Tres visiones
antropológicas:
Girard, Zubiri y Cencillo
María Eugenia Cisneros Araujo

En el presente trabajo se
estudian tres visiones sobre la ontogénesis humana: René Girard, Xabier Zubiri
y Luis Cencillo. Para Girard lo propiamente humano es el deseo mimético[1].
El ser del hombre se construye en las relaciones humanas mediante el mimetismo y la imitación. El hombre tiene un vacío ontológico que necesita llenar
y lo hace imitando modelos que elige. La constitución de su subjetividad es
producto del mecanismo mimético.
Según Zubiri, el hombre se constituye como persona. Esta noción la desarrolla
mediante su tesis de la sustantividad
radical humana[2]
en su doble expresión: la personalidad
y la personeidad. Y Cencillo concibe
la realidad humana como indeterminación
radical[3]
que caracteriza mediante tres categorías: desfondamiento,
frontera e infinitud.
Este ensayo se propone mostrar
que la tesis del mecanismo mimético llevada a sus extremos terminaría por
anunciar la irremediable situación en que los individuos terminen siendo
fotocopias unos de otros. En vista que la constitución del hombre viene dada
por el deseo mimético y nadie escapa
a este mecanismo, entonces ¿qué pasa con la autonomía? Esta interrogante,
postula la necesidad de mitigar el mecanismo
mimético. Pero ¿cómo hacerlo? Y ¿desde qué perspectiva? En este punto se
introducirán las propuestas de Zubiri sobre la sustantividad radical humana y Cencillo sobre la indeterminación radical para
incorporarlas como soportes ontológicos al mecanismo
mimético.
En primer lugar, se describirá
la concepción de René Girard sobre el mecanismo
mimético y sus consecuencias. En segundo lugar, se hará referencia a la
idea de Xabier Zubiri sobre la sustantividad
radicalmente humana. En tercer lugar, se desarrollará la noción de indeterminación radical. Y, en cuarto
lugar, a manera de conclusión, se planteará que la sustantividad radicalmente humana y la indeterminación radical sirven de fundamento ontológico al mecanismo mimético, rescatando, de esta
manera, una relativa autonomía dentro del mimetismo.
1. René Girard y el mecanismo mimético
Explica
Girard en Los orígenes de la cultura[4],
que el mecanismo mimético contiene
una serie de fenómenos que son: el deseo
mimético, la rivalidad mimética,
la crisis mimética o sacrificial y el chivo expiatorio. El mecanismo inicia con el deseo mimético y concluye con la fase de resolución que cumple el chivo expiatorio. En el presente trabajo se hará énfasis en el
deseo mimético y sus consecuencias para mostrar la visión antropológica que
presenta el pensador francés.
Girard diferencia entre apetito
o instinto y el deseo. El instinto es un asunto meramente biológico; por
mencionar un ejemplo, el apetito se manifiesta en el ámbito de la alimentación
y en este nivel no es un deseo. El deseo se presenta cuando entra en juego la
imitación de un modelo. Es decir, el deseo
mimético aparece con la presencia de un modelo y la tendencia a imitarlo.
La tesis del pensador francés consiste en señalar que el deseo es mimético
porque es imitativo y este se expresa por querer obtener el objeto que posee el
modelo que se ha decidido imitar. Si el sujeto y el modelo comparten el mismo
medio deviene la rivalidad. En otras palabras, la situación de proximidad en la
que se encuentra el sujeto con respecto a su modelo genera la factibilidad en
el sujeto de que sí es posible acceder al objeto que tiene el modelo que ha seleccionado
copiar. Esto es lo que llama Girard la mediación
interna para diferenciarla de la externa.
La mediación externa consiste en la
imitación que se da cuando el sujeto elige un modelo con el que no tiene una
proximidad física ni psíquica. Lo que hace imposible que se genere un conflicto
directo con el modelo.
Ahora bien, la rivalidad[5],
producto de la mediación interna,
hace visible que el sujeto en realidad no quiera propiamente el objeto; lo que
realmente desea es el ser del modelo que ha decidido imitar. La visión
antropológica que presenta Girard parte de la concepción del deseo mimético. Lo que constituye
propiamente lo humano es el deseo
mimético. Dicho de otra manera, nuestra condición humana es producto del deseo mimético y por consiguiente, el
hombre es un ser esencialmente deseante.
En el fondo, lo que busca
mostrar el pensador francés es que, no hay un deseo innato ni espontáneo; el
deseo es mimético porque los otros nos enseñan a desear. A la pregunta ¿Cómo
sabe el hombre lo que quiere desear? La respuesta es la siguiente: lo aprende
en las relaciones porque todo deseo nace en nuestras relaciones. Desde esta
perspectiva, el sujeto humano constituye su subjetividad en las relaciones
donde los otros son modelos. Cada sujeto escoge el modelo a imitar. La
ontogénesis humana se basa en la imitación[6].
En su libro El misterio de nuestro mundo[7],
explica que la hominización consiste en acciones acumuladas de interferencias
miméticas y de refundiciones simbólicas innumerables. En este contexto, lo
psíquico se conforma por las desorganizaciones y reorganizaciones miméticas y
estas últimas se desarrollan en un nivel creciente de complejidad. Lo mimético
significa “ver en el otro a un alter ego como la facultad correlativa de
desdoblamiento interno, de reflexión, de conciencia” [8].
El deseo mimético genera conflicto
porque se desenvuelve en lucha, en una atmósfera competitiva, porque la misma
imitación puede degenerar en obstáculo en el momento que el modelo elegido para
imitar se convierte en rival; se producen situaciones contradictorias que
proceden del otro en una doble dirección: en cuanto modelo -imítame-; en cuanto
rival -no me imites-. Afirma Girard que “El deseo es la misma crisis
mimética, la rivalidad mimética aguda con el otro, en todas las empresas
llamadas «privadas» que
van del erotismo a la ambición profesional o intelectual…”[9];
y ¿qué quiere decir el pensador francés en las precedentes palabras citadas?
Que el dinamismo del deseo consiste en una crisis
mimética expansiva en la historia y en los individuos. Las relaciones
humanas están plagadas de crisis mimética
y nadie se escapa de esta realidad. Es un medio en el que el prestigio del
modelo, la resistencia que opone, el valor del objeto, la fuerza del deseo que
inspira genera conflictos en la relación imitativa entre el sujeto y el modelo
que se elige copiar. Y este mimetismo está presente en el aprendizaje, la
educación, en todos los comportamientos humanos. Para el pensador francés, la
incorporación en la cultura se realiza mediante el deseo mimético[10].
El asunto es que el mimetismo se contagia en las relaciones humanas al punto de
desembocar en la violencia recíproca y esto sucede con la relación de los
dobles[11].
La relación de los dobles se
produce cuando el sujeto sirve de modelo a su propio modelo y no se puede
diferenciar entre sí a los dos miembros de la relación[12].
En este estado cada uno imita la violencia del otro y se la devuelven cada uno
con creces y por esta razón, para Girard, la violencia es una relación mimética
y recíproca donde el modelo se convierte en anti-modelo. Pero, este deseo
también se explaya en el ámbito ontológico-metafísico y adquiere este carácter
cuando el sujeto quiere apoderarse de la autosuficiencia y omnisciencia que
tiene el modelo[13].
En efecto, Girard dice que: “…En el fuego cruzado de la rivalidad, el objeto
desaparece; muy pronto, la única obsesión de los dos rivales consiste en
derrotar al contrario y no en conseguir el objeto, que pasa a ser superfluo,
llegando a constituir un simple pretexto para la exasperación del conflicto…”[14].
A este nivel, se llega a la forma más radical del deseo mimético que se manifiesta cuando el objeto se desvanece y
queda la obsesión por el otro, aparece la fusión de la rivalidad puesto que el
sujeto quiere adquirir el ser del otro, ser fotocopia del otro; los rivales se
vuelven idénticos entre sí y no se pueden diferenciar. La consecuencia de esta
situación es que la crisis mimética
como crisis de la indiferenciación se extiende en forma contagiosa a la
sociedad[15].
En resumen, la tesis de Girard
del deseo mimético, en primer lugar,
se opone a las concepciones modernas[16]
que consideran que la constitución del ser humano radica en un “yo” individual,
único; asumen al hombre a partir de un deseo innato. En su perspectiva, la
autonomía absoluta es imposible porque los otros le dan al hombre formas de ser,
lo capacitan para la existencia; se trata de construir la cultura humana dando
formas de ser, entregando a otros posibilidades de capacitación. En segundo
lugar, el hombre tiene un vacío ontológico que lo llena mediante el deseo mimético. Son los otros los que le
enseñan qué desear. Y, en tercer lugar, en la psicogénesis y ontogénesis humana
está inscrito el deseo mimético, la rivalidad mimética, la crisis mimética. Pero aquí surgen varias
interrogantes: ¿Acaso el mimetismo es absoluto? ¿Cómo se podría evitar que el
mimetismo nos lleve a ser fotocopias unos de otros? ¿Cómo es posible la
autonomía si nuestros deseos son imitaciones de otros? En este punto, se
advierte que no hay una reflexión por parte de Girard sobre estas cuestiones
que surgen de su propuesta del mecanismo
mimético como constitución de la ontogénesis humana.
Se requiere atenuar la tesis
del mimetismo con la apropiación propia de la realidad recibida. En otras
palabras, se trata de la apropiación personal de lo recibido por otros. Desde esta
perspectiva, se podría decir que, la ontogénesis humana se configura por lo que
es recibido de los otros y mis propias decisiones; se trata de modular lo
recibido de acuerdo a mis decisiones. De esta forma, lo propiamente humano
consiste en: 1) la realidad que le viene dada; cómo responde por lo que hace
con esa realidad; y, 3) apropiarse de una realidad que está haciendo. Estos
tres rasgos configuran la ontogénesis humana del siguiente modo: apropiarse de
la realidad con sus modulaciones. Y esta mirada de la constitución humana
incorpora la autonomía en el mecanismo mimético. Pero ¿Desde donde monto la
modulación? ¿Desde la libertad o el mimetismo? Para abordar las interrogantes
propuestas se utilizará como apoyo las tesis de los filósofos Xabier Zubiri
sobre la sustantividad radical humana
y la de Luis Cencillo sobre la indeterminación
radical. La constitución del hombre como persona y la realidad radicalmente
abierta del ser del hombre serán las nociones que dotarán de fundamento
ontológico la ontogénesis humana propuesta por René Girard. En otras palabras,
mediante la personeidad es que el
hombre modula lo recibido por los otros porque es precisamente este carácter el
que lo dota para apropiarse de la forma de ser dada por los otros mediante sus
decisiones. Por el desfondamiento, frontera e infinitud el ser del hombre implica una transformación permanente
de sus comportamientos que lo van forjando. El hombre se crea así mismo.
2. El hombre,
realidad personal según Xabier Zubiri
Zubiri, en “El hombre, realidad
personal”[17],
explica que para abordar el problema de la persona humana hay que tener
presente tres cuestiones centrales: 1) La realidad humana es personal; 2) ¿En
qué consiste formalmente la persona en cuanto persona?; y, 3) ¿Cuáles son las
realidades personales? Para dar cuenta de estos tres planteamientos, Zubiri
parte de la siguiente afirmación: “Los seres vivos se hallan caracterizados por
una cierta sustantividad…”[18].
La sustantividad biológica se bifurca
en dos vertientes: La primera, la sustantividad
tiene cierta independencia del medio, es decir, el viviente posee una vida, una
conformación de estructuras que le son propias, padece sus vicisitudes. Esto le
posibilita que el material que toma del medio pueda transformarlo para que le
sirva en la construcción de sus estructuras bioquímicas. La segunda, la sustantividad tiene cierto control sobre
el medio, esto es, el ser vivo está compuesto por sistemas de defensa,
adaptación, persecución y puede maniobrar con las cosas que encuentra en el
medio. En las acciones que realiza el viviente hay una sustantividad. Estas acciones se desarrollan internamente y
externamente. El ser vivo se encuentra entre las cosas; este entre tiene dos caracteres: “…el
viviente se halla colocado entre las
cosas, tiene su locus determinado
entre ellas […] el viviente así colocado está dispuesto o situado en determinada forma frente a ellas, tiene su situs”[19].
El ser viviente está entre la colocación
y la situación; ambas categorías
están vinculadas porque la situación
se funda en la colocación. Pero,
advierte Zubiri que “una misma colocación puede dar lugar a situaciones muy
diversas”[20].
Y aquí introduce una nueva categoría: la suscitación.
La suscitación refiere al encuentro
entre las cosas y el ser vivo. Para el filósofo español, las cosas modifican la
actividad previa en la que se encontraba el ser vivo así como la forma cómo el
ser vivo recibe la actuación de las cosas. Esa alteración provoca que el ser
vivo se mueva a realizar una nueva acción. Los efectos de las cosas consisten
en suscitar un acto vital. Lo que
quiere decir Zubiri es lo siguiente: “…El viviente, al encontrarse movido por
la suscitación a ejecutar una acción, se encuentra con que su propio tono vital
ha sufrido una modulación característica: se ha transformado en tensión
«hacia». La tensión es la versión dinámica del tono vital…”[21].
En otras palabras, ante los efectos de las acciones sobre el ser vivo, éste
emite una respuesta; en esa respuesta se produce la modificación de su estado
previo porque puede tender a volver a su estado original o puede enriquecer su
tono vital. En la respuesta que el ser vivo da a los efectos que las cosas
producen en éste, surge un abanico de posibilidades que enriquecen su forma de
vivir. Este es el primer estrato de la sustantividad del ser vivo: suscitación-respuesta[22].
Pero ¿cuál es el modo primario que el ser vivo tiene para habérselas con las
cosas y consigo mismo? Por la habitud
que “es el fundamento de la posibilidad de toda suscitación y de toda
respuesta”[23].
La cuestión se centra en la respuesta ante la cosa porque tal acción es un
problema vital. La suscitación y su respuesta tienen su fundamento en el medio,
el entorno. La habitud-respecto formal,
es el segundo estrato de la sustantividad del viviente.
¿Cuál es la habitud radical del hombre que lo
diferencia del animal? En el caso del ser vivo-animal, su habitud consiste en que los efectos de las cosas las recibe como
estímulos. En este caso, se trata de estímulos y respuesta a los mismos. Pero,
en el caso del hombre, no es así. El hombre “posee una estructura «de suyo»: es
realidad”[24].
El hombre tiene la capacidad de habérselas
con las cosas como realidades y esto es lo que formalmente constituye su
inteligencia. La inteligencia tiene la capacidad de “…aprehender las cosas no
como puros estímulos, sino como realidades”[25].
Desde esta perspectiva, existen dos formas de habitud: 1) La perteneciente a los animales que sería la habitud de sentir estímulos; y, 2) La
propia del hombre: la habitud de
comprender las cosas como realidades. En la habitud
del hombre lo biológico y lo mental coexisten. “…Pero la habitud radical del
hombre es inteligencia; por tanto, las cosas no quedan específicamente
prefijadas, sino que basta con que sean reales…”[26].
Por consiguiente, el hombre no está entre el medio; el hombre se encuentra en
el mundo[27]
cuyo contenido son las cosas reales. El hombre se mueve en el mundo y este es
abierto. En el mundo al hombre le toca crear. En el mundo al hombre le
corresponde decidir qué quiere hacer con las cosas y de él mismo: “…la
sustantividad humana es constitutivamente abierta respecto de sí misma y
respecto de las cosas…”[28].
En este contexto, la sustantividad humana
consiste en ser una sustantividad
libre que opera en el mundo[29].
Aclara Zubiri que la esencia de la sustantividad
a la que se está refiriendo es lo que llama estructura;
y la estructura es una unidad coherencial primaria. Dicho de
otra manera, ¿Qué es lo propio del hombre? El hombre es una unidad primaria que
consiste en una co-determinación
entre lo biológico y lo intelectivo, es una corporeidad
anímica. En esto consiste su radical
sustantividad. Esta sustantividad
lo capacita para realizar actividades nuevas en el mundo porque en el orden
operativo está abierta a la realidad cualquiera que esta sea. Entonces, ¿Cuál
es la constitución del hombre? ¿En qué consiste la ontogénesis humana? En que el carácter de la sustantividad humana
es ser persona[30].
El hombre tiene carácter personal por su cualidad de aprehender las cosas como
realidades. Es decir, la respuesta del hombre en el mundo puede ser
problemática, indeterminada, azarosa. En el mundo el hombre pone en juego su corporeidad anímica. El hombre tiene
independencia y control respecto a su realidad[31].
El carácter formal de la sustantividad del hombre es la realidad
personal. En otras palabras, la sustantividad
del hombre radica en ser persona que involucra dos rasgos: la personalidad y la personeidad. La personalidad
se expresa mediante el “yo”. Este yo
se opone como un mí al tú-ti y al él-sí. El yo personal
remite al mí. El mí refiere a mi mismidad
como intimidad: “…a la estructura real y pre-vivencial de la realidad que soy”[32].
Esto significa que yo me apropio de mí
realidad[33].
La mismidad remite a la propiedad de
mi realidad. En palabras de Zubiri: “…Realidad personal no es sino realidad que
es propia en cuanto realidad; es realidad sustantiva en propiedad…”[34].
Por consiguiente, lo que constituye a la persona es la sustantividad como propiedad. Es decir, la capacidad del hombre de
apropiarse de su realidad y que se expresa como “yo soy mío”[35].
El hombre es persona en tanto su inteligencia le posibilita dar un abanico de
respuestas en el mundo a partir de yo soy
mío. Los actos de una persona son personales. Y de la noción de persona se
deriva la personalidad y la personeidad. La personalidad es algo que se va configurando, haciendo, adquiriendo,
formando; es un proceso. Refiere al “…carácter de la persona en sentido
operativo”[36].
La personeidad es constitutiva y
estructural de la sustantividad radical humana[37];
es el fundamento de la personalidad. Por la personeidad
es que el hombre adquiere su personalidad. El hombre es persona en el sentido
de la personeidad. Y mediante esta
doble dimensión el hombre tiene que apropiarse de su realidad y configurar su yo soy mío. Desde esta perspectiva, el
hombre tiene una independencia frente a toda realidad y control sobre esta
porque tiene una pertenencia propia frente a las cosas y frente a sí mismo. Es
decir, los actos que realiza el hombre como persona aluden a la estructura
constitutiva de su realidad personal porque es dueño de sus actos.
En el capítulo IV “La persona
como forma de realidad: personeidad” y Capítulo V “La personalidad como modo de
ser”[38],
Zubiri inicia su análisis, sobre la constitución de la persona, haciendo
mención a la oposición que existe entre animal y persona humana. Esta
diferencia radica en los actos, es decir, hay actos que la persona sí puede
ejecutar y actos que los animales no pueden realizar. El hombre comparte con el
animal actos que son biológicos y sensitivos como: respirar, ver, dormir,
correr; tales actos no forman parte de la constitución de la persona. Ser
persona refiere a: “un acto intelectivo de darse cuenta y una decisión libre de
la voluntad”[39].
En la interioridad del hombre es difícil distinguir qué actos son producto de
la inteligencia y cuáles derivan de lo sensitivo, porque ambos están
vinculados. La unión de los apetitos y lo intelectivo conforman, lo que Zubiri
llama, la sustantividad[40].
El mencionado filósofo se pregunta: ¿se es persona por el simple hecho de poder
realizar actos producto de la inteligencia y la voluntad? ¿qué es lo que hace
ser al hombre persona? Y al respecto, afirma el mencionado autor que: “…la persona
no está en poder ejecutar actos intelectivos o de voluntad, sino en que la
inteligencia, la voluntad y la libertad sean «mías»”[41].
¿Qué quiere decir que la inteligencia, la
voluntad y la libertad sean mías? Dar cuenta de lo que yo soy[42].
Lo que hace al hombre persona es el yo
soy[43].
Y ¿Cómo se constituye el yo soy?
¿Cuáles son sus estructuras intrínsecas? Explica Zubiri que la persona tiene
dos dimensiones: La primera, el sujeto que realiza sus actos; y, la segunda, la
que le da el carácter personal. Ser persona consiste en lo siguiente: 1) En el
yo se encuentra un mí, un efectivamente
mío, que me hace formalmente irreductible al tu y al él. “Ser una realidad
sustantiva que es propiedad de sí misma”[44].
Es decir, ser persona consiste en que yo
soy mi propia realidad y esta modalidad es lo que me dota de la capacidad
de decidir; 2) Me pertenezco a mí mismo;
mi ser me es propio[45];
3) Los actos que ejecuto aluden a la estructura constitutiva de mi realidad
personal: soy dueño de los actos que realizo. Mis actos muestran mi realidad
personal, lo que llama el filósofo español la personalidad. “Personalidad es […] un modo de ser, es la figura de
lo que la realidad humana va haciendo de sí misma a lo largo de la vida”[46].
La personalidad es un estilo de ser que se va construyendo en el tiempo que nos
corresponde vivir. La persona tiene que ver con el carácter de las estructuras
constitutivas que posibilitan el desarrollo de la personalidad. Al “carácter
estructural de la persona lo denomino personeidad,
a diferencia de la personalidad”[47].
La persona ejecuta actos para crearse un modo de ser[48].
No hay que confundir la personeidad
con la personalidad. La personeidad
tiene que ver con el carácter de la
persona para darse una forma de ser. En cambio, la personalidad da cuenta de la
forma concreta que adquiere ese carácter que es la personeidad; la personalidad se configura mediante los actos que
van matizando la personeidad.
La
sustantividad propia del hombre por un lado, es biológica, intelectiva y
volitiva; por el otro, refiere al yo soy una realidad personal en el orden de subsistir. ¿Qué significa subsistir para Zubiri? El filósofo
español relaciona subsistir con suidad
y explica: “Suidad es […] tener una estructura de clausura y de totalidad junto
con una plena posesión de sí mismo en sentido de pertenecerse en el orden de la
realidad”[49].
La suidad significa que el hombre
tiene que apropiarse su forma de ser; ser señor de sí mismo, poseerse a sí
mismo como realidad mediante su inteligencia[50].
La constitución del hombre como persona consiste en un modo de configurar la
personalidad en la realidad. La persona se pertenece a sí misma como realidad y
sus actos son manifestaciones de su propia realidad. Por consiguiente, ser persona involucra la personeidad que es suidad[51]
y la personalidad[52],
cuya expresión es la consistencia y la subsistencia. Mediante la consistencia
se individualiza el hombre; por la subsistencia se apropia y se posee a sí
mismo. Y es por la subsistencia que se es consistente[53].
Por los actos la persona se afirma como subsistente y como hacedora de la
realización de estos. En la ejecución del acto la persona afirma su carácter de
apropiación de sí misma.
Para
Zubiri el hombre es constitutivamente persona y por esta razón está dotado de personeidad, carácter y de personalidad, la configuración de ese
carácter, el darse un modo de ser. La unidad entre la personeidad y la personalidad
constituyen al hombre como persona y esto significa que el hombre se
individualiza frente al todo como un ser intelectivo y volitivo. ¿Qué implica
determinarse como persona respecto al todo? Definirse ante el todo, como un ser
intelectivo y volitivo, comporta el carácter de la plena posesión y apropiación
de mí mismo frente al todo. Este acto significa que el hombre se constituye en
persona.
Finalmente, ser persona es un
proceso en el que voy siendo así en
la medida que modulo mi personalidad[54].
La personalidad consiste en un ir
haciéndose. ¿Qué significa esto? La configuración del carácter es un
proceso caracterizado por la flexibilidad que incluye la apertura y el
dinamismo. La flexibilidad le posibilita al hombre, en su proceso de
constituirse en persona, incorporar nuevas cualidades a las ya poseídas. Lo que
el filósofo español llama naturalización. Al respecto explica lo siguiente:
“…Naturalización no significa […] incorporación, sino determinación de mi ser
natural por una cualidad apropiada. En esto es en lo que consiste mi
personalidad…”[55].
Es decir, la construcción de la personalidad radica en el ir haciéndome y en el voy
siendo; en una actualización y reactualización de la modulación de la
personalidad. Y cada hombre que se constituye en persona forja la forma de ser
que quiera tener.
3. Cencillo y
su noción de “El hombre”
En “El Hombre” ubicado en el Curso de Filosofía Fundamental. Tratado de
la Intimidad y de los Saberes. Fundamentos de Antropología del Conocimiento,
General y Pedagógica. Epistemología y Lógica[56],
explica el filósofo Luis Cencillo que el hombre no puede ser comprendido por la
mera observación científica. El ser del hombre es un complejo que se hace entre
el pasado y el futuro, cuya vida implica la transformación permanente de sus
comportamientos y la presencia de los atributos que conforman su intimidad: el
inconsciente, la libertad, afectividad, aspectos de su inteligencia, su
flexibilidad cultural. Sus posibilidades de futuro y el sentido de muerte nos
son desconocidos.
Asimismo, la biología, la
sociología, la economía, el psicoanálisis, la ciencia de la cultura lo que
muestran son imágenes cercenadas de lo que conforma la dimensión del hombre. Y
las antropologías filosóficas al realizar sus estudios al margen del rigor
metodológico “han ido desprestigiando notablemente la reflexión filosófica
acerca del hombre”[57].
Ante este panorama, el filósofo español presenta su análisis hermenéutico sobre
el ser del hombre.
Para
Cencillo, lo característico de la realidad humana reside en su indeterminación radical por la indefinida posibilidad de combinaciones
de formas de vida y la multidimensionalidad
que estas puedan adquirir. La idea de la indeterminación
radical de la realidad humana la desarrolla mediante tres datos:
desfondamiento, frontera e indefinitud.
El desfondamiento[58],
refiere a que el hombre no está determinado en forma fija, universal y firme
por su constitución biológica. El ser del hombre rebasa las necesidades propias
de su fisiología natural y física. Incluso la satisfacción de sus necesidades
biológicas: comer, beber, dormir, nacer, morir, están mediatizadas por una técnica tradicional y contingente. ¿Qué quiere decir esto?
Que la biología como constitución humana está atravesada por lo cultural-histórico; no es una condición
pura de lo humano. La misma biología en sí está penetrada por lo social,
cultural e histórico. Toda actividad y gesto humano está investido de
simbología, de un significado que pertenece a un campo que está más allá de lo
meramente biológico. La forma como el hombre satisface sus necesidades no está
determinada. Responde al simbolismo propio de la cultura donde le corresponda
vivir. Esta situación, hace que el hombre se autocomprenda como enfrentado a la naturaleza y como abierto a incorporar
en su ser una serie de valores provenientes de la cultura donde le toca
desarrollarse; el hombre se encuentra escindido entre dos mundos: el biológico
que lo condiciona mediante sus necesidades y el cultural-histórico al que se
adapta precariamente[59].
El problema de fondo que destaca el mencionado filósofo es que el hombre tiende
a buscar certezas tanto en el ámbito de las necesidades como en el cultural. En
ninguno las encontrará. Esto “es prueba del desfondamiento radical del hombre”[60].
El hombre es una realidad radicalmente abierta. ¿Qué significa esto? Que el
hombre tiene que estarse creando a sí mismo para poder ser y es mediante sus
decisiones que le da forma a su ser.
La frontera, da cuenta de los límites que rodean al hombre los cuales pueden y a veces deben ser traspasados.
Según Cencillo, la frontera invita al hombre a que se atreva a superarla: “…el
hombre siente angustia de límites, ignora
su configuración y experimenta la inquietud y la urgencia de su
superación…”[61].
Pero esta dinámica ubica al hombre entre la medida y la desmedida. El hombre
tiende a buscar certezas pero su radical desfondamiento lo lleva a superar las
fronteras que lo cercan y experimentar el riesgo de encontrarse en la dimensión
de las incertezas. Se trata de los límites, su transgresión y las consecuencias
de ir más allá del linde. Una de las fronteras del hombre es la ética. La ética
se presenta como un saber orientador del comportamiento humano para mantenerlo
dentro de la medida, en equilibrio, para que pueda vivir humanamente en
sociedad[62].
Lo que pone en el tapete Cencillo es la ambivalencia como parte de la
constitución del ser del hombre en su indeterminación radical. La ambivalencia
muestra que el ser del hombre se encuentra simultáneamente entre atenerse a los
límites y la tendencia a su superación, entre las certezas y las incertezas. Y
el riesgo que la solución de la ambivalencia conlleve. La decisión por la
opción entre la humanización o la deshumanización corresponde al hombre[63].
La indefinitud: neologismo que utiliza Cencillo para indicar que la
realidad del ser del hombre no es finita, ni infinita; tampoco indefinida. Es
un ser indefinito. Con este
neologismo, el mencionado filósofo quiere hacer énfasis, en que el hombre es un
ser “…tendente a progresar siempre y a ir dando forma a nuevas constelaciones
culturales”[64].
En otras palabras, el hombre es un ser indefinito
porque continuamente se está creando a sí mismo en el mundo de las
posibilidades. El hombre se hace y hace su mundo mediante su praxis lúcida[65];
esta cualidad lo hace excéntrico porque la realidad de su ser consiste en una tendencia-a; una tendencia a se traduce en una búsqueda continua de producir sentido
y dar sentido a su acción y a su vida; el hombre vive y hace las cosas por algo[66].
Ese algo es el sentido que él mismo le da a su vida producto de su propio
hacer. Y por eso es que para Cencillo el ser del hombre se crea entre el pasado
y el futuro, como se dijo al principio, porque en el presente no hay una
posesión actual del sentido. El sentido
producto de la praxis lúcida también surge de la construcción del ser
del hombre entre el pasado y el futuro, entre el desfondamiento y la frontera.
Se trata de dotar de sentido a su propia indefinitud.
4. A manera de conclusión: La sustantividad radicalmente humana y la indeterminación radical como soportes ontológicos del mimetismo
Luego del desarrollo de las
propuestas sobre la ontogénesis humana de René Girard, Xabier Zubiri y Luis
Cencillo, se puede sugerir que las nociones de sustantividad y de indeterminación
radical sirven de soportes ontológicos al mimetismo. En efecto, para Girard
el deseo mimético constituye al
hombre. El hombre se incorpora a la cultura mediante el mimetismo puesto que su
ser le viene dado por otros. Son los otros los que le muestran qué desear
mediante el mimetismo y la imitación. Pero esta tesis llevada a sus extremos
terminaría en una situación inevitable: la fotocopia de unos con respecto a los
otros, en el entendido que, en el plano metafísico, el deseo por el objeto se
diluye y lo que queda es la obsesión por el ser del otro. El sujeto quiere
adueñarse del ser del otro, lo que llevaría a un estado de indiferenciación y
rivalidad absoluto. Ante este panorama ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo atenuar la
tesis del mecanismo mimético expuesta por el pensador francés? ¿Cómo abordar la
disyuntiva entre autonomía y mimetismo? Es en este punto que se introduce la
noción de sustantividad radical del
hombre en su doble concepción: personalidad
y personeidad; y la indeterminación
radical y sus tres categorías: desfondamiento,
frontera e infinitud.
La personeidad como sustantividad
humana que posibilita que el hombre sea persona, lo provee de la capacidad de
modular bajo sus propias decisiones lo que recibe de los otros. La persona se
apropia de su realidad, se hace señor de sí mismo mediante su inteligencia.
Configura su modo de ser en un proceso en el que recibe de los otros y modula
lo recibido. La naturaleza propia del hombre consiste en que su ser es una
realidad radicalmente abierta que le posibilita crearse a sí mismo, puesto que
se encuentra entre las certezas y las incertezas, la humanidad y la barbarie, y
le corresponde dar sentido a sus actos y a su vida . Es claro que René Girard
no tuvo presente lo que sí destacaron Zubiri y Cencillo: la ontogénesis humana
la constituye su sustantividad radicalmente abierta. Y a la inversa, los
pensadores españoles no tuvieron en cuenta el mecanismo mimético propuesto por el pensador francés como
constitución de la subjetividad humana. Con las tres concepciones presentadas
se puede dar contenido ontológico a la ontogénesis humana desde la siguiente
perspectiva: la atenuación del mecanismo mimético llevado al extremo e
incorporar una idea de autonomía que no responda a la noción moderna de un
individuo único y absoluto. Lo que constituye la ontogénesis humana es la sustantividad radical del hombre como una
realidad abierta que dota de soporte
ontológico al mecanismo mimético.
[1] Se colocará en cursivas los términos
propios que utiliza René Girard en sus trabajos.
[2] Se colocará en cursivas los términos
propios que utiliza Xabier Zubiri en sus trabajos.
[3]
Se colocará en cursivas los
términos propios que utiliza Luis Cencillo en su trabajo.
[4] Girard, René. Los orígenes de la cultura. Coversaciones con Pierpaolo Antonello y Joāo
Cezar de Castro Rocha.
Madrid, Editorial Trotta, 2006.
[5] “…El modelo que la rivalidad mimética
alienta en nosotros, no es forzosamente peor que nosotros mismos. Incluso puede
ser mejor; pero si desea del mismo modo que nosotros, de manera egoísta y
ávida, imitaremos también su egoísmo, lo mismo que él imitará el nuestro, y
seremos entonces pésimos modelos el uno para el otro. Modelos rivales, en suma,
que siempre acabarán peleando entre sí, peleando cada uno con su imitador”
Ibid., p. 61.
[6] “…El deseo mimético es lo que nos hace
humanos, lo que nos permite escapar a los apetitos rutinarios, puramente
animales, y construir nuestra identidad, que no puede en modo alguno crearse a
partir de nada…” Ibid., p. 53.
[7] Girard, René. El misterio de nuestro mundo. Claves para una interpretación
antropológica. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1982
[8] Ibid., p. 323.
[9] Ibid., p. 326.
[10] “La naturaleza mimética del deseo es lo
que nos hace capaces de adaptación, es lo que proporciona al hombre la
posibilidad de aprender todo cuanto necesita saber para poder participar en su
propia cultura. Esta última no se la inventa el individuo, sino que la copia”
Girard, René. Los orígenes de la cultura…,
op cit., p. 53.
[11] “…El término doble es, en sí mismo, un
símbolo de desimbolización y significa indiferenciación, ausencia de cualquier
diferencia…” Ibid., p. 66.
[12] “…A causa de la proximidad física y
psíquica entre el sujeto y el modelo, la mediación interna engendra cada vez
más simetría, de modo que el sujeto tiende a imitar al modelo, en igual medida
que éste, por su parte, le imita a él. Al final, el sujeto se convierte en
modelo de su modelo, y el imitador se transforma en imitador de su imitador. O
sea que siempre se evoluciona hacia más reciprocidad, y por tanto hacia más conflictividad.
Es lo que llamo una relación de dobles…” Ibid., p. 52.
[13] “El modelo posee una autosuficiencia y
una omnisciencia de la que el sujeto sueña con apoderarse” Girard, René. El misterio de nuestro mundo…, op cit., p. 328.
[14] Girard, René. Los orígenes de la cultura…, op
cit., p. 52.
[15] “Cuando la maquinaria mimética funciona
alimentada por la reciprocidad violenta, por la doble imitación, acumula una
energía de conflicto que, de forma natural, tiene tendencia a desplegarse y a
implatarse por todas partes […] para que la mimesis se convierta en puro
antagonismo, es preciso que el objeto desaparezca o que pase a segundo término.
Cuando tal cosa ocurre, proliferan los dobles, y la crisis mimética se extiende
y se intensifica más y más…” Ibid., pp. 61 y 62.
[16] Específicamente, como lo ha mencionado
el Prof. Dr. Nelson Tepedino en clases, Girard se opone a las propuestas de
Nietzsche, Freud y Marx que fundamentan la antropología moderna.
[17] Zubiri, Xavier. “El hombre, realidad
personal”. En Siete ensayos de
antropología filosófica. Bogotá, Universidad Santo Tomas, S/F, pp. 55-77.
[18] Ibid., p. 56.
[19] Ibid., pp. 57 y 58.
[20] Ibid., p. 58.
[21] Idem
[22] “…Es la unidad de la independencia y del
control en la tensión que lleva a una respuesta adecuada” Ibid., p. 59.
[23] Idem
[24]
Ibid., p. 67.
[25] Idem
[26]
Ibid., 68.
[27] “…es el conjunto «respectivo» de todas las
cosas reales por su «respectividad» formal en
cuanto reales, es decir, por su carácter de realidad en cuanto tal…” Ibid., p.
69.
[28] Idem
[29] “Esta determinación de un acto por razón
de la realidad querida, es justo lo que llamamos libertad” Idem
[30] “…Ser persona es el carácter formal de
la sustantividad humana” Zubiri, Xavier. “El problema del hombre” En Siete ensayos de antropología filosófica.
Bogotá, Universidad Santo Tomas, S/F, p. 83.
[31] “…el hombre no sólo tiene que habérselas
con tales o cuales cosas específicamente determinadas, sino con la realidad
cualquiera que ella sea…” Ibid., pp. 80 y 81.
[32] Ibid., p. 81.
[33] “…esta estructura consiste en que
anteriormente a toda vivencia y como condición de toda vivencia de “mí mismo”,
yo soy mi “propia” realidad; soy una realidad que me es propia…”. Ibid., p. 82.
[34] Idem
[35] “Esto es lo radical: soy mismo porque
soy mío. Y en esto consiste ser persona: en ser estructuralmente “mío”…” Idem
[36] Ibid., p. 84.
[37] “…al carácter de la persona en sentido
constitutivo, es decir, a la realidad estructuralmente “propia”, personeidad…” Idem
[38]
Lecturas facilitadas por el Prof. Dr. Nelson Tepedino
[39] Zubiri, Xavier. Sobre el hombre. Madrid, Alianza Editorial, 1986, p. 104.
[40] “…sustantividad significa todas las
actividades del hombre respecto a las cosas con las que entre en relación, sea
como medio biológico necesario para existir animalmente, sea como término de su
intelección y de su voluntad…” Ibid., p. 114.
[41] Ibid., p. 106.
[42] Se colocará en cursivas los términos
propios que utiliza Xabier Zubiri en su escrito
[43] “…ser persona consiste en ser yo”
Zubiri, Xavier. Sobre el hombre…,
Ob., cit., p. 106.
[44] Ibid., p. 111.
[45] “…La realidad personal consiste en ser
una realidad en propiedad constitutiva, físicamente constitutiva y, además,
reduplicativamente, por cuanto el ser propio pertenece formalmente a aquello
que tengo como propiedad”. Ibid., p. 112.
[46] Ibid., p. 113.
[47] Idem
[48] “…la realidad en propiedad […] es
personeidad como momento personal de las estructuras radicales del hombre”
Ibid., p. 114
[49] Ibid., p. 117.
[50] “…toda realidad intelectiva es
necesariamente subsistente, y en este sentido personal. No puede existir una
realidad dotada de inteligencia que no sea persona…” Ibid., p. 118. “…La
realidad dotada de inteligencia es la única realidad que, como tipo de
realidad, es perfectamente subsistente, porque es la única que cumple la triple
condición de ser clausurada, de ser total, y de ser una esencia que se posee a
sí misma en forma de esencia abierta” Ibid., p. 120.
[51] “…La personeidad no es un acto ni un
sistema de actos, sino que es forma de realidad humana, ejecute o no ejecute
actos, y en todo caso es «anterior» a su ejecución” Ibid., p. 159.
[52] “…la personalidad humana […] es […] el «ser» del hombre…”
Ibid., p. 173.
[53] Si se define a la persona partiendo de
la subsistencia “tendré que decir que la persona es un quién, que consiste en
un qué individual, en el que se realiza de una o de otra forma […] Pero se
puede calificar a la persona partiendo de la consistencia. Y decir entonces: es
este qué individual –con todos sus caracteres perfectamente individuales-que
constituye un quién subsitente…” Ibid., p. 130.
[54] “…Mi modo de ser es dinámico no sólo en
cuanto es siempre abierto, sino que es dinámico dentro de sí mismo, dentro de
una misma apertura…” Ibid., p. 179.
[55] Ibid., p. 182.
[56] Cencillo, Luis. Tratado de la intimidad y de los saberes. Fundamentos de antropología
del conocimiento, general y pedagógica. Epistemología y lógica. Curso de
Filosofía Fundamental. Madrid, Publicaciones del Seminario de Historia de
los sistemas filosóficos, de la Universidad de Madrid, 1971.
[57] Ibid.,
p. 253.
[58] “…a esto es a lo que damos el nombre de
desfondamiento: nos falta a los humanos y nos ha faltado siempre –a nivel de
especie- el suelo debajo de los pies,
no nos es posible jamás «hacer pie» en un fondo seguro, dado por
naturaleza y espontáneamente, desde el cual edificar nuestra cultura,
nuestra existencia, nuestra ética con evidencias universales; de modo que la
humanidad dispusiese por naturaleza de un depósito de verdades y de normas
infalibles, incriticables, reconocidas por todos los pueblos y tiempos…” Cencillo,
Luis. Tratado de la intimidad y de los
saberes…, pp. 259 y 260.
[59] “…en cuanto el ser humano se centra en
una actividad natural determinada pensando que «ha nacido para ello» (la vida
sexual, la degustación de alimentos o bebidas, la guerra o la producción) su
vida y hasta su carácter se desequilibran, aparecen rasgos perversos, inhumanos
o regresivos, avisándole de que no es posible decantarse unilateralmente hacia
ninguna dimensión particular de la existencia, sino que ha de vivir inestablemente
abierto a todas y participar de todas constructivamente…” Ibid., pp. 258 y 259.
[60] Ibid., p. 260.
[61] Ibid., p. 263.
[62] “…es la Ética el saber encargado de
orientar al hombre cada vez para que la demasía
no rompa el equilibrio debido […] de las fuerzas sociales, económicas y
psicológicas en función de situaciones
dadas, y se produzca así un cambio cuántico,
catastrófico para el hombre en sociedad, que le ponga en peligro de dejar de serlo, de dejar de comportarse
humanamente…” Ibid., p. 265.
[63] “…El hombre es
fronterizo por su existir en el punto medio de tensiones antinómicas: entre
libertad y necesidad, entre naturaleza y cultura, entre consciencia e
Inconsciente, valor y desvalor, certeza y duda, realización y alienación, poder
e impotencia, individuo y sociedad, intimidad y colectividad, secreto y
expresión, egoísmo y altruismo, feminidad y masculinidad, placer y deber,
hartura e indigencia, construcción y destrucción, rutina y creación, teoría y
práctica, tradición y novedad, orden y caos […] Siempre existe entre dos
esferas antagónicas que le solicitan entre las que oscila y vacila, no sabiendo
muchas veces donde está lo justo, lo útil, lo debido, lo fecundo (esto lo suele
desear y pretender siempre, pero no lo puede concretar en una elección sin
riesgo” Ibid., p. 266.
[64] Ibid., p. 268.
[65] La “característica que dimana de esta indefinitud es la de poder crearse nuevas posibilidades a partir de
cualquier haz de posibilidades dadas…”Ibid., p. 271.
[66] “…se vive para […] se trabaja para […] se sufre para
[…], incluso se goza para […] se
descansa para […] y se hace deporte para…” Ibid., p. 276.
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