Debutar en la
Biblioteca de las Artes de Ecuador
Claudia Furiati Páez |
@festilectura
Foto: Tyrone Maridueña, 2019
Así pues, la consigna es ésta:
resistid, queridos libritos
atravesad los días como
caballeros medievales
y cuidad de mi hijo
en los años venideros.
“Biblioteca” (fragmento) |
Roberto Bolaño
Me detuve bajo los “guardianes” broncíneos concebidos
por el artista Alfredo Palacio Moreno, cuyas siluetas en bajo relieve dan la
bienvenida al renovado recinto de cinco niveles ubicado entre las calles Aguirre
y Pichincha, pleno centro de Guayaquil. La edificación modernista salvaguarda
de ahorros, dinero y lingotes del Banco de Descuento, proyectada por el checo
Karl Khon en 1952, me ofrecía ahora la oportunidad de estrenarme como usuaria
de la Biblioteca de las Artes, única en su estilo en el Ecuador.
Entré al lugar circular, amplio y luminoso dotado de curvos
anaqueles de maderas y estaciones de consulta, con el firme propósito de
desentrañar desde su propia naturaleza, la filosofía de lectura pública que
defiende este modelo de Centro de Mediación Cultural. Pretendía indagar sobre
los desafíos de la biblioteca pública del siglo XXI, vivenciando, revisando
bibliografía y dialogando con los operarios de la institución que desde
mediados de enero de este año la Universidad de las Artes ha dispuesto mediante
el sistema de estantería abierta.
A medida que subía las escalinatas de mármol del hall principal,
flanqueada por sus pares de escalones mecánicos, una luz natural cenital
proveniente de la gran cúpula de cristal me iba “bautizando”. Y allí ante mis
ojos se desplegaba un patio interno de columnas geométricas a doble altura, una
suerte de universo borgeano. Aún con tiempo para mis programados encuentros con
el rector de la Universidad de las Artes, Ramiro Noriega y con la coordinadora
del centro, Natalia Tamayo (*), me dispuse a pesquisar en anaqueles.
Subí a la 2da planta donde se encuentra buena parte de
la colección de los publicaciones que
conforma la Biblioteca, que según había leído en prensa, constituyen el grueso
de los más de 40 mil títulos que hoy aloja el repositorio, dedicados a las expresiones artísticas,
filosofía, historia y ciencias sociales. Un acervo conformado a partir de
propias adquisiciones y de donaciones de fondos como los del Diario El
Telégrafo, Presidencia de la República y la Familia Romoleroux. Una cifra muy
semejante a la cantidad de volúmenes quemados por los nazis en el siniestro
episodio de Opernplatz en el Berlín de 1933, en acto repulsivo hacia la diversidad
del pensamiento crítico. Mi asombro ante aquella recuperación patrimonial fue
aún mayor al confirmar que su arquitecto, el checo Karl Kohn, había huido desde
su Praga natal sitiada por los alemanes en 1939, hacia la aventura de este meridiano
al que hizo su nueva nación.
Justo al salir del ascensor, a mano izquierda ubiqué la
estantería de “Generalidades”, cóncava y en madera como la mesa en aro de
consulta que bordea todo el perímetro del balcón de ese piso. Allí me instalé a
hojear los volúmenes ubicados en aquella repisa, suerte de frontera divisoria entre
la zona multimedia con sus ocho monitores ocupados por universitarios entretenidos
en búsquedas y dialécticas virtuales y nuestro lado “desconectado” pero
conectado a los saberes a través de los libros impresos. Los míos versaban
sobre “El arte de la mediación” (Robledo, 2010), “La biblioteca y el saber” (Coord.
Solans, 2014), sobre “Bibliotecas y escuelas” (Coord. Bonilla, 2008) y
“Googléame” (Cassin, 2008) la nueva manera de conjugar la cultura del conocimiento,
la “Nueva Alejandría”.
Todo este ritual de debutante me llevó a considerar
que para muchos de los allí presentes aquella jornada podría figurar su primera
vez en la Biblioteca de las Artes. “¿Cómo habrá sido su experiencia de principiantes
en una biblioteca cuando pequeños?” me dije. “¿Acaso tendrán alguna imaginaria
en la cual le gustaría instalarse a leer o simplemente dejarse estar”. Yo sueño
por ejemplo con la Biblioteca Conmemorativa Kômura de Murakami. Y finalmente, si fuesen libreros de aquel
recinto de confluencia de saberes en arte, “¿a cuál de sus autores predilectos de
la ficción le gustaría asistir?” Difícil fue dar con una única respuesta en mi
caso, hurgando entre clásicos, modernos y del presente, de allí que opté por
indagar entre mis entrevistados.
Foto: Tyrone Maridueña, 2019
Mi primer interlocutor fue Ramiro Noriega, quien además
de llevar la rectoría de la Universidad
de las Artes, institución responsable de la gestión de la Biblioteca
especializada, ha sido cocreador junto a un equipo de destacados profesionales
de Ecuador de este “complejo centro de mediación cultural”. Asocia su primera
vez entre anaqueles a una escena de lectura en familia o más bien a la figura
del lector encarnada bien por su abuelo o su madre. “Mi primera biblioteca es la familiar y se
corresponde a esa escena del lector, un
referente que nos acompañó cuando nos sentamos junto a la arquitecto Delia Kingman
a observar cómo se diseñaría esta herramienta cultural”, refirió. Se trata para
él de un ritual abundante en paradojas de la dinámica del ver y descifrar, ejemplificadas
magistralmente por el argentino Ricardo Piglia a través de su ensayo “El último
lector”. Noriega destacó entre varias muy poderosas, aquella que muestra a Jorge
Luis Borges inclinado sobre un libro a pesar de su ceguera.
“Esa escena de lectura es siempre dispar y compleja,
como lo es el acto de ver” acota Noriega. “Nunca será transparente, nítida,
pero esa confusión es también interesante”... Un acto que a su juicio implica
al factor lumínico (no sólo físico sino de pensamiento) para hilvanar el texto
y al sonoro o su ausencia para conjurarlo. En su entender, la Biblioteca de las
Artes es crisol de tales complejidades y tensiones mediadoras, que son
amplificadas por el reacondicionamiento del espacio, cuidando distintas formas de
incidencia de la luz y en el cual los sonidos habitan de diferentes maneras. “No
es una biblioteca donde siempre te dirán ‘silencio’ o te encenderán la luz.
Contamos con salas que requieren de oscuridad para su uso (la cinemateca, los auditorios),
pero también con otras acondicionadas con dispositivos lumínicos que combinan
luz blanca y amarilla para ayudar a puntualizar la forma de la letra, siguiendo
patrones de las artes visuales”.
Para Noriega la naturaleza de esta institución
dedicada a cautivar a lectores nativos y no nativos digitales, está dada por su
especialidad en artes, creación e innovación cultural. “Estas disciplinas son
el resorte que le da sentido y amplifican el acto de leer hacia el aprehender,
el vivenciar, el sentir. Y las artes en términos materiales, están diversamente
constituidas de muchos componentes, materialidades, soportes; por lo que,
pensada desde allí, esta biblioteca tiene mucha pertinencia. Está el libro muy
presente pero también lo está en una forma que metonimiza todas las artes. El
libro viene a ser aquí la parte que habla de todas las artes”. Reflexión que
nos devuelve a Borges y su descripción de aquel “libro total”.
Sin embargo, descarta Noriega fabular sobre la
biblioteca prestada de clásicos de la literatura; muchas son las que ha
visitado en el real mundo. La Biblioteca Nacional de Francia le hizo muy feliz,
pues le proveyó gratas lecturas y los conocimientos para abordar su tesis
doctoral. “Esa experiencia de investigar desde un espacio confortable, la hemos
querido replicar aquí, disponiendo todo el tercer nivel dedicado al profesional
académico y de investigación tanto de nuestra Universidad, como de otras
instituciones pares”.
Acepta que un Roberto Bolaño podría haber sido uno de
estos estudiosos invitados, de haberlo permitido su salud y fantasea sobre sobre
ese admirado visitante: “le recibiría en el nivel terraza, para apreciar juntos
al Río Guayas y conversar sobre Nicanor Parra. Y terminaría el recorrido en la mediateca
infantil en planta baja, para hablar de las virtudes de su hijo Lautaro, ‘niño invisible’ que podía pasar inadvertido
ante ‘ojos lectores’ de las puertas automáticas”. Y allí quedamos recreando la onírica
escena de Noriega inspirada en uno de los relatos cortos del escritor chileno titulado
irónicamente “No sé leer”.
Foto: Tyrone Maridueña, 2019
Una “ría” de pública lectura
Y justo en este nivel de lúdico ambiente para
estimular el gozo por la lectura pública entre los más pequeños, es donde
Natalia Tamayo, coordinadora de la Biblioteca de las Artes, encuentra mayor
inspiración. Quizás porque le remite a sus orígenes en el hábito, germinado
entre los anaqueles no precisamente de una biblioteca familiar, tampoco escolar
propiamente, sino de la oficina de la directora del colegio donde trabajaba su
abuela y que luego terminó siendo su centro de estudios primarios en su natal
Cuenca. Allí viviría sus experiencias iniciales de “estantería abierta”,
accediendo a cuentos e historietas que llevaba a la comodidad del hogar, para
luego retornar. Una que marcó sus precoces cinco años fue “El gato con botas” y
no duda que en este Centro de Educación y Creación para las Artes, llamado
“Ría”, podrá volver a disfrutarlo bien como lectura dramatizada, en la
cantarina voz de un cuentacuentos o quizás como performance de titiriteros.
Para Tamayo la promesa del centro mediador para
infantes lectores parte desde su nombre. “Ría
refiere metafóricamente al Guayas. También evoca la convergencia de corrientes de
artes que derivan en un mar de saber. Y por último la palabra ría denota una sonrisa”. Es la que su
rostro dibuja al momento de calibrar lo conquistado por un equipo de bibliotecólogos,
archivólogos y voluntarios estudiantes, con quienes lleva más de dos años catalogando
y ordenando el acervo bibliográfico con el cual fue dotado el restaurado
recinto patrimonial. Éste incluye una nutrida colección de literatura infantil
y juvenil, que espera se irá nutriendo con la cantidad de nuevos autores
ecuatorianos que emergen en este género, incluyendo los formados en la Escuela
de Literatura de UArtes. Con suerte muchos de ellos encontrarán también espacio
en las vitrinas de la librería infanto-juvenil del Fondo de Cultura Económica
Ecuador que funcionará en este nivel y que llevará por nombre Miguel Donoso
Pareja.
“Son muchas los desafíos avivados tras la apertura de
la Biblioteca”, acota Tamayo en tono entusiasta. Y pasa a enumerar:
“incrementar la experiencia lectora a través del incentivo al uso de la estantería
abierta; también nos reta a buscar soluciones para que la información llegue de
manera digital, así como a idear la integración de servicios de naturaleza
tecnológica y de atención al usuario. Un propósito clave es destinar programas para
que los fondos de publicaciones sean fuente nutriente de ese mundo artístico y
creativo que existe en Guayaquil.” Repasa en perspectiva.
De allí que no
sorprenda su confesión: “Mi biblioteca de ficción es la que me falta por hacer.
Un modelo que requiere de profunda investigación, mucha integración de tecnologías
de información y redes colaborativas entre mediadores y usuarios”. Un ideal que
a nuestro entender se aproxima a la llamada “biblioteca humana”. Esa misma que privilegia
compartir junto a un abuelo o un pequeño curioso, antes que un exigente autor
de fama, pues en aquellos privilegia el
asombro y “siempre podrás brindarles un universo de posibilidades”.
Foto: Tyrone Maridueña, 2019
Había una primera vez…
Los voluntarios libreros y bibliotecarios en la
Biblioteca de las Artes, aunque no son muchos en cantidad, se hacen sentir por
su entrega en el quehacer primero en la fase de catalogación, y ahora mostrando
sus cualidades de “artesanos de la circulación”, don así calibrado por la
investigadora colombiana Beatriz Robledo. ¿Y por qué? Por su compromiso a “tejer”
vínculos con aquellos que no suelen frecuentar estos centros, construir juntos
una comunidad de nuevos lectores.
Con alguno de ellos, pulsamos también las preguntas en
torno a sus vivencias iniciales en repositorios. La bibliotecóloga Cinthia
Ponce recordó por ejemplo su primera incursión a la Biblioteca Municipal de Guayaquil,
con tan sólo ocho años en compañía de sus padres. Una entretenida jornada en la
que fue atendida y guiada por una gentil bibliotecaria, a quien hoy le honra
con su profesión. El libro consultado fue de fotografías de la vieja Guayaquil.
Un volumen de cuyo nombre no puede acordarse, pero que desearía encontrar entre
las góticas y encantadas estanterías la Escuela Hogwart de Harry Potter, su
añorada biblioteca.
Otras bibliotecas municipales también fueron el
escenario de estreno en la lectura pública para los jóvenes pasantes Jaqueline
Reyes (Artes Visuales), Diego Cisneros (Cine) y Antonio Acosta (Literatura) y
Karen Espinosa (Bibliotecología), todos universitarios cursantes de 8vo
semestre en sus respectivas carreras. Entre su imaginario de bibliotecas para conocer,
evocaron la de Alejandría, la de “Funes el memorioso”, la de Babel, y la del El
Quijote. Y entre los letrados visitantes a quienes brindar asistencia dentro
este innovador centro de mediación cultural, refirieron a autores e incluso
personajes de géneros literarios afines a su edad: fantástico, realismo mágico
y realismo “sucio”, caballeresco, así como de la narrativa ecuatoriana. Entre
ellos Pablo Palacio, Dan Brown, Gabriel García Márquez y su no carteado
“Coronel”, así como el aterrizado “Sancho Panza”.
Y al escucharlos ilustrar su escena, me asaltó la sensación
de estar acompañada por uno de tantos personajes fantásticos a quien debo mi deleite
lector. Allí estaba la rubia niña de vestido albiceleste y delantal, observando
todo con sus grandes ojos, preguntándome por un conejo blanco, trajeado a lo
victoriano y siempre presuroso. Me tomó de la mano y guio a través de aquellas galerías
especulares tras su pista. Entretanto, reflejando y refractando desde inagotables
tramos, volúmenes atraían a otros
maravillados debutantes de la Biblioteca de las Artes de Ecuador.
(*)
Actualmente Natalia Tamayo ocupa otras responsabilidades académicas dentro de UArtes,
entidad rectora de esta Biblioteca.
Ficha BiblioUArtes *
La Biblioteca de las Artes forma parte del circuito de
los acervos públicos y privados del país y encabezado por la Biblioteca
Nacional Eugenio Espejo de Quito. Abrió al público a inicios de 2019, “Año del
Resurgir de las Bibliotecas” según disposición del Ministerio de Cultura y Patrimonio
de Ecuador. Como centro de mediación cultural maneja una diversa e inclusiva
programación, desplegada a través de una Temporada 2019 que puede consultarse en
su plataforma digital.
(*)
Info para recuadro
Fuente:
Universidad de las Artes
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