martes, 5 de mayo de 2009

Sobre la masturbación en la modernidad
Por: David De los Reyes


Max Sauco
Si los filósofos cínicos de la antigua Grecia elevaron la masturbación como práctica autoérotica aceptada para el encuentro con el placer individual y que podía realizarse en cualquier lugar, -fuese privado o público-, la conciencia moderna la observará bajo los ojos de la ciencia y de la censura, de la prescripción y condena. Es un acto que tendrá profundas implicaciones éticas llegando a ser considerado como un vicio oscuro, por lo privado y solitario.
La obra de Laqueur, Sexo Solitario (F.C.E., 2007), nos presenta un itinerario desde distintos ángulos acerca de la masturbación y su significado para la modernidad.
La acción onanista es una parte de la vida sexual humana, donde el placer personal ilimitado encuentra por un lado su censura social frente al hábito y, por otro, la promesa del individuo de hacerlo una última vez, dialéctica donde lucha la subjetividad individual contra los dictados de la conciencia y la sensatez del orden sexual establecido.



La obra se centra en el libro de autor anónimo que aparece entre 1708 y 1712 con un extenso título que junto a él inventa ya la enfermedad del onanismo, generando de manera individual y grupal, culpa y vergüenza: Onania, o El atroz pecado de la autopolución y sus terribles consecuencias, indagando en ambos SEXOS, con consejos espirituales y físicos para aquellos que se han dañado con esta abominable práctica. Y una provechosa admonición a la juventud de la nación de ambos SEXOS. El autor señala toda una corte taxonómica depravada que ronda en torno al hombre débil ante esta satisfacción. A tal acción se llega a través de libros enfermizos, malas compañías, historias amorosas, discursos lascivos y otras provocaciones, a la lujuria y al desenfreno (idem:16). Este desenfreno incitado por encontrarse sólo y apesadumbrados los lleva a entregarse al abuso de sí mismos. Ello ocasiona una vergüenza a la que atacará este libelo que promueve una saludable actitud sexual: promete librar de vergüenza, culpa y restricciones derivadas de las convenciones sociales. Los hombres y mujeres están en idénticas condiciones para cometer esa infracción. Es la más democrática y más lujuriosa práctica antinatural accesible. Estos pecadores están dejados a la sucia imaginación para lograr imitar y procurarse las sensaciones del orgasmo. Si antes de la modernidad esta práctica no fue licenciada o censurada, tomándose en cuenta demasiado poco, con la modernidad ocupará, casi por tres siglos, el centro de la conciencia de hombres y mujeres, tanto jóvenes como adultos.
En ese panfleto, cuyo autor fue un cirujano que escribió pornografía soft. Laqueur considera, según sus pesquisas, que el médico fue John Marten, que acuña, con el título del libro, el término onanismo, el cual es tomado del Génesis, de la leyenda de Onan, quien prefería sembrar su semilla en la tierra antes de fecundar a la mujer de su hermano muerto o morir castigado por eso. Las consecuencias de este pecado puede alcanzar la muerte, según refiere el Antiguo Testamento. Tal hecho viene dado no por la mano de Dios sino por la naturaleza que, afectada, debilitará al pecador (idem:17).El médico no cree poder ayudar desde la religión a estos débiles de la carne que padecen dicha aberración. Como partidario de la conciencia médica de la época recomienda dos remedios de eficacia. El primero cura sudoraciones y gonorrea (descargas) de todo tipo, en ambos sexos, que no son resultados de enfermedades venéreas –fluor albus (un flujo vaginal blanco), efusiones nocturnas, emisiones seminales en el momento de la orina o de la defecación; el otro remedio, curará la infertilidad y la impotencia, causadas o no por enfermedades venéreas.

Otra obra sobre el tema que data de 1785 y escrita por el suizo Dr. Tissot, de Basilea. En ella se puede leer que es una disertación sobre la enfermedad causada por la polución voluntaria

El editor recomienda la Tintura vigorizante y el Polvo prolífico. Con ello la medicina se apodera de la moral sexual. Y el tratado de este médico anónimo fue un éxito administrando los remedios con el mayor beneficio y éxito del mundo (idem:18).Se nos dice que: llamativamente, ese desvergonzado esfuerzo por inventar una nueva enfermedad y al mismo tiempo ofrecer su cura a un precio exorbitante se volvió el texto fundamental de una tradición médica que se convertirá en uno de los pilares de la medicina del Iluminismo y que ayudó a crear la sexualidad moderna (idem). Como notamos, lo que comenzó siendo un buen negocio de atrapa tontos, con argumentos nada sólidos pero convincentes, se convierte en un pilar fundamental de la normativa aceptada que funda la profana sexualidad moderna. Cuando la religión ya no tiene efecto alguno para contener y extender la vergüenza ante un acto natural, la ciencia le ayuda con una autoridad para nada demostrada sino sólo sospechada, dando una palabra última sobre la salud sexual moderna.
A partir del texto de Martin de 1712 se iniciará todo un movimiento contra el llamado onanismo que ocupará salones de conferencia, cientos de artículos, entradas en enciclopedias, tratados didácticos en donde todos se alarman sobre dicho mal y su casi imposible curación en quienes la practican. Hasta en 1876, cuando comienza a dudarse de que sea un mal la masturbación, el Dr. Poullet en su Essai médico-philosophique sur les formes, les causes, les signes, les conséquences et le traitement chez la femme, (Ensayo médico-filosófico sobre las formas, las causas, los signos, las consecuencias y su tratamiento en las mujeres), advierte casi de cien situaciones de patología por autoabuso, causantes de daño físico y psíquico (podía llevar a la locura). La masturbación dejó de ser pensada como una enfermedad hacia 1920. La medicina advertirá las malas consecuencias sufridas por el cuerpo debido a malas prácticas; esta ciencia vendrá a ser una guía moral y a prodigar una ética de la carne. Esto aumenta a partir del s. XVIII, al colocar a la naturaleza como fundamento de normas morales, desplazando al discurso religioso de la autoridad divina respecto a estos casos a las escuelas y a las actividades de sanidad pública en general.
Pero encontramos que hasta hace poco ciertos círculos políticos mantenían cierta restricción a informar a menores sobre las consecuencias de la masturbación. Laqueur nos dice: en 1995, la cirujana general de los Estados Unidos Jocelyn Elders fue despedida, ostensiblemente, por haber respondido con algo que se acercaba a un si a una pregunta que le hicieron en una conferencia de prensa: si se debía enseñar a los niños acerca de la masturbación en las clases de educación para la salud o de estudios sociales. En otras palabras, como un aspecto culturalmente importante de nuestra sexualidad, el onanismo ha sobrevivido fácilmente en su estatuto de enfermedad (20s). La gran civilización y el imperio todavía tienen debilidad al aceptar lo inicuo que pueda ser dicha práctica y mantener en la oscuridad a los niños respecto a los usos de sus propios placeres sexuales es lo correcto dentro de una sociedad de la información y del acceso al mismo por las vías electrónicas ya comunes en occidente. Pasó de tener un estatus moral a ocupar un lugar eminentemente ético.
Anteriormente la ética del cuerpo estuvo enfilada a cuestiones relacionadas con la sexualidad en el matrimonio o el amor por el mismo sexo. Siempre las indagaciones acerca de la sexualidad implicaban relaciones con otro, fuera de orden heterosexual (matrimonio) u homosexual (el mismo sexo). Es a partir de comienzos del siglo XVIII que en cosa de varias décadas la mirada sobre la sexualidad recae sobre la satisfacción personal en solitario; y en ello estuvieron más aficionadas las damas que los varones. La masturbación es la sexualidad de la modernidad y de la burguesía que la creó (idem:21). La pregunta es ¿por qué la autosatisfacción, en tanto gratificación sexual, vino a ser peligrosamente atractiva en la modernidad, siendo antes algo marginal? ¿A qué se debe tanta preocupación por hombres y mujeres a tal acción corporal? La autopolución es atroz pecado (crimen, en ediciones posteriores en el texto de Onania). Pero esta clasificación no surgirá de la religión sino de las disciplinas que irán construyendo un nuevo orden moral laico respecto a las funciones del cuerpo, considerándolas como un zona oscura, el lado oculto, de la cultura moderna. El proyecto iluminista de liberación –la entrada en la adultez de la humanidad- hizo del acto más secreto, privado, aparentemente inofensivo y más difícil de detectar el eje de un programa para controlar la imaginación, el deseo y el yo liberados por la propia modernidad (idem: 22).Con la modernidad vino la autonomía del individuo. Kant inventa el concepto de moralidad como autonomía. Ello da pie a la autoexploración, implicando un compromiso personal con lo considerado por vida buena. Se surge a un mundo cultural en donde antes esa independencia individual estaba restringida en el mundo premoderno por aceptar que lo bueno y correcto provenía de un mundo providencial, divino. Es por lo que Laqueur se pregunta ¿cómo ese yo moderno, en tanto individuo autónomo, logrará negociar la relación consigo mismo y los demás en un mundo sin polos fijos? (idem:23). Cuando la modernidad es en donde se crea un tipo de disciplina interior que hace posible el individualismo y la libertad. Y esta manía individual es realmente la sexualidad de la modernidad, probablemente el primer vicio democrático con igualdad de oportunidades (idem:24). Y tres cosas parecen considerarse como centro de los horrores del sexo: que es algo secreto en un mundo donde la transparencia era el valor supremo; tendía al exceso como ninguna otra clase de práctica erótica (algo así como el crack de la sexualidad); y la realidad no era un límite, porque era una criatura de la imaginación (idem). El peligro era porque se contraía esa autonomía individualista, propia de la modernidad, con un recogimiento a la interioridad personal presente tanto en la imaginación, en el exceso, en la soledad y en la privacidad del acto. El peligro se catalogó como una amenaza solipsista y una anomia al devenir social de las relaciones sexuales aceptadas. La cultura moderna exige limitar en el individuo todo lo que su imaginación lo lleve más allá de sí mismo, merodeando deseos y limitando las opciones de sí en nuestra misma fantasía sexual. El principio de realidad no es externo a nosotros sino que procede de nuestro propio interior. La masturbación es la sexualidad por excelencia del yo, el primer gran campo de batalla psíquica en esas pugnas (idem:25).Es en el siglo XX que la masturbación viene a ser vista, por obra de la psicología y la sexología, como una etapa del desarrollo, que debe ser abandonada en el momento apropiado, momento que indica madurez, salud mental y adecuación a la sociedad.
A partir de 1950 y 1960 en adelante, el feminismo, junto a las luchas de liberación sexual y en conjunto al movimiento gay de último cuarto de siglo, la masturbación se convierte en el campo de la política sexual y del arte contemporáneo. Se asume en lo que fue para los cínicos de la antigüedad, en una práctica del gozo autónomo individual de nuestra energía sexual; práctica como ejercicio de libertad o, aún hoy, en un signo de abyección y desesperación. Esto ha propiciado una avanzada que reivindica el autoerotismo haciendo surgir una útil articulación social del ego con sus propias energías sexuales a sentir y experimentar. Especie de autoestima o de amor propio, una autarquía personal que permite establecer relaciones con los demás sin perder la autonomía de nosotros mismos. Diógenes de Sínope ha podido ser el padre de este movimiento liberación personal, cuando aún no lo han reconocido como propiciador de esta autoexploración erótica individual en tanto práctica que aporta el desapego, el dominio de sí y la autonomía como condición creativa personal de nuestra individualidad. Si para ciertos filósofos, médicos, pensadores y religiosos lo consideraron como un camino para encontrarse con la ruina personal por culpa de este oscuro vicio, ahora es visto como una condición propia para la autorrealización, siendo un acto democráticamente libre para todos y no de unos pocos.




Bibliografía:Laqueur, T.: 2007: Sexo Solitario. F.C.E. México.










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