miércoles, 1 de julio de 2015

Del concepto Espíritu  

en la filosofía de Hegel


David De los Reyes









“Mira también en qué consiste el hálito vital, y no siempre el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona”.
Marco Aurelio (121 – 180 d. n.e.), Meditaciones. II, 2.

Mens agitat molen (la mente mueve la materia)
Publio Virgilio Marón

Itineraium mentis ad veritatem (El viaje de la mente en busca de la verdad)
Anónimo

Es ridículo que te empeñes en llamar Moda a cada nuevo esfuerzo del espíritu humano por llegar a formarse de veras,  (Lächerlicher, du nennst dies Mode, wenn immer von Neuem Sich der menschliche Geist ernstlich nach Bildung  bestrebt)
Principio de uno de los Xenien  de Goethe y Schiller, en Modephilosophie


I
En la obra del filósofo de Sttugart, Hegel (1770-1831),  el término de espíritu tendrá una importancia única y preferencial respecto a otros conceptos que  distinguen y definen su sistema filosófico. Cierta polémica arrastra al término. ¿A qué refiere el espíritu hegeliano? Su aparición en su filosofía surge del uso que ya su amigo Schelling vendría desarrollando en su personal filosofía de la existencia. En el caso de Hegel toma el concepto de espíritu para titular a su obra más singular del tránsito de la juventud a la madures: La Fenomenología del Espíritu.  Geist, espíritu, es una palabra alemana que tiene varias aserciones; además de espíritu también es mente e intelecto.  Sobre esto es lo que queremos tratar aquí. Desglosamos el término a través de su etimología y usos en la tradición occidental para arribar a un puerto que podamos precisar hacia dónde se dirige la nave hegeliana a través del mar de la filosofía.

H. se da a conocer  su concepción  filosófica a partir de 1806 con la Fenomenología del Espíritu. Entre 1801 y 1807 pasa por varios oficios: privatdozent (profesor privado) y luego profesor de la Universidad de Jena, en la que su rector, para el momento, era nada más y nada menos que Goethe. En el llamado período de Jena hace migas con Schelling, que juntos publicarán la Revista Crítica de Filosofía. Esta sociedad por la filosofía durará poco entre ellos. Se distancian por la divergencia respecto a sus ideas. Uno propondrá una filosofía idealista subjetiva, es el caso de Schelling; el otro desarrollará una propuesta que se ha conocido como de idealismo  objetivo. Hacia este puerto emprenderá el rumbo para construir su propio sistema filosófico, el cual parte, como a manera de introducción, su obra más conocida, la ya nombrada Fenomenología del Espíritu.
Antes de enfrentar por nosotros el término en la obra de Hegel echaremos una mirada a la etimología del concepto. Es por ello que sería importante aclarar el término  alemán  geist (gaistes; geister), en alemán puede  referir a espíritu, genio, inteligencia, mente. Si se refiere como Böser geist significa inteligencia, mente, espíritu diabólico (donde Böse es referido a diablo, demonio, además de la aserción de  malo). Como Gesiter-art significará mentalidad, genio o carácter. También encontramos que el prefijo  geist es usado para referir a ciencias filosóficas como indica la palabra compuesta geistwissenschaften. Geistzustand como  estado de ánimo, estado mental. Pero geistig será lo espiritual en referencia a lo moral, intelectual, mental. Respecto a sus usos para referirse a determinada distinción religiosa se conoce  la palabra geistlich que refiere a eclesiástico y como representante  religioso es geistlichkeit: clero. Pero encontramos un uso referido a una aptitud mental y como débil fuerza de voluntad: Geistlos. El término o sufijo los en alemán refiere  a suelto, flojo, libre, vago; es utilizado comúnmente como un mandato e imperativo ¡los, los!, el cual  se pudiera traducir como ¡Apúrate! ¡Vamos! ¡Andando¡ Geistlos significará la condición de tonto, vulgar, banal, es decir, aquel individuo o cosa que  tiene disminuida su fuerza, su voluntad, su inteligencia, sus capacidades mentales. Entonces geist vemos que puede ser usado de diversas formas en el  alemán, cosa que dificulta, hasta cierto punto, su traducción al  español. Por ello podríamos decir, en un primer acercamiento, que también podemos hablar de una fenomenología de la mente y no enfáticamente del espíritu. Es interesante agregar un hecho histórico del filósofo. Resulta que para el verano de 1806, el mismo año de la aparición de la Fenomenología del Espíritu, vuelve a dar un curso de filosofía especulativa que implica el término en cuestión. Curso en que por primera vez dictará  lecciones sobre Fenomenología y Lógica, que igualmente dará para invierno de ese mismo año[1]. Ese anuncio aparece el  20 de septiembre de ese invierno, en  la revista Jenaer Allgemeine Literatur Zeitung del seminario de invierno para 1806/7, donde  aparece por primera vez el término Fenomenología al encontrarlo en el título del curso, pero no sólo ese concepto sino también el de Mente: Logicam et Methafysicam sive philosophian speculativam, praemissa Phenomenologia mentis ex libri sui System der Wissenschaft proditura parte prima (Lógica y Metafísica o filosofía especulativa, precedida por la Fenomenología de la mente, de su libro Sistema de la Ciencia producido en el primer semestre)  así como Philosophiam naturae et mentis ex dictatis (Filosofía natural y de la mente según sentencias dictadas). Es aquí donde aparece  por primera vez su intención de abordar su filosofía como una fenomenología de la mente y no precisamente utiliza la palabra latina spiritus (espíritu). Aquí comienza a complicarse la cosa. Además el libro que está pronto aparecer contendrá  su Lógica  y su Metafísica (lo cual para él es un mismo tema). La Fenomenología  se presenta como  una introducción a su sistema, que es como siempre se ha tenido por todos los intérpretes y lectores de este filósofo; es la primera parte de su sistema, es el saber de la verdad intelectiva que deberá recorrer la mente para llegar al reino metafísico de las sombras   conceptuales de la lógica hegeliana. La Fenomenología es el primer tomo de su sistema; la Ciencia de la Lógica debía ser el segundo, parte que no será entregada al editor por no tenerla lista, si bien tenía copiosas notas ya adelantadas.
Según el segundo histérico, y no tan sublime, Lacan, bajo su ojo de psicoanalista profesional, este filósofo sería "el más sublime de todos los histéricos". No quiero afirmar cuan sería pero al leer la obra en cuestión, la Fenomenología, bien podemos advertir que es el producto de una mente atormentada.  No se encuentra en  la sosegada atmósfera del calmo  Erasmo de Holbein, que se nos muestra en una situación atemporal, junto a su pupitre; o la de un Kant a su paso cotidiano por Konisberg e ir perfeccionando sus tres Críticas. Para escribir como escribió bien tuvo que atravesar por crisis y tormentas  intelectuales en su hacer. Desdoblar su intuición, su entendimiento, su razón y su espíritu en las hojas escritas y por lo que narraba,  intuimos y notamos aun pensador en estado febril y efervescente.
  
Centrándonos ahora en la etimología de espíritu, encontramos otros registros del término para  ampliar esta inserción y comprensión del mismo.  El concepto procede del latín spiritus significa aliento o respiro,  y a su vez del verbo spirare (soplar); un spiritus podría tomarse por aquel que está dotado a soplar. Sin embargo se especula que spirare  se construyó de una onomatopeya, procedente del sonido que hacemos al espirar. Otras palabras surgen de esta, como lo es aspirar, suspirar, respirar, transpirar, etc. También encontramos en la antigüedad relacionar alma y respirar. O relacionado con creencias religiosas como soplo de vida (relacionado con anima), como es con los relatos míticos de Prometeo y Jehová en el Génesis del Antiguo Testamento, cuando una divinidad crea  al hombre, muchas veces del barro o del polvo y luego, como ya dijimos antes, sopla para insuflar vida sobre él; ese dios otorga o nos trasmite su aliento, su ánimo, su espíritu y da la vida a Adán soplando, de ahí que mientras tengamos un soplo nos mantenemos con vida, o cual significa que en la muerte hemos perdido, o nos ha abandonado, el soplo divino, pues,  ese soplo: alma, deja el cuerpo y el cuerpo inerte deja ir al alma[2]. Este soplo divino vendrá a engendrar la creencia de la existencia de una entidad inmaterial o una materia muy sutil, inmortal y que abandona al cuerpo en el última expiación (pasando a ser nombrado como alma que es un sinónimo de ánima, etc.: anima> ánima (m)> ánma>álma> en español alma; la palabra ánima procede, a su vez, del vocablo griego ανεμος (anemos): viento). En tanto aliento es tomado como sinónimo de vida, que denota que el alma seguirá viviendo al separarse del cuerpo o cadáver. De spirare al agregarle los prefijos in y ex se referirán a la acción de toda respiración de cualquier organismo con vida: inspirare (inspirar): respirar o soplar hacia adentro; expirare (expirar o exhalar): respirar o soplar  hacia afuera.
En griego la palabra πνεϋμα (pnéuma), es soplo, respiración y a veces viento; de ello deriva el verbo πνέω (neo), que es soplar, respirar. Está referido por los metodistas de Asclepios, y seguidos por  Aristóteles, a la  división anímica y sus variantes, los cuales toman a pnéuma como soplo vital  o principio que anima a todas las partes del cuerpo. Siguiendo esta concepción encuentran que la manifestación de este fenómeno corporal se puede auscultar en el pulso, siendo el mejor recurso para diagnosticar de entonces; en ello se basaron estudios basados en la experiencia y práctica médica conocimientos sobre las pulsaciones cardiacas, su ritmo, su velocidad, su frecuencia, sus alteraciones.  Este término, πνεϋμα (pnéuma),  es el que se usará en el Nuevo Testamento   y a lo largo de la tradición cristiana; el cual procede del verbo pné, soplar, respirar, que también es tomado como aliento, viento, espíritu: como una energía divina o principio que anima a los seres humanos. Sin embargo el término pnéuma usado en el Nuevo Testamento como equivalente a rúaj,  no refiere a que el hombre pueda tener una experiencia  consciente fuera de su cuerpo físico.  Pnéuma también es utilizado y traducido como actitud, disposición de ánimo o  estados de sentmiento (por ej. Rom. 12:11). Es usado también para hablar del Espíritu de Dios (1Co. 2:11-14, Ef. 4:30, etc). Será erróneo cuando es referido a fantasma  o espectro, pues en griego se refiere  cuando aparece una imagen al estar soñando o despierto, sea real o imaginario.
Pnéuma  terminó que significó espíritu vital en el primitivo cristianismo del siglo IV d.C., en que los cristianos estaban divididos en diversas sectas o tedencias  en la definición de sus dogmas. En el imperio romano oriental se llamó neumatómacos a los que luchan contra el espíritu, a los grupos seguidores del sacerdote libio Arrio, que negaban, entre otras cosas, la existencia o la divinidad del Espíritu Santo (siendo  uno de los primeros perseguidores casi a muerte por el gran censor  y objetor de consciencias del momento,  buen representante de la Inquisición, ¿san? Agustín) o que Jesús era hijo de dios más no dios, negando su divinidad aunque poseedor de ciertos atributos divinos. Habrá que recordar la locurita que significó lo del Espíritu Santo para entonces, pues la Iglesia decretó que es un sola persona que comprende  a la  divina trinidad: dios padre, hijo y espíritu santo. Siendo dios la fuente, el hijo (Jesús) el camino, y el espíritu  la transmisión.

Por otra parte los hebreos opinaron que el  viento era una presencia de Dios; en las lenguas semíticas (árabe, hebreo y arameo) también relacionan el alma con soplo de vida (lo notamos en las palabas alma {nfs} soplar {nfs} y naríz {‘nf}; la prueba de vida está referido a mantener el soplo de vida, la respiración; como referimos antes, espíritu está referido en latín con respirare y ánimus, ambos relacionados con ανεμος (anemos): viento. El espíritu, en tanto soplo, dador de fuerza y energía, como entidad sutil, será observado como lo que gobierna al cuerpo internamente[3]. El término de alma como “nfsh”, en el hebreo tiene un sentido de algo material, físico, tangible, y no es inmortal. También la palabra es referida a vida, a hombre, en diversas traducciones de los textos  bíblicos.   Encontramos en el Levítico 17:11 un ejemplo de ello: “Porque la vida {nfsh} de la carne está en la sangre, y Yo (Yahweh) se las he asignado a ustedes para que hagan expiación sobre el altar  por sus vidas {nfsh}; porque es la sangre la que realiza la expiación de la vida”[4].
Pero en hebreo y arameo encontramos que  espíritu es referido con el término rúaj,  que, como ya dijimos,  es también viento, aliento.  A diferencia de nfsh (alma), la cual denota un sentido de individualidad y tangibilidad personal, ruáj  indica la chispa o  energía vital  esencial para la existencia individual. Es lo que nos echa a vivir, nos otorga el don de existir como ser individual y vivo. Rúaj será traducido  por espíritu, viento, aliento, en Antiguo Testamento (Gn, 8.1); como vitalidad (Jue, 15:19); valor (Jos, 2:11); ira (Jue, 8:3); disposición (Is, 54:6); carácter moral (Ez, 11:19); y asiento de las emociones (1S. 1:15). Cuando se usa como aliento su uso es indistinto tanto para el hombre como para los animales. El ruaj  humano deja con la muerte, en cierto pasaje, al cuerpo (Sal, 146:4) y vuelve a dios (Ec. 12:7). Pero nunca se usa rúaj para asignarlo a una entidad inteligente y consciente capaz de existir independiente de un cuerpo físico, como pudiera ser cuando es usado, de forma común, como un fantasma; de tener existencia consciente fuera del cuerpo.  Un ejemplo de ello (hay más), está en Génesis 8:1: “Elohim (dios),  se acordó de Nóaj (Noé), y de todos los animales salvajes y domésticos con él en el arca. Y Elohim hizo que soplara  el viento (rúaj: espíritu) por toda la tierra, de modo que las aguas comenzaran a bajar”. O en el mismo libro en 7:15,21,22: “Vinieron a Nóaj (Noé) y entraron en el arca parejas de toda carne en los que había  aliento (rúaj) de vida (…) Y perecieron todos los seres vivientes que se mueven en la tierra –criaturas voladoras, animales domésticos y salvajes, todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra y todo hombre. Pereció todo lo que tenía en su nariz el más leve aliento (rúaj)  de vida, todo lo que había en tierra seca”.  En Génesis 1:2 el texto dice; “La tierra estaba sin forma y vacía; la oscuridad cubría  la superficie del abismo y el espíritu (rúaj) de Elohim (dios), se movía sobre la superficie del agua”.
En hebreo se tiene otra palabra para aliento y es neshamah. Cuya significación refiere a ser fuente de  toda vida, principio vitalizador, otorgador del pulso vital, chispa de vida, como es el caso de hacer vivir al cuerpo inerte de Adán gracias al aliento  de dios. El ejemplo es de Job 27:3: “Mientras mi aliento (neshamat) esté en mí, y el espíritu (rúaj) de Elóah esté en mi naríz”. Dar aliento es equivalente a dar vida. Neshamah  es aliento de vida, lo cual no puede ser referido a mente ni a inteligencia. Para esto es otro el sentido de espíritu que va a derivar de estas traducciones del término a lo largo de la historia occidental y su relación con los textos bíblicos.


II
En Hegel el espíritu es un concepto que en sus sistema filosófico es determinante para comprender el devenir del hombre y la realización de lo  absoluto (lo divino), en el mundo. Concuerda con el sentido de lo universal y de las ideas intelectivas, abstractas del hombre por una parte. Pero sólo desplegando lo intelectivo, lo mental y su voluntad es que se cierra el círculo de calidad de verdad. Con la acción del hombre sale a la vida, al mundo, la acción de lo divino a través de la acción contingente humana, convirtiéndose en figuras intelectuales, culturales, políticas, artísticas religiosas al constituirse en una objetividad final.. Por ello el título de su obra  de tránsito a su pensamiento de madurez, la Fenomenología del Espíritu, nos muestra la evolución de su momento más simple a su mayor complejidad  en su aparición a través de la  percepción, conciencia, autoconciencia y razón humano. Cada momento de su aparición se nos explica particularmente, pero no puede dejar de comprenderse y experimentarse sino  como una simultaneidad dada dentro de la condición de la conciencia o mente humana arrojada por la voluntad al mundo en tanto forma. La fenomenología, que sabe que toda conciencia es conciencia de algo, sea de un fenómeno u objeto mental, vendrá a desplegar cómo el llamado espíritu o los contenidos de la mente  vendrán a traducirse en la realidad objetiva en tanto voluntad determinada por la condición de la idea presente en el intelecto pero desarrollado por la acción individual, particular como objetividad  devenida realidad universal, concreta, social convivida como verdad compartida  por los hombres en su conjunto.

El espíritu parte del contenido de  la tradición en que está presente el hombre;   tal espiritualidad humana no permanece  estática, nunca está quieta, ello es lo que pretende examinar Hegel, el devenir del espíritu o de la mente universalidad; y la esencia del ser del espíritu o mente está en su acción. El concepto mismo del Espíritu o Mente, su vida es acción, es decir, devenir, cambio. Y tal cambio o acción tiene una materia existente previa en la que se apoya y proyecta; no  se limita a ser un agregado de materiales nuevos, sino que a partir de lo dado, esencialmente, los elabora y los transforma, es decir, evoluciona; es una materia prima que el espíritu, (gracias al esfuerzo de cada nueva generación), se encarga de enriquecer, metamorfosear y elevar a un plano superior: hacemos de ella algo nuestro, que no es lo que  antes era. La vida del espíritu no  está satisfecha con la sobriedad, sino, al contrario, es esencialmente impulso, siente hambre y sed de verdad, de conocimiento de la verdad.

¿Qué debe circular por nuestra mente en relación a la filosofía? Para Hegel “Lo que tiene que desfilar ante nosotros, en nuestra mente, son los hechos del pensamiento libre”; en cómo  han nacido  y manifestado tales contenidos y actitudes dentro de un pensamiento libre. El filósofo es un representante de la libertad del pensamiento, no del sometimiento del mismo mediante el pensamiento.  Por ello es que tal disciplina es  excelente por dedicarse a lo más noble de todo,  al pensamiento, en indagar cómo y por qué obra y crea un mundo paralelo al natural; para ello hay que emprender en cada uno de nosotros su búsqueda y cómo se encuentra en nosotros. El pensamiento mismo sólo se advierte al crearse; sólo existe y tiene realidad en cuanto se encuentra a sí mismo. Tales manifestaciones de cómo nos hallamos los hombres a sí mismo y a lo largo de la historia, es lo que conforman el profundo río de la filosofía. Hegel pide que antes que nada se tiene que poseer una idea general del conjunto, de la totalidad, para poder entrar en el detalle de cada caso particular; los detalles nos impedirían ver el todo, los árboles nos impedirían ver el bosque: las filosofía nos pedirían ver a la filosofía (LHF:12).  Se exige tener una idea general del fin y la determinación del todo para poder saber qué es lo que se tiene que esperar del saber filosófico en tanto espíritu. Como un todo orgánicamente progresivo, con una cohesión racional entre sus partes.

Del espíritu y de la evolución. El concepto de espíritu (o mente), no queda separado de este desarrollo al que referimos antes. Para Hegel el espíritu es conciencia; pudiéramos decir que traduciendo Geist por mente encontramos una ampliación de dicho concepto en alemán. En el  Geist,  en tanto conciencia libre, coinciden en  su desarrollo y en él, tanto el principio y el fin. Al igual que la semilla, al hacerse otro retorna a su unidad primaria; lo que es en sí deviene para el espíritu (o mente) en para sí. Pero aquí hay una aclaratoria respecto a este elemento vivo de la conciencia. Y es que el resultado o fruto de la nueva simiente  contenida en él, no   se  produce para ser lo que era prístinamente, o como primer embrión, sino que  deviene para nosotros. Aquí se complica la formulación del espíritu hegeliano al decirnos que
“…en el espíritu ambas cosas son la misma  naturaleza y no solamente eso, sino que son la una para la otra, y es ello cabalmente lo que hace que sean las dos un ser para sí. Aquello para lo que lo otro es, es lo mismo que lo otro; sólo así puede ocurrir que el espíritu viva consigo mismo al vivir en el otro. La evolución del espíritu consiste, por tanto, en que, en él, el salir  fuera y el desdoblarse serán, al mismo tiempo, un volver a sí”, (LHF:27s).
Comprendiendo que el espíritu siempre tendrá que ser un permanente desdoblamiento  que lo lleva a regresar a él. Un retorno  en que lo que llega a tener como final está ya en su principio. Donde no se puede diferenciar para él  el ser otro sino sólo en la medida en que este ser otro es para nosotros, que a su vez no es distinto del espíritu mismo. Este retorno a él es la meta suprema y absoluta según lo descrito por Hegel; es lo único a lo  que aspira y no a otra cosa. ¿Cómo ejemplifica  esta visión filosófica  Hegel que, para él, se lo más verdadero y a lo cual la filosofía debe tender en apropiarse de su devenir?   El delirio místico hegeliano lleva a decir que  todo lo que acontece en la tierra y en el cierto –incluyendo la vida de Dios como todo lo que sucede en el tiempo- tiende, teleológicamente y teológicamente, pudiéramos añadir,  solamente a un fin: el que el espíritu (o mente), se conozca a sí mismo, que se haga objeto para sí mismo, que se encuentre y se devenga a sí mismo, que confluya consigo mismo (LHF:28). Se duplica y enajena a sí para que luego de  su despliegue, vuelva a sí, pueda retornar a sí.  De esta manera es que gana el espíritu (o mente) su libertad; permaneciendo otra vez en sí se siente libre  ya que sólo es libre lo que no se refiere a otra cosa ni depende de ella (idem). De esta forma surge la verdadera convicción  propia. En todo lo que no sea el pensamiento no conquista el espíritu (o mente), esta libertad.  ¿Cómo expone esta condición del espíritu (mente)? Nos dice que cuando intuimos, cuando sentimos, estamos determinados, no somos libres. Seremos libres al adquirir conciencia de estas sensaciones. Incluso la voluntad no es del todo libre, persigue fines y por tanto está determinada, se manifiesta al perseguir un determinado interés; se es libre cuando ese interés es el nuestro; pero estos fines entrañan siempre, además, algo distinto, algo que es para nosotros otra cosa que lo nuestro, instintos, inclinaciones, etc. Sólo en el plano del pensamiento desaparece, se evapora todo lo extraño, el espíritu (o mente), aquí, es absolutamente libre. Con lo cual queda proclamado, al mismo tiempo, el interés de la idea, de la filosofía. Como vemos, el interés de la filosofía se centra en este retorno al pensamiento en tanto que llega a ser consciente de sus propias sensaciones, intuiciones, voluntad determinada por fines (conceptos) ajenos (en parte) a él. La filosofía se centra en el trabajo de recorrer en la mente (en  tanto espíritu) ese extrañamiento o enajenación que implica colocar al otro en la conciencia, siendo ese otro producto de sí mismo, pero que en su evolución en tanto idea, debe desaparecer como ajeno a él al alcanzar una libertad absoluta.  El espíritu (o mente) no actúa nunca como conciencia individual, aunque pareciera que fuera así, lo cual será lo propio de la conciencia ingenua, la del sentido común. El espíritu, en su desplegarse, en sí es universal, concreto, y con ello abarca todos los instantes y modalidades en relación a la idea que deviene en su desarrollo a ser su objeto; este captarse a sí mismo es, al mismo tiempo, un progresar henchido de la realidad total, desarrollada. No sólo presente  en una conciencia individual sino  que aparece como espíritu universal manifiesto en toda conciencia o en un grupo humano determinado en su historia, mostrando la riqueza (o la pobreza, en otros casos) de sus  formas.
La evolución del en sí (de la naturaleza interna en tanto voluntad del hombre), no puede presentarse como una actividad formal sin contenido, sin un llegar a una toma de conciencia. La actividad no tiene otra determinación que la actividad y ello  fija la naturaleza general del contenido. Ser en sí y para sí son los componentes de toda actividad; toda acción encierra esos dos momentos distintos pero complementarios uno al otro. Ambos forman una unidad esencia, tal unidad de lo distinto (un en sí y un para sí), encierran lo que Hegel distingue como lo concreto. La acción se concreta al arrancar del ser en sí,  que es el sujeto del que arranca  toda manifestación; el producto final de algo tan  concreto como la actividad misma y de la que arranca. Es aquí que exige comprender el difícil momento en que todo termina siendo lo mismo y algo otro en su final, siendo ambas una sola, la cual termina siendo una tercera cosa: en cuanto que lo uno está en lo otro y es consigo mismo y no fuera de sí. Es por lo que la idea se convierte en algo concreto en cuanto a su contenido pues  requiere ese en sí  pero que a la vez se manifiesta y desprenda como algo para ella.
Toda esta espectacular presentación de la idea  para la filosofía pareciera terminar siendo una mera abstracción, una vacía generalidad. Donde lo contrario, la intuición, la conciencia empírica, los sentimientos es realmente lo concreto del pensamiento filosófico, el reino determinado de suyo. Pero la filosofía para Hegel sólo se mueve en el campo del pensamiento,  y trata, por tanto, sobre generalidades: su contenido es algo abstracto, pero sólo en cuanto a la forma, en cuanto al elemento (LHF:29). Pero resulta que la idea nos la presenta como lo más concreto (lo histórico), que tiene el conocimiento filosófico puesto que es la unidad de múltiples determinaciones. Es lo que distingue al conocimiento racional del  conocimiento puramente intelectivo.  Recordar que la filosofía tiene, a diferencia del entendimiento (lo intelectivo),  precisamente en mostrar, presentar que la verdad, la idea no está centrada en vacías generalidades abstractas, sino en un algo general que es, para el pensamiento,  lo particular, lo determinado.
Hegel afirma que cuando la verdad es abstracta no es verdad. La sana razón humana tiende a lo concreto. El entendimiento es lo que produce toda teoría abstracta, formal, no verdadera, exacta únicamente para la cabeza y, entre otras cosas, no  requiere de la acción, es no práctica. De esta forma la filosofía huye de lo abstracto como de su gran enemigo y nos hace retornar a lo concreto. Pensar la idea estáticamente es reducirla a una atemporalidad, es retenerla bajo la  forma de lo inmediato, lo cual no es sino la intuición interior de la idea en el pensamiento. La idea concreta, es una unidad de términos distintos, contrapuestos; ella no es estática, como tampoco su existencia no es mera intuición abstracta, sino evolución a partir de ella misma y es existencia y exterioridad en el elemento del pensamiento, presentando su progreso en el tiempo.
El movimiento de lo concreto es la combinación de la evolución con lo concreto. Lo concreto deviene para sí gracias al devenir de la evolución, apareciendo algo distinto de sí pero que ya estaba en su inicio, en lo uno originario. Lo concreto es simple, por contener lo originario pero a la vez distinto, por ser diferente a ese comienzo que da inicio al proceso pero que ambos conforman una unidad. Lo concreto es, por tanto, simple y, al mismo tiempo, a pesar de ello, distinto. Gracias a esta contradicción implícita en lo concreto es lo que da fuerza para que la evolución de la acción o dinámica de origen a las diferencias. En esto consiste la vida tanto la natural como la de la idea, la del espíritu dentro de sí. Es por lo que la idea no es algo abstracto sino concreto en tanto mente o espíritu desarrollado en tanto realidad; no es una suprema esencia platónica. La verdad no es quietud sino al contrario, movimiento, proceso dentro del  espíritu, sobre la sustancia del mundo en su quietud; la diferencia es lo que termina creando la unidad total y concreta de todo ser otro.

Con estas apreciaciones y precisiones etimológicas y filológicas del concepto de Espíritu hemos querido presentar una alternativa a dicho término  en este pequeño ensayo dentro de la filosofía hegeliana, la cual se caracteriza por mostrarlo como determinante para el desarrollo del mundo y de la conciencia en tanto despliegue de la libertad de las formas producidas por la mente  en su relación con la evolución de la realidad producida; trabajo del filósofo será hacerlo (auto)consciente. No obstante siempre hay un remanente teológico más que antropológico en esta concepción filosófica, pues para Hegel el despliegue de la historia debe ir sucediendo por medio de una evolución a una mayor complejidad del espíritu o mente sobre el mundo en tanto presencia de lo absoluto, lo divino; ilusión instalada en tanto esencia de la conciencia del hombre.





[1] Estas referencias se encuentran en la obra de Karl Rosenkranz Georg Wilhelm Friedrich Hegel’s Leben, Berlin, 1844, p. 162.
[2] Hay que referir  que en griego nunca se uso el término  alma. Se usa el término ψυχή (psique), que además significa mariposa, un anima(L) que habita y se traslada sobre el viento.
[3] Para esta exposición hemos  consultado al diccionario etimológico  de la web http://etimologias.dechile.net/, el 24/04/2014.
[4] Para fijar el término en hebreo he seguido la interpretación que da Martin Gondra en su estudio: “Etimología de las palabras traducidas en la Biblia como "espíritu" y "alma" “, en: http://www.labibliaeterna.org/secciones/la_muerte/definiciones.php, visto el 25/04/2014.



Bibliografía 

De G.W. F. Hegel:

-- Fenomenología del Espíritu. F.C.E. México, 1978.
--Lecciones de la Filosofía de la Historia. Ed. Revista de Occidente. Madrid, 1974.

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