jueves, 1 de enero de 2015


Tengo una lengua, y no es la mía
Homenaje a Jaques Derrida a diez años de su muerte

Aníbal Rodríguez Silva



Habitar una lengua, entrar en lucha cuerpo a cuerpo con un idioma, es para Jacques Derrida habitar la casa del otro. Morar en un idioma es propiamente la experiencia de la alteridad. Con la pregunta paradójica Si, no tengo más que una lengua; ahora bien, no es la mía, da inicio a uno de los textos más reveladores del autor de la desconstrucción. Se trata de El monolingüismo del otro (1996). Escrito en forma de diálogo platónico, el autor intentará desarrollar su particular mayéutica.  La primera pregunta que nos hacemos es ¿quiénes son los sujetos del diálogo? Es decir, a quién va dirigida esta pregunta tan contradictoria, a saber, la de tener una lengua y no ser suya. ¿Cómo tener una lengua y no pertenecerle?
El oponente del diálogo no es otro que el propio Derrida. Podríamos decir el cuerpo de la memoria, la lengua como fuente y como depositaría. La lengua viva que es el propio Jacques Derrida. Ese solipsismo inagotable soy yo antes que yo, afirma el autor. ¿De qué trata, entonces, el libro? Pues de una autobiografía intelectual, más propiamente de un género muy del siglo XX, una bildunsroman. Es el proceso de formación de una escritura, la de Jacques Derrida. Esta bildunsroman, esta novela de formación, comienza con una pregunta cuyo rasgo fundamental está soportado por una contradicción performativa, a saber, que se tiene una lengua y no es suya, no le pertenece. La temática no es nueva en su obra. Se trata de una repetición: Lo que me interesa es el desplazamiento en la repetición, indica el autor argelino de lengua francesa, mejor dicho, el judío nacido en Argelia y de lengua francesa, quien confiesa que, a partir de los últimos decenios, su escritura gira y se ha desplazado a la primera persona del singular: no he dejado de acercarme a una escritura que con frecuencia se dice que es cada vez más autobiográfica. En éste sentido, podemos mencionar dos textos que superan los límites de lo académico y el canon: Circunfesión (1994) y El monolingüismo del otro (1996).
Precisamente en el cruce de estas fronteras entre la autobiografía y la escritura, se instalan los argumentos de Derrida para mostrarnos (y mostrarse) su hipótesis, la de tener una lengua y no pertenecerle. Se trata de ir mostrando-mostrándose el proceso según el cual se tiene una lengua y no le pertenece. Ésta noción de lengua se inscribe en la propia noción de desconstrucción.
La desconstrucción consiste en una estrategia de desimentación, de desmontaje de las instituciones. Y también desmontaje de lecturas, sabiendo de antemano que no existe una sola lectura y que, en lo fundamental, se trata de tener más de una lengua: la mía (que no es mía) y la del texto (que está conformada por capas de lecturas, por lenguas). Mi lengua no es mi lengua, sino, que es la lengua del otro; la lengua con la cual leo un texto no es mía. Igualmente, la lengua que leo en el texto no es la lengua de un autor, sino otras lenguas. Lo que nuestro autor pone en duda es la transparencia de la lengua, su inteligibilidad. Todo sistema lingüístico tiene como característica su opacidad en oposición a lo que los estudios tradicionales nos han enseñado: la uniformidad del sistema lingüístico, la lengua como identidad.
¿Cuál es el centro del asunto? Se trata de un programa y una política a la vez. El asunto tratado es el de problematizar nociones como ciudadano, identidad y política colonial. La estrategia de la que se sirve es la de mostrar su experiencia autobiográfica. La escritura derridiana recorre la memoria y se sitúa en los tiempos de la ocupación nazi en Francia y sus consecuencias en los territorios coloniales allende del mar. Nos dice: Yo era un buen alumno en la escuela primaria (…) el primero de la clase, lo que me permitió darme cuenta de los cambios debido a la ocupación y la llegada al poder del Mariscal Pétain. En los colegios de Argelia, a donde no habían llegado los alemanes, nos obligaban a mandarle cartas al Mariscal Pétain…
Pero ¿qué es la autobiografía para Derrida? No se trata de relatar una sucesión de hechos, de relatar, narrar una identidad previa que se va mostrando, exponiendo, develando. Se tratade ir más allá. Se está en una situación. Nos encontramos ya en situación y no lo sabemos. Para Derrida, quien cuenta, quien narra, quien recuerda, no sabe de antemano lo que va a relatar. Si lo supiera, la escritura no tendría sentido. Es la escritura misma quien narra, la que acontece. La desconstrucción es acontecimiento, una verdad irrepetible. Acontece y ya.


Para Derrida, el problema no es de identidad sino de identificación. Lo que ocurre es un proceso interminable, indefinidamente fantásticode identificación. Se trata de un volver a casa, de un regreso de un proceso de anamnesis. Lo que el monolingüismo plantea es la problematización del concepto de identidad como noción transparente. Siguiendo a su maestro Levinas, nos dirá que el yo-el cogito- proviene de una cadena semántica de hospi-hosti. Es decir, de una relación entre la hospitalidad y la hostilidad. Aquí, entonces, podemos comprender por qué tenemos una lengua y no nos pertenece. Porque haber nacido en cualquier lugar, en Argelia, ser judío y hablar perfectamente francés, es habitar la casa del otro que es nuestra propia casa.

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