jueves, 1 de marzo de 2018

Joseph Beuys,
de la política como arte o el arte como política II*

David De los Reyes
Universidad de las Artes, Guayaquil. Universidad Central de Venezuela

Redes Sociales Vegetales. DDLER2021







Observación: Esta es la segunda entrega del artículo sobre Josepf Beuys. Su primera parte está en el mes de febrero del Blog.

Democracia y Arte
Cultor de la democracia  directa dona parte de su tiempo a la política y su aspiración en romper el monolítico sistema  de una democracia de representantes sin representación real. Estará al frente  de causas que restablezcan un aporte real y democrático para las comunidades, donde la democracia directa vendría a jugar un papel relevante en el quehacer cotidiano del bien común.  Muestra su aptitud desde sus posturas al comenzar a ser profesor  a su regreso a Düsseldorf (Alemania Federal para la época), con sus clases de escultura. Son doce años de experimentar un nuevo enfrentamiento con la condición de educar para el arte, hasta que sus ideas radicales lo llevan a ser expulsado en 1972  al colocarse del lado de los estudiantes radicales. Sin  embargo su caso es solventado seis años más tarde al darle otra vez acogida e reiniciar sus enseñanzas retenidas por ese tiempo.  Sus encuentros con la política datan desde  atrás y es lo que para el año de 1967 lo lleva a fundar el ya nombrado German Student Party (Partido de los Estudiantes Alemanes), cuyos planteamientos doctrinales y políticos no se separan del campo del arte y de la estética; con esta organización vincula la educación como proceso, una toma de posición donde la formación debe desplegarse a lo largo de toda la vida; este excepcional partido acogía a todo aquel que se considerase siempre en movimiento, siempre estudiante.


Su labor artística y política no para ahí. Realiza su portentosa obra  en 1970 Coyote. Me gusta América y a América le gusto yo, ese despliegue de crítica a la cultura norteamericana y su capacidad de exterminio a lo salvaje, al otro,  simbolizado en ese habitante primitivo animal de ese territorio, que es el coyote, con el cual convive por tres días donde al tercero el cuadrúpedo llega a aceptarlo y puede  abrazarlo como hermanos de vida, juntándose lo animal y lo humano. Siendo esta obra un puente para que despierte al año siguiente otro tipo de organización  más abarcadora al conformar lo que llamó Organización para la democracia por referéndum, con lo que socializaba un instrumento dirigido a la exigencia de una democracia directa independiente de lo que pueda llamarse como capitalismo y comunismo. Ambos  sistemas cuestionables para él, que impulsan al  fracaso permanente del hombre. Los tiempos evolucionan, el descalabro de            la huella industrial, las problemáticas de la energía atómica, las guerras y el germen destructivo del ambiente no se hace indiferente a sus ojos. En la Organización para la democracia por referéndum no sólo incorpora la ya propuesta de una democracia directa, con la  que  la comunidad pueda exigir y realizar las necesidades para una construcción de cierta armonía  posible entre hombre entorno sino también por integrar otras de sus preocupaciones, la ecología y el cuido de la naturaleza (su obra 7000 Robles da cuenta de ellos). Su entusiasmo ecológico data desde finales de los años 60 a 1979, lo lleva a proponerse como  candidato verde para el Parlamento Europeo, obteniendo un rotundo fracaso. Líder de ciertas posturas ecológicas, lo llevan a participar en un heterogéneo movimiento ambiental alternativo. Una serie de grupos  bajo estos principios vendrán luego a fundar un partido que los aglutine a todos. Ayuda a la fundación, (aún establecida y en constante auge, del partido verde), la Alianza de los Verdes, que data de 1980, centrándose en principios de ecología política y humana, con afiliación al liberalismo de izquierda, una postura antimilitarista y pacifista, todo dentro de una economía mixta y sustentable que proteja lo poco que queda incólume del ambiente de su país, ampliando y apoyando políticas de recuperación  ante el avance de la agresión ambiental. Pero este interés que lo unió a los Verdes, de alguna manera, lo separó de los Verdes, puesto que su concepción de la política práctica era radicalmente distinta. Como partido buscan una acción política real, aceptando el juego de las reglas políticas existentes institucionalizadas, con lo que implica convertirse en un partido aceptado por el estatus quo. Esto estaría  alejado de las ideas de Beuys. Y lo llevaron en este aspecto tocar el fracaso como candidato político.  No así sus obras, cada vez más radicales y únicas, referidas a esta inquietud ecológica. Entre sus diseños gráficos figuran dos carteles, uno que hizo para la fundación del Partido Verde, y otro, más radical y luego de su decepcionante paso  como candidato, en el que pedía a los alemanes que no volvieran  a votar por ningún partido y se gobernaran a sí mismo: propuesta de un idealismo que exige la democracia directa de los individuos y las comunidades.
Por otra parte, sus performances o aktions, sus dibujos, sus instalaciones, no dejaron de tener un reconocimiento social donde se presentaban. No produjeron una revolución interior, que era a lo que aspiraba con su premisa Arte=Vida. Pero al acercarnos a su evolución artística, sus gestos, sus actitudes, sus palabras, sus reflexiones la misma personalidad de Beuys... distaban mucho de las de un político convencional, incluso de un político ecologista, que persigue subsistir en el sistema establecido como políticamente correcto  por el Estado. Su obra artística le da una mayor posibilidad de actuar políticamente que la política  encorsetada del camino  de la política formal  instaurada.


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Documenta 5 de Kassel (1972)
Cerrando una espiral, esta noción de plasticidad es del todo concurrente con Joseph Beuys cuando el propio artista se declara obra plástica, constitución celular y organismo que filosofa, habla y denuncia, de la misma manera que toda revolución social puede ser una “(re)evolución” a medida que la sociedad vaya progresivamente dándose forma a sí misma. Beuys abre en la Documenta 5 de Kassel (1972), la ya referida Oficina Informativa de la Organización para la Democracia Directa mediante Plebiscito y atiende una Conversación de 100 días (tantos como dura la exposición) con el público sobre democracia y arte. Al enmarcarse en el espacio y el tiempo del Arte institucional, su conversatorio no va más allá de ser otra obra de arte, en la tradición duchampiana de apropiación de lo extra-artístico; pero en su declaración “I am searching for field character”, de 1973, Beuys coincide en la realización del arte proclamada por los y las situacionistas:

“El arte es ahora el único poder evolutivo-revolucionario [(re)evolucionario] capaz de desmantelar los efectos represivos de un sistema social senil para construir un organismo social como obra de arte. Esta disciplina de arte más moderna —Escultura Social / Arquitectura Social— sólo cumplirá su objetivo cuando toda persona viviente se convierta en creadora, escultora o arquitecta del organismo social. Sólo entonces el Happening se cumplirá. […] Todo ser humano es un artista que —desde su estado de libertad— aprende a determinar su posición en la obra de arte total del orden social futuro”[1].

Discute, reflexiona  y habla con el público; participa en sendas charlas, es entrevistado, expone sus ideas desde diversos ángulos. Las escribe en pizarras donde desarrolla las implicaciones de las propuestas surgidas en el diálogo espontáneo con los asistentes a ese evento. Los temas son los que surjan al momento, no hay agenda temática.  Su capacidad de conversación se muestra al no reiterar cansancio desde buena mañana hasta el anochecer, pues para él conversar es también una forma de arte. Distinto al parloteo banal de la conversación de los interlocutores absorbidos por el lenguaje anclado en el deseo de consumo y trivialidad de la avalancha informativa. Conversar, forma de arte, el arte de la conversación, es construir  temas que son inherentes a la existencia y las capacidades de encontrar respuestas más allá de lo trivial.  Aquí expone su cara noción de plasticidad social, cerrando un espiral evolutiva personal al declarar que toda vida, constitución celular  orgánico,  puede ser admitida como una obra plástica,  un organismo natural pero que tiene la facultad de pensar, de filosofar, de hablar y denunciar en la misma manera que  lo llamado por revolución social puede ser vista  no como un callejón sitiado por un estado totalitario y un partido único,  sino como una (re)-evolución en la medida que la sociedad progresivamente se va dando forma a sí misma y no por la hegemonía cultural populista del comisariato político establecido.
Pero, por sobre todo, en su mente transita un ritornelo  y es, por evidente escasez antes y ahora, incentivar la creatividad del ser humano. Es el anhelo persistente en Beuys y el público  siente  que es expresado por una voz valiente ante lo oscuridad del estancamiento social.  En sus propuestas, que parecieran volver a un romanticismo remozado, está el impulso para el desarrollo de una personalidad libre, primer eslabón para emprender el camino inspirador que plantea. Les dice con firmeza: hay que hacer gustar a los seres humanos la experiencia de que es interesante brindarse por entero, junto a los defectos que tengamos. El hombre no puede  esperar a que se tenga un estado ideal de conciencia. Se debe comenzar con los medios  que se dispongan ahora, con todos sus fallos[2]Es su propuesta (re)-evolucionaria.
En ese diálogo público se centra en los temas de democracia y arte. Al adentrarse en los marcos  espaciales y temporales que le ofrece el museo de Documenta su conversatorio adquiere un sentido de ser comprendido como otra obra de arte más, inscrito en la tradición duchampiana de la apropiación de lo extra-artístico.
Es un tiempo para reunir la historia reciente de Alemania con el arte, el mito y la política.  Con ello surgen muchas paradojas. Las preguntas que parecieran estar insertas son el plantearse en cómo sería un poder sin autoridades estatales, un poder a partir de las comunidades. O cómo sería una educación encausada más por el sentido del arte que sólo por la ciencia o la técnica. Otra interrogante que podemos notar es en dónde se encuentra el poder de persuasión del artista para inspirar un cambio tanto individual como social. ¿El artista tendrá ese mismo poder de persuadir que la personalidad del político revestido de autoridad? ¿Dónde se encuentra la superioridad espiritual propuesta de Beuys? El poder del estado requiere de la persuasión, como el artista, pero su  diferencia  estriba en su permanente actitud de la persuasión del lobo que habla al cordero.
Los temas que irán surgiendo con el  transcurso de esos días en Kassel, forman parte de sus preocupaciones personales en torno a la democracia y del arte. La condición del ser humano, la educación, la relación entre escuela y universidad para la creación de un ser autónomo, la concepción de la ampliación de la idea del arte, a través de lo que llamó el concepto ampliado de arte, y la visión personal de un cristianismo teñido de un sentido protestante, propio de su tradición alemana, la autonomía del individuo, etc. No puede pasar de largo los aspectos  de la situación política de la guerra fría, del capitalismo privado/consumista y el capitalismo de estado/escasez  enmascarado como comunismo marxista de los países del este. Hace presente una crítica a los partidos, habla sobre las reivindicaciones sociales de un salario doméstico (no a la ama de casa), donde incluye también la posibilidad de ser absorbidas las actividades tanto por el hombre como por la mujer, de las preocupaciones del uso de la energía nuclear  que está en el tapete de los peligros de la época y la influencia del teósofo y pedagogo Rudolf Steiner y sus propuestas de transformación humana por medio de la educación y la constitución de una consciencia de lo suprasensible. Intento  de romper con el lado perverso de la Ilustración que ya el romanticismo alemán había puesto en entredicho, al comprender los abusos de una razón instrumental, estadística, utilitaria que desembocó en un dominio el hombre generando un nuevo tipo de barbarie que decantó en las concepciones de un capitalismo o de un comunismo que sólo busco violentar y violar perpetuamente la naturaleza, la explotación humana en todas sus posibilidades dentro de un modelo de estado extraccionista, destructor de  recursos naturales en nombre de una idea y realidad de progreso suicida.


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Educación, sociedad y cultura después de Auschwitz
En sus palabras encontramos ecos de las reflexiones que ya se hacían los filósofos Adorno y Horkheimer sobre la dirección de la cultura alemana y la sociedad moderna en los años de la postguerra[3].  Estos encontraban en el capitalismo avanzado el establecimiento de una industria cultural que llevaba culturalmente a una transformación de los contenidos y, por supuesto, de las reacciones y formaciones humanas. Para estos alemanes sostuvieron que ello significaba una pérdida de grado de autonomía (relativa)  de la que se podía disfrutar en la época del liberalismo burgués de fin del XIX y principio de siglo XX.   A partir de la mitad del siglo pasado la integración exigida por el sistema capitalista  le concede ningún privilegio a la cultura burguesa como tampoco el poder estar excluido o ser indiferente al mismo capitalismo; se nos exige estar conectados en todo momento con ese sistema. Se trata de fijar una permanente asistencia y control que involucra diversión y estupidez o atontamiento constitutivos  de  una ideología poderosa, asentada sobre una permanente evasión y seducción que significa supremo control psicopolítico. No menos lo notaban ellos en los repetitivos ritmos musicales y el aguijoneo publicitario que se clavan de forma permanente en los individuos, ya no sólo desde los medios de comunicación masivos sino hoy a partir de los dispositivos electrónicos-digitales y sus pantallas líquidas, convirtiendo la realidad en una imagen pulida y  cuadrada virtual. Para Adorno y Horkheimer, como para Beuys,  existir en el capitalismo es saber que se tiene que aceptar en  experimentar continuamente distintos ritos de iniciación. Rito que exige nuestra docilidad al tenernos que identificar sin reservas con el poder aceptado que con la actual suavidad de la amabilidad digital te controla, te dice qué, cómo y cuándo lo que debes percibir y reafirmar, a lo que debes decir like (“me gusta”)[4].
Beuys, como otros artistas y pensadores de ese momento, se formulan una pregunta vital y demandante. Esta pregunta  es cómo impartir  y transformar la educación en la sociedad y la cultura en la hizo que el crimen de Auschwitz fuera posible. Educar luego de esa catástrofe humana e histórica exige una crítica radical de la propia práctica educativa, junto a una  reflexión teórica sobre la misma. Observa que por experiencia personal no es posible seguir practicando como evidentes los postulados  educativos orientados por aquella idea de libertad individual del sujeto racional y emancipado que le ha venido sirviendo de justificación en el proyecto de la modernidad. La formación de los sujetos en el sentido que inaugura el giro subjetivo de la modernidad estaba vinculada a la afirmación de la autonomía y la libertad de los individuos y ésta a su vez a la formación de una sociedad que, por medio de las diferentes formas de transformación en las relaciones sociales, económicas y políticas en pos de un progreso fetichista, hiciese posible la realización de la autodeterminación de los sujetos emancipados. La idea filosófica de formación (Bildung) en su momento de esplendor pretendía formar la existencia natural conservándola, es decir, perseguía una relación complementaria y  humanizada entre sociedad y naturaleza. Esta relación se ve frustrada por una dominación de la naturaleza desbocada que niega la libertad y la soberanía que pretende alcanzar frente a ella y da un vuelco en un nuevo sometimiento al orden social naturalizado y enfrentado a los individuos que lo producen.  Sabemos que el ideal educativo para la modernidad eurocéntrica estaba focalizada en la especialización de las llamadas ciencias del espíritu ( hoy las mal trechas e incómodas humanidades), y las ciencias de la naturaleza, observando la exigencia de transmitir tanto la cultura de una tradición  humanística (del espíritu, para la visión alemana de la educación), como de los saberes científico-técnicos que forjaron parte de la infraestructura del sistema de producción capitalista, junto a su progresiva división del trabajo, su disciplina laboral, la biopolítica de los cuerpos ajustados a las exigencias de eficiencia y obediencia, adherido a la creciente hegemonía del aparato tecnológico  y la organización económica que, conjuntamente,   transformaron ese ideal educativo tradicional. En  la era Beuys esto hace más evidente y toma cuerpo. Hoy en los individuos  no se busca la formación de talentos diversos, distintos, no se requiere una formación integral moral y humana, sino se busca construir el productor eficiente, disponible para el mercado, juramentado para aceptar el dogma de los objetivos de la economía. Y los procesos  experimenta en el sistema alemán de años 70 es que la pedagogía,  junto con la intervención del Estado, se vuelca a la optimización de los procesos de aprendizaje en función de la relevancia para el trabajo económicamente rentable sin criterios y valores del bien común, donde formar terminaba siendo (como ahora, pero bajo otros adiestramientos: la exigencia del teletrabajo digital ciber-psicológico global), sobre todo la cualificación  para  ocupar un puesto en la garita del mercado-chatarra laboral.







[1] I am searching for field character, declaración de Beuys de 1973, publicada por primera vez en Caroline Tisdall, Art into Society, Society into Art (ICA, Londres, 1974), p .48. Puede verse el texto íntegro en: http://greenlanternpress.wordpress.com/2009/06/07/i-am-searching-for-field-character/

[2] Bodenmann- Ritter (1972): Joseph Beuys. Cada hombre, un artista. Todas las referencias que en el texto aluden al Documenta 5 de Kassel 1972 son tomados de este documento.
[3] Adorno, Th. y Horheimer, M. (1970): Dialéctica del iluminismo, Buenos Aires, Sur, p. 7
[4] Adorno y Horkheimer, 1947, 176

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