viernes, 1 de enero de 2021

 

El estambre del cuerpo

(en tiempos de pandemia)

David De los Reyes



John Martin, óleo El gran día de la irac. 1853


 

El cuerpo es más que una cosa en el mundo, es una acción contra y sobre el mundo. Es una maya de percepciones que dan entrada a la apropiación de todo lo que puede abarcar. A esto se le suma la dimensión lingüística, la palabra, que es el conducto para direccionarlo y pensarse. Las sensaciones no sólo hacen a ese volumen de materia y vida que se contonea por los transitados y cansados rincones del mundo. Es desde la mudez interna que la corporalidad invita al impulso limitado, anclado sobre el estambre del mundo inmediato, que no es otro que el que construimos con nuestro cuerpo. Mundo inmediato que comienza por los pliegues de la piel y sus exigentes e imparables sed de contactos. Un ir hacia el devenir sentido. La conciencia se vuelve perceptual. Antes del concepto está la carga emocional y sensual del cuerpo. Y la carga del cuerpo está en relación con nuestro abandono y cuido del campo orgánico sensorial. Nuestra intensidad de la sensibilidad o las agresivas cuotas de irritabilidad hacia sí mismo, nuestra agudeza de captar lo interno y lo externo vendrán a constituir la primacía y la carga de la percepción, que no significa otra condición que la primacía de la experiencia irrepetible, resolviéndose en la medida en que la percepción se nos presenta en su dimensión activa y constitutiva.

Nuestros momento presente de pandemia, de encierro, de castigo individual y universal, de acorralamiento sanitario, de enfermedad invisible mortal,  de olvido de los otros vivos y reales -no virtuales, y de la reducción de nuestra experiencia vital corporal a estar recluidos a una silla, una mesa, un cuarto: espacio artificial, y al permanente rezo cotidiano  ante el santuario de los dioses y de los monstruos de la pantalla lumínica, a unas relaciones mudas pero sonoras por membranas plásticas, a unas miradas  en las calles desviadas por  el indetenible miedo al contagio, a unas extremidades mutiladas en su abarcar al otro, a un solitario sexo monoaural , a los filtros químicos de la evasión expedita de las sustancias que alteran nuestros nervios a un momento de reconciliación que acorta vida,  a unos afectos en la distancia líquidos y evanescentes o en la cercanía  repelidos e inaceptables por falta ya de costumbre, todo ello nos llevan a un cambio de ciento ochenta grados en lo experimentado en nuestra efímera existencia corporal. Esto es lo que nos orienta hoy todas nuestras percepciones de la biopolítica de la pandemia.  El cuerpo detenido, domesticado (domus significa casa), en el sentido literal de la palabra, nos dan una idea de nuestra expresión actual del cuerpo sobre este pedazo del mundo nuestro sin poseerlo. Es un cuerpo ante un espacio objetivo casi detenido y enraizado en la nada de la cotidianidad rutinaria en una situación que nos ha polarizado todas nuestras idas y venidas, todas nuestras acciones.

¿Qué queda? ¿Queda recogerse sobre sí mismo y perfilar otro esquema corporal? Quizás. Donde las experiencias vividas las aprehendemos como sutiles materiales de la conciencia para futuros proyectos que rompan el hastío de lo mismo. De las experiencias vividas surgen los posibles esquemas que se imponen, nos imponen y las hemos aceptado como animales amaestrados. ¿Irremplazable realidad física y mental de nuestro focalizado cuerpo con mascarilla y mudo de libre gestualidad? Volvamos a él. El cuerpo puede volverse como prodigioso receptáculo perceptivo que vislumbre un nuevo horizonte de creatividad dimensionada por un impulso de nuevas aperturas a lo desconocido y no resuelto, no experimentado. Una fuerza de negación a la aceptación de lo que se impone como único. Desvía la mirada hacia otro lado y fuera de la pantalla, por ahí comienza otra realidad, otra conciencia perceptual, otro procurarse la vida absurda pero sentida en el estambre de la realidad. Todo comienza con volver aprender a cómo respirar, respirar sin mascarilla…el cuerpo es aire, somos el aire que respiramos…no una cosa. 


DDLR

Guayaquil 10 de agosto 2020

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