[24] Ibíd.,
p. 206.
[25] Ibíd.,
p. 198.
[26] Ibíd.,
pp. 219 y 220.
[27] Ibíd.,
p. 248.
[28] Ibíd.,
p. 222.
[29] Ibíd.,
pp. 255 y 256.
[30] “No hay que confundir el amor propio
con el amor de sí mismo; dos pasiones muy diferentes por su naturaleza y sus
efectos. El amor de sí mismo es un sentimiento natural que lleva a todo animal
a velar por su propia conservación y que, dirigido en el hombre por la razón y
modificado por la piedad, produce la humanidad y la virtud. El amor propio no
es más que un sentimiento relativo, ficticio y nacido en la sociedad, que lleva
a cada individuo a hacer más caso de sí que de cualquier otro, que inspira a
los hombres a todos los males que mutuamente se hacen, y que es la verdadera
fuente del honor” Ibíd., pp. 329 y
330.
[31] Castoriadis, C. (2003).La institución imaginaria de la sociedad.
Marxismo y teoría revolucionaria, Vol.1,
Buenos Aires, Tusquets Editores, 2ª Reimpresión, pp. 158 y 159.
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