Hablar de Dios carece evidentemente de sentido
(‘God-talk is
evidently nonsense’[1])
Alfred Jules Ayer
.
(Traducción
y notas de Carlos Blank)
Por lo general ahora se admite, por lo menos entre los filósofos, que la
existencia de un ser que tenga los atributos propios de un dios de una religión
no animista no puede ser probada concluyentemente.[2]
Lo que no goza del mismo reconocimiento general es que incluso sea probable que
no haya forma de demostrar la existencia de un dios[3],
tal como el Dios del cristianismo. Sin embargo, esto es algo fácil de mostrar.
Pues, si la existencia de tal dios fuese probable, entonces la proposición
acerca de su existencia sería una hipótesis empírica. Y en ese caso sería
posible deducir de ella, junto con otras hipótesis empíricas, algunas
proposiciones empíricas que no fuesen deducibles de estas otras proposiciones
solamente.[4]
Pero, de hecho, esto no es posible. A menudo se aduce, ciertamente, que la
existencia de cierta clase de regularidad en la naturaleza constituye evidencia
suficiente de la existencia de un dios. Pero si la sentencia ‘Dios existe’ no
implica sino que ciertos tipos de fenómenos ocurren en determinadas secuencias,
entonces afirmar la existencia de un dios sería simplemente equiparable a
afirmar el requisito de regularidad de la naturaleza; y ninguna persona
religiosa aceptaría que eso es todo lo que ella
pretende decir cuando afirma la existencia de un dios. Ella diría que al
hablar de Dios, está hablando acerca de un ser trascendente que puede ser
conocido por medio de determinadas manifestaciones empíricas, pero que ciertamente
no puede ser definido exclusivamente en función de dichas manifestaciones. Pero
en ese caso el término ‘dios’ es un término metafísico. Y si ‘dios’ es un
término metafísico, no es siquiera probable que dios exista. Pues decir que
‘Dios existe’ es pronunciar una afirmación que no puede ser ni verdadera ni
falsa. Y de acuerdo a este mismo criterio, ninguna sentencia que pretenda
describir la naturaleza de un dios trascendente puede poseer algún significado
literal.[5]
(It is now generally admitted, at
any rate by philosophers, that the existence of a being having the attributes
which define the god of any non-animistic religion cannot be demonstratively
proved. What is not so generally recognised is that there can be no way of
proving that the existence of a god, such as the God of Christianity, is even
probable. Yet this also is easily shown. For if the existence of such a god
were probable, then the proposition that he existed would be an empirical
hypothesis. And in that case it would be possible to deduce from it, and other
empirical hypotheses, certain experiential propositions which were not
deducible from those other hypotheses alone. But in fact this is not possible.
It is sometimes claimed, indeed, that the existence of a certain sort of
regularity in nature constitutes sufficient evidence for the existence of a
god. But if the sentence ‘God exists’ entails no more than that certain types
of phenomena occur in certain sequences, then to assert the existence of a god
will be simply equivalent to asserting that there is the requisite regularity
in nature; and no religious man would admit that this was all he intended to
assert in asserting the existence of a god. He would say that in talking about
God, he was talking about a transcendent being who might be known through
certain empirical manifestations, but certainly could not be defined in terms
of those manifestations. But in that case the term ‘god’ is a metaphysical
term. And if ‘god’ is a metaphysical term, then it cannot be even probable that
a god exists. For to say that ‘God exists’ is to make a metaphysical utterance
which cannot be either true or false. And by the same criterion, no sentence
which purports to describe the nature of a transcendent god can possess any
literal significance.)
Es importante no confundir este enfoque sobre las afirmaciones religiosas
con el enfoque adoptado por los ateos o bien los agnósticos. Porque es
característico de un agnóstico sostener que la existencia de un dios es una
posibilidad sobre la cual no hay buenas razones para creer o no creer; y es
característico de un ateo sostener que al menos se puede probar que no existe
dios. Y nuestro punto de vista de que todas las afirmaciones acerca de la
naturaleza de Dios carecen de sentido, lejos de ser iguales o suministrar algún tipo de apoyo a cualquiera
de estas posiciones familiares, es de hecho incompatible con ellas. Pues si la
afirmación de que existe un dios carece de sentido, la afirmación de que no
existe dios carece también de sentido, puesto que solamente una proposición
significativa puede entrar en contradicción con otra. En cuanto al agnóstico,
aunque se abstiene de afirmar que existe o no un dios, él no niega que ambas
sentencias, ‘existe un dios trascendente’ o ‘no existe un dios trascendente’,
son proposiciones tal que una de ellas es verdadera y la otra falsa. Lo único
que él afirma es que no podemos decir cuál de ellas es verdadera, por lo que
entonces no podemos pronunciarnos a favor de ninguna de las dos. Y esto
significa que el agnosticismo también está descartado.[6]
(It is important not to confuse this
view of religious assertions with the view that is adopted by atheists, or
agnostics. For it is characteristic of an agnostic to hold that the existence
of a god is a possibility in which there is no good reason either to believe or
disbelieve; and it is characteristic of an atheist to hold that it is at least
probable that no god exists. And our view that all utterances about the nature
of God are nonsensical, so far from being identical with, or even lending any
support to, either of these familiar contentions, is actually incompatible with
them. For if the assertion that there is a god is nonsensical, then the
atheist’s assertion that there is no god is equally nonsensical, since it is
only a significant proposition that can be significantly contradicted. As for
the agnostic, although he refrains from saying either that there is or that
there is not a god, he does not deny that the question whether a transcendent
god exists is a genuine question. He does not deny that the two sentences
‘There is a transcendent god’ and ‘There is no transcendent god’ express
propositions one of which is actually true and the other false. All he says is
that we have no means of telling which of them is true, and therefore ought not
to commit ourselves to either. But we have seen that the sentences in question
do not express propositions at all. And this means that agnosticism also is
ruled out.)
Vale la pena destacar que en aquellos casos en los cuales las deidades son
identificadas con objetos naturales, afirmaciones referentes a ellos pudieran
aceptarse como significativos. Si, por ejemplo, alguien me dice que la
ocurrencia de un trueno es necesaria y suficiente para establecer la verdad de
la proposición Jehová está enfadado, yo puedo concluir, siguiendo este mismo
uso de las palabras, que la oración ‘Jehová está enfadado’ es equivalente a
‘está tronando’. Pero en religiones sofisticadas, aunque puedan basarse hasta
cierto punto en el temor reverencial de los hombres hacia procesos naturales
que no pueden entender suficientemente, la ‘persona’ que supuestamente controla
el mundo empírico no está situada en él; se supone que es superior al mundo empírico
y que posee atributos supra-empíricos. Pero la noción de una persona cuyos
atributos esenciales son no-empíricos no es una noción inteligible en lo
absoluto. Podemos tener una palabra que es usada como si nombrase esta
‘persona’, pero, a menos que las sentencias en las cuales ello ocurre expresen
proposiciones verificables empíricamente, no puede decirse que simbolice algo.
Y este es el caso con la palabra ‘dios’, en el uso que hacemos cuando
intentamos referirnos a un objeto trascendente. La mera existencia del
substantivo es suficiente para crear la ilusión de que hay algo real, de que de
todas maneras hay una posible entidad que corresponde a dicho substantivo.
Solamente cuando nos preguntamos cuáles son los atributos de Dios es cuando
descubrimos que ‘Dios’, en este uso, no es un nombre genuino.
(It is to be remarked that in cases
where deities are identified with natural objects, assertions concerning them
may be allowed to be significant. If, for example, a man tells me that the
occurrence of thunder is alone both necessary and sufficient to establish the
truth of the proposition that Jehovah is angry, I may conclude that, in his
usage of words, the sentence ‘Jehovah is angry’ is equivalent to ‘It is
thundering.’ But in sophisticated religions, though they may be to some extent
based on men’s awe of natural process which they cannot sufficiently understand,
the ‘person’ who is supposed to control the empirical world is not himself
located in it; he is held to be superior to the empirical world, and so outside
it; and he is endowed with super-empirical attributes. But the notion of a
person whose essential attributes are non-empirical is not an intelligible
notion at all. We may have a word which is used as if it named this ‘person,’
but, unless the sentences in which it occurs express propositions which are
empirically verifiable, it cannot be said to symbolize anything. And this is
the case with regard to the word ‘god,’ in the usage in which it is intended to
refer to a transcendent object. The mere existence of the noun is enough to
foster the illusion that there is a real, or at any rate a possible entity
corresponding to it. It is only when we enquire what God’s attributes are that
we discover that ‘God,’ in this usage, is not a genuine name.)
Está fuera del alcance de esta investigación adentrarnos con más
profundidad en las causas del sentimiento religioso o discutir sobre la
probabilidad de la persistencia de la fe religiosa. Solamente estamos
interesados en responder aquellas cuestiones que surgen de la discusión acerca
de la posibilidad del conocimiento religioso. El punto que queremos establecer es
que no puede haber ninguna verdad trascendente de la religión. Y ello por la
simple razón de que las sentencias que usa el teísta para expresar tales
‘verdades’ carecen literalmente de significación.
(It is not within the scope of this
enquiry to enter more deeply into the causes of religious feeling, or to
discuss the probability of the continuance of religious belief. We are
concerned only to answer those questions which arise out of our discussion of
the possibility of religious knowledge. The point which we wish to establish is
that there cannot be any transcendent truths of religion. For the sentences
which the theist uses to express such ‘truths’ are not literally significant.)
Un aspecto interesante de esta conclusión es que concuerda con lo que muchos
teístas están acostumbrados ellos mismos a decir. Pues se nos dice a menudo que
la naturaleza de Dios es un misterio que trasciende la comprensión humana. Pero
decir que algo trasciende la comprensión humana es decir que es ininteligible.
Y lo que es ininteligible no puede ser descrito significativamente. De nuevo,
se nos ha dicho que Dios no es un objeto de razón sino un objeto de fe. Esto no
es más que la admisión de que la existencia de Dios es algo en lo que
simplemente debemos creer, ya que no puede ser probada. Pero puede ser una
afirmación de que Dios es objeto de una intuición mística puramente, y no
puede, por ende, ser definido en términos que sean inteligibles para la razón. Y
pienso que hay bastantes teístas que afirmarían esto mismo. Pero si se acepta
que es imposible definir a Dios en términos inteligibles, entonces uno está
aceptando que es imposible que una sentencia sea significativa y acerca de Dios
al mismo tiempo. Si el místico admite que el objeto de su visión es algo que no
puede ser descrito, entonces debemos admitir también que está condenado a decir
insensateces cuando lo describe.
(An interesting feature of this
conclusion is that it accords with what many theists are accustomed to say
themselves. For we are often told that the nature of God is a mystery which
transcends the human understanding. But to say that something transcends the
human understanding is to say that it is unintelligible. And what is
unintelligible cannot significantly be described. Again, we are told that God is
not an object of reason but an object of faith. This may be nothing more than
an admission that the existence of God must be taken on trust, since it cannot
be proved. But it may also be an assertion that God is the object of a purely
mystical intuition, and cannot therefore be defined in terms which are
intelligible to the reason. And I think there are many theists who would assert
this. But if one allows that it is impossible to define God in intelligible
terms, then one is allowing that it is impossible for a sentence both to be
significant and to be about God. If a mystic admits that the object of his
vision is something which cannot be described, then he must also admit that he
is bound to talk nonsense when he describes it.)
Por su parte, el místico puede protestar diciendo que su intuición sí le
releva verdades a él, aunque no pueda explicar estas verdades a otros; y
nosotros que carecemos de esta facultad de intuición no tenemos bases
suficientes para negar que se trata de una facultad cognitiva. Pero el místico
lejos de elaborar proposiciones que sean empíricamente verificables, es
absolutamente incapaz de elaborar alguna proposición inteligible. Y, por lo
tanto, decimos que su intuición no le ha revelado a él ningún hecho. Es inútil
que él diga ha aprehendido unos hechos pero es incapaz de expresarlos. Porque
nosotros sabemos que si él realmente hubiese adquirido alguna información,
también sería capaz de expresarla. Sería capaz de indicar de una manera u otra cómo
el carácter genuino de su descubrimiento puede ser empíricamente determinado. El
hecho de que sea incapaz de revelar lo que ‘conoce’, o que el mismo pueda
incluso diseñar algún tipo de test empírico que valide su ‘conocimiento’,
muestra que su estado de intuición mística no es un genuino estado cognitivo.
Así, al describir su visión, el místico no nos suministra ninguna información
sobre el mundo externo; él simplemente nos suministra información indirecta
acerca de la condición de su propia mente[7].
(For his part, the mystic may
protest that his intuition does reveal truths to him, even though he cannot
explain to others what these truths are; and that we who do not possess this
faculty of intuition can have no ground for denying that it is a cognitive
faculty. But the mystic, so far from producing propositions which are
empirically verified, is unable to produce any intelligible propositions at
all. And therefore we say that his intuition has not revealed to him any facts.
It is no use his saying that he has apprehended facts but is unable to express
them. For we know that if he really had acquired any information, he would be
able to express it. He would be able to indicate in some way or other how the
genuineness of his discovery might be empirically determined. The fact that he
cannot reveal what he ‘knows,’ or even himself devise an empirical test to
validate his ‘knowledge,’ shows that his state of mystical intuition is not a
genuinely cognitive state. So that in describing his vision the mystic does not
give us any information about the external world; he merely gives us indirect
information about the condition of his own mind.)
Con estas consideraciones nos deshacemos del argumento a partir de la
experiencia religiosa, que algunos filósofos todavía consideran como un
argumento válido a favor de la existencia de Dios. Ellos dicen que es lógicamente posible que alguien tenga un
conocimiento directo de Dios, así como se tiene un conocimiento directo de un
contenido sensorial, y que no hay ninguna razón por la cual no deberíamos estar
dispuestos a creer a esa persona cuando dice que ve una mancha amarilla y, en
cambio, nos reusamos a creerle cuando dice que ve a Dios. La respuesta a esto
es que si la persona que afirma que ve a Dios meramente afirma que ella está experimentando
un tipo particular de contenido sensorial, entonces nosotros, en una primera
instancia, no negamos que dicha afirmación pueda ser verdad. Pero, normalmente,
la persona que afirma estar viendo a Dios no dice que está experimentando una
emoción religiosa, sino también que existe un ser trascendente que es objeto de
su emoción; del mismo modo que una persona al afirmar que ve una mancha
amarilla, normalmente no quiere decir solamente que su campo de sentido visual
contiene un contenido sensorial amarillo, sino también que existe un objeto
amarillo al cual dicho contenido sensorial pertenece. Y no es irracional estar
dispuesto a creer a una persona cuando afirma la existencia de un objeto
amarillo, y reusarse creerle cuando afirma la existencia de un dios
trascendente. Pues mientras la sentencia ‘aquí existe una cosa material de
color amarillo’ expresa una proposición sintética genuina[8],
que puede ser empíricamente verificada, la sentencia ‘existe un dios
trascendente’ carece, como ya vimos, literalmente de significado.
(These considerations dispose of the
argument from religious experience, which many philosophers still regard as a
valid argument in favour of the existence of a god. They say that it is
logically possible for men to be immediately acquainted with God, as they are
immediately acquainted with a sense-content, and that there is no reason why
one should be prepared to believe a man when he says that he is seeing a yellow
patch, and refuse to believe him when he says that he is seeing God. The answer
to this is that if the man who asserts that he is seeing God is merely
asserting that he is experiencing a peculiar kind of sense-content, then we do
not for a moment deny that his assertion may be true. But, ordinarily, the man
who says that he is seeing God is saying not merely that he is experiencing a
religious emotion, but also that there exists a transcendent being who is the
object of this emotion; just as the man who says that he sees a yellow patch is
ordinarily saying not merely that his visual sense-field contains a yellow
sense-content, but also that there exists a yellow object to which the
sense-content belongs. And it is not irrational to be prepared to believe a man
when he asserts the existence of a yellow object, and to refuse to believe him
when he asserts the existence of a transcendent god. For whereas the sentence
‘There exists here a yellow-coloured material thing’ expresses a genuine
synthetic proposition which could be empirically verified, the sentence ‘There
exists a transcendent god’ has, as we have seen, no literal significance.)
Concluimos, por lo tanto, que el argumento a partir de la experiencia
religiosa es totalmente falaz. El hecho de que la gente tenga experiencias
religiosas es interesante desde el punto de vista psicológico, pero en ningún
caso implica que exista tal cosa como el conocimiento religioso, como tampoco
el tener experiencias morales implica tal cosa como un conocimiento moral. El
teísta, como el moralista, puede creer que sus experiencias son experiencias
cognitivas, pero, a menos que formule su ‘conocimiento’ en proposiciones
empíricamente verificables, podemos estar seguros de que se está engañando a sí
mismo. De allí se sigue que aquellos filósofos que llenan sus libros con
aserciones de que ellos intuitivamente ‘conocen’ esta o aquella ‘verdad’ moral
o religiosa, están meramente suministrando material para el psicoanalista. Pues
ningún acto de intuición puede decirse que revele una verdad sobre cualquier
cuestión de hecho a menos que vaya en proposiciones verificables. Y todas estas
proposiciones han de ser incorporadas en el sistema de proposiciones empíricas
que constituye la ciencia.[9]
(We conclude, therefore, that the
argument from religious experience is altogether fallacious. The fact that
people have religious experiences is interesting from the psychological point
of view, but it does not in any way imply that there is such a thing as
religious knowledge, any more than our having moral experiences implies that
there is such a thing as moral knowledge. The theist, like the moralist, may
believe that his experiences are cognitive experiences, but, unless he can
formulate his ‘knowledge’ in propositions that are empirically verifiable, we
may be sure that he is deceiving himself. It follows that those philosophers who
fill their books with assertions that they intuitively ‘know’ this or that
moral or religious ‘truth’ are merely providing material for the psychoanalyst.
For no act of intuition can be said to reveal a truth about any matter of fact
unless it issues in verifiable propositions. And all such propositions are to
be incorporated in the system of empirical propositions which constitutes
science.)
[1] A.J.
Ayer in Davies B (editor) — Philosophy of Religion: a guide and anthology
(OUP, 2000) pp. 143-146, Philosophy
of Religion — a guide and anthology, A J Ayer, Dover Publications Inc.
[2] La afirmación de la existencia de Dios
puede hacerse por medio de la experiencia de la fe y de la experiencia mística
o bien mediante la utilización de argumentos. Estos argumentos pueden ser, a su
vez, de dos clases: a priori o a posteriori. El argumento a priori es el
conocido argumento ontológico. Mientras que los argumentos a posteriori son: el
argumento cosmológico y el argumento físico-teleológico o del diseño inteligente.
Generalmente se sostiene que aquellos que afirman la existencia de Dios tienen
el onus probandi o carga de la
prueba, es decir, son ellos los que tienen que demostrar o probar efectivamente
que Dios existe. Pero ninguna de las pruebas analizadas son concluyentes y
tienen defectos o insuficiencias. A esto cabe añadir, sin embargo, que la falta
de pruebas definitivas de la existencia de Dios no es una prueba definitiva de
su no existencia, es decir, la ausencia de prueba no es prueba de ausencia
[3] Es decir, que se puede probar que no se puede probar la existencia de Dios.
El término probable debe entenderse, en nuestra opinión, como algo que se puede
probar, no en el sentido de la probabilidad matemática.
[5] O, lo que es lo mismo, carece literalmente de significado. Como el mayor
representante de la corriente del positivismo lógico en Inglaterra y heredero
de la tradición empirista, Ayer considera que todo aquello que no puede ser
demostrado mediante métodos formales o verificado mediante métodos empíricos cae fuera de los límites de cualquier lenguaje
significativo. Su posición frente a la metafísica se hizo un poco más flexible con el pasar del
tiempo. Para conocer la evolución de sus ideas puede consultarse A. Phillips
Griffiths: A. J. Ayer: Memorial Essays,
Cambridge University Press, Cambridge, 1991.
[6] Por otro lado, puede ocurrir que aquellos que
niegan la existencia de Dios, es decir, los ateos, tengan pruebas de la no
existencia de Dios. A diferencia del agnóstico que ni afirma ni niega la
existencia de Dios, el ateo afirma explícitamente la no existencia de Dios.
Aunque puede parecer extraño en primera instancia la demostración de la no
existencia de algo, de un hecho negativo, como se le conoce, hay argumentos en
ese sentido. De hecho hay tres líneas argumentativas posibles: aquella que
afirma que la existencia de Dios es imposible o que la existencia de Dios
implica atributos que son incompatibles entre sí. La segunda línea de
argumentación es aquella que afirma la incompatibilidad de determinadas
evidencias o ausencia de ellas con la existencia de Dios. En esa categoría se
encuentran el argumento a partir de la existencia del mal y el argumento de la
ausencia o silencio de Dios. La última línea sería un corolario de que la
ausencia de prueba no es prueba de ausencia, vale decir, que en ausencia de
pruebas o de evidencia de la existencia de Dios, lo más razonable es afirmar su
no existencia que lo contrario. Lo interesante de la posición de Ayer es que
despacha a teístas, ateístas y agnósticos por igual, puesto que su lenguaje
carece simplemente de significado, al menos cognitivo, como veremos más
adelante. Esta es también su debilidad, pues descarta como sinsentido toda
forma de discusión sobre el tema. La
posición de Ayer se conoce así como ignosticismo.
[7] De esta manera Ayer desmonta toda forma de teísmo e invalida también la
experiencia mística como medio de prueba de la existencia de Dios al despojarla
de todo valor cognitivo. Siguiendo la tradición de su maestro Hume, tanto a la
experiencia religiosa como a la moral le asigna un papel puramente emotivo o
sentimental, y en el caso de la primera no precisamente en los términos más
halagadores, como veremos más adelante. Comparte con Hume que las personas con
temperamentos religiosos suelen sufrir de melancolía, suelen ser personas de
dudoso equilibrio mental.
[8] De acuerdo con uno de los dogmas del empirismo, pace Quine, las proposiciones de un lenguaje significativo son o
bien analíticas, como las de la lógica y
la matemática, meras tautologías diría Wittgenstein, o bien son sintéticas y se
refieren a cuestiones de hecho. Todo lo que no encaja dentro de este esquema es
considerado como pseudoproposiciones. Dentro de esa categoría entran las
proposiciones de “existe dios” o “no existe dios”.
[9] La ironía del caso, es que el propio Ayer
tuvo, un año antes de morir, una experiencia cercana a la muerte, su corazón se
detuvo durante cuatro minutos y debió ser resucitado. Él dijo que se atragantó
con un pedazo de salmón ahumado que una amiga le había ofrecido en la clínica
en que había sido hospitalizado por una neumonía. Otros dicen que se atraganto
con un pendiente de una amante con la cual se iba a fugar al Sur de Francia,
pues tal parece que Freddie –como le decían los allegados- era muy popular
entre las mujeres hasta bien avanzado en años, así como su admirado Russell. Lo
cierto del caso es que esa experiencia produjo un importante cambio en él, se
tornó más amable y solidario con la gente, incluso se hizo íntimo de su antiguo
adversario: el padre Copleston, según relató posteriormente su viuda. Obviamente, como representante del más sobrio
ateísmo o, mejor, ignosticismo, él jamás pudo reconocer públicamente que había
cambiado de opinión sobre Dios y la inmortalidad, no podía defraudar a sus
seguidores, aunque parece haberle dicho
al médico que lo atendió en esa oportunidad que se había topado con un ser
divino y que debía revisar sus opiniones anteriores. Seguramente quiso reservar
para sí esa experiencia y, en este caso, ahorrarse el psicoanalista. Sobre este
incidente y sobre el artículo que escribió Ayer a raíz de este incidente puede
consultarse www.variousenthusiasms.wordpress.com/2009/04/28/did-atheist-philosopher-see-god-when-he-died-by-william-cash
y www.commonsenseatheism.com/wp-content/uploads/2009/11/Ayer-What-I-Saw-When-I-Was-Dead.pdf
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