Libertad como no
dominación:
antecedentes y
fundamentos*
María Eugenia
Cisneros Araujo
“-¡Ha indispuesto profundamente a la delegación de la firma amiga! ¡Ha servido usted el café utilizando fórmulas que sugerían que sabía hablar perfectamente japonés!-Es que no lo hablo tan mal, Saito-san.-¡Cállese! ¿Con qué derecho se atreve a defenderse? El señor Omochi está muy enojado con usted. Ha creado un ambiente irrespirable en la reunión de esta mañana: ¿Cómo iban a sentirse cómodos nuestros socios ante una blanca que comprendía su idioma? De ahora en adelante, no hablará nunca más japonés.-Le miré con los ojos abiertos como platos:-¿Perdone?-Usted ya no sabe japonés. ¿Ha quedado claro?-¡Pero si Yumimoto me contrató precisamente por mi dominio del japonés!-Me da igual. Le ordeno que no entienda japonés.-Eso es imposible. Nadie puede acatar una orden semejante.-Siempre existe un modo de obedecer…
Amélie Nothomb. Estupor y temblores
Me propongo
demostrar que la tesis de Philip Pettit sobre la libertad como «no-dominación»
ya estaba presente en los escritos de Mijail Bakunin sobre la libertad.
1. Origen de la
libertad como «no-dominación»
En su
libro Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno[1],
Pettit se propone mostrar que la libertad como «no-dominación» está vinculada a
la tradición republicana como modelo que propugna las instituciones y
constituciones que se asocian a la democracia[2]. Su
idea central consiste en lo siguiente:
...la
distinción libertad negativa-positiva ha hecho un mal servicio al pensamiento
político. Ha alimentado la ilusión filosófica de que, detalles aparte, sólo hay
dos modos de entender la libertad: de acuerdo con el primero, la libertad consiste
en la ausencia de obstáculos externos a la elección individual; de acuerdo con
el segundo, entraña la presencia, y normalmente el ejercicio...de las cosas y
las actividades que fomentan el autodominio y la autorrealización: en
particular, la presencia y el ejercicio de las actividades participativas y de
sufragio, merced a las cuales los individuos pueden unirse a otros en la
formación de una voluntad común, popular.
En otras
palabras, para el mencionado filósofo-politólogo irlandés, la noción de
libertad se redujo a dos interpretaciones: una negativa y la otra positiva.
Cualquier otra visión sobre la libertad se incorporaba a uno de estos dos
campos según las características de la propuesta. Esta perspectiva dejó de lado
otra forma de interpretar la libertad: como «no-dominación».
En efecto, la
distinción entre la libertad negativa y positiva la realizó Isaiah Berlin
cuando afirmó que la libertad negativa consiste en la ausencia de interferencia
(coacción-física/coerción-psíquica). Se trata de disfrutar una capacidad de
elección sin impedimento ni coerción. En cambio la libertad positiva requiere
que los individuos tomen parte activa en el control y el dominio de sí mismos;
lo que Castoriadis llama autonomía, entre otros autores.
Antes que
Berlin, Benjamin Costant escribió un ensayo sobre la libertad de los antiguos y
los modernos. Allí el filósofo francés de origen suizo mostró que la libertad
de los antiguos consistía en la participación activa y constante en el poder
colectivo; cada individuo tenía influencia en la soberanía, gozaba de derechos
políticos e intervenía en la administración pública; sacrificaba su
independencia individual a los derechos políticos; compartían el poder social
entre todos los ciudadanos de una misma patria. La consecuencia de ello fue que
la autoridad del cuerpo social estaba sobre la voluntad de los individuos y en
su ámbito privado los sujetos quedaban reducidos a ser meros esclavos. Sólo
como ciudadanos eran libres. En cuanto a la libertad de los modernos afirmó que
el sistema representativo fue un descubrimiento de esa época. Tal forma de
gobierno consistía en que ciertos hombres eran elegidos para defender la
libertad de los electores. La libertad consiste en estar sometido a las leyes
únicamente, en el derecho de poder expresar las opiniones que se tuvieran,
reunirse sin inconvenientes con cualquier persona de su preferencia para
dialogar, elegir su religión, disponer de su propiedad. De allí que la libertad
de los modernos consistía en el goce apacible de la independencia privada e
individual.
Lo que puso en
el tapete Constant fue la advertencia que la libertad de los antiguos centrada
en la voluntad colectiva y su participación en el poder como institución era
inaplicable en los tiempos modernos porque desembocaba en despotismos y
tiranías. La libertad moderna residía en la independencia individual y era
necesario crear los órganos que garantizaran tal libertad política. Ese sistema
sería el representativo.
Para Petit,
Berlin apoyándose en los escritos de Hobbes, Bentham, Mill, Montesquieu,
Constant, Tocqueville, Jefferson y Paine (liberalismo moderno) presentó la
libertad negativa como la plausible y la positiva como un ideal inalcanzable
relacionándola con las propuestas de Herder, Rousseau, Kant, Fichte, Hegel y Marx
(mostrando que en esta posición se encuentran románticos, religiosos, budistas,
cristianos, estoicos, pensadores políticos radicales como los jacobinos y los
comunistas). Berlin hizo una equivalencia entre la libertad de los antiguos y
la positiva y la libertad de los modernos y la negativa. Y siguiendo a Cosntant
aseveró que esas ideas de autonomía y control de sí mismos de los individuos
quedaron en el pasado. Y la capacidad de elección sin interferencia constituye
un ideal auténticamente moderno.
El politólogo y
filósofo irlandés se distancia de este enfoque para demostrar que hay “un
tercer momento, radicalmente diferente, de entender la libertad y las
exigencias de la libertad…este tercer enfoque…republicano…de las alternativas
posibles”[3], tuvo su origen en la Roma clásica con
Cicerón, resurgió en el Renacimiento con Maquiavelo, en las Revoluciones
Norteamericana y Francesa, la tradición del commonwealthmen, que se
mantuvo en Inglaterra desde la Revolución hasta finales del siglo XVIII[4]. Este tercer enfoque, la libertad como «no-dominación»,
la presenta Pettit afirmando que: “dominio e interferencia no son equivalentes”[5] y se pregunta:
¿No
hay, pues, la posibilidad intermedia de que la libertad consista en una
ausencia –como quiere la concepción negativa-, pero en una ausencia de dominio
por otros, no en una ausencia de interferencia? Esta posibilidad tendría un
elemento conceptual en común con la concepción negativa –el foco en la
ausencia, no en la presencia-, y un elemento común con la positiva: el foco en
la dominación, no en la interferencia[6].
Esta tercera
posibilidad de la libertad como ausencia de servidumbre tiene sentido en la
tradición republicana. La dominación para el politólogo-filósofo irlandés es
aquella que se da entre el amo y el esclavo; el amo y el siervo. En esa
relación Pettit ve que la parte dominante puede interferir de manera arbitraria
en las elecciones de la parte dominada. Interferencia motivada por un interés
individual del dominante y tal ventaja ni beneficia ni es parte en la esfera de
la parte dominada.
Un ejemplo de
esto se ve en las relaciones profesor con un cargo administrativo de director
de algún órgano con dedicación exclusiva en la universidad. Ese profesor no
cumple con su deber y transfiere toda su responsabilidad de las funciones
administrativas y académicas que le corresponde realizar a la secretaria, a
quien le exige inclusive ejecute actividades que no le corresponden por las
atribuciones asignadas por su contrato. El profesor abusando del poder que le
confiere la autoridad de “profesor” y del cargo interfiere arbitrariamente en
el campo de movilidad que le corresponde a la secretaria privándola
despóticamente de su capacidad de elegir hacer o no la actividad que se le está
solicitando y que no debería llevar a cabo de acuerdo a las disposiciones que
regulan su función.
De esta
concepción de dominación como interferencia arbitraria en las elecciones de la
parte dominada, el filósofo-politólogo irlandés, enfatiza que puede darse
la dominación sin interferencia y la interferencia sin dominación. Lo que
busca Pettit es distanciar las nociones de interferencia y dominación para
demostrar que no son equivalentes.
Así explica que
cuando la interferencia responde a gestiones administrativas propias del desarrollo
institucional en el que se vive, no hay dominación. Ejemplo, el caso del
abogado con el cliente. El abogado se encarga de los asuntos del cliente
mediante un poder que le concede el interesado. No lo hace arbitrariamente. El
usuario requiere de la actividad del abogado para realizar ciertas tareas que
no podrían cumplirse sin su intervención. La relación abogado-cliente no es de
dominación. La persona que requiere del trabajo de un abogado puede elegir sin
amenaza, impedimento, castigo y entre ambos se establece una relación
horizontal donde desaparece la jerarquía. Además de ser un asunto que está
regulado por la ley.
En cambio, la
dominación se encuentra en las relaciones estrictamente jerárquicas y
verticales. Entre poderosos y no poderosos, Estado y sociedad, Jefe y empleado,
profesor y estudiante, padre e hijos, entre el proxeneta y las prostitutas,
entre el jefe de los narcotraficantes y los que están a su merced
Bajo el
argumento anteriormente descrito, Pettit explica que la «no-dominación» radica
en el hecho de la imposibilidad de estar sujetos a la capacidad de
interposición arbitraria de una persona ajena. En este contexto la irrupción
abusiva en el ámbito del otro es de imposible realización porque la persona que
pretende hacerlo carece totalmente de la capacidad para ser coactivo o
coercitivo[7]. Es decir, cualquier individuo está
impedido de interrumpir tu movilidad o desarrollo a su libre albedrío.
Esta tercera
forma de libertad, entendida como «no-dominación», es la que propugna la
tradición del republicanismo. La primera razón, que sostiene Pettit para
defender su tesis, es que la tradición republicana presenta a la libertad en
una relación de oposición entre ciudadano y esclavo. El segundo motivo, refiere
a que el republicanismo muestra que se puede perder la libertad por la
dominación (jefe-empleado) y puede ocurrir la interferencia sin que se pierda
la libertad (abogado-cliente). La interferencia «no-dominadora» para los
republicanos consiste en el derecho y el gobierno de una república bien
ordenada.
A pesar del
esfuerzo de Pettit por separar las concepciones de dominación e interferencia
ha sido criticado en este punto por la ambigüedad que aún persiste entre ambas
nociones. Incluso se le ha señalado que la libertad entendida como «no
dominación» sigue siendo la libertad negativa. Aquella que se manifiesta en
ausencia de impedimento.
No comparto
tales apreciaciones. En mi criterio está claro lo que persigue el
filósofo-politólogo irlandés. La clave está en la arbitrariedad y la limitación
a tal acto. Si en la relación vertical y jerárquica se tiene la capacidad de
atropellar libremente al subordinado, entonces estamos en presencia de la
dominación. En cambio, si estando en el mismo tipo de vinculación el poderoso
no tiene facultad de cometer un agravio contra aquella persona que esté bajo su
mando, no hay dominación. La interferencia queda para los ámbitos administrativos,
regulados por la ley y aquellas relaciones horizontales surgidas de la
experiencia diaria (médico-paciente; mecánico-cliente; plomero, electricista,
albañil y los sujetos interesados en su trabajo).
Asimismo,
considero que sí se puede hablar de una libertad como «no-dominación» que ha
estado presente a lo largo de la historia y que ha sido olvidada, escondida,
dejada al margen y que es un imperativo rescatarla porque en nuestro presente
el problema precisamente trata de la interferencia arbitraria que
permanentemente las instituciones realizan en el ámbito individual, social y
colectivo carente de control y bajo el escudo de lo legítimo ejercen la
dominación en lo privado, lo público y lo privado-público.
En efecto, para
el filósofo-politólogo irlandés en la relación de oposición entre
ciudadano y esclavo se evidencia un sentido de la libertad como dominación
porque el esclavo se encuentra a merced del arbitrio del amo. El amo irrumpe en
el espacio individual del esclavo impunemente.
De allí que, la
no-dominación consista precisamente en que el esclavo no tenga que aguantar la
dependencia con el amo y que el amo no tenga la capacidad de interferir
coactiva y coercitivamente cada vez que quiera hacerlo en la esfera del
esclavo. Y ese es el énfasis que la práctica del commonwealth da
a la libertad: la total independencia respecto de la voluntad de otro. “Esta
discusión del tema libertad-esclavitud en la tradición republicana debería
venir en apoyo de la tesis, según la cual el republicanismo concibe la libertad
como no-dominación, no como no-interferencia”[8].
El otro
argumento para afirmar que el republicanismo presenta una concepción de
libertad como «no-dominación» refiere al hecho que puede haber interferencia
sin que por ello las personas pierdan su libertad, como se explicó anteriormente.
Se trata de la interferencia sin dominación. Esto le permite al
politólogo-filósofo irlandés sostener que el republicanismo favorece la idea
que el derecho establecido es el constitutivo de la libertad. Las leyes de una
república, crean la libertad de la que disfrutan los ciudadanos. En palabras
del autor “...la libertad es vista en la tradición republicana como un estatus
que existe sólo bajo un régimen jurídico adecuado. Así como las leyes crean la
autoridad de que disfrutan los que mandan, así también las leyes crean la
libertad que comparten los ciudadanos”[9]. Esta idea
republicana de que la ley crea la libertad en el colectivo tiene sentido si se
concibe la libertad como «no-dominación» porque la ley como institución
jurídica se encargará de proteger a la sociedad de la arbitrariedad que quieran
cometer los pocos que llegan al poder limitando su capacidad de interferir
injustamente en la esfera individual, social y colectiva en virtud de sus
intereses particulares.
En este
contexto, aunque el derecho está investido de un carácter de interferencia
porque se reserva la coacción y la coerción, tal obstrucción no reviste
la cualidad de dominación. Por el contrario, como institución jurídica es
limitador de la arbitrariedad y garante de que no ocurra. El derecho está en
función de los intereses de los ciudadanos para preservar y ampliar su
libertad. No responde a la voluntad de un individuo cuyo fin es hacer uso del
poder para someter a su voluntad a los individuos, la sociedad y el colectivo.
Lo que busca
Pettit es demostrar la importancia de rescatar la concepción republicana de la
libertad como «no-dominación» en la teoría política y mostrar la posibilidad de
organizar institucionalmente a la sociedad bajo esta categoría.
Para Pettit la
dominación consiste en el poder arbitrario que un sujeto dominante ejerce sobre
otro. Esto significa que en toda relación de dominación alguien: “1. Tiene
capacidad para interferir; 2. De un modo arbitrario; 3. En determinadas
elecciones que el otro pueda realizar”[10]. La
capacidad de intervenir ilegalmente en la esfera de otro consiste en toda
acción intencional que realiza el sujeto dominante para someter al dominado,
tales como: coacción física, coerción de la voluntad, manipulación con el fin
de empeorar la situación del dominado al modificar las opciones posibles de
lección que tiene el sometido; alterar el beneficio que espera el subordinado
de tales opciones; controlar los resultados de las distintas opciones. En este
contexto, toda acción tiránica carece de moralidad. La arbitrariedad deviene de
la subjetividad del sujeto dominante. Quien está en la posición de dominio
elige según le plazca efectuar o no el acto vejatorio en la vida de otros sin
importarle la posición, intereses u opinión del dominado. La subjetividad que
caracteriza al atropello puede ser más o menos intensa. Finalmente el sujeto
dominante puede abusar en los ámbitos que elija, en determinados campo, en un
período de la vida del individuo subordinado. No tiene que darse en la
totalidad de la esfera del dominado.
Todas estas
condiciones deben ser de conocimiento común y esta cualidad le atribuye un
importante significado subjetivo e intersubjetivo: la conciencia de poder del
dominante, de vulnerabilidad del que se encuentra sometido y de las partes que
forman parte de la relación de dominación. Esta atmósfera cotidiana es lo que
hace que el dominado no sea capaz de ver de frente al dominante, que el
poderoso sepa que tiene sujeto a su voluntad al subordinado al punto que el
siervo no pueda realizar actividad alguna sin el permiso de su amo. Ante esta
situación, afirma Pettit, que para evitar el abuso, agravio, injusticia,
parcialidad, desafuero en el ejercicio de determinado poder es necesario que
exista la posibilidad de cuestionarlo, disputarlo, regularlo, limitarlo y
controlarlo. En otras palabras:
…siempre tiene que estar abierta la posibilidad que los miembros de la sociedad, procedan del rincón que sea, puedan disputar el supuesto de que los intereses y las interpretaciones que guían la acción del estado son realmente compartidos; y si el cuestionamiento de ese supuesto es sostenible, tiene que alterarse la pauta de acción del estado…[11]
Lo que hace el
filósofo-politólogo irlandés es llamar la atención sobre el hecho cierto
siguiente: quien detenta el poder tiene la capacidad para interferir
arbitrariamente en la esfera individual, social y colectiva. Se trata de
limitar esa capacidad y de evitar situaciones en que los individuos, la
sociedad y la colectividad se encuentren sometidos, dependientes de un poder
dominante que los afecta psicológicamente al sentir, saber por la experiencia
que se encuentran en una relación asimétrica que les produce miedo, deferencia
y por ello bajan la cabeza al punto de convertirse en siervos. Su cotidianidad
les muestra que no tienen una igualdad intersubjetiva con los sujetos que
detentan el poder.
Desde esta
perspectiva la libertad como «no-dominación» es una cuestión social y no sólo
individual. Se trata de la ausencia de dominación en presencia de los otros. La
tesis del politólogo-filósofo irlandés consiste en demostrar la plausibilidad
de materializar la libertad como «no-dominación» en las instituciones que
organizan una sociedad.
La
«no-dominación» es una forma de poder porque:
“representa el control de que disfruta una persona respecto de su propio destino…entraña una especie de seguridad o inmunidad frente a interferencias arbitrarias…Disfrutar de la no-dominación es estar en una posición tal, que nadie tiene poder de interferencia arbitraria sobre mí, siendo esta la medida de mi poder…una variedad segura y reconfortante de esa no-interferencia…[12]
Esta forma de
poder transformada en institución crea la esfera del conocimiento común de la
no-dominación. Así se desarrolla la capacidad para que los sujetos se miren de
frente y no vivan con el permanente temor de depender y estar sometidos a
otros. La institución reconoce a la colectividad, a la sociedad y a los
individuos como personas de derecho propio, legal y social. Con ello se
lograría eliminar la incertidumbre del dominado de estar al tanto: 1) que
ciertas elecciones de su esfera dependen de la subjetividad de otro; y, 2) que
se encuentra en un estado de vulnerabilidad. Tales condiciones posibilitarían
el desarrollo de la libertad en todos los ámbitos.
3. Bakunin y la
libertad
En su
texto La libertad[13], el activista y pensador ruso señala que
el hombre para realizarse debe primero conocerse. Esto es, a partir de su
propio pensamiento sea capaz de cuestionar las instituciones religiosas,
políticas y económicas de la sociedad de la que forma parte. Esas
organizaciones lo socializaron, educaron y le crearon hábitos. El hombre es
producto de esos valores ya establecidos. La sociedad ejerce una presión
inmensa sobre el individuo a tal punto que impide que en él se manifieste su
propio pensamiento. Es mediante la capacidad de los individuos de poner en duda
lo establecido que pueden avanzar y alcanzar la libertad. El poder de discutir
y expresar mi desacuerdo ante lo establecido deviene de esa fuerza
consustancial al individuo que se traduce en desobediencia y rebeldía. Bakunin
afirma que es:
…Esa inmoderación, esa desobediencia, esa rebeldía del espíritu humano contra todo límite impuesto…constituyen su honor, el secreto de su poder y de su libertad. Es buscando lo imposible como el hombre ha realizado siempre lo posible y quienes se han limitado “sabiamente” a lo que les parecía lo posible jamás avanzaron un solo paso[14]
Para que se
produzca la rebeldía es necesario que el individuo conquiste su emancipación
interior y ello se alcanza cuando consigue liberarse de la dominación que la
sociedad ejerce sobre su persona, cuestión que no es sencilla ni fácil. La
sociedad domina a los individuos mediante los vínculos que lo atan a ella: la
certeza, la seguridad, la tranquilidad, la paz, la tradición, la rutina. Estos
lazos lo convierten en un individuo servil, carente de rebeldía y sin
iniciativa para emprender nuevas acciones. Pero, son las instituciones las que
educan a los individuos y es esa misma socialización la que constituye la
materia prima para despertar la desobediencia.
Por
consiguiente, es en la sociedad y con la presencia de los otros que los
individuos logran su libertad. De allí que, el individuo debe rebelarse
simultáneamente contra sí mismo y de las ataduras ficticias que lo ligan a la
sociedad cuando es capaz de cuestionar la dominación natural que lo social
ejerce continuamente en su experiencia. Finalmente atreverse a cuestionar las
instituciones.
Según Bakunin,
para el individuo es más difícil enfrentarse a la tiranía social que a la
autoridad del Estado. Sublevarse al yugo social le exige autonomía y
autenticidad. Oponerse a la autoridad del Estado le reclama disposición,
capacidad de lucha y sacrificio.
Se puede ver que
Bakunin diferencia la dominación social de la potestad del Estado. Considera
que la dominación social se impone naturalmente porque forma y educa a los
individuos en el día a día. Durante la vida de los individuos la sociedad
permanentemente le está suministrando su naturaleza material, intelectual,
moral y religiosa. El Estado es la autoridad, la fuerza, la imposición y con
tendencia a limitar, lesionar la libertad de los individuos y la colectividad.
Lo que el individuo manifiesta en el exterior es lo que tiene en el interior.
Si internamente es servil entonces externamente lo continuará siendo. Si en su
interioridad logró emanciparse de sí mismo entonces externamente se sublevará a
la dominación natural social y a la sujeción artificial institucional porque
está impulsado por una sincera convicción: la certeza que nació para ser libre
y no servil.
Para el
activista y pensador ruso la esencia de la humanidad se constituye por la
solidaridad social y la libertad. Ambos aspectos son la motivación central para
trabajar en la construcción de una sociedad basada en la igualdad, la
solidaridad, la libertad, el respeto humano y mutuo de todos sus miembros. Para
ello, es imperativo desmontar los elementos en los que se basa la sociedad: el
culto divino sobre el respeto humano; la autoridad sobre la libertad; el
privilegio sobre la igualdad; la explotación sobre la fraternidad; la mentira
sobre la justicia y la verdad.
La anterior
empresa se enfrenta inevitablemente a un problema aún vigente: El individuo que
quiere ser libre y no puede serlo efectivamente. Se encuentra con el obstáculo
que los otros individuos que le rodean no quieren o tienen miedo de ser libres.
Este sentimiento los convierte en instrumentos de la opresión que los anima a
rechazar el deseo natural de rescatar la libertad. Un individuo es libre cuando
los otros también lo son. La libertad es un producto colectivo, de un trabajo
social; no es individual ni aislado[15]. Una paradoja
aún irresoluble.
El Estado es una
forma histórica social que se reserva el ejercicio del poder, la fuerza, la
organización de la educación, la instrucción popular, la censura, la policía, y
la fuerza armada. Instrumentos que utiliza para dominar a la sociedad civil
mediante la obediencia pasiva evitando así cualquier destello de rebeldía y del
ejercicio de la libertad. Por esta razón, afirma Bakunin:
…Llegamos hoy a la absoluta necesidad de la destrucción de los Estados o, si se prefiere, a su radical y completa transformación en el sentido de que al dejar de ser potencias centralizadas y organizadas de arriba abajo se reorganicen, ya sea mediante la violencia, ya mediante la autoridad de cualquier principio, con una absoluta libertad para todas las partes[16]
De esta cita
pareciera desprenderse, distanciándome de la clásica interpretación de las
ideas de Bakunin como destructor del Estado, semilla de los movimientos
terroristas e impulsor de las guerras, que la preocupación del activista y
pensador ruso además de denunciar la forma vertical, jerárquica como está
organizado el Estado con el fin de ejercer la dominación sobre la sociedad y
los individuos, se centra en mostrar la necesidad de construir un orden social
que no tenga como objetivo la subordinación. Tal propuesta requiere de la
construcción de otra forma de institución cuyo fin sea la «no-dominación», la
garantía de la presencia de la libertad como un bien social fundamental.
El escritor ruso
acepta la existencia de la autoridad pero destaca los peligros que se derivan
de esta dependiendo la base que le de origen. Nota que la dominación ha sido
utilizada para la opresión, para convertir a la sociedad y los individuos en
serviles. Ante ello es esencial que se manifieste la capacidad de rebeldía y
desobediencia como un trabajo individual y colectivo para lograr construir una
organización social cuya institución tenga por norte la libertad como
«no-dominación».
También
enfatiza, que los individuos y el colectivo, en todo momento tienen el poder de
cuestionar, discutir la institución y deben hacerlo. A mi modo de ver, esto
quiere decir, que aunque se logre transformar la institución en una
organización horizontal o se construya de abajo hacia arriba, los individuos y
el colectivo siguen manteniendo el poder de criticar, poner en duda,
desaprobar, evaluar, opinar, rechazar las prácticas de “servidumbre voluntaria”
y mantenerse en la creación, defensa y mantenimiento de la libertad ontológica,
social, política y religiosa.
Ninguna
institución independientemente de la forma que tenga debe limitar la capacidad
de los individuos y del colectivo de examinar y poner en entredicho el cómo se
está materializando en la cotidianidad la libertad como «no-dominación». En mi
criterio la tesis de fondo consiste en la siguiente interrogante ¿Cómo
erradicar la relación dominante-dominado de cualquier organización social que
se muestre como una forma de institución histórica específica? La respuesta de
Bakunin es tajante: mediante la expresión de la rebeldía y la desobediencia de
los individuos y el colectivo. Poder que les garantiza el cuidado de su
libertad ante cualquier modo de extinción. En efecto, Bakunín asevera “…La
cuestión…es saber si el pueblo…es capaz de construir una organización…”[17], y yo agrego como una inquietud lo siguiente: ¿el
pueblo, en algún momento, será apto para construir una forma de orden donde se
instituya la libertad como no-dominación y el derecho de cuestionar diariamente
la institución?
4. La libertad como «no-dominación»: Individual,
social e institucional
Tal como se
explicó anteriormente, Bakunin refiere a la dominación social y a la política.
Sostiene que la opresión social es natural porque los individuos y el colectivo
son producto de sus valores y principios que se constituyen en cadenas que atan
a los individuos en su pensamiento y en sus pasiones. En otras palabras, las
creencias, los hábitos, las opiniones, la familia, las referencias que encaminan
la vida hacia el desarrollo y la certeza se encuentran firmes, fijas en la
sociedad de la cual se forma parte. Esa misma relación tiene la cualidad de
dominación, puesto que la sociedad establece la moral, la religión, la
educación, los parámetros referenciales que le dan sentido a la existencia,
ejerce sobre cada individualidad un imperio que se traduce en la reproducción
pasiva de los valores y principios bajo los cuales se ha sido socializado.
La sociedad
naturalmente enseña la existencia de una jerarquía: arriba está: padre y madre,
dios, docente, jefe, empresario, político, sacerdote. Abajo: estoy yo y los
otros como yo. Los que somos ciudadanos de a pie. Nuestra educación y
socialización responde a una jerarquía implícita, a una práctica
cotidiana que me adiestra a respetar y obedecer lo ya instituido. La
dominación política refiere al Estado y al uso de la fuerza, la violencia y el
poder para imponerse sobre la sociedad.
Bakunin
explícitamente dice que los individuos y el colectivo tienen que emanciparse de
sí mismos como productos sociales, rebelarse a la tiranía natural social y
desobedecer a la opresión institucional. Es decir, el despertar hacia el
rescate de la libertad perdida comienza individualmente y de allí pasa al
colectivo y lo social. Lo que en mi criterio significa que la libertad como «no
dominación» se inicia con la libertad ontológica y de allí pasa a la libertad
política y social.
Pettit argumenta
que concibe la libertad como «no-dominación» en el sentido de una institución
que limita la capacidad que tiene el sujeto dominante de interferir
arbitrariamente en determinada esfera del dominado con la intención de dañarlo.
La institución suprime la posibilidad que los sujetos estén a merced de un
individuo dominante y que su vida dependa de la subjetividad del que tiene el
poder. Una institución que crea la atmósfera donde los individuos y el
colectivo se miran de frente y no bajan la cabeza. El rescate del derecho como
organización jurídica de la sociedad en forma de institución. En otras
palabras, para el filósofo-politólogo irlandés la libertad como «no dominación»
comienza con la libertad política y de allí pasa a la libertad ontológica y
social.
El problema a
los que se dirigen ambos pensadores quiero expresarlo con estas palabras:
…si incluso dominios tan íntimos e insignificantes de tu existencia están sometidos a mandamientos, piensa, con mayor razón, en la amplitud de las obligaciones que pesarán sobre los momentos más esenciales de tu vida[18]
Hay que
rebelarse contra esos mandamientos.
El activista y
pensador ruso dirá que la sublevación a esos mandamientos empezará desde la
interioridad de los individuos y luego se convertirá en política y social. El
filósofo-politólogo irlandés afirmará que la limitación a esos mandamientos
corresponde a la institución en su forma de libertad política y social y de
allí se enseñará a los individuos y al colectivo a crear su libertad
ontológica. Mientras que para Bakunin la «no-dominación» se origina de lo
individual a lo colectivo e institucional; para Pettit surge de lo
institucional y colectivo a lo individual.
Sostengo que la
libertad como «no-dominación» a la que se refiere Pettit y que ubica como
fundamento de toda institución jurídica que se considere republicana es el
rescate de la idea de la dominación natural social que ya planteaba Bakunin con
la advertencia que hace el escritor ruso de lo difícil que es rebelarse contra
esa sujeción. La jerarquía y verticalidad social que se expresó como la
relación de señor-vasallo; esa que crea la atmósfera en la experiencia de la
obediencia natural propia de la subordinación en cualquier ámbito:
jefe-empleado; docente-estudiante; hombre-mujer, donde el dominado baja la
cabeza porque se sabe dependiente de las decisiones subjetivas del sujeto
dominante y que Etienne De la Boétie llamó “servidumbre voluntaria”, es a la
que Pettit se refiere e indica la necesidad de erradicarla y solo las
instituciones mediante la aplicación del derecho pueden hacerlo.
La actualización
de la libertad como «no-dominación» que hace Pettit de la tesis de Bakunin
consiste en lo siguiente: Mientras que para Bakunin la «no-dominación» comienza
con el individuo cuando es capaz de rebelarse contra sí mismo como producto social,
para luego resistirse a la dominación natural social y finalmente al poder del
Estado, en un trabajo colectivo porque la libertad es un producto social; para
Pettit la libertad como «no-dominación» la constituye la institución cuando su
organización jurídica tiene como objetivo central su promoción. Es decir, que
la libertad como «no-dominación» materializada en instituciones socializaran a
los individuos y el colectivo en lo que les corresponde de vida bajo este
principio y todos los que se deriven de este. Dicho de otro modo, según
Bakunin, la libertad como «no-dominación» tiene que darse primero en lo
individual para pasar a lo colectivo, social e institucional. En Pettit, el
proceso es a la inversa. La libertad como «no-dominación» tiene que estar
institucionalizada para crear una socialización de los individuos y colectivos
donde la sujeción natural no esté presente y se fortalezca el sentido de la
libertad jurídicamente.
Finalmente, la
idea de libertad como «no-dominación» ya está presente en otros autores, con
sus matices, semejanzas y diferencias. Solo por nombrar algunos:
En Etienne De la
Boétie y su crítica a la servidumbre voluntaria. Thoreau y su énfasis en
el deber de todo individuo de desobedecer a cualquier institución opresiva.
Camus y el hombre rebelde. Fromm y su alabanza a la desobediencia como
actos que potencializan la creatividad y el desarrollo humano y social.
Castoriadis con su propuesta de la imaginación radical y el imaginario
instituyente. Lefort al destacar la importancia de lo simbólico como
representación de los conflictos humanos que permanecen por la lucha entre los
que quieren dominar y aquellos que no quieren ser dominados. Arendt y su
propuesta de la consecución de la libertad en el espacio público mediante
acciones derivadas de la pluralidad, entre una larguísima lista que queda por
nombrar.
* Este artículo fue presentado
en el Seminario Interno que organiza el Departamento de Filosofía Social
Contemporánea del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades y
Educación de la Universidad Central del Venezuela en el mes de octubre de 2013.
[1] Pettit, P. (1999). Republicanismo.
Una teoría sobre la libertad y el gobierno. Barcelona, Editorial Paidós.
[2] “...La libertad...Exige
la capacidad para sostenerles la mirada a nuestros conciudadanos, en el común
bien entendido de que ninguno de nosotros goza de un poder de interferencia
arbitraria sobre otro”. Ibid, p. 22.
[3] Ibid, p. 37.
[4] “El antimonarquismo fue a menudo un rasgo de la tradición
republicana, sobre todo durante la Guerra Civl inglesa, y de nuevo, tras las
Revoluciones Norteamericanas y Francesa. Pero los Republicanos eran
antimonárquicos sólo en la medida que consideraban que un monarca buscaría
inevitablemente el poder absoluto y arremetería contra el tipo de libertad que
ellos estimaban…se contentaron con la monarquía constitucional que hallaron en
la Inglaterra del XVIII: «una nación», en la inconfundible cita de
Montesquieu…«en la que la república se amaga bajo la forma de monarquía» Ibid,
p. 39.
[5] Ibid, p. 40.
[6] Ibid, pp. 40 y 41.
[7] “…Cuando una persona es libre en el sentido de la
libertad negativa, está exenta de interferencias en las cosas que hace –exenta
de coerción u obstrucción intencionadas-, y exención significa ausencia de
interferencia. Cuando una persona disfruta de no-dominación, está exenta de
interferencias arbitrarias en las cosas que hace, y exención significa aquí que
otros son incapaces de interferirse en su camino. La restricción de que está
hecha aquí la exención no es cualquier interferencia, sino la interferencia
arbitraria. Y esta exención no se limita a implicar la ausencia de
interferencia, sino la incapacidad de otros de ejercerla: se trata, si se
quiere, de una segura ausencia de interferencia” Ibid, p. 45.
[8] Ibid, p. 55.
[9] Ibid, p. 57.
[10] Ibid, p. 78.
[11] Ibid, p. 91.
[12] Ibid, pp. 98 y 99.
[13] Bakunin, M. (1972). La libertad.
México, Editorial Grijalbo, S.A., Primera Edición.
[14] Ibid, p. 23.
[15] “…El hombre solo se emancipa de la presión tiránica
que ejerce sobre cada cual la naturaleza exterior mediante el trabajo
colectivo; pues el trabajo individual, impotente y estéril, nunca lograría
vencer a la naturaleza” Ibid, p. 31.
[16] Ibid, p. 58.
[17] Ibid, p. 85.
[18] Nothomb, A.
(2012). Estupor y temblores. Barcelona, Editorial Anagrama, Décima Edición, p.
74.
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