¿Para qué sirve la filosofía
(si es que tiene que
servir para algo)?
Jaime Rubio Hancock
Tomado de 3
DE FEB 2017. El País.
Nuestro objetivo es recordar que la filosofía no tiene que desaparecer ni de las clases ni de nuestras cabezas
¿La filosofía es inútil?
¿Es poco más que un pasatiempo sin aplicaciones prácticas? Parece que los
legisladores españoles creen que sí: la asignatura ha perdido horas de clase en el
instituto y solo será obligatoria en 1º de Bachillerato. Los
estudios universitarios en esta materia tampoco pasan por su mejor momento: la
tasa de paro se acerca al 30%, en un
momento en el que estudiar cualquier carrera
universitaria se ve casi en exclusiva como un paso hacia la
incorporación en el mundo laboral.
En este contexto, ¿merece
la pena estudiar filosofía o es mejor dedicar más horas a otras asignaturas?
Algo
más que una salida profesional
"No podemos supeditar
nuestra relación con el conocimiento a nuestra salida laboral", afirma a Verne la filósofa Marina Garcés, autora de Fuera de clase. En
su opinión, las preguntas "cómo queremos formarnos" y "en qué
queremos trabajar" no tienen por qué tener una misma respuesta. Es más,
que no coincidan la formación y el empleo que finalmente desempeñamos no es
algo que les ocurra solo a los filósofos.
“La universidad no es una
expendeduría de títulos para el mercado laboral -nos explica Adela Cortina,
filósofa y catedrática de la Universidad de Valencia-. No es el mercado el que
ha de decidir qué carreras se implantan y cuáles no. El criterio debe ser el de
las necesidades de la sociedad para construir un futuro más humano. Formar
personas y ciudadanos con conocimientos y capacidad de innovación es la clave”.
Además de eso, la filosofía
es un conocimiento importante incluso aunque nos decidamos por otras carreras o
profesiones, ya que nos ayuda “a discernir qué metas queremos perseguir con los
conocimientos técnicos -apunta Cortina-. Sin ese saber fecundo las técnicas
pueden emplearse para sanar o para matar, para destrozar países y personas o
para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades”. Es decir, nos invita a
una “reflexión profunda sobre las metas, las actitudes y las convicciones que
necesita una sociedad flexible”.
Como recuerda Garcés, la
filosofía no tiene un objeto de estudio propio, por lo que puede "abrir
distancia entre lo que sabemos y lo que no sabemos". Los filósofos se
cuestionan lo que damos por hecho, buscando inconsistencias. Por este motivo,
esta autora opina que la filosofía es una asignatura fundamental en intitutos e
incluso en educación básica, ya que es "un lenguaje fundamental" para
aprender a pensar de forma crítica. No se puede hablar de una formación
completa sin contar con esta herramienta básica. "La filosofía no es útil
o inútil -concluye Garcés-. Es necesaria".
Un
manual de instrucciones para la vida
Una de las críticas
habituales que se hace a la filosofía es que no hay progreso: llevamos más de
dos mil años haciéndonos las mismas preguntas sin llegar a ninguna conclusión.
¿Por qué necesitamos seguir insistiendo con ellas? ¿Alguna vez sabremos lo que
es la justicia, por qué hay algo en lugar de no haber nada o si somos de verdad
libres?
Pero en realidad, y como
recuerda Marina Garcés en Filosofía inacabada, no
estamos dándole vueltas a los mismos temas: el discurso filosófico se ocupa de
“problemas para los que siempre necesitamos forjar nuevos conceptos. No porque
no tengan solución, sino porque cambian de situación existencial y de contexto
histórico, social, cultural y político”.
En ética, por ejemplo, hay
que mencionar los esfuerzos de Peter Singer por los derechos animales, años
antes de que se popularizaran movimientos sociales en este sentido, además de
su trabajo para aumentar las donaciones a países del
tercer mundo. Todo eso tras estudiar estos problemas desde un punto
de vista filosófico y haciéndose las mismas preguntas éticas que nos hemos
hecho a lo largo de la historia.
Y si hablamos de política y
economía, gran parte del debate de las últimas décadas ha venido marcado por
las ideas sobre la justicia distributiva de John Rawls y la
respuesta, desde el liberalismo, de Robert Nozick, ambos
filósofos.
Además de todo esto, a
menudo también es necesario reflexionar sobre problemas completamente nuevos,
como hacen, por ejemplo, Nick Bostrom con la inteligencia
artificial y Byung-Chul Han al preguntarse cómo la tecnología influye en la
sociedad contemporánea.
Es decir, la filosofía no
se encarga de preguntas sin respuesta, sino que, como nos dice Cortina, se
ocupa de “las preguntas que nos constituyen como seres humanos. Si dejáramos de
planteárnoslas, perderíamos nuestra humanidad”. Cortina además apunta que sí
hay progreso y que ha dado "una gran cantidad de respuestas que conviene
conocer porque sirven realmente para vivir mejor”. Como recuerda Garcés,
"pensar es repensar, pero no de cero". Hay un diálogo constante con
la tradición.
Una
herramienta para la democracia
La filosofía no es solo una
guía más o menos práctica para vivir mejor. La filósofa Martha C. Nussbaum
afirma que las humanidades son fundamentales para la democracia.
La filosofía proporciona herramientas de pensamiento crítico que nos ayudan a
cuestionar la tradición y la autoridad. Es decir, lo mismo que hacía Sócrates,
demostrando que a menudo no sabemos qué significan realmente los conceptos que
manejamos.
Además de la labor de la
filosofía, Nussbaum recuerda la importancia de los estudios de historia nos
permiten identificar nuestro lugar en el mundo en relación con otras culturas,
y el papel del arte y la literatura, que estimulan nuestra imaginación al
ofrecernos puntos de vista diferentes.
Estos tres campos están
interrelacionados y nos ayudan, por ejemplo, a participar en los debates
políticos sin quedarnos solo en un intercambio de réplicas destinado a “ganar
puntos” para lo que consideramos “nuestro bando”. Por ejemplo, podemos ver si
estas posiciones enfrentadas tienen más aspectos en común de lo que parece o si
alguna de estas propuestas ya ha intentado llevarse a cabo con anterioridad.
En ¿Para qué servimos los filósofos?, Carlos Fernández Liria
nos recuerda algo similar. La democracia obliga a los ciudadanos a “tomar
distancia respecto a su inmediata voluntad”, dándose a sí mismos “una
oportunidad para razonar”. Y añade: “Este es, en realidad, el sentido profundo
del famoso modelo político platónico: el del Rey Filósofo”. La razón nos
permite cuestionar las decisiones políticas que van en contra de la libertad.
Eso sí, hay que recordar
que la filosofía no es algo exclusivo de las universidades. Como escribe
Garcés, se trata de la necesaria tensión entre la Academia de Platón y la
tinaja (o el tonel) de Diógenes. El pensamiento filosófico necesita orden y
método, pero también una buena dosis de caos.
“Los filósofos no existen -añade Adela Cortina-.
Existen filósofos que se encierran en sus despachos y en las aulas, y cierran
puertas y ventanas. Pero hay otros que saben que la filosofía nace de la
sociedad para la sociedad y trabajan en los dos campos: en el aula y en la
arena social. Estos últimos son los verdaderos filósofos”.
[Cada
viernes publicaremos un artículo sobre algún
tema filosófico: hablaremos de ética, de política, de felicidad, de
identidad personal y, ya puestos, del universo. Nuestro objetivo es recordar,
más que descubrir o demostrar, que la filosofía es un estudio vivo, actual y,
como dice Marina Garcés, necesario].

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