La estética del vacío y del silencio
en el arte contemporáneo
David De los Reyes
Es una
idea que me apareció estos días al releer no sé ya cuántas veces al misterioso
e inmortal libro clásico del Tao Te King.
En el
arte contemporáneo encontramos posturas relevantes donde vacío y silencio se
hacen presentes y forman la propuesta principal de la obra. Explorar el
silencio o el vacío viene a manifestarse en obras visuales y sonoras, además de
las artes performativas. Martín Heidegger, el recurrente invitado para explorar
los espacios de la expresión del arte contemporáneo, nos ofrece una noción del
ser como apertura y desocultamiento que entra dentro de este patrón del
minimalismo estético que estamos tratando de atender. Tanto en Ser y Tiempo
como en El origen de la obra de arte, nos plantea cómo el arte revela o
devela al ser al abrir el espacio para su desocultamiento. Así podemos
comprender que el vacío no es ausencia, sino apertura al lugar en donde se
puede manifestar la obra de arte. El vacío es un invitado principal para dar
soporte y veracidad artística a la obra. Es el ingrediente donde el espacio
plásticamente amolda y se amolda recíprocamente para juntar al ser de la obra
que se presenta, se revela. Pero no menos podemos decir con relación al
silencio, donde es el intervalo de apertura a una escucha profunda y una
disposición ontológica. Es la propuesta inicial del compositor estadounidense
John Cage y su conocida obra 4’33”. También podemos referir en esta
dirección el trabajo de Adrián Balseca titulado Medio Camino en el que
se encarna al vacío y el silencio como una opción ecológica y política. Las
pinturas de Agnes Martin o las instalaciones de Tatsuo Miyajima, por decir
algunas, también se inscriben en esta estética.
El
pensador francés Maurice Blanchot advirtió que el silencio es lo que queda
cuando el lenguaje se retira. El vacío y el silencio son condiciones para que
lo inefable tome cuerpo, se haga existencia, se constituya en su condición
ontológica intrínseca. El vacío y el silencio nos proporcionan un
encadenamiento con una experiencia límite al confrontar al sujeto con lo
informe, lo sagrado y lo imposible de representar y semantizar. Se nos da la
oportunidad de colocarnos en el borde de lo racional, un intersticio donde el
exceso y la pérdida nos muestran una verdad no atendida hasta ese momento. El
vacío como una forma de transgresión que da la ilusión vivida de tocar
—¿rozar?— lo absoluto, lo que está más allá de la forma y de la lógica del
lenguaje. Este pensador francés, al hablar de lo inefable como condición del
arte, no se contradice al decir que el arte siempre debe situarse entre lo
decible y lo indecible. En la sugerencia, lo más importante es que no todo esté
dicho, sino que nos incite a develar su ser, su condición ontológica a través
de la percepción, la imaginación y la pulsión creativa que podemos encontrar
rodeando al cuerpo de la obra.
Otra de
las voces que encontramos en torno a este planteamiento estético es la de la
pensadora estadounidense Susan Sontag, quien percibe al silencio como una
crítica cultural en su texto La estética del silencio. El silencio se
acepta como una estrategia estética y de resistencia ante la avalancha y
saturación de significados que nos arroja constantemente la cultura moderna.
Igual que los otros autores que hemos invitado a relacionar en este breve
ensayo, para Sontag el silencio que podemos encontrar en el arte no es una
carencia de expresión, sino un estilo, una forma que aspira a salvaguardar la
pureza de la experiencia estética. Buscar el silencio como un apoyo personal
nos convoca a una mejor integración a la experiencia estética. Ante la
necesidad de que todo tiene que ser explicado, el silencio es un intervalo de
acción radical que crea una membrana física desde la que emerge el misterio y
la ambigüedad de la obra. En otras palabras, al escoger el silencio (o el
vacío) como lenguaje, el artista ha escogido su campo de batalla artístico,
afirmando que no todo debe ser dicho, y abriendo la posibilidad de vivir lo no
dicho, sin temor a que sea interpretado por un lenguaje ajeno al de la misma
obra.
Desde
otra perspectiva, Gilles Deleuze, en su lectura de Leibniz y en su obra El
pliegue, concibe el espacio no como extensión vacía, sino como una serie de
pliegues que contienen intensidades invisibles. En este marco, el vacío no es
una carencia, sino una potencia: un lugar donde lo virtual se vuelve actual. El
silencio, por su parte, es una forma de intensidad que no se manifiesta en el
ruido, sino en la vibración interna del sentido. El arte que trabaja con el
vacío y el silencio, desde esta perspectiva, no busca representar, sino crear
espacios de afecto y devenir, donde lo invisible se vuelve perceptible a través
de la contemplación.
En el
arte oriental, el vacío, como podemos apreciar, es un principio activo,
formante, dinamizador, no estático, sino, sobre todo, contemplativo. El vacío
no se toma como carencia. Esta condición del espacio desde una supuesta
negatividad, el vacío, es esencial para que llegue a desplegarse la armonía de
los elementos a contemplar. Así como notar que el silencio es una de las formas
más particulares y profundas para establecer una comunicación, el silencio se
adhiere, una vez más, a la disposición estética por excelencia, que es la
contemplación.
En el
libro clásico al que hago referencia, el Tao Te Ching, se nos advierte
que el vacío es lo útil. En una vasija observamos que su vacío es el espacio
útil que contiene. Aquí el vacío no es ausencia, como muchas veces lo podemos
observar en el hombre occidental, la vida de vacío de la sociedad de consumo.
Hay que volvernos a llenar cada día con el consumo de datos o de cualquier
mercancía que esté a la mano. Y entonces decimos que hemos llenado nuestro
vacío, pero con más vacío. En la lejana tradición taoísta, el vacío es
esplendor para un potencial donde todo puede surgir, donde muchas oportunidades
se pueden dar. Solo hay que saber develar su calidad de vacío dentro de los
entornos y dentro de nuestra existencia. Vacío no es ausencia, es
potencialidad. Y junto a ello volvemos al compañero sonoro del vacío en tanto
espacialidad: nos referimos a la importancia del silencio. Esta atención nos
lleva a un posible clímax de conocimiento. Bien sabidas y repetidas son las
palabras del mismo Tao Te King: el sabio no habla mucho, el que habla no
sabe, el que no habla es el que sabe. Esto permite un vínculo más profundo con
el flujo natural del mundo, de adentrarse en la no acción, para que todo surja
sin esfuerzo. El silencio, también podemos agregar al vacío, se conjuga en
ciertas obras de arte no para imponer un significado, sino como una puerta que
nos lleva a entrar en la contemplación. Estas dos condiciones orientales en el
arte se le juntan al principio del wu wei, la no acción, que implica un
fluir sin esfuerzo, sin forzar las cosas, sino dejar que se manifiesten por sí
mismas. Lo encontramos en las obras que tienen una apariencia de simples y
espontáneas, pero que al contemplarlas de cerca y en conexión con el ser de la
obra nos muestran todo un despliegue de opciones ontológicas en su prístina
intención. Eso no deja de lado la captación de los espacios que surgen —y los
limitan— entre las cosas, o el espacio no sonoro que permite la aparición del
ritmo y las intensidades de la música, por ejemplo. En esta mirada a la
estética oriental, estos intersticios entre las cosas tienen una razón de ser
que es tomada en cuenta de forma totalmente consciente. Los japoneses llaman ma
a este vacío o silencio entre las cosas o la emisión de los sonidos. Son
elementos que se conjugan y se tienen en cuenta para la expresión artística o
del hacer humano.
Dicho
esto, vacío y silencio no son factores de ausencia y negación, sino una
invitación abierta de participación para que surja en nosotros la experiencia
estética. Tanto el vacío como el silencio los podemos abordar como una forma de
resistencia frente a la ceguera y sordera a que nos someten los hábitos vacíos
y plenos de nuestro estadio social contemporáneo. Es una invitación que nos
adentra a nuestro acercamiento ontológico al ser de la cotidianidad y del arte.
Bibliografía
BATAILLE,
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