La institución, la imagen
y lo simbólico social
y lo simbólico social
María Eugenia Cisneros Araujo
“… Pero había estado pensando, lo imaginario no era
lo irreal. Lo imaginario era lo posible, lo que todavía no es, y en esa
proyección al futuro estaba, al mismo tiempo, lo que existe y lo que no existe.
Esos dos polos se intercambian continuamente. Y lo imaginario
es ese intercambio. Había estado pensando”.
Ricardo Piglia Blanco
nocturno
De
acuerdo a Castoriadis, la sociedad como institución histórica imaginaria es
concebible desde la imaginación radical, pues este núcleo originario se
manifiesta en la praxis histórica mediante significaciones. El mundo social se
constituye en la medida que los individuos construyen su existencia en una
permanente definición que crean cuando hacen haciéndose; la manifestación de la
imaginación radical en significaciones es la que articula y constituye a la
sociedad y determina la identidad respecto a otras sociedades.
Lo imaginario para Castoriadis
refiere a la praxis social; estas prácticas de vida se presentan en lo
imaginario como un eidos de la
institución, para que los individuos y el colectivo puedan ver y sentir qué
modo social están construyendo.
Para el filósofo greco-francés, la
institución se presenta en lo imaginario a partir de lo simbólico[1].
La premisa en la que se apoya el autor para fundamentar esta afirmación es la
siguiente “Todo lo que se presenta a nosotros, en el mundo social-histórico,
está indisolublemente tejido a lo simbólico”[2].
Es decir, en lo imaginario, las instituciones aparecen como imágenes que
expresan símbolos.
Lo
que destaca Castoriadis es que desde lo imaginario las instituciones son las
imágenes y símbolos concretos que produce la praxis social[3].
Las instituciones son los símbolos que hacen visible lo imaginario instituido y
todo lo que lo compone (economía, derecho, religión, política, lenguaje, modelo
social, valores, procedimientos, entre otros). Lo imaginario se materializa en
las instituciones como imágenes que expresan los símbolos de este modo
histórico-social específico. El contenido de un símbolo consiste en los
significantes y significado, donde se vinculan las imágenes con la realidad
efectiva; por tanto, todo símbolo expresa una referencia a lo real y remite a
una significación imaginaria[4]como
imagen. Lo simbólico como elemento de lo imaginario representa lo racional y la
imaginación.
La sociedad se constituye en
instituciones que también se mueven en un orden simbólico que se deriva de la
praxis social establecida. Dicho de otro modo, el individuo y el colectivo se
encuentra con unas instituciones establecidas que representan una realidad
social constituida[5].
Estas instituciones encarnan lo histórico (pasado), el haciendo (presente), el
por hacer (futuro). Entonces:
“…nada permite determinar a priori el lugar por el que pasará la frontera de lo simbólico, el
punto a partir del cual el simbolismo se desborda en lo funcional. No puede
fijarse ni el grado general de simbolización, variable según las culturas, ni
los factores que hacen que la simbolización afecte con una intensidad
particular sobre tal aspecto de la vida de la sociedad considerada”[6].
Del precedente párrafo se deriva que
lo simbólico no se puede fijar de antemano, porque este fluye de la praxis
social. La actividad de los individuos y el colectivo construye sus
instituciones. Es claro que para el filósofo greco-francés las instituciones no
responden a una estructura a priori
que no tiene relación con la realidad social. Según el autor, cuando las
instituciones responden a esquemas predeterminados representan una estructura
racional, funcional y lógica, un sistema cerrado totalmente ajeno a la vida
social. Cuando responden a las prácticas cotidianas, entonces se incorpora a la
realidad la dimensión de lo imaginario, porque se le da cabida a lo simbólico
como imágenes que expresan un contenido de la realidad que los individuos y el
colectivo están construyendo.
“La sociedad
constituye un simbolismo pero no en total libertad. El simbolismo se agarra a
lo natural, y se agarra a lo histórico (a lo que ya estaba ahí); participa
finalmente en lo racional. Todo esto hace que emerjan unos encadenamientos de
significantes, unas relaciones entre significantes y significados, unas
conexiones y unas consecuencias a los que no se apuntaba, ni estaban previstos…”[7].
Al respecto, puedo decir que lo
simbólico participa del movimiento vital de lo imaginario: la praxis social.
Por ello, capta lo racional y lo imaginativo, la necesidad y la contingencia,
la determinación y la indeterminación. Participa de las conexiones que devienen
de la espontaneidad, pero también de las establecidas por los individuos de
antemano. Lo fundamental es que las instituciones son la copia de la praxis
social, no son producto de teorías ni de fines predeterminados. En ellas se
representa lo instituido y también el paso a lo instituyente, porque las
instituciones representan en imágenes concretas, visibles la praxis social.
“…lo imaginario
debe utilizar lo simbólico, no sólo para “expresarse”, lo cual es evidente,
sino para “existir”, para pasar de lo virtual a cualquier otra cosa más. El
delirio más elaborado, como el fantasma más secreto y más vago, están hechos de
“imágenes”, pero estas “imágenes” están ahí como representante de otra cosa,
tienen, pues, una función simbólica. Pero también, inversamente, el simbolismo
presupone la capacidad imaginaria, ya que presupone la capacidad de ver en una
cosa, lo que no es, de verla otra de lo que es. Sin embargo, en la medida en
que lo imaginario vuelve finalmente a la facultad originaria de plantear o de
darse, bajo el modo de la representación, una cosa y una relación que no son
(que no están dadas en la percepción o que jamás lo han sido), hablaremos de un
imaginario efectivo y de lo simbólico. Es finalmente la capacidad elemental e
irreductible de evocar una imagen”[8].
De las anteriores palabras se
desprende que lo imaginario requiere de lo simbólico para expresarse,
materializarse, hacerse visible; las instituciones se presentan en lo
imaginario como imágenes de la praxis social, se aparecen como copias de la
actividad social efectiva. En otras palabras, las instituciones en lo
imaginario se muestran como imágenes, no como conceptos. Por esta razón,
explica Olivier Fressard lo siguiente:
“Imaginario. Decir que dicha institución
es imaginaria significa, en primer lugar, que es un fenómeno del espíritu, y,
en segundo lugar, que las significaciones y valores que orientan la sociedad
son una invención de los seres humanos. Tienen que ser puestas en relación con
una capacidad de creación. Las significaciones sociales, por tanto, no son
naturales ni (completamente) racionales”[9].
De acuerdo a lo señalado por
Fressard, una institución imaginaria, es producto de la potencia creadora del
colectivo y de los individuos que se hace en praxis social. Imaginación e
imaginario se vinculan para producir instituciones que encarnen las
significaciones imaginarias sociales que devienen de las acciones individuales
y colectivas. “La institución es una red simbólica, socialmente sancionada, en
la que se combinan, en proporción y relación variables, un componente funcional
y un componente imaginario”[10].
Las instituciones al ser imágenes de la praxis social, permiten que los
individuos y el colectivo se reconozcan en éstas porque son su creación.
“Las instituciones forman una red
simbólica, pero esta red, por definición, remite a otra cosa que al simbolismo”[11].
Las instituciones representan el contenido real social efectivo como cadenas de
significaciones que responden a la causalidad, pero también incorporan a esta
cadena lo no-causal. La significación contiene racionalidad e imaginación.
Representa lo establecido y la posibilidad de cambio, de transformación. Las
instituciones la construyen los individuos y el colectivo, porque se trata de
sujetos efectivos y no trascendentales.
“El mal comienza
también cuando Heráclito se atrevió a decir: “Escuchando, no a mí, sino al logos, convenceros de que…”…Pero no
escuchéis a Heráclito. Esa humildad no es más que el colmo de la arrogancia.
Jamás es el logos lo que escucháis;
siempre es a alguien, tal como es,
desde donde está, que habla por su cuenta y riesgo, pero también por el
vuestro…”[12]
Del precedente párrafo queda claro
que los individuos y el colectivo son los únicos que pueden transformar lo
establecido, son los que ponen en movimiento lo instituyente. Y ello es
posible, porque las instituciones muestran el pasado, el presente y el por ser.
En otras palabras, en las instituciones “…la modificación del destino histórico
de las sociedades es siempre el resultado de una creación eminentemente humana donde cobra una especial relevancia
el orden de lo simbólico-imaginario”[13].
“El hombre no
es…una cerradura que tiene su llave (que hay que volver a encontrar o
fabricar). El hombre no puede existir sino definiéndose cada vez como un conjunto
de necesidades y de objetos correspondientes, pero supera siempre estas
definiciones –y, si las supera (no solamente en un virtual permanente, sino en
la efectividad, del movimiento histórico), es porque salen de él mismo, porque
él las inventa…él las hace haciendo y haciéndose, y porque ninguna definición
racional, natural o histórica permite fijarlas de una vez por todas”[14].
De allí se puede interpretar que en
la praxis social los hombres crean sus significaciones, que se expresan en las
instituciones mostrando así si están construyendo o por el contrario están
destruyendo[15].
Lo instituyente lo generan los individuos y el colectivo mediante una actividad
continua que implica el cuestionamiento permanente de sí y del entorno. Es el
cuestionamiento lo que lo impulsa a superar las definiciones y a inventar otras
para superarlas nuevamente. El mundo humano consiste en la transformación,
tanto de lo individual, como de lo colectivo. Cuando la praxis social está en
movimiento, entonces los individuos y el colectivo emprende los cambios, las
modificaciones. Las instituciones responden a la praxis social que incorpora en
su hacer lo espontáneo y dinámico. Mientras los hombres actúen en esa
proporción las instituciones cambiarán.
La
institución lleva “una significación, símbolo, mito y enunciado de regla que
remite a un sentido organizador de una infinidad de actos humanos, que hace
levantar en medio del campo de lo posible la muralla que separa lo lícito de lo
ilícito, que crea un valor, y vuelve a disponer todo el sistema de las
significaciones…”[16].
Las instituciones como representación de la praxis social dan sentido a la
forma histórica-social creada por los individuos y el colectivo como un sistema
de sanciones, valores, mitos, ética, que concretizan al individuo y al
colectivo en la cotidianidad que están viviendo[17].
La praxis social se organiza como
una forma o modelo, que es la institución. Siendo esto así, la sociedad es una
institución imaginaria producto de la actividad humana. La institución presenta
la forma social que la praxis humana está construyendo, la cual puede ser
constructiva como la democracia o destructiva como los totalitarismos. En este
sentido, Castoriadis dice que:
“Toda sociedad
hasta ahora ha intentado dar respuestas a cuestiones fundamentales: ¿Quiénes
somos como colectividad?, ¿qué somos los unos para los otros?, ¿dónde y en qué
estamos?, ¿qué queremos, qué deseamos, qué nos hace falta? La sociedad debe
definir su “identidad”, su articulación, el mundo, sus relaciones con él y con
los objetos que contienen, sus necesidades y sus deseos. Sin la “respuesta” a
estas “preguntas”, sin estas “definiciones”, no hay mundo humano, ni sociedad,
ni cultura -pues todo se quedaría en caos indiferenciado. El papel de las
significaciones imaginarias es proporcionar a estas preguntas una respuesta,
respuesta que, con toda evidencia, ni la “realidad” ni la “racionalidad” pueden
proporcionar…”[18].
Esas
respuestas surgen de la praxis social. Es en el hacer donde se labra el sentido
que cada sociedad le atribuye a su estilo de vida y que las instituciones
representan. En el hacer se dan las interrogantes y también las respuestas.
Estas no están prefijadas. Es así como la raíz de la forma social se encuentra
en el hacer, actuar, en la experiencia, en las prácticas de vida, de allí
emergen las significaciones. Las significaciones son los efectos de la
actividad humana que las instituciones encarnan. En este contexto, afirma el
filósofo greco-francés que “…el sentido auténtico de una sociedad ha de ser
buscado en primer lugar en su vida y su actividad efectivas… Vida y actividad
de las sociedades son precisamente la posición, la definición de este sentido”[19].
Vida y actividad se refiere a la praxis social que se desarrolla en la
cotidianidad que embarga a los individuos y al colectivo, cada día de su
existencia, desde que nacen hasta que mueren. Relación con los padres, entorno
familiar y social, educación de los padres y familia, educación en el colegio,
universidad, trabajo, tiempo libre, diversión, amor, sexualidad, procreación,
salud, enfermedad, política, religión, relación con los otros, muerte,
diversión, arte, entre otras.
Para Castoriadis “…el hombre es un
animal inconscientemente filosófico, que se planteó las cuestiones de la
filosofía en los hechos mucho tiempo antes de que la filosofía existiese como
reflexión explícita; y es un animal poético, que proporcionó en lo imaginario
unas respuestas a esas cuestiones”[20].
Dicho de otro modo, el hombre es un animal de acción, sueños, creación,
invención, de praxis social. El hombre primero es un cuerpo de acción, de
hechos, de pasión, de imaginación; luego de reflexión, porque es un ser de
carne y hueso, que vive y padece lo real social efectivo y se hace preguntas,
analiza lo que vive. Es poético, porque es capaz de inventar nuevas formas de
vida[21].
Los hombres son cuerpos que generan praxis social[22].
La institución representa lo imaginario, su imagen le ofrece sentido a los
individuos y al colectivo porque ven lo que están haciendo.
Por la institución la sociedad
existe, en ella se encarna su forma, su sentido y estilo de vida. La
institución representa el decir y el hacer social, el poder, la religión, lo
político, la política, la sexualidad, la relación individual y colectiva. Las
instituciones presentan la forma como los individuos socializan, porque
contribuyen a educarlo.
“…la sociedad
–la institución- no está solamente para “contener la violencia” del ser humano
individual, como lo pensaban Hobbes o anteriormente los sofistas del siglo V
a.C.; ni siquiera para “reprimir las pulsiones”, como lo pensaba Freud. La
sociedad está aquí para humanizar a este pequeño monstruo que llega al mundo
bramando y para que resulte apto para la vida… De tal manera que la institución
de la sociedad debe, cada vez, insertar en una vida colectiva y real…a este ser egocéntrico que remite
todo a sí mismo y es capaz de vivir casi eternamente en el puro placer de
representación… la institución… provee a la psique de otra fuente de sentido:
la significación imaginaria social-…”[23]
La idea central de Castoriadis es
que las instituciones socializan a los hombres, porque le ofrecen un sentido de
vida que, en principio, estos aceptan. Las instituciones educan a los
individuos y al colectivo. Esta socialización se produce cuando la institución
vincula a los hombres con la praxis social establecida[24];
“¿quién instituye a la sociedad?... Es obra de un colectivo anónimo e
indivisible, que trasciende a los individuos y se impone a ellos. El imaginario
social provee a la psique de significaciones y valores, y a los individuos les
da los medios para comunicarse y les dota de las formas de la cooperación. Es
así, no a la inversa”[25].
La afirmación contundente: el individuo y lo social desde lo imaginario son dos
polos que se encuentran indisolublemente unidos. La sociedad socializa al
individuo, luego el individuo transforma la institución instituida.
Se puede decir que lo imaginario se
vale de la institución para hacerse visible. Lo visible consiste en que la
institución capta las conexiones de las significaciones imaginarias que
devienen del hacer humano. La institución encarna en sí el sentido de las
significaciones que crean los hombres. Es una red donde todos estos elementos
están interconectados, pero lo que hace que el hombre pueda verse, que esta red
sea accesible a los hombres por el tacto, el oído, la vista, el olfato, es la
institución. Esto que los hombres pueden tocar, ver, tener acceso, les muestra
el sentido de lo que están haciendo. Claro está, el origen de las
significaciones se encuentra en el hacer humano; siendo esto así, las
significaciones son creaciones, invenciones. En ellas confluyen lo racional y
lo imaginativo, la contingencia y la necesidad, el sentido y el sinsentido. Son
producto de la praxis social y no de una razón universal[26].
Por
consiguiente, la institución existe si los individuos y el colectivo la
construyen y desaparece si los individuos y la colectividad la destruyen. La
institución “establece, en efecto, que el ser es significación y que la
significación (social) pertenece al ser…”[27].
Cuando la institución muestra las significaciones imaginarias sociales dotadas
de sentido, ofrece a los hombres la posibilidad de coherencia, organización, la
posibilidad de salir del caos, del estado de naturaleza, como señaló Hobbes.
En
las instituciones se rezuman las significaciones y las presenta como el modelo
social que hacen los hombres haciendo y haciéndose. Las instituciones
constituyen la imagen de la sociedad. Imagen aquí, no es reflejo de, representación de.
Imagen aquí es creación incesante y esencialmente novedosa social-histórica y
psíquica de formas que tratan del hacer humano[28].
La sociedad se presenta como institución, la institución organiza a la sociedad
y las significaciones proveen de sentido a esa institución específica y única.
La institución les ofrece a los hombres metas de vida individual y también como
colectivo, establece normas y valores que orientan la vida de los hombres, les
proporciona ubicuidad en el mundo. Los individuos y el colectivo crean las
instituciones para distanciarse del caos, de la locura, del desorden, de sus
fantasmas.
“…así como el
individuo en general no puede reconocer el abismo que está en él mismo, tampoco
la sociedad pudo hasta ahora reconocerse como matriz y como abismo. La
institución social asigna cada vez al individuo imaginariamente un origen o
causa y un para qué que es fin o
destino. Le asigna como origen una genealogía, una familia, el medio social
mismo a fin de que el individuo pueda encubrir y desconocer el núcleo abismal
que está en sí mismo, olvidar que no puede ser reducido a ningún origen, que
siempre es también otro de lo que es… que su fabricación social como individuo
nunca podrá hacer volver el futuro a lo que ya fue. Le asigna un para qué –una función, un fin, un
destino social y cósmico- a fin de hacerle olvidar que su existencia no tiene para qué ni fin…”[29].
En mi
opinión un ejemplo de cómo la institución muestra la transformación de lo
instituido a lo instituyente y de cómo le ofrece un sentido al individuo y al
colectivo de autocreación y creación se encuentra en el caso de Gabrielle Bonheur "Coco" Chanel
(1883-1971).
Esta
diseñadora encontró otras formas de vestir a la mujer, innovó en la ropa
femenina. Observadora innata, criticaba la estricta moda que seguían las
mujeres de su tiempo (grandes sombreros cargados de pieles de animales y
flores, corsés y diseños recargados) y desplegó toda su imaginería hasta
convertirse en una de las grandes diseñadoras del siglo XX.
Chanel
en 1914, se introdujo en el mundo de la moda con el diseño de sombreros, y a
continuación lanzó una modesta colección de jerséis inspirados en prendas
marineras. En 1916, abrió su taller en París, desde donde revolucionó el mundo
de la alta costura creando una línea marcada por la sencillez del orfanatorio y la comodidad, pero con
un toque de alta distinción; su moda fue rápidamente adoptada por el encumbrado
público parisino. Al tiempo que combinó ese vestuario con la joyería de
fantasía, creó la falda plisada corta y logró introducir al vestuario femenino
en el traje de punto, el vestido camisero, el traje negro (símbolo desde
entonces de la elegancia) y el pantalón, algo insólito para la época, pues las
mujeres no utilizaban pantalón. En 1926, diseñó su primer traje sastre,
caracterizado por la chaqueta holgada.
Coco
Chanel fue así mismo una de las primeras diseñadoras que asociaron costura y
perfume, algo que pudo conseguir gracias a que probablemente sea el perfume más
célebre de todos los tiempos, el Chanel Nº 5. Su frase más célebre fue: «Todo
lo que es moda pasa de moda».
Coco
Chanel logró transformar lo dado en otro, esto es, cambió el estilo de vestir
de las mujeres de su época. De vestido con exceso de adornos a vestidos
sencillos; de vestido al uso de pantalón. Introdujo nuevas significaciones en
la ropa femenina como la sencillez, la sobriedad, propuso otros colores y logró
introducir el uso de pantalones para las mujeres, cuestión inconcebible para
ese entonces. Coco constituyó un novedoso estilo de ropa que produjo la
emergencia de nuevas significaciones y con ello también el surgimiento de otras
instituciones que comenzaron a aceptar un nuevo estilo de moda en la ropa de
las mujeres. Se trata de:
“…la capacidad
de darse lo que no es (lo que no es dado en la percepción, o lo que no es dado
en los encadenamientos simbólicos del pensamiento racional ya constituido)…lo
esencial de la creación no es “descubrimiento”, sino constitución de lo nuevo:
el arte no descubre, constituye; y la relación de lo que constituye con lo
“real”, relación con seguridad muy compleja, no es en todo caso una relación de
verificación. Y, en el plano social, que es aquí nuestro interés central, la
emergencia de nuevas instituciones y de nuevas maneras de vivir, tampoco es un
“descubrimiento”, es una constitución activa…”[30]
Las
significaciones se originan en las acciones de los hombres. Es por la actividad
que los hombres transforman, cambian lo establecido. La propia actividad ya
tiene un sentido para el individuo. La confección de ropa tenía sentido para
Coco Chanel. Disfrutaba presentarse con sus nuevas propuestas en las reuniones,
fiestas de la sociedad parisina. Su presencia con estas ropas chocaba los
valores establecidos, la institución de lo que debía ser una mujer. Debido a su
capacidad creadora y a la praxis social femenina se transformó la institución
por una que aprehendió y aceptó las nuevas significaciones en las prendas de
vestir femenina.
En resumen, se puede decir que las
instituciones representan la praxis social que desarrollan los individuos y la
colectividad en un momento dado, que salvan a los individuos del caos y el
desorden proveyéndoles un sentido de ser en sus prácticas de vida cotidiana[31].
La institución es la que le da forma a las significaciones sociales, esta forma
concreta, sensible encarna el sentido y estilo de vida que los individuos y el
colectivo están viviendo; así como también muestra que ese sentido caducó y se
hace necesaria la puesta en práctica de la actividad imaginativa de los
individuos y el colectivo para transformar y crear otros sentidos de vida.
[1]“…las instituciones
sociales adquieren siempre un sentido en el contexto de una red simbólico-imaginaria donde éstas se
encuentran consustancialmente enmarcadas. De manera que la totalidad de las
instituciones sociales se hallarían subordinadas a un orden simbólico que las trascendería y donde éstas llegarían a
adquirir toda su auténtica significación. Cada modelo particular de sociedad,
entiende Castoriadis, reposaría sobre una matriz
simbólica central de la cual se llegaría a irradiar una determinada
inteligibilidad, significación y organización a la totalidad de la experiencia
social y lógicamente a las instituciones en ella albergadas…” Castoriadis,
Cornelius. La institución imaginaria de
la sociedad, V.1. Buenos Aires, Tusquets Editores, 2ª
Reimpresión, 2003, p. 232.
[3]“…Las instituciones no se
reducen a lo simbólico, pero no pueden existir más que en lo simbólico, son
imposibles fuera de un simbólico en segundo grado y constituyen cada una su red
simbólica…” Ídem.
[4]“La
imagen simbólica, en su dimensión material, perceptible, si se quiere real, logra concentrar en su seno y
también nos remite a una subyacente representación imaginaria propiamente
imperceptible, inmaterial, irreal…Lo
imaginario se nos encarnaría, se nos presentificaría,
únicamente en el terreno de lo simbólico, si bien su sustancialidad
trascendería el ámbito de lo exclusivamente material…”lo irreal” sostiene “lo
real”, “lo invisible” es condición de posibilidad misma de “lo visible”, lo “no
categorizable” induce, curiosamente, un mundo estructurado y organizado... De
manera que pensamos, actuamos, amamos o nos relacionamos desde y a partir de
algo que nos trasciende y que no siempre se nos muestra transparente –el
imaginario social- y del cual sería un grave error creerse por completo
independizados…” Carretero Pasín, Ángel Enrique. “El imaginario social de
Cornelius Castoriadis: la teoría social revisitada”. En: Fragmentos del Caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius
Castoriadis. Buenos Aires, Editorial Biblos, Universidad
Veracruzana, Instituto de Filosofía, 2008, pp. 245 y 246.
[5]“Decir
que la sociedad es instituida significa que no ha sido producida
“naturalmente”, que es resultado de la acción humana. La acción propiamente
humana implica una intención, mediatizada por un sistema simbólico, lo que la
convierte en un proyecto, irreducible a cualquier comportamiento animal y a
toda explicación causal. En tanto que tal, su inteligibilidad remite, más que a
causas, a razones” Fressard, Olivier. “El imaginario social o la potencia de
inventar de los pueblos. En Transversales,
No 2, Madrid, Sepha Edición y Diseño, SL, 2006, p. 59.
[7]Ibid,
p. 217.
[8]Ibid,
p. 220.
[9]Fressard,
Olivier. “El
imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos. En: Transversales. Ob cit, p. 59.
[10]Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad.
V. 1., Ob cit., pp. 227 y 228.
[13]Carretero Pasín, Ángel
Enrique. “El imaginario social de Cornelius Castoriadis: la teoría social
revisitada”. En: Fragmentos del Caos.
Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis. Ob cit., p. 233.
[15]“…los hombres se hacen la
pregunta: ¿qué es el mundo humano?, y responden mediante un mito: el mundo humano es aquél que hace
sufrir una transformación a los datos naturales (en el que se hacen cocer los
alimentos); es finalmente una respuesta racional dada en lo imaginario por
medios simbólicos…” Ibíd., p. 239.
[17]“Castoriadis se pregunta
qué es lo que mantiene unida a la sociedad y le da su forma de ser y de hacer.
La respuesta es que la une su institución
–el conjunto de normas, valores, lenguaje, procedimientos y métodos de hacer
frente a las cosas y de hacer cosas-. Según Castoriadis la institución es una
red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y
relación variable, un componente funcional y un componente imaginario. El
elemento imaginario de una sociedad o de una época es lo que “da a la
funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica”. Es la
institución lo que convierte a la materia prima humana en individuos sociales:
todos somos fragmentos ambulantes de la institución de nuestra sociedad. Así,
la autoinstitución de la sociedad es la creación de un mundo humano y la
creación del individuo en quien está masivamente incorporada la institución de
la sociedad”. Vera, Juan Manuel. Castoriadis
(1922-1997). España, Ediciones Orto, Primera edición, 2001, pp. 37 y 38.
“…el simbolismo se refiere necesariamente a algo que no está entre lo
simbólico, y que tampoco está entre lo real-racional. Este elemento, que da a
la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica, que
sobredetermina la elección y las conexiones de las redes simbólicas, creación
de cada época histórica, su manera singular de vivir, de ver y de hacer su
propia existencia, su mundo y sus propias relaciones…”, Ibíd., p. 252.
[20]Ibíd., p. 256.
[21]“…los
hombres fueron, individual y colectivamente, ese querer, esa necesidad, ese hacer,
que se dio cada vez otro objeto y con ello otra “definición” de sí mismo”
Ibíd., p. 233.
[22]“Imagen del mundo e
imagen de sí mismo están siempre con toda evidencia vinculadas. Pero su unidad
viene dada a su vez por la definición que brinda cada sociedad de sus
necesidades, tal como se inscribe en la actividad, el hacer social efectivo…”
Ibíd., p. 259.
[23]Castoriadis, Cornelius.
“Institución primera e instituciones segundas”. En Figuras de lo pensable (Las encrucijadas del laberinto VI).
Argentina, Fondo de Cultura Económica, Primera Edición en Español, 2001, p.
123.
[24]“La institución de la
sociedad es institución de las significaciones imaginarias sociales y, por
principio, debe dar sentido a todo lo que pueda presentarse, tanto “en” la
sociedad como “fuera” de ella. La significación imaginaria social hace que las
cosas sean como tales cosas, las establece como lo que ella son y ese lo que
está establecido por la significación que es indisociablemente principio de
existencia, principio de pensamiento, principio de valor, principio de acción…”
Castoriadis, Cornelius. “La institución de la sociedad y de la religión. En Los dominios del hombre. Las encrucijadas
del laberinto. Barcelona, Gedisa Editorial, Tercera Reimpresión, 1998, p.
178.
[25] Fressard Olivier. “El imaginario
social o la potencia de inventar los pueblos”. En: Transversales. Ob cit., pp. 59 y 60.
[26]“…La autocreación de la
sociedad, que se traduce cada vez como disposición/institución de un magma
particular de significaciones imaginarias, escapa a la determinación porque es
precisamente autodisposición y no puede estar fundada en una razón universal ni
ser reducida a la correspondencia con un presunto ser así del mundo…”
Castoriadis, Cornelius. La institución
imaginaria de la sociedad. V. 1. Ob cit., p. 179.
[28]“`Imagen no quiere decir
aquí evidentemente calco o reflejo, sino que significa obra y operación de lo
imaginario radical, esquema imaginario organizador y constituyente. Las
significaciones imaginarias que organizan la sociedad no pueden sino ser
`coherentes` con aquellas que organizan el mundo… éste es el hecho fundamental que hasta ahora caracteriza la institución
de la sociedad...” Ibíd., p. 183.
[29]Ibíd., p. 189. La
institución es “producto de la actividad creadora de la sociedad…” Ibid, p.
190.
[31]“Entonces, ¿qué es una
sociedad? ¿Cómo se mantiene unida? En sustancia, Castoriadis responde: una
sociedad es un conjunto de significaciones imaginarias sociales encarnadas en
instituciones a las que animan. Las significaciones, que introducen en esto la
dimensión simbólica, son calificadas como imaginarias, pero, según Castoriadis,
el imaginario, como potencia de instituir y alterar, es anterior a lo simbólico.
Estas significaciones se encuentran encarnadas,
en el sentido de que lo más frecuente no es que se presenten como
representaciones explícitas que confieren a
posteriori sentido a los fenómenos, sino que, de manera implícita,
constituyen de entrada sentido en acto”
Fressard, Olivier. “El imaginario social o la potencia de inventar de los
pueblos. En: Transversales. Ob cit.,
p. 60.
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