Henri Bergson o la risa a la francesa.
David
De los Reyes.
Caricatura de Boligan
Hay, pues, en el que se ríe una exterior
Y amable jovialidad que conviene tener en cuenta.
La risa es ante todo una corrección. Hecha para
humillar,
Ha de producir una impresión penosa en la persona
sobre quien actúa.
La sociedad se venga por su medio de las libertades
que con ella se han tomado.
Bergson
I
Una aproximación a una filosofía de
la intuición
Bersgon
(1859-1941) fue un filósofo de la elán
vital, del impulso o aliento vital. Digo impulso vital por ser el principio
rector que inspiró su filosofía, la energía vital, el de la fuerza, la
intuición creadora o espiritualidad en
devenir. Impulso y espiritualidad, intuicionismo y vitalismo, energía y
voluntad pueden darse cita aquí al querer presentar este premio nobel francés
de 1927 al defender una postura contra el positivismo, el cientificismo y el historicismo rampante de su tiempo.
Bergson se concentrará en tres problemas filosóficos que para él serán los más
genuinos bajo su óptica intuicionista-vitalista: el problema de la libertad, el
de las relaciones entre la mente (o alma) y el cuerpo, y el de la vida.
Su pensamiento fue influenciado y formado en su juventud por los escritos de William
James, Charles Darwin, John Stuart Mill, Herbert Spencer y del no menos
importante forjador del grupo transcendentalistas de Concord, (EU), Ralp Waldo
Emerson, (con el que afinaría su pertinaz crítica contra los sistemas racionalistas positivistas al
estilo del popular de Augusto Comte); de este autor norteamericano tomará la
idea de vital force que transformará
en su conocido principio rector de elán
vital. Tal concepción la podemos
comprender mejor a través de las palabras de Delueze[1]:
"¿Qué quiere decir Bergson cuando habla de impulso vital? Se trata siempre de una virtualidad
"¿Qué quiere decir Bergson cuando habla de impulso vital? Se trata siempre de una virtualidad
que se está actualizando, de una simplicidad que se está diferenciando, de una totalidad que se
está dividiendo: la esencia de la vida consiste en proceder "por disociación y desdoblamiento",
por "dicotomía". En los ejemplos más conocidos la vida se divide en planta y animal; el animal
se divide en instinto e inteligencia; el instinto, a su vez, se divide en muchas direcciones, que se
actualizan en especies diversas; la inteligencia misma tiene sus modos o sus actualizaciones particulares. Todo acontece como si la Vida se confundiera con el movimiento mismo de la diferenciación en series ramificadas. Este movimiento se explica sin duda por la inserción de la
duración en la materia: la duración se divide según los obstáculos que se encuentran en la materia, según la materialidad que atraviesa, según el género de extensión [como acción de extender] que contrae. Pero la diferenciación no tiene solamente una causa externa. La duración se diferencia en sí misma por una fuerza interna y explosiva: sólo se afirma y se prolonga, sólo avanza en series ramosas y ramificadas.
por "dicotomía". En los ejemplos más conocidos la vida se divide en planta y animal; el animal
se divide en instinto e inteligencia; el instinto, a su vez, se divide en muchas direcciones, que se
actualizan en especies diversas; la inteligencia misma tiene sus modos o sus actualizaciones particulares. Todo acontece como si la Vida se confundiera con el movimiento mismo de la diferenciación en series ramificadas. Este movimiento se explica sin duda por la inserción de la
duración en la materia: la duración se divide según los obstáculos que se encuentran en la materia, según la materialidad que atraviesa, según el género de extensión [como acción de extender] que contrae. Pero la diferenciación no tiene solamente una causa externa. La duración se diferencia en sí misma por una fuerza interna y explosiva: sólo se afirma y se prolonga, sólo avanza en series ramosas y ramificadas.
Bergson
comprende que el hombre posee una
irreductible condición que lo separa de las otras especies al conocerse no sólo
como un hecho de la naturaleza o que los principios morales puedan ser
obtenidos al seguir la simple condición de lo dado en la fisis
en general. Su diferencia, como tantos
otros autores lo han visto así, vendrá de su capacidad creadora de valores morales y estéticos, como
la libertad y, no menos, nuestro interés en esta exploración de la comicidad
humana: la risa, que es el tema que
queremos presentar en estos apuntes de este
pensador francés.
Como
lo ha visto Juan Nuño[2],
Bergson hace una crítica de la ciencia
para la que reclama límites. Ella ha de
ser completada por la filosofía, pues existe una proporción de la realidad
inabordable por los procedimientos
exclusivamente científicos. Entre ellos redundan los referentes a la vida
interior del hombre, y la risa es una de esas realidades que no pueden ser
estudiadas únicamente con un criterio de psicología positiva o cognitiva. Se busca una psicología autónoma, hermanada
con la filosofía, donde se desarrolle una visión inmediata de sí mismo (intuición), gracias al
método introspectivo.
Lo
interesante de Bergson, como podemos notar,
es que se plantea una filosofía que se coloca aparte del ruedo de la
ciencia, sin dejarla abandonada y sin diálogo en su quehacer filosófico. Sus
intenciones, preocupaciones, sus respuestas
son distintas a la voracidad
factual de la ciencia y su estudio experimental y teórico de los fenómenos
naturales del mundo. Frente a un mundo observado como exterior, propio del ojo
científico, encontramos uno original y
único, el interior individual, que remueve los mares de la conciencia y
espiritualidad humana. De una
interioridad donde la memoria la anima
en todo trance, junto a una capacidad de elección (libertad), de comprender una razón de ser (conciencia) y de
poder abstraerse, especular, distanciarse de sí ante el mundo y al mundo ante sí gracias a la reflexión; de
una filosofía que eleva la intuición por
encima del concepto y que descubre en la interioridad del hombre una movilidad,
una duración, una continuidad indivisa, una especie de contaminación emocional
de los estados psíquicos seguidos unos por otros; con la intuición intelectual
se nos da súbitamente el ser. La
filosofía es una inteligencia al servicio de una intuición; con esta afirmación
podemos encontrar, una vez más, su
reacción ante el positivismo, para el
cual la inteligencia sólo puede llegar a conocer relaciones; ante la concepción
de la ciencia como verdad experimentable, la filosofía vendrá a indagar
algo más sutil y preocupante, el
sentido y significado de la vida, en ello desemboca el pragmatismo de Bergson.
Este
intuicionismo es lo que vendría a proporcionar una voz propia al hombre gracias
a este ejercicio espiritual de la filosofía, que le pondrá límites a la
ciencia para dejar desarrollar una
particularidad mirada filosófica que en parte se separará del designio
finalista y providencial que implicaba
el concepto preponderante de la naturaleza. Y sin embargo, la filosofía, error de todo
positivismo, no pretende sustituir a la ciencia, sólo legitimar y reclamar su
espacio propio de reflexión interior: el encontrar que dentro del hombre se eleva una movilidad continua; es una
duración en búsqueda de sentido, del ser. En ella podemos encontrar lo que ha
dicho George Mead en su ensayo El
Vitalismo de Henri Bergson[3] de
1936 respecto a la ciencia y a la filosofía:
“Se
están produciendo cambios que esas leyes
no tienen en cuenta. Ni siquiera pueden
plantearse definitivamente hechos
fundamentales como el del movimiento relativo a cada cuerpo celeste a los
demás. Si la función de la inteligencia es prever el futuro del mundo, la
inteligencia es un fracaso, y ése fue el enfoque que adoptó Bergson. Afirma que
estamos –como todo el resto del mundo-
en camino hacia algo que no podemos prever. No sabemos a dónde vamos,
pero estamos en camino. La inteligencia se propone decirnos adónde vamos, y no
puede hacerlo.
En
su concepción moral emprenderá una defensa por los derechos individuales de la
conciencia junto a los inalienables de la persona. Existen problemas y temas humanos que no
pueden ser respondidos por las ciencias particulares pero que necesitan un
enfoque racional teórico-práctico para los mismos, donde acción y razón vendrán
a encontrarse en el vitalismo de su aliento
o impulso vital; la filosofía se
convierte en una experiencia integral: que implica conocer e intuir. La vida es una duración creadora; es entendida
como movimiento indivisible y continuo,
en la que su concepción teísta del alma vendría a perfilar el sentido último de
la vida. Lo que anima e impulsa a este movimiento continuo es una fuerza o empuje (elán) vital, que comienza a manifestarse en el inferior
protoplasma y se esparce poderosamente por toda la naturaleza[4].
Caricatura de Boligan
Memoria: ¿Tiempo o duración?
Comprende
que la conciencia es un tiempo distendido o duración, con la cual implica
a la libertad. Con ello entra en confrontación a los planteamientos
mecanicistas y cientistas. Frente a la materialidad del mundo se opone la
memoria humana, la cual puede ser técnica, basada en la repetición y hábitos
físicos mecánicos y una memoria vital que nos lleva a reactualizar un acontecimiento en una originalidad única. La ciencia, junto
a la inteligencia (que comprende a la lógica, el análisis, la experiencia), le
corresponde el estudio de lo sólido, lo externo, lo cosificado de la materia; a
la filosofía, junto a la intuición (como el arte, donde se puedo unir lo vivo con lo espiritual)[5], se centra en la duración y el movimiento;
ambas condiciones son propias de la
intimidad psíquica como de la vida en general. Considerada que la vida
es sólo duración por habitar en una doble concepción de lo temporal: el
pasado en el presente, y en lo orgánico:
un desarrollo espontáneo propio de las especies y, estas, en individuos. La
vida en sí misma es indefinible de forma
absoluta, ella sólo es intuible por
medio de la duración pura de la conciencia; el órgano de la filosofía es la
intuición, y sus métodos, parecidos a los del arte, serán aquellos recursos a
los que puedan expresar y sugerir la
visión intuitiva de lo real; se trata de la experiencia y práctica de tener la
atención al instante de la percepción directa. Si el conocimiento del mundo
exterior no puede ser más que intelectual, es decir, positivo, por medio de
relaciones simbólicas y de las percepciones hacia lo externo, el conocimiento
de nosotros mismos no puede ser más que por medio de la intuición. Si intentamos verterlo en imágenes,
advertiremos bien pronto que toda comparación deja siempre un resto inefable
sin expresar; multiplicaremos las comparaciones, las metáforas,
contradiciéndose -al
parecer, y según la lógica de la extensión- unas a otras, completándose unas a
otras, y siempre nos parecerá no haber agotado la plenitud del saber intuitivo
que tenemos de nuestro propio yo[6].
Entre
sus otros conceptos encontramos el de la evolución
creadora, donde emprende una distinción sistemática entre lo inorgánico y
lo orgánico, dando cuenta de las
diversas hermenéuticas de la teoría evolucionista para su presente, y mostrando
que la conciencia se impone a la materia como una fuerza creadora y original,
junto a su condición de vivir en tanto duración o temporalidad interior; la
duración es precisamente la vida cuando se muestra en una movilidad sucesiva;
la vida por evolución se divide en vegetativa y animal, donde esta última se
divide, a su vez, en instinto e inteligencia. También dará una polémica
reflexión de la teoría de la relatividad y la naturaleza del tiempo de
Einstein, al diferenciar su sentido físico científico del sentido filosófico de
esta cuarta dimensión; recordemos que Bergson posee amplios conocimientos no
sólo de matemáticas sino de física mecánica.
En
definitiva, nos encontramos con una filosofía que fungió de tránsito entre el
siglo XIX y el XX en tanto superación del racionalismo positivista
caracterizado por su reduccionismo de los eventos exteriores del mundo dentro
del rigor objetivo cientista, y se plantea una concepción (cercana al
romanticismo), propiamente filosófica, afincada en un intuicionismo vitalista en
paralelo al original y diferenciador fenómeno humano de la conciencia
individual. Lo real puede ser
comprendido y conocido de forma positiva, pero por ello se deberá limitar la
ciencia al enfrentar la inteligencia y
la vida sólo como dato científico. Una
filosofía de la vida que tiene un anhelo de espiritualidad personal que puede
separarse de lo externo, lo mecánico y
fijo; una práctica filosófica que aborda con rigor el derecho de lo interior, lo subjetivo, lo
espontáneo, lo creativo y lo libre del individuo. La vida en general, y en
particular, es una inconmensurabilidad y
una singularidad original. La vida no sólo es portadora de una dimensión
espacial en tanto cuerpo exterior, que pretende cierta estabilidad gracias a existir como materia orgánica
sumida a una forma de vida. La vida está
atravesada por el impulso dinámico y espontáneo de su propia condición y direccionalidad vital; la vida humana se extiende hacia la
profundidad de la conciencia en tanto experiencia interna, a la cual la razón
filosófica afrontará. Es una realidad
que se conoce desde lo interior, desde dentro, por medio de lo espontáneo, lo
inmediato e intuitivo. Será campo de cultivo para la indagación filosófica al recorrer la trama
de la creatividad y la irreductibilidad de la conciencia o espíritu frente a
toda concepción reduccionista de talante positivista, intelectual, científico.
Sin
embargo, Bergson supera el dualismo
interior/exterior a partir de relacionar la experiencia humana como temporalidad única y original. El
espacio es el campo de la percepción
humana y el tiempo es la dimensión en donde se despliega la acción, la voluntad
del hombre; el espacio no es lo exterior y el tiempo lo interior como vemos en
Kant y su concepción de las intuiciones puras, sino que la espacialidad se vive
y experimenta como percepción creadora del significado del mundo, gracias a la
experimentación de la fuerza vital de la acción temporal sobre ese mismo mundo[7]. El tiempo
del hombre es el campo de la libertad, del despliegue de toda
posibilidad. Y esto se adjunta al comprender que la historia
aborda los impulsos, las acciones, las direcciones que toman los grupos humanos en búsqueda de
construir un determinado sentido de la libertad en tanto inscripción temporal
sobre el mundo. La libertad surge de una necesidad espiritual, por la cual se da cabida a la aparición de la creatividad
del perfeccionamiento humano. De ahí
surgirá su preocupación por definir ese contacto único del individuo para
llevarlo a recuperar dimensiones abandonadas de la conciencia, conculcadas por
el sonambulismo consensual de las convenciones sociales por medio de un
ejercicio de apropiación del sentimiento inmediato de las cosas y de uno mismo:
es un volverse a sentir como objeto y sujeto en el mundo; el recurso que pide atender estará en la afinada intuición
vital de cada individuo[8]. Profundiza los aspectos que distinguen a la
evolución naturalista y positivista en
relación a una evolución de la vida
humana en sus aspectos espirituales,
culturales; en dicha evolución creadora enuncia una inversión de la materia en
el tiempo hacia un estadio superior que la llama manifestación de lo incognoscible o fuerza (elán vital), cuyo
supuesto está basado en el principio físico de la conservación de la materia y
de la energía. Encontramos en él un radicalismo
sobre la unicidad de la persona y el espíritu, de la libertad y la
acción creadora, del análisis de la vida interior como experiencia que gira hacia estadios de conocimientos superiores y propiamente humanos. Es por ello
que la filosofía deberá hacerse cargo de lo que podemos entender por tiempo real, la cual vendrá a ser la pura duración que es captada en la experiencia individual interna. Bergson
advierte que la visión mecánica del mundo no puede comprender al tiempo porque
ella se concibe su modo de ser por medio del espacio, dividiéndolo en
unidades cuantitativas, reduciéndolo a
entidades matemáticas: es el tiempo mecánico,
exterior producto de un artilugio contable artificial, es su división en
unidades idénticas y cuantificables una respecto a la otra.
Para abordar la experiencia del tiempo real la
filosofía debe recurrir a la intuición en tanto sentimiento de sí y conciencia
inmediata o percepción directa de la realidad, separada de toda simbolización,
aunque para su explicación y comprensión no pueda prescindir del lenguaje. De la
fidelidad científica de los hechos Bergson nos lleva a una experiencia concreta
espiritual del instante y lo espontaneo vital. La mecánica, como dijimos
antes, mide al tiempo en una serie de
instantes cuantificables, una junto al otro, en un tiempo espaciado y
reversible con capacidad de repetición experimental, un tiempo isocromático de
instantes externos iguales (Newton). El tiempo
personal en tanto duración no
puede ser reducido a esas entidades iguales por la condición única de que
vivimos en un presente continuo, abordado hacia atrás por el recuerdo del
pasado y hacia adelante por la expectativa y anticipación del futuro que
gracias a su presencia la conciencia logra su unificación y sentido. Los
instantes estarán teñidos por la memoria y la expectación traspasados por una
percepción enmarcada al presente sucediendo; cada instante es diferente, cada
momento penetra al otro, construyendo una cadena de intuiciones y eventos
originales y únicos, irreversibles y personales, llamados por la creación hacia
una evolución superior. Este intuir(se) requiere de la filosofía como linterna
de exploración y atención del acontecer
temporal individual. Una filosofía en que el mundo perceptivo sea un mundo
centrado en el organismo; más que encontrar representaciones de un objeto
mediante la percepción encontramos
sensibilidades; una mesa, por ejemplo, no está en nuestras cabezas; lo que está en ella es lo que hace nuestro cuerpo en
relación con la mesa: leer, comer, sentarnos, charlar con otro, etc.; a
cada cambio de posición cambia nuestro
mundo perceptivo. Nuestros estímulos perceptivos cambian a causa de la relación
del organismo con los componentes que me
rodean en tanto objetos. Como vemos, su filosofía pretende escapar a la
acusación de ser un misticismo, es
decir, un conocimiento ilusorio en que se reemplaza la certeza por la
sugestión, siendo un conocimiento introspectivo su postura como un cierto
coqueteo con la mística. Su propuesta fue incitar a observarnos en tanto interioridad, aprendiendo
nuestra conciencia en su originalidad inmediata, como puro devenir, como
desdoblamiento creativo, como impulso y como movilidad. Se trata de observar
nuestras visiones inmediatas de la conciencia las cuales son extrañas para todo hombre que se inclina, por la fuerza
de la costumbre, más a vivir que a contemplar, más a pensar la materia o en los
objetos de la cotidianidad para poseerlos, dominarlos y utilizarlos, lo cual
lleva a separarnos de poder pensarnos a
sí mismos para lograr cierta apertura al conocimiento y al cuido intuitivo de sí.
Amazonia, caricatura de Boligan
II
De la risa
Bergson
escribe los tres ensayos que componen su texto de La Risa a finales del siglo XIX, en 1899, siendo publicados en la Revue de Paris; posteriormente serán
impresos en forma de libro al año siguiente, en 1900, teniendo sucesivas
revisiones; la última sería en 1924. Con
él obtenemos, según Berger, el texto más importante del siglo XX sobre la risa[9].
Para otros estudiosos del tema, como Wladimir Acosta[10],
observa que, a pesar de ser una obra que posee inevitables limitaciones teóricas y eurocéntricas, junto a una visión ahistórica, unilateral y limitada de
la risa, según su criterio, nos presenta una importancia particular, pues no
sólo (…) es un ensayo (…) dedicado por entero a
estudiar la risa sino también (…) a
diferenciar la risa como fenómeno antropológico y social.
Veamos
qué nos dice el texto de Bergson al
respecto, filósofo antirracionalista, de lo intuitivo, de una metafísica de
indefinible y permanente desdoblamiento del impulso vital, centrado en una
filosofía romántica de la historia individualista, heroica y no menos
irracional[11].
El
texto de La Risa contiene toda una
estética, y esta es vecina del sueño y del recuerdo puro; más próxima a lo
real, y en particular al espíritu por la inmaterialidad que expresa, que a lo útil de ella se puede deducir para la vida cotidiana. El método empleado
evoca un enfoque flexible que nos da un
conocimiento práctico e íntimo como el
que hay entre dos camaradas, palabras que surgen de su definición del fin estético a propósito de Leonardo da
Vinci, en donde añade que el ser vivo se caracteriza por la línea ondulante y serpenteante, y que
cada ser tiene su propia manera de ondular, y que el objeto
del arte es hacer este ondulamiento individual[12].
En este ensayo encontramos una definición de lo cómico muy cercana a su
concepción filosófica sobre la evolución de la materia y su interpretación del
mecanicismo positivista: lo cómico es
más lo rígido que lo feo, es una especie
de mecanismo que arropa a lo vivo
invocando todos los automatismos posibles que resisten contra cualquier
espontaneidad de la vida.
A
la pregunta ¿qué es la risa?, advierte
que no pretende llegar a una única definición; su exploración intelectual no da por cerrada otras
aproximaciones a este fenómeno humano. Al igual como dijimos antes, la
filosofía, y sus representantes, la han
puesto de lado la mayoría de las veces, a pesar de que se haya intentado
estudiarla. La risa, por su fragilidad, pareciera escapar a la investigación
filosófica, irguiéndose altanera ante todo aquel que presenta habitarla por la
reflexión. Para Bergson ello es síntoma para iniciar comprender que todo
análisis de esta condición humana no se
puede encerrar en un concepto de lo cómico y ponerle límites definitivos. Su
propuesta es de una aproximación personal, psicológica, no excepta de talante
filosófico, que nos lleva a interesarnos por un campo de la emoción humana poco
trabajado. Es un concepto que se expande con la evolución de la sociedad, de
los cambios culturales y de las ridiculeces y absurdos que rodean nuestra cotidianidad dentro de un presente.
Es un intento de abordar la fantasía
cómica desde la imaginación lógica que posee; de los extravíos que la
ciñen; del método que nos lleva hasta un camino abordado por la locura; de la
quimera que la araña, adentrándonos en los ensueños
que apuntan y comprenden a la sociedad entera. La imaginación de lo cómico es una
imaginación social, colectiva, popular, surgiendo de la misma vida y cercana al
arte.
Si
bien hay serias investigaciones que
permiten comprender que muchas especies animales conocen la expresión de la
risa, pudiéramos establecer un límite en
relación al hombre: fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada
cómico. Un evento, un paisaje, un
roce puede ser bello, agradable, feo o insignificante, pero la connotación
particular humana es que despierta la comicidad al notar lo ridículo de una
situación. Si reímos a la vista de un animal, será por haber
sorprendido en él una actitud o una expresión humana. Nos reímos de un
sombrero, no porque el fieltro o la paja de que se componen motiven por sí
mismos nuestra risa, sino por la forma que los hombres le dieron, por el
capricho humano en que se moldeó[13]. Es por lo que lleva a definir al hombre como
un animal que ríe, homo ridens, de un
animal que hace reír al comparar algo, con otro animal o persona por su
semejanza; en definitiva, el uso e
incongruencia hecha e interpretada con/por el hombre. Ello le da a su análisis de
la risa un peso antropológico profundo en su apreciación.
Corrupción Rusa, caricatura de Boligan
El mecanismo antropológico de la
risa
Nos
lleva, entonces, a comprender que la risa es, primeramente, un fenómeno exclusivamente humano. Los animales
pueden reflejar en sus conductas síntomas análogos a los nuestros respecto a
estados de alegría (la risa en los animales mamíferos superiores, en principio,
son modos de generar cierta comunicación y confianza con sus semejantes),
pero sólo los seres humanos son capaces
de producir conscientemente la risa,
es decir, ríen de verdad y no sólo por instinto y necesidad de cercanía
únicamente. Reímos porque algo o alguien nos resultan graciosos o cómicos (bien
por un gesto inusual, una situación grotesca o un simple buen chiste). Segundo, encontramos que es social: es un fenómeno que debe su origen a
la convivencia grupal, con lo cual ya de por sí posee una función comunicativa social
pertinente (independiente que podamos encontrar diversiones de tipo solitario
que nos puedan llevar a la risa). Y tercero,
su análisis nos conduce a un aspecto del
evento cómico según su textura emocional en tanto experiencia: la risa, según
la concepción bergsoniana a la francesa, parte de cierta insensibilidad, es
enemiga de la emoción, ¿cartesiana?: se dirige a la inteligencia no a la
compasión; para reírnos intensamente debemos reprimir otras emociones –sean estas la compasión, el amor o el odio, que en
situaciones distintas a lo cómico podemos experimentar normalmente. Como el
mismo Bergson refiere, se requiere cierta dosis de anestesia momentánea al corazón. Su flecha reflexiva sobre la risa apunta
a la inteligencia pura y simple; a una inteligencia que ríe; se dirige no a un yo pienso, sino un yo que ríe por lo que
piensa más que a un sentir por lo que reí. Cierta insensibilidad acompaña a la risa:
“Dijérase
que lo cómico sólo puede producirse cuando recae en una superficie espiritual
lisa y tranquila. Su medio natural es la indiferencia. No hay mayor enemigo de
la risa que la emoción…en una sociedad de inteligencias puras quizá no se
llorase, pero probablemente se reiría,
al paso que entre almas siempre
sensibles, concertadas al unísono, en las que todo acontecimiento, produce una
resonancia sentimental, no se comprenderá ni conocerá la risa[14].
La
risa exige inteligencia no emocionalidad; la risa exige cierta indiferencia, no
piedad o afecto. Es un asistir a la vida invitado como espectador distante para
que el drama del hombre se vea transformado en comedia. Pudiera bastar ver la
televisión sin sonido para observar lo ridículas que son las acciones de
nuestros héroes favoritos; al aislar lo emocional del programa: las palabras,
la música, la intensidad del habla, etc., pasamos a observar la comicidad
presente en lo mecánico que se convierten sus movimientos, sus gestos, sus
acciones. Se requiere de cierta anestesia momentánea al corazón, como ya
advertimos antes. La risa tiene una única dirección, la inteligencia en su más
alto vuelo puro. La risa exige inteligencia. Es lo más distante a la seriedad
del funcionario.
La
experiencia de la risa nos lleva a limitar en un espacio finito la
experiencia de lo cotidiano. Lo cual
implica separarse abstractamente de los significados que pudieran llegar a tener el mismo evento para otras personas o cosas. La risa requiere una complicidad abstracta de
nuestra mente para así someter al evento
cómico a un análisis intelectual[15].
El
caso que nos presenta este francés como ejemplo es el estar observando a
alguien conocido caerse. Frente a ello podemos reírnos del tropiezo y entonces,
al percibirlo como algo cómico, haremos
caso omiso de las emociones que tenemos de esa hipotética persona; debemos
dejar de lado los sentimientos de compasión o preocupación, pues ellos me
detendrían soltar mi risa ante lo gracioso de la situación. Lo mismo ocurre cuando un científico estudia
un síntoma patológico de un ser vivo (sea un animal o un hombre); hará un
paréntesis para abordar de la manera más efectiva tal afección. Lo mismo pasa
con la percepción de lo cómico; haremos tabula rasa emocional de todos los
significados sentimentales que están adheridos a nuestra vivencia cotidiana
consensual con los otros. Es por lo que
la comicidad ante el mundo será un diagnóstico[16]
, pero a diferencia del médico, tal interpretación de los síntomas exteriores
nos lleva a la consabida risa por la gracia de las cosas o lo ridículo anclado
en las vidas o acciones de las personas.
Caricatura de Boligan
El mecanismo de la comicidad o lo
cómico como mecanismo
Lo
cómico surge de una acción mecánica, inconsciente, repetitiva, rígida de un
evento humano. Lo vivo reducido a mera condición mecánica. Y ello aparece en
nuestras actitudes, gestos y movimientos corporales convirtiéndose en hechos
risibles en la medida exacta en que el cuerpo nos revela su conversión mecánica.
En Bergson el mecanismo de la risa se dispara cuando el cuerpo se convierte en
una especie de movimiento automático, rígido, inalterable, repetitivo de forma
inconsciente. Nos damos a la risa cuando los aspectos físicos del individuo se
revelan por encima de sus aspectos morales y humanos: es el caso de Tales de
Mileto cayendo al pozo por mirar sólo las estrellas, sin tener en cuenta lo que
hay debajo de sus pies, como se ha referido en un artículo anterior[17].
O el discurso público de un político que
deja escapar sus flatulencias al aire.
En ello encontramos lo incongruente como factor detonante del humor
espontáneo. Una incongruencia cómica que para Bergson se da entre la mente y el
cuerpo, entre la vida y la materia, entre la espontaneidad y la rigidez, entre
lo vivido y lo inesperado, entre lo fluido y lo estático de la vida; una
incongruencia que va a la par del impulso (elán)
vital que penetra y dinamiza a todo, que irrumpe contra la mecanización de
nuestro espíritu y nuestro cuerpo gracias al permanente contagio con el mundo
mecánico, automático, inconsciente que nos impone el positivismo modernista de
la sociedad industrializada antes y digitalizada hoy.
Además
de la relación entre la comicidad y la rigidez,
Bergson nos muestra también la relación entre la fealdad y lo
cómico. Podemos observar que se puede
definir lo qué es una fisonomía cómica. La expresión ridícula del
semblante puede derivar de la fealdad
corporal, y está es definida en relación a los parámetros de lo bello
establecido de forma convencional y cultural en cada contexto en cuestión. La comicidad de la fealdad puede surgir en principio por la deformidad y
ésta se transporta a lo ridículo. Pero ¿cómo podemos inscribir el significado
de la comicidad a través de la fealdad o de la deformación? Por imitación, nos
dirá el autor: toda deformidad susceptible de imitación por parte de una
persona bien conformada puede llegar a ser cómica[18].
Es cuando, sin mucho reflexionar, absteniéndonos de razonar, en busca de una
impresión ingenua, inmediata, y original, observamos a un jorobado que posee un
pliegue defectuoso en la espalda, y por la rigidez
en su persona, persiste en su defecto. Tal mueca en el cuerpo nos lleva a esa manifestación de la comicidad.
La expresión corporal cómica no promete más de lo que da y por eso no
encontramos ningún aire de vaguedad en ella. Se convierte en una mueca única y
definitiva, pareciera cristalizar en ella
toda la vida moral de la persona[19]. Y está relacionada con la repetición de un
gesto; como por ejemplo, será más cómica una cara cuando nos sugiere una acción sencilla,
mecánica, que ha sido absorbida por su personalidad (llorar, silbar, reír sin
descanso, o estar soplando constantemente en una trompeta imaginaria). Serán
los semblantes más cómicos cuando de
manera simple podemos explicar la causa: automatismo,
rigidez, arruga adquirida y conservada, deformación que se quiere ocultar, he
ahí por donde nos hace reír una fisonomía[20].
Caricatura de Boligan
De la caricatura y la repetición,
del automatismo y la rigidez
Es
de los rasgos resaltantes de una fisonomía de lo que se aprovecha el arte de la
caricatura. Toma algún rasgo particular de la fisonomía de un individuo, ya que por más simétrico que sea un rostro y
posea cierto equilibrio sus rasgos, jamás se encuentra en perfecto equilibrio. Siempre podremos descubrir en ella la indicación de una arruga que se
apunta, el esbozo de una mueca posible, una deformación, en fin, por la que
parece torcerse la Naturaleza[21].
El arte del caricaturista se centra en
tomar ese movimiento, gesto, mueca, deformación imperceptible a veces,
pero agrandándolo hasta hacerlo visible y haciéndolo que nos confunda como un
rasgo determinante de la condición de la persona. El arte del caricaturista, que tiene algo de diabólico, viene a
levantar al demonio que el ángel había postrado en tierra[22]. Mostrando con su arte la premisa que
caracteriza lo cómico para Bergson: la rigidez,
que ha imprimido el alma a la
naturaleza corporal, que la fealdad física
misma. Es decir, las deformaciones, las humillaciones, los temores de rechazo que nos autoinfligimos
por nuestras reacciones mentales, repeticiones de acciones o hábitos
deformantes sobre nuestra corporalidad, la cuales vienen a permitir la aparición de ciertos rasgos de
rigidez permanente en nosotros.
En
relación de la comicidad con los gestos y los movimientos nos advierte que: las actitudes, gestos y movimientos del cuerpo humano son risibles en
la exacta medida en que este cuerpo nos hace pensar en un simple mecanismo[23].
Todo
automatismo inconsciente vendrá a ser un
elemento que pueda revertirse en comicidad.
La mecanización que se envuelve por ello en nuestro cuerpo nos lleva a
que se instale en todo momento de nuestra vida, y al ser imitado por otro,
aparece su lado risible. Los gestos
habituales de nuestra cotidianidad corporal se convierten en ridículos
al ser representados exageradamente por otra persona. Somos susceptibles de imitación allí donde dejamos de ser nosotros
mismos[24],
es decir, cuando hemos dejado de tener conciencia de nuestro cuerpo y su
movimiento, de la repetición de un gesto o del automatismo inconsciente. En el
gesto del que hemos perdido conciencia y lo mantenemos de forma reiterada,
mecánica, uniforme, encontramos un punto
de partida para la imitación grotesca y, por ende, para despertar hilaridad.
Esta imitación cómica es un ejercicio
educativo, pues nos lleva a percatarnos del automatismo y superar
nuestra ridiculez, en la medida de nuestra toma de posición ante la situación.
Así la vulgaridad en general puede ser vista como un motivo esencial para la
representación de lo cómico. Los gestos de un orador, que de por sí no
son ridículos, inspiran risa por su repetición[25].
Pero esto se puede trasladar también no sólo a la gestualidad del orador sino
al mismo uso reiterativo de palabras, de discursos, de eslóganes, de obsesiones
políticas, la repetición periódica de una palabra, (y sobre todo en cuanto a promesas a cumplir sin cumplirlas).
Notamos
en todos estos planteamientos que
resulta imposible poder deducir
todos los efectos cómicos, todas las variantes de la comicidad a partir de una
sola fórmula. Sin embargo lo mecánico
calcado sobre lo vivo, es decir, en
el hombre, nos da un buen pie para intentar construir una situación jocosa.
Bergson encuentra tres direcciones
divergentes sobre esta situación. Veámoslas:
Caricatura de Boligan
Tres opciones de comicidad con el
cuerpo
1
La
primera la encontramos en que la visión
entre lo mecánico y lo vivo, -ensamblados-, nos lleva a otra imagen: la de la rigidez cualquiera aplicada a la movilidad
de la vida, una rigidez que probase torpemente a seguir sus líneas a imitar su
flexibilidad. Entonces vislumbramos cuán fácilmente puede resultar una
indumentaria. Podríamos decir que toda moda es ridícula bajo algún aspecto.
Sólo que, cuando se trata de la moda actual, nos acostumbramos a ella hasta tal
punto, que nos parece que el traje forma parte del cuerpo[26].
Llegando a observar que una persona puede distinguirse con arreglo a la moda
anticuada, recayendo nuestra atención sobre el atuendo o vestimenta,
refiriéndonos a ello o a la persona mostrando en cómo se ha disfrazado (a lo que Bergson aclara
diciendo que ¿acaso no toda vestidura es
un disfraz?), mostrando el evento el
lado ridículo que tiene toda moda al salir del contexto y del tiempo de su
aparición como convención social. Surge lo cómico en este caso por la sorpresa que nos causa al romper la
continuidad que encontramos en relación a una moda presente a otra pasada (o
del futuro, ver a alguien vestido con
un traje espacial en la calle puede
ser motivo de comicidad). Encontramos que el traje se ha convertido en un disfraz, el cual por lo general tiene la
facultad de hacernos reír (en nuestra habla cotidiana encontramos ejemplos,
como ver a un afrodescendiente
pintado su cabello de color amarillo…; o referir que tal persona afrodescendiente está mal
lavada; o que, un negro es un blanco
disfrazado, son ejemplos donde encontramos la idea de disfraz relacionado
con la comicidad de cada caso –también se pudieran colocar las situaciones al contrario:
un blanco es un negro disfrazado, o un negro lavado con azulillo, etc…).
Igualmente
encontramos el disfraz en torno a los
actos ceremoniales de la sociedad, en la que toda la sociedad prácticamente se
disfraza (aparte del consuetudinario carnaval podemos encontrar otras, como es
el caso de Semana Santa, por ejemplo), presenciando toda una mascarada social. Situación que
pareciera añadirse algo inerte a la superficie viva de la sociedad. Como nos
dice Bergson: las ceremonias son al
cuerpo social lo que el traje al cuerpo del individuo[27],
es decir, un disfraz que cubre a toda
la sociedad. Su gravedad surge de una significación construida por nuestra
imaginación, perdiendo esta gravedad cuando se desliga de los elementos que ha
vinculado con dicho evento con nuestro imaginario social. Surge cuando nos olvidamos
de la ceremonia como tal y separamos la materia de la forma, mostrándose entonces la ceremonia como un
mecanismo o artificio impuesto a la vida[28].
Todo
ello conduce a observar cómo se
manifiesta una lógica de la imaginación, que no es la misma que la lógica de la razón,
con la cual puede entrar en confrontación los enunciados de una y de la otra.
Tal lógica de la imaginación es con lo que puede contar la filosofía para sus
indagaciones respecto a lo cómico,
situación fácil de reconocer por el tempo
que impone dicho acto social (en
ruptura) a la cotidianidad social. Es una especie de reglamentación automática
impuesta a la sociedad que la lleva a cambiar, decantando en efectos cómicos respecto a lo
que sucede por ello (como sería igualmente incrustar un instrumento mecánico en
la naturaleza, aunque hoy se dé muy normal en nuestro tiempo[29]).
A esta lógica de la imaginación Bergson nos
indica que es como entrar en un sueño pero no de un sueño abandonado al azar, a
lo inesperado de la fantasía personal, sino que llega a presentarse como un
sueño que vive la sociedad entera; pudiéramos
hablar de una narcosis social. Una lógica que se desplaza de la corteza de los juicios bien amasados
para lograr una fluida continuidad de
imágenes perfectamente vinculadas unas
con otras. Situación que obedece más que normas consensuadas en la conciencia social a
hábitos que son a la imaginación lo que
la lógica es al pensamiento[30].
2
La
segunda característica respecto a la comicidad del cuerpo es observarlo en su
pesadez, en su pérdida de flexibilidad;
cuando algo nos llama la atención sobre la materialidad del cuerpo, como si
percibiéramos como una materia inerte colocada sobre una energía viva. Al tener
un sentido claro de esta visión aparecerá, según nuestro autor, la impresión de
lo cómico: cuando el alma se nos muestre
perseguida por las necesidades del cuerpo[31].
Es la impresión del cuerpo vivo tomado como máquina. Bergson formula una ley
respecto a esta imagen de la comicidad: Es
cómico todo incidente que atrae nuestra atención sobre la parte física de una
persona cuando nos ocupábamos de su aspecto moral[32]. De esto nos refiere un ejemplo, la risa que
provoca cuando un orador estornuda en el momento más patético del discurso. O
la frase citada de un filósofo alemán: el
finado era virtuoso y rollizo. En ambas encontramos un brusco paso del alma
al cuerpo. O el caso de un orador cuyos magníficos párrafos declamados son
interceptados e interrumpidos por un gravísimo dolor de muelas. Son situaciones
todas en que el cuerpo estorba a la gentileza de la dicha de la expresión del
alma.
Observa
este francés de la filosofía de lo interior humano, que por lo referido antes
es que el arte de la tragedia nunca le presta atención a la materialidad del
cuerpo de sus héroes. Si se preocupa por el cuerpo no tardaría mucho tiempo en que se
filtre algún aspecto cómico del personaje al evento teatral. Por eso que los
héroes de la tragedia no beben ni comen, ni se calientan ante un fuego. Tampoco
se muestran sentados pues ello equivaldría recordar que tienen cuerpo, que son
cuerpo y no el representante espiritual
(elevado) de una acción heroica. No podemos dejar de citar completamente la
referencia que hace Bergson de la psicología de Napoleón:
“Napoleón,
que era psicólogo a ratos, había observado que por el sólo hecho de sentarse se
pasa de la tragedia a la comedia. He aquí lo que dice a propósito de este
aspecto el Diario Inédito del barón
Gourgaud. Se trata de una entrevista con la reina de Prusia, después de (la
batalla de) Jena: “Ella, como Jimena, me acogió con trágicos acentos: ¡Señor,
justicia! ¡Justicia! ¡Magdeburgo! Y continuo así, en un tono que me
desconcertaba. Por último, para hacerle cambiar de estilo, le rogué que se
sentase, no hay cosa mejor para cortar una escena trágica; cuando se está sentado
todo degenera en comedia[33].
3
La
tercera opción de la comicidad con el cuerpo es cuando la corporalidad es
transformada en una cosa: nos reímos
siempre que una persona nos da la
impresión de una cosa. Es el caso de Sacho Panza rodando como una pelota. O las ocurrencias
del barón Müchausen, al convertirse en una bala de cañón y vuela por el aire.
Lo notamos en los payasos, al detenernos sobre su tema que lo define como tal, más que en sus chistes que ayudan a
desarrollar esa primera actitud que,
junto con los saltos, las huidas, las
caídas vendrán a representar lo
propiamente clownesco en su arte. Es cuando los payasos van y vienen, se tropiezan y caen, rebotan uno contra el otro en arreglo a un
ritmo uniformemente acelerado, con la ridícula intención de producir un crescendo de atención e intensidad
emocional en el espectador. Con ello la atención del público se intensifica a
medida que llega ese extraño desenlace
de choque. El espectador se olvida que tiene ante sí hombres de carne y hueso como él y los
transforma en meros fardos móviles que arremeten uno contra el otro.
En
este análisis psicológico de situaciones cómicas con el cuerpo nos lleva a observar que la fantasía cómica se
convierte en una energía viva de efectos: una
planta singular que ha brotado vigorosamente sobre las partes rocosas del suelo
social, esperando que la cultura le permita rivalizar con las obras más
refinadas del arte[34].
Estas
características de la concepción bergsoniana de lo cómico nos llevan a que
se nos presente en nuestra cotidianidad ora, en tanto obra de arte por varias
situaciones, (como es cuando el aspecto de una persona se asemeja a una cosa), u ora, por la
imitación de una singular rigidez mecánica, o
un automatismo gestual o verbal o un movimiento sin vida. Todo ello
recae en representar cierta imperfección individual o colectiva que requiere
una corrección inmediata. Ahí salta la risa la cual es, comprendida así, cierto
gesto social que subraya y reprime una distracción especial de los hombres y de los hechos[35].
Nos
presenta tres procedimientos cómicos usuales: la repetición, la inversión y la interferencia
de series. La repetición no se
trata de una palabra o de una frase sino de una situación que se repite por
determinadas circunstancias aleatorias; una de ellas es cuando nos encontramos
durante el día con algún amigo no visto hace tiempo, hasta aquí todo normal,
pero surge la risa cuando lo volvemos a
encontrar el mismo día en otro lugar de forma inesperada. La inversión se nos presentará en todas las
situaciones en que el mundo está al revés:
el reo juzga o condena al juez, el niño regaña al padre, el estudiante da una
lección al profesor, etc. Es toda situación donde los papeles quedan
invertidos, lo cual nos da pie para una escena cómica. Y la última, la interferencia de las series, es la situación donde se
presenta simultáneamente dos sentidos
diversos; uno, el que el autor le da; otro, el que el público le asigna. Lo
cómico como la superposición de dos juicios contradictorios.
Otra
condición de lo cómico está en la mera palabra. Bergson encuentra una doble
condición de la palabra cómica. La primera es que la palabra es cómica cuando nos hace reír de quien la
pronuncia; la segunda, es ingeniosa
porque nos hace reír de un tercero o de
nosotros mismos.
Respecto
a la ironía basta con enunciar lo que
debiera ser para que aparezca, fingiendo creer que es así en la realidad:
vivimos en el país más seguro del mundo (que es referido a Venezuela…cuando hay
alrededor de 100 crímenes los fines de semana en la capital). En contraste a la
ironía está el humor, el cual hará una
descripción minuciosa de lo que es,
afectando creer que efectivamente así deben ser las cosas; el humor viene a ser
el reverso de la ironía[36].
Ambos serán instrumentos para la sátira pero tienen una distinción. La ironía es de carácter oratorio, mientras que el humor tiene un aspecto científico, nos
dice Bergson. La ironía se acentúa al intensificar la idea del bien que debería existir, lo cual vendrá a
presentarse como una forma de elocuencia
reprimida. El humor desciende más
hacia lo hondo del mal para anotar sus
particularidades con una indiferencia cada vez más fría[37].
El humor se adhiere a términos concretos, a los detalles técnicos, a los hechos
precisos. Termina siendo una visión moral
de situaciones escabrosas; el comediante se cubre con el disfraz del sabio,
despierta cierta repugnancia por la realidad
vivida y contada.
Caricatura de Boligan
III
Al final: lo cómico y el despertar de
la risa
Las
situaciones cómicas, como podemos notar en
la concepción de Bergson, no escapan a mostrar la rigidez, lo hecho, lo
mecánico por oposición a lo flexible, a lo vivo, a lo que está siempre
cambiando, la distracción como lo contrario de la atención, el automatismo como
contraste a la libre actividad y flujo, y ello
nos despierta la risa y a lo que aspira corregir. Esta es la idea que
vendría a ser el principio rector del análisis de este francés y su risa a la
francesa. Se nos muestra que la risa tiene una significación y unos alcances
sociales; lo cómico nos presenta cierta inadaptación particular entre el individuo y la sociedad.
Ello nos lleva a aceptar que no hay nada más cómico sino el hombre mismo.
Cuando dejamos de conmovernos por situaciones humanas (mostrar compasión,
etc.), comienza la comicidad de la existencia del hombre, y sobre todo ante la
rigidez del hombre contra la vida social. Es
cómico todo personaje que sigue automáticamente su camino, sin ponerse en
contacto con sus semejantes[38].
Lo cómico, sin pertenecer al arte ni a la vida, se presenta en toda sociedad como
un medio de corregir y suavizar la
rigidez de las costumbres en otro ambiente contraídas y que son necesarias
modificar o tonificar. Se coloca la imperfección, la rigidez en una perspectiva
liviana que no es temida en quien recae
y por quien la ejecuta. Ello debería ser la misión de la risa: La risa, algo humillante siempre para quien la motiva, es una especie de broma social pesada[39].
Si bien la risa nos proporciona un placer estético no es puro, pues siempre tiene solapada una
intención donde surge una situación
humillante pero que a la vez termina en ser una intención moral correctiva
externa; situaciones en que suelen inspirar buenas acciones ante los equívocos
o rigideces individuales ante lo
social. Es por lo que el autor no escatima en reiterar que lo cómico va
dirigida a nuestra inteligencia pura: la risa es incompatible con la
emoción. La condición primordial de toda
escena cómica es que no logre conmovernos.
Se aspira a presenciar la insocialidad
del personaje y obtener la insensibilidad del espectador: son las
dos condiciones esenciales para convocar la risa. A esto se le agrega la representación risible del automatismo por un personaje, el cual es
un gesto involuntario o una palabra inconsciente. Ya que toda distracción es
cómica, cuanto más profunda la distracción más elevado el efecto cómico (de ahí
que Don Quijote sea uno de los principales
paradigmas del imaginario cómico; nos es cómico porque el autor nos
presenta aspectos que el mismo personaje ignora y ello nos lleva a despertar la
risa). Como notamos, la comedia se sienta sobre el mundo exterior cotidiano; es
un observar lo exterior de la vida que se le
ha infiltrado la mecanización, la rigidez, el automatismo, la
distracción, el delirio personal contra
el consenso general común (¡que puede ser también otra forma de delirio
colectivo!), en definitiva, son las
creaciones en que se nos presenta las ridiculeces de la naturaleza humana;
somos ridículos antes los demás en el aspecto que hemos dejado de ser conscientes,
cuando se nos ha escapado la idea que
tenemos de nuestra personalidad externa. La comedia nos observa desde afuera
para sugerir corregirnos nuestra distracción e inconsciencia que portamos por
la vida. Es un arte que por su carácter
de generalización y por su inconsciente propósito de corregir e ilustrar, podemos
decir que la comedia se halla entre el arte y la vida. No es completamente
desinteresada como el arte puro. Con la risa acepta la vida social como
ambiente propio y hasta sigue uno de sus impulsos. Y en esto vuelve la espalda
al arte, que es una ruptura con la sociedad y la vuelta a la sencillez de la
naturaleza[40].
Como
hemos podido observar a lo largo de esta reflexión bergsoniana sobre la
condición de la hilaridad humana, la risa tiene una función útil a nivel
social, es un instrumento persuasivo y sugerente para corregir determinadas
conductas individuales y sociales. Castiga ciertas faltas como ciertos
malestares corporales nos castigan por ciertos excesos. Para este autor la risa es un mecanismo que nos ha dado nuestra propia
evolución natural o, si se quiere ver de otra manera, nos es dado por una antiquísima costumbre de la vida social, con la que
la sociedad se venga por sus medios de
las licencias que nos hemos tomado distrayéndonos ante ella. Para el que ríe es
un movimiento de expansión del ser, una diástole
espiritual, entrando en sí mismo y
afirma más o menos su yo, prestando atención a las incongruencias de la vida.
La risa realiza una acción constructiva
y social, discriminatoria y esclarecedora a la vez, correctiva y sancionadora a
través de su levedad y su masaje de gracia corporal.
Bergson,
al final de su libro hace una bella analogía entre la risa y las olas del mar.
Vale la pena transcribirla completa:
“Así
las olas luchan sin tregua en la superficie del mar, mientras que en las capas
inferiores hay una paz profunda. Las olas chocan entre sí, se empujan unas a
otras y buscan equilibrio. Una espuma blanca, alegre y sutil dibuja la
movilidad de sus contornos. De cuando en cuando, al retirarse una ola deja un poco de esta espuma sobre la arena de
la playa. Un niño que juega cerca de allí
acude a cogerla presuroso, y se asombra al no encontrar un momento
después más que algunas gotas de agua en
la palma de la mano. Pero de un agua mucho más salada y mucho más amarga que la
de la ola que la trajo. Igual que esta espuma nace la risa. Acusa en lo externo
de la vida social las revoluciones superficiales. Ella es también una espuma a
base de sal. Chispea como la espuma del licor. Es alegría. Pero el filósofo que
la recoge para saborearla, encontrará algunas veces, por una exigua cantidad de
materia, una cierta dosis de amargura[41].
En
definitiva podemos suscribir las palabras de André Canivez respecto a este
pensador:
“…creemos
que el mayor servicio de Bergson al
pensamiento contemporáneo ha sido
liberarlo del calabozo del humanismo, origen de tantas obsesiones y
limitaciones. Nos ha enseñado a
volvernos a situar en el conjunto de la creación vital –animal y vegetal- y a pensar que tenemos algo en común con el cosmos. Los progresos de la
técnica nos lo recuerdan en todo
momento. Es hora de que la filosofía amplíe, quizás hasta hacerla estallar, su
concepción de un humanismo en gran medida superado y que no ha contribuido tanto
a la felicidad del hombre.
Esta filosofía
del elán vital no es un abandono e
interés del fenómeno humano sino una
profundidad en los rasgos de la vida, de aspirar a encontrarnos y desarrollar
una mirada original de donde la
sencillez de las cosas nos conduzcan al asombro permanente; se trata de pasar
del humano-centrismo al hombre
integrado con y por la naturaleza, en una permanente adaptación ecológica con
su entorno natural y espiritual. Como refiere Hadot[42],
se trata de entender la filosofía como una metafísica absoluta de la manera de
ver el mundo y de estar en él. Las
palabras de Bergson así lo afirman: Filosofar
no supone construir un sistema, sino dedicarse, una vez se ha decidido, a
mirar con sencillez dentro y alrededor
de uno mismo.
Aceptó que el
filósofo debía resignarse a estudiar un
corto número de problemas o temas, sólo
así pensó que se obtendrían resultados duraderos. Ante tales resultados otros
filósofos continuarían su labor y de
esta manera esta disciplina se tornaría en una perpetua colaboración, progresaría
indefinidamente, en lugar de tejerse y destejerse sin cesar como la tela de
Penélope. La unidad de la filosofía ya no será
la de una cosa hecha, como la de un sistema metafísico; será la unidad
de una continuidad, de una curva abierta que cada pensador prolongará tomándola
en el punto que otros la dejaron[43].
Tomamos su consejo, y es lo que pretendemos hacer con el tema en cuestión. La
risa no fue menos para este francés donde encuentra los rasgos puros de la
inteligencia al momento de vivir la gracia, el humor, la concordia risueña con
la simple cotidianidad de la vida. ¡Nada más y nada menos!
Bibliografía
Acosta,
W. 2003: Lo de arriba y lo de abajo.
Ensayo sobre la risa y la comicidad antigua, medieval y renacentista. Ed.
FACES-UCV, Caracas.
Belaval,
Y (coord.), 1981: Historia de la
Filosofía, t.8. Ed. Siglo XXI, México.
Bergson,
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Cactus. B.A.
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(2003): La risa. Ed. Losada. B.A.
Berger,
P. 1998: La Risa Redentora. Ed.
Kairos. Barcelona.
Deleuze, G. 1987: El bergsonismo. Ed. Cátedra. Madrid
García Morente, M, 1977: La Filosofía de Henri Bersgon. Ed. Espasa Calpe. Madrid.
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Mead,
G. 2009: Escritos políticos y filosóficos.
F.C.E. México.
Nuño,
J. 1965: Sentido de la Filosofía Contemporánea.
Ed. EBCV-UCV. Caracas.
Referencias Electrónicas:
De
los Reyes, D. Del Humor y la Risa en la
Filosofía Antigua. En: www.filosofíaclínicaucv.blogspot.com.
Ensayo incluido en de mayo del 2012.
[1] Deleuze, G. 1987: El bergsonismo. Ed. Cátedra. Madrid.
[2] Nuño, J. 1965: Sentido de la Filosofía Conteporánea.
Ed. EBVC-UCV, Caracas, p. 69.
[3]
Mead, G. 2009: Escritos Políticos y
Filosóficos. F.C.E. México, p. 289.
[4] Ídem, p.70.
[5] La intuición bergsoniana más que comunicar algo de forma inteligible,
está rodeada por lo inefable, lo cual sólo aspira a verterse en imágenes, metáforas, obras artísticas, que
sólo se presentan como una mera aproximación expresiva a esa interioridad en su
intento de descifrarse ante nuestra mirada.
[6]
García Morente:1977:47.
[7]
Habría que aclarar que hay una
distinción fundamental entre estos dos autores respecto a la ciencia. En Kant
su concepción epistemológica es de índole matemática, mientras que en Bergson se explaya en implicaciones tomadas de la
biología y la psicología. Se debe comprender que Kant
en su momento logró en filosofía lo que Newton hizo con la física: ambos
pretendían haber encontrado plena inteligibilidad científica. Es lo que observó
Bergson, y fue contra esta explicación de los fenómenos del universo
mecanicista lo que lo lleva a plantearse otra perspectiva sobre el asunto. Al
dirigir la mirada al mundo el francés no
podía dejar de tener presente la concepción
biológica que se había impuesto con la transformación de los hechos de la vida aportados por la
teoría darwiniana de la evolución. No se podían tomar las estructuras
biológicas y describirlas en términos newtonianos o kantianos; ambas concepciones, bien en la
física o bien en la filosofía, se encontraban en fuertes dificultades. Y las
mentes lúcidas habían vislumbrado ese problema, y Bergson fue uno de ellos. Su
apuesta esta en comenzar con la naturaleza de los fenómenos, pero no los
físicos, sino los biológicos y los
psicológicos. Se pasó de la concepción de las partículas de la física
mecanicista al de organismo, que se está ahí
como condición de experiencia; del organismo que se encuentra antes de
que aparezca la conciencia. A diferencia de la concepción cartesiana de querer
proponer que el cuerpo y la mente son sustancias distintas, y que ninguna dependía de la otra para su
existencia, Bergson encuentra una influencia recíproca e inseparable entre
ambas. La mente no era algo que está
dentro, en el interior de nuestro cerebro, que recibe impresiones de lo
exterior y les da significados semánticos y emocionales. Lo interno y lo
externo, lo subjetivo y lo objetivo son
elementos complementarios y unidos, se presentan como fases de un solo proceso
y apuntan a perspectivas diferentes, no
a diferencias absolutas de la experiencia. Bergson observa, desde un
planteamiento psicológico, que el organismo fisiológico es la condición para darse los estados de conciencia; al
igual que la relación inseparable del organismo con el medio ambiente, podemos
aplicar ese paralelismo entre la
mente y lo que está afuera. El mundo que
está allí afuera es la precondición para
que aparezca los estados de conciencia.
La mente es parte de un proceso creativo que es responsable del mundo en sí
mismo. Para Bergson es un equívoco
defender la bifurcación del mundo entre exterior e interior, (ver Mead, 2009: 300s).
[8]
García Morente (1977:65) nos da un
cuadro ilustrativo de lo que implicó para Bergson la aproximación a la
intuición como principio vital de la filosofía: La intuición de la conciencia habrá de ser, pues, un esfuerzo que se
descomponga en dos momentos. El primero
consistirá en apartar los velos que en la misma conciencia encubren su fondo, su interioridad, en romper,
como quien dice, la cáscara de la conciencia. El segundo será una concentración
de la conciencia sobre sí misma, de modo que toda ella esté presente en sí
misma sin desdoblamiento. Parece una operación imposible. Realmente no es
fácil ni consuetudinaria. Exige una
tensión del espíritu fatigosa que hace que tales momentos de interioridad pura
sean rarísimos…la dificultad de la visión inmediata de la conciencia no está
tanto en la intuición misma como en la ruptura de la costra ideológica que se
ha solidificado en la superficie exterior de nuestra alma. Este primer momento
es el más difícil. Pero una vez vencido, la conciencia se aparece a sí misma
con suficiente claridad. Como
notamos, Bergson pareciera exigir una aproximación orientalista de la mente
para su concepción intuicionista de la filosofía, de una detención de toda idea
preconcebida, sea científica, filosófica o mundana, para abordar la movilidad
de la intuición interna del ser, de la conciencia, de la energía mental.
Detener la mente a los influjos simbólicos y semánticos del mundo exterior para
reducirse a experimentar la intensidad de la intuición vital de la claridad
existencial de lo que el procede a llamar por alma y los diferentes estados de conciencia que albergamos.
[9] Berger, P. 1998: Risa Redentora. Ed. Kairos, Barcelona,
p.67s
[10] Acosta, W. 2003: Lo de arriba y lo de abajo. Ensayo sobre la risa y la comicidad antigua,
medieval y renacentista. Ed. Faces/ UCV. Caracas, p.20ss.
[11] Nuño, op.cit.,p.74.
[12] Cit. en Belaval, Y (coord.)
1981: Historia de la filosofía, t. 8.
Ed. Siglo XXI, México, p.388.
[13] Bergson 2003, p.12.
[14] Ibid, p.13.
[15] Berger, op. cit., p.68.
[16] Etimológicamente la palabra diagnóstico significa conocer a través de; el prefijo día significa paso entre dos cosas, y la raíz gnosis:
conocimiento, un conocimiento (o un ver) a través de la comparación entre dos cosas, entre la situación vivida
inesperada y la condición normal o real que debería haber tenido el evento o
percepción de lo manifestado.
[17] Ver mi artículo: Del humor y la risa en la filosofía Antigua
en: http://filosofiaclinicaucv.blogspot.com/, mes de mayo del 2012.
[18]
Bergson, op.cit., p.26.
[19]
Ibid, p.27.
[20]
Ibid, p.28.
[21]
Idem.
[22]
Ídem.
[23]
Ibid, p.31.
[24]
Ibid, p.33.
[25]
Ibid, p.34.
[26]
Ibid, p.37.
[27]
Ibid, p. 41.
[28] Ibid, p.42s.
[29]
El ejemplo de Bergson es el siguiente: en un diálogo entre médicos se
desprende esto: El razonamiento de que
esto habéis hecho resulta tan docto y tan hermoso, que es imposible que el
enfermo no esté hipocondríaco, y si no lo estuviese, sería menester que llegase
a estarlo, en atención a las cosas tan lindas que habéis dicho y a la
exactitud del razonamiento que habéis
hecho, (ibid, p.43.).
[30]
Ibid, p.39s.
[31]
Ibid, p.45
[32]
Ibid, p.46.
[33]
Ibid, p.47.
[34]
Ibid, p.55.
[35] Ibib, p.71.
[36] Ibid, p.97.
[37] Ídem.
[38]
Ibid, p.102.
[39]
Ibib, p.103.
[40]
Ibid, p.127.
[41]
Ibid, p.146s.
[42] Hadot, P. 2006: Ejercicios espirituales y filosofía antigua.
Ed. Siruela. Madrid, p.17.
[43] Palabras
del Bergson de su Discurso
en su vista a España incluido en el texto de Garcia Morente, M. 1972: La Filosofía de Henri Bergson. Ed.
Espasa-Calpe. Madrid, p. 14.
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