jueves, 16 de junio de 2022

                                          Naturaleza y sostenibilidad.

En torno a la visión del Antropoceno.

David De los Reyes

Trama Vegetal. Redes Sociales Vegetales
junio  2022, DDLR


 

Una de las apreciaciones que la modernidad tejió en la mente romántica de Jean Jacques Rousseau fue la necesidad de reencontrarse con la naturaleza, el retorno a la naturaleza. Un retorno por la eliminación de lo artificial y de la injusticia vivida en las ciudades.  Situación que vendría a ser la capa cultural opresiva que, para el pensador ginebrino, convertía a todo ser vivo, y en especial a ese antropocentrismo moderno persistente en su pensamiento, en un individuo oprimido, incomprendido, inhabilitado, extrañado de su ser para su plenitud vital. Una mirada que aspiraba congraciarse con la naturaleza, con la physis, pero no para comprenderla sino para experimentar una inmersión que purificara a la persona de todas las injusticias y encarcelamientos cotidianos de la sociedad europea de ese entonces (y de ahora, podemos transpolar), separándose de la fatalidad reinante y respirando en los aires libres del campo. En el fondo tenía una visión paradisiaca de la naturaleza y no como un lugar donde las catástrofes, los peligros y las necesidades se hacen más inmediatas y sufrirlas, intensas y hasta mortales casi sin tener respuesta; no nos mostraba aún una naturaleza dañada por los desarrollos industriales y agrícolas insipientes.  Ante esta visión podemos toparla con la interpretación que da Rosset, para quien todo concepto y visión de la naturaleza existente es artificial y azar.  Considera que la naturaleza en sí misma, se presenta como una profunda e indesarraigable ilusión. Sólo nos naturalizaremos cuando se asuma plenamente lo artificial, ante lo que sobreviene una renuncia a aquella. De esta forma nos quitaríamos de encima esa sombra de dios con lo cual dejaríamos de divinizar nuestra existencia.

Toda aproximación a lo que se entiende por naturaleza es comprendida como una construcción de la imaginación conceptual cuantitativa del pensamiento filosófico y científico, iniciada por el interés de dar certezas y manejo de los elementos que la componen, en pos de los fines que queremos insertar en ella. Más que verla como un campo de interrogación y convivencia es uno de transformación y destrucción.  

Así un reproche constante que encontramos en esta visión moderna de la cultura es la consideración de la naturaleza de ser fáctica, lo cual vendrá a separarse de la postura griega ante la naturaleza, de la cual se desprendía toda una normativa que debía ser tomada en cuenta para la realización de la vida. La naturaleza inspiraba las leyes y el logos la acercaba con su comprensión conceptual.  Lo fáctico de la naturaleza gira en torno a una desacralización que rodeará a la episteme desde el siglo XVII hasta acá. La naturaleza o la physis es observada como un flujo de procesos interconectados pero que no responde a las verdaderas necesidades humanas; las necesidades humanas es lo que dará significado y acción ante ese albur indiferente del que pende el devenir del entorno natural.  Por otra parte, por su fuerza avasallante, podrá  ser alienante, dejando al hombre en un extrañamiento  perpetuo al adentrarse en ella,  gracias  a ese pensamiento esquizoide de separación y de poder frente a lo que le opone;  el espacio natural acoge pero para aniquilar, y a veces nos deja  vivir,  al desarrollar el instinto de supervivencia del individuo y de la reproducción de la especie; pareciera que entre sus mecanismos tiene uno fulminante, disuelve la esencia humana, al proponerse  un juego de satisfacciones  artificiales que se organizan en función del provecho para un grupo humano que ejerce dominio sobre otro.  Es ante ello la reacción rousseauniana filosófica, que vendría a propugnar un intento de desenmascarar ese profundo malestar en tanto testimonio que alimenta una postura anticultural. Un llamado que viene desde la antigüedad contra la cultura, en las voces lejanas de la filosofía platónica y de los cínicos, epicúrea y estoica, hasta alcanzar la musicalidad naturalista de ciertos filósofos del siglo XVIII y XIX, además de todas las proliferaciones ideológicas que albergan un pensamiento ecológico, tan de moda en la actualidad; surge una paradoja, que, sin cultura, sin conceptos, no se puede albergar un pensamiento comprensivo a la situación infame del presente.

Con la modernidad la naturaleza se presenta bajo la interpretación de ser progresivamente despojada y cesante de poder representar un conjunto de fuerzas trascendentes (no es expresión de la mano de un ser divino, no es perfecta, no es creación de un demiurgo, etc.). Lo que encontramos ahora es una naturaleza echa a la figura y semejanza del hombre, ser depredador por excelencia, quedando ella como un resultado de fabricaciones humanas.  Se ha desmitificado, no responde a fuerzas divinas ni trascendentes a ella, no es expresión del pensamiento de un creador, etc.; se ha vuelto un artificio que se adecua a la pragmática voracidad humana.  Producto de cierto rigor científico, reafirmado por toda una epistemología filosófica, en que termina siendo la naturaleza mero nominalismo ideológico más que científico, ante la que se puede pronunciar una oración fúnebre.  Es la realidad alterada que pretenden referir los términos como antropoceno, antrogénico y antrópico[1], a las modificaciones geológicas y biológicas debido a la acción del hombre.

Pero no todo está perdido. Entre los optimistas surge un pensamiento que recurre al sentimiento humano de recuperarla. Lo cual no sé si la naturaleza como tal lo necesita, ella obra a ciegas y mediante fines que al no cumplirse se sustituyen al darle paso a otras que sobreviven en tanto organismos y medios de vida. La extinción de especies forma parte de la evolución de la tierra, sólo que ahora de forma acelerada por la mano del homo sapiens.

Dentro de los aportes teóricos esta uno que escuchamos como una letanía perpetua en todas las voces de los voceros del momento, que es el del paradigma de sostenibilidad. ¿Qué viene a significar dicho concepto? En principio propone un acercamiento a la conservación de la vida, un cambio de estilo y hacer, una comprensión de autoorganización y de autopoiesis. Es la respuesta terapéutica ante la naturaleza dañada por la acción del hombre en todo el orbe terráqueo, que sigue siendo indetenible y propio de un modelo económico physiófago intensivo, devorador perpetuo de recursos no renovables, una especie de paño caliente ante un cuerpo desahuciado.  Una concepción mecanicista donde la naturaleza dañada produce problemas globales desde la misma localidad en donde se efectúan, recayendo sus efectos de forma global, para la inhospitalidad de la vida humana, en primer término, y para el resto de los organismos adaptados a determinado entorno ecológico, realidad insoslayable e irreversible con sus daños colaterales.

En los inicios de la modernidad, se   planteó, como se sabe, un giro antropocéntrico en la visión de las relaciones del hombre con el cosmos y la sociedad; propia para desplegar toda una curiosidad ante la naturaleza en función de provechos crematísticos y utilitarios, reivindicando la condición del hombre como ser en el mundo. Hoy los geólogos, como se ha dicho antes,  manteniéndose en esta tradición conceptual, han dado el nombre a esta era, luego del holoceno,  como de antropocénica, donde la tierra  está sometida y en manos de la acción industrial, científica y tecnológica del hombre; la cual, de ahora en adelante, no podrá comprenderse todo cambio terráqueo como una simple modificación y manifestación natural, sino  que cada cambio sufrido en ella está impulsado, de una u otra manera, directa o indirectamente, por la huella indeleble del pie productivo del espíritu humano (para usar un término hegeliano).  Presentando así   la concepción sistémica de la ecología, que parte de observar en la naturaleza y sus problemas atendiendo a su conjunto y no de manera aislada; todo fenómeno debe ser estudiado en interconexión e interdependencia ecológica; los organismos no viven aislados, por más solitarios que sea su condición ontológica de existir.  Un saber que nos proporciona acciones para refrenar ciertos efectos catastróficos globales (como el recalentamiento de la tierra, la reducción de la capa de ozono, la emanación de gases contaminantes (monóxido de carbono, metano, etc.), pero que no es atendido por las instancias decisorias de los gobiernos actuales.

Este principio de sostenibilidad pretende hacer una corrección a la miopía de la percepción del sentido común del hombre en general. Tal persistente percepción de fragmentación de las partes de un todo, se impulsa desde las instituciones, medios, valores y tradiciones, describiendo una concepción desfasada de la realidad universal, quedándose sólo  con el fin del rendimiento económico inmediato; una percepción  donde las respuestas que arroja  no dan pie a las nuevas emergentes realidades y  necesidades cognitivas dentro de un planeta superpoblado por una  sola especie, con una globalización cultural hegemónica imposible de permanecer desconectado entre sus partes.

Las propuestas profilácticas de vanguardia política se dirigen a querer un cambio de paradigma, el cual viene presentándose desde finales del siglo XX hasta el presente, como si ello se pudiera legislar urbi et orbi. Los intereses para que no se dé, son múltiples, y el hombre común sólo está ávido de necesidades o deseos y emociones condicionados por tecnologías digitales y sus técnicas de control adherentes. Este cambio de paradigma procura un bien de especies, el de la supervivencia, el cual no interesa a políticos ni corporaciones, que están siempre al cuido de lo suyo, de sus intereses, como tampoco de la mayoría de los ciudadanos, acorralados por las necesidades del día y de la insuficiencia salarial, como también de los educadores que acompañan a un sistema educativo obsoleto, cuyo fin esencial es crear operadores del sistema cibernético sin pensamiento crítico.

Dentro de todo podemos preguntarnos ¿qué falla para el cambio a esta otra opción que lleve a percibir al mundo de otra manera?  Es la incapacidad de adiestrar la consciencia para observar la interconexión desde una perspectiva sistémica en relación con el habitad y sus relaciones, en sus cadenas tróficas y culturales; aunque la propuesta sistémica se use como metodología para adecuarla a los modos del marketing de los negocios.  No hay búsquedas de soluciones viables que reposen en propuestas sostenibles. Una sociedad con gobernabilidad sostenible es la que es capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de calidad de vida a las generaciones futuras; el principio de sostenibilidad alargaría y procuraría dejar un mundo para la convivencia de las generaciones que aún no están pero que podrían estar. Los teóricos de la sostenibilidad utópicos han planteado la creación de comunidades sostenibles, lo cual pareciera fácil hacer desde la letra impresa, más difícil desde la dura realidad a enfrentar.  En un mundo plagado de intereses mezquinos no escapa tal sentido hasta en los dados a estos fines loables.  El proponer comunidades  de este tipo, es algo casi –por no decir del todo- imposible, la condición actual es  comprimir a los habitantes en torno a grandes megalópolis, crear grandes relaciones de dependencia con las corporaciones, basándose en el concepto de ciudades inteligentes, en función de gobiernos algorítmicos, donde los recursos de la informática y la estadística de datos irán determinando la vida de los habitantes de esos conglomerados, cercenando las ya antiguas libertades  individuales y sociales, inscritas en las constituciones nacionales al mejor estilo del pasado decimonónico. Nuevas alternativas de opresión se están constituyendo en sobre un fluido silencio que por su misma condición es ensordecedor…

Pretender comunidades sostenibles es una utopía que habría que ver si es viable en una situación de poder que se opondría a tal producción social. Las comunidades sostenibles serían entornos sociales y culturales en los que se pueda satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones sin comprometer a los miembros que les sucedan.  Si bien tenemos la tecnología y los conocimientos requeridos para ello, priva más el inmediatismo económico y político, que proporciona ventajas y privilegios a aquellos que tienen sentadas sus posaderas sobre las sillas del poder.    

 

 

 



[1][1]  Antropoceno es un concepto polémico. Acuñado por el geólogo italiano Antonio Stoppani en el siglo XIX, es retomado por el premio nobel Paul Crutzen en el año 2000.  Tiene la intención, por parte de un grupo de científicos, sustituir al término Holoceno, actual época del período cuaternario, en la historia de la evolución terrestre. Antropoceno vendría a inaugurar la era donde la Tierra comienza a sufrir un fuerte impacto global por las actividades humanas, sobre todo a partir de la Revolución Industrial, desde el siglo XVIII hasta la actualidad sobre los ecosistemas. Sin embargo, por ser un breve periodo por los momentos, no se ha admitido como un término científico sino como una propuesta política. Se comprende con ello la preocupación ética y de sobrevivencia de las especies al notar una permanente reducción de la biodiversidad bien por destrucción del hábitat o por la selección económica de ciertas especies comercialmente rentables en detrimentos de otras. Autores como Willian Rudiman proponen que lo antropocénico está presente en la Tierra a partir de la era neolítica, hace 8000 años con el cambio que se produjo al introducirse la agricultura como forma de producción de alimentos y de sedentarismo humano.  El otro término, antropogénico, vendría a tener cercanía con el anterior. La diferencia estriba que se refiere, específicamente, a los procesos o materiales que son el resultado de actividades humanas, en contraposición de los procesos que tienen causas naturales sin influencia humana, situación cada vez más reducida por la permanente alteración de los ecosistemas y hábitat. Su especificidad de uso está en describir contaminaciones ambientales en forma de desechos físicos, químicos o biológicos, por efectos de la actividad económica sin limitaciones y uso de tecnologías suaves o amigables con el ambiente. Tales productos antropogénicos serían los basureros, escombreras, producción de gases tóxicos fuera del umbral reciclable, como sin emisiones de monóxido  y dióxido de carbono emitidos por consumo de combustibles fósiles, proporcionando alzas de temperatura que afectan al calentamiento global, contaminación del aire, del agua; contaminación lumínica y sonora; conversión de selvas y bosques tropicales en superficies para  el cultivo y pasturas; redirección de aguas subterráneas; salinización de aguas por un drenaje inadecuado; contaminación del suelo y agua por productos químicos, como son los abonos y pesticidas; alteración de genomas bien de plantas y animales bien por selección de interés comercial o por ingeniería genética; alteraciones del suelo; desechos minerales; plastiglomerados, en tanto nuevo mineral formado a partir de basura y desechos de todo tipo en relación a polímeros y plásticos que no existían anteriormente en la naturaleza (ya son considerados como una huella a futuro de los humanos sobre la tierra, en las costas de Hawái son una realidad), entre otras situaciones. Y la antropización vendría a comprender la transformación que ejerce el hombre sobre el medio, ya sea en el biotopo o en la biomasa; se incluye a los cambios de forma de vivir y costumbres en los animales domésticos en que actúa el hombre, siendo antropizados conductualmente. También se incluirían las transformaciones geográficas producidas por la actividad humana sobre el medio, como la urbanización de espacios, la agricultura, la silvicultura, introducción de especies exóticas, exterminio de especies, deforestación como la que ocurre actualmente desde décadas en el Amazonas, construcción de centrales hidroeléctricas, reactores atómicos, represas. Estos términos, como notamos, encontramos que tienen una identidad común. Todos refieren a los cambios del mundo debido a la acción transformadora desbocada por la ambición e inconsciencia del hombre en lo que plantea como proyectos que impliquen tecnologías destructivas y agresivas con el hábitat. La tierra nunca más será la que fue. Sus directrices están de ahora en adelante en manos de lo que los hombres hagan en función de su interés por sobrevivir en tanto especie, y sucumbir y extinguirse por proliferación y destrucción ambiental de una tendencia económica que desborda por sus consecuencias las condiciones de vida tanto del hombre como de otras especies sobre la sábana de la biósfera terráquea. 

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