de la política como arte o el arte
como política II*
David De los Reyes
Universidad de las Arte,
Guayaquil. Universidad Central de Venezuela
*
Observación: Esta es la segunda
entrega del artículo sobre Josepf Beuys. Su primera parte está en el mes de
febrero del Blog.
Democracia y Arte
Cultor
de la democracia directa dona parte de
su tiempo a la política y su aspiración en romper el monolítico sistema de una democracia de representantes sin
representación real. Estará al frente de
causas que restablezcan un aporte real y democrático para las comunidades,
donde la democracia directa vendría a jugar un papel relevante en el quehacer
cotidiano del bien común. Muestra su
aptitud desde sus posturas al comenzar a ser profesor a su regreso a Düsseldorf (Alemania Federal
para la época), con sus clases de escultura. Son doce años de experimentar un
nuevo enfrentamiento con la condición de educar para el arte, hasta que sus
ideas radicales lo llevan a ser expulsado en 1972 al colocarse del lado de los estudiantes
radicales. Sin embargo su caso es
solventado seis años más tarde al darle otra vez acogida e reiniciar sus enseñanzas
retenidas por ese tiempo. Sus encuentros
con la política datan desde atrás y es
lo que para el año de 1967 lo lleva a fundar el ya nombrado German Student Party (Partido de los Estudiantes Alemanes), cuyos
planteamientos doctrinales y políticos no se separan del campo del arte y de la
estética; con esta organización vincula la educación como proceso, una toma de
posición donde la formación debe desplegarse a lo largo de toda la vida; este
excepcional partido acogía a todo aquel que se considerase siempre en
movimiento, siempre estudiante.
Su
labor artística y política no para ahí. Realiza su portentosa obra en 1970 Coyote.
Me gusta América y a América le gusto yo, ese despliegue de crítica a la cultura
norteamericana y su capacidad de exterminio a lo salvaje, al otro, simbolizado en ese habitante primitivo animal
de ese territorio, que es el coyote, con el cual convive por tres días donde al
tercero el cuadrúpedo llega a aceptarlo y puede
abrazarlo como hermanos de vida, juntándose lo animal y lo humano.
Siendo esta obra un puente para que despierte al año siguiente otro tipo de
organización más abarcadora al conformar
lo que llamó Organización para la
democracia por referéndum, con lo que socializaba un instrumento dirigido a
la exigencia de una democracia directa independiente de lo que pueda llamarse
como capitalismo y comunismo. Ambos
sistemas cuestionables para él, que impulsan al fracaso permanente del hombre. Los tiempos
evolucionan, el descalabro de la
huella industrial, las problemáticas de la energía atómica, las guerras y el
germen destructivo del ambiente no se hace indiferente a sus ojos. En la Organización para la democracia por
referéndum no sólo incorpora la ya propuesta de una democracia directa, con
la que
la comunidad pueda exigir y realizar las necesidades para una
construcción de cierta armonía posible
entre hombre entorno sino también por integrar otras de sus preocupaciones, la
ecología y el cuido de la naturaleza (su obra 7000 Robles da cuenta de ellos). Su entusiasmo ecológico data desde
finales de los años 60 a 1979, lo lleva a proponerse como candidato verde para el Parlamento Europeo,
obteniendo un rotundo fracaso. Líder de ciertas posturas ecológicas, lo llevan
a participar en un heterogéneo movimiento ambiental alternativo. Una serie de
grupos bajo estos principios vendrán
luego a fundar un partido que los aglutine a todos. Ayuda a la fundación, (aún
establecida y en constante auge, del partido verde), la Alianza de los Verdes, que data de 1980, centrándose en principios
de ecología política y humana, con afiliación al liberalismo de izquierda, una
postura antimilitarista y pacifista, todo dentro de una economía mixta y
sustentable que proteja lo poco que queda incólume del ambiente de su país,
ampliando y apoyando políticas de recuperación
ante el avance de la agresión ambiental. Pero este interés que lo unió a
los Verdes, de alguna manera, lo separó de los Verdes, puesto que su concepción
de la política práctica era radicalmente distinta. Como partido buscan una acción política real, aceptando el juego
de las reglas políticas existentes institucionalizadas, con lo que implica
convertirse en un partido aceptado por el estatus quo. Esto estaría alejado de las ideas de Beuys. Y lo llevaron
en este aspecto tocar el fracaso como candidato político. No así sus obras, cada vez más radicales y
únicas, referidas a esta inquietud ecológica. Entre sus diseños gráficos
figuran dos carteles, uno que hizo para la fundación del Partido Verde, y otro,
más radical y luego de su decepcionante paso
como candidato, en el que pedía a los alemanes que no volvieran a votar por ningún partido y se gobernaran a
sí mismo: propuesta de un idealismo que exige la democracia directa de los individuos
y las comunidades.
Por
otra parte, sus performances o aktions,
sus dibujos, sus instalaciones, no dejaron de tener un reconocimiento social
donde se presentaban. No produjeron una revolución interior, que era a lo que
aspiraba con su premisa Arte=Vida. Pero al acercarnos a su evolución artística,
sus gestos, sus actitudes, sus palabras, sus reflexiones la misma personalidad
de Beuys... distaban mucho de las de un político convencional, incluso de un
político ecologista, que persigue subsistir en el sistema establecido como políticamente correcto por el Estado. Su obra artística le da una
mayor posibilidad de actuar políticamente que la política encorsetada del camino de la política formal instaurada.
Documenta 5 de Kassel (1972)
Cerrando
una espiral, esta noción de plasticidad es del todo concurrente con Joseph
Beuys cuando el propio artista se declara obra plástica, constitución celular y
organismo que filosofa, habla y denuncia, de la misma manera que toda
revolución social puede ser una “(re)evolución” a medida que la sociedad vaya
progresivamente dándose forma a sí misma. Beuys abre en la Documenta 5 de
Kassel (1972), la ya referida Oficina
Informativa de la Organización para la Democracia Directa mediante Plebiscito y atiende una
Conversación de 100 días (tantos como dura la exposición) con el público sobre
democracia y arte. Al enmarcarse en el espacio y el tiempo del Arte
institucional, su conversatorio no va más allá de ser otra obra de arte, en la
tradición duchampiana de apropiación de lo extra-artístico; pero en su
declaración “I am searching for field
character”, de 1973, Beuys coincide en la realización del arte proclamada
por los y las situacionistas:
“El
arte es ahora el único poder evolutivo-revolucionario [(re)evolucionario] capaz
de desmantelar los efectos represivos de un sistema social senil para construir
un organismo social como obra de arte. Esta disciplina de arte más moderna —Escultura Social / Arquitectura Social—
sólo cumplirá su objetivo cuando toda persona viviente se convierta en
creadora, escultora o arquitecta del organismo social. Sólo entonces el
Happening se cumplirá. […] Todo ser humano es un artista que —desde su estado
de libertad— aprende a determinar su posición en la obra de arte total del
orden social futuro”[1].
Discute,
reflexiona y habla con el público;
participa en sendas charlas, es entrevistado, expone sus ideas desde diversos
ángulos. Las escribe en pizarras donde desarrolla las implicaciones de las
propuestas surgidas en el diálogo espontáneo con los asistentes a ese evento.
Los temas son los que surjan al momento, no hay agenda temática. Su capacidad de conversación se muestra al no
reiterar cansancio desde buena mañana hasta el anochecer, pues para él conversar es también una forma de arte.
Distinto al parloteo banal de la conversación de los interlocutores absorbidos
por el lenguaje anclado en el deseo de consumo y trivialidad de la avalancha
informativa. Conversar, forma de arte, el arte de la conversación, es construir temas que son inherentes a la existencia y
las capacidades de encontrar respuestas más allá de lo trivial. Aquí expone su cara noción de plasticidad social, cerrando un espiral
evolutiva personal al declarar que toda vida, constitución celular orgánico,
puede ser admitida como una obra plástica, un organismo natural pero que tiene la
facultad de pensar, de filosofar, de hablar y denunciar en la misma manera
que lo llamado por revolución social puede ser vista
no como un callejón sitiado por un estado totalitario y un partido
único, sino como una (re)-evolución en
la medida que la sociedad progresivamente se va dando forma a sí misma y no por
la hegemonía cultural populista del comisariato político establecido.
Pero,
por sobre todo, en su mente transita un ritornelo y es, por evidente escasez antes y ahora,
incentivar la creatividad del ser humano. Es el anhelo persistente en Beuys y
el público siente que es expresado por una voz valiente ante lo
oscuridad del estancamiento social. En
sus propuestas, que parecieran volver a un romanticismo remozado, está el
impulso para el desarrollo de una personalidad libre, primer eslabón para
emprender el camino inspirador que plantea. Les dice con firmeza: hay que hacer gustar a los seres humanos la
experiencia de que es interesante brindarse por entero, junto a los defectos
que tengamos. El hombre no puede esperar
a que se tenga un estado ideal de conciencia. Se debe comenzar con los
medios que se dispongan ahora, con todos
sus fallos[2].
Es su propuesta (re)-evolucionaria.
En
ese diálogo público se centra en los temas de democracia y arte. Al adentrarse
en los marcos espaciales y temporales
que le ofrece el museo de Documenta
su conversatorio adquiere un sentido de ser comprendido como otra obra de arte
más, inscrito en la tradición duchampiana de la apropiación de lo
extra-artístico.
Es
un tiempo para reunir la historia reciente de Alemania con el arte, el mito y
la política. Con ello surgen muchas
paradojas. Las preguntas que parecieran estar insertas son el plantearse en
cómo sería un poder sin autoridades estatales, un poder a partir de las
comunidades. O cómo sería una educación encausada más por el sentido del arte
que sólo por la ciencia o la técnica. Otra interrogante que podemos notar es en
dónde se encuentra el poder de persuasión del artista para inspirar un cambio
tanto individual como social. ¿El artista tendrá ese mismo poder de persuadir
que la personalidad del político revestido de autoridad? ¿Dónde se encuentra la
superioridad espiritual propuesta de Beuys? El poder del estado requiere de la
persuasión, como el artista, pero su
diferencia estriba en su
permanente actitud de la persuasión del lobo que habla al cordero.
Los
temas que irán surgiendo con el
transcurso de esos días en Kassel, forman parte de sus preocupaciones
personales en torno a la democracia y del arte. La condición del ser humano, la
educación, la relación entre escuela y universidad para la creación de un ser
autónomo, la concepción de la ampliación de la idea del arte, a través de lo
que llamó el concepto ampliado de arte, y la visión personal de un cristianismo
teñido de un sentido protestante, propio de su tradición alemana, la autonomía
del individuo, etc. No puede pasar de largo los aspectos de la situación política de la guerra fría,
del capitalismo privado/consumista y el capitalismo de estado/escasez enmascarado como comunismo marxista de los
países del este. Hace presente una crítica a los partidos, habla sobre las
reivindicaciones sociales de un salario doméstico (no a la ama de casa), donde incluye también la posibilidad de ser
absorbidas las actividades tanto por el hombre como por la mujer, de las
preocupaciones del uso de la energía nuclear
que está en el tapete de los peligros de la época y la influencia del
teósofo y pedagogo Rudolf Steiner y sus propuestas de transformación humana por
medio de la educación y la constitución de una consciencia de lo suprasensible.
Intento de romper con el lado perverso
de la Ilustración que ya el romanticismo alemán había puesto en entredicho, al
comprender los abusos de una razón instrumental, estadística, utilitaria que
desembocó en un dominio el hombre generando un nuevo tipo de barbarie que
decantó en las concepciones de un capitalismo o de un comunismo que sólo busco
violentar y violar perpetuamente la naturaleza, la explotación humana en todas
sus posibilidades dentro de un modelo de estado extraccionista, destructor de
recursos naturales en nombre de una idea y realidad de progreso suicida.
Educación, sociedad y cultura
después de Auschwitz
En
sus palabras encontramos ecos de las reflexiones que ya se hacían los filósofos
Adorno y Horkheimer sobre la dirección de la cultura alemana y la sociedad
moderna en los años de la postguerra[3]. Estos encontraban en el capitalismo avanzado
el establecimiento de una industria cultural que llevaba culturalmente a una
transformación de los contenidos y, por supuesto, de las reacciones y
formaciones humanas. Para estos alemanes sostuvieron que ello significaba una
pérdida de grado de autonomía (relativa)
de la que se podía disfrutar en la época del liberalismo burgués de fin
del XIX y principio de siglo XX. A
partir de la mitad del siglo pasado la integración exigida por el sistema
capitalista le concede ningún privilegio
a la cultura burguesa como tampoco el poder estar excluido o ser indiferente al
mismo capitalismo; se nos exige estar conectados
en todo momento con ese sistema. Se trata de fijar una permanente asistencia y
control que involucra diversión y estupidez o atontamiento constitutivos de una
ideología poderosa, asentada sobre una permanente evasión y seducción que
significa supremo control psicopolítico. No menos lo notaban ellos en los
repetitivos ritmos musicales y el aguijoneo publicitario que se clavan de forma
permanente en los individuos, ya no sólo desde los medios de comunicación
masivos sino hoy a partir de los dispositivos electrónicos-digitales y sus
pantallas líquidas, convirtiendo la realidad en una imagen pulida y cuadrada virtual. Para Adorno y Horkheimer,
como para Beuys, existir en el
capitalismo es saber que se tiene que aceptar en experimentar continuamente distintos ritos de
iniciación. Rito que exige nuestra docilidad al tenernos que identificar sin
reservas con el poder aceptado que con la actual suavidad de la amabilidad digital
te controla, te dice qué, cómo y cuándo lo que debes percibir y reafirmar, a lo
que debes decir like (“me gusta”)[4].
Beuys,
como otros artistas y pensadores de ese momento, se formulan una pregunta vital
y demandante. Esta pregunta es cómo
impartir y transformar la educación en
la sociedad y la cultura en la hizo que el crimen de Auschwitz fuera posible.
Educar luego de esa catástrofe humana e histórica exige una crítica radical de
la propia práctica educativa, junto a una
reflexión teórica sobre la misma. Observa que por experiencia personal
no es posible seguir practicando como evidentes los postulados educativos orientados por aquella idea de
libertad individual del sujeto racional y emancipado que le ha venido sirviendo
de justificación en el proyecto de la modernidad. La formación de los sujetos
en el sentido que inaugura el giro subjetivo de la modernidad estaba vinculada
a la afirmación de la autonomía y la libertad de los individuos y ésta a su vez
a la formación de una sociedad que, por medio de las diferentes formas de
transformación en las relaciones sociales, económicas y políticas en pos de un
progreso fetichista, hiciese posible la realización de la autodeterminación de
los sujetos emancipados. La idea filosófica de formación (Bildung) en su
momento de esplendor pretendía formar la existencia natural conservándola, es
decir, perseguía una relación complementaria y
humanizada entre sociedad y naturaleza. Esta relación se ve frustrada
por una dominación de la naturaleza desbocada que niega la libertad y la
soberanía que pretende alcanzar frente a ella y da un vuelco en un nuevo
sometimiento al orden social naturalizado y enfrentado a los individuos que lo
producen. Sabemos que el ideal educativo
para la modernidad eurocéntrica estaba focalizada en la especialización de las
llamadas ciencias del espíritu ( hoy
las mal trechas e incómodas humanidades),
y las ciencias de la naturaleza, observando la exigencia de transmitir tanto la
cultura de una tradición humanística
(del espíritu, para la visión alemana
de la educación), como de los saberes científico-técnicos que forjaron parte de
la infraestructura del sistema de producción capitalista, junto a su progresiva
división del trabajo, su disciplina laboral, la biopolítica de los cuerpos
ajustados a las exigencias de eficiencia y obediencia, adherido a la creciente
hegemonía del aparato tecnológico y la
organización económica que, conjuntamente,
transformaron ese ideal educativo tradicional. En la era Beuys esto hace más evidente y toma
cuerpo. Hoy en los individuos no se
busca la formación de talentos diversos, distintos, no se requiere una
formación integral moral y humana, sino se busca construir el productor
eficiente, disponible para el mercado, juramentado para aceptar el dogma de los
objetivos de la economía. Y los procesos
experimenta en el sistema alemán de años 70 es que la pedagogía, junto con la intervención del Estado, se
vuelca a la optimización de los procesos de aprendizaje en función de la
relevancia para el trabajo económicamente rentable sin criterios y valores del
bien común, donde formar terminaba
siendo (como ahora, pero bajo otros adiestramientos: la exigencia del
teletrabajo digital ciber-psicológico global), sobre todo la cualificación para
ocupar un puesto en la garita del mercado-chatarra laboral.
[1] I am searching for field character, declaración de Beuys de 1973, publicada por primera
vez en Caroline Tisdall, Art into
Society, Society into Art (ICA, Londres, 1974), p .48. Puede verse el
texto íntegro en: http://greenlanternpress.wordpress.com/2009/06/07/i-am-searching-for-field-character/
[2] Bodenmann- Ritter (1972): Joseph Beuys. Cada hombre, un artista. Todas
las referencias que en el texto aluden al Documenta 5 de Kassel 1972 son
tomados de este documento.
[3] Adorno, Th. y Horheimer, M.
(1970): Dialéctica del iluminismo, Buenos Aires, Sur, p. 7
[4] Adorno y Horkheimer, 1947, 176
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