sábado, 1 de julio de 2023

  

Norbert Wiener, sobre Ideas e IA.

David De los Reyes

 

Esferas Hifáticas Ascoliquen, proyecto Redes Sociales Vegetales, DDLR2023

Norbert Wiener (1894-1964), matemático, zoólogo y filósofo norteamericano, creador, en buena parte, de la teoría de la cibernética alrededor de los años 50 del siglo pasado, se hacía una pregunta clave para la evolución de la ciencia: ¿qué está pasando con ella cada vez que se detiene más en los datos que en las ideas?

Por esos años escribió un artículo que sólo se vino a conocer después de su muerte, en 1964. El artículo se titula Invention: The Care and Feeding of Ideas, que podemos traducir por “Invención: el cuido y alimentación de las ideas”, que vendría a ser publicado en 1993, es decir, unos cuarenta años más tarde de haber sido escrito[1].

En ese ensayo se refiere al cambio operado en la ciencia de los Estados Unidos que, ante sus ojos, se había burocratizado y había pasado a ser controlada y financiada o bien por grandes corporaciones, o bien por el Departamento de Estado norteamericano para investigaciones en torno a la defensa en plena época de inicios de la guerra fría con la otrora llamada URSS.

Wiener observó que en el momento más alto de la evolución y desarrollo de la ciencia occidental pareciera haber llegado a su estadio crítico, de declive creativo y decadente, virando hacia proyectos derivativos de otros. Proyectos que se separaban y distanciaban de la ciencia alimentada por la anterior y próspera cultura de las ideas de la invención científica de la que tanto se alimentó y la hizo evolucionar y crecer.

Afirmó este pensador, en su reflexión profética, al considerar a los líderes de las tendencias de la época y la consecuencia de sus decisiones, con una lente única y nada optimista ante los derroteros que tomaba la ciencia ya para entonces. Surgía toda una situación particular que sólo mentes brillantes como la de Wiener se daban cuenta: pasar de la investigación individual a una investigación controlada e industrial, inclinada a los pies de los intereses corporativos o del estado. Esta propuesta hizo levantar sospechas y desconfianza hacia la originalidad y creatividad de la condición humana. Tal postura rompía con la cadena de investigadores individuales que habían hecho prosperar toda una cultura de la invención, del descubrimiento y del conocimiento en la ruta moderna de la ciencia. Invocando ahora una tendencia cercana a una especie de anti-humanismo.

Se pasó de una condición científica surgida por mentes individuales a una de las mentes colmena y sus enjambres, posición que tomo el que-hacer científico.

Esto conduciría, según Wiener, a lo que llamó el efecto estadístico, como portador de ideas cuantificadas; lo cual alentaría menos la necesidad de intelectuales de investigación original y, por tanto, un menor uso de ideas humanas. Es el tratamiento casi común y universal que observamos hoy en todos los campos del saber científico (o no tan científico). Se trata, en su mayoría, de construir un conocimiento estadístico, completamente basado en datos, convirtiéndose desde entonces una amenaza aparente las nuevas perspectivas conceptuales e ideas científicas que difieran del tema del datismo.

Para Wiener estaba claro del milagro científico de la modernidad.  Sabía que las ideas surgen sobre un caldo de cultivo cultural, social y palítico particular, donde existen entornos que otorgan valor y libertad a los intelectuales y creadores individuales. Sus palabras lo advirtieron así: Las ideas nuevas se conciben en el intelecto de los científicos individuales, y en especial tienden a originarse allí donde hay numerosos intelectos bien entrenados, y por encima de todo allí donde se valora al intelecto[2]. Valoración que no vislumbramos en la actualidad en la mayoría de los países ahogados por las tendencias políticas en que la ciencia se ideologiza y debe específicamente adecuarse a los intereses y planes de los estados y sus políticas populistas o demagógicas (aunque se digan que son sociedades democráticas). Pareciera tener la ciencia un requerimiento impositivo para esos entornos oscuros de exegesis y culto nacionales que exige a la ciencia, en primer término, establecer vínculos con la comunidad, más que con las ideas.

Esto vendría a establecer el estadio de la ciencia que, para Wiener, en su tiempo, la veía ya sometida hacia una dirección anti-intelectual y antihumana. Y esto lo encontramos también con los efectos del gran entusiasmo en que se acoge en el presente la aparición y la implementación de los ordenadores superinteligentes o la misma Inteligencia Artificial (IA). Que, entre sus posibilidades reales (¡no es ficción!), vendrán, como sabemos, a reemplazar a los seres humanos y desterrar una diversidad de profesiones y puestos de trabajo. Dando aparición a una intensa emoción de ansiedad sobre un estambre tecnológico anti-intelectual y antihumano, propio de lo que el filósofo Mayz Vallenilla llamó, bajo una mirada optimista, como “ratio técnica”.

Nos encontramos con un abanico de opciones funcionales algorítmicas que fundamentan las consideraciones ante los avances de la tecnología y su evolución a futuro, que se ve prescrita en la defensa del mito del anti-humanismo, o superación de la condición de la inteligencia humana sustituida por la rapidez de respuesta que pueda dar cualquier dispositivo que se maneje, por ej., a través de lo llamado por GPT.

El mito moderno de la velocidad nunca se hace más presente que ahora con el manejo de datos. Presente en esa perspectiva anti-humanista, en tanto requerimiento para el avance de la tecnología. También pudiéramos hablar de lo mismo a partir del concepto -con bisos de falso dilema nietzscheano-, y ampliamente referido, usado y defendido, con el concepto de posthumanismo.

Modifiquemos un estribillo conocido desde varios siglos: un fantasma está recorriendo al mundo y es el fantasma del control humano por la IA. Presentándola como la panacea para remediar y salvar a la especie.  

Lo que pueda arrojar para el beneficio humano a futuro esta tendencia de avances tecnológicos puros de la IA, no pueden ser aun realmente considerados de forma real y precisa, sólo pensarla en tanto suposiciones: parte de la literatura de ciencia ficción ya ha dado muestras de las posibles distopías posibles. William Gibson nos dio en 1984 su clásica obra Neuromancer, novela paradigmática del género ciberpunk. Donde nos muestra un mundo dominado totalmente por la tecnología y la interconexión digital. Presentando una descripción pormenorizada de los tiempos por venir sombríos y distópicos; donde la realidad virtual, la IA y los implantes cibernéticos de un ciberantropo, son la moneda corriente de la asfixiante cotidianidad digital. Una novela de anticipación, además de haber acuñado Gibson el término, hoy común, de ciberespacio.

Mientras, nos encontramos en el presente con un cortafuego digital al intelecto humano al reducirlo a una reclusión y una creatividad minimizada. Lo que se nos muestra es que, tanto la investigación científica, como el avance teórico y los conocimientos a obtener, tendrán un derrotero algo reducido, gracias a la IA. Pareciera que de ahora en adelante se desalentará la evolución de la mente/inteligencia natural en general, y no se reconocerá importante la invención genuina y la construcción de ideas por la inteligencia y la conciencia humana.

Para Wiener estaba claro. Toda investigación sometida a los dictámenes de la financiación corporativa obstaculizaba la inversión para el desarrollo de una cultura de ideas originales y genuinas. Afirmó que no se puede tener control de los réditos económicos de las ideas y de su considerable valor, en su mejor sentido, sino con el paso del tiempo y no precisamente en el momento de su aparición y su puesta crematística inmediata en el mercado. No se pueden predecir las ideas novedosas. Las ideas no deben tener sólo como norte ser creadas sólo por los beneficios económicos e intelectuales para una mayor prosperidad (cuestionable e incierta), que pueda obtenerse a corto plazo. La tecnología y la ciencia irán de cabeza a sustentarse y enraizarse en los usos de la Web e inclinarse a la labor técnica de la Inteligencia Artificial que arrojen beneficios inmediatos, declinando atención por los nuevos inventos e ideas. Entraremos a una enajenación o congelamiento de la cultura de la invención, o del método del descubrimiento científico original por ideas innovadoras.  La mente humana está siendo reemplazada por programas informáticos que ahora, más que ser creados por humanos, surgen de los chats del GPT, es decir, de un producto puro de la tecnología de la IA y sus acelerados algoritmos.

Wiener lo capto así:  El deseo contemporáneo por encontrarle un reemplazo mecánico a la mente humana tiene unos límites bien definidos. Allí donde las tareas realizadas por un individuo se puedan comprender con atención y nitidez no costará encontrar un sustituto razonablemente adecuado o bien un dispositivo mecánico, o una organización en la que las mentes humanas se unan como si fueran partes de ese dispositivo[3].

Con ello se ponía en guardia ante lo que hoy se construye en los derroteros del mito de la IA, al defender el nocivo efecto (Wiener), sobre la humanidad de la constitución de las mentes colmenas en la red y enjambres científicos de investigación.

Lo más difícil en esta época de la comunicación inmediata de información y conocimientos, paradójicamente, es la creación y aparición de nuevas ideas originales de verdad. Ello se convertía en un fenómeno novedoso en cada ocasión. Lo que procede ahora será a una remodelación azarosa de ideas ya existentes, separadas de la dirección de una mente que seleccione las ideas. Dando una confianza superlativa a las máquinas y una reducción de participación a la creatividad humana en la selección y constitución de nuevas ideas y concepciones de mundos posibles. ¿Habrá que prever una ética para los usos y decisiones de la misma IA?

Lo previsto por Wiener lo encontramos ya en las inversiones millonarias de las últimas décadas. Henry Markram[4] invirtió 1000 millones de euros en IA. Se trata de construir un cerebro artificial que use redes neuronales y superordenadores (usando las teorías neuronales existentes hasta el momento). Esto genera la fachada de una fantasía en el uso de la IA. Tendrá un papel central en nuestra cultura, al poderse aplicar para anticipar problemas y cuestiones proyectadas a un futuro cuasi real virtual. Un tiempo por venir donde las máquinas superinteligentes podrán ser nuestros nuevos tiranos cotidianos (si no es que no lo son ya, por todas las relaciones que se nos imponen subrepticiamente en el entorno en que se desempeñan nuestras vidas mecánicas del presente: los Smartphone son un buen ejemplo de un excelente joker tecnológico de dominio: ¡mira sólo tu pantalla!).

Todo esto es lo que Norbert Wiener pudo entrever desde su rincón de científico y pensador individual durante los años 50, década donde ya había afinado su teoría sobre la cibernética de 1948, al aparecer su libro Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas, junto a otro texto revelador, casi desconocido y menos leído: El uso humano de los seres humanos: Cibernética y Sociedad (1950), que refería a las prácticas de la cibernética en la sociedad, y los peligros que su aplicación podía ocasionar. Todo esto sin tener en cuenta lo que ha venido a ser los avances de la cibernética en el desarrollo de los campos y dispositivos digitales que nos rodean, invaden y ¿colonizan? hasta en nuestros más íntimos sueños. 


 

 

Bibliografía:

Wiener, Norbert, (1948): Cybernetics: Or Control and Communication in the Animal and the Machine (Cibernética: Control y Comunicación en el Animal y la Máquina)Editorial: The MIT Press. Cambridge, Massachusetts.

------------------, (1950): The Human Use of Human Beings: Cybernetics and Society (El Uso Humano de los Seres Humanos: Cibernética y Sociedad). Ed.Da Capo Press, Nueva York, (reimpresión en 1988)

----------------, (1963) God and Golem, Inc.: A Comment on Certain Points Where Cybernetics Impinges on Religion (Dios y Golem, S.A.: Comentario Sobre Ciertos Puntos en los que la Cibernética Afecta a la Religión). Ed. The MIT Press, Cambridge, Massachusetts.

----------------, (1995). Inventar: sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Introducción de Steve Joshua Heims; traducción de Ambrosio García. Ed. Tusquets, Barcelona.

 

 



[1] Norbert Wiener. (1995): Inventar: sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Introducción de Steve Joshua Heims. Barcelona: Tusquets, 1995. 

[2] ídem, p.96.

[3] Ídem, p.87

[4] Henry Markram (1962, Suráfrica) es un científico suizo conocido por su trabajo en el campo de la neurociencia. Fundó y dirigió el Laboratorio de Circuitos Neuronales en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) en Suiza. Es reconocido principalmente por su liderazgo en el proyecto Blue Brain (Cerebro Azul), cuyo propósito es crear, bajo su visión, un modelo computacional detallado del cerebro humano utilizando supercomputadoras y técnicas de simulación por computadora. El proyecto Blue Brain se ha dirigido en entender los procesos complejos que ocurren en el cerebro, bajo la razón científica optimista y legitimadora de proporcionar información sobre enfermedades neurológicas y trastornos mentales.

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