Para una filosofía crítica
de la comunicación
David De los Reyes
David De los Reyes
Del
método
McLuhan
ha sido uno de esos autores que siempre resultarán incómodos dentro de los
predios académicos. Resulta incómodo, digo, por ser un cuestionador de la
enseñanza académica en tanto conocimiento vigente/no-vigente para el mundo que
se ha ido conformando dentro de los límites impuestos por la organización
externa de los medios de comunicación. Nada más leer cuál es su método de
trabajo desconcierta a cualquier metodólogo de las llamadas (eufemísticamente,
a mi entender) ciencias humanas. Su
manifiesto-programa nos ofrece su actitud ante los mass-media:
“Ofrezco mis riesgos como alimento para
los cerdos”.
“Soy un investigador. Lanzo mi sonda.
No tengo puntos de vista perjudiciales.
No me atengo a una postura única. Cada uno, en nuestra cultura, permanece en la
misma posición, lo cual se considera un buen acierto. Pero apenas comienza a
caminar a lo largo y a lo ancho y comienza a superar los límites fijados, es un
delincuente, hay que encerrarlo”.
“El explorador es un ser absolutamente
ilógico. Nunca conoce el momento en que está a punto de hacer cualquier
descubrimiento extraordinario. Y la lógica
es un término privado de significado si se le aplica al explorador. Si
hubiera querido ser lógico consigo mismo hubiera optado por quedarse en casa.”
“Jacques Ellul nos asegura que la propaganda comienza cuando termina el diálogo. Yo dialogo con los medios, me
lanzo a la aventura en la exploración. “
“Yo no explico nada”.
“Exploro”[1].
En
cierta forma es el método que he seguido durante un buen tiempo y algunos
resultados he obtenido. Realmente más
que explicar me interesa explorar. La aventura de las ideas, de entrelazar la
filosofía con los medios de comunicación ha sido un viaje que me ha dado
incomodidades pero también satisfacciones y sobre todo ocupar mi tiempo
en algo que me gustase intelectual y emocionalmente y no me hiciera permanecer en la indiferencia o en la
inercia del quehacer académico sin más.
Preguntas sin
respuestas
En estos
últimos meses, a raíz de mis relaciones
con los investigadores de medios y por
mi fidelidad a mi itinerario de ruta, me
he formulado una nueva serie de
preguntas sobre los posibles significados de una reflexión filosófica acerca de la
comunicación y sus temas de investigación, también qué metodologías disciplinarias,
interdisciplinarias y transdisciplinarias[2] aplicar dentro del entorno mediático actual.
Es por ello que en tiempos de una acentuada performatividad generalizada
(Lyotard), Sartori (2003:37), ha dicho, en sentido figurativo, que los medios
aún son animales no entendidos,
no comprendidos, es decir, poco domesticados, según su gusto.
Personalmente, antes de intentar cazar al animal de Sartori, la
propuesta nos despertó, como dije
antes, varias cuestiones recurrentes, a
saber algunas: ¿qué aspectos debemos atender y por qué atenderlos como
interesados en la comprensión del fenómeno mediático? ¿es verdad que hemos
pasado de un hombre idea-céntrico a uno imagen-céntrico? ¿o
necesitamos adentrarnos desde la filosofía y la estética en la libertad de
expresión, la libertad de información o hasta en los alcances de una libertad
de comunicación? ¿ahondar sobre una media-ética y sus aristas prolongadas ora,
a los grupos mediáticos multinacionales o estados tiránicos nacionales ora,
a la precariedad de los
empleados/periodístas insertados en las
redes del negocio comunicacional? ¿trabajar en función de un debe o un querer
mediático autoritario o informativo diverso en sus opiniones y eventos
noticiosos? O, ¿repetirse con el estudio del empobrecimiento de la
política en el demos a partir del
fenómeno de la teledemocrácia y sus
políticos mediáticos que muchos insistentemente confirman el principio de aquel
autor inglés, Somerset Maughan: sólo los mediocres están siempre en su mejor
momento? ¿o cómo seguir a la
emergente y dilatada animalesca cultura mediática que inunda todos los
aspectos de nuestra finita vida? ¿ahondar en la industria cultural y participar
como un invitado al festín de los cultos sociales postmodernos? ¿o mirar hacia
la socialidad discursiva e
iconográfica?, replantearse, una vez más, ¿cuál es la labor social de los medios en un sociedad tiránica,
dividida como la nuestra, gracias a la
dupla medios y gobierno? ¿divertir, dignificar, informar y formar o
manipular, adoctrinar y desinformar a partir de ese ¿animal? mediático?
¿interesarse por la tipología y mentalidad, sensibilidad y moralidad de los
receptores de la dieta diaria de medios? ¿preguntarse por la direccionalidad de
los signos y su selección por las ¿animalescas? empresas públicas o
privadas de los medios? o ¿somos, nosotros los investigadores, relatores de
medios, una especie de revival de monjes zen contemplativos –pero laicos- del
nuevo cerco electrónico o unos hackers del discurso, destructivos del buen sentido mediático común del
mercantilismo global ideológico simbólico y de ficción? ¿Se requiere de una
filosofía de la comunicación –¿una ideología más?- y si es así, hacia dónde
debería dirigir su instrumento reflexivo crítico? ¿Se requiere ser críticos en una sociedad que sólo desea
epidérmicamente pasarla bien,
pasar su tiempo arengando contra el otro
pero sin poder arreglar algún mínimo aspecto humano dentro de su cercana
intimidad? ¿Críticos en un mundo de
sensibilidades metálicas, de trampas y fraudes, de los placeres inmediatos, del
capricho egótico en cuerpos de perfil anoréxico u obesos, donde el vacío nutre –o mata- sin
orientar su existencia abúlica? También podemos preguntarnos otras cosas más
serias... como ¿cuáles son los parámetros epistemológicos y conceptuales para
adentrarse en la selva del performance
de los medios? ¿Se requiere desarrollar una estética más pegajosa y seductora,
convencer/penetrar por el soma,
al cuerpo sensible, de las bondades del sistema, del gobierno, del mercado
neoliberal –¡que tanto nos cuidan!- y enceguecernos a la violencia perenne de nuestras sociedades dirigidas a instalar el miedo y la pobreza, el hambre y
la enfermedad inducidas, la guerra social de baja intensidad y la exclusión sistemática, la muerte de la
opinión pública e individual y la compra de conciencias gracias a las dádivas
del populismo con rostro cívico-militar, entre otras? ¿O vislumbrar que el
espíritu santo romano, o unas nuevas laxas tablas de Moisés judaicas, o el
nuevo Kalam fundamentalista islámico están en los medios
para nuestra salvación y no nos hemos percatado hasta el momento? ... Son
interrogaciones que nos despiertan
al gusano de la conciencia o el dubitativo genio maligno cartesiano
personal para ahondar por los derroteros de nuestro pálido pensamiento sin
retorno ante el animal mediático. Todas estas interrogantes pudieran dar
un inicio para hablar o polemizar sobre lo que vemos, escuchamos, sentimos, hablamos y repetimos
gracias a nuestra dosis diaria de vitaminas y anfetaminas mediáticas: entre
medios te mires.
Sin embargo la
filosofía siempre ha sido una disciplina de la comunicación. En sus orígenes
griegos se prestó gran atención al logos, es decir, a la palabra o razón;
en el ejercicio del logos es que encontramos
realmente su origen. El estudio de la comunicación humana y sus modos eficaces por medio del habla, el
diálogo, la oratoria, etc. la podemos encontrar desde la Antigüedad misma. En el discurso filosófico de los Presocráticos vemos toda una serie de planteamiento prácticos y
teóricos sobre el tema. De igual forma en
la disciplina pedagógica de los sofistas
y su arte de la Retórica , es decir, del convencimiento y la
argumentación por medio de la acción de la
palabra hablada; arte al que Aristóteles
tuvo siempre en estima y a la cual le dedica
una obra a su estudio dentro de su corpus filosófico, por referirnos a
una de las tantas que el estagirita escribió con relación al logos.
Pero nuestro tema
sugerente en curso y alrededor de esta reflexión
tiene como finalidad hacer una especie
de balance y perspectiva de lo que ha
sido o pueda ser una parte de la Filosofía dentro del
curso del presente siglo y sus variables temporales. Es por ello que consideramos importante hacer reiterada constancia de la
pertinencia del tema de la comunicación en todos los aspectos que ella
involucra en este momento de cambio de rumbo en este umbral de la humanidad,
siendo él uno de los temas y objetos de estudio e invención tecnológica más
amplios y fascinantes, más contradictorios y desigualadores, uno de los
más discutidos y polémicos (del
griego "polemos”, de guerra,
enfrentamiento, pero en nuestro caso en el sentido argumental y reflexivo,
claro está) que viene a ocupar buena parte de la filosofía de nuestro siglo.
El concepto de
comunicación procede de latín communicatio, que refiere a su vez a la
palabra communico, la cual significa tener o poner algo en común. Por otra parte
notamos que se le ha adjudicado la calidad de establecer y construir una
relación, en el sentido de estar conectados, implicados dos
agentes poseedores de mutuo
interés por y con algo. Este sería su significado clásico. Hoy el término implica una serie de variables donde las
nuevas tecnologías amarran a la comunicación en su seno y le dan su
particular y paradójicamente global telos.
Sin embargo
tenemos la ambigüedad de relacionar la comunicación con información. Ambas van
juntas en la mesa mediática de nuestra
cotidianidad, cosa que no es realmente la más de las veces como veremos. El
término informar despliega un doble
sentido. El primero nos remite a su etimología informare (que data de 1190 n.e.) y que significa dar una forma, confeccionar, ordenar,
delinear; dar un significado. El otro sentido de la palabra, que es más tardío
(1450 de n.e.), significa poner en conocimiento
a alguien acerca de alguna cosa.
De ahí que se conjugue siempre la
información como algo que está relacionado con un evento. En efecto, el sentido
convencional de la comunicación está
relacionado con reportar o informar de algún evento, es decir, de todo
aquello que perturba, modifica o altera la realidad desde algún ángulo de
la existencia. Este doble aspecto de la
información, el de poner algo en forma
y, por otro deducido de este anterior, el de organizar la multiplicidad de la realidad es, al mismo
tiempo, un relato que viene a perturbar
y a presentar un orden. Pero bien sabemos que en nuestra civilización de
la globalidad informática puede haber
comunicación sin información simbólica como información sin comunicar en el
sentido humano de los términos. De ahí que haya autores (tan discutidos hoy por
sus acercamientos a los neototalitarismos tropicales bolivarianos), que han colocado a la comunicación mediática,
teñida de espectacularidad y cazadora de audiencias, en el banquillo de las
sospechas (caso Ramonet, 1998), para terminar en sociedades donde el culto a la
ignorancia y la manipulación legal y pública está en el orden único del día.
Pero la comunicación
humana, desde el pasado siglo, ha estado siempre atada a algún medio
técnico. La tecnología ha sido el hilo transmisor de la comunicación. Nos
encontramos prácticamente rodeados de artilugios electrotécnicos surgidos del
conglomerado técnico norteamericano/japonés/chino en expansión a velocidad luz.
Son las llamadas nuevas tecnologías punta las que nos abrieron un nuevo espacio
virtual. ¿Dominación o nuevas formas alternas de la democracia? Está por verse
pero lo que vemos ya nos deja en la
incertidumbre. Pero si ellas tienen el
aspecto humano lingüístico e
iconográfico no se puede dejar de
atender a toda la novedad y efectos del fenómeno global de los mensajes transmitidos a través de los medios de comunicación y los cambios
culturales generados y su valorización en el imaginario social e individual.
Por una
filosofía crítica de la comunicación
Los estudiosos
que han desarrollado una filosofía y sociología crítica de la comunicación han venido aportando todo un rico discurso
donde encontramos trabajos significativos (y nuestro país no se ha quedado
atrás respecto a ello: ahí están los trabajos de Pasquali, Nuño, Silva, Mayz
Ballenilla, Desiato, Aguirre, Bisbal,
etc) a la reflexión teórica y empírica
sobre los distintos aspectos que le son afines a un campo de estudio
interdisciplinario. Primeramente podemos hablar que la comunicación es
específicamente una reflexión inter y
transdisciplinaria y por ello tiende a
una conjunción y confrontación de
saberes donde bien podemos encontrar distintos aspectos cognoscitivos surgidos de
campos tan disímiles pero que se complementan y convergen en el vértice del fenómeno de la comunicación. Estos
saberes o ciencias, aparte de la misma filosofía y la sociología, son la política, la historia,
la cibernética, la biología, la ecología, la lingüística, la
antropología, la psicolíngüística, la geografía. Cada una ha desarrollado en torno a sus objetos de estudios aspectos donde la
categoría de la comunicación tiene una significación en tanto lógica de la
relación[3].
Respecto a
ello podemos distinguir diferentes espacios donde el tejido multipolar de la
comunicación se ha vuelto un aspecto primordial en tanto campo y objeto de
estudio. De esta manera podemos hablar de una topología discursiva a tres niveles de desarrollo epistemológico y científico en torno a la
comunicación y una búsqueda de conocimiento sistémico respecto a los problemas
y fenómenos de estudio que ha generado.
Igualmente
debemos señalar que la dimensión
ineluctable antropológica de la comunicación impide todo reduccionismo
disciplinario. Gracias a ésto podemos dramáticamente observar que el hombre
construye, y no sólo simbólicamente, su relación con el mundo, su comunicación con el mundo. Nuestra geografía planetaria es
un conjunto vivo en tanto entidad; no podemos hablar de lo orgánico y lo
inorgánico separadamente. En su conjunto es una red de intercambios energéticos
comunicativos constitutivos, portadora de una lógica de relaciones entre una
amplia variedad de elementos disímiles –aparentemente- que lo conforman:
Gregory Bateson (1974) nos habló de patrones
de vida; se preguntaba “¿qué patrón conecta al cangrejo con la langosta, la
orquídea con la primavera, y ésta conmigo? ¿Y cuál a mí contigo?”. Los patrones
de vida son, igualmente, patrones de comunicación.
Esta topología del discurso cognitivo
interdisciplinario sobre la comunicación, como dije antes, la podemos referir a tres espacios distintivos:
a.- Un primer
campo donde nos encontramos con los
avances de la neurociencia, la biología, la ecología y la ciencia cognitiva y
sistémica, donde se tocan aspectos de la percepción, relación entre organismos
vivos y redes de especies, cambios
energéticos, o la idea acerca de la mente
en los seres vivos, la autopoiesis
de los mismos en su intercambio de
respuestas con el hábitat, etc.
b.- Un segundo
campo que iniciaría su ascenso en la segunda mitad de nuestro siglo con las concepciones de la cibernética y su uso
en estrategias militares, la construcción de una ciencia de la información y
sus aplicaciones; donde se dan cita la
física y la ingeniería, la lógica matemática y la filosofía junto a los
tecnólogos. Su centro de atención se
nutre del problema de la comunicación entre el hombre y las máquinas, aspecto
éste que también se le ha dado la categoría de “inteligencia artificial”. La
explosión de la tecnología hará cambiar
el estatus de la comunicación tradicional y natural
del habla humana. Esta dimensión técnica ha suplantado la dimensión humana y social de la
comunicación. Ello ha dado pie al desarrollo del siguiente campo de
confrontación cultural.
c.- El tercer
campo se
remite a los procesos sociales y
políticos de los cambios operados por la evolución de la comunicación tanto en
sus aspectos individuales como
colectivos y al impacto generado
por las tecnologías de la
comunicación y sus aspectos normativos y
funcionales implícitos. De donde sabemos
que cada sociedad tiene el tipo de comunicación que engendra su
organización política y sus niveles de complejidad. Definir un modelo de sociedad es también definir un modelo de comunicación pertinente a esa
organización. Una se constituye junto con la otra en permanente reciprocidad.
Con lo
anterior podemos decir que la
comunicación si bien tiene aspectos
teóricos, éticos, técnicos y científicos muy precisos, tiene también relieves más azarosos. Esto se debe a que
integra la acción comunicativa del
hombre y la arroja dentro de intereses
fundamentales y particulares tanto en lo
político como en lo cultural,
conjugando de manera inevitable las dimensiones semióticas,
topológicas, axiológicas y energéticas implícitas en ella, conduciéndonos a una
doble condición normativa y funcional. Todo ello devela el rostro de la
sociedad política y económica donde se sustenta y se mantiene no sólo un perfil antropológico, sino también unas relaciones de opción de
ecología humana. Al definir el tipo de sociedad
donde queremos vivir tenemos que dictaminar directamente el orden comunicacional
que la sustentará en sus conjuntos. Las sociedades democráticas de masas
no se podrían entender sin el
desarrollo, por ejemplo, de la televisión, que ha dado pauta al surgimiento de
la audiencia mediática en estos últimos cincuenta años, que Wolton[4]
ha llamado la sociedad del gran público
o también la sociedad individualista de
masas.
Del proceso
comunicativo en tanto lógica de la
relación o redes de redes
Podemos hablar de
un ensanchamiento de la neurociencia, de
las ciencias cognitivas y de la biología, en donde se ha moldeado el nuevo paradigma surgido de las
distintas investigaciones en torno a la
especificidad científica de los sistemas vivos, en el que la comprensión del llamado lenguaje de las
relaciones, de los patrones de vida, presentes
en todo organismo biológico y su
interacción cognitiva con el medio, ha dado aportes importantes y
significativos a la nueva construcción de la mirada y de la relación
interactiva y compleja del hombre con el entorno. Concepción que ha roto con
la división cartesiana de mente-cuerpo,
con la lógica lineal y ha contrastado estos aspectos con la precisión del concepto
de mente
localizado no únicamente como pensamiento, alma o en el cerebro, sino como un proceso de continuidad e
intercambio energético y de conocimiento
de los sistemas vivos con el hábitat y
sus estrategias de supervivencia con ese entorno.
La concepción de
comprender a los fenómenos en tanto componentes interconectados e
interdependientes a una red es algo que
ha sido tomado como imagen organizativa
que da sentido topológico a la estructura
global de las nuevas tecnologías de la comunicación (De Rosnay. 1995). De esta manera podemos visualizar la forma arquitectónica espacial a la que
tenderán nuestras actuales sociedades verticales donde
las comunicaciones interplanetarias
de lo numérico y de los bytes las alcancen estructuralmente.
El hecho es que
una red rompe con el orden de la jerarquía vertical, de la lógica lineal,
teniendo la capacidad de ir en diversas direcciones; las componen relaciones no-lineales. Un
mensaje puede viajar a través de un
campo cíclico y puede convertirse en un bucle
de retroalimentación. Las redes de comunicación que generan estos bucles
son capaces de regularse a sí mismas. Una comunidad organizada así podrá llegar
a aprender de sus propios errores, pues la consecuencia de un error se
extenderá a toda la red por medio de los
bucles de retroalimentación; un error es una condición de aprendizaje no de
obstrucción, de imposibilidad o estatización. En el error está una información
vital para la comunidad. Con este aprendizaje se autorregula a sí misma y
tendrá capacidad de auto-organizarse, llegando a desarrollar un patrón de vida, modos y grados de una
inteligencia colectiva compartida. Ello genera también estructuras de múltiples
niveles en seres vivos, donde unos
llegan a anidar en el interior de los otros y se complementan en su relación,
dando la creación de redes de redes. En estas
formas de autoorganización de los sistemas vivos encontramos una
ecología de la comunicación donde no hay un centro único sino que todos sus
integrantes son y no a la vez el centro del sistema, de donde los organismos vivos sólo mantienen sus
procesos vitales dinámicos bajo las
condiciones de no equilibrio y de la
alteración constante. Es lo que
Prigogine ha llamado estructuras disipativas[5].
El equilibrio perfecto es la muerte de la red, de la comunidad.
Entre otros
aspectos sociales de la estructura de
redes encontramos el efecto que se
genera en la constitución de la supuesta sociedad global (Luhmann), la cual nos adentra en un multiperspectivismo y
multiculturalidad que nos lleva a la
búsqueda de la suspensión del estadocentrismo decimonónico, en aceptar la pluralidad de visiones sin dejar
de lado los objetivos a conocer, sin desfallecer en alcanzar una relativa
–falseable- objetividad crítica y políticamente activa. Lo que hoy se produzca
en tanto noticia o información, en cualquier localidad, no puede ser leído e interpretado desligado
de la agenda mediática del resto del mundo; son
segmentos sociales de redes interconectadas por los crecientes flujos
del poder de la información. La sociedad de interacción global más que
presentarse en un contexto
técnico-abstracto es, aunque no se
quiera ver así, un todo sinergético
organizador en el cual cada uno tiene su parte y su esquina.
El canto
exaltado de la comunicación autista
Antes hemos
hablado del aporte significativo de los medios para la consolidación de la
democracia de masas dentro del mundo occidental, a través de la construcción virtual de los espacios
públicos, en donde el gran público ha podido informarse y opinar, obtener un
juicio crítico y conocer los asuntos más
diversos de la actualidad global. Pero
encontramos que la comunicación puede arrastrar peligros mayores al convertir
sus efectos en plagas informativas y virus destructores de la autonomía del
individuo y del intercambio
democrático generado a partir de los patrones comunicacionales de
opinión. Igualmente está en juego
nuestra capacidad psíquica por la dosis de información y la colateral
incapacidad de asimilación y de
selección de la misma, lo cual nos obliga necesariamente a desarrollar
unas estratégicas críticas del uso de la información. De ahí el peligro que
genera la apología de una comunicación sin contenido, donde deviene ella misma
su propia finalidad, y se cierra dentro
de la intolerancia, la xenofobia, la exclusión y lo ideológico banal,
excluyendo todo bucle de retroalimentación comunitario e impidiendo a las
sociedades humanas crecer como sistemas abiertos y correctores de sus propios
errores. Fuerzas políticas que entrañan el deseo de exclusión, repliegue y
purificación, intolerancia a la multiculturalidad y a la diversidad del
experimento humano como originalidad
colectiva, sea ésta minoritaria o universal. Frente a la información nos encontramos con una gran fragilidad ante las empresas y estados totalitarios de
desinformación, que les ofrecen
potencialmente toda la red de tecnologías punta que las engloba. Y como bien se sabe, los excesos de liberalismo
mediático pueden conducir a los peores excesos de populismo autoritario
(caso del gobierno venezolano de las últimas décadas es modélico). De una
anomía y laxismo de los medios conducidos por el raiting y el clamor de todo lo
que huela a audiencia podemos pasar a un autoritarismo donde los hombres pueden llegar a estar
sujetos al control de lo más constituyente y legitimador de las sociedades
democráticas, es decir, del uso
responsable y libre de la palabra, de la expresión de la opinión – así sea minoritaria -, creando un
autismo generalizado provocado por las formas de uso de las nuevas tecnologías
de la comunicación (Debray.1993; Breton. 1997) y el abandono de un proceso educativo que tenga como fin la
autonomía integrada del individuo a su colectividad y a la vigilancia de los
errores estructurales de la sociedad.
El
poder-querer-entender de la comunicación
Un aspecto importante para los
planteamientos teóricos y prácticos para una
construcción de una
filosofía crítica de la
comunicación es el campo de lo ético. En
dicho campo, en una primera aproximación,
nos pudiéramos adentrar en una
interesante diferencia entre
intersubjetividad y comunicación desde
la perspectiva ética. Se quiere llamar aquí la
atención al definir el proceso de la comunicación en términos sesgados y
únicos de entendimiento, el cuál estriba en que solo se realizaría tal vínculo
comunicante si es que el otro, mi
interlocutor, puede llegar a entender lo que digo. Ante esta condición propia
de una comunidad discursiva
(Habermas), debemos agregar una condición volitiva, pues no se trata
sólo de entender el sentido de la información sino el poder querer comprender,
presente en toda acción que emprende el entendimiento. Visto así el exigir
solamente la interacción o la intersubjetividad (el compartir un mundo común, en términos de
Husserl o el hablar un lenguaje inevitablemente público, en la de Wittgenstein) es del todo insuficiente. La exigencia intersubjetiva promueve ciertas
carencias que despiertan sospechas al carecer del acto, de la voluntad, del
poder querer entender requerido en las partes implicadas en la comunicación y
que conforman así el previo acuerdo ético para establecer un vínculo de
reciprocidad aceptada. Hay necesidad de una recreación de la información y de
la fuerza volitiva de lo que el otro dice, por parte de quien escucha; toda
información no es recibida de manera inerte por el receptor pues para que sea
efectiva hay que procesarla de manera inteligente y ello exige un grado de
capacidad, voluntad y aceptación; aún corriendo
el peligro que esa maravillosa capacidad recreativa puede llevar a dramáticos
equívocos y desencuentros.
El plano donde comienza a
distorsionarse la comunicación está más centrado dentro del plano volitivo, en
ese impulso de la voluntad, más que en el del entendimiento; se requiere, ante
cualquier comunicación una postura ética de querer
entender al otro, lo que nos lleva a definirnos en tanto receptores; los cuales, si se quiere establecer una
comunicación eficiente, no deben ser individuos de mala voluntad o imbéciles.
Lo anterior nos lleva a concentrarnos
éticamente en el plano moral del individuo al
inducirlo a que mantenga esa condición volitiva abierta para la
propuesta entendible dentro de toda comunicación con el otro.
La mala fe en la comunicación se da
cuando no se quiere establecer ese vínculo por un ejercicio unilateral de poder
o de un no querer entender preestablecido, aunque se trate de persuadir por
distintas vías a nuestro interlocutor de que desista de tal elección. Todo se
reduce al plano de poder-querer-entender (Cabrera, 1996:94). Lo contrario entraríamos
en el espacio de la inhabilitación moral al construirnos en un permanecer en
contra-de-los-otros y a favor de nosotros mismos, es decir, en el redil del
reducido egoísmo. Campo que nos puede llevar a una incomunicación
radical, donde se perfila al otro como enemigo, aquél que se intenta eliminar en la sociedad afirmativa en
el ejercicio unilateral del poder. Como se nos dice: el enemigo de una guerra es tan sólo la extrañeza del otro, la ajenidad
del prójimo llevada hasta sus
últimas consecuencias (idem:95s).
De esta forma nos encontramos que
para establecer una comunicación ética no sólo con entender basta; se requiere
de otro mecanismo, el volitivo, que vendría a aceptar la existencia del
otro tan válida como la nuestra, estableciéndose un soporte ético que nos llevaría a un poder-querer vinculante y no meramente
reducido a entender lo dicho. Quedándonos solo en el nivel del entendimiento
podemos hasta alcanzar una fase de intersubjetividad que puede retornar a un
ensimismamiento por parte de los interlocutores, pero no a una comunicación
cabal, equidistante y nítida. De ahí el ingrediente volitivo de aceptar y
tolerar al otro, pero en la medida en que en ambas partes esté establecido el
interés ético del poder-querer-entender como
requerimiento de comunicación afirmativa.
Individualismo y medios en una postmodernidad a
medias
Si bien se creyó por mucho tiempo en
la estandarización u homogeneidad de gustos y creencias, en una pasividad y
adormecimiento del público por el efecto de los medios, nos encontramos que los últimos estudios
comunicacionales (Wolton), han podido rescatar cierta positividad para el
proyecto ilustrado del ejercicio de la razón individual por parte de todos
nosotros; así podemos decir que se vuelve a tomar interés en las últimas
propuestas de investigación por el
receptor en tanto audiencia activa.
En ciertos niveles de formación
educativa y cultural, y en determinado
público, que puede ser una buena tajada de esa audiencia, han demostrado tener juicios propios sobre todo
lo que les presentan los medios y ello
hace que sean más cautos algunos si quieren seguir teniendo a su invitado diario ante las pantallas, las
radios o los tabloides. Pero a pesar de los grados de formación todo público
siempre reaccionará ante lo emitido y no aceptará tan pasivamente todo lo mandado por los
medios. Más que buscar confianza se busca distracción e información en los
medios de hoy.
Como ya lo advertimos antes, hay un
creciente sentido de autonomía y de
individualismo dentro de nuestras sociedades y públicos mediáticos. Lipovetsky (2003) propone que la obra de los
medios de comunicación dentro de las sociedades democráticas modernas ha contribuido al advenimiento histórico de una nueva cultura individualista. En los
medios subyace una fuerza que lleva una
formidable dinámica de individualización
de los modos de vida y comportamientos característicos de nuestra época;
todos los frentes mediáticos han
expandido las cambiantes normas de felicidad y consumo privados, de la
libertad individual, del ocio y los viajes, del goce erótico: “la plenitud
íntima y los deleites privados han pasado
a ser ideales de masas que se exaltan sin cesar”; los medios de
comunicación de masas se convierten en enterradores de tradiciones, de
enquistadas percepciones de clase, de añejas culturas populares, abriendo
fisuras a las morales rigoristas y a las ideologías políticas; lo que ha
impuesto a la mayoría aquí y ahora es vivir
según nuestro propio libre albedrío. Esto está presente en los estados
neo-tiránicos y sus políticas y leyes comunicacionales, como son el caso de países
como Venezuela, Cuba, China, Rusia, Corea del Norte, y en la mayoría de los países
tercermundistas con gobiernos autoritarios militaristas.
Los medios trabajan, según parece,
para individualizar los comportamientos, por individualizar costumbres, por
privilegiar lo individual en detrimento de lo colectivo: un individualismo
desregularizado, desincronizado, a la carta; el autor nos dice. “Amplificadores
de comparaciones, los medios se esfuerzan por liberar las mentes de la
influencia de las tradiciones y de las culturas de grupo o de clase,
contribuyen, siquiera sea de manera muy
imperfecta y desigual, a individualizar las opiniones, a multiplicar los
valores de referencia, a hacer que los
individuos pierdan la confianza en los
partidos políticos y las iglesias, a emanciparlos respecto de ideologías monolíticas”, (idem:107). Entre el
sensacionalismo de los medios avanza la astucia de la razón individualista. Una
secuela de la ilustración y el uso de la razón pero de una razón
sensualista, fronteriza (Trías,
2003), que mira tanto al ejercicio de
una egonomía de los medios de satisfacción individual y no sólo a un sacrificio gratuito y sin rédito a
nombre de una patria, religión o idea sin más garantías de proseguir la vida a
ofrecer dentro del capitalismo y hoy del socialismo tropical ficcional (Verdú,
2003).
Sin embargo, en la actualidad lo
medios se han vuelto incómodos para
determinados regímenes que aspiran a una sociedad centrada alrededor de una
actitud mágica, tribal, sin tener la
obligatoriedad de confrontar sus decisiones frente al conjunto de los
ciudadanos que los han elegido para ocupar la dirección y fines de un Estado;
gobiernos que sólo huelen a fracaso encorbatado y chantalizado. Y el hecho está en que los medios informan al público
independientemente de la autoridad del Estado, de un partido o de una Iglesia,
o de los mismos medios,
favoreciendo globalmente al uso
acrecentado de la razón individual. Aun cuando ya no existan grandes ideologías
y posturas oposicionistas al poder de turno, sino ambiciones distintas de
acaparar, usufructuar y utilizar el poder y sus presupuestos públicos para sí y su camarilla, el espíritu crítico de la sociedad civil no
se desvanece, sino que tiende a generalizarse, extendiéndose a todas las
cuestiones de la vida, sea política, cultura, economía, arte y vida personal.
Las críticas radicales (llamasen de derecha
o de izquierdas, ¿eso existirá?), se
extinguen, las críticas y rechazos
parciales dejan de tenerse en cuenta. A largo plazo, los individuos tienen mayores posibilidades de replantearse sus
opiniones, de ejercen un libre examen,
de tomar distancia en relación con las posiciones de las cuestionadas y estériles autoridades
institucionales desde el diván occidental electrónico de su razón individual.
Tanto lo superficial como el ludismo mediático constituyen en mayor medida
instrumentos de la ilustración que su tumba,
(Lipovetsky, idem, p.108) de ahí la
nueva censura jurídica y de empresas comunicacionales en países con poder económico
de comprar completamente consorcios comunicacionales completos, haciendo un
cerco mediático a nivel nacional en todo público conectado. Lo cual plantea una
desobediencia civil comunicacional a través de las redes que aún permanecen
abiertas a expandir posturas y críticas a las manipulaciones e ideologías
dirigidas.
Vemos entonces que, por ejemplo, la
tv funciona como una comunicación sin
respuesta, sin embargo constituye una fuente de actos de habla social, genera conversaciones entre amigos y
desconocidos, miembros de familia. Se
ven los programas pero luego se habla de ellos.
Wolton ha observado que la tv.
reconstruye, en cierta forma, una forma de vínculo social en la medida que el
ver un programa da conciencia al televidente de que otros también están mirando lo mismo y estos saben que yo hago
otro tanto como ellos (ver Elogio del
Gran Público). Y es esto que hace posible la puesta emocional común que aproxima
toda comunicación y que establece
un vínculo de bien compartido más allá de nuestra individualidad. Los medios
nos dan una respuesta ecuménica a
nuestra soledad individual al comprender que no estamos viendo solos
lo que acontece, otros también compartirán nuestra opción.
Pero los medios si tienen como
finalidad el divertir, distraer, el tratar de hacer pasarla bien a sus usuarios
también tiene el rigor de informar y marcar pautas de libertad, justicia y
asistencia, en fin, de responsabilidad ciudadana ante el mundo y ante ellos
mismos. Por eso que la ética no puede separarse de este entorno pues los medios
no pueden nunca obrar solos, unilateralmente, pues el público se resentirá y
sabrá que ante el engaño, la deformación, el tráfico de la mentira y de la estética de carnicería
histórica está jugando con el grado de
aceptación de ese mismo público.
Para
finalizar podemos decir que nos
adentramos a comprender que una mirada
contemporánea a la cultura mediática es una toma impregnada de
inquietud, es un acto envolvente que despierta la observación ante el acto del
sujeto sobre un campo expandido de
virtualidad y fragmentación, de sinergia y flujo; donde
la obligación de escudriñar el tema de la ética y las libertadas públicas
e individuales existentes en todo
estudio social, induciéndonos a participar y explorar en forma activa, junto a propuestas con las que inventemos enlaces más humanos,
arriesgados, creativos y tolerantes sobre el
ya no tan nuevo umbral cultural mediático por el que transitamos.
Todo ello sin olvidar la persistente
conciencia trágica de habitar en una época
siempre próxima a una catástrofe
cultural, natural, bélica, terrorista, epidémica, social, ideológica, tiránico-mediática,
en fin, humana/inhumana, pero
paradójicamente, muchas veces no informada y sí manipulada políticamente es decir, no anunciada por el animal mediático.
Les
recuerdo unas frases sobre nuestra catástrofe individual moderna encontrada en
los escritos del rumano Cioran: La catástrofe, para el
hombre, viene por el hecho de no poder
permanecer sólo. No hay ninguna
persona que pueda permanecer sola con ella misma. Todos aquellos que
viven solos se apresuran a prender la
televisión o la radio. Creo que si un gobernante suprimiese la televisión, los
hombres se matarían entre ellos en la calle, porque el silencio los
aterroriza. En un pasado lejano, las
personas estaban mucho más en contacto con ellas mismas durante días y
meses; eso no es posible ahora. Por esto puede decirse que la catástrofe se produce, y
vivimos al borde de la catástrofe, (Cioran 1995:1784). También podemos entender
cuando refiere que la vida no es tolerante más que por
el grado de mistificación que ponemos en ella. Dos
buenas observaciones para comenzar otras reflexiones, se las debo...
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Violencia. Ed. Pensar. Bogotá.
[1] G. Gamaleri. La Galaxia McLuhan.
A.T.E. Madrid, 1981, P.49
[2] Los nuevos campos de investigación dentro de las llamadas ciencias
de la comunicación se llamaron interdisciplinarias (behavioral sciences
y Area Studies ), y los primeros
trabajos aparecieron en los ’50 y ’60.
[3] Los intelectuales franceses le han puesto un
nombre: mediología para facilitar la referencia al
campo de estudio. Debray, Regis, “Qu’est-ce que la médiologie?”
en Le Monde Diplomatique, Paris, nº
545 – año 46º, Agosto 1999-p.32. Debray advierte que la mediología no pretende
un estatus de ciencia y aún menos
de ciencia
nueva, pues no es en sí ella un descubrimiento en tanto disciplina.
Pareciera que dicha disciplina no es más que una sociología de los medias bajo
otro nombre.
[4] Wolton tiene varios textos sobre el tema. Este investigador
francés lleva más de veinte años investigando acerca de la sociedad democrática
de masas y el gran público. Para
ésto puede consultarse Penser la
communication, (1997) o Internet et
après? (1999) ambos en ed. Flammarion, Paris.
[5] Las estructuras disipativas
son propias de los sistemas abiertos en los que la disipación es una
fuente de orden, sin ella no
podrían pensarse a los seres
vivos como sistemas abiertos a intercambios energéticos y transmisión, por
ende, de información. Ver Prigogine, Ilya y Paul Glansdorff, Thermodynamic Theory of structure, stability
and fluctuation, Wiley, Nueva York, 1984 y Prigogine Ilya e Isabelle
Stengers, Order out of caos, Bantam,
N.Y. 1984, pp.284ss.
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