miércoles, 9 de abril de 2025

 Descola, naturaleza, jíbaros, etnografía, antropología y ontología

David De los Reyes




I

Para Philippe Descola (Paris, 1949), hay una relación estrecha entre etnografía y antropología. Esta última la toma como el estudio de las diversas formas de vivir la condición humana, esto se puede dar desde diferentes perspectivas conceptuales que habitan entrelazadas o separadamente. Pero su punto de partida está en la etnografía, el cual lo entiende como el estudio de una situación, por inmersión, de larga duración dentro de la comunidad escogida para dicha investigación. Y, como bien sabemos, toda comunidad puede reflejar naturalezas y maneras de vivir muy variadas, distintas. Un estudio etnográfico, por ejemplo, puede ir desde la inmersión en una comunidad aborigen en el Amazonas, como centrarse en el estudio de los modos de la violencia criminal en los suburbios del Sur de Guayaquil (Guayas –Ecuador). Esto nos da a entender que cualquier colectivo en el que nos sumerjamos y estudiemos por algún tiempo viene a ser lo que llamamos por estudio etnográfico.

En un primer momento nos interesamos por las propiedades y formas de existir y ser con las comunidades vecinas; es un estudio de inferencias y generalizaciones de determinados casos particulares. Cuando pasamos a un estudio antropológico vendría a asentarse en las propiedades formales que se constituyen dentro de la vida cotidiana del campo investigado; se formulan hipótesis que vendrán a ser comprobadas o no a partir de los diversos materiales etnográficos acumulados por etnógrafos, historiadores, etc. Como podemos ver, su método está en la complementación de ambos conocimientos para la realización de un estudio profundo del caso. Las preguntas que se plantea un antropólogo se pueden dar porque previamente esta realizado un enfoque etnográfico, al entrar en contacto y vivencias con determinada comunidad o grupo: compartir relaciones de vida, maneras de accionar en comunidad, prácticas que asombraron, o que nos sorprendieron en la convivencia, nos dan una fuerte y excelente opción para llegar a un enfoque general. El antropólogo hace comparaciones con la criba y selección de los diversos enfoques que los etnógrafos y etnólogos obtuvieron de su inmersión participativa societal. Como antropólogos se preguntan ¿cuáles son los procedimientos que usaron para filtrar tales materiales?

Se trata de estudiar contextos delimitados, poblaciones que ponían día a día maneras de vivir y que se intenta comprender. Lo cual parecería una actitud del tercero, del que observa desde la distancia, pero que no se trata con lo observado. Más que tener una experiencia del pensamiento, lo que nos plantea Descola es en interesarnos más en la idea de observar experiencias de vida que son, de por sí, experiencias de pensamiento.

 

II

En 1970, junto con su esposa, Anne-Christine Taylor, se interna en el territorio del grupo jíbaro (del Ecuador), que era un grupo que despierta cierto exotismo a las mentes occidentales por el procedimiento de reducción de cabezas. En su encuentro con el pueblo achuar le interesó las relaciones que existían entre esa sociedad y su entorno. Para el momento, era un grupo sin mayores contactos con el mundo exterior de su selva. Sin ir por un encuentro con lo primitivo y lo auténtico, se centró en constituir y comprender el sistema del uso de la naturaleza que habían desarrollado. Unos modos de convivencia con el ambiente que no habían sido trastocadas por influencias del exterior. En ellos encontró que no había dinero y pocas herramientas metálicas. Los etnólogos que conocían mucho sobre los achuar y no tenían mayores conocimientos ni prácticas de campo con ellos. Se sabía que había un grupo que era llamado achuar, se encontraban en alguna parte de la región y no se tenía conocimiento de ninguna investigación etnográfica significativa de ese grupo nativo.

Descola nos cuenta que la primera dificultad con que tropezó para su estudio de caso fue que nadie sabía dónde estaban. Al encontrarlos, lo primero que pasó es que fuesen adoptados, y así paso. Adoptados como unos niños algo torpes (experiencia común para muchos etnógrafos al tener que ser adoptados por una comunidad).

Los primeros esbozos con los achuar, al ya vivir con ello, se dedicaron a estudiar minuciosamente sobre lo que para ellos era su campo topográfico cotidiano, su entorno circundante. Ninguno hablaba español y ello les obligó a aprender su lengua, la cual no era muy difícil, pero con una estructura completamente diferente a las lenguas occidentales.

¿Cómo fue su trabajo de campo con los achuar? Midieron pardelas, recopilaron una cantidad de plantas que usaban, contaron el número de matas de mandioca (yuca) que poseían, pesaban lo que traían del huerto…todo un trabajo métrico cuantitativo. Hicieron planos del orden del poblado. Se hicieron de su lengua y eso les abrió todo un nuevo horizonte desconocido hasta ese entonces. La lengua étnica es clave para acceder a este tipo de proyectos etnográficos.

Los achuar tienen una división sexual estricta respecto a las tareas. La mujer le compete trabajar en la huerta, la cocina. Los hombres en la caza. Descola relata la experiencia de que era un pésimo cazador, y llevaba un fusil a cuestas y no era bien aceptado en el grupo de hombres para ir a la caza. Y la objeción hacia él es que hacía mucho ruido y asustaba a los animales. De cierta manera fue importante que su esposa y él estuviesen ahí como pareja constituida, pues ello fue un motivo para ser aceptados. Al repartirse las tareas se mostraban para los achuar menos exóticos. Y se convirtieron, por un tiempo, en objeto de distracción en una sociedad étnica para la cual ese tipo de experiencias no es algo común.

III

En los años 70 del siglo pasado los achuar estaban integrados a sus parámetros cerrados de su propia cultura y modos de vida. No habían sido penetrados aún por la influencia que vino a producir posteriormente al entrar en contacto con los otros de la llamada civilización. Entonces eran libres de autodeterminarse sus modos de vida y de establecer un vínculo peculiar y propio con la naturaleza, en función de sus propias reglas que les eran eficaces para su cotidianidad dentro de la selva. Eran vistos como un apéndice de la naturaleza. Sus adaptaciones y sus instituciones del orden del grupo, a base de un aparente determinismo ambiental, se podían reconocer como formas adaptativas a lo que podía proveerles el entorno selvático. Florencia Tola, en su entrevista con Descola refiere que la guerra surgía como una consecuencia de la falta de proteínas dentro de su dieta.

Descola, en su trabajo con estos aborígenes de la selva, pretendió rebatir los postulados teóricos del determinismo ambiental, la cual ha sido un gran peso en muchas de las teorías antropológicas vigentes. El ambiente, el entorno físico, sabemos que puede llegar a determinar una buena parte, para una sociedad determinada, su desarrollo cultural, sus aptitudes cognitivas, estéticas, emotivas y físicas dentro de los límites de su economía y sus aspectos social. Este antropólogo quiere mostrarnos lo contrario del determinismo cultural material. El determinismo cultural no constituye la forma de organizarse las personas que viven y se organizan según las características de un entorno físico determinado, condicionando aparentemente el curso de su historia colectiva. Para Descola no es un principal factor, sin dejar de reconocer cómo puede ser significativo para el desarrollo societal aspectos como el clima, la geografía, la disponibilidad de recursos naturales y cómo a partir de esto se adaptan las personas al medio. En el desarrollo de una sociedad están conjugados una variedad de factores que también influyen en los modos culturales, en la organización política y en el conocimiento tecnológico. El determinismo ambiental puede ser una respuesta muy simplista al querer interpretar toda la complejidad de las condiciones e inteligencia humana. Casos como el de Japón nos muestra lo contrario, al observar cómo su cultura ha modelado su convivencia societal y diferencia respecto a otras culturas en el entorno cercano oriental.

Las sociedades tienen modos de adaptarse a su entorno físico a partir de la creación de tecnologías y estrategias propias ante los desafíos que les presenta el entorno. El ejemplo de los inuit puede ser un ejemplo reconocible de esta afirmación. Sobreviven en base a sus propias estrategias y tecnologías a pesar de condiciones climáticas extremas. Modos de adaptación propios se anteponen a un determinismo sin más.

Entonces Descola declara que, ante todo, hay algo que le esclareció al abordar su trabajo de campo, y refiere a la lectura de las crónicas de los primeros contactos de los europeos con los ambientes americanos. En especial los referidos a la Amazonía, antes de aparecer los estudios específicamente antropológicos de esa región. Dice: los indios de las tierras bajas de América del Sur ya estaban presentes en el imaginario europeo mucho antes de que la antropología profesional hiciese su aparición como disciplina a fines del siglo XIX (Descola 2020, p.20.) Indagó en los escritos de los franceses, españoles, portugueses que se afincaron en la costa brasilera, pero sobre todo lo que le llamó mucha atención fueron las Cartas de Cristóbal Colón hasta llegar a los trabajos de la escuela alemana de etnología del siglo XIX. En todas ellas se presenta a los nativos como un apéndice de la naturaleza.

Desde una mirada positiva, que es como Montaigne los reconoce, serían filósofo desnudos, que viven de las dádivas de la naturaleza generosa que les rodea. Y desde la óptica negativa son tomados como salvajes, bestias, caníbales, en tanto seres dominados por sus instintos (pareciera que ser civilizado significa la capacidad que la persona tiene de controlar sus instintos a través de leyes, reglas, acuerdos que se reconocen como universales para el conjunto de individuos en general). Así que está concepción de la bestia, lo salvaje tendrá una repercusión rotunda en todos esos informes escritos. Sea cual sea la hipótesis etnocentrista, de la que se parte siempre, llegarán a la misma conclusión: se trata de seres naturales que apenas se distinguen de la naturaleza. El espacio de ésta es el recinto de lo instintual, sin un orden civilizado, algo descontrolado que obra por su capricho o por la necesidad inmediata de las fuerzas que se dan cita dentro de ella. Las referencias de los textos que tocan este asunto en el siglo XIX coinciden que los salvajes no tienen instituciones sociales, cosa que es falsa y que abría la posibilidad de convertirlos en civilizados, como un estadio cultural mayor que el de los nativos de la selva. Y, para colmo, se les añade la condición - ¡muy cristiana! - de ser gentes sin fe, sin ley y sin rey. En estas colectividades, sobre todo en el Amazonas, no vendrían a poder reconocerse las instituciones que formaban el edificio político del absolutismo europeo del momento. Y Descola advirtió en esto una puerta de entrada para acceder a su propia investigación y visión del asunto: Si esta calificación es tan constante, probablemente lo es porque estas personas tienen una relación muy particular con la naturaleza (ídem). Y esta afirmación es la que direccionó su investigación del caso. ¿Cuál sería esa relación? Es lo que vamos a tratar.

Descola da cuenta de la presencia constante de la epistemología determinista del momento. La tendencia era una fija en las escuelas de los Estados Unidos. ¿En qué se basaba? Lo hemos dicho arriba: que la mayoría de prácticas sociales, instituciones creadas estaban circunscriptas a factores ecológicos, del ambiente. La duda crece en el investigador debido a que en Francia las escuelas de geografía, que eran lo que se llamó por posibilismo, de principios del siglo XX. Esta concepción refiere que las limitaciones ambientales lo son sólo de cierto modo. Afirma que las posibilidades de la vida social, que conduce a tomar cierto tipo de modos de vida en la existencia, de utilizar tal o cual recurso, no vienen a ser limitaciones determinantes. El propósito era convalidar tal teoría no sólo desde la epistemología sino desde la misma práctica de los datos etnográficos y empíricos.

Y es aquí donde los achuar entran en escena. Este colectivo amazónico tiene dos modos de vida. Uno ribereño, otro interfluvial. El primero se concentra en la costa de los ríos, con abundantes recursos piscícolas. Que se le agrega tierras fértiles en las terrazas aluvionales. El sistema ecológico ribereño de pequeñas colinas, con suelos pobres, y la fuente de proteínas son animales arborícolas: monos, aves, etc. Para la escuela posibilista, emplazada por Descola, las instituciones derivan de estos dos ambientes diferentes. Por un lado, advierte, que los achuar estaban instalados en su territorio desde mucho tiempo, y ocupaban esos dos tipos de ambientes y encontró que sus instituciones no tenían mayor diferencia dependiendo del entorno que explotaban. Esto le llevó a descartar la idea del determinismo ambiental en el estudio de su acercamiento etnográfico a estos hombres de la selva.

Las semejanzas en los dos grupos achuar no sólo está en las instituciones que comparten para su organización social, sino también en el uso y técnicas que emplean de los elementos de la naturaleza: del uso itinerante de la tala y quema, la agricultura de cubierta forestal, etc. (refiere el botánico William Balée), en que todo lleva a coincidir en la no separación tajante entre el espacio hortícola –propio para la yuca (mandioca) y otras especias comestibles- y la selva (ibid., 22).

La conclusión final es que hay una continuidad de procederes con el uso de la selva y en las instituciones que dan orden y cohesión a su vida comunal. Si bien sus hábitos culturales y agrícolas han modificado su entorno ambiental, nos muestra que son una sociedad que no ha caído como del cielo en un ambiente natural ya constituido en su totalidad sino un proceso de evolución conjunta que duró miles de años (ibid., 23), entre lo humano y los seres y en entorno ecológico en que han vivido. Lo que nos muestra todo este trabajo de Descola es que esta acción de sobrevivencia de los Achuar en la selva la viene a constituir como tal. La selva termina siendo el producto de las acciones humanas, en la conjugación entre población humana y población no humana. Y llega a la definición que es la acción humana - ¡y no la acción del entorno natural en los humanos! - lo que está muy presente en la definición del medioambiente que los achuar utilizan (ídem).

 

III

El resultado de todo ello conduce a comprender que las relaciones de un pueblo indígena con su entorno no se limitan sólo a lo económico y a lo ecológico. Si no a otras dimensiones materiales e ideales en que se enmarcan ese habitar selvático. El aspecto del animismo se hará presente conformando un lazo estrecho entre naturaleza y cultura.

Se parte de una exploración. Esta exploración etnográfica está enmarcada en porcentajes de circunstancias y azar que van surgiendo en su devenir. En la convivencia con los achuar, y en el momento en que comenzaron a entender su lengua, surgió otro espacio de atención investigativa. Y fue la relación que mantenían los achuar con el medioambiente, y no sólo con los humanos.

El investigador francés nos cuenta que:

En esa sociedad, antes del amanecer, las personas se reúnen alrededor de una fogata y hablan de los sueños que unos y otros tuvieron durante la noche, para decidir cuáles van a ser las actividades del día. Y, de hecho, en general, había dos tipos de sueños: sueños que se interpretaban de manera casi automática, con reglas de conversión. Por ejemplo, si soñaban que iban a pescar, que habían ido a pescar, era una buena señal para cazar. Si soñaban que habían visto una manada de pecarí, era una señal de que tal vez iban a ser atacados por enemigos. Se trataba entonces de conversiones totalmente automáticas. Y además había otros sueños muy extraños, en los que seres humanos visitaban al soñador para dejarle un mensaje. Y estos humanos, muy a menudo, eran plantas o animales.” (ibid., p.26)

 

Hay una estrecha relación íntima entre los sueños y la actividad cotidiana en la vigilia. Usan el mundo onírico para establecer la acción que desempeñaran al día siguiente. Una especie de actitud agorera con el contenido del mismo.

Luego da el ejemplo del sueño con una planta de yuca y su interpretación en relación al medioambiente:

 

“(…) una mañana en la que una mujer contaba que una planta de mandioca, en realidad una jovencita, la había visitado en su sueño para intentar envenenarla. Y, en realidad, se trataba de una planta de mandioca que habían sembrado muy cerca de otra planta que sirve para envenenar a los peces. Se la pone en el agua, es una raíz que desorienta a los peces. Es una técnica de pesca. De modo que empecé a hacer preguntas. ¿Cómo es esta historia? La mujer me respondió: “Sí, porque en realidad todos piensan que las plantas de mandioca son humanos. Entonces se puede conversar con ellas, hablarles… Como se ven como humanos, nosotros las tratamos como tales”. (ibid., p.23s).

 

Consideran que ciertos seres vivos del ambiente también tienen la condición de ser humanas. Al verse como humanos las tratan como humanos. No hay diferencia entre sujeto y objeto, entre un ser humano y otro ser del entorno viviente. Consideran que tienen alma, aunque ello no es óbice para no comérselas. Wacan es la expresión que utilizan para esa referencia animista, aunque la expresión achuar es aents. La afirmación a la que llegan los integrantes de esta étnica es que todos los seres del mundo son personas, porque tienen alma y por esa condición es que se establece una comunicación con todo ser vivo. Aunque ello no deja de establecer una jerarquía entre los seres de la naturaleza. Afirman que unos son más humanos que otros, que pueden hablar con ellos porque son humanoshablan la misma lengua que uno (ibid., p,27). El resultado de todo esto es que para ellos la mayor parte de las plantas y de los animales eran personas con las que podíamos comunicarnos a través de los sueños (ídem).

 

Otro hecho peculiar eran los cantos de los achuar. Todo el tiempo están emitiendo cantos, cantos que tienen una destinación mágica con las plantas y los animales, aunque eran encantamientos mentales. En principio, no se veían. Refiere el investigador que eran discursos del alma, poéticos, dirigidos a la contraparte del alma de las plantas y de los animales, aunque también al alma de los seres humanos en estaban lejos de sus familiares. De esta manera nos informa que: “Un marido va a entonar, cuando se dirige a la guerra, por ejemplo, cantos mágicos para que su mujer no lo olvide, para que piense en él. Se trata entonces de una técnica para actuar sobre los demás” (p.27)…el canto es un dispositivo no sólo de comunicación sino como un sello de vínculo con el otro ser cercano. Es, simplemente, una técnica para actuar sobre los demás. De esta forma surgen, en las mujeres, cantos para referirse a las plantas que cultivan. Los hombres cantan, mentalmente, para los animales que van a cazar. De esta manera llega a darse cuenta que el estudio de este grupo le conduce a tener que elaborar toda una orden donde encuentra una multiplicidad de relaciones interpersonales entre humanos y no humanos. Relaciones de complicidad, de vínculo, de antagonismo, de seducción, de depredación. Donde no encuentra una adaptación de una sociedad a un medio ambiente que establece como tal las relaciones que se constituyen en tanto posibilidades deterministas con el entorno vivencial. No hay adaptación con el ambiente dado. Se da cuenta que viene con un prejuicio de la episteme occidental, la oposición entre naturaleza y sociedad, que representa una dualidad contrapuesta común para todos nosotros. Tal perspectiva esta desfondada aquí. Para el hombre silvestre de los achuar no tiene ningún significado esa separación. Es lo que le llevó a despertar un interés posterior sobre ese tema, no sólo con los achuar sino otras comunidades de la Amazonía.

Para muchos etnólogos también han llegado a una situación límite al respecto. Han observado, si bien no formulada del mismo modo, que si conocían y aceptaban que no hay una clara distinción entre naturaleza y sociedad. Es por lo que decidió que este estadio humano lo califica como animismo. El término aparece a fines del siglo XI y se olvidó poco a poco. Descola lo reflota porque ponía en su justo lugar el acento en el hecho que “los amerindios de las tierras bajas consideran que la mayoría de las plantas y de los animales tenían una vida interior análoga a la suyo, pero, por otro lado, las plantas y los animales, también espíritus, tenían cuerpo que les daban acceso a mundos particulares” (ibid., 28).

Tal idea vendría a ser desarrollado por el etólogo Jakob von Uezküll: un ser tiene acceso a un mundo que es la extensión de sus órganos. El ejemplo lo tenemos con el mundo de un pez, el cual no es el mismo que el de una mariposa, como el de esta no es la de un leopardo y el del leopardo no es el de un humano, como el de este no es el de un loro o un búho.

La conclusión es que el mundo de cada ser vivo es (y crea), un mundo particular, aparte, si queremos verlo así, que es correspondiente a los órganos que contiene su condición física de ser viviente. Cada ser tiene sus propias capacidades biológicas, y viven en mundos bien específicos, únicos. La genial idea del animismo consiste en que, a pesar de los diversos mundos existentes, las diferentes especies que componen lo que vemos en nuestro hábitat particular, pueden comunicarse entre ellas mismas, gracias a esa vivencia interior idéntica que hemos llamado como alma. Y en eso consiste el animismo. Un concepto que rompe toda la separación que arrastra nuestra concepción epistemológica y común con el entorno vivo en que existimos.

La primea condición para introducirse en la cosmología y en el mundo natural de los estudios etnográficos, en grupos étnicos nativos, es partiendo de la categoría de comparación y emprender una acción de reconocimiento que pudiera decantar en lo que llama Descola comparativismo. En relación con los achuar, refiere, su relación con lo no humano es diametralmente opuesta a la que tenemos nosotros. A partir de la modernidad surge la condición humana de poseer un mundo interior, que alienta capacidades subjetivas y de reflexión. Y en la inmersión de nuestra visión de mundo, aceptamos que estamos gobernados por las leyes de la física, la química y la biología, sin proyectar a los seres no humanos esa condición. Los achuar viven en tanto humanos, pero afirmando que no son para nada singulares por sus cualidades morales, pues plantas y animales los admiten dentro del mismo círculo: todos son humanos con los que se puede entablar comunicación. Aquí está la ruptura nuestra y la de este hombre silvestre amazónico. Se comunican con los seres vivos del entorno, saben cómo hacerlo, comprenden como vincularse. Y lo interesante es que cada ser existente, vegetal o animal, son constitutivos y acceden a mundos singulares, conformando una naturaleza que le es propia. Esta es una oposición importante con nuestra mirada del entorno. Ellos parten de la idea de que todos los humanos pueden observar continuidades y discontinuidades entre ellos mismos y los otros seres que les rodean en relación a las inferencias que hacen de ese mundo interior respecto a las dimensiones físicas. De aquí que Descola desarrollo estas dos concepciones de naturaleza. La animista, que se constituye en la relación comunicacional con los seres del entorno y que cada uno de ellos tienen acceso a un mundo particular en función de los órganos que constituyan su cuerpo. Y la postura naturalistapropia de visión moderna occidental, de la separación de los humanos respecto a los otros seres y sometidos a las leyes universales físicas.

Pero a estas dos formas de relación con el entorno propone dos más que consideran que los seres del mundo están segmentados en bloques, en los cuales están los humanos y los no humanos, y comparten cualidades físicas y morales: el totemismo. Y para ello se vale de las investigaciones del totemismo australiano. Esto se basa en que una clase de determinado grupo humano y no otros, están emparentados con, por ejemplo,  canguros, ballenas, acacias, etc.;  comprenden que poseen ciertas afinidades físicas: son rápidos o lentos, unos más redondeados y otros angulosos, etc. Y el nombre con el que se va a designar el tótem deberá englobar tanto las cualidades morales como físicas que comparte el grupo. Descola considera esta forma como contraintuitiva.

La otra forma sería la inversa a esta. Todo es diferente. En el mundo sólo existen singularidades y por tanto es difícil habitarlo, pensarlo. Ello lleva a buscar en esas singularidades relaciones analógicas, de correspondencia. Se procede a reagrupar una cantidad de elementos variados para ser clasificados de forma clásica. Los ejemplos que nos da es de los nativos del sur de los Estados Unidos y del pensamiento chino, las ideas renacentistas, etc. Donde se agrupan grupos de seres ordenándolos por el color, función, oficio, clase animal, etc. Dando un tipo de orden para moverse dentro de un mundo multidiverso. Es lo que llama el sistema analogista, basado en un pensamiento analógico que es universal, que es utilizado constantemente para conectar singularidades (diversas).

 

IV

Así llega a las cuatro fórmulas que constituyen si interpretación de la naturaleza y la relación con los seres que la habitan: animista, naturalista, totemista y analogista.

Esto lo lleva a programar una ontología estructural presente en su libro de síntesis comparativa, Más allá de naturaleza y cultura (2010). La inserción del concepto de ontología se diferencia de su uso filosófico clásico. Se utiliza en el mundo de la antropología como sinónimo de cultura. En principio su uso en este campo no es para designar a una cosa sustantiva, su constitución en tanto sustancia y forma, sino para un nivel de análisis.  En este uso del concepto tiene la función de evidenciar la necesidad de interesarse por las realidades a estudiar antes de ser constituidas y conformadas dichas realidades por y en instituciones, que siempre están teñidas en su análisis por los conceptos propios del mundo occidental: eurocéntrico. Sus palabras: La ontología refiere a lo que es. Es el mobiliario del mundo. Y por su mirada antropológica el mobiliario del mundo es variado, multiforme. Y en ese nivel elemental es lo que nos va a llamar y concentrar nuestra atención, lo que nos lleva a constituir mundos singulares que varían según las formas de socialización que hemos heredado.

El ejemplo surge de las ciencias sociales, en la que todas usan el concepto de sociedad. Un concepto que tiene un devenir evolutivo a partir del siglo XVII en adelante y cristalizado con la filosofía de la Ilustración, la cual asocia a los humanos con pactar libremente para auto-organizarse, cohesionarse en grupo de sobrevivencia ante las fuerzas externas a ellos que quieren someterlos. Tal contractualismo civil no es el practicado por los achuar, los aborígenes australianos, los chinos y otras civilizaciones.  Pues dentro de las relaciones que constituyen a estos grupos humanos hay asociaciones con lo no humano importantes, pues estos no humanos también se agrupan, se asocian también en sociedades y el concepto de sociedad occidental vendrá a ser reduccionista al respecto: un solo concepto de sociedad particular, y es la que, implementado de manera reflexiva, para concebirnos a nosotros mismos (ibid., 36).

Define el uso de la ontología como la de un movimiento antepredicativo.  Es el que se crea para adentrarse en algo antes de ser sometido y envestido de institucionalidad. De instituciones que fundan estudios en tanto resultados de los procesos de inferencia que insertan las condiciones por los modos de socialización, por elecciones - ontológicas si se quiere – de base, como fundamento inamovible. Hablar de ontología en el campo de la antropología vendrá a proveer un modo de higiene conceptual, que sería deslastrarse del eurocentrismo o antropocentrismo conceptual tradicional (pero sin embargo sigue dentro del eurocentrismo al utilizar un concepto clásico de la filosofía, el ser y el ente…), despojarnos de los conceptos utilizados comúnmente por las ciencias sociales. Su busca ir, y establecer, un nivel más elemental de constitución de la vida colectiva. Una mirada más aséptica. Su fin: no se va a prejuzgar la identidad de las entidades que componen el mundo en el que vivimos (ibid., 37).

Es la construcción de un esquema ontológico para el estudio temprano de la constitución de determinadas sociedades. Un esquema ontológico, en sentido clásico (Kant, Piaget), es un dispositivo para filtrar la realidad, en cómo está organizada cierta sociedad, pudiendo sólo observar los efectos. ¿Cuáles son tales efectos? En el animismo, si bien se recurra a una especie de resonancia magnética y se ponga a los achuar en un escáner, nunca se podrá aparecer un esquema. La psicología cognitiva afirma que el esquema es un instrumento indispensable para movilizar económicamente conocimientos variados (ibid., 38).


“¿Cómo funcionaría en el caso del animismo? Un niño escucha todos los días o casi todos los días historias que cuentan los adultos. Muchas de estas historias tratan de los espíritus: “Estuve en un lugar, escuché un ruido raro y como no veía nada y estaba en la orilla del río, se trataba probablemente de un espíritu de las aguas. Era seguramente Sunui”. Y sigue. Todos los días, el niño escucha esta historia. Es lo que se llama saber condescendiente, es decir, ser condescendiente respecto de lo que te enseñan. Cuando este niño o esta niña se encuentre, a su vez, en una situación en la que vea o escuche algo un poco fuera de lo común, automáticamente, su interpretación será la misma. Es decir que, en realidad, el animal que lo mira, en lugar de huir, no es un animal normal, sino que se trata de un animal cuya alma fue lacerada por los humanos, que tal vez quiere vengarse, etc. Así, este tipo de interpretación se va a presentar de manera totalmente espontánea. Y nosotros mismos podemos hacer inferencias animistas cuando nuestra computadora o la cámara de televisión deja de funcionar: prácticamente, vamos a inferir o a imputarle a estos objetos una cierta maldad voluntaria. Esto no sorprende en absoluto”(ídem).

 

De esta manera un esquema se convierte en un modo de identificación al inhibirse otras formas de inferencia o resultados. Si se dice que ciertas plantas o animales tienen almas, viven en sociedad, realizan todo tipo de acciones, puede que lo miren de forma extraña los demás. Podemos aceptarlo para los aborígenes, pero no para los civilizados. Y eso se debe a que tal tipo de inferencia han sido completamente eliminadas en nuestros saberes ¿científicos?, y eso se hace de forma absoluta, inconsciente y espontáneamente.  No se sistematiza, no se le da dimensión pública. Tales inferencias surgen de nuestras capacidades que poseemos, y al socializar cortamos las vías de inferencia que no remiten al estándar consensuado, se ven extrañas para el marco cultural aceptado por la sociedad que nos educó.

 

V

Como conclusiones sobre el trabajo etno-antropológico de Philippe Descola, descrito en ensayo, permite realizar ciertas conjeturas sobre las profundas conexiones entre la antropología y la etnografía, y cómo estas disciplinas se complementan para comprender las diversas formas de vida humana. La etnografía, basada en la inmersión prolongada y el contacto directo con las comunidades, proporciona un acceso privilegiado a las experiencias de vida que, posteriormente, la antropología analiza para formular hipótesis más amplias sobre la condición humana. Este enfoque metodológico es clave para superar visiones reduccionistas y acercarse a las complejidades culturales y sociales de los grupos estudiados.

En su trabajo con los achuar, Descola cuestiona la perspectiva tradicional del determinismo ambiental, la cual sostiene que el entorno físico determina las instituciones y prácticas culturales de una sociedad. En cambio, demuestra que los achuar han desarrollado estrategias, tecnologías y formas de organización social que trascienden las limitaciones ambientales, evidenciando que las relaciones entre los seres humanos y su entorno son mucho más dinámicas y complejas de lo que el determinismo sugiere. Este hallazgo no solo desafía las teorías antropológicas tradicionales, sino que también abre nuevas vías para comprender cómo las sociedades humanas interactúan con su entorno natural.

Un aspecto central de la investigación de Descola es su análisis del animismo como una forma de relación entre humanos y no humanos. Para los achuar, plantas y animales no son simplemente recursos materiales, sino seres vivos con alma, capaces de comunicación y agencia. Esta visión rompe con la dualidad occidental entre naturaleza y cultura, mostrando una cosmovisión en la que todos los seres vivos están interconectados. Los sueños y los cantos mágicos, por ejemplo, son herramientas fundamentales para los achuar, no solo como formas de comunicación con los seres del entorno, sino también como expresiones de su vínculo espiritual y práctico con la naturaleza.

Descola propone una categorización ontológica que incluye cuatro formas de entender las relaciones entre humanos y su entorno: animismo, naturalismo, totemismo y analogismo. Estas categorías permiten analizar las distintas maneras en que las culturas conceptualizan su lugar en el mundo y sus interacciones con otros seres. En particular, el animismo de los achuar ofrece una alternativa radical al naturalismo occidental, al considerar que todos los seres vivos comparten una vida interior y pueden establecer relaciones significativas entre sí.

Finalmente, el ensayo resalta la importancia de adoptar un enfoque ontológico en la antropología, que permita despojarse de prejuicios eurocéntricos y explorar las realidades sociales y culturales desde una perspectiva más abierta y plural. Este enfoque no solo facilita una comprensión más profunda de las sociedades estudiadas, sino que también invita a cuestionar las categorías y supuestos que dominan el pensamiento occidental. En última instancia, el trabajo de Descola nos lleva a reconsiderar nuestras propias concepciones sobre la naturaleza, la cultura y las relaciones humanas, abriendo el camino hacia una antropología más inclusiva y reflexiva.

 

Bibliografía

Descola, Philippe. (2010). Más allá de naturaleza y cultura. México: Fondo de Cultura Económica.

Descola, Philippe. (2013). Las lanzas del crepúsculo: Relaciones jíbaras entre naturaleza y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.

Descola, Philippe. (2017). Lo que hace posible la antropología. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Descola, Philippe. (2021). Naturaleza y Cultura: Ensayos de antropología. México: Fondo de Cultura Económica.

Descola, Philippe & Tola, Florencia. (2020). ¿Qué es naturaleza?  Buenos Aires: Ediciones del Signo.

 

martes, 1 de abril de 2025

 


Sobre Marshall McLuhan y la música.

De la mecanización de la música al rock

David De los Reyes

 


Marshall McLuhan


Introducción: de la mecanización de la música

En el marco de su análisis sobre el retorno al mundo acústico, Marshall McLuhan otorga un lugar destacado a la música como un medio cultural y sensorial que refleja y amplifica las transformaciones de la sociedad contemporánea. Particularmente, la música rock, con su carácter envolvente y tribal, se convierte en un símbolo de la transición del paradigma visual, lineal e individualista hacia un entorno acústico, simultáneo y grupal. Para McLuhan, la música no es simplemente un arte o una forma de entretenimiento, sino un medio que moldea nuestra percepción y nuestras relaciones, actuando como un espejo de los cambios sensoriales y sociales que atraviesa nuestra civilización.

Respecto a comparar la música electrónica con una orquesta nos dice:

“En comparación con las antiguas máquinas, es la diferencia entre el oboe en la orquesta y el mismo sonido en un instrumento de música electrónico, con el que se pueden generar todos los sonidos en cualquier intensidad y duración. Cabe tomar nota de que la antigua orquesta sinfónica era una máquina compuesta de instrumentos separados que causaba un efecto de unidad orgánica. Con el instrumento electrónico, se empieza con la unidad orgánica como realidad inmediata de perfecta sincronización. Por ello, es vano el intento de causar dicho efecto de unidad orgánica; la música electrónica ha de buscarse otros objetivos[1].

Lo que notamos en esta observación es que hay un cambio entre la escucha de una obra sinfónica para orquesta, donde un conjunto diverso de instrumentos tiene la particularidad de constituirse como una unidad orgánica sonora a través de la interpretación en su conjunto. La máquina de la música electrónica tiene como condición en aparecer como una unidad orgánica sonora desde su comienzo. Y ese no debe ser su objetivo primordial sino, sobre todo, el de construir un ambiente sonoro envolvente desde un principio.

Una referencia que es importante para el McLuhan de su texto El medio es el masaje, es el compositor experimental estadounidense John Cage y su actitud ante el arte musical. Comparte, con el canadiense, la importancia de la experiencia del humor, de la risa en esta etapa cultural de los fenómenos mediáticos. Cage considera que todo sonido debe ser imparcial. Hay que aceptar el sonido como sonido sin más. No somete a la música como la constitución de una ilusión a través de ideas de orden o expresiones de sentimientos y del resto del paquete tradicional estético cultural que se ha heredado. En su propuesta de composición el mejor propósito es no tener ninguno. Esto aspira a que tengamos una identidad similar con el espíritu armónico de la naturaleza, con su modo de operar, que representa obrar sin aspirar a tener un fin determinado de antemano: sólo obrar, ser devenir. Para Cage, lo ha dicho reiteradamente, que todo lo que hacemos es música. Todo lo que hacemos tiene un espectro sonoro que puede tomarse y tornarse, conscientemente, como música. El sentido de ser compositor, para este músico, se estampa sobre la idea de defender, transferir y difundir la alegría[2].

Establece, nuestro pensador de los medios, un vínculo con la aparición del fonógrafo con la canción y el baile, que compara similar a lo sucedido entre el telégrafo y el teléfono. Así que, con las primeras impresiones de las partituras impresas en el siglo XVI, se inició un distanciamiento entre palabra y música. Aparece la opción para el reconocimiento de virtuosos instrumentistas que buscan presentarse independientemente de la voz y sus instrumentos acompañantes. Esto dará entrada a los desarrollos musicales de obras para virtuosos del siglo XVIII y XIX. La impresión de partituras sufre la fragmentación y especialización en las artes, que vendrá a dar grandes resultados en la industria militar por la ciencia y para la empresa militar. Como las grandes iniciativas de cooperación entre el periodismo (cultural) y las orquestas sinfónicas. [3]

Otro aspecto que da cuenta es la aparición de los elepés y su efecto transformador de la percepción y experimentación del arte musical. Con ellos la alta fidelidad y la estereofonía dará, de un golpe, un cambio a la escucha y a la participación, a través de un enfoque de profundidad de la experiencia musical. Con estas opciones de escucha musical, advirtió que las personas perdieron sus inhibiciones respecto al culto, a la música formal o clásica, volviéndose loca por la música y la cultura populares. Este sentido, que llama de profundidad, lo define como un interés que se despierta por los asuntos más grandes. Profundidad aquí significa en interrelación, no aisladamente. Profundidad quiere decir penetración, no punto de vista; y la penetración es una especie de implicación mental en virtud de la cual el contenido de un artículo parece del todo secundario. La conciencia misma es un proceso inclusivo que no depende del contenido[4]. Y con el tocadiscos y el elepé se amplio el repertorio de la música clásica, introduciendo toda una cultura musical en muchísimos países y épocas.  Sin este dispositivo musical del siglo XX, lo que conocemos por tango, jazz, ragtime, boleros u otros hubieran tenido ritmos diferentes a cómo los conocemos hoy.

Esta mecanización de la música también hizo ampliar las opciones de compositores y la escucha de distintos periodos de la música. Nos doto de un espectro donde cabía toda la música de cualquier siglo, del siglo XVI, al lado de la música del siglo XIX o cualquier otro; colocando músicas exóticas del oriente al lado de rancheras mexicanas. Rompiendo las jerarquías de los estilos y de las obras en su mercantilización. La cultura musical que se inició con la aparición de estos dispositivos nos dio la opción de que al escuchar autores medievales como Perotinus o Dufay encontrarse muy cerca de las obras de Stravinsky o de Bartok. Considera que en nuestro tiempo se ha revertido lo que había comenzado en el siglo XVI con la música, la separación entre canto e instrumentos musicales, donde se les dieron funciones especializadas[5]. El auge del jazz comenzó después de la primera guerra mundial, en los años veinte del siglo pasado. Siendo una reacción popular a la refinada riqueza y sutilidad orquestal del período Debussy- Delius. El jazz lo concibe como un punto medio entre la música culta y la música popular, advirtiendo que los ritmos de los poemas de Elliot están inspirados en la tonalidad del jazz[6]. El origen de la palabra jazz lo refiere al francés jaser, que es parlotear, es decir, una especie de diálogos entre músicos, tanto consigo mismos como con los que bailan. Y rompió, con la síncopa, el destiempo, los cambios armónicos directos sin preparación, el ritmo homogéneo y repetitivo del uniforme y marcial vals.

Aunque el vals en los tiempos de Napoleón también sería todo un destape respecto al baile y a los movimientos de la pareja. Como dice McLuhan: fue acogida como una bárbara realización del sueño de Rousseau del buen salvaje. Era una nueva forma musical naciente de la edad mecánica. Al comenzar a tomarse del brazo y tomar la cintura de la dama se rompió el antiguo e impersonal patrón cortesano de las cuadrillas. Los valseadores realizaron movimientos mecánicos, precisos y marciales. Y, como bien observa meticulosamente el ojo del canadiense, para que el  vals pueda tener todo un sentido, son necesarios los uniformes militares[7]Y esto fue consustancial con los ejércitos de ciudadanos de Napoleón, lo cual implicaba un sentido de libertad individual, pero manteniendo la deferencia jerárquica y de clase. Todos estarían iguales con sus uniformes, obteniendo la vía libre para moverse por toda la sala.

Con el ragtime y con el jazz se anunció la llegada de otros nuevos salvajes que meneaban el trasero. Indignados en caer en el repetitivo vals, la música en torno al jazz la considera como una ruptura con el mecanismo de dirección discontinuo, participativo, espontáneo e improvisado. Y como advertía los mismos músicos de jazz respecto a las grabaciones: es un tópico entre músicos de jazz que el jazz grabado está tan rancio como el periódico de ayer[8]El jazz requiere la espontaneidad del conversador, dependiendo del repertorio disponible. Donde interpretar es, a la vez, componer. Asegurando así el alargamiento de la participación entre músicos y bailarines. Scott Joplin advirtió que la improvisación en las orquestas de jazz y de ragtime se debió para alargar los temas musicales más de la duración de sus partes. Llevando a los músicos a componer variaciones del tema a tiempo real y satisfaciendo a los bailarines con la ampliación del gozo del movimiento continuo. Y advierte que, al vivir en la época de la electricidad o post-alfabética, el músico de jazz utiliza todas las técnicas que se presentaron en la poesía oral. Lo que hace que no sea contradictorio en nuestro siglo XXI también, pues estamos plenamente identificados como modos orales más que formales y tipográficos[9]

 

 El rock como retorno a la oralidad y la experiencia tribal

En su análisis de la música rock, McLuhan identifica un fenómeno que va más allá de lo meramente estético o generacional. El rock, podemos advertir con su énfasis en el ritmo, la repetición y la resonancia, representa un retorno a la oralidad y a las formas de comunicación prealfabéticas. En Comprender los medios de comunicación, McLuhan escribe: "La música rock no es simplemente un género musical, sino una forma de educación acústica que conecta a los individuos en una experiencia colectiva, tribal y sensorial"[10]. Este retorno a lo tribal, según McLuhan, es una respuesta directa a las tecnologías eléctricas, que han erosionado las estructuras lineales y privadas del mundo visual.

El rock, al igual que otros fenómenos culturales contemporáneos, desafía las nociones tradicionales de individualidad y autoría. En lugar de centrarse en melodías lineales o narrativas musicales, el rock se construye sobre patrones rítmicos repetitivos que apelan al cuerpo y a la experiencia comunitaria. Este énfasis en el ritmo y la resonancia no solo refleja un cambio sensorial, sino también una transformación en los valores culturales. Como señala McLuhan: "El rock no cuenta historias; crea ambientes. Es un medio que no busca informar, sino involucrar, sumergir y transformar a sus oyentes"[11].

El carácter tribal del rock también se manifiesta en su capacidad para generar comunidades y movimientos sociales. Desde los festivales masivos como Woodstock hasta las subculturas urbanas que se han formado en torno a géneros específicos, el rock ha actuado como un catalizador para la creación de identidades colectivas. Sin embargo, McLuhan advierte que este retorno al tribalismo no está exento de riesgos. En su visión, la erosión de la alfabetización y la responsabilidad individual podría dar lugar a un "grupalismo" acrítico, donde la identidad personal se diluye en un mandato colectivo.

 

La música contemporánea como reflejo de la simultaneidad acústica

Más allá del rock, McLuhan observa que la música contemporánea en general ha experimentado un cambio radical en su estructura y función. En el mundo visual, la música estaba dominada por la melodía, que seguía una lógica lineal similar a la del alfabeto fonético. Sin embargo, en el mundo acústico, la música se fragmenta en armonías, texturas y ritmos que apelan a una experiencia multisensorial. Este cambio refleja la transición de una percepción lineal y secuencial a una percepción simultánea y envolvente. En palabras de McLuhan: "La música contemporánea no busca una progresión lógica, sino una inmersión sensorial. Es un medio que nos lleva a experimentar el tiempo y el espacio de una manera completamente nueva"[12].

Un ejemplo destacado de esta transformación es el auge de la música electrónica, que utiliza tecnologías digitales para crear paisajes sonoros complejos y envolventes. En lugar de seguir una narrativa musical tradicional, la música electrónica se construye como un entorno acústico que invita a los oyentes a participar activamente en su interpretación. Este enfoque refleja lo que McLuhan llama "la simultaneidad del mundo acústico", donde los eventos no se suceden en una línea temporal, sino que ocurren todos a la vez, creando una experiencia inmersiva y multisensorial.

Asimismo, McLuhan observa que la música contemporánea, al igual que otros medios eléctricos, ha borrado las distinciones tradicionales entre el creador y el receptor. En el mundo acústico, los oyentes no son meros consumidores pasivos, sino participantes activos que co-crean el significado de la música. Este fenómeno se puede observar en la cultura del remix y el sampling, donde los artistas reutilizan y recontextualizan fragmentos de música preexistente para crear nuevas obras. Para McLuhan, este enfoque refleja una sensibilidad acústica que privilegia la conexión y la interacción sobre la originalidad y la autoría individual.

 

La música como medio educativo y transformador

Otro aspecto crucial del análisis de McLuhan es el papel de la música como una forma de educación en la era eléctrica. En su conferencia de 1974, McLuhan advierte que la música rock y otros géneros contemporáneos están desafiando los sistemas educativos tradicionales, que se basan en la alfabetización y el pensamiento lineal. En su lugar, la música actúa como un medio educativo oral que transmite valores, emociones e ideas a través de la experiencia sensorial y colectiva. En La galaxia Gutenberg, McLuhan escribe: "La música es un medio que educa no a través de palabras o conceptos, sino a través de la resonancia y la participación. Es una forma de conocimiento que no se puede separar de la experiencia"[13].

Sin embargo, McLuhan también advierte sobre las posibles implicaciones de este cambio. Si bien la música puede ser una herramienta poderosa para conectar a las personas y fomentar la creatividad, también puede contribuir a la fragmentación de la atención y la superficialidad en un mundo dominado por la simultaneidad acústica. En este sentido, McLuhan nos invita a reflexionar sobre cómo podemos equilibrar las oportunidades y los desafíos que plantea la música en la era eléctrica.

 

Conclusión: La música como espejo de la transformación sensorial

En el pensamiento de McLuhan, la música no es simplemente un arte o un entretenimiento, sino un medio que refleja y amplifica las transformaciones sensoriales y culturales de nuestra época. Desde el tribalismo del rock hasta la simultaneidad de la música electrónica, la evolución de la música contemporánea nos ofrece una ventana única para comprender el paso del mundo visual al mundo acústico. Este cambio, como señala McLuhan, no es simplemente estético, sino profundamente filosófico, pues redefine nuestra relación con el tiempo, el espacio y la comunidad.

La música, en su esencia, nos recuerda que el medio es el mensaje. En su capacidad para envolvernos, conmovernos y conectarnos, la música nos muestra cómo los medios moldean no solo lo que percibimos, sino también quiénes somos. En última instancia, la reflexión de McLuhan sobre la música nos invita a escuchar más allá de las notas y los ritmos, y a reconocer las resonancias más profundas de un mundo que está siendo transformado por las tecnologías eléctricas y ahora las digitales.

 

Bibliografía:

McLuhan, M.: La Galaxia Gutenberg1ra edición en ingles 1962. Obtenido en Lectulandia.com Visitado el 17 de febrero de 2025

McLuhan, M. y Fiore, Q.: El Medio es el masaje. Ed. Paidos, Argentina, 1967. 



[1] McLuhan, M. Para comprender los medios de comunicación. Paidos, Argentina, p.372. Bajado del portal Lectulandia.com. el 17 de febrero 2025. 

[2] McLuhan, M y Fiore Q.: El Medio es el Masaje. Paidos, Argentina, 1967. P.60

[3] “El vínculo entre el fonógrafo y la canción y el baile no es menos profundo que su primera relación con el telégrafo y el teléfono. Con la primera impresión de partituras en el siglo XVI, se distanciaron la palabra y la música. El virtuosismo independiente de la voz y de los instrumentos formó la base de los grandes desarrollos musicales de los siglos XVIII y XIX. Parecida fragmentación y especialización en las artes y las ciencias brindaron gigantescos resultados en la industria y en la empresa militar, y en las grandes iniciativas cooperativas como los periódicos o las orquestas sinfónicas”. McLuhan, M. Comprender los medios de comunicación. Ed. Paidos. Argentina, p.225.

[4] Ibid. 226.

[5] Ibid. 263.

[6] Ibid. 223.

[7] Ibid. 224

[8] Ibid.

[9] McLuhanm M.: La Galaxia Gutenberg1ra edición en ingles 1962. Obtenido en Lectulandia.com Visitado el 17 de febrero de 2025

[10] McLuhan, Marshall. Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano. Ediciones Paidós, 1996, p. 111.

[11] Ibid., p. 123. 

[12] Ibid., p. 134. 

[13] McLuhan, Marshall. La galaxia Gutenberg: Génesis del hombre tipográfico. Ediciones Paidós, 1996, p. 89