Popper y su defensa del realismo
crítico
Carlos Blank
Jean Jacques André, fotografía
Introducción
Yo soy primero que todo un indeterminista,
en
segundo lugar un
realista, en tercer lugar un
racionalista.
Karl
Popper
Es importante destacar
el énfasis que hace Popper con relación a sus posiciones básicas. Pudiera
resultar desconcertante para algunos que la etiqueta de racionalista aparezca
en tercer lugar y no en el primero. Tal y como él lo formula pareciera que su
racionalismo es una consecuencia de su indeterminismo y de su realismo, o de
que antes que nada es primero indeterminista, y luego realista y racionalista. A
menudo el indeterminismo suele estar asociado al idealismo y al subjetivismo,
mientras que el determinismo está asociado al realismo y al objetivismo. En ese
particular, Popper defiende una posición que es a la vez indeterminista, pero
objetiva y realista. No nos ocuparemos aquí de su defensa del indeterminismo.
En su lugar, nos centraremos en su defensa del realismo y su estrecha
vinculación con su defensa de una racionalidad crítica, de su falibilismo.
Lo primero que cabe
señalar es que Popper defiende claramente un realismo pluralista y que reconoce
una jerarquía de diversos niveles de la realidad. Para él es evidente que la
evolución del universo material tiene rasgos claramente creativos, es decir,
produce la emergencia de nuevas realidades, como la vida, así como la mente
humana y sus productos. En muchos lugares machaca el autor su realismo
pluralista y emergentista o no reduccionista. Por ejemplo, al atacar las
posiciones preformistas, según las cuales no hay novedad en sentido estricto,
señala lo siguiente:
“En contra de
todas estas opiniones, sugiero que el universo, o su evolución, es creador y
que la evolución de animales sentientes con experiencias conscientes ha
suministrado algo nuevo. Al principio dichas experiencias eran de tipo más
rudimentario y, posteriormente, de un tipo superior. Finalmente surgió esa
especie de conciencia del yo y ese tipo de creatividad, que según sugiero,
encontramos en el hombre.
Con
la emergencia del hombre, pienso que la creatividad del universo se ha hecho
obvia. En efecto, el hombre ha creado un nuevo mundo objetivo, el mundo de los
productos de la mente humana: un mundo de mitos, de cuentos de hadas y de
teorías científicas, de poesía, de arte y de música…La existencia de las
grandes e incuestionables obras creativas del arte y la ciencia muestra la
creatividad humana y, con ello, la del universo que ha creado el hombre.
(Popper 1980: 17)
En otro lugar es aún
más explícito en su afirmación de diversos niveles de realidad, empezando por
el reconocimiento de la realidad más básica, que es la realidad material,
física y biológica.
“Por
otro lado, hay muchos tipos de realidades. El tipo más obvio es el de los
alimentos (supongo que suministran las bases del sentimiento de realidad) o
bien el de los objetos más resistentes (objectum
= lo que se interpone en el curso de nuestra acción) como piedras, árboles o
personas humanas. Pero hay otros tipos de realidad muy distintos como la
descodificación subjetiva de nuestras
experiencias sobre los alimentos, piedras, árboles y cuerpos humanos. El sabor
y el peso de los alimentos es también otro tipo de realidad, al igual que las
propiedades de los árboles y los cuerpos humanos. Hay ejemplos de otro tipo en
este universo tan variado como son, un dolor de muelas, una palabra, el
lenguaje, un código de circulación, una novela o una decisión gubernamental;
una demostración válida o inválida; tal vez, fuerzas, un campo de fuerzas,
tendencias, estructuras y también regularidades. (Popper 1980: 45)
Queda así
formulada su concepción de los tres mundos, que podemos visualizar en el
siguiente cuadro.
Mundo 3 (6) Obras de
arte y de ciencia
(los productos de la (5) Lenguaje
humano. Teorías acerca del yo y la muerte
mente humana)
Mundo 2 (4)
Conciencia del yo y de la muerte.
(el mundo de
las (3) Sensibilidad
(conciencia animal)
experiencias
subjetivas)
Mundo 1 (2)
Organismos vivos
(el mundo de
los (1) Los
elementos más pesados; líquidos
objetos
físicos)
y
cristales
(0)
Hidrógeno y helio
En este cuadro podemos destacar claramente, según Popper, al menos
cuatro niveles de emergencia: “a) la ‘cocción’ de los elementos más pesados
(aparte del hidrógeno y el helio que se supone que han existido desde la gran
explosión inicial). b) El comienzo de la vida sobre la Tierra (y tal vez en
otros lugares). c) La emergencia de la conciencia. d) La emergencia del
lenguaje humano y del cerebro humano.” (Popper 1980: 30s) A continuación
veremos cómo nuestro autor defiende con el mismo vigor cada uno de los niveles
de la realidad, aunque es evidente también que sienta especial predilección por
el Mundo 3. Popper defiende un realismo de las teorías, no de las entidades,
siguiendo la distinción de Ian Hacking, para quien, a diferencia de
Popper, el realismo científico no
implica la verdad como correspondencia.
Alvaro Rioseco, fotografía
La
realidad del mundo material
Me da la
impresión de que el uso más central del término “real”
es el que se hace para caracterizar cosas
materiales de tamaño ordinario,
cosas que puede manejar un bebé y
(preferiblemente) meter en la boca.
Karl
Popper
En mi
opinión, el mayor escándalo filosófico consiste en que,
mientras
a nuestro alrededor el mundo natural –y no sólo el mundo natural- se hunde,
los
filósofos continúan debatiendo, inteligentemente o no, el problema de si tal
mundo existe.
Karl
Popper
La
defensa vigorosa de la realidad material, incluso por razones morales, se
combina en el pensamiento de Popper con su implacable ataque a todas las formas
de materialismo que clausuran
causalmente el mundo material y desconocen su nivel de interacción con
otros niveles de realidad no reducibles al mundo material. Dicho de otra
manera, defiende la existencia de una realidad material independiente de la
manera más cruda y acorde al más elemental sentido común, para el cual la
negación de esta realidad sería una suerte de locura. Si bien el sentido común
no puede tener la última palabra sobre estos asuntos, sí puede considerarse un
buen punto de partida, sobre todo al reconocer la existencia de un mundo
natural independiente de nuestras representaciones.
“Siempre
fui un filósofo y un realista de sentido común. Según mi actitud, era de
sentido común mantener que a veces el sentido común está equivocado –quizás con
más frecuencia que lo contrario-, si bien es evidente que en filosofía tenemos
que partir del sentido común, aunque sólo sea para descubrir mediante la
crítica en qué se está equivocado. Me interesaba por el mundo real, por el
cosmos y, por ello, me oponía a todo idealismo, positivismo o incluso
neutralismo filosóficos. No me interesaría por la filosofía si no hubiese un
mundo real tan rico, incluso mucho más rico que el mundo tan superficialmente
por nuestra vida diaria, y si la tarea del mundo no fuese el estudio de dicho
mundo. (Popper 1974: 291)
Pero
así como se alinea a favor del materialismo y en contra de de las diversas
formas de idealismo y subjetivismo, también afirma que “puedo considerarme
materialista en la medida en que creo en la realidad de la materia, aunque no
soy en absoluto materialista en el sentido en que ‘materialismo’ representa la
opinión (tan extendida) de que la materia es algo último e irreductible, o que
es lo único real” (Popper 1974: 291, 7n). De allí que critique también
implacablemente el materialismo radical o conductismo radical, el
epifenomenismo, la teoría de la identidad o del estado central, el paralelismo
lingüístico, el materialismo prometedor o eliminativo, incluso al panpsiquismo
por considerarlo curiosamente cercano a una forma de materialismo preformista.
Quizás
una de las afirmaciones más desconcertantes de Popper es aquella que afirma: “He
de admitir que si me viese obligado a tener que elegir entre una concepción
subjetivista o personalista del conocimiento humano y una concepción
materialista o fisicalista, como la que acabo de bosquejar, elegiría esta
última; pero no es en absoluto esta
la alternativa” (Popper 1974: 270). Ya sabemos que esa diferenciación entre una
concepción subjetiva y objetiva del conocimiento desempeña un papel primordial
en su pensamiento desde su juventud. Por lo demás esto no quiere decir que
nuestro autor niegue la existencia del mundo subjetivo, del mundo de la mente
humana –y animal- o desconozca su importancia en la emergencia del Mundo 3.
Adolf Zika, fotografía
La realidad del
Mundo 2
Antes de
comenzar con mis consideraciones acerca del yo,
deseo enunciar claramente y sin ambigüedad que
estoy convencido de que los yo existen.
Karl
Popper
La
afirmación de la existencia del mundo de los hechos mentales reviste tanta
importancia como la afirmación de hechos materiales y resulta suficientemente
contrastada por la psicología. En sus palabras, “la atribución de una mente y
de experiencias subjetivas conscientes a todo ser humano normal constituye una
teoría explicativa psicológica que tiene aproximadamente el mismo carácter que
la existencia en física de cuerpos materiales relativamente estables…… la teoría según la cual poseen experiencias
subjetivas resulta bien contrastada” (Popper 1980: 71).
“No
sólo somos conscientes de estar vivos, sino que además todos nosotros somos
conscientes de ser un yo. Somos conscientes de su identidad a lo largo de
considerables períodos de tiempo y a través de rupturas en su autoconciencia,
debidas a períodos de sueño o a períodos de de inconsciencia. Todos nosotros
somos conscientes de nuestra responsabilidad moral por nuestras acciones. (Popper
1980:114)
Si alguna afirmación
reviste para Popper claros ribetes morales es la afirmación de la existencia de
personas de individuos dotados de estados mentales: “Obviamente, la gente
existe y cada uno de ellos constituye un yo individual con sentimientos,
esperanzas y temores, penas y alegrías, miedos y sueños, que sólo podemos
conjeturar, ya que sólo son conocidos por la propia persona.” (Popper 1980: 115)
Como se sabe, uno de los objetivos más importantes de la ética de nuestro autor
es la reducción o disminución del dolor humano evitable –y animal, podríamos
añadir contra Descartes- por lo que la negación del dolor sería un total
despropósito. Es interesante destacar que la existencia del yo no es algo que
se da de entrada sino el producto de un largo proceso de desarrollo y de
maduración. Esto puede resultar una obviedad, sobre todo para un psicólogo,
pero vale la pena subrayarlo, pues suele ser “obviado” por bastante filósofos.
A menudo se ha
destacado, especialmente los empiristas, la importancia de la memoria o se ha
llegado incluso a identificarla con el yo. Es evidente que un trastorno grave
de la memoria, como se produce en la enfermedad de Alzheimer, supone también un
grave trastorno de la identidad personal. Aunque Popper reconoce que la memoria
desempeña un rol importante en la configuración del yo, la mera recopilación de
eventos pasados no es suficiente para ser un yo, pues también vivimos
proyectándonos en el futuro. Ese manejo complejo del tiempo es indispensable
para hablar de yo: “Para ser un yo
hay que aprender mucho, especialmente el sentido del tiempo, con uno mismo
extendiéndose al pasado (al menos hasta “ayer”) y al futuro (al menos hasta
“mañana”). Mas tal cosa entraña teoría,
siquiera sea en su forma rudimentaria como expectativa: no hay yo sin
orientación teórica, tanto en un espacio primitivo como en un tiempo primitivo”,
(Popper 1980: 125).
Lo que se critica, en
el fondo, es la noción de un “ego puro”
y de un yo pasivo, puramente receptivo, sin ninguna disposición o capacidades para
hacer frente a lo real.
“El
resultado de todo esto es que no estoy de acuerdo con la teoría del “yo
puro”….Frente a ello, pienso que ser un yo es
resultado en parte de disposiciones innatas y, en parte, de la
experiencia, especialmente de la experiencia social. El recién nacido tiene
muchas maneras innatas de actuar y responder, así como muchas tendencias
innatas a desarrollar nuevas respuestas y nuevas actividades. Entre ellas la
tendencia a convertirse en una persona consciente de sí misma, pero a fin de
conseguirlo, han de ocurrir muchas cosas. Un niño que crezca en aislamiento
social no conseguirá alcanzar una plena conciencia de sí, (Popper 1980: 125).
Uno de los típicos
prejuicios filosóficos es el de considerar a las percepciones sensibles,
particularmente las experiencias visuales, como ejemplos por antonomasia de
experiencia consciente. En su lugar, Popper propone algo más cónsono con un yo
que se auto-realiza y actualiza mediante su actividad mental.
“Sugiero
que intentemos aprender a tomar como ejemplo de experiencia consciente cosas
tales como nuestra admiración o placer ante una fórmula sorprendente (“Nuestras
vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”), o nuestra
experiencia de irritación inevitable cuando nos enfrentamos a un problema
(¿Cómo detener la carrera de armamentos? ¿Cómo detener el aumento de la
población?) o nuestros esfuerzos, nuestros ensayos y fracasos, al leer, releer,
interpretar y reinterpretar un pasaje difícil de algún libro antiguo, (Popper
1980: 140s).
A pesar de que el flujo
de la conciencia es interrumpido por períodos de sueño o bajo una anestesia
total, la continuidad del yo no se ve seriamente afectada por ello. Ello
implica que no identificamos nuestro yo con la conciencia a secas, sino que
también existen importantes mecanismos inconscientes que permiten su
continuidad en el tiempo. De tal manera que “nuestro conocimiento inconsciente
se puede considerar perfectamente como un conjunto de disposiciones a la
acción, la conducta y las expectativas” (p. 146), y de que “no cabe duda de que
nuestras disposiciones inconscientes son muy importantes para nuestro yo”, (p.
147).
Finalmente lo más
interesante de esta concepción es que la conciencia humana y la propia razón no
son vistas como algo acabado, sino como el producto de la evolución biológica y
como resultado de su desafío de sobrevivencia
“Lo
más posible es que lo que usualmente se describe como la unidad del yo o la unidad
de la experiencia consciente sea consecuencia en parte de la individuación
biológica, de la evolución de los organismos con instintos incorporados para la
supervivencia del organismo individual. Parece que la conciencia e incluso la
razón han evolucionado en gran medida debido a su valor de supervivencia para
el organismo individual, (p. 129).
Dan Van Winkle, fotografía
El realismo
científico
Mírese como se mire, hay
excelentes razones para afirmar que
en la
ciencia lo que se pretende es describir y
(en
la medida de lo posible) explicar la realidad.
Karl Popper
Sólo si estamos dispuestos a
aceptar
las refutaciones hablamos de la realidad.
Karl Popper
Nuestras
refutaciones, por ende, nos indican los puntos
en los que hemos tocado la realidad, por así
decir.
Karl
Popper
Como
siempre a Popper le gusta provocar y rebajar nuestras aspiraciones desmesuradas,
en especial le interesa destacar que el realismo no es demostrable, aunque
tampoco refutable. Por esa misma razón, su opuesto, el idealismo o
antirrealismo, tampoco es ni demostrable ni refutable. Pero aunque no podamos
dar argumentos concluyentes a favor
del realismo, el realismo tiene algunas razones a su favor y tiene también
buenas razones en contra del idealismo. En sus palabras, “estoy dispuesto a
conceder que el realismo (como el idealismo), no sólo es indemostrable, sino
también irrefutable; es decir, no se puede describir un suceso ni concebir una
experiencia que constituya una refutación efectiva del realismo. En este caso,
como en tantos otros, no habrá ningún argumento concluyente. Con todo, hay argumentos en favor del
realismo o, más bien, en contra del idealismo” (Popper 1974: 47).
Una
de las más conocidas líneas argumentales a favor del realismo es la que se
conoce como realismo científico, también llamado realismo crítico o conjetural.
Si dejamos de lado las concepciones de la ciencia que defienden el nominalismo,
el instrumentalismo, o cualquiera que entienda las teorías científicas como
meros sistemas de enunciados interpretados o meros medios de cálculo y predicción,
suele suponerse que las teorías científicas pretenden describir aspectos de la realidad de la que se trate o, mejor aún,
de explicar determinados aspectos de
esa realidad, de descubrir rasgos profundos de esa realidad. Las teorías
científicas no son meras “ficciones” útiles para “salvar los fenómenos”, sino
que son intentos serios de representarnos aspectos de lo real.
Cabe señalar que el realismo científico no pretende establecer una imagen
correcta y definitiva del mundo real, lo que sí hace es comprometerse en la
práctica con el presupuesto de una realidad independiente de nuestras
representaciones, por más que estas puedan ser inadecuadas. Al respecto señala
nuestro autor lo siguiente: “podemos afirmar que casi todas –si no todas- las
teorías físicas, químicas o biológicas implican el realismo en el sentido de
que si son verdaderas, el realismo debe serlo también. Esta es una de las
razones por las cuales algunas personas hablan de ‘realismo científico’. Es una
buena razón. Sin embargo, por mi parte, prefiero llamarlo ‘metafísico’ antes
que ‘científico’, dada su aparente falta de contrastabilidad”, (Popper 1974: 47).
Existen buenas razones adicionales para defender el realismo científico.
“Partiendo
del realismo científico, está claro que no sobreviviremos si nuestras acciones
y reacciones están mal ajustadas al medio. Puesto que las “creencias” están
íntimamente ligadas a las expectativas y a la disposición a actuar, podemos
decir que nuestras creencias más prácticas están próximas a la verdad en la
medida en que sobrevivimos. Así se erige en la parte más dogmática del sentido
común que, aunque no sea en absoluto fiable, verdadero o cierto, constituye
siempre un buen punto de partida, (Popper 1974: 72).
De
nuevo vale la pena recalcar que no son estos argumentos concluyentes a favor
del realismo, pues ya sabemos que no hay tales argumentos. De hecho, hay muchas
creencias falsas que pueden tener un valor biológico de sobrevivencia, como no
comerse un animal que tuviese un aspecto de ser venenoso, aunque no lo fuese
realmente. Esa generalización nos salva de los casos en los que sí son
venenosos. Por lo demás, “el éxito biológico pasado nunca asegura el éxito
biológico futuro”, (p. 72). Pero a pesar
de estas reservas u otras que pueda tener un argumento que no pretende ser
concluyente, podemos recomendar su asunción.
“A
este respecto, me parece importante volver a nuestro punto de partida –sentido
común más razonamiento crítico- para
recordar la conclusión de que el sentido común incluye el realismo- algo tal vez no muy alejado del “realismo científico”- y
que todos los argumentos conocidos en contra del realismo resultan ser
críticamente insostenibles o, más exactamente, desatinos insostenibles del
aspecto más débil del sentido común. Por tanto, no tenemos ninguna razón para
abandonar el realismo, (pp. 99s).
En
fin, a pesar de sus insuficiencias, Popper nos invita a “aceptar el realismo
como la única hipótesis sensata –como conjetura a la que nunca se ha opuesto
una alternativa sensata”. (p. 49) Estrechamente vinculada a la tesis del
realismo está, según el autor, la noción de verdad como correspondencia con los
hechos, de la que nos ocuparemos a continuación.
Francesca Woodman, fotografía
El realismo y la
noción de verdad en Tarski
Lo que
yo digo es que Tarski ha rehabilitado la teoría de la correspondencia.
Creo que
se trata de un importante logro de gran alcance filosófico.
Karl
Popper
Acepto
la teoría del sentido común (defendida y refinada por Alfred Tarski),
según la cual la verdad es la correspondencia
con los hechos (o con la realidad),
o, más exactamente, una teoría es verdadera
si, y sólo si, corresponde a los hechos.
Karl
Popper
Posiblemente
uno de los testimonios más conmovedores es el que hace Popper de Alfred Tarski,
así como de la importancia decisiva que tuvieron sus encuentros en Praga y
posteriormente en un “banco inolvidable”
del Volksgarten de Viena durante
veinte minutos. Al respecto dice: “no hay palabras capaces de describir lo
mucho que aprendí con todo esto ni tengo palabras para expresar mi gratitud.
Aunque Tarski era tan solo un poco mayor que yo y aunque en aquella época
manteníamos relaciones de estrecha amistad,
le consideraba como la única persona que podía considerar mi maestro en
filosofía. Nunca nadie me ha enseñado tantas cosas”, (Popper 1974: 289). Para entender la importancia que tuvo para
Popper el descubrimiento de la concepción de la verdad de Tarski, es importante
recordar todas las reticencias filosóficas que rodeaban la noción misma de
verdad objetiva, no solo por las paradojas a que daba lugar, sino también por
la dificultad –por no decir imposibilidad- de encontrar criterios de
aplicación.
“Como
es natural la idea de verdad me resultaba incómoda, pues, durante algún tiempo,
ha habido filósofos que la han atacado con buenos argumentos. Lo que me
asustaba no era tanto la paradoja del mentiroso, cuanto la dificultad de
explicar la teoría de la correspondencia: ¿en qué podría consistir la
correspondencia de un enunciado con los hechos? Además, había un punto de vista
que, aunque yo nunca había sostenido decididamente, me sentía incapaz de atacar
de manera efectiva. Me refiero al punto de vista según el cual, para poder
hablar de verdad, hemos de ser capaces de dar un criterio de verdad. Sostenía
que, a pesar de todo era legítimo hablar de la verdad, si bien no era capaz de
defender mi punto de vista, según el cual la ausencia de un criterio de verdad
no podía emplearse como argumento en contra de la legitimidad lógica de la idea
de verdad, (p. 289).
Precisamente
el enfoque tarskiano de la verdad, tiene la doble ventaja de eliminar las
paradojas de un lenguaje formal, así como el hecho de establecer la
imposibilidad de un criterio de verdad satisfactorio para todo lenguaje. La
diferenciación de dos niveles de lenguaje, un lenguaje objeto y un metalenguaje
que hace referencia al lenguaje objeto, es de una gran simplicidad y permite
disipar toda duda acerca del carácter significativo acerca de la
correspondencia con los hechos. En sus palabras: “La importancia de este descubrimiento estriba en disipar toda
duda acerca de la significatividad de hablar sobre la correspondencia de un
enunciado con un hecho o hechos. Una
vez hecho esto, podemos sustituir, naturalmente, las palabras corresponde a los hechos por las
palabras es verdadero”, (p. 285).
“La
clave para la rehabilitación de la teoría de la correspondencia viene dada por
una observación muy simple y obvia que hizo el propio Tarski. A saber, si deseo
hablar acerca de la correspondencia entre un enunciado E, y un hecho, H, tengo
que recurrir a un lenguaje que pueda en el que pueda hablar acerca de ambos:
enunciados del tipo de E y de hechos
del tipo de H. Aunque esto parece
terriblemente trivial, resulta ser decisivo. Significa que el lenguaje en el
que hablamos para explicar la correspondencia ha de tener los medios necesarios
para referirse a enunciados y describir hechos. Si disponemos de un
lenguaje dotado de ambos medios, de modo que pueda referirse a enunciados y describir
hechos, entonces en dicho lenguaje –el metalenguaje- podremos hablar sobre la
correspondencia entre enunciados y hechos sin ninguna dificultad, como vamos a
ver, (p. 284).
También
vale la pena señalar que las consecuencias realistas que saca Popper no eran
para nada manifietas en Tarski y que él, de hecho, nunca se pronunció al respecto, pues sus
intereses eran seguramente diferentes. Pero aunque en ningún momento pretende
adscribir la defensa del realismo por parte de Tarski, sí señala sus
implicaciones para su defensa del realismo e incluso para su defensa de la
verosimilitud o aproximación a la verdad de las teorías. En primer lugar
destaca su importancia para un realista como él.
"Tendría
que señalar, sin embargo, que la teoría de la verdad como correspondencia es
una teoría realista, es decir, establece una distinción, que es realista, entre
una teoría y los hechos que describe esa teoría, lo que nos permite decir que
una teoría es verdadera, falsa o que corresponde a los hechos, relacionando así
la teoría con los hechos. Nos permite hablar de una realidad distinta de la
teoría, lo cual es algo fundamental, el punto básico, para un realista. El
realista quiere disponer de una teoría y de la realidad o los hechos (no lo
llamen ‘realidad’ si no les gusta, llámenlo simplemente ‘los hechos’) que son
distintos de su teoría acerca de los hechos, teoría que puede, de un modo o de
otro, comparar los hechos para ver si corresponde a ellos o no. Naturalmente,
la comparación es siempre extremadamente difícil, (p. 286).
Esta
concepción de la verdad es fundamental, para Popper, en otro sentido, pues nos
proporciona la idea de verdad como una idea reguladora, como la posibilidad de
analizar las teorías científicas de acuerdo a su mayor o menor aproximación a
la verdad, “así llegamos a la idea de proximidad a la verdad o de mejor o peor
aproximación a la verdad, es decir, a la idea de verosimilitud”, (p. 287).
“Por
tanto, el concepto de verdad desempeña básicamente el papel de una idea
reguladora. En nuestra búsqueda de la verdad nos asiste el saber que hay algo
así como verdad o correspondencia. No nos suministra medios para dar con ella
ni para tener la seguridad de haber dado con ella, aunque de hecho sea así. Por
tanto no hay criterio de verdad y no hemos de preguntar por él. Hemos de
contentarnos con el hecho de que la idea de verdad como correspondencia con los
hechos ha sido rehabilitada. Eso es lo que hizo Tarski y con ello ha prestado
un servicio incalculable a la perspectiva realista….
Al incorporar a la lógica la idea de
verosimilitud o aproximación a la verdad, hacemos la lógica aún más ‘realista’,
pues se puede emplear ya para hablar sobre el modo en que una teoría
corresponde mejor que otra a los hechos –los hechos del mundo real, (p. 287).
Sin
duda que esta concepción de la verdad y de la verosimilitud ha dado origen a
muchas críticas. No podemos ocuparnos aquí de ellas. Uno puede preguntarse: ¿de
qué sirve aproximarse a la verdad si nunca podemos alcanzarla ni tampoco
podemos saber cuando la hemos alcanzado, si no tenemos criterios para
reconocerla? ¿No despoja ello de sentido la propia búsqueda de la verdad o la
comprensión de lo real que suponemos defender? ¿No podríamos calificar a esta
posición de “escepticismo disfrazado? ¿No entra esta visión de la verdad en
contradicción con una epistemología evolucionista, según la cual una teoría es
seleccionada por haber sobrevivido los test más severos y nada más? ¿No estamos
reintroduciendo la noción de finalidad que precisamente una teoría de la
evolución despacharía? Todo ello da mucho que hablar y discutir. Sin embargo,
por mor de brevedad, terminaremos con los propios alegatos de Popper, sin
pretender haber dejado zanjada la cuestión.
“Acepto
la tesis (implícita en la teoría clásica de la verdad, o teoría de la
correspondencia) de que sólo podemos llamar ‘real’ a un estado de cosas si (y
sólo si) el enunciado que lo describe es verdadero. Pero sería un grave error
concluir de esto que la incerteza de una teoría, es decir, de su carácter hipotético
o conjetural, disminuye de algún modo su aspiración
implícita a describir algo…Además, si
ponemos a prueba nuestra conjetura y logramos refutarla, vemos muy claramente
que había una realidad, algo con lo cual podía entrar en conflicto, (Popper 1979:138).
Referencias:
Popper, Karl
& J. Ecles: El yo y su cerebro,
Labor, Barcelona, 1980.
Popper, Karl: El desarrollo del conocimiento científico:
conjeturas y refutaciones, Paidós, Buenos Aires, 1979.
______, ___: Conocimiento Objetivo, Técnos, Madrid, 1974.
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