Del
concepto Espíritu
en la filosofía de Hegel
David
De los Reyes
“Mira también en qué consiste el hálito vital, y no
siempre el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona”.
Marco Aurelio (121 – 180 d. n.e.), Meditaciones. II, 2.
Mens agitat molen (la mente mueve la materia)
Publio Virgilio Marón
Itineraium mentis
ad veritatem (El
viaje de la mente en busca de la verdad)
Anónimo
Es ridículo que te empeñes en llamar Moda a cada
nuevo esfuerzo del espíritu humano por llegar a formarse de veras, (Lächerlicher,
du nennst dies Mode, wenn immer von Neuem Sich der menschliche Geist ernstlich
nach Bildung bestrebt)
Principio de uno de los Xenien de Goethe y Schiller,
en Modephilosophie.
I
En
la obra del filósofo de Sttugart, Hegel (1770-1831), el término de espíritu tendrá una importancia única y preferencial respecto a
otros conceptos que distinguen y definen
su sistema filosófico. Cierta polémica arrastra al término. ¿A qué refiere el
espíritu hegeliano? Su aparición en su filosofía surge del uso que ya su amigo
Schelling vendría desarrollando en su personal filosofía de la existencia. En
el caso de Hegel toma el concepto de espíritu para titular a su obra más singular
del tránsito de la juventud a la madures: La
Fenomenología del Espíritu. Geist, espíritu, es una palabra alemana
que tiene varias aserciones; además de espíritu
también es mente e intelecto. Sobre esto
es lo que queremos tratar aquí. Desglosamos el término a través de su
etimología y usos en la tradición occidental para arribar a un puerto que podamos
precisar hacia dónde se dirige la nave hegeliana a través del mar de la
filosofía.
H.
se da a conocer su concepción filosófica a partir de 1806 con la Fenomenología del Espíritu. Entre 1801 y
1807 pasa por varios oficios: privatdozent
(profesor privado) y luego profesor de la Universidad de Jena, en la que su
rector, para el momento, era nada más y nada menos que Goethe. En el llamado
período de Jena hace migas con Schelling, que juntos publicarán la Revista Crítica de Filosofía. Esta
sociedad por la filosofía durará poco entre ellos. Se distancian por la
divergencia respecto a sus ideas. Uno propondrá una filosofía idealista subjetiva, es el caso de
Schelling; el otro desarrollará una propuesta que se ha conocido como de idealismo
objetivo. Hacia este puerto emprenderá el rumbo para construir su
propio sistema filosófico, el cual parte, como a manera de introducción, su
obra más conocida, la ya nombrada Fenomenología
del Espíritu.
Antes
de enfrentar por nosotros el término en la obra de Hegel echaremos una mirada a
la etimología del concepto. Es por ello que sería importante aclarar el
término alemán geist
(gaistes; geister), en alemán
puede referir a espíritu, genio, inteligencia,
mente. Si se refiere como Böser geist
significa inteligencia, mente, espíritu
diabólico (donde Böse es referido
a diablo, demonio, además de la aserción de
malo). Como Gesiter-art
significará mentalidad, genio o carácter. También encontramos que el prefijo geist es
usado para referir a ciencias filosóficas
como indica la palabra compuesta geistwissenschaften.
Geistzustand como estado de ánimo, estado mental. Pero geistig será lo espiritual en referencia
a lo moral, intelectual, mental. Respecto a sus usos para referirse a
determinada distinción religiosa se conoce
la palabra geistlich que
refiere a eclesiástico y como representante
religioso es geistlichkeit:
clero. Pero encontramos un uso referido a una aptitud mental y como débil
fuerza de voluntad: Geistlos. El
término o sufijo los en alemán
refiere a suelto, flojo, libre, vago; es utilizado comúnmente como un mandato
e imperativo ¡los, los!, el cual se pudiera traducir como ¡Apúrate! ¡Vamos! ¡Andando¡ Geistlos significará la condición de
tonto, vulgar, banal, es decir, aquel individuo o cosa que tiene disminuida su fuerza, su voluntad, su
inteligencia, sus capacidades mentales.
Entonces geist vemos que puede ser
usado de diversas formas en el alemán,
cosa que dificulta, hasta cierto punto, su traducción al español. Por ello podríamos decir, en un
primer acercamiento, que también podemos hablar de una fenomenología de la mente y no enfáticamente del espíritu. Es interesante agregar un
hecho histórico del filósofo. Resulta que para el verano de 1806, el mismo año
de la aparición de la Fenomenología del
Espíritu, vuelve a dar un curso de filosofía especulativa que implica el
término en cuestión. Curso en que por primera vez dictará lecciones sobre Fenomenología y Lógica, que
igualmente dará para invierno de ese mismo año[1]. Ese
anuncio aparece el 20 de septiembre de
ese invierno, en la revista Jenaer Allgemeine Literatur Zeitung del
seminario de invierno para 1806/7, donde aparece por primera vez el término Fenomenología al encontrarlo en el
título del curso, pero no sólo ese concepto sino también el de Mente: Logicam et Methafysicam sive philosophian speculativam, praemissa Phenomenologia mentis ex libri sui System
der Wissenschaft proditura parte prima
(Lógica y Metafísica o filosofía especulativa, precedida por la Fenomenología
de la mente, de su libro Sistema de
la Ciencia producido en el primer semestre)
así como Philosophiam naturae et mentis ex dictatis (Filosofía
natural y de la mente según sentencias dictadas). Es aquí donde aparece por primera vez su intención de abordar su
filosofía como una fenomenología de la mente y no precisamente utiliza la
palabra latina spiritus (espíritu).
Aquí comienza a complicarse la cosa. Además el libro que está pronto aparecer
contendrá su Lógica y su Metafísica (lo cual para él es un mismo
tema). La Fenomenología se presenta
como una introducción a su sistema, que
es como siempre se ha tenido por todos los intérpretes y lectores de este
filósofo; es la primera parte de su sistema, es el saber de la verdad
intelectiva que deberá recorrer la mente
para llegar al reino metafísico de las sombras conceptuales de la lógica hegeliana. La
Fenomenología es el primer tomo de su sistema; la Ciencia de la Lógica debía
ser el segundo, parte que no será entregada al editor por no tenerla lista, si
bien tenía copiosas notas ya adelantadas.
Según
el segundo histérico, y no tan sublime, Lacan, bajo su ojo de psicoanalista
profesional, este filósofo sería
"el más sublime de todos los histéricos". No quiero afirmar cuan sería pero al leer la obra
en cuestión, la Fenomenología, bien
podemos advertir que es el producto de una mente atormentada. No se encuentra en la sosegada atmósfera del calmo Erasmo de Holbein, que se nos muestra en una
situación atemporal, junto a su pupitre; o la de un Kant a su paso cotidiano
por Konisberg e ir perfeccionando sus tres Críticas.
Para escribir como escribió bien tuvo que atravesar por crisis y tormentas intelectuales en su hacer. Desdoblar su
intuición, su entendimiento, su razón y su espíritu
en las hojas escritas y por lo que narraba,
intuimos y notamos aun pensador en estado febril y efervescente.
Centrándonos
ahora en la etimología de espíritu, encontramos otros registros del término
para ampliar esta inserción y
comprensión del mismo. El concepto procede
del latín spiritus significa aliento
o respiro, y a su vez del verbo spirare (soplar); un spiritus
podría tomarse por aquel que está dotado a soplar. Sin embargo se especula que spirare se construyó de una
onomatopeya, procedente del sonido que hacemos al espirar. Otras palabras
surgen de esta, como lo es aspirar, suspirar, respirar, transpirar, etc.
También encontramos en la antigüedad relacionar alma y respirar. O relacionado
con creencias religiosas como soplo de vida (relacionado con anima), como es con los relatos míticos
de Prometeo y Jehová en el Génesis del Antiguo Testamento, cuando una divinidad
crea al hombre, muchas veces del barro o
del polvo y luego, como ya dijimos antes, sopla
para insuflar vida sobre él; ese dios otorga o nos trasmite su aliento, su
ánimo, su espíritu y da la vida a
Adán soplando, de ahí que mientras
tengamos un soplo nos mantenemos con
vida, o cual significa que en la muerte hemos perdido, o nos ha abandonado, el
soplo divino, pues, ese soplo: alma, deja el cuerpo y el cuerpo
inerte deja ir al alma[2].
Este soplo divino vendrá a engendrar
la creencia de la existencia de una entidad inmaterial o una materia muy sutil,
inmortal y que abandona al cuerpo en el última expiación (pasando a ser nombrado como alma que es un sinónimo de ánima,
etc.: anima> ánima (m)> ánma>álma> en español alma;
la palabra ánima procede, a su vez,
del vocablo griego ανεμος (anemos): viento). En tanto aliento es tomado como sinónimo de vida, que denota que el alma
seguirá viviendo al separarse del cuerpo o cadáver. De spirare al agregarle los prefijos in y ex se referirán a la
acción de toda respiración de cualquier organismo con vida: inspirare (inspirar): respirar o soplar hacia adentro; expirare (expirar o exhalar): respirar o
soplar hacia afuera.
En
griego la palabra πνεϋμα (pnéuma), es soplo,
respiración y a veces viento; de ello deriva el verbo πνέω (neo), que es
soplar, respirar. Está referido por los metodistas de Asclepios, y seguidos
por Aristóteles, a la división anímica y sus variantes, los cuales
toman a pnéuma como soplo vital o principio que anima a todas las partes del
cuerpo. Siguiendo esta concepción encuentran que la manifestación de este
fenómeno corporal se puede auscultar en el pulso, siendo el mejor recurso para
diagnosticar de entonces; en ello se basaron estudios basados en la experiencia
y práctica médica conocimientos sobre las pulsaciones cardiacas, su ritmo, su
velocidad, su frecuencia, sus alteraciones. Este término, πνεϋμα (pnéuma), es el que se usará en el Nuevo Testamento y a lo largo de la tradición cristiana; el
cual procede del verbo pné, soplar,
respirar, que también es tomado como aliento, viento, espíritu: como una
energía divina o principio que anima a los seres humanos. Sin embargo el
término pnéuma usado en el Nuevo Testamento
como equivalente a rúaj, no refiere a que el hombre pueda tener una
experiencia consciente fuera de su
cuerpo físico. Pnéuma también es utilizado y traducido como actitud, disposición de ánimo
o estados de sentmiento (por ej. Rom.
12:11). Es usado también para hablar del Espíritu de Dios (1Co. 2:11-14, Ef.
4:30, etc). Será erróneo cuando es referido a fantasma o espectro, pues en griego se refiere cuando aparece una imagen al estar soñando o
despierto, sea real o imaginario.
Pnéuma terminó que significó espíritu vital en el primitivo cristianismo del siglo IV d.C., en
que los cristianos estaban divididos en diversas sectas o tedencias en la definición de sus dogmas. En el imperio
romano oriental se llamó neumatómacos a
los que luchan contra el espíritu, a
los grupos seguidores del sacerdote libio Arrio, que negaban, entre otras
cosas, la existencia o la divinidad del Espíritu Santo (siendo uno de los primeros perseguidores casi a
muerte por el gran censor y objetor de
consciencias del momento, buen
representante de la Inquisición, ¿san? Agustín) o que Jesús era hijo de dios
más no dios, negando su divinidad aunque poseedor de ciertos atributos divinos.
Habrá que recordar la locurita que significó lo del Espíritu Santo para
entonces, pues la Iglesia decretó que es un sola persona que comprende a la divina trinidad: dios padre, hijo y
espíritu santo. Siendo dios la fuente,
el hijo (Jesús) el camino, y el
espíritu la transmisión.
Por
otra parte los hebreos opinaron que el viento era una presencia de Dios; en las
lenguas semíticas (árabe, hebreo y arameo) también relacionan el alma con soplo de vida (lo notamos en las palabas alma {nfs} soplar {nfs} y naríz {‘nf}; la prueba de
vida está referido a mantener el soplo de
vida, la respiración; como referimos antes, espíritu está referido en latín con respirare y ánimus, ambos
relacionados con ανεμος (anemos): viento. El espíritu, en tanto soplo, dador de
fuerza y energía, como entidad sutil, será observado como lo que gobierna al cuerpo
internamente[3].
El término de alma como “nfsh”, en el
hebreo tiene un sentido de algo material, físico, tangible, y no es inmortal.
También la palabra es referida a vida, a hombre, en diversas traducciones de
los textos bíblicos. Encontramos en el Levítico 17:11 un ejemplo
de ello: “Porque la vida {nfsh} de la carne está en la sangre, y Yo (Yahweh) se
las he asignado a ustedes para que hagan expiación sobre el altar por sus vidas {nfsh}; porque es la sangre la
que realiza la expiación de la vida”[4].
Pero
en hebreo y arameo encontramos que espíritu es referido con el término rúaj,
que, como ya dijimos, es también
viento, aliento. A diferencia de nfsh (alma), la cual denota un sentido
de individualidad y tangibilidad personal, ruáj
indica la chispa o energía vital
esencial para la existencia individual. Es lo que nos echa a vivir, nos
otorga el don de existir como ser individual y vivo. Rúaj será traducido por
espíritu, viento, aliento, en Antiguo Testamento (Gn, 8.1); como vitalidad (Jue, 15:19); valor (Jos, 2:11); ira (Jue, 8:3); disposición (Is, 54:6); carácter moral (Ez, 11:19); y asiento
de las emociones (1S. 1:15). Cuando se usa como aliento su uso es indistinto tanto para el hombre como para los animales.
El ruaj humano deja con la muerte, en cierto pasaje, al
cuerpo (Sal, 146:4) y vuelve a dios (Ec. 12:7). Pero nunca se usa rúaj para asignarlo a una entidad
inteligente y consciente capaz de existir independiente de un cuerpo físico,
como pudiera ser cuando es usado, de forma común, como un fantasma; de tener
existencia consciente fuera del cuerpo. Un
ejemplo de ello (hay más), está en Génesis 8:1: “Elohim (dios), se acordó de Nóaj (Noé), y de todos los
animales salvajes y domésticos con él en el arca. Y Elohim hizo que soplara el viento (rúaj: espíritu) por toda la tierra, de modo que las aguas
comenzaran a bajar”. O en el mismo libro en 7:15,21,22: “Vinieron a Nóaj (Noé)
y entraron en el arca parejas de toda carne en los que había aliento
(rúaj) de vida (…) Y perecieron todos
los seres vivientes que se mueven en la tierra –criaturas voladoras, animales
domésticos y salvajes, todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra y
todo hombre. Pereció todo lo que tenía en su nariz el más leve aliento (rúaj)
de vida, todo lo que había en tierra seca”. En Génesis 1:2 el texto dice; “La tierra
estaba sin forma y vacía; la oscuridad cubría
la superficie del abismo y el espíritu
(rúaj) de Elohim (dios), se movía
sobre la superficie del agua”.
En
hebreo se tiene otra palabra para aliento
y es neshamah. Cuya significación
refiere a ser fuente de toda vida, principio vitalizador, otorgador
del pulso vital, chispa de vida, como es el caso de hacer vivir al cuerpo
inerte de Adán gracias al aliento de dios. El ejemplo es de Job 27:3: “Mientras
mi aliento (neshamat) esté en mí, y
el espíritu (rúaj) de Elóah esté en mi naríz”. Dar aliento es equivalente a dar vida. Neshamah es aliento de vida, lo cual no puede ser
referido a mente ni a inteligencia. Para esto es otro el sentido de espíritu que va a derivar de estas
traducciones del término a lo largo de la historia occidental y su relación con
los textos bíblicos.
II
En
Hegel el espíritu es un concepto que en sus sistema filosófico es determinante
para comprender el devenir del hombre y la realización de lo absoluto (lo divino), en el mundo. Concuerda con
el sentido de lo universal y de las ideas intelectivas, abstractas del hombre
por una parte. Pero sólo desplegando lo intelectivo, lo mental y su voluntad es
que se cierra el círculo de calidad de verdad. Con la acción del hombre sale a la vida, al mundo, la acción de
lo divino a través de la acción contingente humana, convirtiéndose en figuras
intelectuales, culturales, políticas, artísticas religiosas al constituirse en
una objetividad final.. Por ello el título de su obra de tránsito a su pensamiento de madurez, la Fenomenología
del Espíritu, nos muestra la evolución de su momento más simple a su mayor
complejidad en su aparición a través de
la percepción, conciencia, autoconciencia
y razón humano. Cada momento de su aparición se nos explica particularmente,
pero no puede dejar de comprenderse y experimentarse sino como una simultaneidad dada dentro de la
condición de la conciencia o mente humana arrojada por la voluntad al mundo en
tanto forma. La fenomenología, que sabe que toda conciencia es conciencia de
algo, sea de un fenómeno u objeto mental, vendrá a desplegar cómo el llamado
espíritu o los contenidos de la mente
vendrán a traducirse en la realidad objetiva en tanto voluntad
determinada por la condición de la idea presente en el intelecto pero
desarrollado por la acción individual, particular como objetividad devenida realidad universal, concreta, social
convivida como verdad compartida por los
hombres en su conjunto.
El
espíritu parte del contenido de la
tradición en que está presente el hombre; tal espiritualidad humana no permanece estática, nunca está quieta, ello es lo que
pretende examinar Hegel, el devenir del espíritu o de la mente universalidad; y
la esencia del ser del espíritu o mente está en su acción. El concepto mismo
del Espíritu o Mente, su vida es acción, es decir, devenir, cambio. Y tal
cambio o acción tiene una materia existente previa en la que se apoya y
proyecta; no se limita a ser un agregado
de materiales nuevos, sino que a partir de lo dado, esencialmente, los elabora
y los transforma, es decir, evoluciona; es una materia prima que el espíritu,
(gracias al esfuerzo de cada nueva generación), se encarga de enriquecer,
metamorfosear y elevar a un plano superior: hacemos
de ella algo nuestro, que no es lo que antes
era. La vida del espíritu no está
satisfecha con la sobriedad, sino, al contrario, es esencialmente impulso, siente hambre y sed de verdad, de conocimiento de la verdad.
¿Qué
debe circular por nuestra mente en relación a la filosofía? Para Hegel “Lo que
tiene que desfilar ante nosotros, en nuestra mente, son los hechos del
pensamiento libre”; en cómo han
nacido y manifestado tales contenidos y
actitudes dentro de un pensamiento libre. El filósofo es un representante de la
libertad del pensamiento, no del sometimiento del mismo mediante el
pensamiento. Por ello es que tal
disciplina es excelente por dedicarse a
lo más noble de todo, al pensamiento, en
indagar cómo y por qué obra y crea un mundo paralelo al natural; para ello hay
que emprender en cada uno de nosotros su búsqueda y cómo se encuentra en
nosotros. El pensamiento mismo sólo se advierte al crearse; sólo existe y tiene
realidad en cuanto se encuentra a sí mismo. Tales manifestaciones de cómo nos hallamos
los hombres a sí mismo y a lo largo de la historia, es lo que conforman el
profundo río de la filosofía. Hegel pide que antes que nada se tiene que poseer
una idea general del conjunto, de la totalidad, para poder entrar en el detalle
de cada caso particular; los detalles nos impedirían ver el todo, los árboles
nos impedirían ver el bosque: las
filosofía nos pedirían ver a la filosofía (LHF:12). Se exige tener una idea general del fin y la
determinación del todo para poder saber qué es lo que se tiene que esperar del
saber filosófico en tanto espíritu. Como un todo orgánicamente progresivo, con
una cohesión racional entre sus partes.
Del
espíritu y de la evolución. El
concepto de espíritu (o mente), no queda separado de este desarrollo al que
referimos antes. Para Hegel el espíritu es conciencia; pudiéramos decir que
traduciendo Geist por mente encontramos una ampliación de
dicho concepto en alemán. En el Geist, en tanto conciencia libre, coinciden en su desarrollo y en él, tanto el principio y
el fin. Al igual que la semilla, al hacerse otro retorna a su unidad primaria;
lo que es en sí deviene para el espíritu (o mente) en para sí. Pero aquí hay
una aclaratoria respecto a este elemento vivo de la conciencia. Y es que el
resultado o fruto de la nueva simiente contenida en él, no se
produce para ser lo que era prístinamente, o como primer embrión, sino que
deviene para nosotros. Aquí se complica la formulación del espíritu
hegeliano al decirnos que
“…en
el espíritu ambas cosas son la misma
naturaleza y no solamente eso, sino que son la una para la otra, y es
ello cabalmente lo que hace que sean las dos un ser para sí. Aquello para lo
que lo otro es, es lo mismo que lo otro; sólo así puede ocurrir que el espíritu
viva consigo mismo al vivir en el otro. La evolución del espíritu consiste, por
tanto, en que, en él, el salir fuera y
el desdoblarse serán, al mismo tiempo, un volver a sí”, (LHF:27s).
Comprendiendo
que el espíritu siempre tendrá que ser un permanente desdoblamiento que lo lleva a regresar a él. Un retorno en que lo que llega a tener como final está
ya en su principio. Donde no se puede diferenciar para él el ser otro sino sólo en la medida en que
este ser otro es para nosotros, que a su vez no es distinto del espíritu mismo.
Este retorno a él es la meta suprema y absoluta según lo descrito por Hegel; es
lo único a lo que aspira y no a otra
cosa. ¿Cómo ejemplifica esta visión
filosófica Hegel que, para él, se lo más
verdadero y a lo cual la filosofía debe tender en apropiarse de su devenir? El delirio místico hegeliano lleva a decir
que todo lo que acontece en la tierra y en
el cierto –incluyendo la vida de Dios como todo lo que sucede en el tiempo-
tiende, teleológicamente y teológicamente, pudiéramos añadir, solamente a un fin: el que el espíritu (o
mente), se conozca a sí mismo, que se
haga objeto para sí mismo, que se encuentre y se devenga a sí mismo, que
confluya consigo mismo (LHF:28). Se duplica y enajena a sí para que luego
de su despliegue, vuelva a sí, pueda
retornar a sí. De esta manera es que
gana el espíritu (o mente) su libertad; permaneciendo otra vez en sí se siente
libre ya que sólo es libre lo que no se refiere a otra cosa ni depende de ella
(idem). De esta forma surge la verdadera convicción propia. En
todo lo que no sea el pensamiento no conquista el espíritu (o mente), esta libertad. ¿Cómo expone esta condición del espíritu
(mente)? Nos dice que cuando intuimos,
cuando sentimos, estamos determinados, no somos libres. Seremos libres al
adquirir conciencia de estas sensaciones. Incluso la voluntad no es del todo
libre, persigue fines y por tanto está determinada, se manifiesta al perseguir
un determinado interés; se es libre cuando ese interés es el nuestro; pero estos fines entrañan siempre, además,
algo distinto, algo que es para nosotros otra cosa que lo nuestro, instintos,
inclinaciones, etc. Sólo en el plano del pensamiento desaparece, se evapora
todo lo extraño, el espíritu (o mente), aquí,
es absolutamente libre. Con lo cual queda proclamado, al mismo tiempo, el
interés de la idea, de la filosofía. Como vemos, el interés de la filosofía
se centra en este retorno al pensamiento en tanto que llega a ser consciente de
sus propias sensaciones, intuiciones, voluntad determinada por fines
(conceptos) ajenos (en parte) a él. La filosofía se centra en el trabajo de
recorrer en la mente (en tanto espíritu)
ese extrañamiento o enajenación que implica colocar al otro en la conciencia,
siendo ese otro producto de sí mismo, pero que en su evolución en tanto idea,
debe desaparecer como ajeno a él al alcanzar una libertad absoluta. El espíritu (o mente) no actúa nunca como
conciencia individual, aunque pareciera que fuera así, lo cual será lo propio
de la conciencia ingenua, la del sentido común. El espíritu, en su desplegarse,
en sí es universal, concreto, y con ello abarca todos los instantes y
modalidades en relación a la idea que deviene en su desarrollo a ser su objeto;
este captarse a sí mismo es, al mismo tiempo, un progresar henchido de la realidad total, desarrollada. No sólo
presente en una conciencia individual
sino que aparece como espíritu universal
manifiesto en toda conciencia o en un grupo humano determinado en su historia,
mostrando la riqueza (o la pobreza, en otros casos) de sus formas.
La
evolución del en sí (de la naturaleza interna en tanto voluntad del hombre), no
puede presentarse como una actividad formal sin contenido, sin un llegar a una
toma de conciencia. La actividad no tiene otra determinación que la actividad y
ello fija la naturaleza general del
contenido. Ser en sí y para sí son los componentes de toda actividad; toda
acción encierra esos dos momentos distintos pero complementarios uno al otro.
Ambos forman una unidad esencia, tal unidad de lo distinto (un en sí y un para
sí), encierran lo que Hegel distingue como lo concreto. La acción se concreta al arrancar del ser en sí, que es el sujeto del que arranca toda manifestación; el producto final de algo
tan concreto como la actividad misma y
de la que arranca. Es aquí que exige comprender el difícil momento en que todo
termina siendo lo mismo y algo otro en su final, siendo ambas una sola, la cual
termina siendo una tercera cosa: en
cuanto que lo uno está en lo otro y es consigo mismo y no fuera de sí. Es
por lo que la idea se convierte en algo concreto
en cuanto a su contenido pues requiere
ese en sí pero que a la vez se
manifiesta y desprenda como algo para ella.
Toda
esta espectacular presentación de la idea
para la filosofía pareciera terminar siendo una mera abstracción, una
vacía generalidad. Donde lo contrario, la intuición, la conciencia empírica,
los sentimientos es realmente lo concreto del pensamiento filosófico, el reino determinado de suyo. Pero la
filosofía para Hegel sólo se mueve en el campo del pensamiento, y trata, por tanto, sobre generalidades: su contenido es algo abstracto, pero sólo en
cuanto a la forma, en cuanto al elemento (LHF:29). Pero resulta que la idea
nos la presenta como lo más concreto (lo
histórico), que tiene el conocimiento filosófico puesto que es la unidad de
múltiples determinaciones. Es lo que distingue al conocimiento racional
del conocimiento puramente intelectivo. Recordar que la filosofía tiene, a diferencia
del entendimiento (lo intelectivo),
precisamente en mostrar, presentar que la verdad, la idea no está
centrada en vacías generalidades abstractas, sino en un algo general que es, para el pensamiento, lo particular, lo determinado.
Hegel
afirma que cuando la verdad es abstracta no es verdad. La sana razón humana tiende a lo concreto.
El entendimiento es lo que produce toda teoría abstracta, formal, no verdadera,
exacta únicamente para la cabeza y, entre otras cosas, no requiere de la acción, es no práctica. De
esta forma la filosofía huye de lo
abstracto como de su gran enemigo y nos hace retornar a lo concreto. Pensar
la idea estáticamente es reducirla a una atemporalidad, es retenerla bajo
la forma de lo inmediato, lo cual no es
sino la intuición interior de la idea en el pensamiento. La idea concreta, es una unidad de términos distintos, contrapuestos; ella no
es estática, como tampoco su existencia no es mera intuición abstracta, sino
evolución a partir de ella misma y es existencia y exterioridad en el elemento
del pensamiento, presentando su progreso
en el tiempo.
El
movimiento de lo concreto es la combinación de la evolución con lo concreto. Lo
concreto deviene para sí gracias al devenir de la evolución, apareciendo algo
distinto de sí pero que ya estaba en su inicio, en lo uno originario. Lo concreto es simple, por contener lo originario
pero a la vez distinto, por ser diferente a ese comienzo que da inicio al
proceso pero que ambos conforman una unidad. Lo concreto es, por tanto, simple y, al mismo tiempo, a pesar de ello,
distinto. Gracias a esta contradicción implícita en lo concreto es lo que
da fuerza para que la evolución de la acción o dinámica de origen a las
diferencias. En esto consiste la vida tanto la natural como la de la idea, la del espíritu dentro de sí. Es
por lo que la idea no es algo abstracto sino concreto en tanto mente o espíritu
desarrollado en tanto realidad; no es una suprema esencia platónica. La verdad
no es quietud sino al contrario, movimiento, proceso dentro del espíritu, sobre la sustancia del mundo en su
quietud; la diferencia es lo que termina creando la unidad total y concreta de
todo ser otro.
Con
estas apreciaciones y precisiones etimológicas y filológicas del concepto de Espíritu hemos querido presentar una
alternativa a dicho término en este
pequeño ensayo dentro de la filosofía hegeliana, la cual se caracteriza por mostrarlo
como determinante para el desarrollo del mundo y de la conciencia en tanto
despliegue de la libertad de las formas producidas por la mente en su relación con la evolución de la realidad
producida; trabajo del filósofo será hacerlo (auto)consciente. No obstante
siempre hay un remanente teológico más que antropológico en esta concepción
filosófica, pues para Hegel el despliegue de la historia debe ir sucediendo por
medio de una evolución a una mayor complejidad del espíritu o mente sobre el
mundo en tanto presencia de lo absoluto, lo divino; ilusión instalada en tanto
esencia de la conciencia del hombre.
[1] Estas
referencias se encuentran en la obra de Karl Rosenkranz Georg Wilhelm Friedrich Hegel’s Leben, Berlin, 1844, p. 162.
[2] Hay que
referir que en griego nunca se uso el
término alma. Se usa el término ψυχή
(psique), que además significa mariposa, un
anima(L) que habita y se traslada
sobre el viento.
[3] Para esta
exposición hemos consultado al
diccionario etimológico de la web http://etimologias.dechile.net/, el 24/04/2014.
[4] Para fijar el
término en hebreo he seguido la interpretación que da Martin Gondra en su estudio:
“Etimología
de las palabras traducidas en la Biblia como "espíritu" y "alma"
“, en: http://www.labibliaeterna.org/secciones/la_muerte/definiciones.php, visto el
25/04/2014.
Bibliografía
De G.W. F. Hegel:
-- Fenomenología del Espíritu. F.C.E. México, 1978.
--Lecciones de la Filosofía de la Historia. Ed. Revista de Occidente. Madrid, 1974.
No hay comentarios:
Publicar un comentario