Mi
parte de Colibrí:
El arte
como un ámbito referencial
y
transformador de la existencia
Lilian
González*
Resumen
El arte conlleva una suerte de revelación que nos
permite redescubrir el mundo pero sobre todo al hombre. Este redescubrimiento y
el encantamiento despertados por el arte parte de dos aspectos esenciales: la
subjetividad y la expresividad. Este hecho estaría al origen de un cierto poder
transformador del arte en tanto que ámbito justamente de revelación y de
expresividad, favoreciendo además, el reencuentro consigo mismo, con el otro y
con el mundo. El objetivo de este texto constituye entonces la realización de
una aproximación a este poder transformador del arte. Ahora bien, el interés de
este ejercicio de reflexión reside quizás en el hecho de que partimos de una
visión estética, la cual se aleja de lo que podríamos llamar visión clínica,
más próxima de la visión psicológica y psicoanalítica.
Palabras claves: arte, transformación, visión
estética, subjetividad
Summary
Art leads to a kind of revelation which allows us to
rediscover the world but above all to rediscover the individual. This
rediscovery and the wonder Art brings about call on two central aspects:
Subjectivity and Expressiveness. This could be the cause of a certain Art’s
transforming power as a space of revelation and expressiveness that
contributes, moreover, to meet oneself, the other and the world. The main
purpose of this investigation is to create an approach to this power of
transformation of Art. The interest of this study lies on the fact that we
start from an aesthetical point of view. The aesthetical approach of
therapeutics in Art dismisses a psychological and psychoanalytical angle - that
is a clinical view.
Key words: Art, therapeutic, transformation,
aesthetical approach, subjectivity
Introducción
Tratar este tema constituye un verdadero reto para nosotros pero en el sentido positivo del término. Esta situación explica la primera parte del título de esta pequeña presentación “Mi parte de Colibrí”. Esta frase se inspira en el título de la obra casi homónima Mi parte de Colibrí. La especie humana frente a su devenir del escritor, filosofo, conferencista, ecologista y experto internacional para la seguridad alimentaria Pierre Rhabi. Experto de agroecológica, Rhabi al igual que Guattari y otros pensadores interesados en el tema de la Ecología y la vida, nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de otra forma de vida.
Tratar este tema constituye un verdadero reto para nosotros pero en el sentido positivo del término. Esta situación explica la primera parte del título de esta pequeña presentación “Mi parte de Colibrí”. Esta frase se inspira en el título de la obra casi homónima Mi parte de Colibrí. La especie humana frente a su devenir del escritor, filosofo, conferencista, ecologista y experto internacional para la seguridad alimentaria Pierre Rhabi. Experto de agroecológica, Rhabi al igual que Guattari y otros pensadores interesados en el tema de la Ecología y la vida, nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de otra forma de vida.
Este título «Mi parte de Colibrí » se inspira en una
leyenda amerindia. He aquí la pequeña historia:
« Un día, dice la leyenda, hubo un inmenso incendio en
el bosque. Todos los animales aterrorizados y petrificados observaban
impotentes, el desastre. Solo el pequeño colibrí se activa, yendo a buscar
algunas gotas de agua en su pico para arrojarlo sobre el fuego. Al cabo de un
momento, el armadillo, intrigado por sus acciones insignificantes, le dice:
“colibrí: ¿Tú no estás loco? ¿Tú crees con esas gotas de agua vas a apagar el
incendio? Yo lo sé, responde el colibrí, pero yo estoy haciendo mi parte
»[1].
He aquí la razón de ser de este texto: aportar una «
gota de agua » al análisis de un tema tan complejo como el del arte. Ahora bien
lo primero que tendríamos que abordar, si cabe tal noción, es el problema de la
naturaleza del fenómeno artístico. En este sentido, podemos decir que el arte
conlleva antes que nada una suerte de revelación que favorece el
redescubrimiento y el reconocimiento del mundo, del hombre y más aun de sí
mismo. Este redescubrimiento y el encantamiento activados por el arte se
fundamentan en dos elementos esenciales: la subjetividad y la expresividad.
Todos estos hechos estarían relacionados de alguna manera con un cierto poder
transformador del arte.
Ahora bien lo interesante de este breve texto sobre el
problema artístico podría residir en el hecho de que el mismo parte de una
visión estética. La visión estética del poder transformador del arte se aleja
de la visión psicológica y psicoanalítica o visión clínica, en dos aspectos: el
primero es la consideración del arte como un fenómeno per se y no como medio de
terapia psicológica o psicoanalítica (caso de una disciplina como el arte
terapia); el segundo aspecto reside en la expresividad.
En efecto, si las tendencias psicológica y
psicoanalítica están fundadas principalmente en el análisis de la significación
de la palabra y donde el arte deviene una especie de código que permite
descifrar de alguna manera los contenidos “reprimidos” del
inconsciente-tendencia que posee también sus matices-; en la visión estética
que guía este trabajo, lo más importante es
la expresividad y la capacidad que posee el arte de “detonar” las
pasiones, los afectos favoreciendo así la posibilidad de comunicar los aspectos
más profundos del ser humano. He aquí probablemente uno de los aspectos
esenciales de esa capacidad transformadora del Arte.
Este despertar de la afectividad, constituye un
aspecto vital sobre todo en una época caracterizada por una tendencia a la
neutralización de toda sensibilidad genuina. De allí que la visión estética
encuentre de alguna manera su justificación, su razón de ser precisamente en el
seno de una sociedad y de una humanidad confrontadas probablemente a la más
grave crisis ecológica, resultado en gran parte de la acción destructora de eso
que Guattari llama, en su obra Las Tres Ecologías: CMI (Capitalismo Mundial
Integrado) [2]. El capitalismo entendido como una lógica, un orden que abarca
todas las dimensiones de la vida, no solamente lo económico, sino también lo
social, lo político e incluso y sobre todo lo mental.
Ahora bien, antes de ahondar un poco más en este poder
transformador del arte, es necesario aclarar de cuál idea de arte estamos
partiendo. Así y siguiendo al artista y filósofo Joseph Beuys, podríamos decir
que nosotros partimos de la idea del arte como un fenómeno que va más allá de
la noción de “Bellas Artes”. Así lo expresa Beuys: “Pero eso que yo sentí como
una falta, es que todas esas cuestiones fundamentales del arte y de su función,
no pueden encontrar respuestas en las Bellas Artes” [3]. Estaríamos pues frente
a un “concepto ampliado del arte”, entendiendo por éste un punto de partida de
toda construcción, de toda creación. En términos del artista y pensador alemán
el arte es el lugar de toda “…producción originaria o como producción
fundamental de todo lo demás”[4]. Pero lo que es interesante de Beuys es que
esta condición del arte y del hombre como ser creador y artista exige la
comprensión de sí y del mundo. A este propósito Beuys afirma: "Si el
hombre quiere ser artista –y todo hombre puede ser artista- tiene que tratar de
comprender la naturaleza que lo rodea”[5]. Es justamente esta capacidad de
comprensión, de consciencia de sí y del mundo lo que hace del arte un ámbito de
transformación, no solo a nivel individual, sino también social. Es en este
sentido que el arte puede ser concebido como referente esencial de la vida. He
aquí el fundamento de un principio como la “estetización” de la existencia
propuesto y analizado por Félix Guattari y que se inspira, de cierta manera, de
ese principio de la antigüedad que nos invita a hacer de la vida una “obra de
arte”. Sócrates ya lo menciona de alguna manera en la obra Fedro o el dialogo
de la Belleza de Platón cuando afirma: “¡Oh Pan amigo y demás divinidades de
estas ondas¡ dadme la belleza interior del alma, y haced que el exterior en mi
este en armonía con esta belleza espiritual”[6]. He aquí pues la belleza –uno
de los atributos que más se vincula con el arte- aunque entendamos que la
belleza sobre todo a partir de los movimientos artísticos del siglo XIX y de
las vanguardistas del siglo XX deja de ser el fundamento esencial del arte para
dar paso justamente a la búsqueda de otras verdades.
De cara a este conjunto de aspectos, la estética deja
de lado su condición de teoría del arte y de la belleza. La estética y el arte
se presentan así como ámbitos de transfiguración, de transformación y de
creación de subjetividad, en fin de la acción transformadora. La estética,
vista desde esta perspectiva deviene energía, fuerza transformadora del sujeto,
de la subjetividad. La estética en esta visión es ante todo fuerza, noción
referencial, referente, paradigma de vida y de acción. He aquí el sentido del
principio del paradigma estético de Guattari. En este sentido, el problema de
la visión estética no es ya la relación entre la estética y el arte, sino entre
estos dominios, el individuo y el mundo.
Pero, ¿cuáles son los aspectos y características del
arte que hacen de él un ámbito de transformación? ¿En qué consiste esta potencialidad
transformativa del arte desde una visión estética? Aparte de esto, habría que
responder una pregunta esencial que marca la razón de ser de este texto: ¿Es
acaso el arte en tanto fenómeno de naturaleza esencialmente estética y poseedor
de una cierta capacidad transformadora un dominio que favorece la generación de
la vida, de lo vital? En efecto uno de los aspectos esenciales dentro de esta
temática estaría vinculado a esta relación existente entre el arte y la vida.
Hablar del arte y su relación con la vida es hablar
del arte como ámbito que dialoga con la vida, que se comunica con ella. Muy
lejos de la idea, casi creencia del arte como evasión de la realidad, en la
visión estética el arte es concebida como experiencia que está, que existe en
profunda relación con el mundo, con el ser humano y con la realidad. En este
sentido, el arte constituye experiencia de verdad. Una verdad que según el
filósofo Gadamer es una verdad que transforma. Esta condición de verdad del
arte conlleva también un problema de conocimiento. No olvidemos que el arte
además de su condición de ámbito de verdad y de conocimiento constituye también
un espacio de la afectividad y de lo sensible. Gracias a estas cualidades, el
fenómeno artístico favorece ese reencuentro con la vida y el mundo pero de una
manera “otra”. Así lo afirma Grodin en su estudio sobre Gadamer: “Es que el
arte nos permite reencontrar el mundo que uno habita desde siempre, pero como
si fuese la primera vez”[7]. Al igual que la filosofía, el arte nos despierta y
ese despertar constituye justamente el aspecto que hace del arte un “evento de
verdad” y de conocimiento. Un evento que nos asombra.
Pero, ¿cuál es la naturaleza de ese conocimiento, de
esa verdad? A este propósito, el mismo Gadamer expresa: “Toda representación de
este género es un proceso ontológico y aporta su contribución a la dignidad
ontológica de aquello que es representado. Por la representación, el adquiere,
por así decirlo, un aumento del ser. El grado propio de la imagen esta
ontológicamente definida en cuanto emanación del modelo” [8]. Esta frase podría
explicar la naturaleza de esta verdad del arte. Una verdad que parte de la
representación pero que va más allá para devenir un ser que favorece de un
lado, el reconocimiento y el redescubrimiento del mundo y por otro lado, el “crecimiento
del ser”.
Esta capacidad generadora y transformadora del arte
demuestra una vez más el rol que este fenómeno juega en el contexto de la
existencia. A este propósito, Nietzsche en su célebre obra El Nacimiento de la
Tragedia define el arte como principio y fundamento de la existencia. Así se
expresa el filósofo alemán: « -no es sino en cuanto fenómeno estético que la
existencia y el mundo se justifican»[9]. Según Nietzsche la estrecha relación
entre estética y existencia es tan fuerte que el sentido de la existencia
reside justamente en su condición de fenómeno estético. La estética y el arte
son así para el filósofo alemán dimensiones justificativas de la existencia
misma. De allí la afirmación de Nietzsche, con relación a la música: «Sin la música
la vida sería un error »[10].
II.
Ahora bien y más allá de todas las diferencias entre
la visión estética y la visión clínica, existe un aspecto esencial en toda este
tema y es el problema de la integración entre la estética, la filosofía y el
arte. En este sentido, cabe destacar que no es sino hasta fines del siglo XIX
que gracias a ciertos pensadores como Baudelaire o Nietzsche que el problema de
la separación entre lo filosófico y lo estético encuentra una posible respuesta
con la superación de dicha separación. Veamos esta frase proveniente justamente
del Libro del Filósofo de Nietzsche: “En el mundo esplendido del arte -cómo han
filosofado? Mientras que se espera la realización de la vida, el filosofar
cesa? No, es entonces solamente que comienza el verdadero filosofar. Su juicio
sobre la existencia dice aún más porque él tiene delante de sí una realización
relativa, todos los velos del arte y todas las ilusiones”[11]. De esta forma,
según Nietzsche, el arte señala curiosamente el punto de partida de la acción
filosófica.
Esta articulación entre el arte y la filosofía es
explicada con más detalle por el filósofo alemán en el siguiente texto: “El
filósofo en cuanto que (freno de la rueda del tiempo). Es en las épocas de gran
peligro que aparecen los filósofos –en el momento en el cual la rueda gira más
y más rápido- ellos y el arte toman el lugar del mito que desaparece. Pero
ellos se enlazan mucho antes porque la atención de los contemporáneos voltea
hacia ellos muy lentamente”[12]. La vinculación entre el arte y la filosofía
esta signada, según el filósofo por la necesidad y la urgencia de una humanidad
que afronta el riesgo de perder sus referentes esenciales, “míticos”. Una
humanidad que está en riesgo de desaparecer como consecuencia de una fuerza
centrífuga. Una humanidad que se precipita al abismo.
Es en este contexto que Nietzsche proclama la noción
del filósofo-artista como concretización de una alianza fundamental que se
erige además como esencia misma del hombre. De allí que el filósofo alemán
afirme que todos los hombres son artistas, filósofos e incluso científicos. Una
idea que será seguida y profundizada por otros pensadores y filósofos como
Beuys justamente. Veamos esta frase de Beuys: “Si el hombre quiere devenir un
artista -y todo hombre puede ser artista- es necesario que comprenda la
naturaleza de aquello que le rodea”[13]. Es Joseph Beuys quien va a hablar de
la noción de “escultura social”. Veamos este otro fragmento del mismo texto:
“No se trata de perseguir la vieja creación, se trata de construir un mundo
nuevo. Ese mundo nuevo está fundado precisamente en la “Plástica del Calor”,
“la Escultura Social”, “La Plástica Social”” [14].
La construcción de un mundo nuevo y de una nueva forma
de vida es el tema desarrollado también por Deleuze y Guattari. Según estos dos
filósofos, la relación entre la filosofía y el arte debe ser entendida en el
marco de lo que ellos llaman una “geofilosofía”. Esta visión filosófica como lo
indica su nombre, reivindica lo territorial como principio esencial de la
búsqueda filosófica. El territorio no es un elemento más. Él es conjunto de
elementos, hogar de ruptura, de creación pero sobre todo es movimiento. En
efecto, según Deleuze y Guattari, lo territorial conforma un conjunto de
movimientos en los cuales podemos distinguir dos tipos esenciales: los
movimientos de deterritorialisación y los movimientos de reterritorialisación.
Todo esto de acuerdo al principio de la inmanencia. He aquí un elemento
esencial: la inmanencia.
Frente a este conjunto de ideas, Deleuze y Guattari
consideran que la misión respectiva del arte y de la filosofía se reúne en una
sola. Así lo afirman los pensadores: “El arte y la filosofía se reúnen en este
punto, la constitución de una tierra y de un pueblo que faltan, como correlato
de la creación”[15]. La creación de un nuevo territorio, de una nueva tierra,
de un nuevo hogar, de un nuevo pueblo constituye para estos dos filósofos, la misión principal de la filosofía y del
arte. Evidentemente, ellos son conscientes de la dificultad de tal misión. De
allí que afirmen:
“El artista o el filósofo son incapaces de crear un
pueblo, ellos solo pueden llamarlo, con todas sus fuerzas. Un pueblo no puede
crearse sino en medio de sufrimientos abominables, y no puede ocuparse más del
arte o de la filosofía. Pero los libros de filosofía y las obras de arte
contienen también una suma inimaginable de sufrimiento que hace presentir el
advenimiento de un pueblo. Ellos tienen en común el resistir, resistir a la
muerte, a la servidumbre, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente” [16].
Para Deleuze y Guattari, las obras del artista y del
filósofo, constituyen entonces, el núcleo de su misión creativa, liberadora y
transformadora. La misión de la que ellos hablan consiste así en la capacidad
de convocar, de llamar la venida de la creación de esos nuevos « territorios
existenciales ». En este llamado a la creación de territorios existenciales,
encontramos justamente, el fundamento de esta visión estética que es en esencia
una visión ecológica. De allí, que hablemos de una visión ecoestética. Pero qué
quiere decir ecoestética?
Para tratar de responder a esta pregunta, es necesario
analizar el término per se. El término ecoestética es el resultado de la fusión
de dos términos de una gran complejidad: ecología y estética. ¿Cuáles son las
consecuencias de esta integración? ¿En qué reside esta integración? Antes que
nada, es necesario señalar que por este término, hacemos referencia a una
manera de ver y de concebir, no solamente, la dimensión transformadora, sino
también el fenómeno estético y artístico como tales. Esta visión del arte
conjuga así, la noción de ecología de Guattari, concebida como una ecosofía o
movimiento múltiple (mental, social y ambiental) encaminado a la producción de
subjetividad, con la idea de una estética, ya referida, como dimensión de
creación, de transformación.
La eco-estética, constituye entonces una visión del
arte y de la estética, fundada sobre el principio ecológico y que aspira a la
transformación profunda del ser del mundo y del ser en el mundo. Esta visión del
poder transformador del arte, además de sus fundamentos “geofilosóficos”,
estaría relacionada también a la naturaleza compleja del individuo. La
estética, de acuerdo a esta visión ecoestética, parte además de una concepción
holística del hombre en la cual reconocemos lo corporal, lo mental y la
espiritualidad de éste.
De cara a todos estos contenidos, es el momento de
referir esta explicación de Deleuze y Guattari concerniente a la misión del
arte: “El objetivo del arte, con los medios de la materia, es de arrancar el
percepto a las percepciones de objetos y a los estados de un sujeto que
percibe, de arrancar el afecto a las afecciones como el pasaje de un estado al
otro »[17]. La finalidad del arte, si cabe la utilización de este término,
consiste en la transmutación de las percepciones, de los sentimientos, de las
experiencias en “perceptos” y en “afectos”. Es por ello que los pensadores
insisten en la diferencia entre la sensación y el material. Este último no es
más que una « condición de hecho » que asume una transcendencia gracias
justamente a los perceptos y los afectos. Es gracias al arte, a esa
potencialidad transformadora que el material deviene expresivo, eterno. Y es
que eso que preserva es la sensación transmutada, incluso si ella es perecedera.
El arte reivindica la carne pero también el espíritu.
Un maravilloso ejemplo de toda esta potencialidad del
arte lo constituye sin duda el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de
Venezuela creado hace más de tres décadas por el maestro Abreu. La grandeza de
este proyecto va más allá de la democratización de la enseñanza musical y la
superación de un estado de injusticia social; ya que tal gesto conlleva no
solamente el derecho de aprender la música, sino también el derecho de devenir,
de cambiar. Es por ello que el Maestro Abreu –fundador- afirma que la
participación de los jóvenes en esta “experiencia” constituye para ellos la
posibilidad de cambiar sus vidas ya que esto les permite no solamente mejorar y
dar un sentido a su existencia cotidiana pero también les permite poner en
práctica nuevos proyectos de vida. La participación de los niños y jóvenes en
el “Sistema” implica la posibilidad para ellos de integrarse a la sociedad pero
sobre todo de integrase con ellos mismos. En este sentido, podríamos hablar del
“Sistema” como una especie de “matriz generadora”, una máquina del deseo
(“machine désirante”) en términos de Guattari, productora y constructora de
ciudadanos, de nuevas subjetividades, de nuevas posibilidades de vida, de otras
visiones y de otras posibilidades de nación y de mundo.
Esta concepción del arte y de la estética como
dimensiones justificativas de la existencia nos habla pues de la necesidad de
repensar y de hacer de las distintas dimensiones de la vida algo estético y
ético. He aquí pues una última sugerencia o invitación: Tratemos de hacer de
nuestras vidas una obra de arte. Hagamos de ella, creamos con ella algo no solo
hermoso, sino ético, bueno y verdadero.
*Licenciada en Artes egresada de la UCV, Doctora en Filosofía Universidad Paris VIII
______________________________________________________________________
*Licenciada en Artes egresada de la UCV, Doctora en Filosofía Universidad Paris VIII
______________________________________________________________________
Bibliografía
BEUYS Joseph, HARLAN Volker, Qu'est-ce que l'art ?,
Paris, Éditions L'Arche, 1992 (1986).
GADAMER Hans-Georg, Vérité et méthode, les grandes
lignes d'une herméneutique philosophique, Paris, Éditions du Seuil/ Intégrale,
1996 (1976), 531 p.
GRONDIN Jean. Introduction à Hans-Georg Gadamer,
Paris, Les Éditions du CERF, 1999, 238 p.
GUATTARI Félix, Les Trois Écologies, Paris, Éditions
Galilée, 1989, 73 p.
NIETZSCHE Friedrich, Crépuscule des
idoles, « Maximes et Traits », Paris, Éditions Gallimard Le livre du
Philosophe. Études théoriques, Paris, Éditions Aubier-Flammarion, 1969, 252 p. Œuvres
I, « La Naissance de la tragédie », Paris, Éditions Gallimard, 2000, 1158 p.
PLATON, Diálogos, « Fedro », México, Editorial
Conceptos, 1980.
RHABI Pierre, La part du colibri. L’espèce humaine face à son devenir, Paris, Éditions
L’Aube, 2009.
[1] « Un jour, dit la légende, il y eut un immense
incendie de forêt. Tous les animaux terrifiés et atterrés observaient,
impuissants, le désastre. Seul le petit colibri s’active, allant chercher
quelques gouttes d’eau dans son bec pour le jeter sur le feu. Au bout d’un moment, le tatou, agacé par ses
agissements dérisoires, lui dit : « colibri ! Tu n’es pas
fou ? Tu crois que c’est avec ces gouttes d’eau que tu vas éteindre le feu ? Je
le sais, répond le colibri, mais je fais ma part ». Pierre Rhabi, La part du
colibri. L’espèce humaine face à son devenir, Paris, Éditions L’Aube, 2009, p.
10
[2] Félix
Guattari, Les Trois Écologies, Paris, Éditions Galilée, 1989, 73 p, p. 40
[3] « Mais ce
que j’ai ressenti comme une manque, c’est que toutes ces questions
fondamentales, c’est-à-dire la véritable recherche des fondements de l’art et
de sa fonction, ne pouvaient trouver de réponses aux Beaux-Arts ». Joseph Beuys,
Qu’est-ce que l’art ? p. 18
[4]
«…production originaire ou comme
production fondamentale de tout le reste». Id., p. 20
[5] « Si l'homme veut devenir un artiste -et tout
homme peut devenir un artiste- il faut essayer de comprendre la nature de ce
qui l'entoure ». Ibid., p. 198
[6] Platón,
Diálogos, « Fedro », México, Editorial Conceptos, 1980, p. 393
[7] « C'est que l'art nous permet de retrouver le
monde que l'on habite toujours déjà, mais comme si c'était pour la première
fois ». Jean Grondin, Introduction à Hans-Georg Gadamer, p.71
[8] « Toute représentation de ce genre est un
processus ontologique et apporte sa contribution à la dignité ontologique de ce
qui est représenté. Par la représentation, il acquiert, pour ainsi dire, un
surcroît d'être. La teneur propre de l'image est ontologiquement définie comme
émanation du modèle » Hans-Georg
Gadamer, Vérité et Méthode, op.cit., p. 158
[9] Friedrich
Nietzsche, Œuvres I, « La Naissance de
la tragédie », Paris, Éditions Gallimard, 2000, 1158 p., p. 37
[10] Friedrich
Nietzsche, Crépuscule des idoles, « Maximes et Traits », Paris, Éditions
Gallimard, 151 p., § 33 p.16
[11] « Dans le monde splendide de l'art -comment
ont-ils philosophé ? Lorsqu'on atteint un accomplissement de la vie, le
philosopher cesse-il ? Non, c'est alors seulement que commence le véritable
philosopher. Son jugement sur l'existence en dit plus parce qu'il a devant lui
l'accomplissement relatif, tous les voiles de l'art et toutes les illusions »
Frédéric Nietzsche, Le livre du Philosophe. Études théoriques, Paris, Éditions Aubier-Flammarion,
1969, 252 p., p. 39
[12] « Le
philosophe en tant que [frein de la roue du temps]. C'est aux époques de grand péril qu'apparaissent les
philosophes -au moment où la roue tourne de plus en plus vite- eux et l'art
prennent la place du mythe disparaissant. Mais ils s'élancent longtemps à
l'avance car l'attention des contemporains ne se tourne que lentement vers eux
» Id., p. 43
[13] « Si
l’homme veut devenir un artiste – et tout homme peut devenir un artiste- il lui
faut essayer de comprendre la nature de ce qui l’entoure » Joseph Beuys,
Qu’est-ce que l’art ?, p. 198
[14] « Il ne
s’agit pas de poursuivre la vieille création, mais il s’agit de construire un
monde nouveau. Ce monde nouveau est « la Plastique de Chaleur », « la Sculpture
Sociale, « la Plastique Sociale » Joseph Beuys, Qu’est-ce que l’art ? p.224
[15] « L'art
et la philosophie se rejoignent sur ce point, la constitution d'une terre et
d'un peuple qui manquent, comme corrélat de la création ». Gilles Deleuze, Félix Guattari, Qu'est-ce que
la philosophie?, p.110
[16] «
L'artiste ou le philosophe sont bien incapables de créer un peuple, ils ne
peuvent que l'appeler, de toutes leurs forces. Un peuple ne peut se créer que
dans des souffrances abominables, et ne peut pas plus s'occuper d'art ou de
philosophie. Mais les livres de philosophie
et les œuvres d'art contiennent aussi leur somme inimaginable de souffrance qui
fait pressentir l'avènement d'un peuple. Ils ont en commun de résister, résister à la mort, à
la servitude, à l'intolérable, à la honte, au présent ».Gilles Deleuze, Félix
Guattari, Qu'est-ce que la philosophie?, p111.
[17] « Le but de l'art, avec les moyens du matériau,
c'est d'arracher le percept aux perceptions d'objets et aux états d'un sujet
percevant, d'arracher l'affect aux affections comme passage d'un état à un
autre » Gilles Deleuze, Félix Guattari,
Qu'est-ce que la philosophie?, p.167
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