Mauricio,
Ecce Hommo *
David
De los Reyes
A
la memoria de Mauricio Navia 1956-2018
I
Nos
conocimos en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela.
Corrían los últimos años de los setenta del siglo pasado. Nos encontramos con
una escuela que nos daría una formación clásica, moderna y contemporánea de la filosofía.
Sin embargo, entre muchas de las materias que veíamos a lo largo del ciclo
normal de nuestra formación, en varias nos inscribimos de forma entusiasta.
¿Cuáles fueron esas materias? Las concernientes con temas de estética y arte,
los cuales serían de importancia para nuestro desarrollo posterior como
docentes, investigadores o simplemente como jóvenes curiosos y diletantes en
relación con los problemas de la filosofía del arte. Esas materias las
impartieron profesores queridos y recordados. Estaban Victoria de Stefano, José
Luis Ruggeri, Francisco Romero, entre otros. En el caso de Victoria de Stefano
nos encontramos con la presencia de una madura y personal reflexión en torno a
la novela, el romanticismo, la filosofía hegeliana y las relaciones que se
extendían a la obra del filósofo húngaro de la corriente marxista estética György
Lukács, así como también con el inclasificable pensador Walter Benjamin. En el
caso de Ruggeri nos presentó temas apasionantes, bien por juventud o por sentimiento
de cuestionamiento y otras miradas al arte y la vida, a través de su relación
con la estética anarquista y la relación entre Wagner y Nietzsche. Romero, gran
lógico y pianista español enraizado en el país desde muchos años, nos dictó uno
de los seminarios más intensos y densos sobre música medieval y sus relaciones
con la escolástica y la filosofía. Además de estas materias estaban las
obligatorias de distintos autores clásicos, Platón, Aristóteles, Santo Tomás,
Descartes, Spinoza, Vico, Kant, Hegel, Nietzsche, Marx, Freud, Foucault, entre
otros. Fue de esta manera como nos fuimos dando cuenta de la amplitud del
pensamiento occidental y sus variaciones filosóficas. Un largo camino con
muchas bifurcaciones entre las que debíamos escoger por dónde tomar la senda
del ser filosófico personal.
Mauricio
al graduarse de licenciado, se dirigió hacia varios cauces del conocimiento de
marras. Se fue a México a realizar estudios de cuarto nivel en la prestigiosa
UNAM. Allí vino con un equipaje filosófico que lo llevaba por dos caminos ya
inseparables para él, y a los que sería fiel a lo largo de su trayectoria como
pensador. Eran la estética y la ontología. Su tesis de maestría la defendería
en el Instituto de Filosofía de la UCV en torno al pensamiento de Marcuse y sus
afiliaciones político-estéticas entre el eros y la civilización, animadas por los
coqueteos hegelianos del autor alemán. Una vez obtenido su grado de maestría en
el Instituto de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, se desplazó a
su anhelada ciudad de Mérida y su sempiterno cordial ambiente andino para la
creación, el arte y la filosofía.
II
La
Universidad de Los Andes vendría a convertirse en su bunker creativo, su campo
de acción filosófica en los más diversos temas del pensamiento. Además de
ontología y estética, estarían también los de la filosofía de la educación, la
filosofía política, los filósofos presocráticos, y en especial su permanente
amor por el oscuro y solitario Heráclito de Éfeso. En el departamento de
filosofía de esa institución se encontró con otro gran entusiasta de la
filosofía del arte, de la educación estética y la poesía, me refiero a su amigo
Luis Alberto Arvelo, que se especializaba en filosofía alemana y debatía entre
autores como Schelling, Hegel y Nietzsche en su discurso; este filósofo-poeta acentuó
siempre la necesidad de la educación estética del hombre para la transformación
de la sociedad.
Esto
permitió a Navia encontrarse con una muy buena tierra abonada para su andar inteligente
por la reflexión teórica, y perfilar un desarrollo exponencial de la filosofía
dentro de la Facultad de Humanidades de la ULA. Y a su vez, pudo proyectarse
personalmente en casi todos los espacios del interés intelectual, cultural y
artístico de la ciudad de Mérida. La filosofía había vuelto a tomar cuerpo y
por ende presencia cultural y cívica, gracias a la gallardía de los docentes de
su departamento académico. Un retorno empoderado dentro de una tradición muy
merideña, pues la universidad había salido del Seminario de Mérida, que luego
se transformaría, con la independencia y la república, en universidad.
Mauricio
intuyó muy bien el ambiente espiritual filosófico en el que se enmarcaba su
vida. Su labor estaría dirigida a la
expansión del pensamiento filosófico en esta latitud andina, tomando a las
corrientes intelectuales que iban marcando el hacer reflexivo del momento. El
campo de la estética se abría a un cielo reflexivo abierto como uno de los más
interesantes para llevar un estandarte dentro del terreno del pensamiento
nacional e internacional. Y así comenzó su preocupación por desarrollar los
temas de la filosofía del arte, la estética y de una ontología muy personal
desde los aspectos teóricos de la filosofía. Esto sería el germen del cual
despertaría toda una preocupación formativa propia, llevándolo a realizar su
trabajo doctoral, trasladándose como investigador becario en la española
Universidad Autónoma de Madrid. De allí retornaría con una mirada y entusiasmo esclarecedor
y original sobre el pensamiento trágico de Friedrich Nietzsche y su vital
visión del devenir y del eterno retorno.
III
A
su regreso no se dio descanso, ni menos buscó dormirse en los laureles
doctorales obtenidos. Comenzó a intensificar y ser un gran promotor del arte,
de la estética, de la reflexión ontológica y teórica. La dura filosofía
tamizada por la criba del pensamiento hermenéutico surgido de las directrices,
en principio, de los alemanes Heidegger y Gadamer. Se empeñó, junto con otros
compañeros de marras, crear la maestría en filosofía. Y luego más tarde daría
otra fecunda creación académica para la república, organizando y constituyendo el
doctorado de filosofía de la ULA. Más tarde, plenamente convencido de la
importancia y la necesidad de crear la Escuela de Filosofía de la universidad
andina venezolana para toda la población interesada en discurrir y pasear por
los salones del quehacer filosófico universal y local.
A
la par de esto, por si fuera poco, surge una respuesta a los inusitados y desatendidos
campos por la filosofía nacional, con su proyecto de encuentros sobre el saber
y la producción del pensamiento estético y del arte, de su importancia en la
condición moderna, postmoderna y transmoderna, dentro del flujo civilizatorio
de fin de siglo XX y principios del XXI. Mauricio tenía un don de gentes, y
poseía gran poder de producción y capacidad para la organización de eventos
académicos, artísticos y culturales. Se da la tarea, junto a un grupo de
estudiantes, amigos, investigadores y docentes, de establecer los encuentros que
se llamarían Simposios de Estética, acompañado de su órgano editorial difusivo,
la revista Estética y su correspondiente Galería de Arte La otra
banda. Un evento sin par a nivel nacional y por qué no, a nivel
internacional. Esto último lo refiero por la capacidad de convocatoria y calidad
de invitados que se logró traer para afirmar la importancia de los temas del
arte, de la estética y afines, en el campo del pensamiento contemporáneo. Un
evento que, además de abordar la política del arte, también se adentró en los nuevos
derroteros de la creación y crítica artística en todas sus especialidades:
arquitectura, plástica, música, teatro, performances, cine, comics, nuevas
propuestas conceptuales, digitales y experimentales del arte. Filósofos,
críticos y artistas internacionales de la talla de Jean-Francois Lyotard, Omar
Calabrese, Michel Maffessoli, Jesús Soto, Dieter Jung, Antoni Muntadas, entre otros,
fueron los que nutrieron esos encuentros consecutivos de una forma prodigiosa a
toda una juventud que tenía un intenso entusiasmo y curiosidad por la
experiencia y formación artística en todos sus ámbitos.
IV
Mau,
así lo llamamos los amigos, nunca dejó de proseguir esa necesidad del encuentro
entre el ser artístico y filosófico que arraigaba dentro de sí. Sus seminarios y escritos lo declaran abiertamente.
Su pertinaz desempeño por el pensamiento de Nietzsche, sus derivaciones lectoras
en la senda del bosque de la obra de Heidegger, sus recorridos ontológicos por
Gadamer y la dura piedra filosófica cotidiana del alumbrado de Éfeso, Heráclito
y el problema de la traducción de sus fragmentos del griego antiguo a los
diversos idiomas contemporáneos y su precisión en el horizonte del idioma
español, serían encuentros constantes en sus clases y seminarios, sin olvidar
su diálogo contemporáneo y filológico con los pensadores presocráticos. Son las
ramas en que sostuvo una intensa mirada personal sobre la condición del
pensamiento contemporáneo de la filosofía. Un acercamiento a la continua
interrogación y apertura a los matices de las intuiciones y conceptos sobre el
ser y el ente. Sin dejar de cuestionarlos y de separarse de lo que llamó, su
estimado Nietzsche, la egiptología filosófica. Lo que podemos inferir como la
condensación e inmovilidad del pensamiento en su devenir y su transformación
permanente ante los estambres que iban surgiendo de una renovada ontología y la
cultura filosófica. Una puesta en escena reflexiva en permanente interacción
con la fructífera escuela filosófica de la sospecha discursiva y crítica.
Haciendo
un recorrido por el Heidegger de Mau nos encontramos que su concepción entra en
el contexto del vitalismo y del dasein,
del ser-ahí, en apertura al mundo. ¿Cuál es el estambre en que se teje esa vida
como apertura al ser del mundo que retoma y traduce nuestro amigo filósofo de
los Andes en sus derivados reflexivos? En principio el medio que nos rodea,
natural (lo poco que queda…) y cultural vendrían a ser cauces que portan
significados al tema de la ontología y de una posible antropogénesis. La
distinción entre el hombre y el animal está en cómo enfrenta y actúa ante el
entorno próximo, que lo condiciona y lo hace suyo. Comprendiendo esto, Mau se
adentró a transformar los entornos merideños en el campo filosófico, dando
múltiples significados y respuestas en un devenir argumentativo y práctico,
donde su pensamiento partía del presentimiento que se rodea del ocultamiento al
develamiento del ser y la existencia. Y
aquí encontramos el desocultamiento que enrumbó de forma constante, en la
dirección inalterable ante la vida, al arte, a la confrontación de las diferencias
complementarias, y un estilo de estar en el mundo donde lo apolíneo y lo
dionisíaco, razón y pasión, logos y physis, marcaron su desentrañamiento de los
temas filosóficos en deriva fructífera. Está claro que en Mauricio la postura
de lo que pudiéramos llamar, siendo nominalistas, esencia humana, está en
el enraizamiento personal y social con la existencia construida. Mostrando su
concepción, y parte de su hermenéutica filosófica, en un diálogo que lo vuelve
visible, matizado, casi tangible, en el umbral que separa las cosas y lo
biológico de la construcción del ser. En
Heidegger encuentra la mano para seguir repensando(se), dentro del marco
prístino y original de los filósofos mal llamados presocráticos. Un punto para
establecer, cuestionar y aclarar las simples interpretaciones del concepto de physis
en las páginas de la Metafísica de Aristóteles y su imputación de materialistas
al corpus de los presocráticos, al determinar el concepto, bajo la simpleza de
ser tomado sólo como causa material del universo separado de un logos y nous
originario.
Si
algo que sacamos como prueba de la intención vital de Mau es comprender cómo la
fuerza animal del ser se transforma en posibilidad y revelación humana, en
pulsión creadora y apolínea, decantando en el principium individuationis
implícito en nuestra evolución junto al establecimiento de la apariencia, en
contraposición a la naturaleza y al mundo, a través de la presencia del
hombre-artista. Volviendo la
irracionalidad y el misterio de la existencia en significado y en un cuerpo que
irrumpe con su pulsión creativa en obra de arte, a través de concebir esa misma
obra como un campo en expansión, del cual él refirió, justamente, como el concepto
ampliado del arte. Ecos de artistas y pensadores transitaban por esa
concepción. Kant, Nietzsche, Gadamer y Heidegger fueron llamados a declarar
ante un público ávido de pronunciamientos y aclaraciones para su hacer
artístico. Artistas fueron también evocados, como lo son los ahora ya clásicos
Duchamp, Cage, Warhol, Soto, Beuys, entre otros. De este último nunca estuvo
más presente su lema todo hombre, un artista. Figuras clásicas
que daban realce al campo de experimentación estético y artístico que
promocionó constantemente Mauricio, con una particularidad propia en tanto
propuesta filosófica crítica y reflexiva al país desde las márgenes de su
región geográfica andina.
Estuvo consciente, como nos advierte el
Nietzsche de El Ocaso de los Dioses, en contraponerse a lo que se había
convertido parte de la filosofía desde milenios. Ser una actividad que se
nutrió - ¡y se nutre! - de momias conceptuales, que no queriendo vincularse
con el desgaste consustancial e inevitable del ser, sin colocarse en situación
histórica, murieren por no producir nada vivo, real con el pensamiento y la
pulsión creadora humana. Ante esto, nuestro homenajeado introdujo una
valoración e interpretación reflexiva desde la óptica sensible, fisiológica y
corporal en la filosofía. Se inspiró en la disposición trágica dionisíaca-artística,
de todo elemento humano. Postura donde todo concepto es asumido como variable
en desarrollo. Nada pueden ponerse en el pedestal del estatismo de lo eterno,
pues sólo lo muerto puede ser eso. La vida tiene la perdurabilidad, el tiempo,
como el vital impulso embriagante que nos lleva a un absurdo estar y existir
que sólo creando nuestros propios valores nos damos una significación. Era su
propuesta en aceptar lo trágico, lo contingente y la incertidumbre como
condición de toda existencia en devenir. Un devenir en tanto juego del fuego
interior heracliteano del ser inocente que destruye y construye bajo una
primera instancia amoral, más allá del bien y del mal. Un ludismo dionisíaco
que explora una perspectiva óptica del ser y del ente en tanto pensamiento y su
sentir corporal atravesado por la voluntad de poder del artista y su indetenible
presentar nuevos valores - ¡apariencias! - ante la realidad congelada de una innombrable
verdad absoluta.
V
Se
abrieron las puertas piramidales que se contenían. Ya no sólo se trata del
músculo de la razón filosófica que hay que ejercitar y argumentar. El cuerpo
vendría a ser convocado como centro de ramificaciones expresivas, poéticas, sensibles
y emocionales, con significaciones que desbordaban hacia discursos filosóficos
que, para su momento, no se habían tocado en la ciudad de Mérida. De esta
manera, con el entusiasmo de Mauricio junto investigadores, docentes, artistas y
estudiantes se pusieron en la mesa de discusión lo corporal, el cuerpo y sus
implicaciones estético-filosóficas, como tema de interés en los grandes
encuentros que se dieron para la cita irremplazable muchos interesados e
invitados casi anualmente en los Simposios. El cuerpo y su physis
bajo la mirada del escalpelo crítico a la ciencia que enrejaría sus posibilidades
de significación del ser a un reduccionismo algorítmico y a meras reacciones
bioquímicas. El cuerpo es llevado más allá del reduccionismo positivista y del
datismo contemporáneo bajo una mirada en cómo la ciencia no lo piensa sino
sólo traduce a datos. Frente a ello el
conocimiento científico, como toda realidad, en su propuesta filosófica
personal la va a observar bajo la óptica trágica del legado fisiológico
nietzscheano. La ciencia, y toda realidad, son productos que deben abarcarse
como espectros poéticos por surgir de la cantera expresiva de la imaginación y
el logos del hombre-artista.
Ante
la religión del datismo contemporáneo y sus algoritmos perpetuos, procuramos
asumir el arte como un reactivo fulminante del nihilismo pasivo global,
ampliado hoy aún más con la pandemia china del criminal COVID19. Como bien leímos
a través de las palabras de Nietzsche, ver la ciencia bajo la óptica del arte y
el arte bajo la de la vida. Una ciencia que amplía su campo por la introducción
de la estética y del arte ante la existencia informe, y a veces asfixiante, que
está más allá de los entes, del ser mismo. Ante un mundo de representaciones falseadas
y de manipulación digital exacerbada, que pareciera desear la condición inoculada
de enfermo, de débil a todo humano, se planteó al arte como un campo de valor
superior a eso que han llamado la certeza declarativa mediática. Ampliándolo a
través del concepto disruptivo estético del espectador-crítico.
Mauricio
propuso, finalmente, comprender la realidad representada del mundo de la
apariencia como una tela producida artísticamente por lo que llamó pulsión
artística (kunstrieb) apolínea,
promocionado un principio individual y colectivo que constituye y crea lo real,
las cosas. El mundo como un estambre de fenómenos en tanto obras de arte,
impulsado de forma irresoluta y reiterativa por la condición de la fuerza
perpetua del germen implícito, pero necesariamente buscado y elegido, del
nihilismo creador.
Ante
la persistencia de un absurdo y presente régimen político en Venezuela con más
de veinte años establecido y padeciéndolo colectivamente, en su afán de
animalizar a lo humano del hombre por una situación sorda e insensible, Mauricio, como saliendo
de las cuevas de Lascaux, supo reconocer y profundizar el paso original que
significaba el cambio que evolucionamos
de animal a hombre, donde el juego, lo lúdico, la transgresión y el arte
transformador de physis (naturaleza), arranca desde las entrañas y
necesidades, la diferencia de lo humano ante el ambiente transformado y
transformador. El arte como una sensibilidad casi mágica, misteriosa,
separándonos de una epidermis estática a una en flujo permanente de experimentación
del ser. Arte como sacrificio y rito, como vida y muerte, destrucción y
creación, inmovilidad extática y éxtasis, placer y dolor, convirtiendo toda
convocatoria en un ejercicio de negación dialéctica transgresora de nuevas
sensibilidades y conceptos.
VI
Con
estas palabras he querido acercarme y argumentar sobre este trabajo individual
y colectivo, radical que sostuvo el amigo Mau. Puede que falten muchos
recuerdos que describirían nuestra entrañable amistad. Pero puede que sea para
otra instancia. Por ahora describo en estas palabras algunas de las vivencias
intelectuales de nuestro amigo. De un hacer que se opuso cual fuerza
esclarecedora ante un régimen claustrofóbico, organizado para la mediocridad y
sometimiento, para el encerramiento y la criminalidad negadora no sólo de la
existencia corporal sino, y, sobre todo, del ser de lo imaginario en el hombre.
Su propuesta fue abordar la vida bajo el escudo de la reflexión y la acción disruptiva
de la filosofía y del arte. Del Arte asumido como la forma más transparente y
conocida de la voluntad de poder tanto del mismo arte como de su engendrador,
el artista. El ser del artista como un poder hacer original, conspirando contra
el mundo al representar algo que aún no es o no ha sido. Es su invitación a una
oposición al nihilismo metafísico enquistado de la realidad establecida. Se
trata de seguir llevando a cabo la labor del arte reconociéndolo como la
actividad humana más necesaria, que tiene más valor que la verdad. Surge la paradoja de la necesidad de esta mentira
nada piadosa del impulso artístico de la voluntad, de la apariencia para vivir
y ordenar nuestros significados existenciales; de una voluntad de la apariencia
que emerge de sí misma y se sintoniza con su devenir. Arte como desocultación,
crítica (destruktion), deconstrucción
ante el cielo metafísico de la modernidad en una época asaltada por la imagen
acuciante de la hiperrepresentación.
Dentro
de este viaje narrativo por su amplio péndulo creativo, Mauricio nos presentó
en su insistente interrogatorio heracliteano/nietzscheano, la transparencia de
un saber vivir por un trabajo cultural, docente, investigativo, creador y
artístico junto a las prohibiciones y las carencias derivadas de un tiempo
nacional confuso, fatigoso, enfermo y reductor a lo animal del hombre. Ante el
muro de la dura realidad atroz y aparentemente inamovible, y su rueda
enceguecedora que puede llevarnos a la inútil y estéril inercia, sabía - ¡y
sabemos! -, que se tienen que contraponer, como un espacio siempre abierto,
como un astringente pharmacón, la dimensión resiliente de lo lúdico, la
apuesta por el juego inocente, el cuerpo vital y su imaginación, el arte y la
transgresión. Actitudes que serán, hoy y siempre, la condición del ser
prestablecido para la construcción, experiencia, creación de la compleja vida
humana.
Podemos
referir otras esferas por la que se hizo sentir la voz de Mau. No menos
importantes fueron sus apreciaciones y participación con el arte
cinematográfico, su planteamiento ante la estética postmoderna de la
arquitectura, y sobre todo en lo que derivó su relación académica con la
dirección del doctorado en filosofía y su nueva generación de relevo que
construyó conscientemente para no morir en el intento. Todo ello sin dejar de
atender a su incansable actividad como productor cultural de la ciudad de
Mérida, a su paso en el cargo de la
Dirección de Cultura de la ULA, al que entregó su quehacer de forma permanente
y entusiasta hasta su irremediable partida.
Creo
que todo ese conjunto de situaciones teórico-filosóficas y culturales rememoradas
aquí, a partir de la permanente e insoslayable amistad entre Mau y mi persona,
podrán ir definiendo y reconociendo, a lo largo del tiempo por venir, la obra auténtica
de una acción humana genuina que expandió con todos los fueros a su alcance, la
importancia de la cultura, del arte, la literatura y no menos del saber
filosófico, concentradas en la personalidad de Mauricio Navia. Un amigo que,
haciendo eco de Nietzsche, fue conscientemente un artista-filósofo trágico,
pero no pesimista, sino dionisíaco, pues siempre dijo sí incluso a todo
lo problemático y terrible que se le interpuso en su senda de su fructífera
vida creadora. Ecce Homo…
David De los
Reyes
Guayaquil,
septiembre 2020
* Este artículo fue publicado primeramente en enero del 2021 en la Revista Actual de la Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela) # 73, dirigida por la Prof. Dianayra Valero. http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/actualdivulgacion/index
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