domingo, 1 de septiembre de 2013





Arte, comunicación y transformación:
hacia una visión de la comunicación como arte

 Lilian González*



Caricatura: Rayma
Resumen
En una época como la actual caracterizada por grandes avances tecnológicos. Una época caracterizada por la consagración definitiva del poder de los Mass-media, que han dejado de lado su condición de “medios” para devenir verdaderos “fines” o entidades de poder. La comunicación como dimensión esencial de la vida y de la realidad actual estaría llamada a ser un arte, entendiendo por este último un ámbito referencial e incluso justificativo de la existencia, en términos de Nietzsche.  
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Hablar sobre el tema de la comunicación constituye un tremendo compromiso sobre todo si no se cuenta con la pericia y la formación necesaria. Sin embargo, y dándole continuidad al tema del arte como dominio referencial de la existencia, cabría preguntarse: ¿qué relación podría existir entre el arte y la comunicación?, ¿qué se puede aportar desde el ámbito artístico al tema de lo comunicacional?

Para tratar de responder a esta pregunta se hace necesario aclarar en primer lugar de qué idea del arte estamos partiendo. Tal como explicábamos en el artículo titulado “Mi  Parte de Colibrí: El Arte como un ámbito referencial y transformador de la existencia”, partimos de una idea del Arte que va más allá de la noción de “Bellas Artes”. Aunque  bienvenidas las Bellas Artes ya que ellas son las más sublimes manifestaciones de lo artístico. Ahora bien en nuestro caso, cuando hablamos de arte, nos referimos a esa energía, ese ámbito de la sensibilidad, de la sensibilización, de la subjetividad, de la expresividad, pero también y sobre todo del encuentro y del reencuentro con el mundo, consigo mismo, con el otro y con la verdad.

Tal afirmación confirma la existencia de una relación profunda entre el arte y la vida. Así el arte deviene un ámbito por excelencia para reencuentro con la realidad más profunda del hombre. Aquella que es invisible y que se materializa justamente a través de él, de sus diversas manifestaciones, del color, de la forma, del sonido, de la materia. El arte dominio de lo visible, de la visibilidad. Así lo explica Paul Klee el gran vanguardista y pintor alemán: “El arte no reproduce lo visible; el vuelve visible”[1].

De lo que estamos hablando finalmente es del arte como referente esencial de la vida. He aquí el fundamento de un principio como la “estetización” de la existencia propuesto y analizado por el filósofo francés Felix Guattari y que se inspira, del  principio de la antigüedad de hacer de la vida una “obra de arte”.

En una interesante entrevista a propósito de Foucault, la cual lleva por título justamente “La Vida como Obra de Arte”, Deleuze explica que el pensamiento, según Foucault, es un “proceso de subjetivación”. Este proceso no es otra cosa que el pensamiento entendido como constitución de modos de existencia, o “posibilidades vitales” en términos de Nietzsche. No se trata de la existencia como sujeto, sino como “…obra de arte; y, en esta última fase, el pensamiento es un pensamiento-artista” [2].

 Siguiendo con su análisis sobre Foucault, Deleuze agrega:

“Y, de acuerdo con su método, lo que esencialmente le interesa a [161] Foucault no es retornar  los griegos, lo que le interesa somos nosotros aquí y ahora: cuáles son nuestros modos de existencia, cuáles nuestras posibilidades de vida o nuestros procesos de subjetivación... ¿tenemos algún modo de constituirnoscomo “sí mismo” y, como diría Nietzsche, se trata de modos suficientemente“artísticos”, más allá del saber y del poder? ¿Somos capaces deello (ya que, en cierto modo, en ello nos jugamos la muerte y la vida)?139VI »[3]. 

De lo que se trata aquí es de qué manera nos constituimos, de qué modo existimos y si esos modos son en términos de Nietzsche artísticos, estéticos.

Esta capacidad generadora y transformadora del arte y de la estética demuestra una vez más el rol que estos fenómenos juegan en el contexto de la existencia. A este propósito, Nietzsche en su célebre obra “El Nacimiento de la Tragedia” define el arte como principio y fundamento de la existencia. Así se expresa el filósofo alemán: « -no es sino en cuanto fenómeno estético que la existencia y el mundo se justifican»[4]. Según Nietzsche la estrecha relación entre estética y existencia es tan fuerte que el sentido de la existencia reside justamente en su condición de fenómeno estético. La estética y el arte son así para el filósofo alemán dimensiones no solo referenciales, sino justificativas de la existencia misma.

Esta concepción del arte y de la estética como dimensiones justificativas de la existencia nos habla pues de la necesidad de repensar y de hacer de las distintas dimensiones de la vida algo estético y ético. Ahora bien, ha llegado el momento de preguntarnos qué relación tiene todo esto con la comunicación, con el fenómeno de la comunicación.


Ante tal pregunta la comunicación no debería escapar a esta situación. De allí la invitación a reflexionar sobre la comunicación no solo como disciplina o ciencia social de vital importancia en esta época de la globalización, sino también en la comunicación como un arte. En este sentido, es importante señalar que si el arte tiene que ver con la comunicación, la comunicación estaría llamada –como todo lo creado por el hombre, como la vida misma - a ser un arte.

Ahora bien, cuando hablamos de la relación entre el arte y la comunicación, nos estamos refiriendo a la comunicación en su sentido más amplio, más humano, más allá de la comunicación de masas. De lo que hablamos entonces es de la esencia misma del fenómeno comunicacional que reside en el diálogo.

Uno de los fundamentos del arte reside justamente en el diálogo. El artista dialoga con su genio –con su “duende” como dicen los gitanos-, dialoga con la materia, con el color, con sus ideas. Pero ese artista se da, da al mundo su creación y como dice el filósofo francés Merleau-Ponty da incluso su cuerpo, porque el artista no es solo espíritu, es cuerpo que se mueve, se desplaza. Es en ese dar que el artista dialoga con el espectador, con la vida.

Todo esto confirma esa estrecha relación entre el arte y la vida. Hablar del arte y su relación con la vida es hablar del arte como ámbito que dialoga con la vida, que se comunica con ella. Ese dialogo que emerge y que se desarrolla en el marco del arte da lugar a lo que podríamos llamar “Matriz generadora”. El arte, el verdadero arte es una matriz generadora, creadora. Es en este sentido que el arte como ámbito del dialogo, de la comunicación constituye experiencia de verdad, de conocimiento. Entendiendo que esta verdad, tal como lo afirma Gadamer, es una verdad que transforma.

Pero, en qué consiste esta idea de la comunicación como un arte. En primer lugar me gustaría señalar que hablar de la “Comunicación como un Arte” no es lo mismo que lo que generalmente se conoce e incluso se “vende” como “El Arte de Comunicar” que nos es más que la utilización de la comunicación como herramienta para facilitar la expresión efectiva y eficaz de nuestras ideas, pensamientos y sentimientos; y mucho menos tiene que ver con la utilización de la comunicación como medio de manipulación. Si el primer caso corresponde al Arte de la Comunicación, el segundo sentido estaría vinculado con lo que podría llamarse el Anti-arte de la comunicación.

Este último, por cierto, estaría representado por toda esa tendencia de lo que se llama  “amarillismo” [5]. Un fenómeno magistralmente “representado” en el clásico del cine “El Ciudadano Kane”. La historia del magante de los medios, dirigida e interpretada por Orson Welles. Kane uno de los hombres más ricos del mundo decide dedicarse a los medios en un gesto de “rebeldía” que le valió incluso el calificativo de “comunista” de parte de los sectores más reaccionarios. Es impresionante como a principios de la década del 40, Orson Welles “profetizó” de alguna manera la consagración del poder mediático como uno de los Grandes Poderes: el “Cuarto Poder” y ahora el “Quinto Poder” con el auge del internet y del fenómeno de las redes sociales.

Pero ese amarillismo, ese modelo comunicacional, ese anti-arte de la comunicación planteado en este filme, continua siendo una triste realidad materializado especialmente en la programación difundida sobre todo por los canales privados. Cabe mencionar el caso de ese género tan deprimente conocido como “reality show” que lejos de mostrar la realidad la deforma, la exagera y hasta la ofende. 

Si hablamos de la comunicación como un arte tendríamos que hablar en términos de una comunicación que se presenta, que existe en tanto ámbito de verdad, de la verdad profunda. No esa cosa trajinada, manipulada, cosificada y mercantilizada que se nos presenta día a día en los medios, sino una verdad que contribuya a la reflexión, a la crítica constructiva, a la transformación. Esto concuerda de alguna manera con la idea de la comunicación, del diálogo en tanto ámbito de la pregunta, de la búsqueda de la verdad. La comunicación social no debería entonces construir “verdades” convirtiéndose en “fines” y no “medios”.

Si hablamos de la comunicación como un arte hablamos de una comunicación fundada en una estética. Pero ¿Cuál estética? ¿Una estética solo bella? Hablamos de una estética ética. Tal como lo afirma Wittgenstein en su “Tractatus” cuando afirma que la  “ética y estética son lo mismo”. Hablamos entonces de una estética-ética del reconocimiento y del respeto del otro.  

Cuando hablamos de la comunicación como un arte hablamos de la comunicación como una acción del don, del dar. ¿Cuántos periodistas han sido perseguidos en la búsqueda de la verdad? ¿Cuántos periodistas han sido asesinados o están siendo víctimas de persecuciones y acusaciones? La verdad que transforma es aquella que conlleva el riesgo, la pérdida para encontrar lo real.

En tanto investigadora y buscadora de la verdad, la comunicación como un arte está fundada en la libertad. Después de todo lo ético y lo estético no pueden ser sino en libertad. Lo contrario es moda y moral. Una comunicación que manipula y que está a su vez manipulada y esclavizada a las “sacro santas” líneas editoriales de los “Kanes”, es decir, de los dueños de los medios no es una comunicación libre, ni liberadora.

La comunicación como un arte implica una comunicación ecológica, eco estética y ética. Una comunicación que fomenta la transformación, la vida. Después de todo recordemos que estética y arte constituyen los dominios por excelencia de transfiguración, de transformación y de creación de subjetividad, en fin de la acción transformadora. Solo lo verdaderamente vivo está en constante cambio.  

Finalmente y frente a todo este conjunto de reflexiones y de ideas, cabría la necesidad entonces de repensar y de hacer de la comunicación, como dimensión esencial de la vida y del contexto actual, una obra de arte. Entendiendo por ésta algo no solo hermoso, sino ético, bueno y verdadero.

Bibliografía

DELEUZE Gilles, “La Vida como Obra de Arte”, Le Nouvel Observateur, 23 de Agosto de 1986. http://deleuzefilosofia.blogspot.com/2007/07/la-vida-como-obra-de-arte.html, página consultada el 20 junio 2013
GONZALEZ René, MARCEL DUCHAMP Y LAS VANGUARDIAS DEL SIGLO XX. El problema de la definición de arte”, REPLICANTE ENTRE LA CIENCIA Y LA FICCION. CULTURA Y CRÍTICA DEL PERIODISMO DIGITAL, <http://revistareplicante.com/indices-dinamicos/indice-junio-2013/>, Pagina consultada el sábado 22 de junio 2013.

KLEE Paul. Théorie de l'art moderne, Paris, Éditions Denoël, 1985 (1964), 172 p.

HERNANDEZ José Luis, El amarillismo en los medios de comunicaciónMiércoles, 18 de Abril de 2012 05:40

NIETZSCHE Friedrich,  Œuvres I, « La Naissance de la tragédie », Paris, Éditions Gallimard, 2000, 1158 p.

PLATON,  Diálogos, « Fedro », México, Editorial Conceptos, 1980, p. 393

*Licenciada en Artes egresada de la UCV,  Doctora en Filosofía Universidad Paris VIII



[1] «L'art ne reproduit pas le visible ; il rend visible ». Paul Klee, Théorie de l'art moderne, Paris, Éditions Denoël, 1985 (1964), 172 p., p.34

[2] Gilles Deleuze, “La Vida como Obra de Arte”, Le Nouvel Observateur, 23 de Agosto de 1986. http://deleuzefilosofia.blogspot.com/2007/07/la-vida-como-obra-de-arte.html
[3] Id., s/p
[4]  Friedrich Nietzsche,  Œuvres I, « La Naissance de la tragédie », Paris, Éditions Gallimard, 2000, 1158 p., p. 37
[5] Según José Luis Hernández “El término amarillismo nació en Estados Unidos a finales del siglo XIX cuando dos periódicos de Nueva York (el New York World y New York Journal) iniciaron una batalla periodística sin precedentes. El tono de sus artículos fue subiendo gradualmente hasta llegar a niveles nunca vistos. Se les acusó incluso de crear noticias, pagar a personas y alterar los hechos para crear más interés en los lectores”. José Luis Hernández, El amarillismo en los medios de comunicación,


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