El
nuevo mito de El Dorado
o
el Socialismo Nuestroamericano [1]
Carlos
Blank
Introducción: Civilización y Barbarie
Es innegable que los mitos desempeñan un papel
primordial en la fabricación originaria de toda cultura y civilización, son un
reflejo de las creencias y tradiciones más importantes sostenidas por la
humanidad en su evolución. Si bien la religión ha sido considerada como la
fuente de mitos por antonomasia, también la ciencia es fuente de mitos o, mejor
dicho, ha evolucionado contrastando permanentemente creencias que pertenecen al
imaginario colectivo y al trasfondo de sentido común. Por eso constituye una
grave equivocación sostener que los mitos obedecen solamente a un estadio
primitivo e infantil de la humanidad, que es superado por estadios evolutivos
superiores. Con ello no solo subestimamos la importancia e influencia
permanente de los mitos, de la mentalidad mítica, sino que solemos dar origen a
nuevos mitos, somos prisioneros de nuevos mitos sin darnos cuenta de ello, como
el mito del progreso ilimitado y constante. Ese fue el error de la Ilustración, la subestimación de la tradición
y el “prejuicio contra los prejuicios”, como decía Gadamer y la fe ilimitada en
el progreso de la razón como medio para superar el retraso y la barbarie. Todo progreso está amenazado por la posibilidad
del “retorno a las bestias”, como lo demostró hasta la saciedad el Siglo XX y
también, lamentablemente, lo que va de este siglo. Como lo señala acertadamente
Walter Benjamin: “No existe un solo documento de la civilización que no sea al
mismo tiempo un documento sobre la barbarie”. Creer que la civilización excluye
la barbarie es probablemente el mito positivista más frecuente de nuestra
cultura occidental y, particularmente, latinoamericana.
Lo cierto es que ninguna civilización puede vivir sin
alguna forma de mito. Podríamos parafrasear la famosa sentencia sobre las
mujeres y decir que no podemos vivir sin los mitos ni con ellos, pues sin ellos
nos morimos y con ellos nos
matamos. Por otro lado, admitir la importancia
de los mitos no es incompatible con el reconocimiento de la necesidad de
revisarlos de tiempo en tiempo y de destacar sus aspectos tanto positivos como
negativos. Esta revisión permanente de los mitos se hace tanto más necesaria
cuanto más atrincherada pueden estar determinadas creencias dentro del
imaginario social y apenas nos damos cuenta de ello.
El Mito de “El Dorado” revisitado
Sin duda que uno de los mitos más persistentes de la
cultura humana ha sido el de creer que ha existido un estado natural original
en el cual la vida discurre sin mayores conflictos ni problemas. Se trataría de
una suerte de arcadia primitiva o de paraíso terrenal, donde, por cierto, los
bienes existen en abundancia y están al alcance de la mano sin hacer mayor
esfuerzo. Los problemas de las sociedades actuales son entonces producto de la
pérdida de ese estado bucólico e idílico primitivo, de la pérdida de ese estado
de inocencia original y prístina pureza. Por lo tanto, todos los problemas se
resolverían si fuésemos capaces de regresar a ese estadio natural primitivo
exento de conflictos y desigualdades sociales. Esto es lo que Popper ha llamado
la caída de la sociedad cerrada y la nostalgia que produce dicha caída. Se
trata de un viejo mito que persiste todavía y que tiene los ribetes románticos
más hermosos de la condición humana, así como también los más crueles y
violentos.
Fue precisamente para frenar la violencia de la
conquista española que nuestros indígenas inventaron el mito de “el Dorado”.
Como se sabe, este mito alimentó gran parte de las expediciones hacia el Nuevo
Mundo, ante la posibilidad de conquistar las riquezas que allí esperaban para ser
descubiertas. Este mito de la riqueza súbita persiste actualmente en la idea de
la riqueza fácil, la idea de que podemos hacernos ricos de la noche a la
mañana, mediante la posesión de metales preciosos como el oro y la plata. Este
mito alimentó la idea típicamente mercantilista de que la base de la riqueza
está en la posesión de dichos metales preciosos. Y como es bien sabido estas
reservas fueron a parar en su mayoría al Viejo Mundo y fueron fuente de
conflicto entre diversas naciones europeas que luchaban por repartirse el
botín. Finalmente estas reservas pasarían a los bancos de las naciones que
lograron desarrollarse desde el punto de vista capitalista e industrial. Pero
no todo fue pillaje. No sólo hubo personas codiciosas que vinieron a estas
latitudes para hacerse ricos y obtener concesiones para ello, también hubo
personas que vinieron atraídas por la curiosidad de estas zonas equinocciales y
que incluso murieron defendiendo los derechos de los indígenas, como el caso de
las misiones jesuitas en El Paraguay. Si
la Capitanía General de Venezuela fue dada en concesión por Carlos I de España
y V de Alemania a los banqueros teutones, a los Welser, para cancelar deudas,
también Venezuela atrajo la curiosidad de importantes científicos y
naturalistas como Alejandro de Humboltd y Aimé de Bonpland.
Pero el mito más poderoso que tuvo su origen en estas tierras americanas, a través
de las cartas de Colón, fue la idea de que era posible crear sociedades
igualitarias y carentes de esa codicia que identifica al Viejo Continente,
pues había comunidades en las cuales los
bienes se compartían entre todos sin que hubiese las odiosas desigualdades
sociales de la vieja Europa. A través de pensadores de la Ilustración, en
particular, de Juan Jacobo Rousseau –en quien encontramos también importantes
ideas propias del romanticismo-, estas ideas prendieron en suelo revolucionario
europeo y americano, y dieron origen a las revoluciones europeas contra las
monarquías absolutas, así como en suelo
americano contra estas mismas monarquías. En cierto sentido el territorio
virgen americano ha sido visto tradicionalmente por los europeos como un
territorio abierto a todo tipo de ensayo revolucionario, como el territorio de
la esperanza o del futuro, como el territorio de la utopía realizable. Los
propios americanos hemos alimentado esa idea de ser una suerte de “raza
cósmica” –que un simple error tipográfico convertiría en “cómica”-, la cual es
posible encarna los más nobles ideales de la humanidad hasta ahora postergados
por la civilización, de ser una suerte de lugar mágico en el que las más
perversas inclinaciones del hombre viejo han sido transmutadas en oro puro por
el hombre nuevo, de ser una suerte de piedra filosofal capaz de convertir los
metales más viles en los más nobles. Aquí está el epicentro del viejo ideal
alquímico, aquí podemos encontrar la panacea universal o el Santo Grial, que
otras latitudes han buscado permanentemente sin éxito. La salvación de la
humanidad está en este Continente y en la nobleza y bondad de su gente. Por su
puesto, como muchos mitos tiene un atractivo irresistible, como irresistible
era la mirada de Medusa o los míticos cantos de sirena.
De nuevo pareciera Venezuela destinada por los dioses
a ser el lugar en el cual se puedan redimir todos los pecados de la Humanidad.
En Venezuela se concentran los mitos redivivos de “El Dorado” y del “Socialismo
del Siglo XXI” o del “buen revolucionario”, como lo llamara Carlos Rangel,
nuestro pobre país rico es de nuevo el epicentro de la revolución bolivariana,
el ombligo del mundo. Se trata de un credo que despierta cada 100 años cuando
despiertan los pueblos, como también suele pasar con los terremotos. Y como
ocurre con los fuertes terremotos, deja
también una huella de destrucción y dolor. En efecto, si algún país
latinoamericano quiere representar el mito de “El Dorado” ese es Venezuela. La
posesión de inmensas riquezas, en especial de ese Oro Negro que es el petróleo,
la colocan en una situación de verdadero privilegio frente a otras naciones
menos afortunadas. Aunque de nuevo se plantea una falsa ilusión de riqueza, en
la medida en que esta no se transforma en verdadero desarrollo y progreso. De
nuevo, esta riqueza, tan vulnerable, es
una maldición si no sabemos cómo transformarla realmente en verdadero
desarrollo, aunque destacados artistas millonarios o intelectuales de izquierda
que viven holgadamente en países capitalistas desarrollados pongan a Venezuela
como el ejemplo a seguir. Para muchos de estos voceros internacionales y
autóctonos en nuestro país se está llevando a cabo una revolución inspirada en
los más nobles ideales socialistas y es el socialismo “a la venezolana” el único que puede servir de modelo para
hacer frente al capitalismo salvaje y al neoliberalismo que está haciendo mella
en el Viejo Continente, vía Merkel.
La transmutación del socialismo en suelo
“nuestroamericano” –expresión tan cara a algunos, como si con ella pudiésemos
mantenernos al margen de influencias extrañas-
debe estar exento de las impurezas que este tuvo en el viejo suelo
europeo. Si al fin y al cabo el socialismo tuvo en estas tierras originarias su
inspiración y punto de partida, ¿por qué no puede ser aquí donde se lleve a
cabo su realización definitiva? Así, ese sueño que en Europa llevó a regímenes
sanguinarios y totalitarios, ¿por qué no puede transmutarse en suelo venezolano
en una “revolución bonita” en la que predominen los sentimientos de solidaridad
y amor al prójimo, en lugar de los sentimientos egoístas e individualistas de
una oligarquía o burguesía criolla que no tiene ninguna preocupación sincera
por las penurias de los desposeídos y excluidos y que no siente ningún amor por
la Patria? Esa “patria bonita” por la que lucharon nuestros libertadores y que
ahora se ha convertido en último reducto de la picaresca criolla, de los nuevos
ricos, y no tan nuevos, que siempre se han enriquecido a expensas del pueblo o
en nombre del pueblo. Lo que fracasó estrepitosamente en el resto del mundo,
¿por qué no puede ser realizado efectivamente en esta pequeña nación
privilegiada por la Naturaleza y ser producto de exportación al resto del
mundo, ayuno de ideologías mesiánicas? Lo que está en juego no es el futuro del
país, no. Lo que está en juego es el futuro de toda la Humanidad y es aquí
donde se está jugando.
Este ideal se ha visto seguramente reforzado
recientemente. Son bien conocidas las predicciones de la caída definitiva del
capitalismo cada vez que ocurre una crisis. Marx decía que el capitalismo era a
las crisis lo que los romanos al vómito. Pero lo cierto es que en lugar de fallecer de bulimia, el
capitalismo parece salir cada vez más reforzado de sus crisis. Generalmente se
subestima la capacidad del capitalismo para surgir de las crisis con mayor
fuerza, su capacidad de reinvención y de hacer de las crisis destructivas una
oportunidad de creación y recreación. Ha sido esta capacidad de creación
destructiva del capitalismo la que
descubrió hace unas décadas la China comunista, que se ha convertido en el país
con mayor número de mil-millonarios, alrededor de 300, la segunda nación más
rica del mundo, con una clase media de 300 millones, y el mayor acreedor de los EEUU. Decir que el
futuro del capitalismo se juega en China no es ninguna exageración, así como
algunos piensan que el futuro del socialismo se juega en nuestra nación. Y
posiblemente tengan razón. La ironía es que la China capitalista se ha
convertido también en la gran financiadora del “socialismo” venezolano. A lo
mejor ello les sirve para reforzar su apuesta por el capitalismo y poner de nuevo
en evidencia el fracaso del socialismo.
O a lo mejor están aliados con nosotros para hacer fracasar al
capitalismo. Elija usted su opción favorita.
Para aquellos que siguen pensando que ahora sí ya llegó el momento del
socialismo vale la pena citarles lo
siguiente.
La reciente (vigente, pero en disminución) depresión
que detonó en todo el mundo a causa de la crisis financiera del 2008, no ha
creado nuevos países comunistas o socialistas. Lo que ha hecho es elevar una
petición en nombre de regulaciones más severas a los bancos y otras
instituciones financieras, y de algunos de sus instrumentos financieros, y a
los grandes déficits públicos; pero
ninguno de estos desarrollos es presagio de socialismo. Ya ni siquiera está
claro qué significa “socialismo”, o quien tiene un programa coherente de
administración socialista en una economía moderna.
Una razón de que el capitalismo haya sobrevivido la
crisis que comenzó en el 2008 es el colapso de la Unión Soviética, sus
satélites, y China, en o alrededor de los 90, y el terrible desempeño de
economías comunistas en países como Cuba y Vietnam, y de las economías
socialistas como Venezuela y, hasta hace poco, la India. El problema de hoy no
es comunismo o socialismo contra capitalismo; se trata de saber cuánta regulación
del capitalismo es óptima. Claramente, la regulación financiera fue muy laxa al
final de los 90 y a principios del 2000, y esta laxitud jugó un papel
significativo en el rol del colapso del 2008 y la depresión subsiguiente (como
yo lo veo). Así que tendremos –necesitaremos- más regulaciones. Si las
conseguimos eso no será comunismo o socialismo.[2]
Es interesante destacar que gracias al pobre desempeño
de economías como la de Venezuela, ahogadas por la inflación, la devaluación,
el estancamiento y el desabastecimiento, el capitalismo está más sólido que
antes. Y es que si el ejemplo a seguir es el nuestro, cada vez más países querrán apartarse de la
fracasada senda venezolana y encaminarse por otros derroteros. Mientras tanto
nosotros seguiremos siendo el hazmerreir del mundo o el ejemplo que no hay que
seguir, seremos el contraejemplo o el cisne negro que nadie quiere ser. Algo de este jaez ha señalado el Premio Nobel
de 1999, Gary Becker.
El gobierno de la antiguamente socialista y muy pobre
nación de Ruanda ha animado a las compañías privadas en la limitada y aislada
del mar economía de Ruanda. India está tratando de reducir sus numerosas
regulaciones de su mercado laboral y otros ámbitos para alentar la
participación extranjera y que sus propias empresas privadas expandan sus
actividades. Al otro lado de la balanza, naciones como Venezuela, que ha
llevado a cabo una guerra contra el sector privado, han visto un aumento de la
pobreza y el estancamiento de su economía.
La razón de estas actividades pro-capitalistas es que
más y más países se han dado cuenta de que, a pesar de muchas fallas, el
capitalismo es el único sistema ideado hasta ahora que lleva a las masas una
esperanza de levantarse de la pobreza y crear una robusta clase media. La
mayoría de la gente se da cuenta de esto y han prevenido a los líderes
políticos utilizar la reacción contra el capitalismo, que ha venido con la
crisis financiera, para transformar radicalmente un sistema que ha traído mucha
riqueza y salud a los pueblos del mundo.[3]
Más allá de ciertas afirmaciones edulcoradas que
encontramos en estos textos sobre el capitalismo y sin pretender desconocer los
abusos y barbaridades que se han cometido en nombre de “Dios y el Mercado”, lo
cierto es que alguna forma de capitalismo sigue siendo el menos malo de los
sistemas económicos modernos. Mientras algunos todavía esperan su colapso
final, los economistas se debaten entre un tipo de intervención neokeynesiana
para hacer frente a la recesión y un tipo de intervención neoliberal para hacer
frente a la inflación y el déficit. Mientras tanto aquí seguiremos alimentando
uno de nuestros mitos fundacionales, aunque no haya papel higiénico. Y qué si
cada vez se conseguirá menos que comer. Claro que mientras la culpa de todo lo
tenga la conspiración del imperialismo internacional aliada a la oligarquía
nacional, nunca podremos reconocer las fallas del sistema y, por lo tanto,
nunca podremos hacer las rectificaciones que han hecho del capitalismo un
sistema tan eficiente y duradero. Y mientras tanto los chinos exhiben en su
rostro una sonrisa bonachona y condescendiente, como la de Buda, cuando oyen
hablar de Venezuela y su camino al socialismo.
Referencias:
[1] El presente artículo fue publicado originalmente
en El Dorado: Sueños y realidades, Goethe-Institut Venezuela, 2007, pp. 81-2.
Se han hecho algunas modificaciones y adiciones.
[2] Cf.
prodavinci.com/2013/09/24/economia-y-negocios/el-capitalismo-ha-resucitadosobrevivido-por-richard-posner
[3]Cf.prodavinci.com/2013/09/21/economia-y-negocios/el-retorno-del-capitalismo-luego-de-la-crisis-financiera-por-gary-becker
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