Del antropoceno al
antropobsceno
David De los Reyes

El antropoceno ha sido definido,
desde la geología, como la era donde la acción humana comienza a generar una
actividad significativa y casi irreversible al ecosistema global del
planeta. El hombre, su inteligencia transformadora, su modernidad y
episteme conquistadora y explotadora a partir del siglo XVIII y la llamada
revolución industrial, pasando luego por la extracción de las bolsas de energía
solar subterráneas en forma de petróleo, y ahora por la pluriuniversalidad de
la revolución digital con los algoritmos de la big data y los siniestros usos
de la inteligencia artificial, nos condena a una observancia obscena del hombre
sobre el horizonte del presente, inaugurando un estadio de antropobscenidad.
Antropoceno y antropobsceno se complementan. Antropoceno es este período del
modelo de producción industrial del capitalismo avanzado, acentuado por el
desarrollo de la economía globalizada, respaldada por toda la red de
comunicaciones digitales, a la cual se suma hoy toda una pléyade de
técnicas cibernéticas presentes en este nuevo estadio de la aplicación de
la inteligencia artificial.
Este término acuñado a finales
del siglo XIX y retomado en la segunda mitad del siglo XX, fue creado por
ciertos científicos para designar nuestro tiempo como la era
antropocénica, sucesora del holoceno, una era que decanta en obscenus; es
decir, detestable y repulsiva para la sobrevivencia de la diversidad de las
especies y, sobre todo, para la especie hombre su patrocinante y
propagador. Es por ello que podemos observar que entramos en un estadio
cultural donde la experiencia humana se precipita a un suicidio
acelerado por carencias y catástrofes naturales gracias a la implementación de
la artificialidad cognitiva (como es el caso archi-mencionado caso del
recalentamiento de la tierra); un estadio universal que podemos acuñar,
desde el pensamiento y la interculturalidad, como una era antropobscena.
Construcción conceptual que implica comprensión de lo sucedido y por
suceder, debido a los acontecimientos, modos, creencias, estilos y
niveles de vida en dónde se enmarcan y se suman las crisis del estado, de la
política, del arte, de la sociedad y sus miserias ampliadas a todo nivel.
El término antropoceno deriva, a
nuestro entender, a una era antropobscena, estadio donde reina el quiebre
ecológico: la muerte de ecosistemas completos, cementerios de desechos
atómicos (como las fosas de desechos nucleares en el fondo del mar Báltico, por
ejemplo), la deforestación de selvas tropicales, para fines de ganancias
inmediatas a punta de extensos monocultivos de soya para alimentar reses y no
humanos; la inserción de contaminación de desechos industriales a todo
nivel en un mundo, el cual se ha convertido en un basurero mundial
por donde lo miremos; estas son sólo algunas de las fatalidades generalizadas
que prescriben un mal porvenir cercano.
El término obsenus procede
del latín y su origen deriva de ob (oposición,
enfrentamiento), y caenum que en principio significa suciedad, basura;
en el sentido usual se toma como sin pudor o que ofende a los
sentidos: hizo un acto obsceno, por ejemplo.
Considerando que el antropobsceno es
una era de un continuo bombardero a los sentidos con productos y desechos que
no dejan indiferentes a la sensibilidad y al pensamiento, por más que se quiera
ocultar. En el sentido literal de obscenus vendría
a tener el significado de algo así como contra la escena, lo que no puede
verse en escena. Y si notamos bien, toda la condición del hombre moderno vive
bajo la estela del ocultamiento, de las sombras y de los desechos de todo tipo;
ocultamiento fracasado en el presente: todo se ve, todo se siente, todo está
ahí, sobre y dentro de la piel de cada uno; cuanto más nos alejamos más cerca
nos encontramos.
Se vive en un mundo que no quiere
reconocer su permanente obscenidad, su complejidad y su ignorancia cultivada a
costa de sólo ver lo que se puede presentar en escena, es decir,
eso que llaman políticamente correcto. Sin embargo el aspecto
positivo del reconocimiento de nuestra sociedad antropobscénica nos
lleva a ocultar, no lo que debe verse, sino lo que no puede ocultarse ni
fingir; es presentarse ante la dura verdad que cubre este mundo de aspectos
completamente criminales no sólo contra el hombre sino contra toda la rica e
única biodiversidad de los seres del planeta en conjunto, por la misma acción del hombre. De su condición antrópica.
A pesar de que el término obsceno también
tiene una connotación sexual moral o de norma sexual, creo que podemos seguir
enmarcándola en su significado primero, de asqueroso y, sobre todo,
desfavorable, de suciedad; nuestra época no es sólo de la masificación
humana sino de la masificación industrial de la basura y de la suciedad
inducida sobre la tierra y los océanos y, por ende, de su muerte, nuestra
muerte. Asqueroso por la condición de habitar un mundo progresivamente
insalubre, transformado en vertedero de desechos; desfavorable por la acción
humana incontrolada y ambiciosa de la explotación de la violación y
dominación de la naturaleza (como diría Francis Bacon ya en el
siglo XVII: hasta su época el hombre era sólo intérprete y siervo de la
naturaleza; o sus poderosas palabras tomadas al pie de la letra por los
progresistas: “la inteligencia humana debe apropiarse de
instrumentos eficaces para dominar la naturaleza”, cosa que no se ha
dejado de hacer de manera intensificada, donde al dominar la naturaleza externa
también se ha terminado de dominar y destruir la propia naturaleza corporal y
humana).
Nuestro tiempo histórico, por la
acción del hombre sobre la naturaleza a partir de un modelo de explotación
industrial masivo, nos permite hablar entonces de beneficios obscenos.
Si agregamos la capacidad destructiva de la poderosa industria militar,
igualmente podemos hablar de la obscenidad de la guerra (desde la 1ra guerra
mundial a todas las que han venido posteriormente apareciendo en el marco
de la destrucción humana y natural) coronando hoy con la obscenidad del
terrorismo donde el objetivo humano indefenso y civil es el blanco
buscado para aniquilar. Y no digamos de la segunda industria con gran capacidad
destructiva, la minería corporativa en todas sus ramificaciones.
Cada cultura tiene una significación
de lo obsceno, que recaen en el eslabón de los tabús. En la nuestra
judeocristiana, el adjetivo obsceno tiene especial uso dentro
de la industria y productos pornográficos, referidos a una sexualidad que
escapa por los códigos de la sexualidad políticamente correcta... A la
par, hayamos el tabú de nuestro presente: la intocabilidad del modelo acelerado
de producción y su visión de mundo desechable y consumista, donde la aplicación
de leyes ambientales ante la obscenidad descontrolada y sus
efectos irreversibles para las generaciones futuras por la explotación de la
naturaleza, no tiene significación real o son sobrepasados por procesos de
influencia económica y, por ende, política.
Otro de los muchos usos de una
actitud o acción obscena propia de sociedades cerradas, está referido al
derecho universal de la libertad de expresión, considerando ciertas declaraciones
como obscenas. Sin embargo no se aplica ninguna censura –sabiendo,
como dice el proverbio castellano, que no hay peor ciego que aquel
que no quiere ver- a ciertas prácticas donde se infringe toda posibilidad
de la sustentabilidad del medio ambiente y del buen vivir que debe
proyectarse tanto a la humanidad como al mantenimiento de la diversidad
biológica en general. Por ello las sociedades dogmáticas atacan con
vehemencia a toda declaración que haga uso de la libertad de expresión tanto a
nivel individual, comunitario o dentro del sistema de los medios y redes
sociales actuales que no se atengan al dictum del dogma ideológico
impuesto en tanto verdad única.
De esta forma, al hablar de la
sintomatología de la era antropocénica debería incorporar en sus espacios
significantes, la concepción antropobscénica, que es la condición más
común actual de una humanidad inconsciente de su ambiente y las relaciones
cibernéticas de su hábitat, sin cultura ecológica real, donde se debe
comprender y conocer el paso de la relación y vinculación insoslayable entre
los integrantes de nuestra nave viva espacial, nuestra Gea, en su globalidad.
Tantas veces se ha dicho: lo que
hacemos en nuestra vida cotidiana local tiene sus efectos en la globalidad del
planeta. Es la obscenidad de un modelo aceptado y multiplicado de apropiación
descontrolada, sólo por el miramiento de la rentabilidad asesina inmediata.
Al pasar del concepto antropocénico a
lo antropobsénico nos enfrentamos a nuestro estadio histórico, estableciendo
una relación con nuestra vida y el mundo con el sentido augural del
término obsceno, aquel de un estadio humano siniestro, de malos presagios, de
lo terrible y, por lo general, que no nos gustaría ver. Ello es
imposible, pues nos acompaña esta antropobscenidad en todo momento y en
todo lugar. Habitamos en un mundo de toxicidad y contaminación que
descartamos observar; de consumir todas estas impurezas que surgen
del sacrificio, la violación y dominación –y no cohabitación sustentable-
con las miasmas funestas que emergen de la tierra herida y atacada por la mano
desbordada e incontinenti del hombre.
El término antropobsceno, podemos
notar, también puede incluir la condición contraria, de asumirlo
dialécticamente en su sentido literal, el de enfrentar (ob) la suciedad
(caenum), las miasmas contaminadas, la destrucción inducida de la
foresta tropical mundial, la pobreza de la ferocidad por causa de los abonos y
pesticidas, la toxicidad química y ahora electrónica/digital, la basura
mediática recogida por las tendencias algorítmicas de la big data para
construir pesadillas absurdas de sociedades teledirigidas y la degradación de
la biodiversidad dejada por los usos y huellas industriales de una
humanidad inconscientemente asesina. Toda una tarea a planificar.
El antropoceno, sin embargo, es un
término bastante inocente en sus referentes, pues sólo describe una
situación del hombre sobre la geografía económica humana sin abordar la
condición moral que la produce, de esa obscenidad del hombre al proveerse
de una vida que condena al resto a partir de la satisfacción del placer y
consumo inmediato incontenido y brumoso, de sus delirios de grandeza que no son
otros que los mismos que construyen nuestras miserias.
En esta era de la antropobscenidad
no podemos desentrañar otra cosa que un augurio infame, un sabor a mal
presagio desfavorable a todos. Pudiendo reflejarnos en las palabras de Virgilio
en el canto IV, de su Eneida, donde la bella Dido, al
descubrir al cadáver de su amante Eneas, al que los troyanos
abandonan para seguir su viaje, luego de un ritual sacrifical que se realiza,
contempla un augurio obsceno que no anuncia más que su
futuro suicidio. Palabras en las que podemos reflejar el eco de nuestra
dinámica general del estadio histórico global que nos proyecta a
notar la presencia de un augurio obsceno suicida, imbatible e
indetenible, catastrófico y de profundas miserias y guerras de
deshumanización. Sus versos pueden ser leídos así:
“…vio al colocar las ofrendas sobre las aras ardientes de incienso/ con visión
horrenda de decir que los ingratos líquidos sagrados ennegrecían/ y con ella
vertía los vinos derramados en una sangre siniestra de obscenos
augurios”[1].
Palabras que podemos interpretar
refiriéndolas al estadio antropoceno, que no es más que una
prolongación de esta condición más inmediata e irremediable de lo antropobscénico,
espacio cultural-temporal donde los ingratos y tóxicos líquidos y gases
(atmósfera y océanos), sagrados ennegrecen nuestro futuro, transformando
nuestra existencia como plasma de una sangre siniestra en la que
sólo podemos percibir obscenos augurios en el
horizonte.
[1] Los versos (450/452), originales de Virgilio
de la Eneida son: “vidit turicremis cum dona imponerit aris/ homendum dictu,
latices nígrescere sacros/ fusaque in obscenum se vertere vina
cruoren. Tomado de: www.apocatastasis.con: http://www.apocatastasis.com/eneida-virgilio.php. Eneida de Virgilio – en latín.
Visto el 20/06/ 2017.
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