DESCARTES, SOBRE ESTÉTICA Y MÚSICA
David De los Reyes
Redes Sociales Vegetales
DDLR/2025 enero Guayaquil
Introducción: La armonía del pensamiento cartesiano
René Descartes, el padre del racionalismo moderno, es una figura que ha sido estudiada principalmente desde la óptica de su contribución a la filosofía y la ciencia. Su célebre "Cogito, ergo sum" ha cimentado su lugar como el iniciador de una nueva era del pensamiento occidental, marcada por la búsqueda de certezas absolutas y el uso riguroso de la razón. Sin embargo, detrás de esta imagen de un filósofo frío y metódico, encontramos a un Descartes que también se interesó profundamente por la música, el arte y la estética.
En su obra Compendium Musicae, escrita en 1618, Descartes no solo se adentra en una teoría musical basada en principios matemáticos, sino que también establece un puente entre la razón y la sensibilidad, entre las proporciones numéricas y las emociones humanas. Este tratado, aunque breve y considerado por el propio autor como una obra de juventud, revela una faceta menos conocida de su pensamiento: su intento de comprender cómo la música, a través de sus cualidades sonoras, puede evocar pasiones y deleitar al espíritu humano.
Este ensayo busca explorar cómo la música y la estética se integran en el pensamiento cartesiano, y cómo este enfoque, aparentemente frío y geométrico, se convierte en un himno a la belleza de la razón y la naturaleza. Para ello, analizaremos el Compendium Musicae en el contexto del siglo XVII, las influencias filosóficas y musicales que marcaron a Descartes, y su visión de la música como una disciplina que trasciende la mera técnica para convertirse en un medio de expresión emocional y moral.
I. Contexto histórico y filosófico: el siglo XVII y la música como ciencia
Para entender la relevancia del Compendium Musicae, es necesario situarlo en el contexto intelectual del siglo XVII, una época marcada por profundas transformaciones en el pensamiento científico, filosófico y artístico. La música, que había sido considerada durante la Edad Media como una de las disciplinas del quadrivium (junto con la aritmética, la geometría y la astronomía), comenzó a ser objeto de un interés renovado, no solo como arte, sino también como ciencia.
El Renacimiento había exaltado al ser humano como medida de todas las cosas, y esta perspectiva humanista influyó en el desarrollo de las artes y las ciencias. En el ámbito musical, esta época vio el surgimiento de la polifonía y el inicio de la ópera, géneros que buscaban expresar las emociones humanas de manera más directa y compleja. Sin embargo, la música seguía estando profundamente ligada a las matemáticas, una herencia de los pitagóricos que consideraban las proporciones numéricas como la clave para entender la armonía del cosmos.
En este contexto, filósofos y científicos como Galileo Galilei, Johannes Kepler y Marin Mersenne comenzaron a explorar las relaciones entre la música y el universo. Kepler, por ejemplo, veía en las órbitas planetarias una "armonía de las esferas", mientras que Mersenne, en su Harmonie Universelle, intentó establecer las bases de una teoría musical basada en principios físicos y matemáticos. Descartes, influido por estos pensadores y por su propia formación en matemáticas, abordó la música desde una perspectiva similar, buscando desentrañar las leyes universales que rigen las consonancias y disonancias sonoras.
El Compendium Musicae debe entenderse, por tanto, no solo como un tratado musical, sino como parte de un proyecto más amplio de Descartes para aplicar su método racionalista a todas las áreas del conocimiento. Como señala Ángel Gabilondo, este texto refleja "la aspiración cartesiana de encontrar un orden racional en todas las cosas, incluso en aquellas que parecen más subjetivas, como la música y la estética"[1].
II. El Compendium Musicae: una síntesis de matemáticas y sensibilidad
El Compendium Musicae es la primera obra conocida de Descartes, escrita cuando tenía apenas 22 años. Aunque el propio autor la describió como "una obra de juventud, tan informe como el feto de una osa recién nacida"[2], este tratado revela ya muchas de las ideas que caracterizarían su pensamiento maduro.
La obra se divide en doce puntos, cada uno de los cuales aborda un aspecto específico de la música, desde las cualidades del sonido hasta las reglas de la composición. En el primer punto, Descartes afirma que "la música tiene como finalidad deleitar y provocar en nosotros pasiones diversas". Según él, las principales propiedades del sonido son dos: la duración y la altura, que corresponden al ritmo y la tonalidad en la música moderna. Estas propiedades, combinadas de manera adecuada, pueden evocar emociones como la tristeza, la alegría o la melancolía.
Lo que distingue a Descartes de otros teóricos musicales de su tiempo es su insistencia en que estas reacciones emocionales no son arbitrarias ni meramente culturales, sino innatas. En el tercer punto del tratado, argumenta que "las medidas lentas producen en nosotros movimientos lentos, como la tristeza, mientras que las medidas rápidas producen movimientos rápidos, como la alegría". Esta afirmación refleja su creencia en lo innato, un principio fundamental de su filosofía racionalista.
Además, Descartes introduce en el Compendium Musicae la idea de que la música debe seguir ciertas reglas matemáticas para ser agradable al oído. Por ejemplo, sostiene que "el tiempo en los sonidos debe estar constituido por partes iguales", ya que las proporciones simétricas son más fáciles de percibir y, por tanto, más placenteras. Este énfasis en la proporción y la simetría es una constante en su obra, desde su teoría musical hasta su concepción del universo como un sistema ordenado por leyes matemáticas.
III. La música como expresión de las pasiones humanas
Aunque el enfoque de Descartes en el Compendium Musicae es principalmente racionalista, también reconoce la dimensión emocional de la música. Para él, la música tiene el poder de influir en nuestras pasiones, no solo porque apela a nuestros sentidos, sino porque está conectada con nuestra naturaleza fisiológica y psicológica.
En una carta a Mersenne, Descartes escribe: "La música es un mecanismo condicionado que depende de nuestra fisiología y psicología, pero también es subjetivo. Lo que guste a la mayoría podrá llamarse simplemente lo más bello, pero no podrá ser determinado con precisión"[3]. Esta afirmación revela una tensión en su pensamiento: por un lado, busca establecer reglas universales para la música; por otro, reconoce que nuestra experiencia estética es profundamente personal y contextual.
Esta dualidad se refleja también en su análisis de las consonancias y disonancias. Según Descartes, las consonancias, como la octava y la quinta, son agradables porque sus proporciones matemáticas son simples y fáciles de percibir. Las disonancias, en cambio, son más complejas y, por tanto, más difíciles de procesar, lo que puede generar una sensación de incomodidad. Sin embargo, esta incomodidad no es necesariamente negativa, ya que puede ser utilizada por el compositor para evocar emociones específicas, como la tensión o el conflicto.
IV. Influencias filosóficas y musicales en el pensamiento cartesiano
El Compendium Musicae no surge en un vacío intelectual. Descartes fue profundamente influido por los pensadores y músicos de su tiempo, así como por las tradiciones filosóficas y musicales que heredó del Renacimiento.
Una de las figuras más influyentes en su formación fue Isaac Beeckman, un matemático y físico holandés que introdujo a Descartes en la idea de aplicar las matemáticas a la música. Según Richard Watson, "Beeckman fue uno de los primeros estudiosos en poner en práctica la física matemática, y su influencia en el joven Descartes fue decisiva"[4]. De hecho, el Compendium Musicae fue dedicado a Beeckman como un tributo a su mentor.
Otra influencia importante fue Gioseffo Zarlino, un teórico musical italiano que argumentaba que las relaciones armónicas están basadas en proporciones naturales inherentes a los sonidos. Zarlino sostenía que "el fundamento de estas razones naturales debe buscarse en los sonidos armónicos", una idea que Descartes retoma en su análisis de las consonancias [5].
Sin embargo, Descartes también se distanció de algunos de sus contemporáneos. Por ejemplo, Vincenzo Galilei, padre de Galileo, defendía que la música debía basarse en la palabra y la emoción humana, más que en principios matemáticos. Esta tensión entre la música como ciencia y como arte es un tema recurrente en el Compendium Musicae, y refleja un debate más amplio en la estética del siglo XVII.
V. La estética cartesiana: entre la objetividad y la subjetividad
Aunque Descartes no escribió un tratado específico sobre estética, su influencia en este campo es innegable. En su época, la estética comenzaba a emerger como una disciplina filosófica independiente, y el racionalismo cartesiano proporcionó un marco para entender el arte y la belleza desde una perspectiva lógica y matemática. No obstante, su pensamiento sobre la estética revela una tensión interesante: mientras que buscaba establecer principios universales para el juicio estético, también reconocía la importancia de la subjetividad y el contexto en nuestra experiencia de la belleza.
En su correspondencia con Marin Mersenne, Descartes afirma que "ni lo bello ni lo agradable tienen una medida determinada; lo que gusta a la mayoría puede llamarse simplemente lo más bello"[1]. Esta declaración pone de manifiesto una paradoja en su pensamiento: aunque Descartes creía en la existencia de reglas objetivas que rigen la belleza, también admitía que nuestra percepción de lo bello está influida por factores individuales y culturales.
Esta dualidad es particularmente evidente en su análisis de la música. Por un lado, Descartes sostiene que la música debe seguir ciertas reglas universales, como la proporción y la simetría, para ser agradable al oído. Por otro lado, reconoce que nuestra respuesta emocional a la música es profundamente subjetiva y que lo que consideramos bello puede variar según nuestras experiencias y preferencias personales.
En este sentido, la estética cartesiana puede interpretarse como un intento de reconciliar la objetividad y la subjetividad en el arte. Según Ángel Gabilondo, "Descartes no niega la importancia de las normas universales en el arte, pero tampoco ignora la dimensión subjetiva de nuestra experiencia estética. Su pensamiento nos invita a buscar un equilibrio entre ambos aspectos"[2].
Además, la idea cartesiana de que la belleza no es una cualidad inherente a los objetos, sino una relación entre estos y nuestro juicio, anticipa algunas de las teorías estéticas modernas. Por ejemplo, Immanuel Kant, en su Crítica del Juicio, desarrolló una visión similar al argumentar que el juicio estético es subjetivo, pero también aspira a la universalidad. En este sentido, Descartes puede considerarse un precursor de la estética moderna, aunque su enfoque esté más centrado en las matemáticas y la razón que en la experiencia emocional.
VI. La música como disciplina moral: la ética del equilibrio
Para Descartes, la música no era solo un arte destinado a deleitar los sentidos, sino también una disciplina con implicaciones morales y filosóficas. En su Compendium Musicae, argumenta que la música tiene el poder de influir en nuestras pasiones y de ayudarnos a alcanzar un estado de equilibrio y armonía interior. Este enfoque refleja su visión ética general, en la que la razón debe gobernar las pasiones para alcanzar la virtud.
En el capítulo dedicado a las consonancias, Descartes ofrece principios para la composición musical que reflejan esta perspectiva ética. Según él, una buena composición debe comenzar con las consonancias más perfectas, como la octava, y avanzar hacia las menos perfectas, como la tercera menor o la sexta [3]. Este enfoque no solo busca deleitar al oído, sino también guiar al alma hacia un estado de serenidad racional.
La conexión entre música y moralidad no es exclusiva de Descartes. Desde la antigüedad, filósofos como Platón y Aristóteles habían reconocido el poder de la música para influir en el carácter y las emociones humanas. En La República, Platón argumenta que ciertos modos musicales pueden fomentar la virtud, mientras que otros pueden corromper el alma. Descartes retoma esta tradición, pero la adapta a su propio marco racionalista, enfatizando la importancia de las proporciones matemáticas y el orden en la música como medios para alcanzar el equilibrio emocional.
Además, Descartes considera que la música puede ser una herramienta para el autoconocimiento. En una carta a Mersenne, escribe: "La música nos enseña a comprender nuestras pasiones y a regularlas de acuerdo con la razón. Es un arte que no solo deleita, sino que también educa"[4]. Esta afirmación subraya la dimensión pedagógica de la música en el pensamiento cartesiano, que la ve no solo como una forma de entretenimiento, sino como una disciplina que puede ayudarnos a cultivar la virtud y la sabiduría.
VII. La poética cartesiana: imágenes y metáforas en su pensamiento
Aunque Descartes es conocido por su rigor lógico y su enfoque metódico, su obra también está llena de imágenes poéticas y metáforas que revelan una sensibilidad estética sorprendente. Estas imágenes no solo enriquecen su filosofía, sino que también nos ofrecen una visión más humana y emocional de su pensamiento.
Un ejemplo notable de esta poética cartesiana se encuentra en su descripción del Compendium Musicae como "el hijo de mi espíritu, tan informe como el feto de una osa recién nacida"[5]. Esta metáfora, que combina la ciencia con la naturaleza, refleja su visión de la creación intelectual como un proceso orgánico y misterioso. Al igual que un feto que necesita tiempo para desarrollarse, el conocimiento requiere paciencia y dedicación para alcanzar su forma final.
Otra metáfora recurrente en su obra es la comparación de las consonancias musicales con las proporciones matemáticas que rigen el universo. En el Compendium Musicae, Descartes describe las consonancias como "un reflejo de la armonía universal, una manifestación de las leyes que gobiernan tanto el cosmos como el alma humana"[6]. Esta imagen evoca la idea pitagórica de la "armonía de las esferas", que veía en la música una expresión de las proporciones matemáticas que estructuran el universo.
Además, la poética cartesiana no se limita a sus escritos sobre música. En su Discurso del método, utiliza la metáfora del árbol del conocimiento para ilustrar la relación entre las diferentes disciplinas científicas y filosóficas. Según él, "la metafísica es la raíz, la física es el tronco, y las demás ciencias son las ramas que brotan del tronco"[7]. Esta imagen, aunque sencilla, encapsula su visión unificada del saber y su aspiración de construir un sistema filosófico que abarque todas las áreas del conocimiento.
VIII. La herencia estética de Descartes
La contribución de Descartes a la música y la estética puede parecer secundaria en comparación con su impacto en la filosofía y la ciencia, pero es esencial para comprender la totalidad de su pensamiento. En su Compendium Musicae, encontramos a un Descartes que, lejos de ser un racionalista frío, celebra la belleza de la razón y su capacidad para conectar el mundo físico con nuestras emociones más profundas.
Su visión de la música como una ciencia y un arte, como un puente entre la naturaleza y el alma, sigue siendo relevante en un mundo donde la tecnología y el arte a menudo se perciben como opuestos. Al igual que Descartes, podemos encontrar en la música una síntesis de lógica y emoción, de orden y creatividad, que nos recuerda que la verdadera belleza reside en la armonía de los contrarios.
Además, su influencia en la estética moderna es innegable. Aunque no escribió un tratado específico sobre este tema, sus ideas sobre la proporción, la subjetividad y la relación entre arte y emoción anticipan muchas de las teorías desarrolladas por filósofos posteriores, como Kant, Schopenhauer y Nietzsche. En este sentido, Descartes puede considerarse no solo un precursor del racionalismo, sino también un pionero en la exploración de las conexiones entre razón y sensibilidad.
IX. Un himno a la razón y la sensibilidad
El pensamiento de Descartes sobre la música y la estética nos invita a reconsiderar la imagen tradicional del filósofo como un racionalista frío y distante. En su Compendium Musicae y en sus escritos sobre arte y belleza, encontramos a un pensador profundamente interesado en las emociones humanas y en la capacidad del arte para conectar la razón con la sensibilidad.
Para Descartes, la música no es solo un arte que deleita los sentidos, sino también una ciencia que revela las leyes universales que rigen el mundo. Al mismo tiempo, reconoce que nuestra experiencia estética es profundamente subjetiva y que la belleza no puede reducirse a una fórmula matemática. Esta tensión entre objetividad y subjetividad, entre razón y emoción, es lo que hace que su pensamiento sea tan fascinante y relevante.
En última instancia, la obra de Descartes nos recuerda que la verdadera belleza no está en la perfección absoluta, sino en la búsqueda constante de armonía entre los contrarios. En un mundo cada vez más dividido entre ciencia y arte, entre lógica y emoción, su visión de la música y la estética sigue siendo una fuente de inspiración y un recordatorio de que la razón y la sensibilidad no son opuestas, sino complementarias.
Notas a pie de página
- 1. René Descartes, Compendium Musicae, en Oeuvres de Descartes, ed. Charles Adam y Paul Tannery (París: Vrin, 1996), vol. 10, 85-92.
- 2. Ángel Gabilondo, Razón estética: Pensar el arte desde la filosofía (Madrid: Trotta, 2005), 67.
- 3. Descartes, Compendium Musicae, en Oeuvres de Descartes, ed. Adam y Tannery, vol. 10, 88.
- 4. René Descartes, Carta a Marin Mersenne, 20 de marzo de 1630, en Oeuvres de Descartes, ed. Charles Adam y Paul Tannery (París: Vrin, 1996), vol. 1, 120-125.
- 5. Descartes, Compendium Musicae, en Oeuvres de Descartes, ed. Adam y Tannery, vol. 10, 85.
- 6. Ibid., 89.
- 7. René Descartes, Discours de la méthode, en Oeuvres de Descartes, ed. Charles Adam y Paul Tannery (París: Vrin, 1996), vol. 6, 4-5.
Bibliografía
Obras de René Descartes
- Descartes, René. Compendium Musicae. En Oeuvres de Descartes, editado por Charles Adam y Paul Tannery. París: Vrin, 1996, vol. 10, 85-92.
- Descartes, René. Discours de la méthode. En Oeuvres de Descartes, editado por Charles Adam y Paul Tannery. París: Vrin, 1996, vol. 6, 1-78.
- Descartes, René. Cartas a Marin Mersenne. En Oeuvres de Descartes, editado por Charles Adam y Paul Tannery. París: Vrin, 1996, vol. 1, 120-125.
Estudios sobre Descartes
- Gabilondo, Ángel. Razón estética: Pensar el arte desde la filosofía. Madrid: Trotta, 2005.
- Watson, Richard. Cogito, ergo sum: The Life of René Descartes. Boston: David R. Godine, Publisher, 2002.
Contexto histórico:
- Kepler, Johannes. 1997. The Harmony of the World. Traducción al inglés por E.J. Aiton, A.M. Duncan y J.V. Field. Filadelfia: American Philosophical Society.
- Mersenne, Marin. 1986. Harmonie Universelle. Edición crítica por François Lesure. París: CNRS Éditions.
- Zarlino, Gioseffo. 1983. The Art of Counterpoint. Edición crítica y traducción al inglés por Claude V. Palisca. New Haven: Yale University Press.
- Zarlino, Gioseffo. 1965. Le istitutioni harmoniche. Edición crítica. Milán: Ricordi.
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