domingo, 3 de marzo de 2024

                                                     

                                                            ¡Escribe, que algo queda! 

David De los Reyes 


Imagen: Sinapsis Chromatológica Vegetal. Redes Sociales Vegetales. DDLR/2024 Guayaquil



¿Cómo enfrentar la acción de escribir? Es la pregunta que nos hacemos muchos cuando hemos sentido el deseo o la necesidad de realizarla. En mi caso, escribo por placer, un gusto que surge en mí cuando tengo un tema que me apasiona comprender, conocer y habitar. Sí, habitar, pues podemos habitar en temas durante mucho tiempo en la vida. Más que habitar en la estéril casa del ser heideggeriano, por ejemplo, celebramos en habitar en la casa espiritual de la filosofía, de la literatura, del arte, de la música, como también en otras más prosaicas, pero no menos acuciosas: como es el habitar en el campo de las matemáticas o de la física, de la ingeniería o de la química, por decir algunas las edificaciones de lo que hemos llamado por conocimiento científico.

Es de este modo que, cuando escribo, me comporto de forma parecida a lo que recomienda el viejo Jorge Luis Borges respecto de los libros y su lectura, si no te gusta uno, déjalo y pasa a otro. Al igual que la lectura, la escritura, también debe estar teñida y ceñida por un acto de placer y no de obligación. No puede estar obscurecida de aburrimiento o desinterés. Aunque bien sabemos, -por experiencia propia y por la ajena-, que la actividad literaria puede ser un ancho valle de lágrimas y frustraciones. 

Esta última experiencia se puede vivir, entre otras, cuando nos iniciamos en la trama del escribir. Y surge el terror ante la página en blanco.  Hoy se pudiera traducir por el freno y ¡distracción! ante la pantalla en blanco. Y es que la escritura no es un ejercicio fácil, que se nos da así no más, urbi et orbi, a tutirimundachi, como diríamos en jerigonza criolla. Se requiere cierto cuido y preparación, en fin, aprendizaje y paciencia.  ¡Y, como todo lo que se aprecia, requiere de cierto esfuerzo individual!

Con la escritura se debe comenzar por conocer las señales por las que queremos o debemos lanzarnos al agua de la escritura, luego de poseer sus mecanismos gramaticales. No es fácil dar el primer salto. Y junto con la señal viene el anhelar o desear transcribir lo que hemos imaginado, pensado, o vivido previamente. Pero, sobre todo, lo importante es el paso del salto más que en cómo caíste (escribiste) al mar de las palabras:  después verás cómo te calmas el escozor de la piel por la caída en la superficie acuosa de la escritura. Revisas los daños (los errores posibles, las frases confusas o estériles, reiteraciones y absurdos transcritos), y sigues para el próximo salto creativo.

Con el tiempo, luego de experimentar varios derroteros del escribir, considero que lo primordial es que si vas a hacerlo lo hagas siempre por lo referido arriba, es decir, en función del placer personal de esclarecer y disfrutar de tus ideas, de tus imágenes al tratar un determinado tema u obsesión. A la postre, gracias por las ocurrencias y relaciones que van surgiendo cuando le das alguna dirección a la loca de la casa, -es decir, a la imaginación abordada por la fantasía-, te adentraras por mundos inexistentes, pero presentes entre los rieles de tu mente.  Y siempre tener a tono el principio borgiano, escribe por placer y no por el inmediato beneficio mercantil (¡eso puede o no llegar!). Placer de explorar un territorio por las palabras, topo-grafiarlo. No sabes muy bien por donde caminaras, pues no tienes una orientación definitiva al partir hacia esa aventura escritural. Pero la simple exploración hacia el misterio de la creación escrita te lleva a profundizar el gusto de conocer mundos interiores personales. Territorios de la palabra por la que nunca hubieras podido saber de su existencia sin llevarlos a la hoja en blanco del papel, perdón…, de la lisa pantalla de tu ¿laptop, tableta, o smartphone?

Al responder la pregunta de cómo enfrentar la escritura, puedo referir aquella frase de nuestro apreciado y mejor cronista Kotepa Delgado: ¡Escribe que algo queda!