martes, 1 de marzo de 2011



Conocimiento y sociedad:
la perspectiva evolucionista de
Popper y Hayek

Carlos Blank


Aprendizaje evolutivo en bacterias 




Resumen: Tanto Karl Popper como Friedrich Hayek se ubican dentro de la corriente que ha sido bautizada con el nombre de “epistemología evolucionista” y comparten una visión general bastante similar. Ambos consideran que la sociedad ha ido evolucionando espontáneamente desde un orden simple y concreto hacia uno cada vez más complejo y abstracto: la llamada “sociedad abierta” por Popper o el “orden extenso” por Hayek. La peor amenaza contra  esta concepción evolucionista es  la ambición desmedida de una racionalidad que desconoce sus límites y pretende construir un nuevo  orden a partir de cero, esto es, eliminando todo aquello que a los hombres le ha costado tanto construir a lo largo de su evolución. Para contrarrestar este racionalismo presuntuoso y arrogante se requiere de un racionalismo cauto y crítico, que reconozca al mismo tiempo el poder de la razón así como su fragilidad y limitación.                                 

Palabras clave: epistemología evolucionista, racionalismo constructivista, racionalismo crítico                    


Introducción
                             
                                               An evolutionary epistemology would be at minimum an epistemology taking cognizance of and compatible with man’s status as a product of biological and social evolution.
                                                                                            
                                                                                                                  Donald T. Campbell


Hoy en día se habla mucho de la “sociedad del conocimiento”, se insiste en la importancia que ha ido adquiriendo el conocimiento en la sociedad contemporánea. Considerar al conocimiento como la nueva fuente de poder y de riqueza de las naciones se ha vuelto ya un lugar común. Que el conocimiento sea fuente de poder lo encontramos en expresiones como “knowledge is power” de Francis Bacon o “savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir” de Auguste Comte. Y no cabe duda de que el conocimiento está íntimamente ligado a nuestra evolución humana.  Por eso, expresiones como “el conocimiento es nuestro destino” de J. Bronowski o “somos lo que conocemos” de J. Burke, resumen de manera magistral la evolución humana, el ascenso del hombre. 
 A medida que la sociedad se torna más compleja se evidencia la imposibilidad de establecer un control o un poder absoluto sobre ella y se hace necesario confiar este control a mecanismos espontáneos e institucionales que han ido surgiendo a lo largo de la evolución humana. Esta posición entra en conflicto con la visión de un racionalismo que considera a toda institución social como una construcción deliberada y voluntaria del hombre, cuando lo cierto es que la razón es ella misma fruto de esta larga evolución biosocial del hombre, se va creando junto con ella. Como todo proceso evolutivo, se trata de un proceso de adaptación progresiva a una multiplicidad de situaciones cambiantes y novedosas, se trata de un proceso constante de ensayos y errores.  Tanto la evolución biológica como la evolución cultural pueden ser consideradas como un proceso de adquisición y transmisión de conocimientos.  Esta transmisión es realizada, en el nivel biológico, a través del mecanismo seguro de las leyes genéticas, aunque ellas excluyen la transmisión de los caracteres adquiridos. En cambio, la evolución cultural sí admite la herencia de lo adquirido, es lamarckiana, aunque es por ello más frágil e insegura, pudiendo perderse en una generación el producto de generaciones anteriores.
No cabe duda de que el conocimiento está íntimamente ligado a nuestra evolución humana. Sin embargo, debemos ser cautelosos al establecer con mayor precisión la relación existente entre el conocimiento y la evolución social del hombre.  A partir de esta idea, a saber, de la creciente importancia que reviste el conocimiento en la sociedad, se ha ido desprendiendo la idea de que podemos controlar dicha evolución social y cultural, de que podemos ir creando de manera deliberada y voluntaria un nuevo orden social, de que podemos dirigir nuestro destino o nuestra historia.  Posiblemente el origen de esta creencia provenga del éxito del conocimiento científico en dominios como el de la inteligencia artificial o en el de la ingeniería genética. El control creciente que hemos adquirido en estos dominios nos hace pensar que este control es trasladable al dominio social y hace posible prever y controlar el futuro de la evolución del hombre. Esta “hybris cientista”, este espíritu pometeico o fáustico, ha dominado y sigue dominando buena parte de la civilización humana, constituye uno de los mitos sobre los cuales se ha levantado nuestra civilización.


Popper y Hayek


 Aunque se trata simplemente de un error, es un error que encierra peligros que amenazan la propia sobrevivencia de nuestra civilización. Es curioso que sea el propio mito que ha dado origen a nuestra civilización el que pueda también ponerle un fin. Siempre hemos querido jugar a ser Dios, primero controlando la naturaleza y después controlando al hombre y a la sociedad.[i]
Tomando en cuenta lo anterior, una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo consiste en comprender las fuerzas vivas que han operado en la configuración  de la civilización occidental y el papel que la razón ha desempeñado en ese proceso. De modo particular, se hace necesario corregir los excesos y abusos de una racionalidad que se erige a sí misma en creadora y controladora  de la evolución humana y desconoce hasta qué punto ella misma es fruto de esa evolución. Bajarle los humos a la razón no implica negarle su importancia. Significa, más bien, establecer su verdadero papel. Denunciar sus abusos no es negar sus usos. Al fin y al cabo, la crítica de la razón no puede hacerse, como lo viese claramente Kant, sino desde el propio tribunal de la razón. Esta revisión de las pretensiones de la razón es emprendida, desde diversas ópticas, por Popper y Hayek, dando origen a lo que se conoce como “epistemología evolucionista”[ii]. Al respecto señala Hayek “que uno de los acontecimientos más importantes que ha tenido lugar durante estos últimos años ha sido la aparición de una epistemología evolucionista, una teoría del conocimiento que interpreta la razón y sus manifestaciones como fruto de un proceso evolutivo”. (Hayek 1990: 38)
A continuación desarrollaremos las posiciones de ambos acerca de los orígenes de ese abuso de la razón y del conocimiento, así como la necesidad de reconocer el fino tejido institucional y de tradiciones, sin el cual no podría operar la razón.




Los sueños de la razón producen monstruos, Caprichos de Goya



La razón y sus monstruos
                                                                           El sueño de la razón engendra monstruos
                                                                                                                        Francisco de Goya  


Conocida frase de Goya tiene una doble lectura. Cuando la razón duerme los monstruos se desatan y ellos desaparecen cuando ella se despierta. Esta es la lectura que hará la Ilustración. La otra lectura es que la razón misma al soñar engendra monstruos y se aparte de la vida humana. Esta es la lectura que hará el movimiento romántico. A continuación veremos como ambas interpretaciones se complementan, en lugar del excluirse mutuamente.
En efecto, para Popper el abuso de la razón se remonta al intelectualismo abstracto o pseudoracionalismo de Platón y desemboca, a través de Hegel[iii], en la ingeniería utópica y holista que es propia del marxismo. El racionalismo crítico popperiano se opone diametralmente al “intelectualismo autoritarista” de un Platón, a la figura del filósofo-rey, el cual se caracteriza por una “fe inmodesta en la superioridad de las propias dotes intelectuales, la pretensión de ser un iniciado, de saber con certeza y autoridad”. (Popper 1981: 395) Comparando la postura de Sócrates con la de Platón dice:

!Qué monumento a la pequeñez humana es esta idea del filósofo rey! !Qué contraste entre ella y la simplicidad y la humanidad de Sócrates, que se pasó advirtiendo al hombre de estado contra el peligro de dejarse deslumbrar por su propio poder, excelencia y sabiduría, y que tanto se preocupó por enseñar que lo que más importa es nuestra frágil calidad de seres humanos! !Qué decadencia, qué distancia desde este mundo de ironía, razón y sinceridad, al reino platónico del sabio cuyas facultades mágicas lo elevan por encima de los hombres corrientes, aunque no tan alto como para evitar el uso de las mentiras o para ahorrarse las tristezas del oficio médico: la venta o la fabricación de tabúes, a cambio del poder sobre sus conciudadanos.(Popper 1981: 156)[iv]
  
Popper va a desafiar esta concepción tradicional del mé­todo científico como "la posesión de un instrumento infalible de descu­brimientos o de un método infalible". (Popper 1981: 395)[v] Esto supone que debe­mos des­prendernos también de la imagen de la razón "como una espe­cie de fa­cultad que los hombres poseen y pueden desarrollar en distinto grado." Comprender esto resulta para él decisivo, pues de ello se desprende "que no nos es posible, en ningún caso, exceder a los demás en razona­bilidad en una forma que pudiera justificar alguna pretensión de autori­dad." (Popper 1981: 395) Desde este punto de vista el racionalismo y el autori­tarismo se contraponen totalmente, "puesto que la argumentación -incluida la crí­tica y el arte de escuchar la crítica- es la base de la razo­nabilidad." (Popper 1981: 395) En definitiva, la razón humana progresa por medio de tanteos sucesivos, por medio de ensayo y error, como lo hace la ameba, aunque, a diferencia de esta última, lo hace de modo consciente y crítico. Todo organismo está resolviendo permanentemente problemas, sea o no conciente de ello.

Creo que la diferencia realmente importante que media entre el método de Einstein y el de la ameba es la actitud crítica consciente hacia sus propias ideas. Dicha actitud permitió a Einstein rechazar, rápidamente, cientos de hipótesis inadecuadas antes de pasar a un examen más cuidadoso de alguna de ellas en caso de que pareciese capaz de mantenerse en pie frente a críticas más serias. (Popper 1974: 228)[vi]

Ni más ni menos, Caprichos de Goya



Por su parte, Hayek (2003) ubica el origen del abuso de la razón en el racionalismo constructivista inherente a la visión cartesiana que desemboca, también a través del pensamiento hegeliano, en la visión cientificista e ingenieril de la Escuela Politécnica francesa y en la “fatal arrogancia” que dio origen al socialismo.[vii] En relación con la concepción constructivista dominante de la razón él señala:

El análisis de dicha especial concepción de la razón ha sido objeto de estudio por mi parte a lo largo de las últimas seis décadas, investigación que me ha inducido a concluir que se trata de una interpretación completamente errónea, tanto en lo que atañe a la ciencia como respecto al funcionamiento de la razón. Comporta, en efecto, un abuso de lo que es, en realidad, nuestra capacidad racional y –lo que es particularmente importante en relación con lo que aquí nos ocupa- conduce a una falsa interpretación de la naturaleza y verdadera esencia de las instituciones que facilitan la pacífica convivencia. Dicha interpretación hace que en nombre de la razón –y también de otros valores fundamentales que resultan imprescindibles a la sociedad civilizada- se encumbre moralmente la mediocridad y se induzca a las gentes a dejarse llevar por sus más primitivos instintos.
Bajo la influencia de Descartes, este moderno racionalismo no sólo desecha la tradición, sino que no duda incluso en afirmar que la razón está en condiciones de perseguir directamente cualquier meta sin necesidad de intermediaciones, así como que, con autonomía plena, puede crearse sobre la base de la razón, un mundo nuevo, una nueva moral, un nuevo orden legal y hasta un nuevo y más adecuado lenguaje. Aunque tales pretensiones carecen de todo fundamento (y  Hayek remite aquí a algunas obras de Popper), no dejan por ello de condicionar en aspectos cruciales el pensamiento científico actual, así como la mayor parte de las actitudes adoptadas por nuestros escritores, artistas e intelectuales. (Hayek 1990: 93s)

Y añade más adelante: 

El intelectual querrá estar siempre del lado de la razón y el avance científico; y al haber sido educado sobre la base de la identificación de la ciencia y la razón  con el cientismo y el racionalismo, siempre le resultará difícil resignarse a aceptar que puede haber importantes parcelas del conocimiento que nada tienen que ver con algún proceso previo de carácter premeditado. Por todo ello, se negará a aceptar la validez de cualquier postura de tipo tradicional (con la excepción de la que postula la supremacía de la razón que el suscribe a pie juntillas). (Hayek 1990:101)

Más allá de los posibles matices o de las diferencias de detalle que cabría señalar entre las interpretaciones del racionalismo de Popper y Hayek, no cabe duda de que ambos comparten la idea de que los males sociales tienen su origen en una visión de la razón mal entendida, en una suerte de superstición, ya que le atribuimos a ella más poderes de los que le corresponden, ya que pretendemos cosechar allí donde no hemos sembrado previamente. Para los dos es necesario volver a la olvidada ironía socrática y tener siempre presente lo poco que sabemos. Ambos nos recuerdan que el conocimiento del que disponemos hoy en día, nuestras técnicas, nuestras prácticas, nuestras instituciones, no son, en la gran mayoría de los casos, producto deliberado y consciente de una sola mente individual, sino el producto de una larga evolución cultural en la que están involucrados millones de seres humanos. Como gran parte de lo que sabemos y de lo que hacemos tiene consecuencias imprevistas para cualquier mente individual, no es del todo exagerado afirmar que  “nunca sabemos de lo que estamos hablando” ni tampoco “sabemos lo que estamos haciendo”.
Por otro lado, la idea de que podemos predecir y/o controlar a voluntad la evolución humana es fácilmente refutable. En efecto, si aceptamos la premisa de que lo que seamos en el futuro dependerá en buena medida de lo que sepamos y aceptamos también que no podemos saber hoy lo que por definición sólo sabremos mañana, debemos inferir entonces que es imposible predecir y controlar nuestro futuro a partir del conocimiento presente, que no podemos dirigir y planear el futuro de la sociedad o de la historia.
 El argumento anterior es utilizado por Popper (1981ª) para refutar cualquier pretensión de predecir el curso futuro de la historia humana y adquiere toda su fuerza en este contexto, pues en una era dominada por el conocimiento resulta poco menos que frustrante el reconocer que no podemos controlar nuestro destino, no podemos predecir nuestro futuro. Esto siempre ha sido así. Ningún individuo puede controlar perfectamente su destino, puede predecir su futuro, pues esta predicción pasaría a alterar este futuro – el “efecto Edipo” como lo llama Popper. Con más razón, la humanidad como un todo –si es que esta expresión tiene algún sentido real. Es verdad que el hombre potencia y multiplica su desarrollo a través de instituciones y de máquinas “inteligentes”, puede establecer algunos sistemas de control flexible, pero aun así su futuro permanece como una nube de incertidumbre y probabilidad. Por más que queramos que el funcionamiento de la realidad se aproxime a la exactitud de un reloj suizo, la realidad siempre se comportará más próxima al carácter voluble de una nube tropical.  Como en una serie de Markov podemos influenciar algunos aspectos del futuro inmediato, podemos tratar de favorecer o inhibir algún aspecto inmediato en el tiempo, pero siempre habrá un ingrediente de autonomía o de espontaneidad que escape totalmente a nuestro control y previsión. La emergencia de la novedad es indisociable de un universo creativo y en permanente evolución como el nuestro. Frente a la opinión de que todo está escrito o de que no hay nada nuevo bajo el sol, debemos defender la idea de que hay mucho más entre el cielo y la tierra de lo que la mente humana es capaz de imaginar o incluso la mente de Dios.

 ...si Dios hubiese querido colocar desde el comienzo cada cosa en el mundo, habría creado un universo sin cambio, sin organismos ni evolución, sin hombre y sin experiencias de cambio en el hombre. Pero, al parecer, pensó que un universo viviente con eventos inesperados incluso para EL MISMO, sería más interesante que un universo sin vida. (Popper 1977: 174)           
          


Si quebró el cántaro, Caprichos de Goya


El conocimiento humano y la acción humana tienen una dinámica propia, tienen una autonomía, tienen una vida propia, que escapa al poder de cualquier  mente individual o grupo de individuos, que escapa a la comprensión de sus propios creadores o productores[viii]. Con relación a lo anterior existe la creencia extendida de que cuanto más complejo es un determinado orden se hace más necesario predecirlo y controlarlo. Sin embargo, esta creencia desconoce esa dimensión relativamente autónoma y espontánea de todo orden complejo, que escapa a todo ensayo de control o planificación centralizada, a todo intento de poseer una información completa. El funcionamiento del mercado, por ejemplo, puede ser visto como un complejo proceso cognoscitivo de este tipo.

Esto es, el proceso del mercado provoca o crea conocimiento no existente todavía a partir del producto ya existente, así como crea nuevos productos. Si hubiese un comité central de planificación encargado de la responsabilidad de sondear al máximo las insondables profundidades del conocimiento objetivo existente, este comité central lo mejor que podría  hacer es delegar esta tarea a algo similar a un proceso de mercado, un  proceso que no solo puede  destapar ‘ conocimiento poco común’ o disponible por  ningún  comité  central, sino también hacer uso de este conocimiento poco común para avizorar nuevo conocimiento que absolutamente nadie posee aún. (Radnitzky & Bartley 1987: 440)[ix] Traducción nuestra.

 Lo anterior contrasta claramente con la idea de que todo lo que hacemos, al menos en cuanto que seres humanos, debemos hacerlo con un propósito deliberado y consciente, con un objetivo claro y distinto en nuestra mente. Que toda acción humana debe ser producto de una deliberación previa y de una decisión consciente y libre. Sin embargo, la mayoría de nuestras acciones no encajan dentro de este esquema de deliberación y de decisión consciente y libre. Muchas de nuestras acciones son productos de hábitos, de costumbres y tradiciones, que existen en la sociedad, con las que literalmente nos tropezamos.  Lo propio de la vida social es que en ella aparecen prácticas, tradiciones e instituciones que, sin ser el producto deliberado de nadie en particular, juegan un papel esencial para la conservación de la vida social. Estas instituciones, normas, tradiciones surgen de la interacción espontánea de múltiples individuos y no son el resultado de ningún pacto voluntario o deliberado. Y aún en los casos en que lo sean, siempre tienen consecuencias imprevistas que es menester tomar en consideración.

Debemos admitir, sí, que la estructura de nuestro medio social es obra del hombre en cierto sentido, que sus tradiciones e instituciones no son ni la obra de Dios ni la obra de la naturaleza, sino el resultado de las acciones y las decisiones humanas, pudiendo ser modificadas, asimismo, por éstas; pero insistimos en que esto no significa que hayan sido diseñadas conscientemente y que sean explicables en función de necesidades, esperanzas o móviles. Muy por el contrario, aun aquellas que surgen como resultado de acciones humanos consientes e intencionales son, por regla general, los subproductos indirectos, involuntarios, y frecuentemente no deseados, de dichas acciones.(…) …aun la mayoría de las instituciones  que fueron introducidas conscientemente y con éxito (por ejemplo una universidad recién fundada o un sindicato), no evolucionan de acuerdo con nuestros proyectos, debido, como siempre a las repercusiones sociales involuntarias resultantes de su creación deliberada”. (Popper 1981: 279).


 Qué valor, Caprichos de Goya



Precisamente la vida social es posible porque podemos actuar sin saber por qué lo hacemos, sin tener que dar a cada paso razones por lo que hacemos. Por eso podemos afirmar que nunca sabemos lo que hacemos.   Esto no quiere decir que los hombres siempre actuemos sin ningún propósito. No. Lo que quiere decir es que nunca podemos saber de antemano cómo la realización de nuestros propósitos pueden afectar la realización de los propósitos de los demás, de qué manera la satisfacción de un propósito particular puede afectar a todos los demás y viceversa.
Esta ignorancia ofrece, en realidad, una ventaja. Si cada vez que fuésemos a actuar tuviésemos que hacerlo de forma deliberada, previendo además todas las posibles consecuencias que se derivan de nuestros actos, actuar sería ni más ni menos que imposible. El resultado sería sencillamente la parálisis y el marasmo, el gasto de energía sería enorme. En cambio, como señala Whitehead, “la civilización progresa al aumentar el número de cosas importantes que podemos hacer sin pensar en ellas” (citado en Hayek, 1998: 47) o, como señalaba Goethe, “nunca se va tan lejos como cuando no se sabe adónde se va” (citado en Hayek 1998: 66). O dicho de otra manera, y utilizando las palabras de Hayek, “el que nuestra conducta resulte apropiada no depende necesariamente de que sepamos por qué lo es” (Hayek 1998: 97), puesto que “siempre hemos de actuar dentro de un cuadro de valores e instituciones que no fue hecho por nosotros” (Hayek 1998: 96).  Por todo ello, señala más adelante, “hemos de aprender que la civilización humana tiene una vida propia, que todos los esfuerzos para mejorar las cosas deben operar dentro de un cuadro que no es posible controlar enteramente, cuyas fuerzas activas podemos facilitar y ayudar únicamente en la medida en que las entendamos.” (Hayek 1998: 103) En este sentido, tanto Popper como Hayek coinciden en afirmar que toda ciencia social debe ocuparse del estudio de las consecuencias no buscadas de las acciones individuales, del giro imprevisto que estas acciones tienen dentro de la sociedad.
        Evidentemente, esta perspectiva choca con los supuestos del “racionalismo constructivista” o de una metodología “holista” y “utópica”, que pretende reconstruir a la sociedad partiendo de cero, limpiando el lienzo y comenzando todo de nuevo.  Esta perspectiva choca contra las cuatro exigencias del “racionalismo constructivista”, a saber, “que no puede  reputarse racional lo que científicamente no pueda probarse, o no puede ser captado por la mente, o carece de objetivos plenamente especificados o tiene efectos desconocidos” (Hayek 1996: 131). Esta perspectiva no debe ser entendida como un ataque a la razón, sin duda, “la más preciosa posesión del hombre”, sino contra los abusos de la razón “por aquellos que no entienden las condiciones de su funcionamiento efectivo ni su crecimiento continuo” (Hayek 1998: 103).  A  continuación Hayek compara los dos puntos de vista:

Mientras la tradición racionalista presupone que el hombre originariamente estaba dotado de atributos morales e intelectuales que le facilitaban la transformación deliberada de la civilización, la evolucionista aclara que la civilización fue el resultado acumulativo costosamente logrado tras ensayos y errores; que la civilización fue la suma de experiencias, en parte transmitidas de generación en generación, como conocimiento explícito, pero en gran medida incorporada a instrumentos e instituciones que habían probado su superioridad. Instituciones cuya significación podríamos descubrir mediante el análisis, pero que igualmente sirven a los fines humanos sin que la humanidad los comprenda. (Hayek 1998: 90)
        

                     Tántalo, Caprichos de Goya


Para Popper también “la tradición es una necesidad de la vida social” (Popper 1979: 154). Las tradiciones hacen posible la vida social y le confieren un marco de referencia a partir del cual podemos actuar con relativa o alguna previsión. Las tradiciones humanas funcionan como redes  para conferirle cierto orden e inteligibilidad a la realidad, de tal modo que podamos orientarnos en ella, de modo similar a como lo hacen los mitos y las teorías científicas.

De este modo, la creación de tradiciones desempeña un papel se dejante a la de teorías. Nuestras teorías científicas son instrumentos mediante los cuales tratamos de poner cierto orden en el caos en el cual vivimos para hacerlo racionalmente predecible. No quiero que toméis esto como una profunda declaración filosófica. Es simplemente una enunciación de una de las funciones prácticas de las teorías. Análogamente, la creación de tradiciones, al igual que buena parte de nuestra legislación, tiene la misma función de poner un poco de orden y de predicción racional en el mundo social en el que vivimos. No es posible actuar racionalmente en el mundo si no tenemos ninguna idea de cómo éste responderá a nuestras acciones. Toda acción racional supone un cierto sistema de referencia que reacciona de manera predecible, al menos parcialmente. (Popper 1979: 154)


De este modo, “las tradiciones tienen la importante doble función de crear cierto orden, o algo semejante a una estructura social, y ofrecernos una base sobre la cual actuar, algo que podamos criticar y cambiar” (Popper 1978: 154)[x] Al igual que las teorías científicas, estas tradiciones pueden ser objeto permanente de crítica, puede ser revisadas y cambiadas, es decir, podemos combinar “el respeto de las tradiciones, y al mismo tiempo, el reconocimiento de la necesidad de reformarlas”. (Popper 1978: 433) Por lo tanto esta posición no debe confundirse como el mero tradicionalismo o con la defensa de una suerte de positivismo jurídico o moral: lo que existe actualmente es siempre lo mejor. Ni tampoco debe entenderse  como la defensa de un relativismo cultural.[xi] Mucho menos con la idea de que aquello que ha sobrevivido por mucho tiempo, por el hecho de sobrevivir, tiene mayor valor. Si así fuese, “si la racionalidad fuese medida por su valor de sobrevivencia, entonces las proto-creencias de la cucaracha, que ha estado por allí  diez mil años más que nosotros, debería tener mayor pretensión de racionalidad que la suma total del conocimiento humano”.
(Putnam 1989: 232)

       El racionalismo se encierra a menudo en una suerte de dilema: o bien se fundamenta a sí mismo, con lo cual se muerde la cola o trata de alzarse de sus propios pies, o bien se fundamenta en algo distinto, en una suerte de fe irracional, con lo cual concede armas a su enemigo..[xii]  Es curioso que también Popper se haya visto inicialmente atrapado en este dilema. En su locus classicus acerca de la racionalidad, el capítulo 24 de La sociedad abierta y sus enemigos dice lo siguiente:

Pero esto significa que todo aquel que adopte la actitud racionalista lo hará porque ya ha adoptado previamente, sin ningún razonamiento, algún supuesto, decisión, creencia, hábito o conducta que caen dentro de los límites de la irracionalidad. Sea ello lo que fuere, podríamos darle el nombre de fe irracional en la razón. El racionalismo dista necesariamente de ser comprensivo o autónomo. (Popper 1981: 398)

                     
          Este desliz de  Popper ha dado pie a muchos equívocos y a no pocas reformulaciones. Una de ellas ha sido el racionalismo  pancrático o autoinclusivo, de Albert y de Bartley.  El racionalismo crítico expresa la idea de que no hay fundamentaciones últimas y definitivas, por lo que sería inconsistente pedírselas a esta postura. El racionalismo crítico es entonces autoinclusivo y no justificacionista. En efecto, la posición defendida por Popper puede parecernos inconsistente desde una perspectiva dominante como la fundacionalista. En cambio, ya no lo es si lo que se propone es precisamente deshacerse de cualquier idea de justificación o de fundamentación última de la racionalidad. Todo intento de fundamentación de la razón resulta autofrustante, a menos que se renuncie a todo esfuerzo de fundamentación última.[xiii] Esta renuncia a una fundamentación última de la razón o de la postura racionalista no debe ser vista como una abdicación o una claudicación, sino como una nueva conquista de la racionalidad, como la conquista de una nueva epistemología que ve  la razón como el producto de una larga evolución cultural e institucional, como un patrimonio de todos los seres humanos.
   Como podemos ver, las posiciones de Popper y Hayek tienen bastantes puntos de coincidencia. Como lo señalara  Hayek en una oportunidad en suelo chileno, donde se habían llevado a cabo reformas de corte neoliberal asociadas a los “Chicago Boys”:

Popper y yo estamos de acuerdo en casi todos los respectos. El problema es que no somos neoliberales. Quienes así se definen, no son liberales, son socialistas. Somos liberales que tratamos de renovar pero nos adherimos a la vieja tradición de que se puede mejorar, pero que no puede cambiarse en lo fundamental. Lo contrario es creer el constructivismo racionalista, en la idea de que se puede construir una estructura social concebida intelectualmente por los hombres e impuesta de acuerdo a un plan sin tener en cuenta los procesos culturales evolutivos. (Levine 1992: 114s)

A diferencia de los procesos naturales evolutivos, “cabe afirmar que la  evolución cultural imita al lamarckismo”  y “que si bien la teoría de la evolución biológica excluye la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos, la cultural se basa fundamentalmente en tal tipo de transmisión”. (Hayek 1990: 60)[xiv]
En suma, la verdadera amenaza no viene de la razón misma, sino de una concepción de ella. Una concepción de la razón que desconoce la humildad de su origen y que pretende imponerse sobre y dirigir el proceso evolutivo, tanto biológico como cultural, del que es su resultado. El verdadero peligro proviene de los desvaríos de la razón, de sus pretensiones de ir más allá de sus límites y creerse omnipotente y omnisciente. En definitiva, ambos proponen volver al auténtico racionalismo, aquel que encarnara hace bastante tiempo atrás Sócrates, a saber:

…a la conciencia de las propias limitaciones; a la modestia intelectual de aquellos que saben con cuánta frecuencia yerran y hasta qué punto dependen de los demás aun para la posesión de este conocimiento; a la comprensión de que no podemos esperar demasiado de la razón, de que todo argumento raramente deja aclarado un problema, si bien es el único medio para aprender, no para ver claramente, pero sí para ver con mayor claridad que antes. (Popper 1981: 395)[xv]                   


                                             Lo mismo, Caprichos de Goya 



Conclusiones intempestivas

                                                                    Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez
                                                                    humana. Y del Universo no estoy tan seguro.
                                                                                                                            Albert Einstein

                      Posiblemente hablar de conclusiones después de todo lo que hemos desarrollado pueda sonar contradictorio. Precisamente lo que estos autores han  señalado es que la razón es concluyente solamente en un dominio muy limitado del saber, posiblemente en el campo de la matemática y de la lógica. Fuera de esos campos la racionalidad siempre es tentativa, opera a través de ensayo y error, debe estar abierta siempre a rectificaciones y mejoras. La razón humana nunca podrá ser omnipotente, aunque tampoco es totalmente impotente para resolver los problemas humanos que siempre  existen.
                     La mayor estupidez humana aparece cuando la razón pretende establecer su autoridad indiscutible en todos los dominios. Ese era el sueño de Descartes, extender el método geométrico a todos los dominios del saber. Reconocer la imposibilidad de realizar ese sueño, que puede engendrar monstruos, es el mensaje más sabio que nos da la epistemología evolucionista. El verdadero conocimiento debe engendrar humildad y modestia, no soberbia o arrogancia,  prepotencia o desmesura, esa “hybris” a la que hacíamos referencia en nuestra introducción. La soberbia no revela inteligencia sino estupidez e ignorancia infinitas. Esta es quizás la lección final que podemos destilar de todo lo dicho hasta aquí. Que aprendamos algo o no de esa lección dependerá de cada uno de nosotros. 





Notas:

[i] El concepto de hybris se traduce como insolencia, desmesura, orgullo o soberbia. Tiene que ver con el delito que atenta contra nuestro puesto en el orden de las cosas y nuestro destino o moira. La idea de querer ser como los dioses, de saber tanto como ellos. Este constituye también el  “trágico error”  o “hamartia”, que las Erinias vengadoras o la diosa Némesis persiguen. La labor de ambos autores puede ser entendido como una suerte de Némesis, en la medida que pretende bajarle los humos a la razón y ponerla en su lugar, sin por ello dejar de reconocer su importancia. De más está decir que Popper le confiere con todo más importancia a la razón que Hayek, pues al final se consideraba a sí mismo como “el último rezagado de la Ilustración”.
[ii] El que acuñó el término fue el psicólogo social Donald T. Campbell. También se incluyen dentro de esta corriente a Konrad Lorenz , Gerhard Vollmer, Gerard Radnizky, William Bartley III y Rupert Riedl, entre otros. Se suele considerar a Ernest Mach como el más importante precursor de este enfoque, aunque su concepción epistemológica básica es idealista y nominalista, e iría en contra del realismo crítico popperiano. Desde luego que son muchos los pensadores que han visto en la biología, en especial en las teorías evolucionistas, una fuente de inspiración para la epistemología, sobre todo de cuño neokantiano. Puede encontrarse una lista bastante exhaustiva en (Radnitzky & Bartley 1988: 83) y en (Antiseri 2001: 151ss). Con relación a la epistemología evolucionista popperiana o hayekiana véanse además (Popper 1974), (Popper 1980) y (Hayek 2004), (Hayek 2006). Puede encontrarse un estudio comparativo y moderadamente crítico de ambos autores en (Perona 1993)
[iii] No es este el lugar para entrar a analizar la crítica popperiana a Hegel, la cual es, sin duda, muy débil y llena de lugares comunes. Está llena de falacias, de argumentos “ad hominem” y de “muñeco de paja”, de caricaturizaciones y simplificaciones. Baste decir solamente que despierta bastantes dudas el que se pueda hacer una hermenéutica crítica de una autor al cual se declara al mismo tiempo ininteligible y la quintaesencia de la oscuridad. Ello debería ser razón suficiente para que nos ahorrásemos nuestras críticas. Popper dice que Hegel no argumenta sino que decreta, pero su crítica  tiene también bastante de decreto y  muy poco de argumento. De todas sus críticas esta es con mucho la más panfletaria de todas, a diferencia de las que realiza contra Platón o Marx. Por eso no merece siquiera una respuesta. A menudo ha sido una incomprensión de las pretensiones que encierra el Saber Absoluto de Hegel lo que ha dado origen a tantas críticas, como la de ser “el padre del totalitarismo moderno”. Cabe añadir que el mismo Popper recibió una buena dosis de su propia medicina y fue también en muchas oportunidades victima de interpretaciones panfletarias y caricaturizaciones de su pensamiento.
[iv]Como se sabe  Popper consideraba a Platón “el Judas de Sócrates”. Obviamente también  escapa a los límites de este trabajo analizar en detalle la erudición de Popper respecto al pensamiento de Platón, por más que se fuese  a Nueva Zelanda con diccionario de griego “bajo el brazo”, para encontrar en el propio pensamiento occidental la semilla del totalitarismo que dominaba a Europa y que desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Puede parecer desmesurado e injusto culpar a Platón del holocausto o de las purgas totalitarias. Posiblemente hubiese sido preferible y más evidente culpar directamente a Hitler o a Stalin. En todo caso, permítasenos hacer uso de un argumento ad autoritatem citando a Bertrand Russell: “Que La República de Platón haya sido admirada desde el punto de vista político, por gente decente, es posiblemente el más asombroso ejemplo de esnobismo literario en toda la historia”. Claro está que este tipo de “argumento”, a lo “Russell dixit”, no deja zanjada la cuestión, sino que hace más pertinente una relectura del divino Platón. De ello nos ocuparemos en un próximo trabajo.
[v] En otro lugar Popper ya había señalado: "The old scientific ideal of  episthmh  - of absolutely certain, demonstrable knowledge- has proved to be an idol.  The demand for scientific objectivity makes it inevitable that every scientific statement must remain tentative for ever. It may indeed be corroborated, but every corroboration is relative to other statements which, again, are tentative. Only in our subjective experiences of conviction, in our subjective faith, can we be 'absolutely certain'." (Popper 1968: 280). Para él todo conocimiento es conjetural, puede ser revisado, es doxa.
[vi] Hemos omitido deliberadamente la interpretación que hace Popper de la teoría darwiniana de la evolución y en especial de la selección natural, pues nos ocuparemos de ello en otro trabajo. Por ahora baste decir lo siguiente: a pesar de haber sido contrastada independientemente por la genética, la embriología o la paleontología, la teoría darwiniana es para Popper un programa metafísico de investigación, es decir, puede llevar a situaciones concretas en las que puede ser contrastada, pero aun está muy lejos de explicar satisfactoriamente la emergencia de la vida o la variación intra e inter específicas, por ejemplo. Esto significa que  aun no ha sido generalizada suficientemente para poder considerarla una teoría científica estrictamente, pues no hay una ley universal de la evolución. De hecho,  podemos considerar las plumas del pavo real como una refutación de la selección natural, pues se convierte en presa fácil de un depredador.  Sin embargo,  es el mejor marco disponible para desarrollar el conocimiento de la biología actualmente, sin él andaríamos simplemente a tientas. La epistemología evolucionista se  propone extender los procesos de variación, selección y retención, a los cambios conceptuales y de teorías (EET)  y a los mecanismos cognitivos (EEM) de los animales y los hombres. Popper resume este último enfoque en una afirmación simple y trivial: “los animales pueden conocer”, aunque para Descartes hubiese sido todo menos trivial o evidente. Darwin decía: “El que entienda un babuino podrá hacer más por la metafísica que Locke”, lo que lejos de ser un chiste hay que tomárselo seriamente. Véase http://www.sindioses.org/cienciaorigenes/bioevo.html
[vii]Para Popper, el cientificismo o cientismo, que denuncia con razón Hayek, es producto de una imagen distorsionada del verdadero espíritu científico. El propio Hayek hará reconocimiento explícito de ello en la cita a continuación. Tampoco se opone Hayek a toda forma de intervención racional o planificación. La idea de “planificación para la libertad” concuerda con la idea de una planificación estratégica o fragmentaria., como diría Popper.
[viii] Este dominio relativamente autónomo de los productos del pensamiento y la acción humanos es lo que Popper designa provocadoramente como el Mundo 3, para diferenciarlo del Mundo 1 o físico y del Mundo 2 o subjetivo.  De nuevo, esperamos que se nos disculpe por no entrar aquí a un análisis de los aspectos problemáticos que tiene este planteamiento.
[ix] El lenguaje humano es otro excelente ejemplo de este tipo de institución y es además el que hace posible el carácter objetivo y autónomo del Mundo 3. Como buena parte de las instituciones humanas, el lenguaje no es producto deliberado de alguien en particular, sino el producto de necesidades básicas, como la comunicación en este caso, y tiene también importantes consecuencias para la conservación de la vida social. Popper lo denomina un producto exosomático o extracorpóreo, como las telarañas o los nidos de los pájaros. La ventaja biológica consiste en que nuestras ideas pueden morir en lugar de nosotros. Este cambio de espadas (swords) por palabras (words) es fundamental en la evolución humana.
[x] Vale la pena recordar que Popper define las teorías científicas como mitos que se pueden criticar y corregir. La tradición científica y racional de los jonios surgió ante el telón de fondo de las explicaciones mitológicas del cosmos, como una crítica del pensamiento mítico anterior. Del mismo modo la crítica social no puede hacerse en el vacío o fuera del marco de una determinada tradición, ello sería imposible.
[xi]  Popper siempre fue muy crítico de toda forma de relativismo: epistemológico, cultural, lingüístico, moral, estético. Lo que el llamaba el “mito del marco común”, de inspiración wittgensteiniana, o la defensa de la inconmensurabilidad –no trivial- de determinados marcos conceptuales, era inaceptable para él. Por eso siempre fue muy crítico del psicologismo, del sociologismo y del relativismo histórico o historismo, que debe diferenciarse de su crítica al historicismo.
[xii]En realidad se trata de un trilema: regresión al infinito, círculo vicioso o detención arbitraria en un punto Este es conocido también como el trilema de Fries o trilema de Münchhausen.
[xiii] En realidad a Popper nunca le gustó la “solución” del racionalismo pancrítico propuesto por Bartley.  Al final de tanta polémica en torno a su posición y frente a las aporías lógicas que suscitaba, él recomendaba que se recuperase la dimensión ética originaria de su racionalismo crítico como alternativa de solución. En efecto, para él la elección o decisión a favor de la adopción de una actitud racional no es una cuestión meramente intelectual o de gusto, sino principalmente de orden ético. Pero que hayamos adoptado esta postura a partir de una decisión libre, no implica necesariamente que sea fruto de una “fe irracional” o de una decisión “a ciegas”. Véase al respecto nuestro trabajo  (Blank 2005: 49-66). Hayek también ha destacado la importancia que tiene el orden moral y/o religioso como custodio de la tradición, por ejemplo en (Hayek 1990: 211ss). Por otro lado, cabe señalar que ambos autores se confiesan agnósticos.
[xiv] Esta idea de imitación del lamarckismo es tomada precisamente de Popper.
[xv] Véase también (Hayek 1998: 47s)


Bibliografía:

Antiseri, D. 2001. La Viena de Popper. Madrid: Unión Editorial
Blank, C. 2005. La dimensión ética del racionalismo crítico de Karl Popper. Caracas: Lógoi
                            “Dos concepciones de la filosofía: Wittgenstein y Popper” en                      
                            Cuadernos Unimetanos, No. 5, 2005, o en        
“Una aproximación al liberalismo crítico de Karl Popper”, Lógoi,    No. 15,2010,o http://filosofiaclinicaucv.blogspot.com./2011/02/aproximacion-al-liberalismo-critico-de.html
“Popper, centinela de la libertad” en
                             http://www.liberalismo.org./articulo/285/241/popper/centinela/libertad/
Hayek, F. 1990. La fatal arrogancia. Madrid: Unión Editorial.
Hayek, F. 1998. Los fundamentos de la libertad. Madrid: Unión Editorial
Hayek, F. 2003. La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón.
                           Madrid: Unión Editorial
Hayek, F. 2004. El orden sensorial. Madrid: Unión Editorial
Hayek, F. 2006. Derecho, legislación y libertad. Madrid: Unión Editorial
Hayek, F. 2010. Hayek sobre Hayek. Madrid: Unión Editorial
Levine, B. (comp.) 1992. El desafío liberal. Bogotá: Norma
Perona, A. 1993. Entre el liberalismo y la socialdemocracia. Barcelona: Anthropos
Popper, K. 1968. The Logic of Scientific Discovery. New York: Harper & Row Publishers
Popper, K. 1974. Conocimiento objetivo. Madrid: Tecnos
Popper, K. 1977. Búsqueda sin término. Madrid: Tecnos
Popper, K. 1979. El desarrollo del conocimiento científico: conjeturas y refutaciones.                              
                            Buenos Aires: Paidós
Popper, K. 1980. El yo y su cerebro. Barcelona: Labor
Popper, K. 1981. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidós
Popper, K. 1981ª. La miseria del historicismo. Madrid: Alianza/Taurus
Putnam, H. 1989. Realism and Reason. (Philosophical Papers, 3). Cambridge: Cambridge
                             University Press
Radnitzky, G. & W. W. Bartley, III (Ed.)1988. Evolutionary Epistemology, Rationality and
                             The Sociology of Knowledge. Illinois:
Open Court
                      

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