martes, 1 de octubre de 2013


El nuevo mito de El Dorado

o el  Socialismo Nuestroamericano [1]



Carlos Blank






Introducción: Civilización y Barbarie

Es innegable que los mitos desempeñan un papel primordial en la fabricación originaria de toda cultura y civilización, son un reflejo de las creencias y tradiciones más importantes sostenidas por la humanidad en su evolución. Si bien la religión ha sido considerada como la fuente de mitos por antonomasia, también la ciencia es fuente de mitos o, mejor dicho, ha evolucionado contrastando permanentemente creencias que pertenecen al imaginario colectivo y al trasfondo de sentido común. Por eso constituye una grave equivocación sostener que los mitos obedecen solamente a un estadio primitivo e infantil de la humanidad, que es superado por estadios evolutivos superiores. Con ello no solo subestimamos la importancia e influencia permanente de los mitos, de la mentalidad mítica, sino que solemos dar origen a nuevos mitos, somos prisioneros de nuevos mitos sin darnos cuenta de ello, como el mito del progreso ilimitado y constante. Ese fue el error de la  Ilustración, la subestimación de la tradición y el “prejuicio contra los prejuicios”, como decía Gadamer y la fe ilimitada en el progreso de la razón como medio para superar el retraso y la barbarie.  Todo progreso está amenazado por la posibilidad del “retorno a las bestias”, como lo demostró hasta la saciedad el Siglo XX y también, lamentablemente, lo que va de este siglo. Como lo señala acertadamente Walter Benjamin: “No existe un solo documento de la civilización que no sea al mismo tiempo un documento sobre la barbarie”. Creer que la civilización excluye la barbarie es probablemente el mito positivista más frecuente de nuestra cultura occidental y, particularmente, latinoamericana.

Lo cierto es que ninguna civilización puede vivir sin alguna forma de mito. Podríamos parafrasear la famosa sentencia sobre las mujeres y decir que no podemos vivir sin los mitos ni con ellos, pues sin ellos nos morimos y con  ellos nos matamos.   Por otro lado, admitir la importancia de los mitos no es incompatible con el reconocimiento de la necesidad de revisarlos de tiempo en tiempo y de destacar sus aspectos tanto positivos como negativos. Esta revisión permanente de los mitos se hace tanto más necesaria cuanto más atrincherada pueden estar determinadas creencias dentro del imaginario social y apenas nos damos cuenta de ello. 
 



El Mito de “El Dorado” revisitado

Sin duda que uno de los mitos más persistentes de la cultura humana ha sido el de creer que ha existido un estado natural original en el cual la vida discurre sin mayores conflictos ni problemas. Se trataría de una suerte de arcadia primitiva o de paraíso terrenal, donde, por cierto, los bienes existen en abundancia y están al alcance de la mano sin hacer mayor esfuerzo. Los problemas de las sociedades actuales son entonces producto de la pérdida de ese estado bucólico e idílico primitivo, de la pérdida de ese estado de inocencia original y prístina pureza. Por lo tanto, todos los problemas se resolverían si fuésemos capaces de regresar a ese estadio natural primitivo exento de conflictos y desigualdades sociales. Esto es lo que Popper ha llamado la caída de la sociedad cerrada y la nostalgia que produce dicha caída. Se trata de un viejo mito que persiste todavía y que tiene los ribetes románticos más hermosos de la condición humana, así como también los más crueles y violentos.

Fue precisamente para frenar la violencia de la conquista española que nuestros indígenas inventaron el mito de “el Dorado”. Como se sabe, este mito alimentó gran parte de las expediciones hacia el Nuevo Mundo, ante la posibilidad de conquistar las riquezas que allí esperaban para ser descubiertas. Este mito de la riqueza súbita persiste actualmente en la idea de la riqueza fácil, la idea de que podemos hacernos ricos de la noche a la mañana, mediante la posesión de metales preciosos como el oro y la plata. Este mito alimentó la idea típicamente mercantilista de que la base de la riqueza está en la posesión de dichos metales preciosos. Y como es bien sabido estas reservas fueron a parar en su mayoría al Viejo Mundo y fueron fuente de conflicto entre diversas naciones europeas que luchaban por repartirse el botín. Finalmente estas reservas pasarían a los bancos de las naciones que lograron desarrollarse desde el punto de vista capitalista e industrial. Pero no todo fue pillaje. No sólo hubo personas codiciosas que vinieron a estas latitudes para hacerse ricos y obtener concesiones para ello, también hubo personas que vinieron atraídas por la curiosidad de estas zonas equinocciales y que incluso murieron defendiendo los derechos de los indígenas, como el caso de las misiones jesuitas en  El Paraguay. Si la Capitanía General de Venezuela fue dada en concesión por Carlos I de España y V de Alemania a los banqueros teutones, a los Welser, para cancelar deudas, también Venezuela atrajo la curiosidad de importantes científicos y naturalistas como Alejandro de Humboltd y Aimé de Bonpland.

Pero el mito más poderoso que tuvo su  origen en estas tierras americanas, a través de las cartas de Colón, fue la idea de que era posible crear sociedades igualitarias y carentes de esa codicia que identifica al Viejo Continente, pues  había comunidades en las cuales los bienes se compartían entre todos sin que hubiese las odiosas desigualdades sociales de la vieja Europa. A través de pensadores de la Ilustración, en particular, de Juan Jacobo Rousseau –en quien encontramos también importantes ideas propias del romanticismo-, estas ideas prendieron en suelo revolucionario europeo y americano, y dieron origen a las revoluciones europeas contra las monarquías  absolutas, así como en suelo americano contra estas mismas monarquías. En cierto sentido el territorio virgen americano ha sido visto tradicionalmente por los europeos como un territorio abierto a todo tipo de ensayo revolucionario, como el territorio de la esperanza o del futuro, como el territorio de la utopía realizable. Los propios americanos hemos alimentado esa idea de ser una suerte de “raza cósmica” –que un simple error tipográfico convertiría en “cómica”-, la cual es posible encarna los más nobles ideales de la humanidad hasta ahora postergados por la civilización, de ser una suerte de lugar mágico en el que las más perversas inclinaciones del hombre viejo han sido transmutadas en oro puro por el hombre nuevo, de ser una suerte de piedra filosofal capaz de convertir los metales más viles en los más nobles. Aquí está el epicentro del viejo ideal alquímico, aquí podemos encontrar la panacea universal o el Santo Grial, que otras latitudes han buscado permanentemente sin éxito. La salvación de la humanidad está en este Continente y en la nobleza y bondad de su gente. Por su puesto, como muchos mitos tiene un atractivo irresistible, como irresistible era la mirada de Medusa o los míticos cantos de sirena.

De nuevo pareciera Venezuela destinada por los dioses a ser el lugar en el cual se puedan redimir todos los pecados de la Humanidad. En Venezuela se concentran los mitos redivivos de “El Dorado” y del “Socialismo del Siglo XXI” o del “buen revolucionario”, como lo llamara Carlos Rangel, nuestro pobre país rico es de nuevo el epicentro de la revolución bolivariana, el ombligo del mundo. Se trata de un credo que despierta cada 100 años cuando despiertan los pueblos, como también suele pasar con los terremotos. Y como ocurre con los fuertes terremotos,  deja también una huella de destrucción y dolor. En efecto, si algún país latinoamericano quiere representar el mito de “El Dorado” ese es Venezuela. La posesión de inmensas riquezas, en especial de ese Oro Negro que es el petróleo, la colocan en una situación de verdadero privilegio frente a otras naciones menos afortunadas. Aunque de nuevo se plantea una falsa ilusión de riqueza, en la medida en que esta no se transforma en verdadero desarrollo y progreso. De nuevo, esta riqueza, tan vulnerable,  es una maldición si no sabemos cómo transformarla realmente en verdadero desarrollo, aunque destacados artistas millonarios o intelectuales de izquierda que viven holgadamente en países capitalistas desarrollados pongan a Venezuela como el ejemplo a seguir. Para muchos de estos voceros internacionales y autóctonos en nuestro país se está llevando a cabo una revolución inspirada en los más nobles ideales socialistas y es el socialismo “a la venezolana”  el único que puede servir de modelo para hacer frente al capitalismo salvaje y al neoliberalismo que está haciendo mella en el Viejo Continente, vía Merkel.

La transmutación del socialismo en suelo “nuestroamericano” –expresión tan cara a algunos, como si con ella pudiésemos mantenernos al margen de influencias extrañas-  debe estar exento de las impurezas que este tuvo en el viejo suelo europeo. Si al fin y al cabo el socialismo tuvo en estas tierras originarias su inspiración y punto de partida, ¿por qué no puede ser aquí donde se lleve a cabo su realización definitiva? Así, ese sueño que en Europa llevó a regímenes sanguinarios y totalitarios, ¿por qué no puede transmutarse en suelo venezolano en una “revolución bonita” en la que predominen los sentimientos de solidaridad y amor al prójimo, en lugar de los sentimientos egoístas e individualistas de una oligarquía o burguesía criolla que no tiene ninguna preocupación sincera por las penurias de los desposeídos y excluidos y que no siente ningún amor por la Patria? Esa “patria bonita” por la que lucharon nuestros libertadores y que ahora se ha convertido en último reducto de la picaresca criolla, de los nuevos ricos, y no tan nuevos, que siempre se han enriquecido a expensas del pueblo o en nombre del pueblo. Lo que fracasó estrepitosamente en el resto del mundo, ¿por qué no puede ser realizado efectivamente en esta pequeña nación privilegiada por la Naturaleza y ser producto de exportación al resto del mundo, ayuno de ideologías mesiánicas? Lo que está en juego no es el futuro del país, no. Lo que está en juego es el futuro de toda la Humanidad y es aquí donde se está jugando.

Este ideal se ha visto seguramente reforzado recientemente. Son bien conocidas las predicciones de la caída definitiva del capitalismo cada vez que ocurre una crisis. Marx decía que el capitalismo era a las crisis lo que los romanos al vómito. Pero lo cierto es que  en lugar de fallecer de bulimia, el capitalismo parece salir cada vez más reforzado de sus crisis. Generalmente se subestima la capacidad del capitalismo para surgir de las crisis con mayor fuerza, su capacidad de reinvención y de hacer de las crisis destructivas una oportunidad de creación y recreación. Ha sido esta capacidad de creación destructiva  del capitalismo la que descubrió hace unas décadas la China comunista, que se ha convertido en el país con mayor número de mil-millonarios, alrededor de 300, la segunda nación más rica del mundo, con una clase media de 300 millones,  y el mayor acreedor de los EEUU. Decir que el futuro del capitalismo se juega en China no es ninguna exageración, así como algunos piensan que el futuro del socialismo se juega en nuestra nación. Y posiblemente tengan razón. La ironía es que la China capitalista se ha convertido también en la gran financiadora del “socialismo” venezolano. A lo mejor ello les sirve para reforzar su apuesta por el capitalismo y poner de nuevo en evidencia el fracaso del socialismo.  O a lo mejor están aliados con nosotros para hacer fracasar al capitalismo. Elija usted su opción favorita.  Para aquellos que siguen pensando que ahora sí ya llegó el momento del socialismo  vale la pena citarles lo siguiente.

La reciente (vigente, pero en disminución) depresión que detonó en todo el mundo a causa de la crisis financiera del 2008, no ha creado nuevos países comunistas o socialistas. Lo que ha hecho es elevar una petición en nombre de regulaciones más severas a los bancos y otras instituciones financieras, y de algunos de sus instrumentos financieros, y a los grandes déficits públicos;  pero ninguno de estos desarrollos es presagio de socialismo. Ya ni siquiera está claro qué significa “socialismo”, o quien tiene un programa coherente de administración socialista en una economía moderna.

Una razón de que el capitalismo haya sobrevivido la crisis que comenzó en el 2008 es el colapso de la Unión Soviética, sus satélites, y China, en o alrededor de los 90, y el terrible desempeño de economías comunistas en países como Cuba y Vietnam, y de las economías socialistas como Venezuela y, hasta hace poco, la India. El problema de hoy no es comunismo o socialismo contra capitalismo; se trata de saber cuánta regulación del capitalismo es óptima. Claramente, la regulación financiera fue muy laxa al final de los 90 y a principios del 2000, y esta laxitud jugó un papel significativo en el rol del colapso del 2008 y la depresión subsiguiente (como yo lo veo). Así que tendremos –necesitaremos- más regulaciones. Si las conseguimos eso no será comunismo o socialismo.[2]



Es interesante destacar que gracias al pobre desempeño de economías como la de Venezuela, ahogadas por la inflación, la devaluación, el estancamiento y el desabastecimiento, el capitalismo está más sólido que antes. Y es que si el ejemplo a seguir es el nuestro,  cada vez más países querrán apartarse de la fracasada senda venezolana y encaminarse por otros derroteros. Mientras tanto nosotros seguiremos siendo el hazmerreir del mundo o el ejemplo que no hay que seguir, seremos el contraejemplo o el cisne negro que nadie quiere ser.  Algo de este jaez ha señalado el Premio Nobel de 1999, Gary Becker.



El gobierno de la antiguamente socialista y muy pobre nación de Ruanda ha animado a las compañías privadas en la limitada y aislada del mar economía de Ruanda. India está tratando de reducir sus numerosas regulaciones de su mercado laboral y otros ámbitos para alentar la participación extranjera y que sus propias empresas privadas expandan sus actividades. Al otro lado de la balanza, naciones como Venezuela, que ha llevado a cabo una guerra contra el sector privado, han visto un aumento de la pobreza y el estancamiento de su economía.

La razón de estas actividades pro-capitalistas es que más y más países se han dado cuenta de que, a pesar de muchas fallas, el capitalismo es el único sistema ideado hasta ahora que lleva a las masas una esperanza de levantarse de la pobreza y crear una robusta clase media. La mayoría de la gente se da cuenta de esto y han prevenido a los líderes políticos utilizar la reacción contra el capitalismo, que ha venido con la crisis financiera, para transformar radicalmente un sistema que ha traído mucha riqueza y salud a los pueblos del mundo.[3] 

Más allá de ciertas afirmaciones edulcoradas que encontramos en estos textos sobre el capitalismo y sin pretender desconocer los abusos y barbaridades que se han cometido en nombre de “Dios y el Mercado”, lo cierto es que alguna forma de capitalismo sigue siendo el menos malo de los sistemas económicos modernos. Mientras algunos todavía esperan su colapso final, los economistas se debaten entre un tipo de intervención neokeynesiana para hacer frente a la recesión y un tipo de intervención neoliberal para hacer frente a la inflación y el déficit. Mientras tanto aquí seguiremos alimentando uno de nuestros mitos fundacionales, aunque no haya papel higiénico. Y qué si cada vez se conseguirá menos que comer. Claro que mientras la culpa de todo lo tenga la conspiración del imperialismo internacional aliada a la oligarquía nacional, nunca podremos reconocer las fallas del sistema y, por lo tanto, nunca podremos hacer las rectificaciones que han hecho del capitalismo un sistema tan eficiente y duradero. Y mientras tanto los chinos exhiben en su rostro una sonrisa bonachona y condescendiente, como la de Buda, cuando oyen hablar de Venezuela y su camino al socialismo. 

Referencias:
[1] El presente artículo fue publicado originalmente en El Dorado: Sueños y realidades, Goethe-Institut Venezuela, 2007, pp. 81-2. Se han hecho algunas modificaciones y adiciones.
[2] Cf. prodavinci.com/2013/09/24/economia-y-negocios/el-capitalismo-ha-resucitadosobrevivido-por-richard-posner
[3]Cf.prodavinci.com/2013/09/21/economia-y-negocios/el-retorno-del-capitalismo-luego-de-la-crisis-financiera-por-gary-becker

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