Siglo XXI:
¿Narcosis o
sobredosis?
Cesar De Pablo
Louise Bourgeois, obra |
Introducción
En una sociedad como la actual, donde la masificación del
mensaje y la inmediatísima velocidad con la que éste viaja condiciona las
comunicaciones en el mundo, no puede decirse que el mensaje per se es
el contenido, pues, como ya ha propuesto el determinista Marshall McLuhan, el
medio en el que se envíe o transmita dicho contenido es un mensaje.
Pero ha pasado que en la última mitad del siglo XX se ha hecho
más evidente el precepto que McLuhan presentaba acerca de la relación
hombre-máquina, donde ya no éste quien determina las tareas del artificio, sino
que, por el contrario, es la máquina la que de alguna manera cumple el papel de
extensión del individuo. Es lo mismo que sucede cuando se usa un teléfono
celular, el cual termina siendo una prolongación de la oralidad y del oído, o
cuando se decide usar una carta que, valiéndose de la vista para ser leída,
termina siendo igualmente una extensión de la verbalización humana.
Teniendo en cuenta esto es posible ver de manera más clara lo
que McLuhan expone en su obra Understanding Media (Comprender
los Medios de Comunicación), en el momento que firma esa célebre frase de
“el medio es el mensaje”, ya que, obviamente, la finalidad de un teléfono
celular y la carta son, de forma esencial, la misma: comunicar a través de la
verbalización. Sin embargo, aunque el contenido sea el mismo, el medio pasa a
condicionarlo e intrínsecamente involucrar otros aspectos como emociones,
contextos, relaciones geográficas y demás, variando según los niveles de
intensidad entre “fríos”, como el teléfono, o “calientes”, como es el caso del
papel que sirve de soporte para la carta.
Con lo anterior internalizado, se puede dar el gran salto al
foco de este ensayo, el cual busca dar con la respuesta a una de las más
grandes interrogantes que se pueden hacer los analistas de medios de
comunicación modernos: ¿la sociedad está inmersa en una “narcosis” o se trata
de una “sobredosis” de medios?
El uso del término “narcosis” no oscila en la droga como objeto,
sino en el efecto que causa, además de ser el término empleado por McLuhan
cuando, valiéndose del mito de Narciso, da pie al cuestionamiento aquí
realizado. “Disminución de la sensibilidad o consciencia debido al uso
de narcóticos”, establece el Diccionario de la Real Academia Española, en
caso de que se necesitase una aclaratoria más estricta.
Los “narcóticos” a estudiar serán los medios de comunicación de
la edad contemporánea, así como los efectos que estos, desde la perspectiva de
McLuhan, afectan a la sociedad.
McLuhan y la extrapolación de Narciso
Nuestro
autor ha traído de vuelta a la vida a Narciso, personaje de la mitología griega
cuyo nombre proviene del término helénico narcosis o
entumecimiento, el cual ya se ha definido previamente como la “disminución
de la sensibilidad o consciencia debido al uso de narcóticos”.
Pero ¿por
qué se ha dispuesto McLuhan a recordarnos este mito? La respuesta es simple;
todo yace en el hecho de que Narciso se ha enamorado de su reflejo, de esa
extensión suya que de la cual desconoce su origen, de ese “servomecanismo
de su propia imagen extendida o repetida”, como ha sido definido. Según
McLuhan, el foco del mito reside en que “el hombre enseguida se siente
fascinado por cualquier extensión suya en cualquier material diferente de él”[1], lo
que quizá ilustra como los colonizadores estafaron con espejos a los nativos
suramericanos y se los cambiaron por su oro y demás riquezas, además del evidente
nivel de desconocimiento de los aborígenes acerca de lo que estaban viendo.
Tal vez esa fascinación enceguecedora es a lo que se refiere en su totalidad
nuestro autor, cuando afirma que una extensión nuestra es capaz de inducir un
estado de entumecimiento, apoyándose en las conceptualizaciones de los médicos
Hans Selye y Adolphe Jonas, quienes definen esas extensiones como un intento de
mantener el equilibrio, tanto en enfermedad como en salud.
Volviendo a Narciso, y sabiendo esto que exponen Selye y Jonas, sería
especulación decir que este joven hermoso se enamoró de su reflejo para, de
alguna manera, equilibrar su “falta de amor” pero, si tomamos en cuenta que
Némesis interpuso esa extensión de Narciso ante su vista como castigo por su
exceso de orgullo y su maltrato hacia Eco, todo empieza a cobrar un poco más de
sentido bajo los términos explicados por McLuhan, y es lo mismo que le sucede
al hombre contemporáneo cuando se expone ante un medio.
Michael Ackerman, foto |
El medio es
la droga
Entendiéndose ya que el medio es el mensaje, que el medio es una extensión del
individuo y que la exposición a éstos crea un “entumecimiento” o
narcosis también denominados “autoamputación”, podemos decir que
estamos hablando de un narcótico, pero obviamente como término metafórico.
McLuhan habla de la transformación del hombre en un servomecanismo cuando está
abrazando nuevas tecnologías, dado que la relación entre el individuo y la
máquina tiende a ser casi íntima. “Un indio americano es el
servomecanismo de su canoa, como el vaquero es el servomecanismo de su caballo,
y el ejecutivo, de su reloj”[2], expone en su obra Understanding
Media.
La llamada “edad de la ansiedad y los medios eléctricos” ha sido bautizada de
forma acertiva, puesto que el sistema nervioso central ya se ha asociado a tal
nivel con la tecnología que la ausencia de ésta le provoca desequilibro e
inestabilidad, generándose nuevas patologías inherentes a la época
contemporánea, como lo es la nomofobia[3],
la cual se traduce en el miedo irracional de salir sin el teléfono celular.
Tan fuerte ha sido la incursión de la tecnología al hombre moderno que se hace
imposible imaginar un solo lugar del planeta sin un solo objeto electrónico,
sin una sola extensión contemporánea. El mismo McLuhan afirma que se trata de
que el hombre de ahora está consciente de lo inconsciente, es decir, sabe que
la tecnología es una extensión de su cuerpo y la asume como tal, llevando a
todo individuo a una completa narcosis, a una disminución de la sensibilidad
sobre los fenómenos externos, pues, los smartphones, la televisión y cualquier
otro medio sólo son capaces de brindar un mínimo reflejo de la realidad, tal
como el agua lo hacía con el rostro de Narciso.
“Con
esta consciencia, la vida subliminal, privada y social, se ha colocado a la vista
de todos, con el resultado de que se nos presenta la <> como causa de los sentimientos de culpabilidad” [4].
Con esta cita, McLuhan nos trae una gran verdad: el hombre moderno dejó de ser
heterogéneo, se ha homogeneizado y ha perdido la cognición de su realidad más
primitiva, más privada. Es común ver cómo se conmociona un continente entero
por algún cataclismo acontecido en otro país, pero también cómo la indiferencia
o desconocimiento reina cuando el conflicto yace dentro de las fronteras
propias. De ese mismo extracto, nuestro autor afirma que “en la edad eléctrica,
llevamos toda la humanidad en nuestra piel”.
El enajenamiento producido por las extensiones que significan
los medios tecnológicos nos lleva a recapitular y leer entre líneas el mito de
Narciso. Si antes no tenía mucho sentido, ahora se hace más evidente la
analogía que tiene éste con el escenario real. Un canal de televisión
parcializado siempre va a generar empatía con su público narcotizado. De manera
inconsciente, el individuo busca su equilibrio en lo que quiere sentir, o en
este caso, ver y escuchar. Es por ello que, tras la constante tensión en la que
está inmerso el humano contemporáneo, es harto complejo hacérsele cambiar de
opinión respecto a determinado medio.
Sucede a diario con la sociopolítica de Venezuela. Sus
ciudadanos, en su amplia mayoría, están debatiéndose desde hace casi década y
media modelos políticos totalmente adversos. Los opositores buscan equilibrarse
viviendo esa pequeña muestra de realidad que le presenta un canal o un diario,
mientras que los partidarios del oficialismo hacen lo propio en medios de
comunicación totalmente adversos. No obstante, este enajenamiento de una
realidad total se ve compensado, pues tanto el opositor como el oficialista
buscarán reequilibrar la balanza, observando el medio que le adversa para
satisfacer esa necesidad de consumir información del contrario y emitir juicios.
Tal como una droga, el medio de comunicación termina absorbiendo
el tiempo y rutina de los individuos, cosa que refuta el pensador venezolano
Antonio Pasquali, quien acusa la obra de McLuhan como la “más
profundamente ideológica y conservadora aparecida en escena desde los comienzos
del crecimiento exponencial en comunicaciones”,[5] atendiendo
a lo que describe Silvia Olmedo Salar, investigadora de la Facultad de
Comunicación de la Universidad de Málaga, como una “evasión al análisis
socio-político sobre controles, contenidos y efectos del mensaje difundido por
los medios masivos, y pasa de soslayo sin atentar a las esferas dominantes”.[6]
Sí, Pasquali tiene toda la razón de cuestionar en ese punto a
McLuhan, incluso le calificó de “idiota sociológico”, pues no es un
secreto la postura determinista tecnológica de este último, por la exclusiva
atención que le presta a la incidencia de la tecnología de los medios sobre las
dinámicas sociales, dejando de lado otros factores como la cultura, el entorno
político y social. Pero de lo que no cabe duda es de que, efectivamente, los
medios tienen más control sobre nosotros que lo que creemos. ¿Será que estamos,
en efecto, narcotizados?
Michael Ackerman, foto |
Conclusiones: Muerte por sobredosis o síndrome de abstinencia
La edad de la ansiedad y de los medios eléctricos ha llegado. La necesidad de
inventar, reinventar y reinventarse está latente en el colectivo. A esta necesidad
se le une la de aceptación social, constante evaluación y masivo consumo de
información.
El medio nos ha transformado a raíz del auge de la energía
eléctrica. La multiplicidad de usos que tiene este fenómeno ha reimpulsado al
planeta a una segunda Revolución Industrial. Es una época nueva que, aun en
estos tiempos, resulta compleja de comprender. Las cartas que sí están visibles
en la mesa nos revelan que el individuo quiere regresar a tener control de sí
mismo. Volver a ese espíritu burgués del que McLuhan hacía referencia.
“Se plantea una lucha por recuperar la vieja imagen, lo que
puede conducir a la guerra. Identidad en peligro, lucha por recomponer los
trozos de la imagen destruida, todo esto es lo que motivaría el auge del
retrovisorismo. Se intenta la conexión con el período anterior para buscar
imágenes familiares y consoladoras; por ejemplo, en la década de los sesenta el
espectáculo de frontera, el mundo de El Virginiano y de Bonanza”.[7] Este fragmento nos dice una cruda verdad
que en primer momento podría parecer improbable, pero si se analiza con
detenimiento llega a ser verosímil. Las grandes guerras de la contemporaneidad
son por el poder de la información.
Los conflictos provocados por información filtrada en los medios rozan desde lo
banal de una revista de chismes hasta lo más delicado como Wikileaks o, como
ejemplo aún más reciente, el de Edward Snowden, informante y antiguo empleado
de la CIA que dejó entrever documentos altamente confidenciales a la luz
pública, poniendo en jaque a todo el Estado norteamericano.
Y ¿cómo es que la información adquirió tanto valor? No se sabe
con certeza, pero muy probablemente empezó a suceder en el mismo momento de
transición de la cultura sólida a la información líquida, en la que todo dato
debe corroborarse, pues la saturación de medios masivos y plataformas, así como
la superposición de un conjunto de intereses sobre dichos medios masivos, han
hecho que hallar contenido fiable sea un complejo reto.
El hombre moderno, ansioso de consumo cual adicto a la droga, se satura a sí
mismo de plataformas y medios para abastecerse de información, pues ya es una
necesidad más que un hobby o un pasatiempo. Los hogares del mundo están
invadidos por la radio, la televisión, el internet, el teléfono y otros medios
un poco más sofisticados como tabletas, computadoras, satélites, gps.
¿Acaso no se nota que el ser humano, mientras más joven, más se está
sumergiendo en una realidad paralela producto de las redes sociales? ¿Quizá
McLuhan vaticinó hace medio siglo lo que hoy conocemos como globalización? Tal
vez es por esto que su término de “aldea global” y
trivialización de la sociedad cobra cada día más vigencia.
Cada día son más los medios y mayores las brechas que separan una generación de
la otra. Cada vez conocemos más los conflictos del Medio Oriente que el de
nuestra comunidad. La adicción al consumo y la amplia gama de medios hacen que
estar enterado de casi todo sea posible, mas no es garantía de profundidad de
esos temas. El dealer de Maguncia jamás imaginó que la masificación
del negocio de mass media alcanzaría niveles de dependencia en
el que incluso se desarrollarían patologías por carencia de medios como el
teléfono celular.
Ya se hace impensable vivir sin televisión o no sentirse
incompleto tras dejar descuidado Twitter o Facebook durante un par de semanas.
Lo que debería ser un simple instrumento mecánico o electrónico se ha
convertido, pues, en una extensión en todo el significado que explicó el
pensador McLuhan. Es por esto que, en conclusión, o morimos
narcotizados y en sobredosis, o de síndrome de abstinencia.
Fuentes Consultadas:
· McLuhan,
M. (1964). Understanding Media (Comprender los medios de
comunicación). España:
Ediciones Paidós.
· Nomophobia is the fear of being out of
mobile phone contact - and it's the plague of our 24/7 age. (31/03/2008).
Disponible en URL: http://www.standard.co.uk/news/nomophobia-is-the-fear-of-being-out-of-mobile-phone-contact--and-its-the-plague-of-our-247-age-6634478.html [Consulta:
27/06/2013]
· Pasquali,
A. Comprender la Comunicación. (1970).
· Olmedo
Salar, S. (2011). Comprender la Comunicación, de Antonio Pasquali.
México: Razón y Palabra, Febrero-Abril.
· Colina,
C.E. McLuhan y las tecnologías de comunicación. Universidad de
Córdoba (España). Tesis de doctorado. Disponible en URL: http://www.uco.es/ciencias-juridicas/diego/nuevoderecho/doctorado/comunicacion/McLuhan.pdf [Consulta:
29/06/2013]
[1] McLuhan, M.
(1964). Understanding Media (Comprender los medios de
comunicación). España: Ediciones Paidós. Pág: 61.
[2] McLuhan, M.
(1964). Understanding Media (Comprender los medios de
comunicación). España: Ediciones Paidós. Pág: 66.
[3] Proveniente de
la palabra en inglés “nomophobia”, la cual es abreviatura de “no
mobile phone” (sin teléfono móvil). Información
de: Nomophobia is the fear of being out of mobile phone contact - and
it's the plague of our 24/7 age. (31/03/2008). Disponible en
URL: http://www.standard.co.uk/news/nomophobia-is-the-fear-of-being-out-of-mobile-phone-contact--and-its-the-plague-of-our-247-age-6634478.html [Consulta:
27/06/2013]
[4] McLuhan, M.
(1964). Understanding Media (Comprender los medios
de comunicación). España: Ediciones Paidós. Pág: 67.
[6] Olmedo Salar,
S. (2011). Comprender la Comunicación, de Antonio Pasquali. México:
Razón y Palabra, Febrero-Abril, p. 15.
[7] Colina,
C.E. McLuhan y las tecnologías de comunicación. Universidad de
Córdoba (España). Tesis de doctorado. Disponible en URL: http://www.uco.es/ciencias-juridicas/diego/nuevoderecho/doctorado/comunicacion/McLuhan.pdf [Consulta:
29/06/2013]
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