Donde se habla de ecología
David De los Reyes
Camino al Dorado 12. DDLR2021
1.- Lo Ecológico
Desde la Antigüedad el hombre
siempre ha pensado en la conformación que surge a partir de la relación entre
la vida humana y el ambiente que hace posible su misma existencia. La vida del
hombre es impensable e imposible sin la acción con su hábitat, con ese continuo
adaptar y transformar culturalmente su vida a partir de lo que ofrece su
entorno natural.
El término ecológico fue, por primera
vez, utilizado en ese siglo por el naturalista norteamericano Henry D. Thoreau
y por el biólogo alemán Ernst Haeckel. Este último describió a esa nueva
ciencia como el estudio de las relaciones totales entre los seres vivos y su
medio ambiente, orgánico e inorgánico. Por supuesto que, al hablar hoy de
ecología, se entiende una acepción mucho más densa. La ecología es la ciencia y
saber más específica del momento; ella se encuentra en la encrucijada transdisplinar
de todas las demás ciencias y no se ocupa únicamente de la defensa de la
naturaleza. El paradigma ecológico está abocado a comprender el sofisticado
funcionamiento cibernético (traspaso de información) de la naturaleza, con lo
cual su campo de acción pareciera ser ilimitado. Este paradigma pone fin al
esquema dualista y disociador del hombre con su entorno. El hombre no debe
sentirse como una criatura separada del cosmos; la interdependencia es una
categoría esencial para la integración ambiental. La ecología muestra que un
aumento indefinido de algo, del tipo que sea, no puede ser sostenido por unos
recursos finitos. La constelación conceptual de lo ecológico abarca aspectos
como el de la complejidad, la eco-organización, el pensamiento sistémico, la
convivialidad, una ética del entorno, el desarrollo cualitativo, el
reencantamiento del mundo, una sensibilidad mística o económica, etc., modos
que llevan a pensar en las insistentes
preguntas vitales: ¿cuáles son los fines del progreso humano? ¿Cuáles son las
necesidades auténticas del hombre? La ecología se presenta como una reflexión
sobre los fines del hombre y del mundo, retoma un sentido teleológico perdido
por el materialismo instrumental y del deseo del todo vale postmoderno.
2.- La Antigüedad Griega
En el mundo de la Grecia del siglo V a.de n.e., los filósofos no dejaron de
sorprenderse por el misterio y origen de la existencia. Buscaban un principio
único, separado del mito y vinculándose al logos, con el cual explicar el
origen de la materia, del mundo, del universo. Por otro lado tuvieron la
preocupación de hallar la armonía del individuo con el cosmos, con la polis
(ciudad-estado). Por citar algunos, Hipócrates, Aristóteles y Epicuro, pueden
ser algunos de los nombres de los filósofos que emprendieron la faena de pensar
integralmente la situación del hombre con el todo donde habita, preocupados por
comprender el significado del “oikos”, del “hogar” (casa). Cada uno de ellos
nos presenta una visión y preocupación particular respecto a la vida y a la
relación hombre-naturaleza.
Hipócrates (¿460-377? a. de n.e.), el más famoso de los médicos antiguos, nace
en la isla de Cos, donde creará su propia escuela. Su comprensión del individuo
es integral: abarca las dimensiones de lo individual, social, y ecológico. “La
fuerza curativa natural que habita dentro de cada uno de nosotros es la mayor
arma de que disponemos para recuperarnos”; para Hipócrates el llamado
“paciente” no era un sujeto pasivo, sino que internamente tenía la capacidad de
recuperar el equilibrio corporal somático.
Aristóteles (384-322 a. de n.e.) hace una clara distinción entre lo que se
requiere para abastecer a una familia (hogar, “oikos”) y una ciudad-estado (“polis”)
y la otra actividad, el comercio, que conlleva la formación de los precios por
el mercado. Para este filósofo la primera actividad es llama “economía”, la
cual contiene la raíz griega “oikos”, que es la misma de la palabra “ecología”;
la segunda actividad la llamó “crematística”, que será el dinero obtenido a
partir de la venta de los productos. Aristóteles afirma que al hablar de
economía corresponde con lo que entendemos por ecología humana, y al
hablar de la crematística se refiere a lo que nombramos actualmente con la
palabra “economía”. La economía aristotélica está referida a la actividad que
se requiere para abastecer a una familia o a la polis; ciencia de administrar
la escasez y la búsqueda de autonomía familiar y ciudadana. Tal abastecimiento
no debía ser regulador por los precios del comercio o mercado.
Epicuro (341-270 a. de n.e.) escribe una filosofía centrada en lo ético. Su
preocupación por el individuo es la búsqueda de un placer ascético y de un modo
autosuficiente de existir del hombre junto a un orden ecológico. Sustituye toda
metafísica idealista por una visión materialista y asienta las bases para
fundar una ética de la amistad. Epicuro basa su postura filosófica en el
principio de la utilidad y del placer, entendido este último como placer
sensual o erótico, sino en tanto ausencia de dolor. Su individualismo está
asentado en el recurso de la “fylis”, es decir, en la amistad como estado de
convivencia supremo entre los hombres. La autonomía y la autosuficiencia serán
los estados perfectos de la existencia humana. Nos afirma: “el que presta
atención a la naturaleza y no a las vanas opiniones es autosuficiente en
cualquier circunstancia. Pues en relación a lo que por naturaleza es suficiente
toda adquisición es riqueza, pero en relación a los deseos ilimitados la mayor
riqueza es pobreza”.
3.- De la Filosofía moderna al Paradigma Ecológico
La filosofía siguió su curso y con la modernidad tomó sendos derroteros. Se
pensó creativamente al mundo cuando podían. La libertad de pensamiento batalló
entre los telones de regímenes absolutistas. La ciencia y la técnica
catapultaron al hombre no solo a “pensar” y llevar una vida basada en los
ritmos naturales de su ambiente sino de formo independiente de ello. En ese
pasado cercano se comenzó a estar por encima de los límites de su hábitat,
gracias al apéndice de la razón; la visión mecánica y moderna de la naturaleza
centraría su fuerza en el método científico de la causalidad; el mundo es visto
como un mecanismo que está compuesto de engranajes intercambiables: el hombre
debía entender el lenguaje matemático inscrito en el movimiento de todos los
componentes del universo. Encuentra procedimientos y técnicas que lo llevarían
a un olvido de su ser animal y natural. Se adora a la razón instrumental. La
verdad comprobada será el límite de todo conocimiento; la verdad es solo
racional. Se olvida y no se acepta ningún otro discurso y sentido de lo que
puede significar verdadero. Se olvida la verdad que reside en la propia
experiencia que integra la vida individual dentro de un todo, pero que se
diferencia de él.
Dentro del pensamiento presente, en una era (supuestamente) post-ideológica
para algunos, post-socialista marxista o pos-neoliberal para otros, y donde trata no desfallecer la moribunda democracia de
corte occidental, tiene una cita significativa con lo que científicos,
intelectuales, artistas y políticos han intentado concretar con el nombre de
ecología. La propuesta de la ecología política sustituye el esquema
Nación-Estado por la idea de un planeta indivisible, constituido por
federaciones, guiándose por el principio del respeto a la diversidad, surgiendo
un “movimiento global” donde emerge una nueva mentalidad y sensibilidad
ecológica que localiza su interés en la “reducida zona” de la biosfera: topos donde residen desde los organismos más
simples, bacterias, virus, hasta los más complejos, como es el caso del hombre.
Entre esta simplicidad y complejidad se nos muestra la necesidad y la vida de
una interrelación que hace posible la convivencia mutua; dentro de esta burbuja
de vida, la supervivencia de un elemento depende de la supervivencia de los
demás. La Tierra puede considerarse, en tanto hipótesis, como una criatura
singular ecológicamente viva.
Épocas como esta son decisivas por lo frágil que se encuentra la permanencia de
nuestra especie sobre la Tierra, situación debida a un orden de explotación,
hasta ahora indiscriminado, de los recursos naturales, y de la escasez que se
ha creado en relación a ellos, esto aunado al crecimiento demográfico
desproporcionado (pronto seremos 8 mil millones de humanos), y al ritmo
acelerado de la explotación de recursos para satisfacer las demandas de un
mercado consumista. Mundo unido por una bélica economía de la competencia y en
olvido de una cooperación global. Bien se ve cómo las soluciones unilaterales que
se han ido creando para resolver nuestros problemas, terminan por crear
problemas superiores a los que han querido resolver. Todos sabemos que las
cárceles son el lugar más seguro para producir criminales o los manicomios la
forma más segura para mantener la locura.
La cultura de la diversidad ecológica muestra la posibilidad de crear una
cultura planetaria, diversificada y pluralista, centrada en la exigencia de una
creatividad permanente, gracias a la acción que conduce al incremento de la
complejidad organizadora.
Nunca antes el hombre había hurgado, conocido, explotado, saqueado, acumulado
información sobre el medio ambiente como ahora. Nunca, igualmente, fue tan
dependiente de ella. Nuestra época ya no puede entenderse como una curva
histórica ascendente; autores han hablado de “ciclos históricos”, y la historia
que estamos engendrando a nivel global tiene la forma de una espiral que se
encoge o se ensancha de acuerdo a las crisis que, de ahora en adelante, y
debido a la escasez de recursos, serán continuas y “naturales” dentro
de nuestras sociedades, sean estas “desarrolladas” o no. La vida de
los seres vivos, si es que a estas alturas sigue teniendo importancia para nosotros,
si es que puede seguir apostando por ella frente al siglo que corre, sin dejar
de ver lo que hemos heredado en tanto modo de producción, junto a las “fábricas
de la muerte” y de las “soluciones finales”, o de los genocidios étnicos de los
nativos americanos por gobiernos de corte “nacionalista”, o de los éxodos
masivos de la desmembrada África gracias al “desinteresado progreso” del post-colonialismo
occidental, o las emigraciones en América Latina causadas por fundamentalismos religiosos y
políticos, en pos de superficiales lujos
y ganancias fáciles; si a pesar de todas estas miserias nombradas la vida sigue
siendo importante para alguien, ese alguien no puede ser otro que el mismo
hombre, en la necesidad de mantenerse consciente como especie dentro de la
diversidad vital de este planeta azul que flota abandonado en el último rincón
de una galaxia, entre las millones de millones que habitan este universo en
expansión.
La imagen de nuestro universo está, simultáneamente,
compuesta de caos y orden; el azar es un elemento importante para su
conformación, millones de extravagancias habitan en él. La evolución ecológica
es una reorganización perpetua en sí misma, a través de los azares de sus
sucesivas desorganizaciones; se desorganiza para reencontrar un nuevo orden de
cooperación; se ordena para proseguir hasta un nuevo desorden creativo. Un
ecosistema carece de centro organizativo: se organiza descentradamente, como si
en lugar de tener un cerebro fuera todo él un cerebro. Orden- desorden, vida-
muerte, -como ya dijera Heráclito-, no pueden pensarse separadamente. La vida
es, ante todo, diversidad. El interés particular de un ecosistema está en
trabajar al mismo tiempo contra y por el interés general. La ambivalencia es la
medida de toda su complejidad. Encontrando el corolario donde a medida que
hemos dominado más a la Naturaleza más somos dominados por ella, de ahí que
hemos devenido más y más a ser dependientes de nuestros instrumentos de ¿independencia?.
Toda nueva tecnología tendrá que plantear sus secuelas físicas y sociales, así
como hasta contar los plazos de tiempo necesarios para su introducción.
4.- La cara boba del progreso
Señalamos antes cómo en la antigüedad griega pensaba la relación del hombre con
la totalidad pero en forma particular, local, en relación a su polis; era un
pensamiento que se remitía a los límites de la ciudad y de su mundo, cuyas
arenas eran bañadas por aguas del Mediterráneo. Historia, hombres, culturas que
han dejado su profunda huella en el surco de la aventura humana. Ahora sabemos
que no se puede permanecer dentro de los meros límites de lo que se inventó al
inicio de la llamada “modernidad” como “nación”, es decir, centralización de
poderes, leyes, normas, ritos, creencias, que se ejerce a conjuntos humanos
diversos por igual. Sin embargo, a su vez, nuestra época ha alcanzado los
medios y las capacidades para poder pensarse en tanto unidad planetaria,
manteniendo al conjunto de culturas en forma descentralizada, autónomas pero
integradas a la aventura humana global; mundo apto para persistir dentro de la
diversidad cultural y natural. El futuro de la humanidad será posible en la
medida que se practique un orden económico que persiga cierta justeza y
racionalidad de los recursos en proporción de los hombres que habitamos este
planeta. Por tanto los alcances de la ecología no puede ser entendidos como un
mero arcaísmo; no supone dejar hacer a la naturaleza por sí misma, como tampoco
es una postura ubicada en un liberalismo romántico de espontaneidad
irresponsable. Hoy la supervivencia de la humanidad -y junto a ella, la de
todos los organismos que fluyen en la biosfera- depende de abandonar el viejo
reflejo de conquistar, dominar, violar (términos
de Francis Bacon), a la naturaleza y cambiarla por la actitud de cooperar
creativamente junto con ella.
La visión decimonónica del progreso industrial continuo, a partir de la
explotación materialista de la naturaleza y del hombre, no es la imagen más
apropiada para los tiempos de escasez que se avecinan a pasos con botas de
siete leguas. Y lo peor de todo es que pareciera no existir el justo freno para
detener esta movilidad destructiva que se erige en cualquier palmo de tierra en
nuestro planeta. Hablar sobre el mito del progreso en forma unilateral es
miopía o mentira consciente; es una visión que surge de la concepción
estructural de los crecimientos sociales en forma exponencial. Si encontramos
discursos donde se refiera dicho concepto en término de iluso optimismo, bien
podemos decir de ello dos cosas: o que son ingenuos o que son los próximos
asesinos de la naturaleza y de la humanidad. Sin embargo, en vez de proponer la
idea de un crecimiento cero o moderado pudiéramos tratar de ensayar la opinión
de Serge Moscovici que propone un crecimiento limitado y discontinuo, precedido
por una “suave austeridad”.
Pániker ha acuñado el término de retroprogresivo para entender lo que debiera
significar un verdadero progreso. Lo retroprogresivo es un avance simultáneo hacia lo nuevo
y hacia el origen. Un ejemplo es el que, si una sociedad posindustrial no sirve
para recuperar ciertas virtudes de las sociedades preindustriales, no sirve
para nada.
5.- Ética y Ecología.
El olvidado “médico de la selva”, músico y filántropo francés Albert
Schweitzer, desde su hospital de Lambarené (Gabón) en el corazón de África,
lanzó hace más de un siglo, un mensaje
ante el avance destructivo que se erguía en los países no desarrollados a costa
de una civilización donde la ética era una abstracción más de la razón
instrumental. En su libro “Civilización
y Ética” trató de fundar una
postura para guiar a los hombres después que la civilización occidental
mostrara su barbarie incubada desde las ciudades “modernas”, y en los centros
de decisión respecto a políticas y explotación colonial. Su ética está
construida no tanto en una axiomática moral de corte y principios abstractos de
un deber-ser propio de una sociedad secularizada o de un tender a un mero y
rabioso bienestar individual, propio de nuestra cercana sociedad de consumo;
toda abstracción representa la muerte de la ética. Su ética tendrá una
responsabilidad sin límites hacia todo lo que vive, como reverencia por la
voluntad de vivir dentro y fuera de cada uno de nosotros; la ética como
dedicación a la vida, inspirada por la reverencia hacia la vida, ella es la que
debe impulsar al hombre. Su máxima era: “soy vida que quiere vivir, entre vida
que desea vivir”. La ecología no está separada de la reflexión ética, como hoy
tampoco puede desinteresarse esta última por todo lo que ocurra en el ámbito
ecológico y en el mundo real. Se ha dicho que el paradigma ecológico nos libera
del fetichismo moral que ha prevalecido en occidente a lo largo de los últimos
milenios. No hay formas absolutas; ningún puritanismo, ninguna tiranía moral ha
de ser aceptable. No más distinciones entre lo sagrado y lo profano, lo
espiritual y lo material, lo superior y lo inferior. El gran principio del
shivanismo era que todo en el universo formaba parte del cuerpo divino; el
principio del ecologismo está en que todo incide sobre todo, no se puede
privilegiar a ningún centro.
El hecho es que todas nuestras acciones se inscriben en
un ecosistema natural/cultural, que se interfecundan con otras acciones que
están dentro del ecosistema en que residimos y regresan transformadas e
imprevisible hacia nosotros mismos.
Hoy sabemos que todo antropocentrismo ha fracasado (al igual que el monoteísmo
judeocristiano), que la vida de cualquier animal, microbio o planta, es, de una
forma u otra, importante para el mantenimiento del equilibrio de nuestro
hábitat; que la llamada selección natural ha elegido a la diversidad. El
esquema Darwiniano de la supervivencia del más apto tiende a ser sustituido por
la postura ecológica de la supervivencia del más cooperativo: la especie solo
permanece cuando existe cooperación entre los miembros que la conforman, de ahí
que la máxima de Schweitzer, en defensa de la vida, debería propiciar en todas
las variantes estéticas del arte contemporáneo, junto a la cultura de los medios, para que surja el interés por una
conciencia ecológica universal en el hombre, en pensar nuestra acción a escala
global, pero actuarla localmente; en pensar nuestras vidas en tanto cooperación
y no en desfalleciente competencia voraz. Se comprende que nunca hacemos una
cosa a la vez; cualquier acción nuestra repercute en el ecosistema en forma
azarosa. Toda acción que hagamos genera efectos secundarios que, tarde o
temprano, volverán de una forma u otra hasta nosotros, y sobre el ambiente en
general. Hacer una cosa significa hacer muchas. La mecánica cuántica (concepto
de inseparabilidad de la material), refuerza la concepción del paradigma
ecológico: el mundo es, a la vez, diverso y no dual.
Cuando hablamos de la permanencia en la Tierra de la
especie humana no podemos mantenernos dentro del dualismo y en la fisura del
hombre con su entorno, del pensamiento cargado de separaciones abstractas. La
vida y el planeta piden un cambio en la conciencia y la voluntad del hombre
para proseguir su maravilloso y misterioso rumbo. Probablemente estamos
entrando en el camino de un nuevo misticismo global, mas sin embargo, a pesar
de todo -y aunque cierto pesimismo escale entre nuestro neurótico y obsesivo
pensamiento, pero sabiendo que todo pesimismo contiene una teoría positiva-, no
podemos dejar de apostar por ese cambio. La Tierra, nuestra Diosa Gaia, ya no
espera, si el hombre ha quedado mudo, el planeta nos lanza un fatigado y
desgarrador grito desde todos los lugares. Hoy, más que nunca, no podemos
abandonarla a su propia regulación, a su propio equilibrio, porque ello nos
afectaría. Si nos despreocupamos y abandonamos a la Tierra estamos abandonando
nuestra vida, a nuestra posibilidad de vivir como especie en el planeta azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario