El Arte de la Política
William A. Callaghan (*)
(Traducción de David
De los Reyes, UARTES-Guayaquil)
Todo el mundo conoce de sobras la historia de Ai Weiwei, ocurrida
en el transcurso de estos últimos años, de ser un artista comprometido y militante
en China a pasar a ser uno de los más célebres disidentes del mundo. Se dio a
conocer ante el gran público al convertirse en consejero artístico de la
oficina de arquitectos suizos Herzog & de Meuron que idearon el “Nido de
Pájaro”, el estadio olímpico de Pekín. Justo antes de los Juegos Olímpicos del
2008, Ai Weiwei se hizo notable al calificar ese estadio de ser una falsa
sonrisa de la China ante el mundo. En octubre del 2010 el artista fascina
al mundo del arte con la exposición Semillas de Girasol (Sunflower
Seeds), en la Tate Modern Gallery de Londres. Mientras esa exposición estaba
abierta, Ai Weiwei es detenido ilegalmente por el gobierno chino el 3 de abril
del 2011, convirtiéndose en un personaje político mundial. Luego de quedar
libre, en junio del 2011, continuará despertando la curiosidad del público, indignándolo
o distrayéndolo, tanto en la China como en el mundo entero. Eso en respuesta a
la controversial declaración por el programa de sobrevigilancia americano
PRISM, sobre el cual declaró que tendía a atentar con la vida privada de los
ciudadanos, los Estados Unidos se comportan como la China[1].
No es fácil comprender, en la obra de Ai Weiwei, el arte de la
política. Una cosa es segura, nunca que seamos indiferentes: bien por los que
defienden los derechos humanos o bien por aquellos que detestan a un personaje
que parece hacer el juego a los medios de comunicación occidentales ávidos de
historias disidentes y que aprovechan toda crítica contra la China. Antes de
querer resolver esas contradicciones, y de calificar a Ai Weiwei como un héroe
de los derechos humanos o, al contrario, de ser un simpatizante del
neoliberalismo occidental, el presente artículo examinará la obra de Ai Weiwei mediante
el planteamiento de dos tesis que se cruzan parcialmente: “Ai Weiwei Rebelde” y
“Ai Weiwei Bufón”.
Es útil colocarse así ante la obra de Ai Weiwei pues, antes de decir
toda la verdad y nada más que la verdad, podemos admitir que cada una de
esas tesis nos dan parcialmente cuenta de ello. Antes de considerar lo incompleto
como una debilidad, nos lleva a aceptar que la parcialidad es una
condición de nuestra vida postmoderna. De esta forma esas dos tesis nos permiten comprender eso
que Ai Weiwei denomina como las verdades momentáneas en su obra, las
cuales pueden mostrar las verdades momentáneas de una sociedad china en
plena mutación.
Ai Weiwei el rebelde
Ai Weiwei es conocido por saltar fronteras, en particular aquellas
entre el arte y la política. Su obra explora los límites de lo aceptable para
China en términos de acción política, pero también respecto al gusto estético:
en el 2000, es coorganizador de una exposición en Shanghái titulada Fuck Off,
más recientemente, sus fotos desnudo, fueron calificadas de pornográficas por
las autoridades. Ai Weiwei no deja a nadie indiferente, ni al medio artístico
ni al gran público.
El coleccionista Uli Sigg, antiguo embajador de la Suiza en China y
cercano amigo de Ai Weiwei desde 1990, le aconsejó ser prudente. No les
dejes hacer un vínculo entre tu posición de artista y tu posición de militante
político[2]. Luego de su detención
ilegal en abril del 2011, un crítico oficial plantea que el arte de Ai Weiwei traspasa
las fronteras entre lo artístico y lo político; en efecto, el se sirve del arte
para convertirlo en acciones políticas[3].
En realidad, arte y política siempre han estado estrechamente ligados
desde el imperialismo confusionista, que contaba con los ritos y la música para
controlar a las masas; esa tradición persiste en el reino del partido comunista,
que busca siempre reglamentar las artes con el fin de garantizar una
sociedad bien ordenada[4]. El concepto del arte
por el arte es relativamente reciente, se ha vuelto popular en China a
partir de los años de 1980.
No es entonces la novedad lo que vuelve interesante la obra
de Ai Weiwei en tanto artista militante. Su crítica a la sociedad y a la política
china se inscribe en un vasto debate sobre la crisis moral por la cual China enfrenta,
desde hace más de treinta años, las reformas de apertura económica. Ante todas las
tendencias políticas confusas posibles, los intelectuales son adscritos a lo
que los chinos llaman la preocupación patriótica (youhuan); es lo que
ellos deben meditar en función del destino de la nación y de encontrar la buena
manera de resolver los problemas de China.
La advertencia de Ai Weiwei sobre ese punto es muy clara: la
República Popular China es un estado autoritario y corrupto, y el país no podrá
ser salvado si los gobernantes no respetan la libertad de expresión y se arribe
a un Estado de derecho. Se puede leer en su blog: “Devolver a las personas
sus derechos más elementales, dotar a la sociedad de una dignidad elemental; eso
no se logra sino a partir del momento en que podamos tener confianza y
responsabilidad, y enfrentar nuestras dificultades colectivas. Sólo un Estado
de derecho puede volver el juego legal, y ello no es sino a partir del momento
de la participación de las personas sea extraordinaria” [5].
En el estilo de los liberales clásicos del siglo XIX, Ai Weiwei
considera que el problema es el Estado dictatorial chino. Como el declaró al periódico
The Guardian: cada día en China hacemos el proceso al Estado[6]. En un tweet,
declara: “Cada alegría que tenemos en el Twitter significa la muerte de la
dictadura y del totalitarismo” (3 de septiembre 2009), y afirma igualmente:
el mal existe para poner nuestro coraje a prueba (3 de agosto del 2009).
Invita a reaccionar contra el nuevo eslogan del presidente Xi Jinping: El
sueño chino, retocándolo como la pesadilla china. El sueño chino no existe.
Pienso que es justamente una pesadilla. Los líderes están completamente
perdidos…y no tienen el coraje de mirar la realidad de frente. Ai Weiwei se
ve el mismo comprometido en un combate maniqueo entre el bien y el mal, donde los
héroes rebeldes luchan contra el Estado cruel.
Numerosos intelectuales afirman que son capaces de trabajar en el
interior del sistema porque la China (lentamente, pero segura), evolucione en
el buen sentido. Jia Zhangke, conocido en los años de 1990 por sus películas underground,
declara que si sus películas superan ahora la censura, no es porque se haya
cambiado, sino porque el sistema de propaganda chino se ha relajado.
Contrariamente a los creadores disidentes que apuntan a cierta élite y,
frecuentemente, al público extranjero, la audiencia de Jia Zhangke es el
público chino, porque considera que su crítica de la sociedad es más fuerte
si no protesta de forma marginal sino dentro de la legalidad, y en el seno del
sistema comercial[7].
Ai Weiwe se ríe de ese tipo de argumentos. Si bien reconoce que el
nivel de vida en China ha mejorado, permanece bastante cínico respecto a
los cambios políticos en su país: Esta nación, continua siendo una sociedad
extremadamente política, donde las personas no tienen libertad. Mientras que
Jia Zhangke tiende a permanecer del lado bueno de la censura, Ai Weiwei rechaza
asistir a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín, al conocer
la forma en que el Nido de Pájaro, el estadio que él había ayudado a
diseñar, era presentado por el gobierno; él lo calificó entonces como la
falsa sonrisa de la China.
Ai Weiwei y el premio Nobel de la paz Liu Xiaobo comparten un gran
número de valores políticos. Liu Xiaobo arremete contra la cuestión del poder
autoritario de Pekín y sugiere que los chinos adopten los valores humanos
universales, reinantes en el concierto de las naciones civilizadas, y
construyan un sistema democrático [8]. El estilo y la
táctica de Ai Weiwei son distintos. Liu Xiaobo permanece como un disidente
clásico del siglo XX, que se dirige a los manifestantes exigiéndoles cambios radicales
y cuya acción es racional y seria. Ai Weiwei escoge una aproximación del siglo
XXI, calcinando las fronteras entre el arte, la política y la militancia. Antes
de escribir serios ensayos exigiendo una gobernabilidad racional, Ai Weiwei
hace un llamado a la indignación de las personas, se burla del gobierno y
trabaja principalmente por las vías del Internet. Ello hace más difícil para el
Estado controlar las protestas irónicas y lúdicas del artista que,
evidentemente, ha continuado después de su detención en el 2011. En un mundo
descentralizado, hiperconectado, donde la información es sinónimo de poder, el
gobierno chino toma muy en serio los comentarios críticos de Ai Weiwei.
Liu Xiaobo (1955 - 2017), escritor y desidente chino.
Las propuestas presentadas por Ai Weiwei no se contentan de
denigrar al Estado. Ellas también se dirigen a despertar a la sociedad civil. Como
numerosos intelectuales, Ai Weiwei se muestra crítico sobre las reacciones del gobierno
luego del terremoto de Sichuan en el 2008. Señalando que las escuelas públicas estuvieron,
frecuentemente, más dañadas que las edificaciones vecinas a ellas, lo cual ha levantado
la suspicacia generalizada de sospecha sobre la mala construcción es estas escuelas,
debido a una mala construcción en las bases de los edificios escolares y esto ligado
a la corrupción. El estado ha rechazado ordenar una investigación. Ai Weiwei se
comprometió con un centenar de voluntarios para presentar eso que ha llamado
una investigación ciudadana, con el fin de continuar insistiendo en
preguntas muy simples…nosotros habíamos hecho alrededor de doscientas llamadas
a diferentes servicios públicos -la policía, la oficina de asuntos civiles, el
ministerio de Educación- únicamente para insistir en preguntas muy simples. Los
voluntarios han presentado más de 10.000 preguntas y nosotros no hemos obtenido
sino una misma respuesta. Incluso si esta investigación ciudadana ha sido infructuosa,
a su vez ha sido catárquica para muchas personas. Numerosos voluntarios han
podido pasar su angustia, su cólera al hacer cosas muy simples, que todo el
mundo podía hacer. Presentar preguntas. Hacer investigaciones y colocar los
resultados en Internet.
Finalmente, la investigación ciudadana ha compilado sus datos y
publicado una lista de 5212 niños que han muerto en el terremoto. Ai Weiwei y su
equipo finamente obligaron al gobierno publicar su propia lista de 5335
nombres. Traspasando una vez más las fronteras entre política y arte, el
artista inmediatamente realizó de esa tragedia un vasto mosaico titulado Remenbering
(2009), presentado en el Museo de Arte de Munich; 9000 morrales alineados
ilustran la reacción de una madre ante la muerte de su hija: “Durante siete
años ella vivió feliz sobre esta Tierra”.
Remenbering (2009) de Ai Weiwei
Es fácil dejarse llevar por la postura de Ai Weiwei Rebelde.
Esa visión intransigente del individuo frente al Estado totalitario es
ciertamente seductora -y, de hecho, una experiencia personal de Ai Weiwei-, pero
¿hace realmente justicia a la situación política actual de China?
La China no es un estado totalitario[9].
Liu Xiaobo nos invita ha comprender que la China a conocido una evolución
positiva. Con las reformas económicas, la sociedad se ha abierto, debilitando
progresivamente la mentalidad hostil del odio y aportando una base
humana y suave para restaurar las afectaciones mutuas entre los individuos[10].
La mirada de Ai Weiwei sobre la verdad singular de China
hace, en realidad, el juego a la burocracia central de la propaganda del
partido comunista, que busca igualmente restringir nuestra comprensión de eso
que ellos han nombrado la verdadera China. Aquí, oficialistas y rebeldes
se apoyan los unos a los otros para construir su identidad y su legitimidad.
Michel Foucault sugería que, para escapar de la tesis de héroe rebelde contra
el Estado cruel, había que cortar la cabeza del rey [11].
Dicho de otra forma, el pensador francés nos hacía tomar una cierta distancia,
cesar de concentrarnos exclusivamente sobre el Estado (protector o enemigo), y
comprender las relaciones políticas complejas que aparecen en las instituciones
cercanas (la familia, el lugar del trabajo, el mercado, etc.).
Ai Weiwei el Bufón
La tesis rebelde da cuenta de la seriedad de esta lucha, pero no del
lado lúdico y declarado de la acción crítica de Ai Weiwei que canta, baila, se
burla, choca a las personas, jura o se desnuda. En uno de sus vídeos, parodia
la danza Estilo Gangnam (2012) de Psi y Dum-bass (2013), su
primer vídeo musical, el cual es un falso documental, una parodia documental,
sobre su período de detención. Ese género de vídeos ilustra la estrategia de Ai
Weiwei, mediante el cual los problemas políticos sean abordados de forma educativa
a través del juego.
El método del falso documental de arte, que juega con la
piedad política, no es algo nuevo en Ai Weiwei. En 1994, para rememorar el
quinto aniversario de la plaza de Tiananmen, fotografío a su esposa Lu Qing levantando
su falda ante el retrato de Mao Tse Tung sobre esa misma plaza. En Estudio
de Perspectiva (1995) muestra Ai Weiwei haciendo el gesto del “dedo de
honor”. En tanto artista y militante juega constantemente con lo que las
autoridades chinas llaman la línea roja: es decir, el límite más o menos
legal y vago de eso que está autorizado en la sociedad china.
Conocida es la célebre frase de Mao: la revolución no es una
cena de gala. Pero para Ai Weiwei resistir implica de forma frecuente,
justamente invitar a las personas a cenar. Cuando el gobierno de Shanghái ordenó
al artista demoler su nuevo estudio (que había invitado a construirlo), ilustró
esta situación kafkiana, organizando una fiesta que atendió a centenares de
personas. Desgraciadamente, el artista estaba detenido, eso le impidió asistir
a su propio festín.
Ese modus vivendi recuerda al trabajo de los bufones que prosperaron
en la Europa y en la China premoderna[12].
Los bufones eran esos personajes que, cantaban, danzaban y burlaban. Más allá
de la simple diversión, eran los únicos autorizados para hablar francamente a
los poderosos, sin consecuencia alguna, criticando frecuentemente al rey de manera
bastante directa. Esta descripción de Rabelais de este personaje no deja de
recordarnos a Ai Weiwei: Irreverentes, libertinos, suficientes, plenos de
espíritu, inteligentes, juguetones, es la locura en tanto bufón de la corte, el
loco en tanto compañía, el loco que deleita a los sabios y desafía a los virtuosos,
el loco en tanto mirada crítica sobre el mundo[13].
Se piensa frecuentemente que el bufón es una emanación de las
cortes europeas, pero la China imperial ha tenido también sus bufones (gují)
célebres: durante la dinastía Han, las burlas y los enigmas morales de Dongfang
Shuo (160 al 93 a. de n.e.) vinieron a rasgar el orgullo imperial. Un tema
siempre de actualidad, pues la historia de Dongfang ha estado adaptada a la
televisión en el 2010, y esa serie obtuvo un gran éxito en China. Ai Weiwei también
sobre sus propios métodos: “No puedo mostrar de manera evidente que estoy en
contra de cualquier cosa. Eso sería ridículo. Pero puede siempre tener esa
actitud, una mirada o un gesto es suficiente para contraponerlo al poder. No
tengo ningún deseo de ridiculizarme y no tener nada más que hacer, pues me
siento realmente mal en esa situación…la menor de las cosas es reírse”.
La incomodidad de Ai Weiwei nos permite interrogarnos sobre el
estatus del bufón que se aprecia por su crítica lúdica a los poderosos. En
realidad, el bufón estaba estrechamente ligado con las altas instituciones del
Estado: era el bufón del rey. Su libertad de decir la verdad al soberano
no tenía nada que ver con un derecho ciudadano: el bufón era siempre tributario
de la tolerancia del rey.
Esta danza incómoda del bufón con el poder nos invita a asomarnos a
comprender más sobre su público, y no solamente sobre sus ideas. En otros
términos: ¿por qué Ai Weiwei hace de bufón? Al meterlo preso en el 2011, el
Estado chino ha tratado al artista como un bufón que había cometido un crimen
de lesa majestad. Los nuevos dirigentes de la China, que tienen el sobrenombre
de pequeños príncipes, ¿han querido también servirse de Ai Weiwei como
un bufón para mostrar su tolerancia sobre el público chino? Desde la puesta en
práctica de una política exterior de la China, basada en el ejercicio de un poder
benigno, buscando difundir al mundo de imágenes positivas de la República
Popular China, se tiene el derecho de preguntarse si Pekín dará igualmente a Ai
Weiwei más espacio para dirigirse a un público internacional. Es aún muy pronto
para decirlo; pero la manera como los nuevos dirigentes trataron a Ai Weiwei
nos dirá mucho sobre el grado de apertura que concede el PCCh a la sociedad
china.
Al mismo tiempo, Ai Weiwei juega con un público occidental ávido de
figuras disidentes. Luego de su liberación, ha estado designado por la revista Foreign
Policy como uno de los 100 primeros pensadores mundiales del 2011, y
ha sido finalista de la Personalidad del año 2011 escogida por Time Magazine.
Ese mismo año, ArtReview igualmente llamó a Ai Weiwei como El
artista más influyente del mundo.
Portada de la Revista Time (2011) dedicada a Ai Weiwei.
Si bien Ai Weiwei presenta como un líder influyente, no pierde de
vista el hecho de que nunca el bufón es quien controla el juego. Cuando se le
acusó de interactuar con un público occidental, Ai Weiwei replicó: Ese no es
mi juego. Lo detesto, lo detesto verdaderamente. ¿Por qué debería yo jugar? Ai
Weiwei se encuentra entre el martillo y el yunque, como el loco del Rey Lear: “Veo que sois de la misma sangre tú y tus
hijas. Ellas quieren que se me castigue por haber dicho la verdad, y tú por
haber mentido; y aun a veces me castigan por no haber dicho nada. Antes
quisiera ser cualquier cosa que bufón y sin embargo no quisiera ser tú…”[14].
Finalmente, el bufón es una figura conservadora, que puede jugar
con el rey en la medida que respeta los valores reales. Los bufones sirven, de
esta manera, para reforzar la legitimidad del sistema al que sirven, sean en el
que actúen, bien una China con un partido único o en el orden neoliberal
mundial. Luego de su detención, Ai Weiwei, frustrado en sus planes, no ha
tenido sino un gran margen de maniobra. Como un bufón que finalmente ha jugado
con el Estado, el realiza lo que no ha sido su verdadero destino, aquel que le
reprocha los ciudadanos medios chinos.
Ai Weiwei es una figura compleja que asocia el arte y la política
de manera interesante -y frecuentemente contradictoria. Estamos esforzados en comprender
aquí tres decenios de la obra de Ai Weiwei como rebelde y del Ai Weiwei como
bufón. Debemos finalmente admitir que estas tentativas de explicación no tienen
sentido si no se las asocia: Ai Weiwei es, a la vez, rebelde y bufón.
Ai Weiwei ha hecho prueba de ello cuando se ha expresado del porvenir
de la China: “La china está en trance de cambiar en todos los dominios.
Cambia a un ritmo desenfrenado. La joven generación, la generación Internet, es
mucho más libre que antes, y los jóvenes se separan de esa vieja máquina que no
funciona para nada bien. Hay un problema de fondo. Antes, yo era muy optimista.
Decía: en tres años (…habría un cambio político…) y tres años han pasado y no
ha ocurrido ningún cambio. Cinco años después, tampoco”. Y sonríe antes de
concluir: “No soy ningún idiota. Me he dicho que cualquier cosa puede llegar
en cualquier momento. Como puede que nada llegue a suceder jamás".
(*) Traducido del libro Ai Weiwei , 2016, (ed) Hans Werner
Holzwarth. Textos de: Roger M. Burgel, William A. Callaghan, James J. Lally, Carlos
Rojas, Uli Sigg. Entrevistas con el artista realizadas por Lutz Eitel. Ed.
Taschen, Köln.
[1] Ai Weiwei, “NSA surveillance: the US is
behanving like China. The Guardian, 11 junio 2013.
[2] Salvo menciones distintas, las citas de
Ai Weiwei tomadas para este artículo, son de mi entrevista con él realizada el 27
de mayo del 2013 en su estudio en Pekín.
[3] Liu Yiheng, Ai Weiwei zhen mianmu: Wu
wan yishujia—wu du ju quan, en Hong Kong Wenhui Bao, 15 de abril
2011. En Geremie R. Barmé, A View Ai Weiwei´s Exit. En The ChinaBeat.org,
27 de abril 2011.
[4] Richard Curt Kraus, The Party and the
Arty in China. The New Politics in Culture, Rowman & Littlefield, New
York, 2004, pp. 10-11.
[5] Ai Weiwei, Ai Weiwei´s Blog: Writings,
interviews, and Digital Rants, 2006-2009, Lee Ambrozy (ed. Y trad.), MIT
Press, Cambridge, MA, 2011, pp.181-182.
[6] Ai Weiwei, “Every Day in China, We Putt
he State on Trial”, The Guardian, 15 abril 2013.
[7] Eva Osnos: “The Long Shot”, The New
Yorker. 11 de mayo 2009, pp. 88-95-
[8] Liu Xiaobo, “Charters 08”, en No
Enemies, No Hartred: selected Essays and Poems. Harvard University Press,
Cambridge, MA 2012, p. 301.
[9] Cf. William A. Callaham, China Dreams:
20 Visions of the Future, Oxford University Press, NY, 2013.
[10] Liu, No Enemies, p. 325.
[11] Michel Foucault, Power/Knowledge:
Selected Interviews and Writings 1972-1977, Colin Gordon (ed), Pantheon,
NY, 1980, p. 121.
[12] Beatrice k. Otto: Fools Are
Everywhere: The Court Jester around the World, University Chicago Press,
Chicago, 2001.
[13] Walter Kaiser: Praisers of Fully:
Erasmus, Rabelais, Shakespeare, Harvard University Press, Cambridge, MA,
1963, p. 126.
[14] William Shakespeare: Rey Lear, I.4.
p.41. En: https://ddooss.org/libros/rey_lear.pdf.
Visitado 05/04/2021.
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