miércoles, 1 de febrero de 2012


La idea del Hombre en Hobbes

María Eugenia Cisneros Araujo




 

Autorretrato, Lucian Freud, óleo 



... El  propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma ... Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos...
Jorge Luis Borges. Las Ruinas Circulares




Introducción
                   El objetivo fundamental del presente escrito consiste en mostrar la forma como Hobbes desarrolla un tipo de antropología donde se revelan las características individualistas que constituyen al hombre y al ciudadano.
                   En el siglo XVII se dio un proceso de cuestionamiento del concepto de hombre. En ese siglo la concepción religiosa del hombre había perdido fuerza y estaba emergiendo un concepto empirista y subjetivista de la naturaleza humana y no cabe duda de que Hobbes no fue ajeno a este fenómeno desde el momento en que inició sus reflexiones sobre la política mediante una reconceptualización de la idea de hombre.
                   El concepto de hombre imperante para la época partía de la comprensión cristiana según la cual el hombre ha sido creado a imagen de Dios y por tanto es una parte de la manifestación de Dios y encuentra su plena realización en Dios tal como Dios llega a la conciencia de su propio ser en el hombre. En otras palabras, el hecho de que pueda verse la imagen de Dios en el hombre, supone la realización del anhelo humano de Dios y del anhelo divino del hombre. Esta idea va a privar en todos los ámbitos de relación y manifestación propios del hombre. Así, la relación del hombre con el universo se considera teniendo presente la idea de hombre como imagen de Dios porque el universo también es una imagen de Dios[1]. De esta manera, el hombre está sujeto a la ley divina y por ende sus actos son juzgados por Dios, y rebelarse contra esa ley era rebelarse contra Dios, lo que era intolerable. El hombre era legítimo en la misma medida que se correspondía con la ley divina.
                   Es cierto que antes de Hobbes, en el Renacimiento, se empieza a producir una revisión de estos principios y con ello brota un nuevo concepto de hombre entendido como individuo. La naciente individualidad supone implícitamente una potencial autonomía al perder fuerza la comprensión cristiana del hombre. Y ese proceso llega hasta Hobbes cuando ha alcanzado su punto más alto de discusión. El filósofo inglés es receptor de esta discusión y su respuesta es una proposición teórica, aún más novedosa, que llamó la atención de historiadores que han tratado de comprender su teoría[2], cuya complejidad se forma a partir de las discusiones filosóficas, políticas, sociales y religiosas de la época, dando lugar a diversos paradigmas interpretativos a través de los cuales se ha tratado de estudiar su obra. En esta dirección el concepto más obvio es el de Estado, pero también se destacan los conceptos de Imaginación, Movimiento, Pasiones, Ley, entre otros. Sin embargo, creemos que hay un concepto que los contiene a todos, a saber, “El Hombre” visto como individuo y ciudadano. Basta echar una ojeada a los Elementos de Derecho Natural y Político donde Hobbes se refiere primero a los hombres como individuos y luego a los hombres dentro de un cuerpo político como ciudadanos; y especialmente el Leviatán, donde el autor dedica la primera parte al Hombre y la segunda parte al Estado. Con lo cual se aprecia, en principio, la importancia que le asigna al hombre como fundamento de su doctrina.
                   El hombre es para Hobbes la suma de sus facultades y poderes naturales. Este pensador lo define como animal racional, tomando en cuenta dos aspectos fundamentales: el corporal y el mental, a partir de los cuales elaborará su teoría antropológica. En tal sentido, haciendo énfasis en la imaginación, expresa que “... continuamente hay en nuestras mentes ciertas imágenes o concepciones de las cosas externas de tal modo que, si todo el mundo fuese aniquilado y sólo sobreviviese un hombre, este hombre retendría la imagen del mundo y de todas aquellas cosas que anteriormente había visto o percibido en él[3]. En este pasaje ya se evidencia el sentido que toma la reflexión antropológica de Hobbes al presentarnos, a través de la imaginación, una novedosa concepción del hombre, visto como creador y constructor de su entorno, puesto que no existe fuera de él algo que verdaderamente sea una imagen sino que es el hombre quien, afectado por los accidentes de las cosas, le atribuye una imagen al objeto que lo afecta. Tal concepción significa una separación, sobre todo de la propuesta aristotélica que sostenía que las cosas tenían color y formas, y estas cualidades se manifestaban al hombre.
                   Para desarrollar estas ideas, este ensayo, en primer lugar se ocupará de presentar un acercamiento al contexto histórico que le tocó vivir a Hobbes. En segundo lugar, estudiará los aspectos fundamentales de la antropología hobbesiana. Ello nos llevará, en tercer lugar, a analizar la constitución del pensamiento a partir de la sensibilidad e imaginación; memoria, experiencia y prudencia; y la causalidad de la mente.


Triple  retrato, Lucian Freud

2. Contexto histórico

El fundamento del sistema medieval es teocéntrico[4], es decir, la idea de Dios es el elemento central del ordenamiento del mundo. Las cosas adquieren valor siempre que estén referidas y basadas en Dios; el mundo humano tiene sentido en el plano trascendental constituido por la fe; se hace inteligible mediante la fe, por tanto, ella es el fundamento del conocimiento. Las verdades teológicas son las que tienen primacía; la razón está subordinada a la fe y esto en función de fundamentar la existencia de Dios. La autoridad de la Iglesia vela por la concordancia entre el conocimiento y el dogma. El pensamiento se desarrolla de acuerdo a la autoridad intelectual de las escrituras y la autoridad institucional de la Iglesia; trasgredir el dogma religioso significa pecar, pues, sólo es bueno, lo que legitima a la iglesia, esto es, la fe como cimiento de la existencia de Dios, y por extensión, del sistema medieval. El interés por la naturaleza es contemplativo, en ella se descubre la presencia de Dios; el hombre es considerado como imagen y semejanza de Dios; la visión física, está determinada por la propuesta de Ptolomeo: la tierra es el centro del universo.

Este sistema entra en crisis, pues los hombres de la iglesia comienzan a cuestionar la institucionalidad eclesiástica, así como la autoridad e interpretación establecida por la Iglesia respecto a las escrituras, ejemplo de ello, fue el movimiento de La Reforma de la Iglesia iniciado por Lutero con las 95 Tesis y la traducción de la Biblia al idioma alemán, lo que hizo que la Biblia considerada un libro sagrado, saliera del círculo religioso dominado por el latín, y pudiera ser leído por personas distintas a las religiosas. Los Monarcas (Reyes) no quieren seguir subordinados a la autoridad de la iglesia sino estar por encima de la iglesia, ser la máxima autoridad. Estas situaciones, mueven los cimientos del sistema medieval y comienza un cuestionamiento  de lo teológico, filosófico, epistemológico, jurídico, político, artístico, lo cual da nacimiento a otras ideas. Este proceso de transición -derrumbamiento del sistema medieval al nacimiento del renacimiento- es conocido en la historia como el proceso mediante el cual se produce un distanciamiento de lo religioso, la fe y la creencia para dar paso a la razón, a la ciencia y al dominio de la naturaleza.
Esa transición comienza por separar la unidad que existía entre la fe y la razón; la teología y la filosofía; la razón deja de ser esclava de la fe y se convierte en fundamento de sus propias verdades. En otras palabras, lo que es verdad para la fe no lo es para la razón, lo que es verdad para la razón no lo es para la fe (la doctrina de la doble verdad). Se rescata las ideas de los clásicos, se busca la interpretación original de Aristóteles, Platón, con lo que se inicia el distanciamiento de la escolástica. Nace la idea de nacionalidad, Italia, Alemania, Francia, Inglaterra quieren independizarse de la autoridad papal romana y erigirse como naciones autónomas, estados nacionales. Surge un conocimiento dirigido a descubrir las leyes ocultas de la naturaleza con la idea de dominarla. Se pasa de una estructura feudal y teológica a un sistema económico, mercantil. Comienzan los estudios sobre el cuerpo humano, las primeras investigaciones de anatomía, las disecciones, se descubre la circulación de la sangre, con ello se rescata al cuerpo humano de la idea del pecado impuesta por la Iglesia. Se amplía el mundo geográfico, pues se suceden los descubrimientos de nuevos territorios, como América y África. La explicación de los fenómenos astronómicos cambia de interpretación. Ptolomeo y la idea geocéntrica es sustituida por Copérnico y su teoría heliocéntrica.
El hombre deja de ser visto como un ser hecho a la imagen y semejanza de Dios; comienza a ser un hombre a quien se le reconoce un conjunto de facultades y atributos naturales, a partir de las cuales piensa, crea. Se instituye la idea de autonomía e individualismo, el hombre como un sujeto que toma conciencia de sus facultades naturales.
Esos aspectos, revelan un cambio radical en la forma de analizar la realidad, postulan una nueva mirada, lo que lleva aparejado la construcción de nuevas teorías en todos los ámbitos del conocimiento: artes, ciencias, filosofía, teología, jurídicos, políticos, económicos, en los que se destaca una nueva visión del hombre, un hombre en que la parte divina le deja de ser connatural, para constituirse, parafraseando a Nietzsche, en un Hombre humanamente humano.
            Paralelamente en Inglaterra[5] se están sucediendo conflictos religiosos, sociales, políticos, económicos, jurídicos. En el reinado de Enrique VIII (1509-1547), quien sucedió al primer Rey Tudor Enrique VII (1485-1509), ocurrió un hecho significativo, la separación de su reinado de la autoridad de la Iglesia romana. Su esposa, Catalina de Aragón no concebía un varón para la descendencia, y para ese momento, tampoco existían precedentes de mujeres que tomaran posesión de la corona en Inglaterra. Dada esta circunstancia, Enrique VIII requería el divorcio, cuestión que el Papa no iba a conceder porque la Iglesia estaba bajo el control del sobrino de Catalina de Aragón. Ante esta situación, Enrique VIII acudió a los medios legales para legitimar jurídicamente la ruptura de su reinado de la autoridad papal. Para ello, aprobó la “Convacation” de Canterbury”[6] para titularse “la cabeza suprema de la Iglesia y el clero de Inglaterra”[7]; presentó quejas ante los tribunales, contra los actos de nepotismo y corrupción del clero, lo que produjo un escándalo. Los clérigos al verse al descubierto decidieron abstenerse de legislar sin la aprobación y autorización del Rey. Así, Enrique VIII logró el divorcio de Catalina de Aragón, prescindiendo de la autoridad papal e impidiendo las apelaciones realizadas ante el Papa desde los tribunales eclesiásticos; acto seguido contrajo matrimonio con Ana Bolena.
Asimismo, el Parlamento determinó que Inglaterra era un Imperio en donde se podían conocer tanto las causas civiles como eclesiásticas, dictó una ley que proclamaba la supremacía real de Inglaterra con el título de “Única Cabeza Suprema en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra”[8], y declaró extinguida la autoridad papal en Inglaterra, lo que produjo que Enrique VIII fuera excomulgado.
Esta separación de Enrique VIII genera conflictos, diferencias que se van a agudizar al pasar el tiempo, pues los que le heredan en el poder reforzaran esta política de separación de la Iglesia para lograr la independencia y autonomía de la corona. Al morir Enrique VIII pasan una serie de acontecimientos respecto a las sucesiones que no nos interesa especificar aquí, hasta que Isabel I (1558-1603), llega al poder. Isabel I asume la soberanía de la corona y define a Inglaterra como una nación-estado. Isabel I no se casó, por lo que no dejó heredero para la sucesión en la corona y con su muerte llega a su fin la dinastía Tudor. Por este motivo, llega al poder Jacobo VI de Escocia (tataranieto de Enrique VIII), quien se convirtió en Jacobo I de Inglaterra, quedando temporalmente unidos, por este hecho, Inglaterra y Escocia. Comienza el reinado de los Estuardo con Jacobo I. En este período, al problema de la monarquía con la iglesia por el poder supremo, se agrega las diferencias políticos-religiosas-territoriales entre Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales; la lucha entre el Parlamento y el Monarca con el fin que el Rey respetara las funciones de control del Parlamento respecto al poder del Monarca.
Las decisiones trascendentales de gobierno las debía tomar el Monarca conjuntamente con el Parlamento, sólo que, era potestativo del Monarca convocar o disolver el Parlamento. Ante esta facultad discrecional, el Rey dictaba medidas de carácter económico (impuestos para aumentar los ingresos de la corona) que afectaban al comercio y a la inflación sin convocar al Parlamento, cuestión que de por sí no agradaba a los miembros de la Cámara de los Comunes, puesto que afectaba sus intereses. Cada vez que el Rey convocaba al Parlamento, era la ocasión para que sus miembros en ejercicio de sus funciones limitaran y controlaran las actuaciones del Rey, situación que tampoco era aceptada por él. Estos inconvenientes se fueron agudizando a tal punto que Jacobo I relegó al Parlamento a segundo plano. Este escenario llegó a su máxima tensión bajo el reinado de Carlos I, quien sucedió a su padre Jacobo I, al prescindir definitivamente del parlamento y no volverlo a convocar. Bajo el reinado de Carlos I, explotan las diferencias religiosas, políticas y territoriales entre Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales, generándose la guerra entre estas ciudades. Así se tiene: conflicto religiosos-político entre la Iglesia y el Monarca; conflicto político, jurídico, económico, religioso entre el Monarca y el Parlamento; conflicto político, jurídico, geográfico, nacional entre Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales; todo ello, aunado, al conflicto entre el parlamento y los militares.
En este contexto surge la figura de Oliver Cromwell, dividida en varios terrenos: los que apoyan al Rey (nobleza y campesinos), los que apoyan al Parlamento: Cámara de los Comunes (comerciantes, propietarios y terratenientes) y el ejército que apoya a Oliver Cromwell. En esta guerra, triunfa Cromwell, toma el poder, decapita a Carlos I, hecho trascendental, pues simbólicamente representa la muerte de la monarquía (mucho antes que ocurriera en Francia), y el llamado a un nuevo sistema político. Declara a Inglaterra Estado Libre y Commonwealth, aplicando las mismas ideas políticos-jurídicas-religiosas de Inglaterra a Escocia, Irlanda y Gales.
En este punto considero es importante destacar el paso del sistema feudal, basado en la tierra, el señor feudal o noble, el vasallo, trabajador de la tierra, al sistema económico burgués, para comprender, por qué el Parlamento, en la Cámara de los Comunes, está formado por los comerciantes, propietarios y terratenientes afectados por las medidas económicas tomadas por el Rey; y la Corona por la nobleza y los campesinos[9]. Así como entender que Hobbes crece en el desarrollo del sistema burgués y por consiguiente su visión de los acontecimientos es distante de la medieval.
En los años 800, 700, siglos IX, VIII, VII después de Cristo, existían los feudos; un sistema que respondía a una obediencia natural, a una obediencia política y a una dependencia jurídica. Un sistema cerrado basado en la tierra y en un estamento social compuesto por: nobles, vasallos y plebeyos. Estos feudos entre sí no tenían comunicación, se sostenían por la producción de la tierra, la cría de ganado ovino, la vida de pastoreo, en cada uno de ellos. Cuando comienza la época de transición, también se genera una nueva clase que tiene su origen en los mercaderes que comerciaban y negociaban con los feudos, convirtiéndose en un medio de vinculación entre los feudos por razones comerciales. Con el tiempo, estos mercaderes se van consolidando, a medida que se sustituye las jornadas de trabajo por jornales en dinero, el poder comercial y económico aumentan, hasta llegar el momento, en que los lugares se invierten, y los nobles, los príncipes feudales pasan a ser deudores de los mercaderes, y los mercaderes se convierten en prestamistas, estos últimos serán llamados “yeomen”[10].
Existiendo una deuda que los nobles no podían pagar a los mercaderes, por las mismas condiciones transitorias que se están gestando a nivel económico, surge la figura de la negociación entre ellos, bajo los siguientes parámetros: el mercader le propone al noble que si no puede pagarle, permita que su hijo entre a la universidad donde estudian los hijos de los nobles, le entregue tierras para trabajarlas, hasta que comienzan a exigir también prebendas político-sociales.
A medida que los mercaderes adquieren mayor poder adquisitivo, se apropian de las tierras que les han sido dadas en pago por los nobles, comienzan a construir sus propias ciudades entre los feudos; ciudades que reciben el nombre de burgos. Esos burgos, no responden a la estructura política, religiosa y jurídica de los feudos; no se basan en la obediencia natural, la obediencia política ni la dependencia jurídica que sostenían los nobles con los vasallos en el cuidado de la tierra. Por el contrario, los burgos son creaciones que manifiestan la visión y el sentir de los mercaderes, esto es, se basan en nociones de comercio, autonomía, independencia, libertad. Por lo tanto, no manejan los criterios de subordinación social, ni de dependencia que sí se encontraba en los feudos.
En la medida que los burgos se consolidan, en esa medida se genera un proceso de enquistamiento del pensamiento de los mercaderes en el sistema feudal. Así, existe un sistema feudal, dogmático, religioso, basado en un estamento social (nobles, plebeyo, vasallo) y de casta militar. Y, paralelamente a este sistema, se forman los burgos, con un criterio de autonomía, de independencia y de libertad. Estos ideales de los burgos son los que se materializaran muchos años después en la Revolución Francesa, cuando cae la monarquía en manos de Luis XVI y María Antonieta; y la burguesía toma el poder con las famosas frases aún vivas en la historia: Igualdad, fraternidad y libertad[11].
Igualdad, los mercaderes exigían que sus ciudades (los burgos) fuesen iguales a los feudos. Se les reconociera igualdad política, jurídica y territorial. Libertad, los mercaderes piden que se les reconozca independencia, autonomía comercial, ideológica y económica. Fraternidad, los comerciantes se trataban como hermanos, todos eran mercaderes, tenían los mismos intereses, realizaban el mismo trabajo, tenían la misma moral, compartían la misma ética.
Se encuentran así dos procesos distintos que se generan en forma paralela en un mismo espacio. Uno, determinado por un conocimiento dogmático religioso sostenido por el clero medieval, donde la interpretación de los clásicos está sujeta a ese dogma y los pensadores son portadores de la interpretación de la iglesia. Otro, delimitado por un conocimiento burgués, librepensador, discrecional, autónomo, individual, independiente, personalizado porque los pensadores expresan su particular visión e interpretación del mundo y se hacen responsables de ella.
¿Cómo se ve este paso de Dios al Hombre, de la Edad Media al Renacimiento desde el punto de vista epistemológico? Como una generación lenta y silenciosa de paradigmas que desplazan y sustituyen a los paradigmas medievales para consolidarse y convertirse en los paradigmas por medios de los cuales se piensa y se reflexiona, vale decir los paradigmas que rigen el pensamiento actualmente. Por esta razón, la invitación va dirigida a revisar estos paradigmas generados por los burgueses, para determinar cartesianamente, si son verdaderos o falsos. ¿Acaso se ha logrado una distancia real respecto a los paradigmas que nacieron en el Renacimiento, como lo hizo Hobbes al separarse de los paradigmas instituido en la época medieval?, ¿La crítica al sistema burgués parte desde sus propios paradigmas?
En resumen, el poder político religioso medieval se sustituye por el poder económico, el dogma religioso se desplaza por el dogma económico, la vida eterna se reemplaza por el poder adquisitivo y el éxito. El burgués es el monje de hoy. La nueva religión es la economía.
Algunos de estos mercaderes (comerciantes, propietarios y terratenientes) son miembros del Parlamento, de la Cámara de los Comunes, y son los que van a ser afectados en sus intereses comerciales y económicos por las decisiones de la Corona en materia de impuestos. Los nobles y campesinos que apoyan al Rey, deviene de la escisión del estamento social feudal. Así, que estos procesos paralelos (Medieval-Burgués) se ve reflejado en los conflictos entre el Rey (monarca), Parlamento (Cámara comunes: Burguesía). Entonces, las diferencias entre el Parlamento y la Corona constituían conflictos políticos, económicos, jurídicos y religiosos.
Es en ese contexto que nace Thomas Hobbes: la caída de la Edad Medieval - el nacimiento del Renacimiento. En la Inglaterra de Isabel I (1558-1603). Hobbes nace en Malmesbury en 1588 y muere en 1679[12].
Hobbes participa en los cambios que se están dando en Europa con el Renacimiento y en los que se producen en Inglaterra. Estudia el sistema de Copérnico, las teorías físicas-matemáticas de Galileo, se entera del descubrimiento de la circulación de la sangre realizado por Harvey[13]; tiene conocimiento de la expansión geográfica (las tierras de América, de África), de ello dejó testimonio en el Leviatán[14]; tiene presente las discusiones teológicas. Asimismo, Hobbes que nace bajo el reinado de Isabel I, vive los conflictos de separación de la corona de la Iglesia, los problemas políticos, religiosos y territoriales entre Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales con Jacobo I, las diferencias entre el Monarca y el Parlamento bajo el reinado de Carlos I, la decapitación de Carlos I, el protectorado establecido por Oliver Cronwell, y parte del período de la restauración con Carlos II. (Hobbes se exilió la última década del reinado de Carlos I).
Hobbes participó en las discusiones y conflictos entre el Monarca y los parlamentarios; su posición estaba a favor de Carlos I[15], es decir, la Monarquía como se puede constatar de la lectura de “El Ciudadano” (De Cive). Esta postura será revisada, posteriormente en el Leviatán, donde el poder puede estar en manos de una Asamblea o de un hombre.
Lo que es importante puntualizar, es que Hobbes está discutiendo sobre cuál es la forma más conveniente de Estado, qué legitimidad debe tener el Parlamento, ¿cuáles deben ser los límites del poder del Parlamento?, ¿qué es el poder?, ¿Cómo debe ejercer el poder el monarca?, ¿en qué consisten los derechos y las obligaciones de los ingleses?, ¿se debe aceptar y obedecer un poder de facto que se establece de forma ilegítima para evitar la guerra civil? ¿La obediencia política tiene relación con la legitimidad del poder o es independiente de ésta? ¿qué es la libertad?, ¿qué es el hombre?, ¿qué es la ética?, ¿qué es la moral?, ¿cómo se evita una guerra civil?, ¿cuáles son las consecuencias de la guerra?, ¿Qué es la Religión?, ¿Un Estado debe estar fundamentado en dogmas religiosos?[16]
Ahora bien, ¿Cómo el contexto histórico influye en el pensamiento de Hobbes? y ¿Cómo Hobbes responde a este contexto histórico?
Como ya se explicó, el siglo XVII se caracteriza por desarrollar un pensamiento matemático. Es una época que utiliza el empirismo para elaborar conceptos novedosos acerca de la naturaleza y subjetivistas para confeccionar una noción de hombre. Es un siglo en el que se crea un método de conocimiento fundamentado en la visión científica que pretende excluir la esfera religiosa medieval[17], específicamente la escolástica. En este sentido, el proceder de la investigación tiene como fin crear un modelo de conocimiento que sirva para dominar y controlar la naturaleza y a la vez elaborar una noción de hombre que se distancie de la concepción religiosa. Se trata de construir un conocimiento teórico-abstracto de la naturaleza y el método que sirva a la construcción de ese conocimiento. Ese modelo metódico surge del seno de la matemática, de la visión mecanicista del mundo que, está en boga, de la noción de cuerpos en movimientos y una forma de pensamiento estructurado sobre la base de la causalidad, es un filósofo que hace ciencia política[18].
Thomas Hobbes constituye uno de los pensadores que no está ajeno al desarrollo científico que ocurre en su época, por el contrario es un estudioso del mismo. En otras palabras, este filósofo aplica el modelo científico en los campos de la antropología, la epistemología, la ética, la política. Con ello logra distanciar estos campos del conocimiento, de la atmósfera religiosa medieval y dotarlos de autonomía al proponer como fundamentos de los mismos la racionalidad humana tomando en cuenta los contenidos históricos y culturales[19]. Asimismo, Hobbes se ocupa de la naturaleza humana en cinco vertientes: la antropológica, la epistemológica, la ética, la política y la religiosa. Desarrolla una concepción de hombre que se estructura a partir del vínculo dinámico en permanente movimiento entre el sujeto y el objeto, en donde, el sujeto pone en ejercicio sus poderes y facultades para generar la objetividad. El hombre no es imagen y semejanza de Dios. El hombre es el producto del ejercicio de su imaginación cuyo máximo producto es la creación del Estado (Leviathan), como garante de la paz.



David y Eli, Lucien Freud, óleo.




2. Aspectos fundamentales de la antropología hobbesiana

... oíd los males de los hombres, y cómo de rudos que antes eran, hícelos avisados y cuerdos. Lo cual diré yo, no en son de queja contra los hombres, sino porque veáis cuánto les regaló mi buena voluntad. Ellos, a lo primero, viendo veían en vano; oyendo, no oían. Semejantes a los fantasmas de los sueños, al cabo de siglos aún no había cosa que por ventura no confundiesen. Ni sabían de labrar con el ladrillo y la madera casas halagadas del sol. Debajo de tierra habitaban a modo de ágiles hormigas en lo más escondido de los antros donde jamás llega la luz (...) Y, en fin, echando al fuego los grasientos muslos y el ancho lomo, puse a los mortales en camino de arte dificilísimo, y abríles los ojos, antes ciegos, a los signos de la llama. Tal fue mi obra. Pues, y las preciosidades, ocultas a los hombres en el seno de la tierra: el cobre, el hierro, la plata y el oro, ¿quién podría decir que los encontró antes que yo? Nadie, que bien lo sé, si ya no quisiere jactarse temerario. En conclusión, óyelo todo de una vez. Por Prometeo tienen los hombres todas las artes.

Esquilo Prometeo Encadenado[20]

                   La antropología la desarrolla Hobbes a partir del estudio de la naturaleza de la mente, considerada a partir de la constitución del pensamiento, la razón, el lenguaje y las pasiones. Aquí me referiré a la mente como poder autónomo, visto en el contexto del sistema filosófico hobbesiano como un aspecto fundamental de la concepción antropológica del mencionado filósofo.
                   La filosofía civil hobbesiana exige el conocimiento de tres elementos que son necesarios para explicar la articulación que existe entre la naturaleza y el poder, entendido como una materialización política del poder autónomo de la mente.
                   Estos tres elementos son: la naturaleza humana, el cuerpo político y la ley[21]. Ahora bien, la explicación de las leyes que rigen la política requiere el conocimiento del hombre, de la estructura social en la cual se desarrolla, y de la ley como ente que regula su relación con la estructura social. Este criterio tiene un carácter antropológico y este precisamente es un elemento que forma parte de la filosofía civil[22]. Esto se puede observar claramente en dos obras fundamentales: Elementos de Ley Natural y Políticos, donde Hobbes se refiere primero a los hombres como individuos y luego a los hombres dentro de un cuerpo político como ciudadanos; y en el Leviatán, donde el autor dedica la primera parte al Hombre y la segunda parte al Estado.
                   Hobbes sostiene que el hombre es la suma de sus facultades y poderes naturales, contenidos en la definición de hombre como animal racional. El hombre está constituido por dos elementos que le son propios, llamados “naturales” que son: las facultades o poderes del cuerpo y las facultades o poderes de la mente. Las primeras pertenecen al mundo de la fisiología. Así lo considera Hobbes al indicar que el cuerpo se relaciona con la nutrición, el movimiento y la reproducción. A las segundas corresponde el poder cognoscitivo, también llamado imaginativo o conceptivo, y el motriz.
                   Hobbes desarrolla este concepto de hombre en su explicación de la vinculación del hombre con el objeto, pensado como algo que coincide con alguna parte del espacio y es independiente del hombre. Así, en el Tratado Sobre el Cuerpo, se nos dice que el cuerpo es independiente de nuestro pensamiento[23]. Y en el Leviatán se afirma que “... el objeto siempre será una cosa, y la imaginación o fantasía será otra[24]. Ahora bien, la característica fundamental del objeto es el movimiento, que en Hobbes nace bajo la influencia mecanicista de la época, dominada por Galileo, Descartes, Harvey, entre otros. Para Hobbes el movimiento “... es el abandono continuo de un lugar y la adquisición de otro. Al lugar que se deja se le suele llamar término a quo, y al que se adquiere, término ad quem[25]. El movimiento es la posibilidad que tiene el cuerpo de cambiar de lugar en el espacio real, pues se asume la posibilidad de que el cuerpo se encuentre en un lugar distinto al que estuvo originalmente. De esta manera ese cuerpo que se mueve no está en un único lugar, no sólo se ha movido sino que continúa moviéndose; lo cual nos proporciona la noción de espacio y que implica la noción del tiempo.
                   Según Hobbes, el objeto influye en el hombre a través del movimiento; y este movimiento es concebido en el hombre como una serie de accidentes del objeto a los cuales asigna cualidades, tales como magnitud, color, calor, olor, entre otros. Así lo manifiesta Hobbes cuando señala que “Igual que el color no es inherente al objeto sino un efecto que el movimiento de éste causa sobre nosotros ... tampoco hay sonido en la cosa que oímos sino en nosotros mismos[26]. Lo relevante de la tesis hobbesiana es la concepción del objeto que existe en el espacio real (fuera de la mente), que se mueve y genera a su vez movimiento; y la concepción del hombre que por sus facultades y poderes naturales tiene la capacidad de atribuirle cualidades al objeto[27]. Entre ambos se produce un fenómeno de vinculación a través de la sensibilidad y la imaginación.
                   Además de reconocer que el hombre tiene la capacidad de asignar cualidades al objeto, Hobbes también le atribuye la facultad de retener imágenes y de construir un universo de representaciones con significado tanto para él, como para compartirlo con los demás por medio del lenguaje. En este sentido, Hobbes afirma que la mente está dotada de la facultad cognoscitiva o imaginativa a través de la cual el hombre es capaz de retener la percepción y el posterior conocimiento del mundo exterior. Para explicar esta facultad, Hobbes parte de la hipótesis de la aniquilación del universo, excluyendo de esta aniquilación al hombre, el cual, por medio de la mente es capaz de retener las imágenes del mundo a pesar de que el mundo ya no está presente.
                   En tal sentido, en Elementos de Ley Natural y Políticos Hobbes sostiene que:
... debemos recordar y reconocer que continuamente hay en nuestras mentes ciertas imágenes o concepciones de las cosas externas de tal modo que, si todo el mundo fuese aniquilado y sólo sobreviviese un hombre, este hombre retendría la imagen del mundo y de todas aquellas cosas que anteriormente había visto o percibido en él.[28]

                   En el Tratado Sobre el Cuerpo dice:

... Un buen comienzo para la Filosofía natural lo adoptaremos ... a partir de la privación, esto es, a partir de la ficción de la aniquilación del universo. Una vez supuesta tal aniquilación, tal vez pregunte alguien qué quedaría sobre lo que un hombre (al único que excluimos de la aniquilación total de las cosas) pudiera filosofar o razonar de algún modo, o a qué cosa podría imponer un nombre con objeto de razonar.
Pues bien, digo que a ese hombre le quedarían las ideas del mundo y de todos los cuerpos que habría contemplado con sus ojos antes de la aniquilación, es decir, la memoria y la imaginación de las magnitudes, de los movimientos, de los sonidos, de los colores, etc., así como de su orden y sus partes; todo lo cual, aunque no fueran más que ideas y fantasmas que estarían presentes internamente sólo al que las imaginase, sin embargo le aparecerían como externas y no dependientes de la capacidad de la mente. A estas cosas es a las que impondría nombres, las sumaría y restaría.[29]

                   En esta hipótesis de la aniquilación del mundo podemos advertir que este filósofo no sólo le da un reconocimiento fundamental a la mente como poder o facultad natural del hombre, sino que entiende que este poder natural es la génesis de la autonomía del hombre respecto al objeto. Es a partir de esta autonomía, o facultad del hombre para independizarse del objeto, que Hobbes elabora su antropología, y sostiene que es esa independencia la que posibilita la facultad de elaborar imágenes, pensamientos y conceptos. En otras palabras, esa facultad lo independiza del objeto, de tal manera que el hombre elabora un universo en ausencia del objeto. Y de esta forma, su vínculo con el objeto se produce precisamente debido a la autonomía de su mente[30].
                   Esto nos permite decir que así como el objeto está caracterizado por el movimiento, el hombre está caracterizado por la facultad de concebir el movimiento como una serie de imágenes o representaciones, a las cuales asigna las respectivas cualidades. Él tiene el poder de construir un mundo de imágenes o representaciones con significados propios que se materializan en un lenguaje que no requiere la presencia del objeto. Aquí se encuentra la clave de la concepción antropológica hobbesiana, es decir, una concepción que se basa en percibir en la naturaleza humana la capacidad de creación como una facultad o poder que le es propia. Y ésta cobra fuerza cuando Hobbes señala también el poder de ficción como facultad natural del hombre, es decir, la facultad de composición de las imágenes percibidas a través del contacto con los distintos objetos. En este sentido: “... el cerebro o el espíritu que lo habita, al ser excitado por diversos objetos, compone una imaginación a partir de diversas concepciones que aparece como singular al sentido[31].
                   Conforme a estos aspectos es posible señalar que la antropología hobbesiana, por un lado, asume al hombre como la suma de sus poderes y facultades naturales contenidos en la definición de hombre como animal racional; y por otro, independiza al mismo tiempo al hombre y al objeto, al asignarle un peso específico al poder de la mente para reproducir imágenes, pensamientos y conceptos, independientemente del mundo que les dio origen.
                   Asimismo, Hobbes indica que el hombre por su naturaleza asigna cualidades al objeto, que es una manera de calificar el movimiento como rasgo preeminente del objeto; con esta afirmación revaloriza la capacidad de ficción en tanto facultad natural de componer imágenes o conceptos.
                   Vista la mente como poder autónomo, pasemos ahora a examinar el proceso de su constitución.





Muchacha con perro blanco, Lucian Freud, óleo.


3. La constitución del pensamiento

                   Tal como vimos, Hobbes asume que en la mente hay imágenes o concepciones de las cosas externas y que éstas se mantienen a pesar de la ausencia del objeto. Esas imágenes o concepciones constituyen el medio por el cual el hombre concibe o conoce los objetos que son independientes del pensamiento, y se refiere a ellas indistintamente con las palabras concepción, imaginación, idea, representación o conocimiento pues considera que son “palabras equivalentes[32]. Bajo esta idea, el pensamiento es la facultad que tiene el hombre de concebir, tener representaciones o imágenes de los objetos, es decir, de elaborar el entorno. Así lo da a entender cuando afirma que “ ...todo pensamiento es una representación o aparición de una cualidad o de cualquier otro accidente de un cuerpo ajeno a nosotros, al que comúnmente llamamos objeto[33].
                   Nótese que Hobbes distingue el objeto del pensamiento, puesto que el objeto es un cuerpo ajeno a nosotros, y el pensamiento, a su vez, es independiente del objeto, porque es una representación del objeto, que no es más que movimiento, y permanece a pesar de que el objeto no esté presente. Y a través de esta independencia Hobbes explica el encuentro del hombre con el objeto, encuentro que se produce por medio de la sensibilidad, que es la capacidad de percibir el movimiento del objeto que luego será representado o imaginado o concebido como objeto contenido en la mente. Desde esta perspectiva es razonable afirmar que cada hombre se acerca al mundo a partir de su propia representación, surgiendo así las diversas concepciones del mundo.
                   Consideramos pertinente advertir que aunque Hobbes en el Leviatán se ocupó en capítulos separados del pensamiento, la razón y el lenguaje, en su exposición de la constitución del pensamiento ya está presente la razón y el lenguaje, pues la vía para que el hombre asigne cualidades al objeto es a través del lenguaje. Tan presente está la razón y el lenguaje en la constitución del pensamiento que si leemos con atención su hipótesis sobre la aniquilación del mundo presentada en el Tratado Sobre el Cuerpo, vemos que Hobbes nos señala que el hombre impondría nombres, sumaría y restaría las cosas que le quedaron una vez que el mundo se alejó de sus sentidos. Esto se traduce en: razón (sumar y restar) y lenguaje (imponer nombres).
                   Pasemos a estudiar con más detalle los elementos que participan en la constitución del pensamiento.


Fotografía de Lucien Freud, por David Dawson






3.1. Sensibilidad e imaginación

                   “... Por medio de los sentidos, que se cuentan por el número de órganos, cinco, nos apercibimos (como ya se ha dicho) de los objetos exteriores y esta ... es nuestra concepción de ellos[34]. Estas palabras expresan que los sentidos físicos participan en la generación de las concepciones originarias; esa participación es evidente desde el primer capítulo del Leviatán, cuando Hobbes dice:

“... no hay ninguna concepción en la mente humana que en un principio no haya sido engendrada en los órganos del sentido, total o parcialmente. Las demás se derivan de esta concepción original” ... “... el sentido, en todos los casos, no es otra cosa que una fantasía original, causada, como he dicho, por la presión, esto es, por el movimiento de las cosas externas actuando sobre nuestros ojos, oídos y otros órganos ordenados a su fin respectivo”[35].

                   Hobbes plantea que el encuentro del hombre con el objeto en un primer nivel se produce a través de los sentidos, puesto que los objetos (que tienen la capacidad del movimiento) continuamente están afectando al hombre y esta afectación ocurre en el ámbito de la sensibilidad. Esta idea la podemos ver en las siguientes palabras:
... Dicho objeto opera sobre los ojos, oídos y otras partes del cuerpo de un hombre, y según sea la diversidad de esta operación, producirá una diversidad de apariciones ... La causa del sentido es el cuerpo exterior, u objeto, que impresiona el adecuado órgano sensorial, ya inmediatamente, como ocurre con el gusto y el tacto, ya mediatamente, como sucede con la vista, el oído y el olfato.[36]

                   Se observa claramente que la percepción del objeto se produce en principio en los órganos del sentido porque la impresión del objeto sobre el hombre ocurre sobre la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto, dejando una huella, la cual será sustituida por posteriores impresiones del mismo objeto u otros objetos, siempre en función de la sensibilidad. En ese sentido, nuestro filósofo dice:

... Y cualquier objeto que sea apartado de nuestros ojos, aunque deje en nosotros la impresión que nos hizo, es sucedido por otros objetos más presentes, que, al operar sobre nosotros, oscurecen la imagen anterior y la debilitan, lo mismo que ocurre con la voz de un hombre entre el ruido del día.[37]

                   La percepción que se produce en función de la sensibilidad, actúa de la siguiente forma: una vez afectados los sentidos por distintos objetos, éstas impresiones quedan y permanecen en el hombre como imágenes, las cuales se debilitarán a medida que otros objetos impresionen nuevamente los sentidos y sustituyan esas imágenes que les anteceden.

... aunque la sensación haya pasado, la imagen o concepción permanece, pero más oscura mientras estamos despiertos, porque otros objetos continuamente se presentan y atraen nuestros ojos y oídos, manteniendo a la mente en un movimiento más fuerte, mientras que el objeto más débil no aparece fácilmente.[38]

                   De esta manera se confirma que los impactos del objeto que se producen en diversos momentos en la sensibilidad, son concebidos por este filósofo como concepciones originarias, que se suceden y permanecen en el hombre independientemente del objeto que las causó. Sea una o varias sensaciones las que se sucedan, siempre se confirma la independencia del objeto. El principio que explica esto es simple:

... La campana posee movimiento, y no sonido, y lo imparte al aire; éste, tiene movimiento, pero no sonido y lo imparte a través del oído y el nervio al cerebro; y el cerebro tiene movimiento pero carece de sonido, por lo tanto, rebota en el cerebro y es transmitido a los nervios exteriores y de éstos brota una aparición externa que llamamos sonido. Si quisiéramos proseguir con el resto de los sentidos, resultaría suficientemente claro que el olor y el gusto de la misma cosa no son lo mismo para todos los hombres, lo cual quiere decir que no se encuentran en la cosa olida o degustada sino en los hombres. ... igual que sucede en la visión, también en las concepciones que brotan de los demás sentidos, el sujeto de su inherencia no se encuentra en el objeto sino en el sintiente.[39]

                   Resulta claro entonces que Hobbes trata independientemente al objeto y al hombre, puesto que el objeto sólo tiene movimiento y el hombre lo conoce por medio de sus accidentes, y en el hombre se encuentra la facultad de asignar las cualidades a esos accidentes del objeto como el sonido, el color, el olor, el sabor por estar presentes en el hombre y no en el objeto. En otras palabras, para Hobbes, el objeto es movimiento que impresiona los órganos del sentido del hombre, y en él tales impresiones son concepciones o fantasías originales.
                   Ahora bien, a pesar de tener presente que el conocimiento en principio se produce a partir de las concepciones originarias, Hobbes hace énfasis en el momento en que se tiene una “concepción”, es decir, cuando
“... nos apercibimos de una u otra manera de nuestras concepciones.[40], que, relacionada con la hipótesis de la aniquilación del mundo expuesta en las primeras páginas de Los elementos naturales y políticos, nos permite ver que existen concepciones que van más allá de la mera fantasía original. En efecto:

... Por propia experiencia, todos saben que la ausencia o destrucción de las cosas que una vez fueron imaginadas no causa la ausencia o destrucción de la propia imaginación. Llamamos a estas imágenes y representaciones de las cosas externas, nuestra concepción, imaginación, idea, o conocimiento de ellas.[41]

                   En este caso se está refiriendo al pensamiento que también llama imagen, representación, idea o conocimiento que queda en el hombre en ausencia del objeto. Es decir, para este filósofo hay unos pensamientos que se derivan de las concepciones originarias y éstas son las imágenes o representaciones que quedan en el hombre a pesar de que el objeto desaparezca.
                   De esta manera, podemos decir que Hobbes considera, por un lado, las concepciones originarias, producto del impacto de los objetos externos sobre los órganos de los sentidos, y por el otro, las concepciones que son las imágenes o representaciones de los objetos externos que quedan en la mente del hombre en ausencia de esos objetos externos que originariamente las produjeron. Estas últimas, en nuestro criterio, son las concepciones a las que Hobbes le asigna una importancia vital por el peso que tienen en la comprensión del poder de la mente, ya que a partir de éstas se explica más claramente la capacidad de creación humana.
                   Las concepciones o pensamientos, van a ser considerados por Hobbes primero individualmente y después en sucesión o como dependientes unos de otros.
                   Individualmente el pensamiento es una representación del accidente de un cuerpo externo al hombre; es decir, es la concepción originaria que se produce, como ya dijimos, cuando el objeto impacta los órganos de los sentidos. Tiene que ver fundamentalmente con el impacto del objeto exterior en la sensibilidad. Mientras que el pensamiento en sucesión es la facultad que tiene el hombre de combinar las imágenes en ausencia del objeto. Se trata de las representaciones que se derivan de las concepciones originarias.
                   Esto quiere decir que el conocimiento se inicia en la sensibilidad estimulada por las concepciones originarias; pero posteriormente el conocimiento se organiza en la mente por la retención de las concepciones que quedaron en ausencia de los objetos que les dieron origen. Estas concepciones son las que Hobbes tiene en cuenta para definir la imaginación. Así, dice que la imaginación: (1) es una concepción que permanece y que poco a poco va decayendo desde y después de la sensación[42]; (2) no es otra cosa que sentido debilitado que se encuentra en los hombres como en otras criaturas vivientes dormidas o despiertas.[43]
                   La imaginación consiste, entonces, en el conjunto de concepciones que quedaron en el hombre una vez que el objeto ha desaparecido. Desde luego, si se considera al pensamiento individualmente y en sucesión, es también concebible considerar una imaginación simple y una imaginación compuesta, debido a la equivalencia que existe entre pensamiento e imaginación. En este sentido, debemos resaltar que Hobbes utiliza los términos imaginación, representación, concepción, pensamiento como equivalentes. De esta manera la imaginación simple es lo mismo que el pensamiento considerado individualmente y la imaginación compuesta es equivalente al pensamiento considerado en sucesión. Dicho de otra manera, la imaginación simple es la representación inmediata del objeto y la imaginación compuesta es la representación que resulta de la composición de imágenes. Un buen ejemplo que ofrece Hobbes es el del centauro que, como se sabe, es una figura que la mente compone al ver a un hombre y luego a un caballo.
                   Hobbes también señala que la imaginación es la misma cosa que la memoria que, debido a una diversidad de consideraciones, recibe diversos nombres[44]. Analicemos por qué la imaginación es lo mismo que la memoria y cómo se transforma en experiencia y en prudencia.


Homenaje a Cezanne, Lucien Freud, óleo






3.2. Memoria, experiencia y prudencia

                   Las concepciones que quedaron en la mente del hombre se van debilitando a medida que transcurre el tiempo; y cuando el hombre necesita hacerlas presentes acude al recuerdo de tales concepciones, y esto configura la memoria. De tal forma que la memoria es el depósito de las concepciones que quedaron en la mente del hombre en ausencia del objeto, que no es más que la imaginación considerada en el tiempo. Por esta razón, memoria e imaginación son una sola cosa, pero cuando el hombre constantemente acude a su memoria para hacer presentes estas concepciones tiene lugar la experiencia[45]. Así lo indica Hobbes al sostener que “... El recuerdo de la sucesión de una cosa a otra, esto es, de qué era antecedente, qué era consecuente y qué concomitante se llama un experimento[46]; “... Mucha memoria, o memoria de muchas cosas, es lo que llamamos experiencia[47].
                   Por ende, existen concepciones derivadas de las concepciones originarias, que son las representaciones que quedaron en la mente del hombre una vez que el objeto se alejó de sus sentidos, que se debilitan al transcurrir el tiempo hasta ser imaginación y por consiguiente se convierten en memoria. Esta es la plataforma necesaria para que se configure la experiencia. Así, la experiencia es la memoria hecha presente por parte del hombre con la intención de anticipar las consecuencias de sus acciones. Y en esa anticipación se configura la prudencia.
                   Para Hobbes, la prudencia en el hombre es posible mediante la experiencia porque es la vía para prever los resultados de sus acciones, ya que recuerda o hace presente los resultados de acciones semejantes que vio y que pretende emprender. “... Pero hay algo que es seguro: que cuanta más experiencia de cosas pasadas haya tenido un hombre, más aventajará a otro en prudencia, y se equivocará menos veces en sus premoniciones[48]. Y esto es así, porque la experiencia supone tener presente la memoria. En este sentido Hobbes afirma que “... aquel que ve las cenizas que quedan después del fuego y ahora vuelve a ver cenizas, concluye de nuevo que ha habido allí fuego[49]. Asimismo, el hombre que quiere cometer alguna acción tendrá presente una acción semejante y sus consecuencias, y con esta información podrá prever las consecuencias de la acción que pretende realizar.
                   Estas facultades ya nos sugieren la idea de constitución del hombre en individuo, pues al referirnos a la memoria, experiencia y prudencia debemos tener presente que las mismas son particulares y distintas en cada hombre. Es decir, cada hombre como individuo genera su propio depósito de concepciones y acude al recuerdo de ellas en base a su individualidad. Es así como cada hombre en su contexto se labra su propia experiencia y prudencia. Vale decir, que la memoria, la experiencia y la prudencia no son iguales en cada hombre, o lo que es lo mismo, son diferentes en cada hombre. Y a partir de esa diferencia se genera una individualidad. No es gratuito que Hobbes, refiriéndose a la experiencia y la prudencia, hable de que un hombre con más experiencia aventajará a otro en prudencia. Creemos que nuestro filósofo, a partir de su antropología, concibe al hombre como individuo, como un ser en el que sus facultades le son propias y al mismo tiempo marca la diferencia con el otro, así como también en el otro estas facultades lo diferencian. Hobbes está pensando en el hombre como un individuo en el que sus facultades naturales lo hacen único respecto al otro, así como al otro también lo hacen único. Por consiguiente, la memoria, experiencia y prudencia de cada hombre como individuo lo hace único y distinto respecto a la memoria, experiencia y prudencia de otro que a su vez es único y distinto. Este rasgo nos permite señalar no sólo la concepción del hombre como individuo, sino también una antropología que comienza a perfilarse en una dirección individualista.
                   Ahora bien, al describir la constitución del pensamiento, Hobbes también muestra la relación de causalidad que se produce en la mente.





Retrato de Leigh Bowery, Lucien Freud, óleo



3.3. La causalidad de la mente

                   Nos dice Hobbes “... Pero así como en el sentido la concepción de causa y efecto pueden sucederse una a la otra, así también después del sentido ocurre en la imaginación[50]. Esto indica que para este filósofo el pensamiento o la imaginación es un proceso que supone un antecedente y un consecuente que descansa en el principio de causalidad. Hobbes está presentando un proceso que va de las causas a los efectos y de los efectos a las causas, a través del cual se pone de manifiesto la coherencia del pensamiento.
                   La idea de causalidad se expone enfáticamente en el Leviatán, cuando Hobbes afirma que:

 ... La cadena de pensamientos regulados es, a su vez de dos clases: una, cuando buscamos las causas de un efecto imaginado, y los medios que lo producen. ... La otra es cuando, al imaginar una cosa cualquiera, buscamos todos los efectos posibles que pueden ser producidos por ella, esto es, imaginamos lo que podremos hacer con ella cuando la tengamos.[51]

                   Este pensamiento ordenado es lo que Hobbes llama discurso mental: un orden determinado por el movimiento de causa y efecto, que permite comprender la sucesión con que un pensamiento le sigue al otro[52]. Este discurso mental es de dos clases: (1) Inconstante o no regulado, y (2) Constante o regulado.
                   El discurso mental es inconstante cuando no está presente alguna pasión que lo guíe. En otras palabras, cuando el movimiento de causa y efecto no está determinado por el deseo que lo dirija hacia un fin. En este caso, la ordenación de las concepciones carece de coherencia, precisamente por la falta de alguna pasión. Decimos ordenación, porque Hobbes reconoce la causalidad del pensamiento aunque no sea coherente. Esta situación la expresa de la siguiente manera: “... incluso en este desordenado divagar de la mente, puede un hombre muchas veces percibir su curso, y la dependencia de un pensamiento con respecto a otro[53]. En cambio, el discurso mental regulado es constante por estar guiado por alguna pasión o deseo. Es decir, el movimiento de causa y efecto está determinado por alguna pasión que lo dirige hacia un fin. En este caso hay causalidad, ordenación y coherencia. Pero, lo más significativo en la explicación de las clases de discurso mental, consiste en atribuirle a la pasión un papel ordenador del pensamiento, es decir, en reconocer que al estar el pensamiento guiado por la pasión, es coherente y organizado según la relación medio-fin.
               Tal reconocimiento es evidente en las siguientes palabras:
 ... Del deseo surge el pensamiento de algunos medios que se han puesto para lograr algo parecido a lo que nosotros queremos; y de ese pensamiento, pasamos al de los medios para alcanzar esos medios. Y así procedemos de un modo continuo, hasta que lleguemos a algún comienzo que esté en nuestro poder. Y como, por la fuerza de la impresión, el fin se nos hace presente en la mente, ello sirve para que, caso de que nuestros pensamientos empiecen a divagar, puedan ser rápidamente encauzados de nuevo.[54]

                   La constancia del discurso mental se expresa entonces en la causalidad dirigida a conseguir los medios para alcanzar el fin determinado por la pasión. Y este pensamiento regulado, según Hobbes, es de dos clases: (1) cuando los pensamientos van de los efectos a las causas, lo cual es común tanto en el hombre como en los animales; y (2) cuando los pensamientos van de las causas a los efectos, que sólo es posible en el hombre, quien tiene la facultad de crear y producir imágenes a partir de la reproducción de las imágenes originarias, tal como se explicó anteriormente. Así lo afirma Hobbes al sostener que esta cadena de pensamientos se produce cuando al imaginar una cosa cualquiera, buscamos todos los efectos posibles que pueden ser producidos por ella, esto es, imaginamos lo que podremos hacer con ella cuando la tengamos[55].
                   Podemos aquí ver que el pensamiento es una forma de constitución de la individualidad debido a que las imágenes se van formando a partir de la experiencia que cada hombre tiene. En otras palabras, la experiencia de imágenes en cada hombre es distinta. Así lo señala Hobbes cuando dice:

... quienes tienen mayor experiencia serán los mejores en sus conjeturas, porque cuentan con más signos con los cuales conjeturar. Ésta es la razón por la que los ancianos son más prudentes, esto es, conjeturan mejor, ... que los jóvenes. En efecto, ser viejo quiere decir recordar más, y la experiencia no es sino el recuerdo. Igualmente, los hombres de imaginación rápida ... son más prudentes que aquellos cuya imaginación es lenta, porque observan más en menos tiempo[56].

                   Y cuando señala: “... Pero hay algo que es seguro: que cuanta más experiencia de cosas pasadas haya tenido un hombre, más aventajará a otro en prudencia, y se equivocará menos veces en sus premoniciones[57]. Pero la experiencia tiene que ver con el pensamiento, por ello:

 ... Esta diferencia en los grados de rapidez (en la imaginación o pensamiento) es causada por la diferencia que se da entre las pasiones de los hombres; unos aman y detestan una cosa, y otros aman y detestan otra. Y, por lo tanto, los pensamientos de unos hombres corren en una dirección, y los de otros en otra, deteniéndose y observando de maneras diferentes las cosas que van pasando por su imaginación.[58]

                   La noción de la causalidad del pensamiento reafirma la concepción individualista de la antropología hobbesiana, pues aquí, el filósofo introduce un término clave: las pasiones. El pensamiento es constante cuando está presente una pasión que lo dirija a buscar los medios para alcanzar los fines, lo que involucra la memoria, la experiencia y la prudencia. Pero Hobbes aclara, hay individuos que tienen mayor experiencia y prudencia que otros, así como hay individuos que tienen mayor rapidez en las producciones de imágenes y pensamientos que otros y que son causadas por diferentes pasiones. En otras palabras, cada hombre posee pasiones que despiertan pensamientos dirigidos al fin que él como individuo quiere alcanzar; por ende, en cada hombre como individuo están presentes las pasiones que conducen los pensamientos a obtener el fin. Por ello, cada individuo toma una dirección, o coincide en la misma dirección, de acuerdo a su memoria, experiencia, prudencia, a sus pasiones y rapidez imaginativa. Surgirán problemas cuando coincidan en la búsqueda del mismo fin, dando lugar a espacios que conducen a la evolución individualista del hombre descrita por Hobbes en el estado de naturaleza.
                   Lo que queremos dejar precisado es que en esta facultad natural, también está presente la concepción de individuo, por cuanto cada hombre tiene pasiones que le son propias y en cada uno de ellos se manifiestan de diferentes maneras. Esta facultad estructura y ordena el pensamiento en cada hombre y lo lleva a buscar medios para obtener el fin, constituyéndose en individuo, pues cada uno desarrolla su propio mecanismo de medio-fin; y cada uno está llevado por sus propias pasiones, y en base a ello se relacionan entre sí.
                   Finalmente la constitución del pensamiento requiere ser expresada y comunicada a otros hombres. A tal efecto el hombre constituyó un sistema codificado de alta complejidad, vale decir, el lenguaje, que sirve de vehículo para exponer su razón y aceptar la del otro.



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[1] Véase S. Radhakrishnan y P.T. Raju, El Concepto de Hombre, Fondo de Cultura Económica, México. 1993.
[2] Véase Bréhier, Emile, Historia de la Filosofía, Vol. I, Edit. Tecnos, S.A., Madrid, 1988 y Abbagnano Nicolas, Historia de la Filosofía, Tomos I y II, Montaner y Simón S.A., Barcelona, 1964.
[3] Hobbes, Thomas. La Naturaleza Humana o los Elementos Fundamentales de la Política. En Lynch Enrique. Antología, Barcelona, Ediciones Península, 1987, p. 128. 
[4] Ver Windelband W. Historia de la Filosofía Moderna en su Relación con la Cultura General y las Ciencias Particulares. Tomo I, Editorial Nova, Buenos Aires, 1951.

[5] Ver Romerales Enrique. Del Empirismo Soberano al Parlamento de las Ideas. El Pensamiento Británico hasta la Ilustración. Ediciones Akal S.A., España, 1997.

[6] Ibid, p. 7
[7] Idem
[8] Ibid, p. 8
[9] Ver Macaulay Trevelyan, George. Historia Social de Inglaterra., Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición, México, 1984.
[10] Ibid, p. 26
[11] “…Es verdad que en las revoluciones inglesas aparecen, anticipándose en un siglo, las grandes ideas que estamos acostumbrados a asociar al nombre de la revolución francesa, y que aparecen con las características de una juventud todavía intacta…” Windelband W. Ob cit, p. 120.

[12] Antiseri Dario y Reale Giovanni. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Del Humanismo a Kant II. Herder, Cuarta Edición, España, 2001, p. 413.
[13] Ver Quaranta, Mario. Una Nueva Imagen de William Harvey, Descubridor de la Circulación Sanguínea. En Apuntes Filosóficos, Nº 30, UCV-Escuela de Filosofía, Caracas, 2007.
[14] …Podrá tal vez pensarse que jamás hubo un tiempo en el que tuvo lugar una situación de guerra de este tipo. Y yo creo que no se dio de una manera generalizada en todo el mundo. Pero hay muchos sitios en los que los hombres viven así ahora. Pues los pueblos salvajes en muchos lugares de América, con la excepción del gobierno que rige en las pequeñas familias, cuya concordia depende de los lazos naturales del sexo, no tienen gobierno absoluto y viven en el día de hoy de esa manera brutal que he dicho antes…) Hobbes, Thomas. Leviatán. Alianza Editorial, Cuarta Reimpresión, España, 1996, p. 108.
[15]  “…Thomas Hobbes…había participado en el debate-según su propia confesión- con un libelo a favor de los derechos del rey Estuardo, observaba con temor la situación y aprovechó la primera oportunidad para alejarse de este confuso escenario. En su caso, esto significaría el comienzo de un largo exilio –un período que coincide… con la última década del reinado de Carlos I-…” Hernández, José María. El Retrato de un Dios Mortal. Estudio sobre la Filosofía Política de Thomas Hobbes. Anthropos, Primera Edición, España, 2002, p. 32.

[16] Ver Hernández, José María. Ob cit.
[17] En este sentido, Ver: Strauss, Leo. La Filosofía Política de Hobbes. Fondo de Cultura Económica, Primera Edición en Español, Argentina, 2006. Astorga, Omar. La Institución Imaginaria del Leviatán. Hobbes como Intérprete de la Política Moderna. Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Caracas, 2000. De Los Reyes, David. Dios, Estado y Religión. Una Aproximación a la Filosofía de Tomas Hobbes. Comala.com, Primera Edición, Caracas, 2002.

[18]  “…el concepto de movimiento aparece como fundamento de la teoría hobbesiana, al demostrar que la estrategia de Hobbes consistió en aplicar nociones de la física a la teorización del hombre, partiendo de la prolongación del concepto de movimiento a la psicología y política, al considerar que el hombre es parte del sistema mecánico de la naturaleza…la conducta social no es más que un aspecto de la conducta humana que consiste en una acción interindividual análoga a los desplazamientos inter-corpóreos. Emerge así la presencia de una física política y no de una política prudencial…” Ver Cisneros A, María E. María Liliana Lukac de Stier. El Fundamento Antropológico de la Filosofía Política y Moral en Thomas Hobbes. En Apuntes Filosóficos, UCV-Escuela de Filosofía, Nº 16, Caracas, 2000.
[19] Ver: Astorga, Omar. La Idea de Imaginación para Estudiar a Hobbes como Intérprete de la Política. Extramuros Nº 10. Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Fondo Editorial de Humanidades, Caracas, 1999, pp. 103-118.

[20] Esquilo. Prometeo Encadenado. Buenos Aires, Edit. El Ateneo, Colección Clásicos Inolvidables, 3ª Edición, 1957, p. 52 y 53.
[21] Hobbes, Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticos. En Antología, ob. cit., p. 127.
[22] M.M. Goldsmith en su obra Thomas Hobbes o la Política como Ciencia, ob. cit., 1988, p. 28 y 29, dice: “... Hobbes pensaba que su filosofía civil estaba basada en su filosofía natural, pues la filosofía civil empieza con un modelo de la conducta humana dado por la filosofía natural, aun cuando los principios de la conducta humana puedan conocerse independientemente a través de la experiencia”.
[23] Hobbes, Thomas. Tratado Sobre el Cuerpo. Clásicos de la Cultura, Editorial Trotta, Madrid, 2000, p. 93. Traducido al castellano por Joaquín Rodríguez Feo.
[24] Hobbes, Thomas. Leviatán. España, Alianza Editorial, 1996, p. 20. Traducido al castellano por Carlos Mellizo.
[25] Hobbes, Thomas. Tratado Sobre el Cuerpo, ob. cit., p. 104.
[26] Ibid, p. 131.
[27] Ferdinand Tönnies en su obra Hobbes, España, Alianza Editorial, 1988, p. 151, Traducido al castellano por Eugenio Imaz, dice: “... Las cualidades sensibles no existen más que en el sujeto, mientras que en el objeto, y a partir de él, no hay más que movimientos, que no tienen ninguna semejanza con las sensaciones”.
[28] Hobbes Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticos, ob. cit., p. 128.
[29] Hobbes, Thomas. Tratado Sobre el Cuerpo, ob. cit., p. 93.
[30] M.M. Goldsmith, ob. cit, pp. 27 y 28, considera que uno de los puntos centrales en la filosofía hobbesiana es la relación del observador con el mundo. Hobbes parte del principio según el cual hay cuerpos que existen independientemente del pensamiento, pero que el enlace entre el hombre y el mundo nos lo proporciona la sensación; así, la sensación constituye el enlace entre la explicación del mundo físico y la explicación de la conducta humana.
En esta misma dirección, Ferdinand Tönnies, ob. cit, p. 153, considera que al pensar el hombre que las cosas vuelven a ser creadas, no las considerará como meras porciones del espacio, sino como algo independiente de su imaginación.
[31] Hobbes Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticos, ob. cit., p. 134.
[32] Ibid, p. 128.
[33] Hobbes Thomas.  Leviatán, ob. cit., p. 19.
[34] Hobbes Thomas.  Elementos de ley Natural y Políticos, ob cit., p. 134.
[35] Hobbes Thomas.  Leviatán, ob cit., p. 19 y 20.
[36] Ibid, p. 19.
[37] Ibid, p. 23.
[38] Hobbes, Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticos, ob cit., p. 132.
[39] Ibid, p. 131 y 132.
[40] Ibid, p. 134.
[41] Ibid, p. 128.
[42] Hobbes, Thomas.  Elementos de Ley Natural y Políticosob. cit., p. 132.
[43] Hobbes Thomas.  Leviatán, ob. cit., p. 23.
[44] Ibid, pp. 23 y 24.
[45] Ver Cisneros A., María E.: La Imaginación: el movimiento causal del hombre, en Apuntes Filosóficos, 2000, Nº 17, p. 81.
[46] Hobbes, Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticosob. cit., p. 138.
[47] Hobbes Thomas. Leviatánob. cit., p. 24.
[48] Ibid, p. 30.
[49] Hobbes, Thomas. Elementos de Ley Natural y Políticos, ob. cit., p. 138.
[50] Ibid, p. 137.
[51] Hobbes, Thomas. Leviatán, ob. cit., p. 29 y 30.
[52] Ibid, p. 28.
[53] Hobbes Thomas, ibid, p. 29.
[54] Ibid.
[55] Hobbes, Thomas, ibid, p. 30.
[56] Hobbes, Thomas.  Elementos de Ley Natural y Políticosob. cit., p. 139.
[57] Ibid, p. 30.
[58] Ibid, p. 65, (Paréntesis nuestro).

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