Redes sociales vegetales: gramáticas sensibles del tiempo
David
de los Reyes
Ponencia presentada para el XIII Simposio
Internacional de Estética Gramáticas del Tiempo en la Universidad de los
Andes. Venezuela, 9 de diciembre 2025
Resumen:
En este ensayo expongo una
reflexión filosófica y estética sobre las diversas formas de temporalidad que
configuran la experiencia contemporánea. A partir de una revisión crítica de
las gramáticas del tiempo —desde la linealidad moderna hasta la fragmentación
digital— se exploran alternativas sensibles para habitar el tiempo desde la
lentitud, el pliegue, la carencia, la interrupción y la germinación. El texto
recorre autores como Aristóteles, San Agustín, Kant, Heidegger, Deleuze, Žižek,
Benjamin, Han y Pinardi, articulando una estética de la resistencia frente al
régimen de la aceleración y la obsolescencia.
La propuesta se encarna en el
proyecto artístico Redes Sociales Vegetales, donde la imagen intervenida
se convierte en una forma de conjugar el tiempo desde una sensibilidad vegetal.
Esta práctica estética especulativa plantea una fito-gramática: una sintaxis
del tiempo basada en ciclos, brotes, resonancias y lentitud, que desafía la
lógica digital y propone una subjetividad bio-vegetal como alternativa al Homo
digitalis. El ensayo concluye con una invitación a reimaginar al tiempo como
experiencia sensible, política y estética.
Palabras clave:
tiempo, estética, lentitud, pliegue, imagen, subjetividad, vegetal,
resistencia, gramática, filosofía contemporánea.
Abstract:
This essay presents a philosophical and aesthetic reflection on the diverse
forms of temporality that shape contemporary experience. Through a critical review of the grammars of time—from
modern linearity to digital fragmentation—it explores sensitive alternatives
for inhabiting time through slowness, folding, lack, interruption, and
germination. The text engages with thinkers such as Aristotle, Saint Augustine,
Kant, Heidegger, Deleuze, Žižek, Benjamin, Han, and Pinardi, articulating an
aesthetics of resistance against the regime of acceleration and obsolescence.
The
proposal takes shape in the artistic project Vegetal Social Networks,
where the intervened image becomes a way of conjugating time through vegetal
sensitivity. This speculative aesthetic practice proposes a phytogrammar: a
syntax of time based on cycles, sprouts, resonances, and slowness, which
challenges digital logic and proposes a bio-vegetal subjectivity as an
alternative to the Homo digitalis. The essay concludes with an
invitation to reimagine time as a sensitive, political, and aesthetic
experience.
Keywords:
time, aesthetics, slowness, fold, image, subjectivity, vegetal, resistance,
grammar, contemporary philosophy
La idea de una gramática del tiempo nos alumbra un camino
interesante para recorrer desde la reflexión filosófica en sus inicios hasta
las alturas de los retos filosóficos y estéticos del alucinante y complejo
presente. Estos dos conceptos: gramática y tiempo, nos permiten
adentrarnos en una etimología que nos afirma varios problemas que quiero tratar.
Comenzamos con el concepto de gramática.
Todos hemos pasado por el aprendizaje de la gramática de nuestro idioma, y de
otros idiomas también. Nos es un terreno arduo, seco, demasiado firme y que nos
promete confrontar nuestras ideas a través de estructurar el lenguaje de forma
que nos permita no sólo la comunicación, sino el pensar bien.
Gramática procede del latín grammatica,
evolucionando a una gramatiké tecné, arte (o habilidad) de las letras.
Pues Gramma refiere al signo de las letras, de la letra escrita,
vinculado con graphein, grabar o escribir letras. Esto lleva la
posibilidad de leer y escribir de forma estructurada, correctamente, como
bien dice todo manual de gramática. Nos permite tener el dominio e
interpretación de textos, oficio importantísimo desde que apareció tal tecné.
Y esto nos conduce a la necesidad de comprender la gramática como una
normativa, de un orden estricto, que puede variar con los usos en la medida que
las diferencias son aceptadas de forma sutil, inconsciente o consciente por un
grupo humano que practica tales signos de forma oral y escrita.
Respecto al tiempo, acompañante de una norma y orden en
su uso desde distintos ángulos, conocemos que deriva del término tempus,
que su aserción más común es duración o momento oportuno o significativo.
El primero aparece del concepto griego de Kronos, el segundo al de Kairós.
Pero podemos añadir también otro concepto para el tiempo indefinido y
especulativo, lo eterno que es Aión. Esto facilitó tanto a la edad
antigua como hasta el medievo a tener una idea de la temporalidad como estructurante
de la existencia del mundo y de los elementos que lo constituyen.
Aristóteles se contenta con saber qué es la medida del
momento (o movimiento) según un antes y un después (Física, IV, 11). San
Agustín, más misterioso, tiene aquella frase de si me lo preguntan no lo sé y
lo sé si no me lo preguntan: ¿Qué es el tiempo? Si
nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo, no lo sé. Más cercanos a nosotros Heidegger
se enfrascó en la tarea de dar una relación ontológica entre ser y tiempo,
advirtiendo que hay que reformular el tiempo en temporalidad: esta es la
condición de posibilidad del ser-en-el-mundo, el cual viene a estructurar al
ser-ahí: de donde sale una buena cantidad de especulaciones filosóficas al aceptar
al pasado como haber sido, el presente en tanto actualidad y el
futuro como posibilidad. Aristóteles lo cuantifica: es medida. San
Agustín lo mistifica: no hay tiempo sin alma que lo perciba (Confesiones
XI), lo sé, pero no lo sé y Heidegger nos lleva a que la temporalidad es lo
que estructura nuestro ser ahí, que…al juntarlo con el lenguaje no sólo es un
instrumento humano de comunicación, sino que revela (o devela) al ser.
Si introducimos la gramática, en función a cada época y
lenguaje, culturalmente encontraremos distinciones de cómo se revela el ser a
lo largo de la experiencia humana. De esto se colige que, si la gramática
ordena nuestro lenguaje y lo aleja de un uso caótico y sin sentido, al lenguaje
lo podemos tomar como un principio que nos lleva a estructurar el devenir de
nuestra temporalidad. Como que sin cierta gramática no podríamos narrar o pensar
ese venir siendo del ser. Con ello podemos concluir, por el momento, que la
gramática pudiera ser tomada como la arquitectura simbólica que nos permite
narrar el tiempo del ser de las cosas, siendo el tiempo la dimensión en que
toma sentido la gramática como práctica humana.
Podemos detenernos en que toda experiencia del tempo esta
mediada por una forma de lenguaje. Con lo cual vendríamos a negar la
posibilidad de un tiempo puro, inmediato, sino que siempre exige simbolizarlo,
narrarlo, estructurarlo. Ello nos da la idea que la gramática del tiempo no es
una categoría únicamente lingüística, sino un requerimiento para organizar
nuestra percepción, la imaginación y la memoria. Al relacionarlo con la estética,
en tanto experiencia sensible del mundo (interno y externo), estaría atravesado
por esta gramática referida, por la manera en que se conjuga, se pliega, se
interrumpe o se acelera el tiempo.
A partir de aquí, de esta hipótesis, no podemos dejar de
entrelazarla con los condicionamientos de las transformaciones tecnológicas, de
una ratio técnica, que fluye desde la imprenta a lo digital, de la
imagen fija a la intervenida, como reflejos de las mutaciones que configuran la
sensibilidad y la subjetividad, la realidad y la objetividad construida. En
nuestro caso, a través del proyecto de Redes Sociales Vegetales nos propusimos
pensar la emergencia de una gramática vegetal del tiempo, como condición
de otra experiencia transhumana de la temporalidad.
La aparición de la imprenta trastocó no sólo las formas
tradicionales de la comunicación a través de la escritura, los manuscritos, y
la pérdida de continuidad de la mentalidad medieval y su sentido transitorio de
la temporalidad aquí hacia el reducto de la temporalidad infinita o de la eternidad.
La imprenta, como sabemos, no sólo transformó la comunicación, sino que vino a
conformar una nueva forma de ser del hombre, el Homo Typographicus.
¿Quién es este ser? ¿Cuál es el estadio por el que pasamos algún día hasta la
mutación, el pliegue actual del tiempo? La relación con la página impresa vino
a moldear también la mente. Hegel dijo que somos
lo que hacemos, hay una relación
dialéctica que imprimimos hacia al objeto exterior a nosotros, pero el objeto, a
su vez, por nuestra fuerza de atracción que en él ponemos, también nos cambia
en tanto ser. La página impresa tuvo una influencia fundamental para el cambio
de percepción en los principios de la modernidad. Moldeó con su lógica a nuestra
mente, logrando una sintaxis visual del tiempo lineal, secuencial y
acumulativa. Por sólo decir unas cuantas afectaciones que se extendieron hasta
hace pocas décadas.
La imprenta trajo la
uniformidad, una homogeneidad ideativa aunada a esa secuencialidad de una
palabra tras otra y de izquierda a derecha, de arriba abajo, constituyendo una
linealidad constante de una lógica que descansa en la causa y el efecto.
El lenguaje fue transformado
en archivo, inaugurando la cristalizada temporalidad histórica que estará
medida, fechada, narrada. Introduciendo la idea de un tiempo homogéneo para
todos (el reloj es un instrumento homogeneizador, de la mecanización del hombre
y de sus acciones sobre esa temporalidad). Y además de un tiempo que hay que
llenar, de una temporalidad vacía, que los acontecimientos deben colmar,
ordenar, fechar, en otras palabras: archivar.
Con esta lógica se dará
aparición de una sintaxis que aporta la necesidad de estructurar el tiempo en
los distintos conocimientos y saberes, sean filosóficos o científicos,
artísticos o políticos.
Hemos pasado, sin darnos
cuenta, del Homo Typographicus al Homo Digitalis, sufriendo una transformación
de la apreciación del tiempo de manera radical. Aquí la gramática va ha sufrir
una inmensa transformación y alteración. Es una figura emergente de nuestra
contemporaneidad, la cual pasó de ser una temporalidad lineal, homogénea,
progresiva, hacia una concepción fragmentada algorítmica. Se habita en un presente expandido, simultaneo,
quebrado. Una mutación indetenible y sin precedentes. Un tiempo propio de la edad de la velocidad de
la luz presente en todo lugar global. Un tiempo a 300 mil kilómetros por
segundo. Que es el tiempo que recorre la luz (o la electricidad) con la que nos
cubrimos en todo momento nuestra corporalidad digital, nuestros sentidos, y
nuestro pensamiento. Es decir, vivimos la experiencia de una aceleración del
tiempo y de los sucesos que contiene los intervalos por lo que pasa nuestra
existencia, obteniendo un permanente cambio de acontecimientos, saberes, usos,
lenguaje sin profundidad y sin permitir la contemplación y la lentitud de otros
tiempos como experiencia de atender lo que marca nuestro estar sobre el mundo.
¿En qué hemos caído? Para hacerlo
fácil al hablar de una gramática del tiempo se ha decantado en el impulsivo zapping,
el scroll, y el algoritmo.
Ello nos lleva calificar esta
desbordada experiencia del no tener tiempo para detener nuestra experiencia
temporal, ya no en aceptar al tiempo como una sustancia que fluye, el río del
tiempo,
sino como una ordenación simbólica que estructura nuestras carencias, nuestra falta. Ha dejado de ser un contenedor neutral, ha
dejado de ser una sustancia que fluye, que pasa. Es un principio que viene a
estructurar la experiencia del sujeto gracias a la gramática del símbolo que dirige
a organizar nuestra relación con la falta de algo que en todo momento aparece como constitutivo de nuestro
ser.
Este modo de pensar al tiempo
nos lleva que tal tiempo no está fuera de nosotros, sino que, casi como la
visión de la intuición a priori del kantismo, emerge de esta escisión interna.
Pasado, presente y futuro siempre tratarán de lo que nos falta, de lo que carecemos.
La plenitud sería la detención de nuestra acción. Lo que nos falta entendido
como lo perdido, lo que aún no llega ni llegará, lo que se nos escapa como el
agua entre las manos. Observando así que la gramática del tiempo se transforma
en una gramática de la carencia, de la falta, de lo perdido, de nuestra
permanente inconformidad con nuestro temporalidad.
Otra imagen de la gramática
del tiempo es el pliegue, el cual viene a presentar una opción para nuestro
presente. El tiempo es atendido como una multiplicidad de pliegues, fenómeno
que no irrumpe en quebrar con la linealidad y hablar de una curvatura en el
espacio, sino en cómo se despliega nuestro ser en habitar el tiempo. Esto nos da una perspectiva que nos
coloca no en una organización del tiempo como sucesión sino un orden que surge
por la variación, por la torsión, por la resonancia, del cuerpo y del
pensamiento en su habitar que se pliega, se repliega y se despliega. De una
lógica que nos lleva a reflexionar sobre una estética no lineal, no progresista,
sino de retirada a experimentar una intensidad.
Con la imagen del pliegue podemos
perfilar la construcción de una ontología del sentir, donde la temporalidad se
asume como ritmo, como duración encarnado en el cuerpo, en el gesto. El tiempo
aceptado como un ritmo de expresión que vendría a encarnarse en el gesto, nos
dice Sandra Pinardi. Más que representar el gesto al tiempo, lo que se obtiene
es convocarlo. Este marco se cierra en un intervalo, un pliegue, una sucesión interrumpida,
una suspensión. Es una imagen intervenida como la que he propuesto en mi
proyecto personal, que no aspira a ilustrar y esclarecer el tiempo, sino que
esta imagen intervenida viene a aparecer la temporalidad como experiencia
sensible, como acontecimiento que, en mi caso, llega a ser con un tiempo vegetal
especulativo.
Observando este recorrido de
la gramática del tiempo no puedo dejar de lado la opción de una ontología existencial
y la de una hermenéutica narrativa. En
ambas posturas podemos hacerlas coincidir en que el tiempo no es una entidad
objetiva ni tampoco un flujo permanente, no es el tic-tac del tiempo medido y
mecánico para ordenar vidas en torno a la sociedad en que concurrimos. Se trata
de tejer más fino, de comprender que nuestro pliegue temporal viene a ser una
estructura de sentido que organiza nuestra experiencia humana, en principio, de
forma individual y luego en nuestra relación con los otros. Si estructura al
sentido, no es una propiedad del mundo (que a la final es una idea en sí del
pensamiento, nos lo dijo Kant), sino que el sentido nos proporciona la
posibilidad de ser sobre y en el mundo. De construir un mundo a partir de la
experiencia del ser. El tiempo es vivido como éxtasis. Las distintas temporalidades,
el ayer, el hoy, el mañana, no son momentos sucesivos sino los modos del ser
ahí. Temporalidad como el ingrediente imprescindible para desplegar el ser un
sentido sobre el mundo. Pasamos de un tiempo sostenido por una sintaxis verbal en
aceptarla como una gramática ontológica: como un ser que se ordena y se
presenta bajo distintos modos temporales. Esto da como resultado de que no
existimos en el tiempo, sino que nuestro ser es tiempo. Nos lleva a tratar la
imagen estética como una apertura temporal, como un gesto, un pliegue en el ser
en devenir.
De esta manera, nos
encontramos con una hermenéutica del tiempo humano a través del relato, de la
narración. Esta nos articula un tiempo vivido que se transforma en una experiencia
temporal a través de la acción. Se articula el tiempo humano al transformarse
en experiencia temporal lo cual exige una gramática (un sentido) de la acción.
Esta narración construye una conjugación del tiempo en formas significativas:
el antes y el después, la causalidad y su finalidad. Sin dejar de lado un
tiempo para la interrupción, el desvió, la deriva, el acontecimiento, la
contingencia. Esto me permite que mi proyecto sobre las redes sociales
vegetales sea leído como una narración visual, donde se pliega un tiempo
imaginario que se bifurca y se reinventa.
Sin quedarnos sólo entre la ontología
y la narración como sentidos de la experiencia del tiempo podemos agregar una
opción más a toda este relato sobre la gramática del tiempo desde la estética y
de su implementación en el arte. Es el de una crítica radical al tiempo llamado
histórico que decanta en la linealidad del historicismo. Esa idea en tener la
permanente obsesión de considerar al pasado en tanto el despliegue de una
cadena causal de acontecimientos cerrados y determinados por esa misma sucesión
tomada como inalterable y fija. Ante ello está la idea de un tiempo tomado
como un relámpago, como un destello en el horizonte de la vida en tanto imagen del tiempo que, ante la
imagen de un pasado diluido y fugaz, de tener la opción de retener esa imagen como
un relumbrar, un aclarar momentáneo de un instante de peligro.
El relámpago, el destello, el
rayo no como una metáfora ornamental momentánea, sino como una categoría temporal
donde el tiempo se interrumpe, se pliega, se convierte en un gesto extendido,
que ilumina súbitamente cuando el presente pretende tener la capacidad de redimir
al pasado. Pasando a observar la historia no como continuidad sino como una
constelación en permanente movimiento y cambio, donde la interrupción otorga un
nuevo sentido. Es lo que viví con la experiencia de la solitaria e impulsiva condición
que se nos vino encima con la peste roja del 2019. Eso me dio la inspiración, el destello,
de un mundo sin vida animal, donde la vegetación vendría a ser la que enarbolase
ahora la dirección del planeta a través de las redes sociales vegetales.
Esta gramática del tiempo en
tanto irrupción por un alumbramiento del ser en la historia se nos ofrece como
ruptura, como discontinuidad, donde podemos entonces hablar de una gramática
de la irrupción, que no se construye por la acumulación, la sucesión de hechos
aparentemente causales, sino por la intensidad vivida en y por esa irrupción inesperada. En este
marco nos encontramos que la imagen no ilustra un pasado, sino que lo hace
estallar, convirtiendo todo hecho estético desde el arte en una forma de
crítica histórica.
Con todo lo dicho anteriormente
mi propuesta artística digital llamada Redes Sociales Vegetales, irrumpe en una constelación
de gramáticas sensibles del tiempo. La intervención fotográfica de especies
vegetales latinoamericanas, construyen una imagen desde otras coordenadas
imaginarias sin querer documentar una realidad particular, sino mi búsqueda es
que a partir de ellas recreo una sensibilidad vegetal lúdica y utópica, es
decir, potencial gracias a la muy posible desaparición de la especie humana por
su acción destructiva sobre el mundo.
Mis imágenes no buscan
representar, sino variar. No quieren ilustrar al tiempo, sino conjugarlo desde
otras coordenadas, otras perspectivas imaginarias, conformando otros pliegues
de la vida, a través de la lentitud del crecimiento, la mutación de las formas,
la espera que brota, la germinación implacable. Como he dicho en otras ocasiones:
la imagen vegetal no es un reflejo de lo real, sino una forma de imaginar y
pensar otras posibles realidades, otra metafísica, donde la vida permanece
gracias a su potencia germinativa.
Por supuesto que estoy
consciente que estas RSV interrumpen la gramática del tiempo digital -vivida
como aceleramiento, inmediatez, consumo y obsolescencia, entre otras
experiencias de la ansiedad contemporánea- y proponen una temporalidad
alternativa,
en que la imagen se convierte en un acto de resistencia, de cuidado, de
imaginación, de otros mundos posibles después de la desaparición del hombre.
Esto me lleva a pensar en la
construcción de una Fito-gramática sensible, en tanto sintaxis vegetal del tiempo. Es la
oportunidad de imaginar una práctica estética a partir de ese concepto Fito-gramática. Donde la sintaxis no se
organiza por una causalidad cerrada, por una sucesión ni tampoco por una
simultaneidad temporal. Se desprende así una praxis estética sentida en tanto
ciclos, pliegues, brotes y resonancias. De una gramática que no tiene apuro,
que se demora, toma su tiempo en un destiempo, donde silenciosamente se enraíza,
afecta y se deja afectar por el entorno en su acción vital.
Esta concepción de una
fitogramática constituye un conjunto posible de gramáticas del tiempo que hemos
aludido en esta narración. Las gramáticas del pliegue, del sentir, del gesto,
de la carencia (falta: manque), de la alteridad, de la lentitud, del tiempo cohabitando con lo no
humano.
Para terminar, puedo decir que
la intención de las Redes Sociales Vegetales no sólo reconfigura la imagen del tiempo,
sino que aspira a reconfigurar también al sujeto. Podemos pensar un tiempo en
que la especie humana puede llegar a ser desplazada o desaparecida, y entonces emergerán
las formas bio-vegetales que habitan al planeta con otra sensibilidad de la que
no queremos conocer ni prestarles atención. La propuesta no es distópica, sino
especulativa: es una fito-utopia donde el lenguaje, el tiempo y la imagen se
conjugan desde la vida vegetal.
En este horizonte no se da
cabida a la estética como representación o mímesis, sino como germinación. La imagen no es espejo, sino
semilla. La gramática del tiempo no es lineal, ni mecánica, ni digital, sino
sensible, vegetal, utópica en tanto vida potencialmente posible para la
continuidad del ser en el planeta. Y el ser que emerge desde esta opción
artística especulativa no es la del Homo sapiens o del Homo digitalis, del cibernantropo o de lo posthumano
gracias a la IA, sino un sujeto bio-vegetal poroso, rizomático, germinal,
efectivo, enraizado.
Se ha hablado mucho del olvido
del ser en la filosofía a lo largo de su distintas expresiones en el tiempo,
pero creo que no menos importante es tomar en cuenta el olvido del ser de las
otras especies que cohabitan en el planeta y que tienen la necesidad de
manifestarse y vivir a pesar de la sed aniquiladora y crematística que posee
buena parte de muchas de las mentes de nuestra atormentada y enferma especie.
Esta ponencia ha sido un
intento de trazar un mapa conceptual de estas transformaciones proponiendo una lectura
filosófica y estética desde diversas aristas posibles de las gramáticas del
tiempo. En principio como práctica de la temporalidad del ser, pero no menos de
la política de la imagen y como forma de vida individual. En tiempos de vivir
dentro de la guillotina de la aceleración sobre nosotros en todo momento, además
del colapso, las catástrofes, de la hiperrealidad o del simulacro, las gramáticas
sensibles del tiempo invitan a interrumpir la linealidad y a reimaginar el
sentido del ser desde la lentitud, del pliegue, del gesto, de la carencia y del
relámpago que ilumina nuevas sendas del hacer del arte.
Bibliografía
Agustín de Hipona. Confesiones. Trad. Luis
Arias. Madrid: Alianza Editorial, 2003.
Aristóteles. Física. Trad. Valentín García
Yebra. Madrid: Gredos, 1995.
Benjamin, Walter. Iluminaciones. Trad. Jesús
Aguirre. Madrid: Taurus, 1971.
Deleuze, Gilles. El pliegue. Leibniz y el
barroco. Trad. José Vázquez Pérez. Barcelona: Paidós, 1989.
Han, Byung-Chul. El aroma del tiempo: un ensayo
filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder, 2015.
Lacan, Jacques. Écrits. Paris: Seuil, 1966.
McLuhan, Marshall. La galaxia Gutenberg: génesis
del Homo typographicus. Trad. Aurora Bernárdez. Barcelona: Galaxia
Gutenberg, 1998.
Pinardi, Sandra. “Visibilidad, invisibilidad y
expresión: reflexiones en torno a la ontología del sentir propuesta por
Merleau-Ponty”. Azafea: revista de filosofía, nº 14, 2012, pp. 49–65.
Žižek, Slavoj. Less Than Nothing: Hegel and the
Shadow of Dialectical Materialism. London: Verso, 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario