jueves, 7 de diciembre de 2023

                    

                     

Sobre ciertas prácticas 

de la alegría ante la muerte[1]

Amalina Bomnin

 



Cuando escribo (con excepción de los artículos científicos) siempre uso la tipografía constantia. Este texto ha sido escrito con dicha letra. Su diseño es propiedad de John Hudson[1], quien la registró en 2003 para Microsoft. Quizá me llama la atención porque es una tipografía “romana muy hermosa y elegante, con un cierto toque caligráfico, mucho más visible en la versión itálica”. ¿Será por aquello de que los romanos fueron esa civilización que amaba a los extranjeros y propiciaba que éstos se incorporaran a la construcción de lo que sería uno de los más grandes imperios? Quizás sea porque fueron también las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, con su arte erótico, quienes provocaran la creación del Gabinete Secreto allá por 1819. Además, la inevitable asociación de Constantia con lo que perdura, trasciende, y se propaga me acerca a la razón de ser de una institución de enseñanza artística que, por tratarse de un país como Ecuador, ha conllevado diversos desafíos y ninguno de ellos puede ser considerado nimio.

Llegar de la Perla del Caribe a los 38 años, arribar a una ciudad portuaria a la que Humboldt le había atribuido en frase célebre el cierre cartográfico del Caribe, lo cual no era ni histórica ni simbólicamente comprobable, por motivos que no me detendré a explicarles ahora, era iniciar de cero a punto de cumplir 40 años de edad. Mujer, sin más familia que mi pareja, dos mudas de ropa en mi equipaje, y con ideas cuestionadoras sobre el régimen en la isla, era carne de cañón en contexto de exilio.  El caso es que después de vivir casi cuatro décadas en Cuba, país al que no pocos sueñan visitar, me enfrentaba a un lugar desconocido que me permitía la entrada legal sin necesidad de solicitud de visa. Llegaba a tierras de libertad; aunque también me habían advertido “cuídate de las falsas libertades”; pero lo cierto es que veía a los cuerpos en las calles reclamando sus derechos. Eso ya era bastante para el vacío ciudadano al que estaba acostumbrada.

Cuatro años después de conocer las lides pedagógicas como docente en Universidad de Especialidades Espíritu Santo, institución privada, donde sólo podían estudiar jóvenes con altos estatus económicos, me dije: “Ahí trabajaré, en Universidad de las Artes”. Me entrevisté con Diego Almeida, quien fungía como Gerente del Proyecto Educativo Universidad de las Artes en aquel entonces, cuando aún pululaban el cemento, la arena y las piedras en este Pasaje de Illingworth. Salí dando saltos de alegría cuando me dijo que agradecían la entrega de mi hoja de vida y que pronto se comunicarían conmigo para iniciar los preparativos de las clases. En unos días estaba volando a la capital para recibir, junto a un grupo de profesores de varias ciudades del país, una capacitación intensiva de unas cinco horas en el transcurso de un día. A la semana siguiente, mediados de marzo 2014, estábamos en las aulas dictando las primeras clases de la Nivelación Emblemática, después que Rafael Correa, en junio 2013, hubiera inaugurado públicamente el proyecto. Me sentía Flash en versión femenina latina remasterizada y sin miedo al éxito. De aquel grupo pionero sólo permanecemos Andrés y yo. Existe, al menos, una razón, que nos ha permitido continuar, sin lanzar los guantes. Hay un denominador común entre ambos. Les dejo de tarea para la próxima clase averiguar cuál es.

Desde la nivelación comenzamos a trabajar con performances colectivos “El verdadero capital”, “26 son más que una”, y donde los estudiantes me sorprendían con trabajos que incluían lo sonoro a través del uso de su propio cuerpo y desde soportes cinematográficos, sin que como curadora tuviera mayores señalamientos que hacerles, más allá de cuestiones referentes al montaje y ubicación de las piezas. Esta etapa difícil por las maneras en que los docentes debíamos lidiar con una infraestructura que aún no se configuraba como educativo-pedagógica sino como gerencia fue más llevadera gracias al rol de Alma Cevallos, un ángel que fue parte de Senescyt por aquel entonces y defendía a capa y espada la razón de ser de la institución de enseñanza artística por encima de cualquier arbitrariedad burocrática.

En 2015 comienza a sesionar la Comisión Gestora con la dirección de Ramiro Noriega. Su labor logró fomentar una comprensión acerca de la inexorable necesidad de formar a los estudiantes desde análisis teóricos, filosóficos, estéticos, económicos y políticos. El reconocimiento de su lugar en el espacio público, las demandas que han embargado al país para alcanzar reformas constitucionales, las luchas del movimiento obrero, indígena, de las mujeres, los derechos de los infancias, la reivindicación de los grupos vulnerables o marginados, la inexcusable tendencia a tratamientos sociales mediados por el racismo, el sexismo o la clase social como problemáticas álgidas que deben ocupar al accionar artístico, más allá, incluso, de la propia producción de objetos para galería o museo, fueron debate y acción constante en su paso por la institución. Asimismo, durante su desempeño, se garantizó la recuperación de varios edificios patrimoniales que hoy conforman el campus universitario.

¿Me pregunto que serán diez años construyendo conocimiento para un joven millennial? ¿Qué opina una artista-ejecutiva si su hija tuviera una pareja interracial teniendo en cuenta sus intereses de clase? También para eso se construye una universidad de las artes donde se puede estimular el libre albedrío, pensar en desarrollar un hogar sin dogmas católicos o evangélicos y aún así se pueda respirar alegría. Hay muchas maneras de hacer universidad, pero inevitablemente tendrá que ser desde el sentido crítico, y hacia el fomento de la práctica de la alegría ante la muerte[2]como mencionara BatailleCito a Federici al respecto:


El capitalismo nació con el fin de apartar a la gente de la tierra y su primera tarea fue independizar el trabajo de las estaciones y prolongar la jornada laboral más allá del límite de nuestras fuerzas. Por lo general, destacamos el aspecto económico de ese proceso, la dependencia económica de las relaciones monetarias que ha creado el capitalismo y su papel en la formación del proletariado asalariado. Sin embargo, no siempre hemos visto lo que ha implicado para nuestro cuerpo estar apartado de la tierra, cómo se lo ha pauperizado y cómo se le han arrebatado los poderes que los pueblos precapitalistas le atribuían.[3]


 Si la universidad pública ha sido un derecho para todos, y ese derecho se ha engrosado con la creación de la Universidad de las Artes, para mí ha sido un desafío y un honor -no por el acto servil de agenciarme prebendas-, sino por la responsabilidad que entraña pertenecer a un proyecto que puede brindarle a muchos jóvenes el derecho a construir un futuro mejor. No estoy muy segura que pueda lograrse desde lo no-humano, pero seguro que inevitablemente podrán lograrlo en la medida que se lo propongan. Concluyo con una frase martiana: ¿Qué es el arte, sino el modo más corto de llegar al triunfo de la verdad, y de ponerla a la vez, de manera que perdure y centellee en las mentes, y en los corazones? Los que desdeñan el arte son hombres de Estado a medias”.

 

¡Gracias!

 

 Amalina Bomnin Hernández

Guayaquil, 6 de diciembre 2023

 



[1] Constantia. John Hudson (2003), https://letrag.com/es/tipografia/240/

[2] Bataille, Op.Cit.

[3] Federici, Silvia (2022) Ir más allá de la piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo, Buenos Aires: Edición Tinta Limón.

[1] Bataille, George (2008). La conjuración sagrada. 2da edición, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 253-261.

[2] Constantia. John Hudson (2003), https://letrag.com/es/tipografia/240/

 [3] Bataille, Op.Cit.

[4] Federici, Silvia (2022) Ir más allá de la piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo, Buenos Aires: Edición Tinta Limón.

viernes, 1 de diciembre de 2023

  

En torno al libro: 

Una propuesta de aproximación crítica al arte actual 

de Juan Francisco Benavides

David De los Reyes






                                                                                El arte debe ser tan bello como el encuentro fortuito 

entre un paraguas y una máquina de coser

sobre una mesa de disecciones”

El Conde de LAUTREAMONT



Es para mí un gusto presentar el libro Una propuesta de aproximación crítica al arte actual (Editorial Académica Española, 2018), de nuestro colega docente, artista y amigo Juan Francisco Benavides. En sus páginas nos sumergimos en un análisis e interpretación hermenéutica profunda y reveladora de la escena artística de las tendencias más relevantes de nuestro siglo. A través de una aguda perspicacia y un vasto conocimiento del arte, Benavides nos invita a recorrer, junto a sus complejidades, las expresiones más radicales, conceptuales de diversos artistas junto a sus obras, creaciones que poseen un sentido polémico, complejo, problemático y experiencial. Los convocados para mostrar el manejo hermenéutico crítico de su aproximación son Max Aguilera, Ron Athey, Damien Hirst, Andrés Serrano, Teresa Margolles y Joel Peter Witkin. De estos creadores, el discurso crítico de Benavides vendrá a desentrañar sus códigos, sus intenciones, sus propuestas, sus tendencias y las narrativas que están aparentemente ocultos en sus obras. Irá conformando un paisaje artístico propio del llamado arte corporal, presentando una mirada aguda y reveladora que viene a desafiar nuestras percepciones preestablecidas. Es retomar el sentido de la aletheia según Heidegger, de develar lo oculto incrustado en cada una de estas obras, cargadas de vertiginosos signos, contrastes de luz y sombras, riesgos y, sobre todo, una posición netamente conceptual del arte. La idea priva por encima de lo que se muestra en tanto obra material. Propuestas que, como sabemos, cuestionan cualquier parámetro tradicional de la creación y se posan en una transgresión que ataca a las estructuras de las instituciones del arte. Todo ello sin ser indiferentes ante los espectadores que, en muchos casos, reconocen la imposibilidad de adentrarse en los sentidos y significados de estos eventos artísticos.

En un primer momento, el texto procura despertar la reflexión en cómo nuestra propia mirada, tanto de la obra como de nosotros junto al objeto artístico, refirieren a las formas tradicionales de analizar las creaciones artísticas. Aborda enfoques que van del común visibilismo, la iconografía, la iconología, la semiótica, hasta recaer en una proposición gadameriana de una posible hermenéutica de la imagen y del arte. Ello sin olvidar la necesidad de atender a la composición estructural y su significado, junto a los procesos biográficos de los creadores en cuestión.

No menos importante, en esta triada creador-obra-espectador, resulta intentar pensar el punto de vista, su perspectiva existencial y personal, su carga cultural e histórica para el acercamiento sensible e interpretativo de las obras por él escogidas. Lo cual difiere de espectador a espectador, o en palabras deleuzianas, de perceptor a perceptor. Los sentidos que se entregan en esa experiencia personal son diversos, múltiples por las variables de nuestra formación y sensibilidad individual. Así se va decantando a una posible y compleja construcción de sentido, que requiere una apropiación de conocimientos más allá de lo personal, adentrándose en campos humanísticos, sociológicos, culturales, filosóficos y estéticos para acercarse a estas propuestas artísticas.

No menos importante para Benavides es la reflexión que nos ofrece sobre el fundamento esencial de todas las obras que analiza. Me refiero al interés de la recuperación del cuerpo como tema del arte en el mundo actual, según sus propias palabras.  Es el punto en común que tienen todos los artistas seleccionados, pues cada uno de ellos, bien por diferentes ángulos, posturas, visiones de mundo, obsesiones y traumas personales tratan al cuerpo desde diferentes perspectivas y dimensiones. Consideran que la presencia de lo corpóreo humano-animal viene a despertar una simbolización única en todas las obras actuales, en especial construyendo una ruptura de las imágenes corporales de belleza, citando la presencia de lo Otro, es decir, lo anormal, lo deforme, lo monstruoso, lo diferente, lo anoréxico, lo transexual, lo cadavérico, etc. Para esta selección de creadores, el cuerpo es el lugar de la transgresión social, la apropiación de los cuerpos, siendo la estructura individual del ser, el lugar límite entre lo público y lo privado, entre lo normal y lo normalizado, entre lo que somos y lo que sabemos. Recurren a conceptualizaciones que rondan como categorías del cuerpo: cuerpo histórico, cuerpo mecánico, cuerpo ciborg, cuerpo dual, cárcel del alma, cuerpo mercancía, cuerpo violado, cuerpo explotado, cuerpo cadáver y finalmente, cuerpo que se difumina, que se vuelve concepto, energía, vacío, sexo, dolor, placer, todo y nada.








Entre los artistas que aborda Benavides en su particular y original reflexión, los iremos conociendo por sus palabras, sus búsquedas y sus sentidos existenciales en el arte. De esta manera Max Aguilera es un reconocido artista de la fotografía que se adentra con su lente al enfoque de la anatomía humana y el ser ante la muerte. Logra registrar de forma descarnada en sus reveladoras fotografías el mundo de la medicina forense y de la cirugía. Aguilera es, además, médico. Nos dice: Estoy interesado en explorar el mundo de la medicina desde el punto de vista del arte.




Ron Athey, es ampliamente reconocido por su arte escénico provocativo y subversivo, inspirado en el francés Antonin Artaud y su teoría del "Teatro de la Crueldad", que abogaba por una forma de dramatización que impactará directamente en los sentidos y las emociones del público. Es lo que aspira Athey al presentarse en escena. Siempre en una constante exploración de temas relacionados con el cuerpo, el género y la sexualidad en sus más extremos límites de la acción performativa. Ha dicho que para él el arte está siempre en una intersección con el mundo real y la política.






Otro controversial artista, por sus creaciones conceptuales y físicas, es el inglés Damien Hirst, para quien el arte conceptual y su enfoque de la muerte, la vida y la brevedad de la existencia son intuiciones y reflexiones, materializadas en el manejo taxidérmico de animales y de objetos inusuales en su obra. Su propia intuición creadora se manifiesta en esta afirmación: el arte no está muerto, pero va a tener que cambiar, de la misma forma que todo lo demás.



Andrés Serrano, otro de los reconocidos fotógrafos provocativos del arte actual, nos induce a explorar los temas de la identidad, religión y la sexualidad, utilizando para ello impactantes y escatológicas imágenes. Ellas reafirman su obsesión de llevar las cosas al extremo, a menudo utilizando imágenes controvertidas y polémicas.





La mexicana Teresa Margolles es reconocida por abordar su arte temas de violencia, muerte, desigualdad social, utilizando elementos en apariencia sencillos en su materialidad, pero contundentes en el sentido que toman bajo sus propuestas. Los elementos utilizados en sus instalaciones son agua, tierra y restos humanos. La citamos textualmente: Me gusta llevar las cosas al extremo, desafiar y perturbar a las personas.  







Por su parte, el fotógrafo estadounidense Joel Peter Witkin aborda valiéndose de imágenes controvertidas y subversivas, temas como la muerte, la deformidad, los tabúes sociales y lo grotesco de lo humano. Son tomas surrealistas y con una intencionalidad escenográfica y teatral, sugerentes, en que se interceptan elementos de la literatura y de la historia del arte. Su punto fijo a lo largo de su carrera ha sido concretizar una propuesta estética personal. Mi propósito es encontrar belleza en lo que otros consideran horrendo.

Benavides con su investigación nos propone superar lo que la mayoría del público observa como distante, incomprensible y aberrante dentro del arte contemporáneo. De cómo apreciar la creación contemporánea sin que sea un conflicto al acercarse a la producción de estos artistas en particular y al resto del arte conceptual en general.

En suma, ejerce la curaduría reflexiva de obras que contienen toda una complejidad y una polémica expresada en temas como la sexualidad explícita, la exhibición del cuerpo doliente, la exposición en sus interioridades, de excreciones y secreciones, la muerte y la transgresión de los cadáveres convertidos en objetos estéticos, junto con la enfermedad como metáfora de la sociedad del presente y sus identidades cambiantes. Todos tienen una particularidad, la de tocar los tabúes de nuestra mentalidad occidental.

Guste o no gusten, nos dice Benavides, esas obras controversiales están ahí, conviviendo con toda la producción humana del llamado arte. Su preocupación como crítico, creador e historiador del arte nos exige afrontarlas, acercarnos, entenderlas, lo cual exige una aspiración a comprender tanto a la obra como al artista, dándonos la posibilidad de construir una nueva manera de ver, descartando las visiones filosóficas clásicas kantianas del juicio estético del arte. Se requiere estructurar otras ópticas de acercamiento a estos objetos y acciones artísticos. Nos exige pasar de ser contempladores a ser perceptores constructivos, constituyéndonos en co-creadores y críticos esto es, que la obra no sea sólo una excusa para reflexionar en torno a ella, sino una realidad en tanto lo otro, que siempre se quiere ocultar, velar y que nos conduzca a direccionar la reflexión sobre nosotros en tanto espectadores y no en simples receptores pasivos. En el fondo, citando sus palabras: la experiencia artística debería convertirse en una propuesta ética que permita a quien la perciba cambiar su propia vida.

Es asumir la creación como una puerta para cambiar la vida a través de la experiencia sensible catártica que induce las obras de este estadio del arte contemporáneo. Más que buscar una verdad, se trata de dar a saber que encontraremos una multiplicidad de micro-verdades desde la perspectiva no del artista, sino del perceptor-espectador. Es aceptar las diferentes elecciones propias de una deconstrucción de sentido, traspasando el controversial juego de la objetividad de la obra, sustentada en su materialidad, reconociendo la subjetividad del perceptor, que siempre tiene la mirada desde una personal y contextual historicidad con la que se avoca a enfrentarse con las obras, sabiendo cuáles son los límites que impone nuestra mirada privada, convencional y personal a la construcción estética de la obra.

Benavides tiene una interpretación sobre el propósito del imaginario del arte y del artista contemporáneo. Estos actores poiéticos deben accionar en buscar la confrontación constante con su obra y con el público, no sólo por la ofrecida representación objetual, sino desde la existencia misma de las obras y por los temas que aborda. Considera que, en nuestro presente, el arte nos lleva a cuestionar los límites de lo bello, de lo bonito, de lo complaciente. Para Benavides no puede reducirse el arte a esos ciertos principios absolutos y únicos.  Para Benavides hacer arte es transgredir, provocar, desplazar hacia un punto crítico nuestras estructuras mentales en tanto espectadores. Se trata de un arte que incomode, que no pretenda gustar sino disgustar, desagradar, corromper para abordar el tema esencial de toda esta mirada tanatofílica artística centrada en el cuerpo, su disolución, su vacío, su muerte, su todo y nada, con lo que se aspira, según esta aproximación crítica del arte actual, a una confrontación con nuestra propia vida.

En última instancia, este libro "Una propuesta de aproximación crítica al arte actual" de Juan Francisco Benavides Sola, no solo invita a reevaluar nuestra percepción del arte contemporáneo, sino que también insta a una introspección profunda sobre la relación entre el arte y el espectador, de las obras y los co-creadores. A través de su análisis perspicaz y su enfoque hermenéutico, Benavides nos obliga a cuestionar nuestras concepciones preestablecidas de este campo del hacer humano, desafiándonos a asumir roles más activos y participativos en la interpretación de las obras de arte contemporáneo

Resumiendo, en este viaje narrativo a través de las obras de estos artistas vanguardistas, nos enfrentamos no solo a la transgresión de límites sociales y culturales, sino también a la confrontación de nuestros propios prejuicios y convenciones. Benavides nos recuerda que la apreciación del arte contemporáneo va más allá de la mera contemplación estética; es un proceso activo que requiere una comprensión profunda y una disposición a enfrentar lo que puede resultar incómodo y desafiante. La propuesta de Benavides es una invitación a abrazar la multiplicidad de verdades y a reconocer la subjetividad inherente en la interpretación del arte, lo que nos permite no solo enriquecer nuestra comprensión del mundo del arte contemporáneo, sino también de nosotros mismos en tanto espectadores activos y constructores de significado. En última instancia, la obra de Benavides nos empuja a redefinir el arte como una experiencia transformadora que trasciende la mera contemplación estética y se convierte en un medio para cuestionar, reflexionar y potencialmente transformar nuestras propias vidas.

Retomando una frase de Andrés Serrano que afirma que un artista no es nada sin una obsesión, pudiéramos parafrasearla respecto a la visión de la crítica y a los críticos del arte por Juan Francisco Benavides: un crítico de arte es nada sin una óptica, sin una perspectiva hermenéutica de interpretación.

DDLR, Guayaquil 10 de noviembre 2023