viernes, 1 de marzo de 2019


Réquiem por dos ballenas
y los barcos de Herman Melville
A doscientos años de su nacimiento
David De los Reyes


Ballenas muertas en las costas de Alemania en enero del 2019


Réquiem y defensa de las ballenas



 “Azul, verde, gris, blanco o negro; tranquilo,
agitado o montañoso, ese océano nunca está en silencio”
H.P. Lovecraft

“…pues bien sabía yo que la persecución a ultranza de que son víctimas 
estos animales les ha llevado a refugiarse en los mares de las altas latitudes”
Julio Verne, 20000 leguas de viaje submarino, cap.XII

Lejos de la tierra, lejos de las rutas, en un sueño eterno de pingüinos
y ballenas los mares suspiran y reviven los días en que nadie navegaba.
Dereck Mahon, Los dioses desterrados

I
En estos días del pasado mes de enero leí sobre la muerte de dos ballenas que fueron encontradas en las costas del Mar del Norte, Alemania (se ven en la fotografía arriba). Ambas, sin aparente explicación, decidieron salir del mar para expirar sus últimas bocanadas de aire sobre la tierra, lugar que sus antepasados milenarios habían desdeñado, regresando otra vez al mar. Pero esta pareja de gigantes mamíferos mueren no por la criminal industria ballenera japonesa[2], rusa, noruega o china, sino por los despojos contaminantes del progreso  de las sociedades postindustriales. La reseña[3] decía que científicos habían encontrado en sus estómagos, además de desechos de todo tipo, junto a redes de pesca, componentes plásticos de autos de 70 cm de largo, entre otros de los materiales indigeribles. Estos cetáceos mueren de hambre con el estómago lleno por objetos contaminantes, de polímeros esparcidos por el hombre en las aguas oceánicas. La acción de salir del océano, que es el reino natural de estos mamíferos marinos, hacia la tierra me lleva a pensar que su inteligencia e intuición les conducía a buscar obstinadamente su supervivencia fuera del basurero de los mares por los que nadaron libres en vida y que habían perdido el encuentro con su fuente natural  alimentaria, el planton[4] y de toda materia orgánica marina para su dieta cotidiana, introduciéndose en sus estómagos todo tipo de productos industriales desechables y tóxicos que penetraron entre sus fauces; basura de nuestra incontrolada sociedad industrial hipermaterialista vertida al mar, materia indisoluble por muchas décadas y que no tienen nada que ver con los de la naturaleza perecedera orgánica marina.
Sin embargo, aun en nuestros días cuando la pesca de este cetáceo está casi prohibida por todos los mares, ostenta la situación de ser el animal más explotado, cazado y mejor aprovechado de la historia de la industria animal, y sigue siendo, a la vez, el más desconocido. Ninguna otra especie animal ha sido tan masacrada y se ha derramado tanta sangre en nombre del progreso aunado a la infinita avaricia humana; ninguna cacería humana ha sido tan impresionante, tan desconocida y tan compleja como la pesca de la ballena. Sólo en el año de 1930, por ejemplo, se mataron alrededor de unos 50.000 ejemplares, colocando a todas las especies de ballenas en peligro de extinción. Para 1946 se creó la Comisión Ballenera Internacional y se logró un acuerdo mancomunado para la reducción de dicha actividad. Industria que hoy se encuentra en decadencia, pero aún prosigue en la medida que la dejen obrar. 
Aún no está del todo claro su probabilidad de extinción como especie; el noventa y nueve por ciento de las ballenas azules están exterminadas, pero no se puede dejar de reconocer que hoy, gracias a los acuerdos con Australia y Nueva Zelandia para el rescate y defensa de las ballenas, en sus aguas continentales se ha obtenido la recuperación de la especie de las ballenas jorobadas a un ritmo de un diez por ciento anual[5]. Dando un resquicio de esperanza para su no extinción por un rato[6].
A diferencia de nuestra sed de explotación animal comercial, hay culturas ancestrales que han mostrado un respeto y comunicación con ellas. Así los maoríes, dentro de su mitología, se sienten descendientes de ballenas y cuando estas embarrancan en sus playas, contrario a observar desde lejos su defunción, se ponen a dormir junto a ellas, dándoles una fraternal y compasiva compañía en sus últimos momentos de agonía, con la finalidad de no sentirse solas. Es otra muestra de acercamiento bondadoso y de comunión con los cetáceos, los cuales parecieran vivir en otra dimensión y universo, una especie de seres alienígenas que habitan en las vastas dimensiones de los océanos que aún son más desconocidos que la superficie y composición de los planetas visitados por las naves exploradoras lanzadas al espacio, viajando más allá de la órbita terrestre y lunar.


Caza de ballenas en Holanda, grabado del siglo XVI 


II

Esta noticia sobre la muerte de las ballenas en las orillas de las costas de Alemania, me llevó (¡como siempre me ha evocado este tipo de accidentes ambientales y ecológicos oceánicos!), al mundo de los relatos de culturas primitivas y de balleneros descrito por el escritor norteamericano decimonónico, Herman Melville (1919-2019) [1], que coincidencialmente cumple este 2019 doscientos años de su nacimiento. De Melville vuelven a mí imaginación partes de sus relatos de viajes; sus descripciones de la riesgosa y muchas veces heroica condición del marinero; de las absurdas épicas de las obsesiones y egoísmos humanos; de las reacciones ante la ambición; de los peligros naturales que emergen cada día sobre y dentro de las aguas de los mares; experiencias que en su vida obtuvo de primera mano, por transitar casi un quinquenio entre barcos mercantes, balleneros o buques de guerra del siglo XIX. Su conocida novela sobre la ballena blanca, Moby Dick[7] siempre surge como metáfora del mal absoluto y la locura desbordada y vengativa del hombre, junto a su condición trágica innata que deja una estela de dolor y muerte a su paso. Pero la caza de la ballena de ese siglo XIX no puede ser comparada con la intensidad prodigada de ejemplares asesinados en el siglo XX, la cual se extiende hasta el siglo actual. 
Los productos que podían obtenerse de los cetáceos son múltiples. Uno en especial y de los más codiciados era la grasa de la ballena, que proporcionaba, sobre todo, aceite para quemar y obtener luz en las lámparas de bujía en las noches,  sin por ello hacer mayor humo ni malos olores; aún no había sido desarrollado el uso del petróleo, del asfalto, del kerosene para proporcionarse calor y luz: con toda la mirada consciente de injusticia que podamos tener sobre la caza de la ballena para aquel tiempo, era considerada su pesca una acción propia del progreso y de los recursos naturales absorbidos de su medio para utilidad de la vida humana. Su matanza nunca predecía la posible extinción de ese magnífico mamífero acuático; un hecho que no se puede comparar y confrontar con la sistemática muerte que van encontrando los habitantes sumergidos de los océanos a lo largo de estas últimas décadas y las nuevas tecnologías satelitales de rastreo de los cardúmenes de peces y criaderos de los grandes escuálidos que los hace blanco de las redes y de cañón que vienen a saciar una doble condición, la ganancia obtenida por dichos animales y la satisfacción de una masa de consumidores de esos cetáceos y peces sobre todo del lado oriental del mundo. Al igual que la extinción de las ballenas por su caza indiscriminada,  hoy se presenta también la extinción de muchas especies comestibles que están a punto de desaparecer por la pesca de arrastre industrial, con las factorías flotantes que arrasan con todo el cardumen en todo océano de peces junto a sus crías de forma  desbordante.


Cachalote junto a un hombre

Si Melville viviera y supiese de esta asesina industria, no me queda la menor duda que se sentiría horrorizado ante tal sistematicidad tecnológica mortal. Su Ballena Blanca, símbolo de los poderes y fuerzas superiores de la naturaleza que el hombre ha querido dominar, no podría aplastar a los grandes buques balleneros que surcan hoy las aguas como tampoco a estas islas basureros-flotantes  y contaminantes del Pacífico (con una superficie de km cuadrados del tamaño de Francia). La Ballena Blanca,  podemos imaginar, estaría enredada/contaminada por estas plataformas flotantes de detritus material/industrial humanos, todo sucediendo dentro del mayor silencio y desconocimiento general, sin causar el mayor lamento, ni denuncia, ni interés, como tampoco el relato de su tragedia  en las aguas de las fuertes corrientes de ese océano Pacífico. 
Al contrario de los relatos que nos da Melville de las Islas Encantadas (Las Galápagos) hoy deberíamos escribir las experiencias de las Islas Desencantadas o del desencanto, que habitan a la deriva, como nubes plásticas en el más grande y vasto océano.
Esta literaria y metafórica ballena blanca Moby Dick, podemos conjeturar,  antes de morir de muerte natural, deduciéndolo por el final del relato de Ismael/Melville, al hundir al ballenero Pequod y su capitán Ahad junto a la tripulación, sería otra. Seguramente que hoy hubiera vivido la misma suerte de muchas de sus hermanas ancladas en las costas de algún lugar, encontrando freno a su indetenible viaje marítimo vital o atravesada por el arpón explosivo de los cañones de los balleneros para una despiadada caza y descuartizamiento posterior.
Comparando la vida de las ballenas, como ya dije, no puedo deslindarla de la imagen trágica narrada por el escritor norteamericano que mejor describió la condición del gran momento del negocio ballenero, de sus embestidas y crueldades, su heroicidad y destrozos. Situaciones encontradas en el proceso de esa industria extractora de aceite y esperma de ballena (principalmente), que como dijimos era motivada por el  próspero beneficio comercial en tanto combustible común del siglo XIX. Posteriormente aparecería el estiércol del diablo de la industria petrolera y su socio directo, la generación de energía eléctrica, cambiando todas las relaciones políticas, sociales y económicas.  


Imagen relacionada
Reproducción del barco  ballenero Pequot de Moby Dick



Herman Melville, marinero. Sus viajes y sus barcos

¿Qué es el hombre sino una masa de arcilla derretida?
Henry David Thoreau

Sanada mi herida, alabo al inhumano mar
Herman Melville


¿Cuál fue el motivo de este autor elegir la vida marina en un momento de su existencia? Varias respuestas podemos encontrar. La mejor pudiera ser la confesión que da su decepcionado personaje de la vida urbana, Ismael, en el primer párrafo de Moby Dick:

“Hace unos años, no importa cuántos exactamente, teniendo en el bolsillo poco o ningún dinero, y nada que me interesase especialmente en tierra, pensé en navegar un poco para ver la parte acuática del mundo. Es una forma de sacudirse de la melancolía y mejorar la circulación. Siempre que me sorprendo haciendo una mueca triste; siempre que hay un noviembre húmedo y lloviznoso en mi alma; siempre que me veo parándome sin querer delante las tiendas de ataúdes; y, sobre todo, siempre que la aprensión me agobia tanto que es preciso un sólido principio moral que me frene salir deliberadamente a la calle a tirar, uno tras otro, el sombrero a los transeúntes, entiendo entonces que ya va siendo hora de hacerme a la mar en cuanto pueda. Es mi paliativo de la pistola y la bala. Con alabanzas filosóficas, Catón se arroja a su espada; yo, sin decir nada, me enrolo en el barco. Nada hay de sorprendente en ello. Aunque no lo sepáis, casi todos los hombres, albergan en alguna ocasión sentimientos muy parecidos a los míos con respecto al océano”[8].

¿Una elección moral vital para escapar de la rutina de la absurda vida de los hombres citadinos y conocer de primera mano qué le ofrecía las aguas del océano a su vida? ¿Una salida para deslastrarse del sentimiento de alienación de la vida rutinaria y empobrecida de su entorno? ¿Una opción para evitar la desesperación y el suicidio? Son preguntas que cada una de ellas nos puede llevar a un indicio de ese momento que vendría a marcar un antes y después en las correrías vitales del futuro escritor. Interrogantes que pueden surgir tras leer ese párrafo y preguntarse en cómo decide este autor norteamericano ser un marinero mercante, o ballenero, o mariner. Sin embargo, el realismo de la necesidad también lleva a actuar a los hombres de una forma más práctica y la decisión fue originada por la situación difícil que vivió su familia al morir su padre y caer en una condición menesterosa su madre y sus hermanos.
Melville, tuvo tres hermanos y fue el segundo de los varones. Cuando su padre muere contaba con doce años. La muerte del padre supuso una debacle familiar que obligó a los hijos mayores a dejar los estudios para trabajar; se trasladó la familia de Nueva York a Albany[9], estado donde  Melville fue empleado en un banco local. Pasó luego a desempeñar diversos oficios, entre ellos el de maestro rural, lo que indica que a pesar de su falta de estudios oficiales había logrado adquirir una cultura relativamente amplia. Fue lo que llaman un skald, un lector que sabe apropiarse de sus lecturas. Su obra, en parte importante, se levanta en lo que podemos llamar una poética de la lectura (como es el caso también de un J.L. Borges). En sus libros se nota cómo se alimentó de las obras de otros hombres de letras, con lo que se puede decir que fue un voraz lector de biblioteca; su educación, si  parte fue obtenida en las aulas cuando niño, al morir su padre tendrá que retirarse por un tiempo de esa formación, terminando siendo un aprendiz autodidacta de las letras. Como refiere en una de sus cartas: “Me he desarrollado sólo en los últimos años. Soy como una de esas semillas que, extraídas de las pirámides de Egipto, después de no haber sido semilla por miles de años, se desarrolla, echa hojas verdes y toma forma si se la planta en el suelo inglés. Así soy. Hasta los 25 años no me desarrollé en absoluto. Mi vida comienza después de esa edad”[10]. Se dio por entero en absorber todo lo que pudo al abandonar las islas visitadas del Pacífico, sentado frente a sus libros. Pero en sus estadías como marinero y en sus noches de guarda de mar, parte de ellas las aprovecharía para componer, ensayar y tomar sus apuntes para los posibles episodios que comprenderían sus obras posteriores (TyppeOmoo), que luego terminaría escribiéndolas en la oficina de sus hermanos Gansevoort y Allan, en Nueva York, y más tarde en en su casa de Lansingburgh[11].
De esta manera comprendemos que Melville, de empleado de banco y maestro de escuela en sus inicios juveniles, pasa después a tomar la carrera de marinero que, además de anunciar la aventura y el arrojo de la supervivencia día a día, era mejor pagada que la del oficio de pedagogo (¡como ocurre en todos los tiempos y lugares!), además de la atracción del descubrimiento y la novedad que representaba conocer otras latitudes y culturas diferentes a la suya. 
Carga, por un tiempo, con la conciencia moral del deber y la necesidad de ayudar a la existencia de su madre y hermanos, dando inicio a una nueva dimensión asumida como hombre de mar al enrolarse en el buque mercante St. Lawrence, transportando algodón de las costas atlánticas de Norteamérica hasta el puerto inglés de Liverpool. Por un lado, ese trabajo representó un desahogo económico y un distanciamiento de la responsabilidad familiar, superando angustias de situaciones que no podía resolver quedándose en tierra. Allí también comprendió que el capitán de la nave era un duro señor feudal que, como dueño del barco, gobierna de forma absoluta la travesía de su  reino flotante junto a los miembros tripulantes que están bajo su mando. El encuentro con el puerto de Liverpool le brindó una fuerte impresión al conocer los bajos fondos de esa ciudad portuaria, obteniendo material para futuras narraciones literarias.

Esta primera vivencia en los mares de las costas americanas y europeas no le reportaron el encuentro con las ballenas y la vida de los balleneros especializados en su caza. Fue en diciembre de 1840, cuando se inscribe como ballenero y en enero de 1841 zarpa en el barco Acushnet que cambia su suerte. Este barco ballenero parte desde el célebre puerto de New Bedford, dirigiéndose a los Mares del Sur, y la emoción que despierta ese alucinante viaje para el ahora ex-maestro, lo podemos en parte hallar rastreando el capítulo I de Moby Dick:

“Cuando me hago a la mar voy como un simple marinero, delante del mástil, al fondo del castillo de proa, o arriba en el mastelero de juanete. Me dan muchas órdenes, cierto, y debo saltar de una verga a otra como un saltamontes en un prado primaveral. Este tipo de cosas es bastante desagradable al principio. Te toca en el sentido del honor, sobre todo si procedes de una antigua familia del país, los Van Rensseler, los Randoplh o los Hardicanute. Y más si antes de meter la mano en el cubo de brea, has estado como un señor siendo maestro rural, atemorizando a los muchachos mayores. Os aseguro que la metamorfosis de maestro de escuela a marinero es dura, y necesita una buena infusión de Séneca y de los estoicos para hacerte capaz de sonreír y soportarlo. Pero incluso eso se pasa con el tiempo”[12].

Su metamorfosis como hombre de tierra a hombre mar y el cambio de profesión, como afirma él mismo, es decir, el paso de ser maestro a marino, fue todo un salto de aire vital que lo confrontará con el anhelante deseo de navegar por mares prohibidos y pisar costas bárbaras, como bien hizo. 
En el ballenero Acushnet conocerá primero la parte oriental de Suramérica; entra en la bahía de Río de Janeiro (marzo); luego pasa por el Cabo de Hornos (abril); llega a Perú (junio); en diciembre estará  ya en las ecuatorianas Islas Galápagos, las cuales retratará en su posterior y estupendo relato filosófico titulado Las Encantadas (The Encantadas, or Enchanted Islands), conociendo la costa occidental de ese continente.
Para 1842, con diecisiete meses de navegación, el Acushnet se interna hacia los mares próximos a las Islas Marquesas. Pero situaciones desafortunadas hacen cambiar su condición de marinero en ese barco y para el 9 de julio Melville deserta con su amigo Richard Tobias Green (el Toby en su novela autobiográfica Typee), de 17 años, en Nuku Hiva (de Las Marquesas). En su huida, al descender al valle de Typee, el escritor se lesiona una pierna. Abandonado por su amigo en una comunidad nativa caníbal, pasa un tiempo recuperándose en la isla, para luego embarcarse en agosto en el ballenero australiano Lucy Ann, donde gracias al caótico capitán de nombre Ventom, (oficial incompetente e intensamente beodo, con  maltrato a los marinero, añadiendo a ello  mala comida y bebida, y sin haber cazado por meses una ballena), la tripulación se amotina; serán encarcelados por poco tiempo estos marineros. Este intervalo es idóneo para que Melville tome otro rumbo y explore a Tahití; sus pasos lo llevan hasta la isla Imeeo, donde trabajará junto a un compañero de marras llamado Troy; serán peones en una granja de papas (que aparecerá tanto el marinero como el propietario de esas tierras, un yanqui, en su novela Omoo). Visitan distintos lugares donde quedan decepcionados de los misioneros (Villa Tamay) por su trato con los nativos y su obsesiva misión de imponerles la supuesta religión verdadera del cristianismo evangelizador.
Todo ello le ofreció, a pesar de los obstáculos y riesgos experimentados, una vida favorable para su estancia de cuatro años por las aguas de los piélagos globales; fue este largo viaje por el Pacífico, con su altibajos, el más formativo de todos; con él consolidó el conocimiento y las vivencias de la ruda condición insoslayable de la realidad cotidiana de la vida marina y el contacto con las formas naturales de las sociedades tribales de las islas de ese océano. Por otra parte, se encontró con compañeros educados, maduros, curtidos en el duro hacer de las faenas balleneras; este barco, el Acushnet, a pesar de sus inconvenientes normales y de mando, poseía un espacio para el esparcimiento de la imaginación lectora, una pequeña biblioteca flotante que sería útil para las largas horas de ocio y días que se extenderían navegando en la búsqueda del preciado cetáceo, germen marino para la aparición de su pulsión literaria. Como dijimos arriba, el rumbo que tomó esta nave fue las Azores, y luego Cabo Verde, más al sur llegaría a las costas de Brasil, pasando por Río de Janeiro. Bajan al Cabo de Hornos y enfilan hacia las costas del Perú. Fue ahí, en el puerto de El Callao cerca de Lima, donde escuchará una historia que lo asombrará y lo marcaría para su posterior carrera literaria, lo sucedido al ballenero Essex. Esta nave fue hundida en 1819 (el año del nacimiento de Melville), por una ballena en el tiempo increíble de diez minutos. Indagó más del trágico suceso leyendo la narración que había escrito su primer oficial, Owen Chase, quien confesaba que el hundimiento no fue algo accidental o por falta de experiencia náutica en el oficio, sino un suceso totalmente deliberado por la fuerza impetuosa de la ballena en venganza tras la muerte de otras tres compañeras del mismo banco ejecutadas por el bajel. Luego vendrán otras costas, pueblos y mares de su interés.


El Essex siendo golpeado por una ballena el 20 de noviembre de 1819, dibujado por su primer oficial, Thomas Nickerson

Ecuador se hará presente en la obra de Melville en esta aventura ballenera. Al proseguir el viaje, en el Acushnet, llegó, como dijimos, a las Islas Galápagos o Las Encantadas, habitadas por miles de lagartos o iguanas de agua, tortugas gigantes marinas y de tierra, y pájaros de múltiples condiciones. Es joven, tiene diecinueve años y allí, en esas islas prácticamente deshabitadas para ese entonces, encontraría el material para escribir diez magníficos relatos filosóficos que saldrían publicados muchos años después, en 1854, a cuatro años de haber publicado su novela Moby Dick,  en la revista Putman´s Manthly Magazine bajo el seudónimo de Salvador R. Tarmoor. Luego serían recogidos e impresos en un solo grupo con el nombre de Las Encantadas.
De Las Encantadas su itinerario a seguir fue volver hacia el Sur-oeste, a las salvajes islas Marquesas para descansar y tomar pertrechos la tribulación por algunos días. Fue ahí, junto a su compañero Toby, cuando deciden separarse del barco y quedarse en tierra. Se internan en la isla de Taio Hae (Anna María), que era habitada por feroces nativos y poco amigables  con los europeos o el hombre blanco. Entre las etnias que habitan esos parajes vírgenes de civilización occidental destacan los pertenecientes a los Taipís. Con ellos tendrá una estadía de tres semanas, haciendo casi un trabajo de etnólogo, estudiando costumbres y caracteres, sus formas de vida y observando su organización y creencias. Todo será el material que utilizará para escribir dos obras, Typee y Omoo. El canibalismo practicante de estos indígenas le hace reconsiderar su tiempo en la isla y la imposibilidad de acostumbrarse al manjar de la carne humana. Esa realidad cruenta e inhumana ante sus ojos y valores, lo decide a escapar de la convivencia con la tribu.
Todo esto lo obliga a huir de ese entorno paradisíaco caníbal, para luego ser rescatado por un ballenero con bandera australiana, el Lucy Ann, que navegaba con la proa rumbo a Tahití en busca de un establecimiento médico que pudiera ayudar a su capitán postrado. El viaje en el Lucy Ann participa y conoce el amotinamiento de su tripulación por los maltratos del capitán ante su tripulación, y ante lo sucedido se separa y va a la isla Moorea (Eimeo).
Dos meses después se embarca en el tercer ballenero de esta travesía por los mares del Sur. Fue en la embarcación Charles and Henry, quedándose en el puerto Lahaina con el fin de buscar trabajo en tierra. Sin perspectiva de hallar algún oficio de su interés, se va a Honolulu, tomando una faena por unos meses como empleado librero, pero al no soportar la condición y trato que observa por los representantes de la civilización occidental sobre la población indígena, -la cual estaba explotada y en la más penosa miseria-, decide partir a su nación de origen; no hace esperar su regreso a los Estados Unidos. Como se sabe pasó por las Islas Marquesas, las Society y las Sandwich, antes de regresar a América a bordo por un buen tiempo en el buque de guerra United States, su cuarta experiencia marítima ahora bajo las órdenes de la fuerza naval norteamericana.
En este quinto barco alimentará sus vivencias que posteriormente expondría en su literatura, como serán los largos relatos del bello marino Billy Bud y hasta de la rebelión de africanos en el navío del capitán español Benito Cereno; ¿Fecha de su abordaje? El 1 de agosto de 1843 sube a la fragata norteamericana United States, concluyendo su crucero hacia la ciudad de Boston, tras catorce meses de navegación. Esta estadía lleva a Melville a conocer más profundamente la rigidez y la inhumanidad de la vida naval militar, la cual mantiene un parecido muy cercano con la jerarquía que se vive a nivel social en tierra norteamericana, pero que en el reducido espacio flotante lo condiciona a no tener ninguna posibilidad de escapatoria o evasión. La inflexibilidad de las órdenes y la dureza de vida que experimenta en ese buque de guerra no tiene parangón con la camaradería que conoció en los balleneros. Esta estadía entre los marines le permite obtener un perspicaz y escéptico pensamiento social a partir de su experiencia y posición anómala como marinero naval, que aliado a su nacimiento y educación con las clases gentiles de las que procede su familia,  sumando la convivencia de los desheredados de la tierra, a mostrar y tener siempre su simpatía para con ellos [13].
Hacinamiento, constante trabajo forzado y rutinario, régimen disciplinario cruel, castigos brutales al menor descuido, serán las condiciones en que subsisten estos marines del United States. Lo único que salva al ambiente es su encuentro con algunos compañeros que compartirán su amor por la literatura, como el conocido marino y amigo John Jack Chase, quien lo incentiva a sus incursiones como autor de literatura. Melville le dedicará, cincuenta años más tarde, la obra de Billy Bud. J.J. Chase fue el impulso que necesitaba en un momento crítico el autor de Moby Dick; será el amigo paterno que lo inspirará para su carrera literaria posterior.
Estos cinco barcos, el St. Lawrence, el Acushnet, el Lucy Ann, el Charles and Henry y finalmente el barco de guerra United States, serán las naves que lo convertirán en un literario lobo de mar, poseyendolo hasta el abismo de su alma en su personal y particular carrera en las letras sobre los mares y océanos, -sobre todo de la inmensidad del océano Pacífico, describiéndolo como todo un universo casi totalmente desconocido-, que definirán su vida, su carácter, su mirada del mal innato y, a la vez, la solidaridad en el animal humano, traduciéndola en el registro escrito de su búsqueda mística de gnóstica trascendencia y de lo absoluto en la acción y la aventura, el riesgo y las fuerzas inmarcesibles de la naturaleza. Experiencias que trazarán también  la otra gran odisea de su vida, la escritura. Con estas experiencias de juventud cimentadas por las circunstancias e impresiones vivenciadas en primera mano, sumando su obsesiva y apasionada lectura de toda una literatura bíblica, náutica, filosófica y de los clásicos, junto a su autoformación personal en las letras, emprenderá su posterior insólita  y sólida obra literaria. Su carrera en las letras abarcó cuarenta y cinco años, y diecinueve serán detrás de un sólido escritorio de burócrata, como fiscal de aduana; se cansó del mar. La enérgica fuerza de la juventud la trasladó al recinto de su familia, su mujer y sus hijos; a ello se agrega su decepción por los fracasos comerciales de sus  obras posteriores a las primeras:  Typee  Omoo. Pero su contacto con el territorio oceánico casi insondable lo pasó a la dimensión de la alquímica imaginación, aunada a su desbordante escritura, y ésta, como bien sabemos, requiere de largas pausas de meditación y atento oficio.
Borges ha sido claro al hablar de este autor. Melville, nos dice, produce una novela infinita, que es su conocida Moby Dick, relato marino que se va ampliando hasta abarcar todos los linderos del cosmos irracional humano. Su creación no es solo mostrarnos la vida miserable de los arponeros y sus compañeros de la tripulación, sino el círculo infernal de la monomaniaca locura de Ahad (quien perturbará y eliminará a toda la tripulación, menos uno, Ismael, quien queda para escribir y relatar la tragedia del Pequot). Albur que marca inexorablemente a la obra con el único propósito de venganza por la pérdida de su pierna en la caza de la indomable Ballena Blanca y de su destrucción como icono del mal y de la fuerza obstaculizadora de la voluntad de poder de ese mismo capitán mutilado. Pero que Borges nos revela un detalle puntual: esta fatigante persecución por los océanos del planeta vendrán a ser símbolos y espejos del universo. ¿Por qué incluye aquí el escritor argentino al universo? Más que ser una alegoría del mal, la gran ballena, por la vastedad con que se nos presenta, es comprendida como el símbolo de la inhumanidad, lo absoluto animal, la bestial realidad o enigmática estupidez que arroja el universo que rodea y constituye al hombre. Las palabras de Borges afirman que en esta obra nos encontramos con un cosmos (caos) no sólo perceptiblemente maligno, como lo intuyeron los gnósticos, sino también irracional, como los hexámetros de Lucrecio. Esta es la piedra angular del enigma aparente del arte de Melville. Y así poder aceptar y afirmar, sin la menor duda, lo que Borges comprende: "Basta que sea irracional un sólo hombre para que otros lo sean y para que lo sea el universo. La historia universal abunda, en con­firmaciones de ese tenor."[14].
Otro de sus grandes lectores será el escritor italiano Cesar Pavese, que posiblemente si hubiera tomado la recomendación del Ismael-Melville de embarcarse y salir al mar, no se habría suicidado. En sus estudios acuciosos sobre la literatura norteamericana toma a este marinero de Nueva York para ejemplificar la condición de una buena mayoría de los escritores norteamericanos. Afirma de este primitivo alquimista literario de los mares del sur lo siguiente:

Herman Melville llegó a la vida enfermizo y alienado. Parece que cuando tenía alrededor de diecinueve años ya emborronaba cuartillas. Luego, de pronto, el mar; cuatro años de peripecias y de compañerismo, la pesca ballenera, las islas Marquesas, una mujer, Tahití, Japón, los cachalotes, algunas lecturas, muchas fantasías, El Callao, el cabo de Hornos, y en octubre de 1844 baja a tierra en Boston un hombre cuadrado, quemado por el sol, conocedor de los vicios humanos y del valor. “Un hombre bien desarrollado es siempre sano y robusto”, dirá más tarde Melville, en medio de una vida de estrecheces, melancolía y hasta de desgracias, puesto que esta gente tan práctica no es en absoluto superficial y dada a lo fácil como se podría sospechar. Casi todos los escritores norteamericanos que ya han aportado a la literatura este ideal de equilibrio y de serenidad han cumplido su obra en medio de duras dificultades, necesidad y enfermedades”[15].

Estos cuatro años de navegación oceánica, dibujaron en él una gran cantidad de estelas vivenciales en su humanidad, lo conformó con la virilidad del hombre sano y robusto que no era al comenzar en sus idas y venidas por los mares y barcos en que trabajó. Aportando el valor ideal del equilibrio a pesar de las dificultades, el rechazo y el desconocimiento de la genialidad de sus obras. Recordemos que no es hasta principios del siglo XX, con la biografía de Raymond M. Weaver Herman Melville, Mariner and Mystic (“Herman Melville, marinero y místico”), que volverá ver la luz su obra sumergida en el olvido del océano cultural norteamericano. La obra de Melville, a los doscientos años de su nacimiento, al sanar su herida causada por ese olvido de su arte, podemos en ella volver alabar al inhumano mar por otorgar el don de la aventura narrativa a este único filósofo místico que hizo de los mares el escenario líquido de su obra.


BIBLIOGRAFÍA
Obras de Herman Melville:
2008: Lejos de la Tierra y otros poemas. Ed. Bajo la Luna. B.A.
2008: Redburn. Su primer viaje. Alba Ed. Barcelona.
2009: Bartleby, el escribiente. Benito Cereno. Billy Bud. Ed. Cátedra, Madrid.
2015: (con Charles Darwin) Las Encantadas. Derivas por las Galápagos. Ed. Círculo de Tiza. Barcelona.
2017: Viajar. Ed. Textos.info. Menorca, España.
2017: Las Encantadas. Ed. Textos.info. Menorca, España.
2018: Moby Dick. Mestas Ed. Madrid.
 2019: Omoo: Adventures in the South Seas. En Proyecto Gutenberg: http://www.gutenberg.org/ebooks/4045. Visto el 12 de enero de 2019

Sobre Herman Melville:
Anton, J., 2011: Las ballenas nadan en mi cabeza. Entrevista a Phillip Hoare en: https://elpais.com/diario/2011/01/11/cultura/1294700405_850215.html. Visitado el 24 de febrero de 2019
Blum, H., 2005: Herman Melville: Moby Dick, en: Cómo leer y por qué. Ed. Anagrama. Barcelona.
Borges, J. L. 2001: Prólogos de Prólogos, en: Obras Completas, vol IV. Emece Ed., Barcelona.
Camus, A. 2018: Herman Melville. En: http://filosofiaclinicaucv.blogspot.com/2019/02/herman-melville-1-1819-1891-albert.html
Delbanco, A., 2007: Melville. Ed. Seix-Barral. Barcelona
Hoare, P., 2010: Leviatán o la ballena. Editorial Ático de los libros. Barcelona
Lawrence, D. H., 2003: Studies in Classic American Literature. Cambridge University Press. Cambridge.
López-Neira, M.: Monstruos Marinos. En: https://www.jotdown.es/2011/11/monstruos-marinos-lovecraft-tenia-razon. Visitado el 24 de febrero 2019.
Melvil, A. 1918: Memories of Sir Andrew Melvil. John Lane Company Ed. London.
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Parker, H. 1992: Moby Dick and Domesticity. En: Critical Essays on Herman Melville´s Moby Dick de Brian Higgins & Hershel Parker, edsEd. G.H. Hall & Co.
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Sanchis, Ima, 2010: Todo empezó con aquella ballena en mi bañera, entrevista a Philip Hoare. En: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20101210/54086104387/todo-empezo-con-aquella-ballena-en-mi-banera.html. Visitado el 24 de febrero de 2019.
Weaver, R. 1921: Herman Melville. Mariner and Mystic. Gerorge H. Doran Company. New York.

Notas


[1] Herman Melville Nace el 1 de agosto en el año de 1819 con nacionalidad estadounidense (Nueva York). Fue escritor, sus géneros fueron: novelas, ensayos y poesías. Contrajo matrimonio en 1847 con Elizabeth Knapp Melville. Muere a la edad de 72 años el día 28 de septiembre de 1891 en Nueva York. 
[2] En el caso de Japón está activada nunca ha dejado de estar activa; tampoco este país ha cumplido la moratoria internacional que prohíbe la acción asesina contra esta especie; siempre presente su voraz acoso ballenero, su industria estuvo, y asumió la eufemística categoría de cacería de interés científico, que no es otra cosa que cacería comercial encubierta. Aunque en el 2014 la corte internacional de justicia vetó al país nipón de esta actividad, ahora vuelve a la carga con plena fuerza comercial. En los últimos 25 años los japoneses han matado alrededor de unas 12.000 ballenas supuestamente por interés científico. Cuando hoy se sabe que no es necesaria la matanza de ballenas para su estudio. Pero habría que señalar que después de la Segunda Guerra Mundial los aliados permitieron a los japoneses alimentar a su población, sobre la que habían tirado bombas atómicas, con carne de ballena. Así los japoneses reconvirtieron su flota en balleneros. Ese es el contexto. Tampoco ha reconocido a la  Comisión Internacional Ballenera. Ver sobre el juicio internacional y el veto al Japón en: “La Corte Internacional de Justicia veta la caza de ballenas”, Europa Press/EFE: https://www.elmundo.es/ciencia/2014/03/31/53394f1d22601dd36e8b4575.html. Visitado el 24 de febrero del 2019.
[3] Ver: “Hallan partes de autos en estómagos de ballenas muertas en Alemania” publicado en el diario La Repúblicahttps://larepublica.pe/mundo/1390536-alemania-hallan-partes-auto-estomago-ballenas-muertas-mar-norte-fotos.
[4] Buena parte de las ballenas se ceban a fuerza de arenques y ammodítidos, engordando a gusto en la estación de gestación y de excesos que es en el verano. Los cetáceos —del griego ketos, que significa monstruo marino, sin serlo en ningún sentido, sólo para la imaginación temerosa popular y poética— se dividen en dos órdenes: los dentados odontocetos —setenta y una especies de marsopas, delfines de mar y de río, zifios, orcas y cachalotes—, que se alimentan de peces y calamares. Y los misticetos, o ballenas barbadas —de las que hay al menos catorce especies— filtran su dieta de plancton y de pequeños peces a través de sus barbas. “Las ballenas barbadas pastan y tragan bocados enteros, desde arenques a anguilas de arena pasando por el minúsculo zooplancton que flota en los océanos como si fuera un polvo dotado de vida”. Como podemos notar, los hábitos alimenticios de las ballenas variarán en función de la especie y de la región en donde vivan. Es el animal más grande y longevo que ronda por estos pastos acuáticos del océano ya que se cree que puede vivir más de 300 años. Hoare, P. 2010, p.42s. También se puede consultar la página especializada en ballenas, web: www.ballenapedia.com. 
[5] Hoy se han creado espacios especiales donde su pesca está completamente prohibida. Encontramos aSantuario Ballenero Austral con un área de 50.000.000 km2, alrededor del continente antártico, donde la Comisión Ballenera Internacional (CBI) ha prohibido todo tipo de caza de ballenas comercial. Hasta la fecha, la CBI ha creado dos santuarios, el otro existente es el Santuario Ballenero del Océano Índico. Ver Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Santuario_ballenero_Austral-
[6] Ver Sanchís, I., 2010.
[7] En Moby Dick encontramos desde su primer párrafo al casi autobiográfico personaje, narrador de la historia, Ismael, quien de una vez nos hace saborear su necesidad existencial de salir del mediocre y mecánico mundo de los hombres terrenales, llevándonos a su anhelado encuentro con el mar y su perenne orfandad cósmica, exponiendo una original y personal filosofía del desesperado sobre el mundo y su tiempo.Es él quien, de forma definitiva, nos relatará la trágica locura del capitán Ahad y del barco-mundo de la conciencia decimonónica del Pequod. 
[8] Melville, H., 2018: Moby Dick, p.23
[9] En 1835 que asistirá a la Albany Classical School, cuando tenía apenas diecisiete años; ayudado por su profesor, se convierte en tenedor de libros y entre 1836 y 1837 se encontraría ejerciendo como maestro en una escuela primaria en Albany y luego en la escuela del distrito de Sikes (Pittsfield). Ver: Weaver, 1921. 
[10] Melville 2008: Lejos de la tierra y otros poemas. cit. en la nota #32, p.156.
[11] Parker, 1992, p.545.
[12] Melville, 2018, p.25.
[13] A ésto habría que agregar que en las alforjas de su memoria el determinante contacto que fue para la ampliación de su juicio personal, el haber convivido con las culturas autóctonas (las calificadas como “precivilizadas” o previas a civilizarse) de la Polinesia, que le dieron una amplia perspectiva marginal respecto a la condición de la cultura occidental junto a su concepción personal y escéptica de la historia, cuya evolución no resulta sino un preocupante juego de fuerzas amoral.
[14] Borges, JL. 1996: Obras Completas IV. Emecé. B.A., pág. 109.
[15] Pavese, C. Herman Melville, en: https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/23-97894-2008-01-24.html#arriba. Visitado el 03 de enero de 2019.

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