jueves, 1 de agosto de 2019


Aproximación a los conceptos de 
Naturaleza (physis) y técnica (techné) 
en Juan David García Bacca

David De los Reyes


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Anselm Kiefer,  Urd, 2005. Óleo, emulsión, 
acrílico y plomo sobre lienzo 192 x 332 x 25 cm




“Nada de oraciones, penitencias, salmos, letanías o procesiones...;
las pestes se curan con ciencia y técnica” 
J.D. García Bacca

La visión que nos da Aristóteles sobre la técnica de su tiempo es, según García Bacca, sólo historia “olfateada”. La condición natural de cada cosa es llegar a ser en cuanto fin realizado. Hay una evolución natural , es el caso del hombre, por ejemplo, que llega a tener una perfección corporal a través del desarrollo de cada una de sus edades evolutivas; pasa de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud, de la juventud a la madurez, de la madurez a la vejez y de la vejez a su punto final o el comienzo de otra condición de ser.
Respecto al desarrollo del hombre en cuanto ser racional apuntará a ser un filósofo. “Filósofo –y conste que son Platón y Aristóteles quienes hablan por la voz del autor- es el ápice, cenit y acmé del desarrollo del hombre en cuanto ser racional”. El filosofó constituye el final del hombre y su fin es convertirse en Sabio[1]. La idea de fin queda más allá que la de final; quédase en trascendente. (Elogio de la Técnica, 1968 p.16s)[2].
En relación con el hombre griego y el romano, García Bacca nos narra que fueron hombres naturalmente contentos con su alma y cuerpo, y satisfechos de todo lo natural, que es lo dado de manera inmediata, lo que está al alcance de los ojos y de las manos. Aristóteles catalogó a ese hombre como animal racional y ésta sería su esencia inmutable, extrahistórica.
Para ese momento hay una complacencia del hombre con la naturaleza, con su cuerpo y alma natural. Este hombre natural griego romano y hasta cristiano es ya fin final en sí mismo.
A todas estas nos podemos preguntar ¿cuál es el concepto de naturaleza para García Bacca? Naturaleza, nos dirá el filósofo hispano, es lo que por sí mismo es fin y final. El final de algo es lo que detiene el proceso –de-crecimiento, de-desarrollo, des-evolución...- y fin será lo que la cosa llega a ser o estar perfecta. Es el caso de “nuestros ojos humanos” los cuales son naturales porque el acto de ver es el fin y final de un conjunto, complejo y múltiple, de operaciones.
Permanecer dentro de ese naturalismo[3], donde el hombre permanece en tanto fin y final, no es otra cosa que ser un anacronismo viviente, como lo son aquellos saberes teóricos del Derecho natural, Religión natural, que no vienen sino a ser expresión, fin y final de instituciones que se asientan dentro de un naturalismo anacrónico.
En este entorno clásico de la filosofía antigua surge, a la par de todo ser natural, también un ser forjado o, mejor dicho, perfeccionado por la técnica. ¿La técnica perfecciona? ¿Qué perfecciona? Conocida es la concepción aristotélica en que dentro de las cosas naturales puede darse cabida al accidente. Ello no remite sino aquellas cosas que no llegaron a su fin y final intrínsecos, no son perfectas por sí mismas y es ahí en donde entraría la técnica (techne) a redondear su condición, terminar lo que la naturaleza comenzó y dejó imperfecto. Igualmente encontramos que la técnica, es este estadio histórico, tiene también su propia limitación.
Podemos resumir todo esto diciendo que: 1.- la naturaleza de cada cosa -sea sentidos del hombre, su mente, agua, luz, árbol, etc.- tiende a desarrollar y poseer un cierto grado de perfección según Aristóteles, estado propio e insuperable, equilibrado y estable. 2.- La técnica sólo se justifica, en todo este período antiguo, una acción para perfeccionar o reponer lo que se hubiera perdido o cambiado por accidente dentro de dicha naturaleza; 3.- la naturaleza se yergue como norma o fin supremo, en donde la técnica es sólo un medio para ayudar a tal fin.
Visto de esta manera la técnica y la naturaleza se contraponen y se complementan al mismo tiempo. La naturaleza, lo dado en tanto materia, tendrá accidentes que vendrán a dejar imperfectas las cualidades de los objetos dados como tales, y la técnica será el recurso de este hombre naturalista que desarrollará para perfeccionar lo que no está contenido en la fase inicial de todo proceso natural de fin y final del ser de las cosas. Y ello es lo que no posee la técnica, ni fin ni final propio. El fin y el final se lo debe dictar la naturaleza.
Es el estadio en que la visión del hombre natural (desde el griego al medieval), se posa sobre los mismos ojos y no acerca nada externo para ejercer su arco de visión y observar la realidad. Aristóteles antepone al comienzo de su Metafísica la frase “Todos los hombres tienen apetito natural de ver”, que García Bacca la trasmuta a “todos los hombres naturales tienen apetito natural de ver con ojos naturales”. ¿Qué nos quiere decir con esto? Que para tales ojos naturales, para esa mirada que se deposita en lo inmediato y en lo contingente, sólo requiere dejar la mirada en sus propias dimensiones y no traspasarlas o ¿perfeccionarlas? –según lo que mire- con un telescopio o un microscopio (ET:20s). Es una mirada que se mantiene acorde con el orden que ve. Trascender dicho orden debe concebir una especie de desorden que imponga al orden natural. Sólo inventando tales aparatos antinaturales a partir del siglo XVI y XVII es que se alarga la visión y se perfecciona la mirada de lo muy lejano y de lo muy pequeño. No fue casual, señala García Bacca, que todo espécimen comprometido, filosófica y teológica como religiosamente con ese naturalismo rechazará tales inventos, negándose a mirar por tales artilugios. También había un desnivel de orden intelectual, no sabían lo que tenían que mirar, a dónde debían enfocar la mirada; estaban frenados, estáticos, pues admirar un dato con valor filosófico y científico distintos al mundo visual e imaginario divino de la escolástica y de las formas teologales establecidas no se avenía para nada con esta nueva realidad que vendrían a aportar esos datos que descubrían los astrónomos con estos nuevos anteojos.
Ese desnivel o anacronismo intelectual del saber categorial científico vendrá a corroborar aquella frase de Heráclito: poco sirven ojos y oídos cuando se tiene alma de bárbaro, es decir, de hombre natural. En el caso del rechazo de lo artificial por ser de por sí inoperante para los hombres tanto de la antigua Grecia como los del mundo medieval, se centraba en el convencimiento profundo de que sólo lo natural es operante, es decir, según ellos posee la causa eficiente al servicio de una causa final; de ahí que los instrumentos técnicos se quedaron dentro del orden natural, y empobrecidos por esta concepción de la técnica, retrasaron a inventar a máquinas e instrumentos que tuvieran la virtud de funcionar por ellas mismas, máquinas que se especializaran a encomendarles una tarea y que “trabajen ellas”. “Su naturalismo les taponaba mente y entumecía brazos” (ET, 1968:24). Es así que Aristóteles, el gran naturalista, señalaría que “Si la naturaleza engendrara casas, las haría como nosotros las hacemos por técnica; si la técnica hiciera vivientes, los haría como ahora los hace la naturaleza”. Y cuando la naturaleza es ya perfecta, la técnica no le queda sino imitarla (Aristóteles: Física, II: c.8). García Bacca va más allá aún al decir que si la naturaleza se pudiera a producir aviones, submarinos, autos, televisores lo que vendría a producir sería, sin más remedio, que aves peces, cuadrúpedos, ojos.
Aquí comienza un contraste de hombres paralelos. Somos hombres naturales, pero también, a partir de la modernidad, artificiales o técnicos. Artificiales por el componente técnico que nos rodea, por el paisaje artificial que envuelve a toda atmósfera habitada por humanos que han transitado por la modernidad. Lo natural sólo lo entendemos en tanto material simple y bruto, materia prima, para fines inventados y utilizados por hombres técnicos que poseen y se han formados en ellos tales capacidades de manejo e invención. “Es que la técnica actual es no sólo diferente en especie de la griega y medieval, sino diversa –más que de género a género” (ET,1968:26).
Si tomamos el sentido aristotélico de la técnica en tanto perfeccionar los accidentes producidos por un mal desarrollo de los fines y fin de las cosas encontraríamos que en relación con los accidentes propios de nuestra visión sería a recomponer los defectos –imperfecciones- de la miopía, presbicia o astigmatismo. Con ello, ojos degradados por un defecto natural vendrían a retomar su normalidad de su campo perceptivo visual, ni más ni menos que lo pedido por el fin y el final de la naturaleza de la visión. Tales aparatos, telescopio[4] o microscopio[5], no serían ni naturales ni científicos (ni de física natural o de ciencia física natural: propia de los hombres griegos y también medievales: hombres cercados dentro de lo natural).
Hay que esperar hasta el renacimiento para que se creen tales aparatos descalificadores de la naturaleza. El telescopio vendrá a descalificar al órgano de la vista como observador astronómico, así como el termómetro y el barómetro al tacto; como quedarán relegadas las leyes naturales, el derecho natural, la religión natural, la sociedad natural. De ello se desprende la necesidad de dividir a los aparatos naturales y artificiales: serán naturales “pico y pala, más no excavadora mecánica; azada o arado de madera, pero no arados mecánicos” y así etc., hasta encontrarnos que la mano o la garganta son naturales mas no audífonos ni teléfonos ni microscopios. En esta división encontramos separación propia de que todo medio de comunicación de masas, sea el que sea, no reproduce ni puede ser nada de un realismo natural sino es más lógico hablar de un realismo artificial y ahora virtual, propio de este estadio que ya se ha superado a lo mecánico en buena parte e introducido todo un nuevo estadio técnico a partir de la utilización y desarrollo de objetos de información y su intercomunicación a partir de las propuestas prácticas de la cibernética; no son nada naturales: “televisores, teléfonos, telegramas, radar sónico o no. Admitidas, por seminaturales, abstracción funcional, duda metódica, epoqué fenomenológica, lógicas no aristotélicas, geometrías no euclidianas...” (ET, 1968:23). Cualquier invento es naturalmente imposible: un avión es invento humano, mas no el invento natural del volar de los pájaros.
García Bacca hace una división temporal respecto a la modalidad técnica de cada período.
1.      Técnica de imitaciones: es la medieval y la griega: es “respetuosa de la naturaleza”.
2.      Técnica de analizadores: propia del Renacimiento: es un “irreverente desvelamiento” y
3.      Técnica de explosivos: propia de dos terceras partes del siglo XX: propia de “desaforada violación de secretos” (genoma humano, física cuántica, modificación genética animal y vegetal, etc.)
Pudiéramos nosotros ya introducir un cuarto momento del ser de la técnica producida por la elaboración del manejo de la información y la traducción de todo objeto en lenguaje de bits. Es decir, la técnica de la cibernética, propia de nuestro siglo XXI y que si bien seguirá desentrañando secretos (estructuras internas propias de una nanontología), se dirige a comprender los procesos orgánicos y sus correspondientes informaciones internas de los genomas para la reproducción o creación original pero artificial de formas de vida.
4. Técnica de la digitalización: propia del siglo XXI: clonación artificial y     virtualización de toda realidad gracias a la comprensión de los procesos          cibernéticos, los patrones de vida (Bateson), desentrañados gracias a su traducción     digital y la manipulación digital de tales datos en bloques de bits.

De estos cuatro estadios dela técnica los dos primer vendrán a asentarse sobre el plan naturalista, los dos últimos en la concepción supernatural o transnatural de la técnica. Los inventos mecánicos de la revolución industrial y los creados a partir de todo el despliegue técnico científico de la revolución de las comunicaciones nos ha llegado a involucrar campos del saber que se mantenían separados, creando la concepción epistemológica de la interrelación, interacción, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad de los conocimientos. De esta manera “La fe es (y fue: señalamiento nuestro), causa supernatural de corporales milagros; la ciencia y técnicas actuales tienden a ser y van siendo, causa supernatural de descomunales efectos corporales” (ET, 1968:42).
Uno de los medios neutros (McLuhan) de la comunicación es la corriente eléctrica la cual no es una causa natural o si bien se manifiesta en la naturaleza (rayos) su manipulación humana viene a desprenderla de su reducto natural y gracias a su condición de supernatural vendrá a hacer posibles los apartados inventados para producir una traducción de dicha energía en otro tipo de función, como lo son aquellos que producen calor, luz, movimiento mecánico, transformaciones químicas. Es la constelación de la electrónica que no es producto sino de una ciencia supernatural, concentrándose e inventando la novedad de presenciar formas espectaculares de usos como los desencadenados en los medios de comunicación: televisión, celulares, laptop, etc.
García Bacca, al escribir su trabajo a fines de la década de los años sesenta del siglo pasado, no llega a nombrar para tal tipo de efectos y de realidad técnica. a la contradictoria noción de realidad virtual que surgiría de todo este manejo digital posterior y se referirá a los productos de esta ciencia-técnica de lo supernatural –siendo “no por ello menos real que lo natural”- como trascendente real, por el salto científico cualitativo que imprime en la cultura humana; terminología con cierto sabor a filosofía kantiana.

Formas naturales y modelos nuevos
García Bacca distingue una doble condición en el desarrollo de la filosofía al captar y tratar de comprender la relación del hombre con la naturaleza, o la relación cultura y mundo. Para el primer gran desarrollo de la filosofía naturalista encuentra un orden de causa formal en la aproximación que hacían los antiguos en relación de cómo estaban compuestas todas las cosas del mundo sublunar. Cuatro elementos, aire, fuego, tierra agua y una quinta esencia que era el éter para el mundo celestial. Una misma materia, pero con una pluralidad de formas de acuerdo su organización y estructura interna y externa. Todas son formas nacidas de la naturaleza misma.
Pero las formas internas y externas de los objetos construidos por el hombre moderno vendrán a ser ya de otro orden, hay una intervención en ellas que vendrán a mostrar la capacidad de construir modelos e imponerlos a la materia bruta. Formas y funciones de un avión, un ordenador, un auto, dinamo, satélite, etc. son de otro orden. Son formas nuevas, son modelos. Estos no pueden nacer de formas y materias naturales. No son productos de una generación espontánea, como creía Aristóteles y Tomás de Aquino respecto a que los ratones podían nacer de un trapo sucio.
De esto desprende García Bacca su ejemplo del deseo del hombre de volar y del periplo recorrido desde la imaginaria alfombra mágica hasta la llegada de los aviones o de las naves espaciales. “La alfombra mágica tal vez sea la primera previsión imaginativa de que, para volar el hombre por los aires, tiene que transformar la forma misma del ave y que, entonces, el hombre podrá volar sin aletear, y cómodamente sentado” (ET, 1968:52). El deseo de volar nos puede mostrar lo que vendrá a significar una de las aspiraciones antinaturales del hombre que ha llegado a realizar a partir de esa representación surgida de imitar el volar de la forma natural ave.
La función de volar de un avión es distinta a la del ave. En ésta el volar está conectada a su fisiología y anatomía del pájaro. El hombre toma la función y la independiza de cualquier relación orgánica y corporal y la convierte en un proyecto totalmente autónomo de cualquier función específica y necesaria vital. De esta manera que ello nos muestra que, así como tenemos un cerebro que calcula, o el oír de la oreja, o el ver de los ojos, el hombre separa funciones corporales vitales y les da una reproducción autónoma y técnica, que para García Bacca será muestra concreta, original, supranatural, del principio de que toda función natural puede llegar a ser separada de su condición natural.
Cada creación humana se deberá no a imitar exhaustivamente, en tanto modelo, está apegada a un plan; es el sustito de la esencia. Todo instrumento o máquina moderna obedece y se le adjunta un plan que garantiza, debidamente seguido, un tiempo estable de duración y función de vida media. Para García Bacca haber inventado planes es el equivalente supernatural de inventar esencias. De esta manera que siguiendo la frase de S. Anselmo “Dios es lo máximo que podemos concebir” en nuestra modernidad ello queda trasladada a “lo máximo que el hombre puede concebir, evadiéndose de ser doctrino e imitador de la naturaleza, es lo de ser planificador e inventor”. Y agrega que lo grande no es ser hombre; lo grande es convertirse en otra cosa que comenzó siendo hombre: de vidente a astrónomo, de voceador a locutor de radio, de contar con los dedos a realizar cálculos con un ordenador, etc. Lo importante no es tenerse por diferente de cualquier especie animal por nuestra organización y habilidades corporales, lo significativo es hacerse diverso del animal y ello ocurre cuando comienza a inventar cosas y amueblar su mundo con ellas. Él llama a esto una ontología del ser como invento: del ser con plan y sin esencia, del ser con historia y sin naturaleza (idem:55).

El paisaje artificial
Todo esto desemboca en que el hombre desde hace tres siglos se encuentra en un mundo de paisaje artifical.[6] –de ideas, de normas, enseres, etc.
No es lo mismo vivir ni estar cómodamente sentado y acomodado en algún refugio natural, cueva, zanja, recodo, etc. que estar cómoda y seguramente en la casa de cualquier decoroso burgués; de bienestar natural a un bienestar artificial. E igualmente no es lo mismo comunicarse a gritos que a través de cualquier artilugio técnico, no somos ya sólo naturaleza, sino que nuestro paisaje artificial es el estadio que nos muestra nuestra dimensión técnica como supernatural o como superación de lo natural.

El fin de la técnica.
García Bacca responde que el fin del hombre actual es la omnímoda disponibilidad. Ello arrastra a toda su condición e igualmente impregna a la técnica de dicho fin, de disponibilidad. De una disponibilidad inagotable y perenne, donde su límite lo pone la capacidad de inventiva, de aventuras y empresas humanas; todo ello a costa de su ser natural. Ello hace que cualquier punto del universo pueda ser un motivo de la orientación como sistema de referencia para la creatividad humana. No hay una Cosa central o un Fin único o último del mundo. Ello nos muestra una visión complemente descentralizada del hombre en su relación y orientación con el mundo.
Cree en un mundo de finales simples: aquellos que se inventa y construye el hombre en tanto etapa de una aventura, no su punto de llegada total. De ahí que tanto el hombre como la técnica están en este momento a participar de un ser omnímodo a la disponibilidad.
Es por ello que la condición del hombre es humanizar al universo en la medida que invente maneras de saberse y obrar diverso de todo lo que rodea y ello adviene para García Bacca como la virtud principal de la técnica (idem:85). Es por ello que este filósofo se refiere a tres momentos manifiestos en nosotros. Uno: en tanto distinción, que será la condición del hombre primitivo –que puede ir desde el pasado, al presente y al futuro- al considerarse como apegada creatura de la naturaleza, sin saber lo que es. Dos: en la medida en que deje de ser creatura de la naturaleza y comience a hacerse distinto de ella, en la medida que se sirve de ella para sus fines; resultando ser señor de lo natural. Tres: en el momento que inventa la manera de no ser creatura de nada ni de nadie; a través de su práctica se muestra que se ha hecho diverso de todo, inclusive de suyo, pasa de ser señor de la naturaleza a creador: no sólo es distinto de sus productos sino también diverso; terminan siendo creadores los que comenzaron por ser creaturas.
Pero lo que resulta que la hibridez es la condición de lo que define García Bacca por hombre. Una hibridez real de hombre natural o primitivo, señor del universo y hombre productor, creador de mundo[7].
Sin embargo, no deja de plantear los peligros de este estadio de la técnica. Y ello lo plantea a través de la conocida frase “viajar por el mundo como maleta”. Donde los maletas seremos aquellos hombres contemporáneos que se mueven como tales alrededor del paisaje artificial de los aparatos pero extrañados, distantes al no habernos enterados de qué es, por ej., un auto, la luz eléctrica, un cheque, un televisor, un celular en relación a la serie de “cantidad y calidad de ocurrencias, trucos, artimañas y artificios, cálculos teorías, que encarnan o enmaterializan todos esos inventos; y de unos pasan a otros, cual reales “maletas”, tantos y tantos con cara de humanos” (ET, 1968:125). En su concepción materialista e influenciado por el marxismo académico y filosófico, tal condición no es sino sufrir extrañeza, alienación, enajenación, cosificación; seremos un don nadie dentro de ese universo de inventos y artefactos. Tratamos con máquinas, pero no sabemos con qué tratamos realmente.
Ello, sin embargo, no será sólo en referencia al cosmos humano de lo técnico, sino que también se puede adentrar tal apreciación a nuestra relación, en tanto maletas respecto al mundo natural. García Bacca se pregunta “¿Qué saben la mayoría de biología: botánica, zoología, mineralogía... descriptiva: de esas maravillas de células, órganos y funciones y taxonomías, respecto del limonero de casa, del geranio de la ventana, de la manzana?” Pudiéramos extender tal condición respecto a los medios de comunicación y preguntarnos qué sabemos de cómo operan, como se construyen las informaciones, cómo es el mundo que nos devuelven a nuestros sentidos a través de su reproducción, cómo se vive dentro del vientre de la ballena mediática y del cibermundo del presente y la realidad (sic) del fakenews. La relación de extrañeza más allá del uso inmediato, unidimensional, -para usar la fórmula de Marcuse-, vuelve a ser más que nunca inminente. Nos movemos en dicho universo, manejamos, utilizamos, y nos utiliza, pero la comprensión de los procesos técnicos que implican y la conformación de todas estas técnicas de la cibernética se nos vuelven una oscuridad alrededor de la claridad difusa de las comunicaciones e informaciones. De ahí también la frase acerca del papel de la filosofía, “no hay, pues, una filosofía única, perenne y eterna, sino diferentes filosofías que reflejan el proceso de recuperación del hombre de sus extrañamientos” (Sánchez, 1994:174)
Sus palabras respeto a la condición de cómo experimenta aquella naturaleza referida antes es igual de reveladora ante la experiencia que tenemos frente al paisaje artificial amueblado de aparatos e información, producidos por la técnica y de los medios: “Volver a la naturaleza redúcese para los maletas afortunados a pasar unos días en alguna hacienda de amigos, bien defendida contra mosquitos, culebras, calor...; nada de aventurarse en el bosque, menos en selva tropical, sino a lo más bien vacunado y provisto de defensas contra lo natural”. Y termina refiriéndose que el sentido de la humanización es una empresa y no un engendro natural o automática adaptación determinista al ambiente (1968:126). De una humanización del universo actual amueblado de manera creciente por una ingente cantidad de aparatos, instrumentos y enseres de toda clase de artefactos. Lo artificial del mundo es un pasaje de artefactos que nos rodea sin saber realmente qué y cómo son, reduciéndonos a su uso, pero no a su comprensión en tanto modelo, plan. En un mundo sin novedad, todo es previsible, calculable. Y por tanto vivimos en una estaticidad móvil, donde el marco para una real novedad para la historia es casi imposible.
La historia debe componerse de fastos, de inventos, de acaecimientos, de novedades. Sus hechos son fastos o fiestas. Como lo fueron en su momento para el hombre la invención de la rueda, del eje, de la vara, del uso del buey, de la sílice tallada, etc y que en su conjunto posterior vendría a dar la construcción e invención de la carreta. Y la condición de la historia es su condición y racionalidad retrospectiva. Ello quiere decir que no porque se haya inventado la imprenta en el siglo XV podemos ya anunciar las vísperas del ordenador. Al venir al mundo cualquier medio de comunicación, radio, televisión, dispositivos digitales, por ejemplo, encontramos que todos los modelos anteriores pasaron a precursores de ellos y pasan a formar parte del museo de antiguallas de los medios, por ser obsoletas y anacrónicas. Se crea una estela[8] a partir de este último estadio.
Esta humanización de la técnica actual –donde vivimos y nos movemos desembarazadamente por todo este primer paisaje artificial gracias al esfuerzo de la inventiva real y no imaginada- consigue por la conciencia histórica, por la historia de la técnica, por museos que contengan su evolución, la virtud de desentrañarnos y facilitarnos nuestro acomodo sobre ese entorno: es la estela de los inventos lo que nos devuelve el largo camino que ha recorrido el hombre hasta el presente: es la historia real del hombre, para García Bacca. Su comprensión nos despierta de otro envelamiento existencia y humano: la de conseguir que el hombre deje de sentirse creatura o de la Naturaleza o de Dios¸ en pordiosero[9] y se sienta lo que es: productor de sí mismo y de un universo propio. Lo contrario vendría a ser el reconocimiento de una identidad humana que refleje que toda creación, sea material o ideológica (dioses, mitos, teorías morales, religiosas, económicas, jurídicas, sociales, etc.), se comprendan como suyos y no de un otro superior: las manos del hombre son sus manos: suyas; luego las teorías son igualmente un producto suyo. “Nada del hombre es de otro; lo humano es íntegramente del hombre” (ET,1968:134)

Las matemáticas, la alienación y el paisaje artificial.
Para García Bacca nuestra comunicación con los seres y las cosas está dado a través de dos posibilidades de lenguaje. El primer, el lenguaje natural y el segundo, también netamente creación humana, el lenguaje matemático. Respecto a este último encuentra que ha habido cambios en su uso y aplicación desde la antigüedad hasta nuestros días. Ya en el dintel de la Academia Platónica estaba la frase inscrita “Quien no sepa geometría – el ageométrico tal es la palabra griega- que no entre aquí”. En matemáticas están impresos todos nuestros enseres y mundo de los objetos. Desde aviones, televisores, teléfonos, planchas, hasta la red digital de los ordenadores. Exige que deberá ser obligatorio el conocimiento de ellas de la misma manera que se nos exige el leer y escribir en la primaria, “y constituye una de esas obligaciones, junto con esotra de ocupación plenaria, que el Estado, en cuanto moderno, se ha echado encima...” (ídem p.135). Todo tiene la impronta matemática. Este mundo impreso de matemáticas que nos rodea por doquier vendría a ser lo característico de nuestro mundo moderno y sólo serían coetáneos de dicho estadio histórico aquellos que supiesen leer “tales impresos e improntas verdaderos caracteres de un mundo suyo”.
Esta es una de las exigencias que pide García Bacca para separar y superar al sentimiento de enajenación, alienación, cosificación, extranjero de la realidad compartida. sino se es, sin eufemismos, un analfabeto.
Es lo que nos diferenciaría de las épocas griega, romana y medieval, que la mayoría se manejó y estableció sus relaciones cognitivas a través de un mundo natural. Fueron analfabetos matemáticos; por lo que tocabanpercibían y pensaban a través de los sentidos y mentes naturales no necesitaban ni saber matemáticas ni leer libros (además de lo poco que estaba en forma de imprenta). Y ello cambia a partir del renacimiento[10] en que se comienza, con asaz impulso, a imprimir las ideas en papel en ediciones centenarias de ejemplares y que nos muestra los comienzos de comprendernos por la grande empresa de imponer la impronta del hombre productor, inventor o creador en todas las cosas que hasta el momento parecían que eran “imborrables e inalterables huellas o imágenes de Dios”. Es cuando el hombre comienza a confiar de él mismo para sentirse señor del mundo, abarcándolo a partir de este saber matemático aplicado tanto a los objetos más banales como a los más complejos del momento (ET. p.136s)
Es por ello que García Bacca insiste en este tipo de instrucción y de comunicación necesaria para establecer una relación con la verdad que habita o está impresa en el conjunto de todos los elementos que conforman este paisaje artificial. El refiere que “para terminar con esa enfermedad a la moda de alienación, enajenación, cosificación, extrañamiento lo que hace falta es saber leer, descifrar y palpar las improntas del hombre. Y puesto que estas improntas son, por mayoría creciente, llamativa e incontenible, impronta matemática, lo urgente es acabar con el analfabetismo matemático (sub. nuest.)” (ET, p.137).
Hace una distinción entre ser coetáneos o contemporáneos de este primer paisaje artificial. De todos los hombres que viven en la actualidad sólo unos pocos podrán ser coetáneos de él mientras los demás serán contemporáneos a él, que habitan en el mismo tiempo. Para ejemplificar más su ejemplo nos habla que serán contemporáneos con un concierto todos los ruidos y sonidos de la sala y de las calles; pero son coetáneos, en rigor, sólo aquellos sonidos de la orquesta. Es por ello que el hombre con calidad de contemporáneo a dicho paisaje es normal que se sientan cual “desafinados, pitidos, estornudos, truenos, ronquidos o conversación privada dentro de un concierto. Alienados –o despistados”. García Bacca nos propone como panacea cognitiva el dejar de ser analfabeta matemático pues el remedio no es, en un caso, acabar con la orquesta; y en otro destruir la técnica; acallar la orquesta, o, borrar la impronta del hombre. La solución consiste a aprender a leer en dicho lenguaje que está impreso en ese universo natural que nos ayuda a adentrarnos en las improntas, las huellas digitales de las manos del hombre, gracias a sus capacidades técnicas desarrolladas: todo lleva el carácter de las dimensiones humanas: una silla, una puerta, etc. Ello decanta en una empresa pedagógica, empresa de todo Estado moderno y de particulares, de vida muerte para los dos. De esta manera comprendemos que si el hacerse del hombre es un hecho individual una vez concretado algo en un hecho se convierte en social. El individuo hace una puerta, pero una vez hecha e instalada se convierte en un utensilio social. Hacerse es, y ha sido, individual; lo hecho es social. De ahí que toda comunicación también podemos trasladarle esta condición de todo hacer humano. Toda comunicación parte de un individuo que se ha hecho de un lenguaje que nombra al mundo, pero una vez emitido por cualquier medio hacia otros cualquier mensaje ya contiene en sí el carácter social de la forma comunicacional del lenguaje, sea este natural o matemático. Es como los individuos han inventado su propia socialización. El ser de este individuo, cuando por acción se manifiesta en lo que es, es todos -todos nosotros. Sólo por el hecho de ya hacer algo nos convertimos en seres sociales. Y de ahí el mundo de contradicciones pronto a aparecer pues, como decía Unamuno, referido por García Bacca, el único remedio para no contradecirse es no hablar. Y el único remedio de que dispone el escéptico, dirá Aristóteles, para no poder ser refutado, para no contradecirse, es callar.
Sin embargo, nos da un ejemplo claro que la voz siempre será expresión de lo individual y la acción, el obrar, lo sintomático de lo social. Y es que la voz es de Jacob, por ej., pero las manos son de Esaú. “Y engaño Jacob a su padre Isaac por las manos de Esaú, porque Isaac se dejó guiar, cual criterio, por las manos, no por la voz. La voz del individuo, y dice: esto es mío, y sólo mío, porque lo he hecho yo, y sólo yo; las manos son de Todos: de El Hombre, de la Sociedad; y por ellas, por las manos del trabajador, tiene que guiarse el individuo consciente de su humanidad y de su mundo, y no por lo que dice el yo con eso de mí, mío”. Hay una acentuación por la calidad del obrar en tanto social y una disminución del carácter social de la voz en tanto expresión individual. Realmente García Bacca en este aspecto no tiene una cabal comprensión del fenómeno social de la comunicación tanto por la voz como por la palabra impresa de los medios de comunicación que vendrán a reflejar por esas instancias modos de obrar y de encausar acciones sociales determinadas en el colectivo en que decantan. Nos muestra, por lo visto, toda su aceptación del concepto del ser social mediante la acción individual de la producción que hace la teoría marxista en boga para el momento y tan importante dentro de su formación social como pensador. Pero una cosa podemos sacar de dicho análisis y es que la comunicación social en tanto producto, por más insignificante que sea, vendrá a influir en todos los demás productos que estén en la constelación mercantil. Está conectado con todo, por tanto “uno con todos y todos con uno”, para nuestro tiempo actual. Y es la comprensión de lo ya dicho por Heráclito: este mundo es el mismo para dioses o para hombres; en nuestra condición social de vivir dentro de un paisaje artificial tanto de la técnica, de la ciencia, de la producción mercantil y del desarrollo de las comunicaciones bien podemos comprender que lo que pasa en una parte o lugar repercute en todo lo demás. Es un mundo en que nos encontramos igualados por ese conflicto de lo particular y lo universal que provee este estadio de la globalización de la economía y de la cultura en todos sus aspectos, momento en que los hombres, gracias a todo el desarrollo de esos factores y en especial de los medios de comunicación podemos afirmar junto con García Bacca que ha hecho que todos los hombres participemos de un primer contexto unitario real (ET.p.144). Somos parte de esa humanidad que, optimista o pesimistamente, hemos vivido en paisaje artificial, pero también el primero que ha vivido en paisaje humano pleno en tanto producto de eso ser social. Economía, comunicaciones y sociedad, podemos decir en tanto inventos del hombre, son artefactos de totalidad.
Estas acciones, este obrar es lo que vendrá a darle al hombre el sentido y el contenido de su conciencia social en tanto “padre, madre...vendedor, comprador, traficante, rey súbditos”. Y tales contenidos de una conciencia social, en tanto productos organizados e inventados serán instrumentos sociales que tienen un mandato a modo de preceptos morales, normas de derecho etc. Instrumentos que no por sueltos no forman partes de todo un sistema de relaciones y convenciones. Ello es más que una trasmutación de lo natural a lo social, no es fácil habituar el oído para aceptar oír a los pájaros a escuchar la complejidad sonora de una orquesta. Si sólo es una trasmutación de incorporación realmente seremos sólo contemporáneos alienados de tales cambios. Para participar de la complejidad del concierto actual de los conocimientos el trabajo es más exigente. Para dominar lo real del mundo actual, en estado de Técnica, tendremos que dejar ser dirigidos, en tanto ejecutantes de dicho saber, por directores competentes que para García Bacca son los representantes más conspicuos de la ciencia: los “Hilbert, Poincaré, Cántor, Riemann..., Einstein, Planck, Heisenberg...Fermi, Oppenheiner, Teller, Lenin, Churchill, Roosevelt”, etc., (ET, p.149). Y pasar de ser un público folclórico y abigarrado a otro que refleje una conciencia social conexa, estructurada y universal. Insiste García Bacca que mientras no sea así arrastraremos una conciencia alienada, escindida, en trance de desgarramiento, por mantenernos sólo en lo natural sin hacernos de una cultura científica, técnica, es decir, humana y propia de saberse en tanto miembro de una sociedad.
Respecto a los límites ontológicos de la técnica encontramos que por su intención y programa implícito de tal tipo de pensamiento y acción tendera a la superación de lo presentado en tanto inmutabilidad natural, de aquellas concepciones anacrónicas de esencias perennes. La técnica no deja definir a lo natural y esencial como inmutable y eterno. Ello es un efecto de lo que advertía Berkeley a los científicos y filósofos: Comenzamos por levantar polvaredas, y después nos quejamos de que no vemos. Se comienza por hablar de esencias y naturaleza, esa polvareda que luego impide ver, comprender y obrar que son cosas mutables, pasajeras, contingentes, generables, corruptibles, simples, temporales, que es el programa que vendrá a demostrarnos de todas ellas la técnica para quien toda esencia es mutable, transmutable por excelencia, sometiendo toda materia a cambios que sólo le impone límites de la imaginación y la razón humana. Dónde hay límites pareciera que la ciencia y la técnica los observa como un momento ideal para traspasarlos, es lo que decanta la evolución del saber moderno. De ahí que García Bacca interprete la frase de Heráclito: Si no esperáis no daréis con lo inesperado. “Si no se pone el hombre a tantear todo, a experimentar todo, a invertir, pervertir, subvertir todo..., no daremos con lo inesperado –e inesperable, según las leyes naturales; con lo nuevo” (ET, 1968 p.154). La técnica, para la visión un tanto optimista de García Bacca respecto a ella, es inicio para la apertura de la realidad a encontrar novedades a partir de ella; la condición de la naturaleza es la apertura a las repeticiones en innumerables veces. Inercia natural ante la aceleración de la técnica. La naturaleza tiene y nos advierte de ciertos límites, la técnica nos conmina a sobrepasar cualquier límite, nos advierte que es imposible ponerle puertas al campo.

¿Peligros de la técnica?
La concepción de la técnica a la que refiere el pensamiento de García Bacca es al desarrollo de ella que opera en la historia social a partir de la revolución industrial. Pero los peligros que presenta esta condición técnica son varios y uno primordial es la pérdida de diversidad cultural humana. Es la condición de la proclama de los de Ovejuna, todo a la una, que pudiera ser un síntoma de uniformidad propia de una mal interpretación de la democracia popular al formar un colectivo real. Las sociedades de masas, o de individuos de masas, al decir del comunicólogo francés Dominique Wolton, nos lleva a que al aumentar el número entra en vigor una ley más real que la de gravedad. Al aumentar el número se cae el conjunto a un estado de medianía, en que las cualidades humanas –de vida, racionalidad, voluntad, arte, religión, política, sociedad, las virtudes- vendrán a caer en la mediocridad, cayendo los individuos de masas en lo que llama García Bacca en un cualquierismo: ¿el todo da igual postmodernista occidental?, nos preguntamos. Es el efecto que surge de una demasía desbordada de la técnica sin comprenderla y vivirla en extrañamiento. Así surgen sus efectos perturbadores de esa feliz condición de humanizar el universo: “La propaganda, los medios de comunicación de masas, el adoctrinamiento público...no pudieron surgir, como fenómenos reales que son ahora cuando los hombres eran unos millones desperdigados por la tierra; ni la producción en serie en cuanto método de producción –invento moderno- pudo ni acudir ni realizarse para un mercado de cien, mil, dos mil... hombres”. Sus palabras pueden ser hasta un tanto proféticas en un mundo interconectado y que vive a paso de efectos globalizantes continuos e instantáneos al afirmar que “la industria y comercio actuales –díganlo o no en lenguaje filosófico, teológico político-, se sienten felices al extender su mercado a través y contra fronteras nacionales, religiosas, políticas, raciales; todos de la talla 12, todos de tal credo, todos de tal Partido...”. Sus apreciaciones no escapan tampoco a la condición cristiana o católica, la cual ha caído en la ley de los grandes números al aspirar una colonización mental de todos los hombres de la tierra en función de su idea de dios único. Es por ello que el catolicismo de masas lo lleva a emparentar, en tanto efecto, con la condición del capitalismo, en que ambos aspiran a ser condición universal y como un efecto de la grandiosidad en que hemos caído por razón de la ley de los grandes números: “y el catolicismo o universalismo del comercio capitalista no es, por igual y profunda real razón y causa, efecto propio de la economía capitalista; no es una de sus virtudes; o lo es realmente, mas lo es profundamente de la ley de los grandes números” (ET, 1968, p.172). Es la desmesura del número de hombres que ha proporcionado la justificación y aparición de tal mediocridad vital y profusión y extensión en que el conjunto se convierta inevitablemente y en buena parte en aquel todos a una de Ovejuna. Ello por falta de controles y continencia en la reproducción, como advierte García Bacca, y de la regulación de los órganos genéticos vendremos a inaugurar en el siglo XX  la cantidad de los mil millones de seres humanos[11]. Tal ley se convierte en una necesidad matemática, ley de los grandes y crecientes y continuos números, que impregnan a todo régimen religioso, político y económico: “ser trescientos millones de católicos, doscientos millones de norteamericanos, ochocientos millones de chinos, cien millones de arios puros, treinta millones de partidarios, cien millones de clientes...”, que si bien ya esas cifras no se corresponden a la realidad del presente no dejan de ser asombrosas al referir los cambios que se vendrán a operar por la aplicación de la ciencia y técnica que si en un momento de la humanidad no tenían un carácter de necesidad para sostener tales números de individuos hoy se convierten sus investigaciones y aplicaciones la condición para la permanencia de la especie hombre en la tierra, siempre que se quiera mantener tal condición cultural y vital de tal especie. Es el mundo de lo desmesurado y que se pone a prueba con los límites de los propios recursos naturales y con cierta preservación apta de la ecología y del ambiente. De ahí la necesidad de no dejar pasar por alto la realidad de dicha ley; la ignorancia de la ley de los grandes números “nos evita romperse la crisma”.
La técnica actual padece de una incontinencia aritmética de la naturaleza. Su criterio es el de reproducción, en tanto distintivo de la vida en contraposición con lo animado. Llevando la categoría del número por encima del de cualidad, “anegar el alma en cuerpos”, afirma. Es la pérdida de la idea de la finitud de dicha reproducción, aunque ella sea condición de todo lo vivo. La naturaleza será portadora de una espontánea o natural novedad, originalidad, que viene a convertirse siempre y cuando vaya acompañada de la posibilidad de sujetarse al paso siguiente de la reproducción, reedición, repetición, es su ley de creación o producción de novedad. El caso de la técnica, como lo hemos entrevisto ya, tiene como condición constante a la novedad y a la creación de originalidad, invención, ocurrencia. La reproducción, repetición, reedición son tendencias propias de la naturaleza. Ello marca un significa persistente al encontrar que la naturaleza es la tentación de la técnica por ese carácter de reproducción, reedición y repetición que también asumirá en tanto producto social. A la final, volvemos a comprender que la naturaleza de las cosas, en cuanto naturales, tienen una esencia, la técnica, por ser constitutiva, contiene un plan que como tal vendrá a dominar a la esencia. Es una lucha de dominación. “La técnica es, pues, el plan mismo de dominar la naturaleza” (1968, p.176).
Lo anterior es propio de este estadio de la humanidad que García Bacca plantea respecto a su concepción de hombre. Este será un ser natural, participe de una esencia que se expresa y refleja en tanto animal racional más ello será sólo un principio u origen pues su sentido es estar encaminado hacia una empresa extranatural y extraesencial: “la de transmutarse de explosivo de la realidad a motor de explosión, a regulador, gobernador o cybernetes de la realidad en cuanto explosiva en nuevos seres, -nuevos tipos de vida, nuevas maneras de hacerse la vida, de engendrar, de pensar y querer, de asociarse o creer”. Esta es su condición actual según este filósofo. Se convierte en ser explosivo, explosivo planificador de su propio poder: ello es la empresa del hombre presente. Así la técnica no es otra cosa que empresa de novedades en ser o el empresario de novedades de ser: es posibilidad de aventura de ser.
Pero ello da apertura a confundir innovación con renovación. Este último lo único que hace es repetir una vez más lo anteriormente fue realmente innovación. Pero ésta se reduce a ser una nueva vez. Los renovadores pretenden ser innovadores y son sólo repetidores de una y una segunda vez de ser, no hay novedad de ser. Lo contrario implica novedad, lo nunca visto, aparecido y sido, es la aventura de ser.
Estas dos categorías son aplicadas para distinguir la técnica actual, que es técnica de innovación (“por primera vez”), respecto a la técnica clásica, la que se distingue por ser técnica de repetición (“una vez más”). La primera crea, la segunda le vasta conservar. Sin embargo, las dos perviven en nuestra situación de hombres impregnados de la ley de los grandes mundos que habitan internados dentro del ahora ya no paisaje artificial sino también virtual, ¿paisaje virtual? ¿paisaje del pasaje artificial en tanto representación virtual?

Notas


[1] Habría que agregar el dictamen de Heráclito “la naturaleza ama ocultarse”, donde la justificación del filósofo, amante de la sabiduría y del ser, estaría su deber centrado en desocultar o des-cubrir a lo oculto. En cierta forma el sentido de la verdad griega, la aletheia, significa realmente des-cubrir lo que alguien olvido o quiso olvidarse.
[2] El texto que trabajaremos a lo largo de este ensayo sobre García Bacca es Elogio de la Técnica, Ed. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1968. De ahora adelante nos referiremos en el texto a él a través de las siglas ET.
[3] También pertenecerán a este naturalismo el derecho natural, la física natural, la religión natural, la lógica natural, todos ellos vendrían a ser la negación de la historia para García Bacca.
[4] El primer telescopio probablemente creado es el del óptico holandés Hans Lippershey en la primera década del siglo XVII. Galileo fue uno de los que lo utilizaron y perfeccionaron para observar los cielos. El telescopio de Galileo era un refractor con lente convexa delante y una lente ocular cóncava lo cual era propenso a la aberración cromática, es decir, la producción de franjas de colores falsos en las imágenes. Esto fue finalmente superado combinando lentes de diferentes índices de refracción. El telescopio reflector superará ese defecto al utilizar dos espejos y una lente ocular de forma que elimina los problemas de los tubos de largo alcance y la distorsión del color. Como vemos, la técnica, sin embargo, siempre ha tratado de buscar una mejoría, una perfección, pero no ya en las cosas de la naturaleza sino en los instrumentos sobrenaturales, es decir, aquello creados por el hombre.
[5] El holandés Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723) fue quien por primera vez desordena la mirada ante lo pequeño de la naturaleza. Pionero la fabricación de microscopios los construyó como entretenimiento y a partir de diminutas lentes biconvexas montadas sobre platinas de latón, que se sostenían muy cerca del ojo. A través de ellos podía observar objetos, que montaba sobre la cabeza de un alfiler, ampliándolos hasta trescientas veces (potencia que excedía con mucho la de los primeros microscopios de lentes múltiples).
Esta ampliación en intensidad de la mirada al mundo vendrá a descubrir gracias a ellos los protozoos, los glóbulos rojos de la sangre, el sistema de capilares y los ciclos vitales de los insectos. Leeuwenhoek, para nada ya hombre natural, se enfrentó a la teoría de la época por aquel entonces en vigor, la generación espontánea (propios de una ciencia aristotélica naturalista), llegando a demostrar que los gorgojos, las pulgas y los mejillones no surgían espontáneamente a partir de granos de trigo y arena, sino que se desarrollaban a partir de huevos diminutos. Describió el ciclo vital de las hormigas mostrando que las larvas y pupas proceden de huevos. También examinó plantas y tejidos musculares, y describió tres tipos de bacterias: bacilos, cocos y espirilos. Se fue a la tumba con el secreto del arte de construir sus lentes impidiendo que se realizaran nuevas observaciones de bacterias hasta que se desarrolló el microscopio compuesto en el siglo XIX. 
[6] Metáfora que toma GB de Meditación de la técnica, cap. XI de Ortega y Gasset.
[7] García Bacca nos da su propio concepto de mundo, que define como un conjunto coherente de cosas naturales convertidas “en criados y criadas del hombre, en servicio doméstico, constituye el primer acontecimiento histórico; y el hombre natural, por virtud de él, asciende a ser primer hombre”. Y ello se diferencia del universo que será “conjunto de cosas en sí mismas o unidas por leyes para una cualquiera, ninguna privilegiada”, (ET, 1968:99)
[8] La idea de estela pensamos que su origen se debe al poema de Machado, querido poeta de García Bacca, al decir “caminante no hay camino, sino estelas en la mar”. Una estela, entonces, es un testimonio de que un algo, un barco, un avión, ha pasado, no que va a pasar; que fue: es la consideración de las genealogías respecto a algo. La estela mira al pasado desde el mundo desde donde avanza el presente; tal visión no va del presente o futuro. Y ella tiene la significación de englobar todas las posiciones anteriores, toda pasada trayectoria de algo, (García Bacca, 1968:126). Y esto no sólo lo aplica al mundo de la técnica sino también de las teorías. La del mundo de la física relativista en relación con la newtoniana y galileana, las cuales pasan a ser estela respecto a la primera, descienden a antiguallas mentales, a conmovedoras simplificaciones, a obsoletos procedimientos mentales y físicos. No es que ellas sean falsas, sino que son algo históricamente peor: obsoletas. Son parte de la estela de la física actual. Y esta relación podemos también referirla al uso de empecinadas teorías ideológicas del nacionalismo del siglo XIX y XX en relación con el estadio de la globalización actual que está presente en las relaciones de las políticas públicas dentro del mundo estático/dinámico mediático. E igual respecto a la lógica matemática o simbólica moderna respecto a la silogística aristotélica.
[9] Término de García Bacca, para quien la vida religiosa, moral y social, le es dada y creada por dios y no a partir del universo construido y creado por el hombre en tanto creador de la humanización del universo. El pordiosero es una especie de alienación, pues sentirse enajenado –término que el autor usa sin distinción y como sinónimo de alienación-, es aquel que nada tiene de suyo: “ni sus manos, ni los pocos e insignificantes productos de ellas”. Es la condición del análisis marxista en que los productos realizados por el hombre no le pertenecen ya que su ser deja de ser suyo.
[10] El Renacimiento es visto por García Bacca como el momento en que el hombre no permite que se mantenga títere con cabeza. Será el momento del gran tanteo y de la ingente acción experimentadora en todo orden de cosas e ideas; “es El Tanteador y El Experimentador” (ET, 1968:159).
[11] Es una advertencia real. A principios del siglo XX la humanidad alcanzó por primera vez, en todos los miles de años de existencia como especie, la cifra de mil millones de seres. Al final de ese siglo ya éramos los seis mil millones. Ello hace que surja la nombrada ley de los grandes números a que se refiere García Bacca, que en economía no es otra cosa que aquel campo llamado macroeconomía.

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