Habermas:
De la racionalidad cognitiva-instrumental
a la racionalidad comunicativa
María Eugenia
Cisneros Araujo
1. Antecedentes de la teoría de la acción
comunicativa
Jürgen Habermas para construir su
teoría sobre la racionalidad comunicativa, hizo una revisión exhaustiva de las
ideas de Weber, Horkheimer, Adorno y Luchman.
1.1. Weber, Horkheimer y Adorno
Habermas explica en la Teoría de la acción comunicativa[1],
que Weber, Horkheimer y Adorno entendieron la modernización de la sociedad
viejoeuropea como resultado de un proceso histórico-universal de
racionalización. En su análisis de racionalización social en el mundo moderno juzgan el marco
institucional de la economía capitalista y del Estado moderno como aquellos
subsistemas de acción racional con arreglo a fines en que se despliega el
racionalismo occidental. Se trata de una razón instrumental autonomizada, la
racionalidad de la dominación de la naturaleza se amalgama con la irracionalidad
de la dominación de unas clases sobre otras. La ciencia y la técnica aparecen
bajo esta perspectiva como medios de represión social. Los autores citados
identifican racionalización social con aumento de la racionalidad instrumental
y estratégica de los contextos de acción. Los conceptos de acción en los que se
basan, los mencionados autores, son lo bastante complejos para aprehender en
las acciones sociales todos los aspectos en que puede presentarse la
racionalización social; asimismo, la racionalización de las orientaciones de
acción y de las estructuras del mundo de la vida no son lo mismo que el aumento
de complejidad de los sistemas de acción. Las investigaciones de Weber,
Horkheimer y Adorno se concentran en los fundamentos práctico-morales de la
institucionalización de la acción racional con arreglo a fines. Esta tesis
abarca la racionalización religiosa y la racionalización social, esto es, la
emergencia histórica de las estructuras de conciencia modernas y la
materialización de esas estructuras de racionalidad en instituciones sociales.
La racionalización instrumental y estratégica se caracteriza por la ciencia
moderna que da forma matemática al saber teórico y que lo somete a prueba por
medio de experimentos controlados, la organización universitaria de las
especialidades científicas, la literatura impresa destinada al mercado y la
institucionalización del cultivo del arte, que se opera con los teatros, los
museos, las revistas, la música en forma de sinfonía, ópera, la perspectiva
lineal en la pintura y los principios constructivos de las grandes
edificaciones monumentales, la sistematización científica de la teoría del
derecho, las instituciones del derecho formal, y una judicatura ejercida por
funcionarios especializados en derecho, la moderna administración estatal con
su organización racional de funcionarios, que opera sobre la base de un derecho
estatuido o positivado, la calculabilidad y previsibilidad del comercio social
regulado por el derecho privado, la empresa capitalista que trabaja en función
al lucro y dispone de una contabilidad racional, la organización del trabajo
formalmente libre desde la eficiencia, la utilización de los conocimientos
científicos para mejorar los dispositivos de producción y de su propia
organización interna y la ética económica capitalista que es parte de un modo
racional de vida. Entienden la modernidad de la sociedad como el proceso en el
que emergen la empresa capitalista y el Estado moderno. Enfatizan que el
racionalismo ético y jurídico son los que proporcionan los factores centrales
para el nacimiento de la sociedad moderna. Se trata de la racionalización que
consiste en la autonomía cognitiva del derecho y la moral. En otras palabras,
la separación de las ideas práctico-morales de las doctrinas éticas y jurídicas,
de los principios, máximas y reglas de decisión respecto de las imágenes del
mundo en que inicialmente estaban insertas. La separación del derecho y la
moral conduce al derecho formal y a las éticas de la responsabilidad. Las
imágenes cosmológicas, religiosas y metafísicas del mundo están estructuradas
del modo que todavía no permite que se impongan las diferencias internas
existentes entre la razón teórica y la razón práctica. El derecho y la ética
quedan determinados por la filosofía práctica del mundo moderno como derecho
natural racional y como ética formal.
En resumen, la racionalización
cultural de la que surgen las estructuras de conciencia típicas de las
sociedades modernas se extiende a los componentes cognitivos, a los
estéticos-expresivos y a lo moral-evaluativo de tradición religiosa. Se produce
una diferenciación de estas tres esferas de valor donde cada una obedece a su
propia lógica. La racionalización en el plano de la cultura obedece a la ética
de la intención; ética universalista regidas por principios y de bases
religiosas. Se trata que el racionalismo ético proporcione el fundamento para
una actitud cognoscitivo-instrumental frente a los procesos intramundanos y en
especial frente a las interacciones sociales en el ámbito del trabajo social.
Para Habermas el análisis que hacen
Weber, Horkheimer y Adorno del racionalismo de la cultura occidental es
incompleto porque sólo hace énfasis en su carácter instrumental y estratégico.
Con ello, reducen la racionalización social al aspecto de la racionalidad con
arreglo a fines. Esta indagación hay que complementarla con la noción de la
racionalidad comunicativa. La racionalización social no sólo responde al modo
instrumental. También obedece a la acción comunicativa. Sólo en el contexto de
acciones comunicativas, las tres esferas que en la visión de los mencionados
autores están separadas y se desarrollan cada una de acuerdo a su propia lógica
se presentan vinculadas en un proceso que alienta la intersubjetividad
comprensiva entre los individuos de una sociedad.
Habermas
explica que tanto la racionalidad cognitivo-instrumental como la racionalidad
comunicativa son susceptibles de fundamentación y de crítica. En ambos ámbitos
una persona racional es capaz de reflexionar sobre los valores de cómo interpreta
sus necesidades. La racionalidad en ambos campos consiste en la capacidad de
los sujetos de reflexionar sobre su propia subjetividad e intervenir en las
manifestaciones irracionales que se expresan en el terreno
cognitivo-instrumental, práctico-moral y práctico-estéticas. Se trata de un
proceso de autorreflexión donde las razones juegan un papel fundamental.
“Llamamos racional a una persona que se muestra dispuesta al entendimiento y
que ante las perturbaciones de la comunicación reacciona reflexionando sobre
las reglas lingüísticas…”[2]. Se
busca construir un discurso explicativo sobre el asunto controvertido.[3] La
estructura de la interacción simbólicamente mediada es una alternativa a la
acción racional con respecto a fines. Por ello, afirma que la racionalidad
comunicativa puede articularse con el concepto de racionalidad
cognitivo-instrumental, toda vez que ambas pueden contribuir a la construcción
de un discurso explicativo porque existen relaciones internas entre la
capacidad de manipular instrumentalmente cosas y sucesos y la capacidad de
entendimiento intersubjetivo sobre cosas y sucesos.
Si la
racionalidad se mide por el éxito de las intervenciones dirigidas a la
consecución de un propósito, basta con exigir que puedan elegir entre
alternativas y controlar (algunas) condiciones del entorno. Pero si la
racionalidad se mide por el buen suceso de los procesos de entendimiento,
entonces no basta con recurrir a tales capacidades. En los contextos de acción
comunicativa sólo puede ser considerado capaz de responder de su acto aquel que
sea capaz, como miembro de una comunidad de comunicación, de orientar su acción
por pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas. En este contexto
se llama racional aquel sujeto que actúa con lucidez y es capaz de juzgar
imparcialmente desde un punto de vista moral el conflicto normativo y trata de
resolverlo por la vía consensual en un intercambio intersubjetivo de argumentos
y no aquel sujeto que ante el conflicto normativo se deja llevar por sus
pasiones y sus intereses inmediatos. Se trata que los sujetos resuelvan las
cuestiones prácticas argumentativamente.
1.2. Luhmann:
Explica el
sociólogo Matía Giletta[4] que
Luhmann ofrece un marco explicativo de la sociedad como un sistema social.
Plantea una teoría general de sistemas sociales. Propone un marco explicativo
general de la vida social; brinda una conceptualización de la sociedad moderna
como un sistema funcionalmente
diferenciado y altamente complejo internamente en subsistemas como por
ejemplo el sistema educativo y el sistema económico; propone la idea de que la
evolución social reside en el aumento de la complejidad social y en el
predominio de la diferenciación funcional de las sociedades; busca la
interdisciplinariedad: la teoría de los sistemas autopoiéticos es producto de
la interacción de aporte disciplinarios muy diversos, como la cibernética, la
sociología, la biología, la lógica y la teoría de la comunicación; formula la
posibilidad de entender la sociedad como un sistema social autónomo, diferenciado
que como conjunto de elementos interrelacionados tiene límites precisos y la
reproducción reside en esos límites.
El mencionado
sociólogo distingue el sistema social del sistema cultural y del sistema de la
personalidad y cada uno responde a diferentes análisis en relación a la noción
de sistema social. El sistema social tiene su propia especificidad y esto lo
diferencia del resto de los sistemas (biológico, psíquico, de la personalidad).
La tesis del sociólogo consiste en exponer que el sistema social es un sistema
de comunicaciones y toda relación social es una relación de comunicación. De
allí que, lo específicamente social es la comunicación. La existencia de la
comunicación sólo es posible en referencia a un determinado sistema social. En
esta teoría toda comunicación presenta un acto de comunicar o emisión,
información y un acto de entender o comprensión. La comunicación sólo se
produce si se logra la comprensión. El sistema social se caracteriza por la
operación de la comunicación, por consiguiente su origen y conservación vienen
dados por la reproducción de la comunicación. La autopoiesis del sistema social
es una reproducción recursivamente establecida, esto significa que la
reproducción del sistema social y de las operaciones de comunicación que lo
componen es ejercida por el sistema social mismo y no por su entorno. Así la
unidad del sistema social general en tanto totalidad social se presenta como la
unidad de las diferencias de los subsistemas sociales y sus respectivos entornos
que lo constituyen. Cada subsistema que integra el sistema social tiene su
propio entorno. Habermas utiliza a Luhmann en la idea de sistema y subsistema
para construir su tesis de la teoría de la acción comunicativa como un sistema
que regulará los subsistemas para lograr la integración e interacción entre
estos.
2. Modernidad y/o posmodernidad
Para Habermas
la modernidad es un proyecto inacabado[5]
porque no se agota en la racionalidad instrumental como lo plantea Weber. La
noción sobre la racionalidad instrumental desarrollada por Weber y la escuela
de Frankfurt es una interpretación parcial de la modernidad no un señalamiento
negativo.
Explica el
mencionado sociólogo que la modernidad no ha finalizado porque en su opinión lo
que hace falta es complementar la racionalidad cognitivo instrumental con la
racionalidad comunicativa. Esta postura la enuncia públicamente en la
conferencia que pronunció el 11 de septiembre de 1980 con motivo de la
concesión del premio Adorno de la ciudad de Frankfurt en la iglesia de San
Pablo. En ese texto Habermas reflexiona sobre si en realidad la posmodernidad
se ofrece decididamente como una antimodernidad. En su análisis muestra que la
posmodernidad es una consigna en la que se concentran silenciosamente algunas
circunstancias intelectuales que ha venido suscitando la modernidad contra sí
misma desde mediados del siglo XIX. Explica que el término “moderno” se emplea
por primera vez en el siglo V, con el fin de delimitar el presente cristiano,
que acaba de hacerse oficial, del pasado romano-pagano. La “Modernidad” expresa
siempre la conciencia de una época, con contenidos cambiantes, que se pone en
relación con la Antigüedad para concebirse a sí misma como el resultado de una
transición de lo antiguo a lo nuevo. “Modernos” se sentían también los
coetáneos de las épocas de Carlomagno en el siglo XII y de la Ilustración; esto
es, siempre que en Europa se ha manifestado la conciencia de un nuevo tiempo
por medio de una relación renovada con la Antigüedad. Por moderno se entiende ahora
sólo aquello que ayuda a dar expresión objetiva a la actualidad espontáneamente
renovada del espíritu de la época. La Modernidad conserva una relación secreta
con lo clásico. Se reputa clásico aquello que sobrevive al paso del tiempo. El
producto absolutamente moderno obtiene esta fuerza de la autoridad de una época
pasada, de la autenticidad de una actualidad pasada. La propia Modernidad crea
para sí misma su clasicismo. Se trata de la valoración de lo transitorio, de lo
fugaz, de lo efímero, en la celebración del dinamismo se manifiesta la
nostalgia de un presente impoluto e interrumpido. El modernismo es la nostalgia
de la auténtica presencia. En El discurso filosófico de la
modernidad[6], Habermas expone que fue
Hegel el primer filósofo que desarrolló un concepto claro de modernidad; a
Hegel será menester recurrir si queremos entender qué significó la relación interna entre modernidad y racionalidad,
que hasta Max Weber se supuso evidente de suyo y que hoy aparece puesta en
cuestión a priori por el pensamiento
posmoderno al auto-atribuirse una
posición trascendente cuando en realidad permanece prisionero de las premisas
de la auto-comprensión moderna hechas valer por Hegel.
Hegel empieza utilizando el concepto
de modernidad en contextos históricos como concepto de época: la “época
moderna” designa en torno a 1800 los tres últimos siglos transcurridos hasta
entonces. El descubrimiento del “Nuevo Mundo”, así como el Renacimiento y la
Reforma –acontecimientos que se producen los tres en torno a 1500- constituyen
la divisoria entre la edad Moderna y la Edad Media, edad “nueva” o “moderna”
(mundo “nuevo” o “moderno”) designa el carácter distintivo de una época
enfáticamente “nueva”; el concepto profano de época moderna expresa la
convicción de que el futuro ha empezado ya: significa la época que vive
orientada hacia el futuro, que se ha abierto a lo nuevo. Con lo cual la cesura
que representa el nuevo comienzo queda trasladada del futuro al pasado, es
decir, a los inicios del mundo moderno. Sólo en el curso del siglo XVIII queda
retrospectivamente entendido como tal
comienzo el cambio de época que se produce en torno a 1500.
El “espíritu de la época”, una de las
expresiones nuevas que inspiran a Hegel, caracteriza a la actualidad como un
momento de tránsito que se consume en la conciencia de la aceleración del
presente y en la expectativa de la heterogeneidad del futuro. El mundo nuevo,
el mundo moderno, se distingue del antiguo por estar abierto al futuro, el
inicio que es la nueva época se repite y perpetúa con cada momento de la
actualidad que produce de sí algo nuevo. A la conciencia histórica de la
modernidad pertenece, por tanto, el deslinde entre “lo novísimo” (lo último, lo
actual) y lo moderno: la actualidad como historia del presente dentro del horizonte
de la Edad Moderna pasa a ocupar un
lugar prominente. También Hegel entiende “nuestro tiempo” como “tiempo
novísimo” (lo reciente, lo último de nuestros días). Una actualidad que desde
el horizonte de la Edad Moderna se entiende a sí misma como la actualidad del
tiempo novísimo o último se tiene que vivir y reproducir como renovación continua la ruptura que la
Edad Moderna significó con el pasado.
El Prof.
David De los Reyes en su artículo “Hegel y la modernidad”[7]
afirma que Hegel se plantea la modernidad como problema. Ser moderno para De
los Reyes significa que uno sabe que está viviendo en el presente con una aguda
conciencia histórica y esto es lo que pone en el tapete Hegel. El mencionado
filósofo alemán sugiere que es necesaria la reconciliación del hombre con su
presente para retomar la confianza en sí mismo, respecto a su pensamiento y en
relación al mundo divino. El presente se concibe mediante las leyes científicas
y políticas. Dice el mencionado autor del artículo “el hombre despierta ante
sí”, despierta ante su interioridad y ante su exterioridad. Traduce el mundo
mediante conceptos para entender la realidad.
Al respecto señala Hebermas que a
esto responden los conceptos de movimiento que en el siglo XVIII, o surgen
junto con la expresión “época moderna”, o reciben su nuevo significado que
sigue en pie hasta nuestros días: revolución, progreso, emancipación,
desarrollo, crisis, espíritu de la época. La modernidad ya no puede ni quiere
tomar sus criterios de orientación de modelos de otras épocas, tiene que extraer su normatividad de sí
misma. La modernidad no tiene otra salida, no tiene más remedio que echar
mano de sí misma. Esto explica la irritabilidad de su autocomprensión, la
dinámica de los intentos proseguidos sin descanso hasta nuestro días de
“fijarse”, “de constatarse” a sí misma.
En este
contexto, para el sociólogo alemán, los que hablan de posmodernidad argumentan
que las crisis de las sociedades desarrolladas de occidente se deben a una
ruptura entre la cultura y la sociedad, entre la modernidad cultural y las
necesidades del sistema económico y administrativo. Una cultura cuyo modernismo
fortalece las convenciones y virtudes de una vida cotidiana racionalizada a
través de la economía y de la administración; y por esta circunstancia la
modernidad está definitivamente acabada. Según Habermas esta tesis de los
posmodernistas: 1) mezcla las relaciones entre los requeridos procesos de la
modernización social por un lado y la crisis de motivaciones expuesta del otro;
2) no ha logrado descubrir las causas socio-estructurales de los cambios de las
actitudes frente al trabajo, los hábitos del consumo, el nivel de las
aspiraciones y las orientaciones para el empleo del tiempo libre; y, 3) La
modernidad a la que se refieren los posmodernistas es la que se basa en las
pautas de la racionalidad económica y administrativa. Una racionalidad que
penetra en los ámbitos vitales que se centran en las tareas de la tradición
cultural, la integración y la educación social.
El proyecto
de la Modernidad, formulado en el siglo XVIII por los filósofos de la
Ilustración, consiste en desarrollar las ciencias objetivas, los fundamentos
universalistas de la moral, el derecho y el arte autónomo, sin olvidar las
características peculiares de cada uno de ellos y, al mismo tiempo, en liberar
de sus formas metafísicas las potencialidades cognoscitivas y aprovecharlas
para la praxis para una configuración racional de las relaciones vitales. Es lo
que llama Habermas racionalidad cognitivo-instrumental.
3. Racionalidad cognitivo-instrumental
En su obra Teoría de la acción comunicativa[8], el sociólogo
expone que la ciencia moderna, expresión de la racionalidad cognitivo-instrumental,
se aplica a los ámbitos de lo cognitivo-teórico, práctico-moral y lo
práctico-estético. Señala que Max Weber plantea la jerarquía de conceptos de
acción de modo que todo comportamiento humano representa la acción racional con
arreglos a fines, que todas las demás acciones pueden ser clasificadas como
desviaciones específicas respecto a ese tipo de acción. En Ciencia y técnica como ideología explica que el mencionado
sociólogo “introduce el concepto de racionalidad para definir la forma de la
actividad económica capitalista, del tráfico social regido por el derecho
privado burgués y de la dominación burocrática”[9]. Lo
que trata de hacer Weber con el concepto de racionalización es dar cuenta de
las repercusiones que el progreso científico-técnico tiene sobre el marco
institucional de las sociedades que se encuentran en un proceso de
modernización. En este sentido, según Habermas, los ámbitos sociales que se
desarrollan en la modernidad están sometidos a decisiones racionales, a
criterios de la acción instrumental que penetran en ámbitos de la vida como la
comunicación, las formas de existencia y la tecnificación del tráfico social.
Bajo este panorama se produce una racionalización de la sociedad a través de la
institucionalización del progreso científico y técnico. De esta forma, la
modernidad responde a una racionalidad que se refiere a la elección de las
correctas estrategias, la adecuada utilización de tecnologías e instauran
sistemas que mantienen este tipo de racionalidad. Las acciones orientadas por
la relación medios-fines implican dominio de la naturaleza, de la sociedad y el
ejercicio de control. Lo social y lo político en la racionalidad instrumental
están estrechamente vinculados. El sistema social como institución se
desarrolla como dominio político. En este marco, las acciones orientadas por
medios-fines terminan constituyendo una forma de vida.
Lo que quiere
decir Habermas es que la modernidad se fundamenta en condiciones
pragmático-formales del comportamiento explícitamente racional que caracteriza
las acciones como comportamientos que responden a medios y fines. Así, la
socialización moderna responde a las acciones racionales, a los comportamientos
racionales en la vida y a la racionalización de las imágenes del mundo. El
sujeto actúa en función del éxito y de los medios teniendo presente que los
medios de los que se valdrá para lograr el fin son eficaces. Se trata de
acciones meramente teleológicas que utilizan el saber empírico para manipular
instrumentalmente los medios para llegar al fin. Es decir, el ámbito de la
racionalidad cognitivo instrumental consiste en que las acciones racionales
tienen fundamentalmente el carácter de intervenciones efectuadas con vistas a
la consecución de un propósito y controladas por su eficacia, en un mundo de
estados de cosas existentes. En el
ámbito cognitivo instrumental una persona es racional si expresa opiniones
fundadas en la relación medios-fines y actúa con eficiencia. En este campo la
racionalidad es contingente si no está vinculada con la capacidad de aprender
de los desaciertos, de la refutación de las estrategias que el sujeto proyecta
emprender y del fracaso de las intervenciones en el mundo. En las acciones
orientadas por el éxito trabajan conjuntamente las decisiones racionales y las
acciones instrumentales simplemente. Por esta razón, considera Habermas que se
debería de aprender de los extravíos que han acompañado al programa de la
Modernidad y de los errores del desvariado proyecto de superación. Y no dar por
perdida a la Modernidad y su proyecto.
4. La
racionalidad comunicativa como complemento de la racionalidad instrumental
Ante este
panorama, Habermas explica que tanto la racionalidad cognitivo-instrumental
como la racionalidad comunicativa son susceptibles de fundamentación y de crítica.
En ambos ámbitos una persona racional es capaz de reflexionar sobre los valores
de cómo interpreta sus necesidades. La racionalidad en ambos campos consiste en
la capacidad de los sujetos de reflexionar sobre su propia subjetividad e
intervenir en las manifestaciones irracionales que se expresan en el terreno
cognitivo-instrumental, práctico-moral y práctico-estético. Se trata de un
proceso de autorreflexión donde las razones juegan un papel fundamental.
“Llamamos racional a una persona que se muestra dispuesta al entendimiento y
que ante las perturbaciones de la comunicación reacciona reflexionando sobre
las reglas lingüísticas…”[10]. Se
busca construir un discurso explicativo sobre el asunto controvertido.[11] La
estructura de la interacción simbólicamente mediada es una alternativa a la
acción racional con respecto a fines. Por ello, afirma que la racionalidad
comunicativa puede articularse con el concepto de racionalidad
cognitivo-instrumental, toda vez que ambas pueden contribuir a la construcción
de un discurso explicativo porque existen relaciones internas entre la
capacidad de manipular instrumentalmente cosas y sucesos y la capacidad de
entendimiento intersubjetivo sobre cosas y sucesos.
Si la
racionalidad se mide por el éxito de las intervenciones dirigidas a la
consecución de un propósito basta con exigir que puedan elegir entre
alternativas y controlar (algunas) condiciones del entorno. Pero si la
racionalidad se mide por el buen suceso de los procesos de entendimiento,
entonces no basta con recurrir a tales capacidades. En los contextos de acción
comunicativa sólo puede ser considerado capaz de responder de sus actos aquellos
que sean capaces, como miembros de una comunidad de comunicación, de orientar
sus acciones por pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas. En
esta estructura se llama racional aquel sujeto que actúa con lucidez y es capaz
de juzgar imparcialmente desde un punto de vista moral el conflicto normativo y
trata de resolverlo por la vía consensual en un intercambio intersubjetivo de
argumentos y no aquel sujeto que ante el conflicto normativo se deja llevar por
sus pasiones y sus intereses inmediatos. De lo que se trata es que los sujetos
resuelvan las cuestiones prácticas argumentativamente.
Bajo estas
condiciones la racionalidad de las personas se manifiesta en su capacidad de
llegar a un acuerdo y un entendimiento sobre los asuntos controvertidos. Las
afirmaciones fundadas y las acciones eficientes son, sin duda, un signo de
racionalidad, y a los sujetos capaces de lenguaje y de acción que, en la medida
de lo posible, no se equivocan sobre los hechos ni sobre las relaciones
fin-medio los llamamos racionales. En el campo de la comunicación no solamente
llamamos racional a quien hace una afirmación y es capaz de defenderla frente a
un crítico, aduciendo las evidencias pertinentes, sino que también llamamos
racional a aquel que sigue una norma vigente y es capaz de justificar su acción
frente a un crítico interpretando una situación dada a la luz de expectativas
legítimas de comportamiento. Las condiciones de validez y las razones que en
caso necesario pueden alegarse a favor de la validez de esas emisiones o
manifestaciones, a favor de la verdad del enunciado o de la eficacia de la
regla de acción.
5. La tesis de Habermas
La propuesta
de Habermas consiste en señalar que se necesita una teoría de la acción
comunicativa para abordar de forma adecuada el problema de la racionalización
social, en buena parte marginada después de Weber de la discusión sociológica especializada.
La racionalidad tiene que ver menos con el conocimiento que con la forma en que
los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen uso del conocimiento. En las
emisiones o manifestaciones lingüísticas se expresa explícitamente un saber, en
las acciones teleológicas se expresa una capacidad, un saber implícito.
Entonces, ¿qué significa que las personas
se comporten racionalmente en una determinada situación?; ¿qué significa
que sus emisiones o sus manifestaciones deban considerarse “racionales”?
El interés se
centra en las condiciones formales de la racionalidad del conocimiento, del
entendimiento lingüístico y de la acción, ya sea en la vida cotidiana o en el
plano de las experiencias organizadas metódicamente o de los discursos
organizados sistemáticamente. La teoría de la argumentación cobra aquí una
significación especial, puesto que es a ella a quien compete la tarea de
reconstruir las presuposiciones y condiciones pragmático-formales del
comportamiento explícitamente racional. De esta forma, la modernización de una
sociedad puede ser descrita bajo el punto de vista de una racionalización
cultural y social.
La
racionalidad inmanente en la práctica comunicativa abarca un espectro más
amplio. Remite a diversas formas de argumentación como a otras tantas
posibilidades de proseguir la acción comunicativa con medios reflexivos. En la
praxis cotidiana comunicativa, las interpretaciones cognoscitivas, las
expectativas morales, las expresiones y las valoraciones tienen que
interrelacionarse. Los procesos de entendimiento del mundo vital necesitan de
una tradición cultural en toda su extensión. Por ello, en la utilización
comunicativa del saber proposicional en actos de habla se toma una pre-decisión
a favor de un concepto de racionalidad más amplio que enlaza con la idea vieja
de logos. Este concepto de racionalidad comunicativa posee
connotaciones que en última instancia se remontan a la experiencia central de
la capacidad de aunar sin coacciones y de generar consenso que tiene un habla
argumentativa en que diversos participantes superan la subjetividad inicial de
sus respectivos puntos de vista y conforman una comunidad de convicciones
racionalmente motivada para reasegurar la unidad del mundo objetivo y de la
intersubjetividad del contexto en que desarrollan sus vidas. El fin inmanente a
la racionalidad es el entendimiento comunicativo. Que el sujeto sea capaz de
dar razones cuando lo exija el caso.
El mundo solo
cobra objetividad por el hecho de ser reconocido y considerado como uno y el
mismo mundo por una comunidad de sujetos capaces de lenguaje y de acción. El
concepto abstracto de mundo es condición necesaria para que los sujetos que
actúan comunicativamente puedan entenderse entre sí sobre lo que sucede en el
mundo o lo que hay que producir en el mundo. Con esta práctica comunicativa se
asegura simultáneamente el contexto común de sus vidas, del mundo de la vida
que intersubjetivamente comparten. Los actos del habla configuran una práctica
comunicativa que sobre el trasfondo de un mundo de la vida tiende a la
consecución de un consenso que descansa sobre el reconocimiento intersubjetivo
de pretensiones de validez susceptibles de crítica. La racionalidad
comunicativa consiste en que el acuerdo alcanzado debe apoyarse en última
instancia en razones, en la práctica de la argumentación.
Las acciones
comunicativas se orientan de acuerdo con normas intersubjetivamente vigentes
que determinan los comportamientos recíprocos y son reconocidas por los actores
que deciden someterse a este tipo de guía. De allí que la validez de las normas
sociales descansen en la intersubjetividad del acuerdo sobre intenciones y las
obligaciones a cumplir. La internalización de las normas facilita la
comunicación y el entendimiento entre los sujetos. También coadyuva a que los
sujetos por consenso actúen de conformidad con las normas.
De lo que se
trata de acuerdo a Habermas es de distinguir en el proceso de modernización los
sistemas sociales donde predomina la racionalidad cognitivo instrumental y los
sistemas sociales donde predomina la racionalidad comunicativa. En estas
últimas, el fundamento institucional se estructura por normas que guían la
intersubjetividad de los sujetos. Esto lleva al mencionado sociólogo a decir
que en las sociedades donde predominan las acciones orientadas por medios-fines
se trata de subsistemas de racionalidad cognitivo-instrumental que están
insertos en el marco institucional constituido por la racionalidad
comunicativa. Es decir, en un mismo espacio se encuentran subsistemas en donde
las acciones de los sujetos responden a reglas técnicas y a estrategias y un
sistema cuyo fundamento institucional es normativo. Al respecto, Habermas
señala que lo que garantiza el funcionamiento de las expectativas creadas por
los medios-fines es la institucionalización normativa. Los subsistemas donde
persiste la racionalidad cognitivo instrumental son el económico, el político
(la administración pública) y el legal, que colonizaron el mundo de la vida y
orientaron el comportamiento de los sujetos a partir de la racionalización de
medios-fines. Se trata que lo racional cognitivo instrumental que priva en los
subsistemas económico, político y legal no sustituya a la racionalidad
comunicativa que es la prominente en el marco institucional normativo. Dicho de
otra manera, que sea la racionalidad comunicativa la que colonice los
subsistemas económico, político y legal. En palabras de Habermas:
“…La
discusión pública, sin restricciones y sin coacciones, sobre la adecuación y
deseabilidad de los principios y normas orientadoras de la acción, a la luz de
las condiciones socioculturales del progreso de los subsistemas de acción
racional con respecto a fines: una comunicación de este tipo a todos los
niveles de los procesos políticos, y de los otra vez repolitizados, de
formación de la voluntad colectiva, es el único medio en el que es posible algo
así como <>…”[12].
Valga citar
en extenso, en este punto, al Prof. Jesús Ojeda quien explica lo siguiente:
“Los subsistemas de poder y dinero, a diferencia del Lebenswelt, persiguen controlar la
naturaleza externa (outer nature) o
mundo objetivo, a través de la racionalidad teleológico-instrumental con alta
tecnología. El subsistema económico en cuanto medio se institucionaliza como
mercado “en términos de los elementos básicos del derecho privado (el contrato
y la propiedad)”. En cambio, el subsistema político lo hace mediante la
administración estatal y organizaciones públicas, articulando éstas desde la
legalidad. Esto significa que las acciones que se dan en estos dos mecanismos
sociales son válidas por planteamientos de verdad objetiva y de éxito. En la
dinámica de estos subsistemas se dan crisis económicas, de racionalidad y de
legitimidad, pero lo más importante que se debe resaltar es que en ellos
prevalecen los mecanismos de control, de intercambio y de poder. Dicho de otra
forma, los agentes se orientan en la sociedad por criterios racionales
estratégicos de medio-fin, de ganar-perder pertinentes al dominio de los
acontecimientos que consideran básicos. Buscan, de esta manera, ajustar sus
intereses privados para lograr los que les son comunes.
El nivel de estabilización y gobernabilidad de estos
subsistemas se mide por el grado de cálculo de los límites respecto al entorno
(Umwelt) y por el poder de afirmación
de la solidaridad que se genera “en virtud de normas, valores y comunicación
De existir una marcada desarticulación (Entkoppelung) entre los recursos poder-dinero y solidaridad o si se
hace dominante la integración sistémica en detrimento de la integración social
― racionalidad comunicativa ―, entonces, se produce, según Habermas,
una colonización del mundo de la vida”. [13]
Para Habermas el mundo de la vida es
el espacio donde interactúan los individuos, se desatan las pasiones. Es
el teatro que construyen los seres humanos con su razón y sus pasiones, es la
trama humana llena de acciones y manifestaciones naturalmente humanas. En el
caso de Habermas, la racionalidad humana está inserta en el mundo de la vida,
por ello este mundo se confecciona por un proceso de aprendizaje
interactivo-comunicativo que los seres humanos desarrollan a partir de
convicciones que ese mundo les ofrece y también de las transformaciones y
modificaciones que los seres humanos hacen de esas convicciones. Es una red de
imágenes interconectadas que representan un modo de ser existencial de los
seres humanos en una época. El proceso interactivo, la comprensión, la
interpretación del mundo se da a partir de esa racionalidad inserta en el mundo
de la vida que simultáneamente también modela una imagen de un modo de ser de
un colectivo potencialmente capaz de construir comunicativamente sus
pretensiones universales de validez para encontrarse y reencontrarse en su
trama humana. De esa manera, el mundo de la vida es una confección humana, un
estilo de relación con la realidad no un concepto lógico formal, susceptible de
crítica, de modificación, de enriquecimiento a partir del cual se pliegan las
manifestaciones humanas en concordancia con su evolución cognitiva a partir de
los procesos de aprendizajes emprendidos. Es el terreno donde coincide la
cultura (mundo objetivo), la sociedad (mundo social) y la personalidad (mundo
subjetivo)[14]. La
cuestión que destaca el sociólogo es que estos tres mundos están colonizados
por la racionalidad cognitivo-instrumental y por esa razón estos espacios se
encuentran separados, no hay una interacción entre ellos. De allí la
incorporación de la racionalidad comunicativa como reguladora de la
racionalidad instrumental. Tal encauzamiento permitiría la conexión entre la
cultura, la sociedad y la personalidad. La racionalidad comunicativa como
sistema produciría la integración e interacción de estos subsistemas con el
sistema que consistiría en la creación de un discurso explicativo mediante la
intersubjetividad.
De esta forma, la intersubjetividad requiere de la formación
de la voluntad para ser viable la conformación de una opinión pública donde se
intercambian argumentos de acuerdo a las condiciones que rigen los actos del
habla. La opinión pública como expresión de la racionalidad comunicativa
garantizará que el flujo de conexión entre los subsistemas y el sistema
responda a discursos explicativos cuyo contenido son los distintos argumentos
que se intercambian hasta llegar al que los miembros de la comunidad consideren
como válido para regular procedimentalmente la vinculación de los subsistemas
con el sistema.
6. Algunos intérpretes
de la postura de Habermas
a) Anthony Giddens:
Para Giddens la obra de Habermas ha
provocado un agudo criticismo, amargo incluso, tanto en la derecha como en la
izquierda, pues sus escritos no son fáciles de clasificar, intelectual o
políticamente. Dentro de la tradición marxista su obra es demasiado revisionista.
Para los conservadores es un sospechoso dada sus conexiones con la Escuela de
Frankfurt. Su preocupación radica en aislar las condiciones de una toma de
decisiones racionales y por especificar las condiciones bajo las que puede
realizarse un consenso gobernado por la fuerza del mejor argumento. Lo que
persigue Habermas es diseñar una teoría social que examine las condiciones bajo
las cuales se revela la razón que se hace transparente a sí misma. Busca
incorporar la razón en el lenguaje en general y en la comunicación en
particular. La teoría de la acción comunicativa de Habermas conecta tres
niveles de racionalidad relevantes en el análisis social. Propone criterios
universales de la razón en una época en la que los estilos de pensamiento relativistas
se han puesto de moda en varias áreas como en el pos-estructuralismo. Quiere
ofrecer una justificación de la ilustración y de la modernidad cuando se está
en una época donde se considera que han caído en descrédito.
Según Giddens existe un tema político
que recorre todo el libro de la Teoría de
la acción comunicativa “…En una entrevista reciente…dice que el motivo real
que sintió al escribir su libro fue aclarar cómo la crítica de la reificación
de la racionalización, puede reformularse para ofrecer una explicación teórica
de la decadencia del compromiso del estado de bienestar social, por un lado, y,
por el otro, del potencial crítico
incorporado en nuevos movimientos, sin descartar el proyecto de la modernidad o
la recaída en un pos o antimodernismo”[15].
El fin de la filosofía consiste en reflexionar sobre la razón. Pero la
filosofía contemporánea se ha transformado en una colección de especialistas y
no ofrece una visión universal del mundo. Por ello es necesario buscar una
nueva relación entre la filosofía, las ciencias naturales y las sociales. Ello
es posible reconstruyendo el contenido racional de un campo de investigación.
La racionalidad tiene que ver con el modo cómo se utiliza el conocimiento.
“Decir que alguien actúa racionalmente, o que un enunciado es racional, es como
decir que la acción o el enunciado puede criticarse o defenderse por la persona
o personas implicadas, de tal modo que éstas puedan justificarlas o
fundamentarlas”[16]. Se
trata de complementar la racionalidad instrumental cognitiva con la
racionalidad comunicativa. La racionalidad presupone la comunicación porque
algo es racional sólo si reúne las condiciones necesarias para forjar una
comprensión al menos con otra persona.
De acuerdo a Giddens la tesis de
Habermas es proponer la racionalidad como un método que indique el camino para
constituir el mundo de la vida en función de las acciones comunicativas. Esta
idea lleva consigo un matiz político que consiste en desmontar las ventajas del
Estado de bienestar y criticar ciertas ideas marxistas. No comparto la idea de
Giddens que la racionalidad comunicativa es presentada como un método.
Contrariamente a esto, sostengo que la racionalidad comunicativa responde a la
noción de proceso formal para conformar el acto ideal del habla. Ese proceso no
responde a un método. Por el contrario, está fundamentado en una concepción
jurídica. Obedece a normas procedimentales. En cuanto a la idea política
subyacente, el autor no la analiza. Sencillamente la enuncia. Esto conlleva a
investigar el aspecto político que menciona Giddens para determinar hasta qué
punto tiene o no razón.
b) Martin Jay:
Según Jay[17],
Habermas defendió el valor último de la modernización en el cual la ciencia,
moralidad y arte se separan en esferas
autónomas, cada una con su propia lógica interna basada en la
institucionalización de la especialización profesional. El proyecto de la
modernidad intentó liberar los potenciales cognitivos de cada uno de estos
dominios para liberarlos de sus formas esotéricas. Los filósofos de la Ilustración quisieron utilizar esta acumulación de
cultura especializada para enriquecer la vida cotidiana, es decir, para
organizar racionalmente la vida cotidiana. Para Habermas, la comunicación
cotidiana, los significados cognitivos, expectativas morales, expresiones
subjetivas y valoraciones deben relacionarse entre sí. Los procesos de
comunicación necesitan una tradición cultural que cubra todas las esferas
–cognitiva, práctico-moral y expresiva-. Una vida cotidiana racionalizada sería
difícil que pudiera salvarse del empobrecimiento cultural únicamente mediante
la apertura total de una esfera cultural -el arte-, suministrando así el acceso
unívoco a uno de los complejos especializados del conocimiento. Una práctica
cotidiana deificada sólo puede curarse creando una interacción sin
restricciones de los elementos cognitivos con los prácticos-morales y los
expresivo-estéticos. Jay señala que la tesis de Habermas consiste en invertir
la relación desequilibrada que existe entre los subsistemas de la racionalidad
que caracterizan a los tipos de modernización, capitalista y socialista
burocrático. Debe perderse la dominación del subsistema de la racionalidad
cognitiva instrumental sobre la racionalidad práctico-moral y la
expresivo-estética. Lo que hasta ahora ha sido una relación de colonización
debe sustituirse por otra que sea de mediación constructiva. Habermas admite
que las posibilidades de este cambio son muy escasas. Pero advierte que
abandonar el incumplido proyecto de la modernidad significaría perder la
esperanza de recuperar de un modo creativo la racionalidad comunicativa de una
vida cotidiana que aumenta cada vez más. Habermas privilegia la comunicación
humana sobre la construcción representativa. Comparto la posición de Jay. La
explicación de Habermas sobre la racionalidad comunicativa como fundamento de
las tres esferas: conocimiento, moralidad y estética y su forma de integración
es ambigua. No está claro cómo se construye el discurso expresivo que
facilitará la intersubjetividad entre los sujetos que viven en una sociedad y
la integración de los tres campos en pro de una formación de los sujetos a
desarrollar el mejor argumento y a comportarse racionalmente ante las
diferencias.
c) Thomas McCarthy:
Thomas McCarthy[18]
explica que para Habermas los descontentos de la modernidad se originan en el
fracaso para desarrollar e institucionalizar de una manera equilibrada todas
las dimensiones diferentes de la razón inauguradas por la comprensión moderna
del mundo y no en la racionalización como tal. Expone que: “La idea básica que
se halla tras el esquema de Habermas de las dimensiones estructuralmente
posibles de racionalización es que el descentramiento en aumento de la
conciencia en la época moderna hace posible que podamos adoptar básicamente
diferentes actitudes…objetivo, social y subjetivo…”[19].
El comportamiento objetivo y social produce la racionalidad
cognitivo-instrumental de la ciencia y la tecnología incluyendo el campo
social; la actitud subjetiva origina la racionalidad práctico-moral del
tratamiento sistemático de la ley y la moralidad; la actitud expresiva respecto
a los mundos objetivo y subjetivo ocasiona la racionalidad práctico-estética de
las auténticas interpretaciones de las necesidades del erotismo y el arte. En
cada uno de estos campos se sucede una relación de conocimiento y argumentación
que se institucionaliza. Señala McCarthy que Habermas propone la hipótesis
práctica de una organización democrática de la sociedad donde el discurso
práctico-moral esté asegurado institucionalmente en las esferas públicas
cultural y política. Ante esto, McCarthy se pregunta ¿hasta qué punto las
formas de aprendizaje argumentativos desarrollan el potencial cognitivo para
contribuir con la evolución de la acción social?
Habermas explica que las acciones
comunicativas requieren siempre una interpretación que es racional en su
enfoque. Se trata de interpretar las razones que subyacen a la acción. “Para
comprender las razones como razones, tenemos que recurrir…a nuestra propia competencia…como
miembros de un mundo vital valorando las conexiones internas entre las ideas,
valorando la evidencia y los argumentos, distinguiendo lo válido de lo
inválido, lo pronunciado de lo no-pronunciado, lo poderoso de lo débil, lo
persuasivo de lo no-persuasivo”[20].
Para el mencionado intérprete no son necesarias las interpretaciones únicamente
racionales. Se puede interpretar las razones que subyacen a las acciones sin
que el intérprete excluya sus juicios de valor. El que intervengan sus juicios
no significa que sea parcial o que tome partido. Por el contrario la
combinación de razón y juicio es lo que permite una interpretación
esclarecedora de las acciones realizadas. Lo que quiere decir McCarthy es que
un intérprete puede adoptar una actitud objetiva aunque esté informado sobre
los hechos de los sentimientos, deseos, creencias e intenciones de los sujetos.
Lo que propone Habermas es una sociedad como un nexo de relaciones
interpersonales reglamentadas legítimamente, cuya generalidad se realiza a través
de las pretensiones adoptadas con respecto a la exactitud normativa. Comparto
las observaciones de McCarthy. Habermas está pensando en un escenario
completamente racional donde no intervengan las pasiones. ¿Es esto posible?
Hasta ahora las relaciones políticas desarrolladas en distintos países (Estados
Unidos, Francia, España, Venezuela, sólo por nombrar algunos) son
exclusivamente conflictivas y llenas de pasión. Las marchas como protestas ante
las arbitrariedades de los gobiernos van encaminadas con el corazón, los
sentimientos y las pasiones. ¿Se puede llegar a un criterio objetivo mediante
la pasión? Pienso que sí. Precisamente el juego consiste en armonizar
conjuntamente la razón y la pasión. La historia da muestra de ello: A pesar del
odio entre Fouché y Napoleón trabajaron juntos. A Napoleón no le quedó otra
alternativa que aceptar como asesor a Fouché[21].
En resumen se puede decir que en su teoría
de la acción comunicativa Habermas deja claro la importancia del medio
lingüístico para que se vinculen las interacciones y se estructuren las formas
de vida por el entendimiento que se produce entre los sujetos en el intercambio
de razones y esta situación ideal del habla es lo que hace posible la
racionalidad comunicativa. El desarrollo da la racionalidad comunicativa
consiste en que los participantes sean capaces de ligar su acuerdo al
reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de
crítica y se muestren dispuestos a asumir las obligaciones relevantes que se
derivan del consenso. La racionalidad comunicativa refiere a convicciones y a
ideas susceptibles de crítica que puedan ser aclaradas argumentativamente.
La discusión
que se da en la filosofía contemporánea con la introducción del lenguaje como
fundamento del conocimiento que dio lugar a la pragmática la utiliza Habermas
como base para desarrollar su teoría de la acción comunicativa[22].
Habermas
participa de la discusión que se está dando en la filosofía contemporánea del
paso del paradigma de la conciencia al paradigma del lenguaje. No es suficiente
pensar el conocimiento únicamente en términos de conciencia. Para que la
conciencia pueda realizar sus operaciones requiere del lenguaje. El lenguaje
responde a una sociedad y cultura. Habermas participa de esta discusión y
conceptualiza el lenguaje a partir de la pragmática. El lenguaje contiene tres
aspectos: sintaxis, semántica y pragmática. La sintaxis se refiere a las reglas
que regulan la combinación de los elementos de un código. La semántica refiere
al significado de palabras y oraciones. La pragmática alude al uso del
lenguaje. Habermas opta por asumir el giro lingüístico propuesto por Gadamer
como giro pragmático, esto es, lo importante para dilucidar el lugar del
lenguaje en el conocimiento y la acción es su dimensión pragmática: el uso del
lenguaje en la interacción social.
Habermas
afirma la existencia de un conjunto de aspectos pragmáticos del lenguaje que
son, en su opinión, universales. Son aspectos que forman parte del hablante de
cualquier lengua con independencia de sus aspectos sintácticos y semánticos.
Aunque existen distintas lenguas existe algo universal y común en el hablar que
hace posible el acuerdo y el entendimiento. Lo que llama Habermas pragmática
universal o formal. En términos pragmáticos lo que hacen los sujetos es
entablar relaciones reales o potenciales con uno o más oyentes y con el mundo.
Habermas distingue: 1) los hechos del mundo objetivo: mesas, árboles; 2) los
hechos del mundo social: las normas, las instituciones; y 3) los hechos del
mundo subjetivo: sensaciones, emociones, ideas. Para referirnos a estos
distintos mundos utilizamos enunciados diferentes según los actos del habla.
Cuando los sujetos se refieren al mundo objetivo utilizan enunciados
constatativos; cuando hablan del mundo social emplean enunciados regulativos.
Enunciados que presuponen un conjunto de normas y valores acerca de lo que es
culturalmente aceptable o rechazable. Cuando aluden al mundo subjetivo utilizan
enunciados expresivos. Para Habermas cuando se habla de esos mundos también
alguien escucha, es decir, me vinculo con el otro por medio de palabras. Lo que
busca destacar Habermas es que cuando un sujeto dice algo pretende que lo que
dice es válido o aceptable. Si es en el mundo objetivo el sujeto pretende que
lo que dice es verdadero. Si es en el mundo social el sujeto busca que lo que
dice es normativamente aceptable. Si se trata del mundo subjetivo entonces el
sujeto busca que su expresión sea sincera o veraz. El sólo hecho de usar el
lenguaje presupone la puesta en juego de estas pretensiones. Las pretensiones
de validez funcionan más allá de las intenciones, deseos y convicciones del
sujeto. Las pretensiones de validez son constitutivas del lenguaje, cuando se
hace uso del lenguaje se ponen en juego. Si la argumentación es correcta
entonces hablar es querer estar de acuerdo en el sentido que cualquier uso del
lenguaje presupone la vocación de acordar con otro acerca de hechos del mundo.
Esto significa que para Habermas en el lenguaje hay un potencial de
racionalidad. Ello es lo que implica la exigencia de ofrecer razones que avalen
lo que afirmo sobre esos mundos. Se trata del uso argumentativo del lenguaje.
Habermas postula una universalidad, algo común a lo humano que trasciende la
diversidad y una racionalidad inscripta en el hecho humano y social por
excelencia que es el lenguaje. En otras palabras, en el lenguaje reside la potencialidad
de un entendimiento racional y la posibilidad de acercarse a ese ideal está
avalada por las estructuras formales del lenguaje en su dimensión pragmática.
7. Conclusión
Finalmente la
propuesta de Habermas consiste en que la opinión pública regulada por normas
procedimentales cuya expresión se da en la intersubjetividad y en la
interacción social controle y supervise el subsistema político, económico y
legal. En otras palabras, que la política, la economía y la legalidad sean
reguladas por el derecho como un sistema procedimental que garantiza la ética,
toda vez que los sujetos que se someten al acuerdo de comportarse en
conformidad con las normas es porque han internalizado que ese es el modo
social plausible para vivir ordenada y organizadamente en función de los actos
ideal del habla. Las instituciones se transforman mediante el ejercicio, por
parte de los sujetos que conforman una comunidad, de la racionalidad
comunicativa. Se trata de despolitizar la opinión pública, para que ésta
responda al sistema institucional normativo. Esto contribuye al aumento de la
tolerancia y la interacción social entre los sujetos. Y la tendencia al control
represivo provocado por la racionalización instrumental en la que descansa el
poder político, económico y legal disminuiría considerablemente. El control de
los subsistemas por la intersubjetividad dota a los individuos para crear
oportunidades de emancipación y de una socialización que no responda a lo
técnico-instrumental. Para Habermas el sistema de la opinión pública permite a
los sujetos reflexionar discursivamente sobre qué es lo que quieren para vivir.
Finalmente, la opinión pública regulada por normas procedimientales en el
contexto de la racionalidad comunicativa significa que las acciones deben
responder a normas morales que tienen un contenido racional. Al respecto
Habermas afirma que: “…Una moral no sólo dice cómo deben comportarse los
miembros de la comunidad; proporciona al tiempo razones para la resolución
consensual de los conflictos de acción correspondientes…”[23]. Es
decir, el contenido cognitivo de la moral consiste: 1) En ser una norma de
orientación de comportamiento social de los individuos de una comunidad; y
2) En ser un ejercicio en común que en sí misma se presenta en lo
social como razones de las que se valen los individuos para calificar positiva
o negativamente la acción u omisión realizada en el proceso de interacción. La
propuesta habermesiana consiste en que el derecho es un sistema ético. Este
sistema ético contiene las normas morales de contenido cognitivo que se
traducen en razones que guían el comportamiento de los individuos de una
comunidad. Para los miembros de esa determinada comunidad esas razones son
convincentes, válidas y aceptadas. En situaciones de conflicto esas razones son
expresadas mediante el lenguaje por los individuos en un proceso de
intersubjetividad. Y en esto radica el fundamento de la racionalidad
comunicativa.
Bibliografía
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Disponible en:
http://literatura.itematika.com/descargar/libro/330/fouche-el-genio-tenebroso.html
Notas
[1] Habermas, J. (2002). Teoría de la acción comunicativa I. México, Taurus, Primera
Edición.
[2] Habermas, J. Teoría
de la acción comunicativa I. Ob cit, p, 42
[3] “…la racionalidad puede entenderse como una
disposición de los sujetos capaces de lenguaje y de acción. Se manifiesta en
formas de comportamiento para las que existen en cada caso buenas razones. Esto
significa que las emisiones o manifestaciones racionales son accesibles a un
enjuiciamiento objetivo…”. Ibid, pp. 42 y 43.
[4] Giletta, M. (2007). Teorías sociológicas. Introducción a los contemporáneos. Córdoba,
Editorial Brujas.
[5] Habermas, J. (1988). “La
modernidad: un proyecto inacabado”. En Ensayos
políticos, Ediciones Península, Primera Edición.
[6] Habermas, J. (2008). El discurso
filosófico de la modernidad. Madrid, Katz Editores, Primera Edición.
[7] De los Reyes, David. (2012). “Hegel y la modernidad”,
disponible en aquiyahorafilosofia.blogspot.com.
(21-05-2012). Consultado el 26-12-2012.
[8] Habermas, J. (2002). Teoría de la acción comunicativa I. Ob
cit.
[9] Habermas, J. (1984). Ciencia y técnica como “ideología”. Madrid, Editorial Tecnos S.A.,
p. 53.
[10] Habermas, J. Teoría
de la acción comunicativa I. Ob cit., p, 42
[11] “…la racionalidad puede entenderse como una
disposición de los sujetos capaces de lenguaje y de acción. Se manifiesta en
formas de comportamiento para las que existen en cada caso buenas razones. Esto
significa que las emisiones o manifestaciones racionales son accesibles a un
enjuiciamiento objetivo…”. Ibid, pp. 42 y 43.
[12] Habermas, J. (1984). Ciencia y técnica como ideología. Ob cit., p. 106 y 107.
[13] Estos párrafos son autoría del Prof. Jesús Ojeda quien
me los facilitó como un aporte a mi investigación sobre Habermas.
[14] “…es el horizonte, el entramado de la
cotidianidad. Es el nivel de la solidaridad de base, en el cual se reproducen
los símbolos, las normas, los valores en acciones mediadas comunicativamente:
es la textura íntima de las relaciones sociales o saber de fondo. Se trata de
una red de creencias y significados que dan soporte, unidad y consistencia (Bestand) a la sociedad en su naturaleza
interna (inter nature). Es fruto de un
proceso lento de entendimiento; es un conjunto de convicciones enraizadas; es
una fuerza totalizadora prerreflexiva y pretemática en las que se fusionan
facticidad y validez como producto de varias generaciones. Son los “modos”, las
prácticas sabidas que los actores sociales utilizan para hacer las cosas, para
abordar sus problemas sociales; es el ámbito del sentido en el que se
estabilizan las solidaridades grupales y se exalta el valor del reconocimiento;
es una “caja de resonancia” de las situaciones críticas…” La anterior
explicación es autoría del Prof. Jesús Ojeda.
[15] Giddens A. (1999) “¿Razón sin revolución? La Theorie des kommunikativen Handelns de
Habermas”, en Habermas y la modernidad.
Madrid, Ediciones Cátedra S.A., p. 157.
[16] Ibid, p.158.
[17] Jay, M. (1999). “Haermas y el modernismo” en Habermas y la modernidad. Madrid,
Ediciones Cátedra S.A.
[18] McCarthy, T. (1999). “Reflexiones sobre la
racionalización en La Teoría de la Acción
Comunicativa en Habermas y la
modernidad. Madrid, Ediciones Cátedra S.A..
[19] Ibid, p. 279.
[20] Ibid, p. 290.
[21] Ver Zweig, Stefan. Fouché. Disponible en http://literatura.itematika.com/descargar/libro/330/fouche-el-genio-tenebroso.html
[22] Ver Cristiano J. (2007). “La “teoría de la acción
comunicativa” de Habermas: el problema de la racionalidad y la integración
sistema/mundo de vida” en Teorías
sociológicas. Introducción a los contemporáneos. Córdoba, Editorial Brujas.
[23] Habermas, J. (1999). La inclusión del otro. Estudios de teoría política. Barcelona,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A., p. 30.
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