LA EJECUCIÓN DEL PODER
O EL PODER DE LA EJECUCIÓN
Es uno de los temas de las leyendas cristianas más narrados por las artes visuales desde la edad media hasta el siglo XX. Yehudit, «la judía», del hebreo, sin embargo, no menos representada su historia en otras artes: en música por los oratorios de Vivaldi: Juditha Triumphans, 1716 y Mozart: Betulia Liberata, 1771; en la literatura por la pluma de Lope de Vega, quien le dedica el soneto LXXVII, en su obra Rimas Humanas: El triunfo de Judith; en cine tiene siete versiones, comenzando con la cinta norteamericana de 1914 de D.W. Griffith: Judith de Betulia, hasta la película canadiense de 2007 realizada por Eric Chaussé.
Se conocen más de un centenar de pinturas que lo evocan. Entre sus cultores plásticos estarían la
conocida obra de Caravaggio, las de Miguel Ángel, el diptico de Boticelli,
Cristobalo Allori y Gustav Klim. Nosotros hemos escogido para esta nueva
presentación de la Ejecución del Poder y el Poder de la Ejecución la de
Artemisia Gentileschi (Roma, 8 de julio de 1593-Nápoles, hacia 1656), por la
interpretación y posible identificación de la pintora barroca con la narración
bíblica. Pero, ¿en qué especialmente se centran todas? Menos de la de Klint,
que nos presenta una bella y exquisita mujer frontal, el resto de los pintores
clásicos nos la muestran como una mujer fuerte, patriota, “empoderada”, para
usar esa palabreja que les encantan a los usuarios cool de las redes sociales.
Una mujer convencida que su acción salvará a su pueblo, a pesar que deba saltar
ciertas consideraciones morales, como es el uso de la mentira, el engaño, la
seducción y el asesinato. Es una antecesora de la máxima maquiavélica, el fin
justifica los medios. Aquí el fin es no rebajarse ante el usurpador y declinar
ante sus creencias religiosas, salvar el templo de su dios y a su pueblo de la
esclavitud. Los medios, la seducción erótica femenina.
Lo que se pudiera agregar es que en la mayoría de las representaciones imaginadas por los
artistas nos han dado una idealizada Judith sexualizada, seductora y erotizada,
retomando un tema que ha estado presente en el imaginario occidental desde el
mundo medieval hasta nuestros días.
La historia de Judith debió surgir en el siglo VII a. n. e. pues casada y viuda del idólatra
rey Manasés el Egipcio, su reinado fue en los alrededores de esos tiempos. Sin
embargo, la leyenda (real o ficticia según la mentalidad religiosa de los
estudiosos del tema), es retomada por algún escriba anónimo del siglo II a. n.
e. y se encuentra en el Antiguo Testamento. Es símbolo de coraje, audacia,
decisión y venganza femenina que viene a dignificar y defender, una vez más, la
autonomía del pueblo judío. Esta vez gracias a la astucia y gallardía de una
mujer que por su ejecución vence a los enemigos.
Para los judíos la narración es apócrifa, no considerada letra divina ni es auténtico mensaje del
ser superior, es un libro, que surge de la tradición de la ley oral. Para los
cristianos es una narración considerada histórica, real, no ficticio, surgiendo
de un segundo canon, el Deuterión (Deuteros: segundo, posterior. Kanonikós:
regla o canon).
Para los eruditos la historia, esta narración sapiencial de Judith está plagada de errores
políticos y geográficos. Nos presenta al gobernante Nabucodonosor como un rey
de Asiria y lo era de Babilonia. El hecho refiere a la ciudad de Betulia, la
cual es imposible localizar su ubicación y existencia en los documentos
antiguos. Y hasta la misma acción de Holofernes no es fácil de saber de dónde
es. ¿Indiferencia del anónimo autor por los datos geográficos a cambio de una
atención mayor en el desarrollo de los hechos ejemplificantes narrados?
Seguramente. Un relato de ficción, como la mayoría de los libros sagrados,
donde la imaginación va agarrada de la mano de lo fantástico, misterioso,
mágico y milagroso.
El corte de cabeza de Holofernes (general de las huestes de Nabucodonosor), surge a partir del
capítulo octavo de El Libro de Judith. Los siete primeros nos guían para
prepararnos respecto al desenlace final. En esos primeros capítulos nos
muestran a una mujer, Judith, que emplea métodos poco ortodoxos hebreos para
sus intereses como judía, postura no muy moral, como ya dijimos arriba, aunque
su decisión persigue dignificar y salvar al pueblo judío del sometimiento
invasor. El airado general tiene la misión de hacer capitular a los judíos de
Betulia, e inclinar sus cabezas al todopoderoso monarca de la pseuda-Babilonia.
Todos los demás judíos de Israel se postraron, menos los de Betulia.
Betulia no quiere verse sometida ante el tirano. Holofernes no ve ningún obstáculo para destruir
esa minúscula ciudad. Se discute no atacarla y se le recuerda que el pueblo
judío ha sido el escogido por dios. Holofernes, como todo prepotente invasor,
lo embarga la ira y la soberbia, declarando que el único dios al que se somete,
00no es sino Nabucodonosor. Un oficial de sus huestes le advierte, el general
Aquior, pasar de largo que no hay motivo de atacarlos, y de esa forma rma dios
puede protegerlo, lo contrario podría ser motivo de oprobio ante el resto del
territorio conquistado.
¿Cómo actúa Holofernes? Acomete su acción bárbara. Cerca al pueblo. Le corta el suministro
de agua. Lo cual hace que muchos moradores de Betulia, ante la sed, piden la
rendición. Es el momento oportuno para la aparición de la honesta viuda y bella
joven Judith, quien le reclama al consejo de ancianos la pérdida de su fe y por
su impostergable rendición al ejército usurpador. El texto bíblico nos describe
a esta dama vengadora así:
“Vivía en su casa Judith, guardando su viudez hacía tres años y cuatro meses. Habíase hecho un
cobertizo en el terrado de la casa y llevaba saco a la cintura, debajo de los
vestidos de su viudez. Ayunaba todos los días, fuera de los sábados,
novilunios, las solemnidades y días de regocijo en casa de Israel. Era bella de
formas y de muy agradable presencia. Su marido, Manasés, le había dejado oro y
plata, siervos y siervas, ganados y campos, que ella por sí administraba. Nadie
podía decir de ella una palabra mala, porque era muy temerosa de Dios” (8,4-8).
Conmina esta guerrera de la venganza y maestra de la seducción con su poder de la ejecución a
defender el templo, al santuario, el altar del templo y a su pueblo. Y mientras
da la arenga a los consejeros, se le ocurre la idea de matar a Holofernes, de
forma impetuosa y valiente, cortándole la cabeza. Solicita, como buena
fundamentalista judía, la fuerza a su dios para llevar a cabo la hazaña, y que
sea recordada por las generaciones futuras e inspirar a las mujeres judías.
Demanda que su fe se imponga y sea reconocida no sólo por su pueblo, sino por
cada una de las tribus que habitan esas tierras, mostrando la fortaleza y el
poder del ser todopoderoso judaico.
Para presentarse ante el desalmado Holofernes utiliza las invencibles armas femeninas de la
seducción. Se acicala, se viste de gala, se exhibe como una mujer atractiva
para colmar cualquier deseo masculino. Se perfuma con ungüentos, peina sus
cabellos con cuidado, se coloca encima su mitra, se pone su mejor traje de
fiesta, calza sus sandalias, sus brazaletes, ajorcas, anillos y aretes y el
resto de sus joyas, causando la admiración de todo hombre que la mirase. (10,
3-4).
Vestida así, va donde Holofernes que sucumbe a sus encantos. Le declara, mintiendo, que ha
huido de su pueblo y de ser esclava. Este la invita a su banquete. Luego que
todos los invitados se van, se queda con Holofernes en su tienda, que por su
estado de embriaguez queda dormido, y es el momento del poder de la ejecución
de Judith, asestándole dos certeros y mortales golpes al cuello, seguidamente
cortándole la cabeza. Obteniendo este sangriento premio de venganza se lo da a
su criada Abra, que la acompaña para que lo guarde, colocándola en un saco
(algunos lienzos colocan una cesta). Cometida la Ejecución, regresan a su casa.
¿Qué hicieron con la cabeza? “En cuanto despertó la aurora, colgaron del muro la cabeza de
Holofernes y todos los hombres de Israel tomaron sus armas y en escuadrones
salieron a las subidas del monte” (14, 11). Esto crea un efecto negativo en el
ejército de los asirios. Al descubrir el cadáver de su general, pierden el
valor y debilitados son vencidos fácilmente por el ejército israelita
Hecho esto, reconocida su heroicidad, la audaz Judith vuelve a su tranquila vida cotidiana.
Nunca se volvió a casar y parece que tuvo una larga vida: 105 años.
II
Sobre Artemisia Gentileschi y su interpretación de Judith y Holofernes
Dentro de todas las representaciones de este fabulado evento antiguo podíamos haber escogido el excelente cuadro homónimo de Caravaggio o el díptico de Botticelli, entre otros (son alrededor de 114 obras con el mismo tema). Pero el cuadro que hemos seleccionado para representar esta “ejecución del poder y el poder de la ejecución”, es la escena realizada e imaginada por la gran dama de la pintura barroca italiana, Artemisia Gentileschi (1593-1656), considerada como una “mujer terrible”, figura feminista avangarde, hija del conocido artista italiano Orazio Gentileschi, uno de los pintores exponentes del denominado “caravaggismo”, seguidores de su estilo “tenebrista”. Su hija aprendió en el mismo taller paterno. A la par, fue una de las primeras mujeres artistas resueltas del Barroco italiano. Reivindicando la condición femenina en el arte, en una época en que la mujer le estaba vetada formarse en una academia de arte o asistir a las universidades. Junto a ella podemos nombrar otras artistas relevantes de ese entonces, por su virtuosismo y maestría en la pintura: Lavinia Fontana (1552-1614), Fede Galizia (578-1630), Bárbara Longhi (1552-1638) y Sofonista Anguissola (1593-1656).
Artemisia, mujer de carácter, bella y polémica en su vida privada, estuvo por varias ciudades de
italianas ofertando su arte. Pintora de retratos, bodegones y de personajes
históricos, bíblicos y mitológicos, los temas heroicos no eran bien vistos para
ser pintados por una mujer. Su vida transcurrió entre Roma (su ciudad natal),
Florencia, Nápoles, Londres (junto a su padre que fue el pintor del endeudado
rey Carlos I de Inglaterra), regresando definitivamente a una segunda estancia
en Nápoles, donde parece ser que también vino a sufrir los embates de una
devastadora plaga presente en esa ciudad, (llevándose además a una gran
cantidad de artistas a la tumba). Su obra fue olvidada por varios siglos, hasta
ser rescatada y reconocida su importancia en el siglo XX gracias a un ensayo
del crítico italiano Roberto Longhi en 1916, titulado “Gentilischi, padre e
hija (Gentileschi, padre e figlia).
Como hemos dicho, el tema que nos acerca a su espectacular obra es por su obsesiva interpretación
de la briosa vengadora Judith y su acto heróico de ejecutar al enemigo del
pueblo judío, el general asirio Holofernes, esbirro del rey de Siria,
Nabucodonosor. Al tema le dedicó al menos cuatro lienzos y otros dibujos en
distintos momentos de su vida. Hay que referir un hecho que marcará
profundamente a la pintora. En 1611, por decisión de su padre, estudiara con su
amigo el pintor Agostino Tasso, quien la violará. Lo denuncia y en el proceso
judicial al que estará sometido el artista lo llevará a ser exilado de todos
los estados pontificios. El testimonio del estupro lo encontramos en la propia
declaración de la pintora en los documentos judiciales de la época:
“Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama
dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para
que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me
metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar
y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con
su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la
cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mí, el miembro, se
lo agarré y le arranqué un trozo de carne”[1] .
En los recuerdos y vivencias de la dama afectada permanecerá la dramática experiencia que le inspirará presentar a la mujer desde una original óptica, la de su propia visión de la condición femenina para su época. Dicho esto, podemos referir que Artemisia hizo cuatro versiones importantes de Judith y otras de menos calidad. Pasamos a presentar estas cuatro escogidas.
La primera data de 1612/13, es un óleo de 158,8 x 125.5 cm, y actualmente se encuentra en el Museo
de Capodimonte de Nápoles. Esta primera versión, fue pintada inmediatamente
después del proceso de estupro que padeció la artista. La violencia y el
dramatismo del cuadro pareciera mostrar los deseos de venganza de ella contra
su maestro violador Agostino Tassi.
Un segundo lienzo titulado “Judith y su doncella” (Giuditta e la sua Ancella), de 1618/19.
Pintura al óleo de 93.5 x 114 cms. Que se encuentra en la Galería Palatina del
Palacio Pitti de Florencia. De marcada tonalidad caravaggista, donde aparecen
dos damas, Judith y Abra, su doncella acompañante. En una posición de cercanía
entre ambas e inmersas entre sombras, son iluminadas por el resplandor de una
vela que debe encontrarse a la izquierda de sus cuerpos. Con menos violencia,
pero no menos alegórico, es un cuadro que sigue mostrando el dramatismo del
hecho ejecutado por la heroína bíblica al matar al general enemigo del pueblo
judío. Muestran la inminente huida de la tienda del militar, con un presagio en
los gestos de sus rostros de temor por un rumor externo y de ser descubiertas.
Judith sigue empuñando la espada asesina, instrumento de su venganza, y su
sirvienta Abra, la cesta con el premio de la cabeza del asirio. Judith muestra
su níveo rostro y un mechón de pelo que se escapa de su cuidado peinado atajado
con un prendedor. Abra muestra un amplio turbante a partir de trazos de color
blanco y amarillo.
El tercer lienzo vuelve a repetir la misma escena, pero con diferentes matices cromáticos que el
primero cuadro de esta serie. Este óleo “Judith decapitando a Holofernes",
es ejecutado entre 1620/21, mide 1,99 x 1,62 mts., y se conserva en la Galería
de los Uffizi de Florencia. Es una escena cruda y trágica. Representa la
ejecución de poder por una mujer concentrada y conocedora de lo que debe hacer,
además de ser ayudada por su sirvienta, en la degollación de general
Holofernes. Obra que ha pasado por diversas interpretaciones. Desde las miradas
históricas el arte hasta las psicológicas, y por añadidura, psicoanalíticas. Se
insinúa que el rostro de Holofernes es el de su violador. Es el cuadro más
famoso de Artemisia, en donde sigue presente la leyenda de la obsesión que
mantuvo al ser violada en su adolescencia. El acto ocupa el centro de la tela,
colocando a Abra, que en la escena bíblica no aparece acompañando a Judith.
El cuarto lienzo referente lo volvió a titular como el segundo, “Judith y la doncella”. Data de 1625/27 y se encuentra en el Instituto de Artes de Detroit. Vuelve a retomar el momento en que ambas mujeres se aprestan a huir del campo del enemigo con su mortal carga, la cabeza del decapitado Holofernes. Es un lienzo que realiza cuando regresa a Roma, cambiando de estilo, asumiendo los gustos pictóricos de esta ciudad. Nos vuelve a adentrar en su magistral uso del “tenebrismo” de Caravaggio, al presentar la escena nocturna anclada por la luz de una vela, moviéndose ambas mujeres en conjunto, dirigiendo sus miradas a un mismo lugar. Judith es presentada con un elegante vestido de seda amarillo y enjoyada. En una posición algo inclinada, la vemos escondiendo la espada e intentando tapar la luz de la vela con su mano izquierda, para no descubrir su rostro y proseguir con la huida. Abra, su doncella, está agachada ocultándose, sosteniendo, una vez más, la cabeza de Holofernes.
Todas estas obras nos muestran, por la mano de Artemisia, la fuerza de la condición femenina de considerar un asesinato como un fin liberador, realizado, en este caso, como justicia divina (que es simplemente humana…), por obra de una imaginada o histórica recordada heroína en pro de defender la autonomía de su pueblo, inspirada por su ideología religiosa que le da el coraje y la fuerza de emprenderlo. Es la acción contra la ejecución del poder de un ejército invasor y cruel por medio del poder de la ejecución individual y libre de un imaginario ser excepcional femenino.
[1] Cohen, Elizabeth S. (2000). «The Trials of Artemisia Gentileschi: A Rape as History». Special Edition: Gender in Early
Modern Europe. The Sixteenth Century Journal. Vol. 31 (1): 47-75. En: https://www.jstor.org/stable/2671289
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