martes, 1 de noviembre de 2011



La institución, la imagen 


y lo simbólico social


María Eugenia Cisneros Araujo

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“… Pero había estado pensando, lo imaginario no era lo irreal. Lo imaginario era lo posible, lo que todavía no es, y en esa proyección al futuro estaba, al mismo tiempo, lo que existe y lo que no existe.
Esos dos polos se intercambian continuamente. Y lo imaginario es ese intercambio. Había estado pensando”.
Ricardo Piglia Blanco nocturno

De acuerdo a Castoriadis, la sociedad como institución histórica imaginaria es concebible desde la imaginación radical, pues este núcleo originario se manifiesta en la praxis histórica mediante significaciones. El mundo social se constituye en la medida que los individuos construyen su existencia en una permanente definición que crean cuando hacen haciéndose; la manifestación de la imaginación radical en significaciones es la que articula y constituye a la sociedad y determina la identidad respecto a otras sociedades.
            Lo imaginario para Castoriadis refiere a la praxis social; estas prácticas de vida se presentan en lo imaginario como un eidos de la institución, para que los individuos y el colectivo puedan ver y sentir qué modo social están construyendo.
            Para el filósofo greco-francés, la institución se presenta en lo imaginario a partir de lo simbólico[1]. La premisa en la que se apoya el autor para fundamentar esta afirmación es la siguiente “Todo lo que se presenta a nosotros, en el mundo social-histórico, está indisolublemente tejido a lo simbólico”[2]. Es decir, en lo imaginario, las instituciones aparecen como imágenes que expresan símbolos.
Lo que destaca Castoriadis es que desde lo imaginario las instituciones son las imágenes y símbolos concretos que produce la praxis social[3]. Las instituciones son los símbolos que hacen visible lo imaginario instituido y todo lo que lo compone (economía, derecho, religión, política, lenguaje, modelo social, valores, procedimientos, entre otros). Lo imaginario se materializa en las instituciones como imágenes que expresan los símbolos de este modo histórico-social específico. El contenido de un símbolo consiste en los significantes y significado, donde se vinculan las imágenes con la realidad efectiva; por tanto, todo símbolo expresa una referencia a lo real y remite a una significación imaginaria[4]como imagen. Lo simbólico como elemento de lo imaginario representa lo racional y la imaginación.
            La sociedad se constituye en instituciones que también se mueven en un orden simbólico que se deriva de la praxis social establecida. Dicho de otro modo, el individuo y el colectivo se encuentra con unas instituciones establecidas que representan una realidad social constituida[5]. Estas instituciones encarnan lo histórico (pasado), el haciendo (presente), el por hacer (futuro). Entonces:
 “…nada permite determinar a priori el lugar por el que pasará la frontera de lo simbólico, el punto a partir del cual el simbolismo se desborda en lo funcional. No puede fijarse ni el grado general de simbolización, variable según las culturas, ni los factores que hacen que la simbolización afecte con una intensidad particular sobre tal aspecto de la vida de la sociedad considerada”[6].
            Del precedente párrafo se deriva que lo simbólico no se puede fijar de antemano, porque este fluye de la praxis social. La actividad de los individuos y el colectivo construye sus instituciones. Es claro que para el filósofo greco-francés las instituciones no responden a una estructura a priori que no tiene relación con la realidad social. Según el autor, cuando las instituciones responden a esquemas predeterminados representan una estructura racional, funcional y lógica, un sistema cerrado totalmente ajeno a la vida social. Cuando responden a las prácticas cotidianas, entonces se incorpora a la realidad la dimensión de lo imaginario, porque se le da cabida a lo simbólico como imágenes que expresan un contenido de la realidad que los individuos y el colectivo están construyendo.
“La sociedad constituye un simbolismo pero no en total libertad. El simbolismo se agarra a lo natural, y se agarra a lo histórico (a lo que ya estaba ahí); participa finalmente en lo racional. Todo esto hace que emerjan unos encadenamientos de significantes, unas relaciones entre significantes y significados, unas conexiones y unas consecuencias a los que no se apuntaba, ni estaban previstos…”[7].
            Al respecto, puedo decir que lo simbólico participa del movimiento vital de lo imaginario: la praxis social. Por ello, capta lo racional y lo imaginativo, la necesidad y la contingencia, la determinación y la indeterminación. Participa de las conexiones que devienen de la espontaneidad, pero también de las establecidas por los individuos de antemano. Lo fundamental es que las instituciones son la copia de la praxis social, no son producto de teorías ni de fines predeterminados. En ellas se representa lo instituido y también el paso a lo instituyente, porque las instituciones representan en imágenes concretas, visibles la praxis social.
“…lo imaginario debe utilizar lo simbólico, no sólo para “expresarse”, lo cual es evidente, sino para “existir”, para pasar de lo virtual a cualquier otra cosa más. El delirio más elaborado, como el fantasma más secreto y más vago, están hechos de “imágenes”, pero estas “imágenes” están ahí como representante de otra cosa, tienen, pues, una función simbólica. Pero también, inversamente, el simbolismo presupone la capacidad imaginaria, ya que presupone la capacidad de ver en una cosa, lo que no es, de verla otra de lo que es. Sin embargo, en la medida en que lo imaginario vuelve finalmente a la facultad originaria de plantear o de darse, bajo el modo de la representación, una cosa y una relación que no son (que no están dadas en la percepción o que jamás lo han sido), hablaremos de un imaginario efectivo y de lo simbólico. Es finalmente la capacidad elemental e irreductible de evocar una imagen”[8].
            De las anteriores palabras se desprende que lo imaginario requiere de lo simbólico para expresarse, materializarse, hacerse visible; las instituciones se presentan en lo imaginario como imágenes de la praxis social, se aparecen como copias de la actividad social efectiva. En otras palabras, las instituciones en lo imaginario se muestran como imágenes, no como conceptos. Por esta razón, explica Olivier Fressard lo siguiente:
Imaginario. Decir que dicha institución es imaginaria significa, en primer lugar, que es un fenómeno del espíritu, y, en segundo lugar, que las significaciones y valores que orientan la sociedad son una invención de los seres humanos. Tienen que ser puestas en relación con una capacidad de creación. Las significaciones sociales, por tanto, no son naturales ni (completamente) racionales”[9].
            De acuerdo a lo señalado por Fressard, una institución imaginaria, es producto de la potencia creadora del colectivo y de los individuos que se hace en praxis social. Imaginación e imaginario se vinculan para producir instituciones que encarnen las significaciones imaginarias sociales que devienen de las acciones individuales y colectivas. “La institución es una red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y relación variables, un componente funcional y un componente imaginario”[10]. Las instituciones al ser imágenes de la praxis social, permiten que los individuos y el colectivo se reconozcan en éstas porque son su creación.
            “Las instituciones forman una red simbólica, pero esta red, por definición, remite a otra cosa que al simbolismo”[11]. Las instituciones representan el contenido real social efectivo como cadenas de significaciones que responden a la causalidad, pero también incorporan a esta cadena lo no-causal. La significación contiene racionalidad e imaginación. Representa lo establecido y la posibilidad de cambio, de transformación. Las instituciones la construyen los individuos y el colectivo, porque se trata de sujetos efectivos y no trascendentales.
“El mal comienza también cuando Heráclito se atrevió a decir: “Escuchando, no a mí, sino al logos, convenceros de que…”…Pero no escuchéis a Heráclito. Esa humildad no es más que el colmo de la arrogancia. Jamás es el logos lo que escucháis; siempre es a alguien, tal como es, desde donde está, que habla por su cuenta y riesgo, pero también por el vuestro…”[12]
            Del precedente párrafo queda claro que los individuos y el colectivo son los únicos que pueden transformar lo establecido, son los que ponen en movimiento lo instituyente. Y ello es posible, porque las instituciones muestran el pasado, el presente y el por ser. En otras palabras, en las instituciones “…la modificación del destino histórico de las sociedades es siempre el resultado de una creación eminentemente humana donde cobra una especial relevancia el orden de lo simbólico-imaginario[13].
“El hombre no es…una cerradura que tiene su llave (que hay que volver a encontrar o fabricar). El hombre no puede existir sino definiéndose cada vez como un conjunto de necesidades y de objetos correspondientes, pero supera siempre estas definiciones –y, si las supera (no solamente en un virtual permanente, sino en la efectividad, del movimiento histórico), es porque salen de él mismo, porque él las inventa…él las hace haciendo y haciéndose, y porque ninguna definición racional, natural o histórica permite fijarlas de una vez por todas”[14].
            De allí se puede interpretar que en la praxis social los hombres crean sus significaciones, que se expresan en las instituciones mostrando así si están construyendo o por el contrario están destruyendo[15]. Lo instituyente lo generan los individuos y el colectivo mediante una actividad continua que implica el cuestionamiento permanente de sí y del entorno. Es el cuestionamiento lo que lo impulsa a superar las definiciones y a inventar otras para superarlas nuevamente. El mundo humano consiste en la transformación, tanto de lo individual, como de lo colectivo. Cuando la praxis social está en movimiento, entonces los individuos y el colectivo emprende los cambios, las modificaciones. Las instituciones responden a la praxis social que incorpora en su hacer lo espontáneo y dinámico. Mientras los hombres actúen en esa proporción las instituciones cambiarán.

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La institución lleva “una significación, símbolo, mito y enunciado de regla que remite a un sentido organizador de una infinidad de actos humanos, que hace levantar en medio del campo de lo posible la muralla que separa lo lícito de lo ilícito, que crea un valor, y vuelve a disponer todo el sistema de las significaciones…”[16]. Las instituciones como representación de la praxis social dan sentido a la forma histórica-social creada por los individuos y el colectivo como un sistema de sanciones, valores, mitos, ética, que concretizan al individuo y al colectivo en la cotidianidad que están viviendo[17].
            La praxis social se organiza como una forma o modelo, que es la institución. Siendo esto así, la sociedad es una institución imaginaria producto de la actividad humana. La institución presenta la forma social que la praxis humana está construyendo, la cual puede ser constructiva como la democracia o destructiva como los totalitarismos. En este sentido, Castoriadis dice que:
“Toda sociedad hasta ahora ha intentado dar respuestas a cuestiones fundamentales: ¿Quiénes somos como colectividad?, ¿qué somos los unos para los otros?, ¿dónde y en qué estamos?, ¿qué queremos, qué deseamos, qué nos hace falta? La sociedad debe definir su “identidad”, su articulación, el mundo, sus relaciones con él y con los objetos que contienen, sus necesidades y sus deseos. Sin la “respuesta” a estas “preguntas”, sin estas “definiciones”, no hay mundo humano, ni sociedad, ni cultura -pues todo se quedaría en caos indiferenciado. El papel de las significaciones imaginarias es proporcionar a estas preguntas una respuesta, respuesta que, con toda evidencia, ni la “realidad” ni la “racionalidad” pueden proporcionar…”[18].
Esas respuestas surgen de la praxis social. Es en el hacer donde se labra el sentido que cada sociedad le atribuye a su estilo de vida y que las instituciones representan. En el hacer se dan las interrogantes y también las respuestas. Estas no están prefijadas. Es así como la raíz de la forma social se encuentra en el hacer, actuar, en la experiencia, en las prácticas de vida, de allí emergen las significaciones. Las significaciones son los efectos de la actividad humana que las instituciones encarnan. En este contexto, afirma el filósofo greco-francés que “…el sentido auténtico de una sociedad ha de ser buscado en primer lugar en su vida y su actividad efectivas… Vida y actividad de las sociedades son precisamente la posición, la definición de este sentido”[19]. Vida y actividad se refiere a la praxis social que se desarrolla en la cotidianidad que embarga a los individuos y al colectivo, cada día de su existencia, desde que nacen hasta que mueren. Relación con los padres, entorno familiar y social, educación de los padres y familia, educación en el colegio, universidad, trabajo, tiempo libre, diversión, amor, sexualidad, procreación, salud, enfermedad, política, religión, relación con los otros, muerte, diversión, arte, entre otras.
            Para Castoriadis “…el hombre es un animal inconscientemente filosófico, que se planteó las cuestiones de la filosofía en los hechos mucho tiempo antes de que la filosofía existiese como reflexión explícita; y es un animal poético, que proporcionó en lo imaginario unas respuestas a esas cuestiones”[20]. Dicho de otro modo, el hombre es un animal de acción, sueños, creación, invención, de praxis social. El hombre primero es un cuerpo de acción, de hechos, de pasión, de imaginación; luego de reflexión, porque es un ser de carne y hueso, que vive y padece lo real social efectivo y se hace preguntas, analiza lo que vive. Es poético, porque es capaz de inventar nuevas formas de vida[21]. Los hombres son cuerpos que generan praxis social[22]. La institución representa lo imaginario, su imagen le ofrece sentido a los individuos y al colectivo porque ven lo que están haciendo.
            Por la institución la sociedad existe, en ella se encarna su forma, su sentido y estilo de vida. La institución representa el decir y el hacer social, el poder, la religión, lo político, la política, la sexualidad, la relación individual y colectiva. Las instituciones presentan la forma como los individuos socializan, porque contribuyen a educarlo.
“…la sociedad –la institución- no está solamente para “contener la violencia” del ser humano individual, como lo pensaban Hobbes o anteriormente los sofistas del siglo V a.C.; ni siquiera para “reprimir las pulsiones”, como lo pensaba Freud. La sociedad está aquí para humanizar a este pequeño monstruo que llega al mundo bramando y para que resulte apto para la vida… De tal manera que la institución de la sociedad debe, cada vez, insertar en una vida colectiva y real…a este ser egocéntrico que remite todo a sí mismo y es capaz de vivir casi eternamente en el puro placer de representación… la institución… provee a la psique de otra fuente de sentido: la significación imaginaria social-…”[23]
            La idea central de Castoriadis es que las instituciones socializan a los hombres, porque le ofrecen un sentido de vida que, en principio, estos aceptan. Las instituciones educan a los individuos y al colectivo. Esta socialización se produce cuando la institución vincula a los hombres con la praxis social establecida[24]; “¿quién instituye a la sociedad?... Es obra de un colectivo anónimo e indivisible, que trasciende a los individuos y se impone a ellos. El imaginario social provee a la psique de significaciones y valores, y a los individuos les da los medios para comunicarse y les dota de las formas de la cooperación. Es así, no a la inversa”[25]. La afirmación contundente: el individuo y lo social desde lo imaginario son dos polos que se encuentran indisolublemente unidos. La sociedad socializa al individuo, luego el individuo transforma la institución instituida.


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            Se puede decir que lo imaginario se vale de la institución para hacerse visible. Lo visible consiste en que la institución capta las conexiones de las significaciones imaginarias que devienen del hacer humano. La institución encarna en sí el sentido de las significaciones que crean los hombres. Es una red donde todos estos elementos están interconectados, pero lo que hace que el hombre pueda verse, que esta red sea accesible a los hombres por el tacto, el oído, la vista, el olfato, es la institución. Esto que los hombres pueden tocar, ver, tener acceso, les muestra el sentido de lo que están haciendo. Claro está, el origen de las significaciones se encuentra en el hacer humano; siendo esto así, las significaciones son creaciones, invenciones. En ellas confluyen lo racional y lo imaginativo, la contingencia y la necesidad, el sentido y el sinsentido. Son producto de la praxis social y no de una razón universal[26].
Por consiguiente, la institución existe si los individuos y el colectivo la construyen y desaparece si los individuos y la colectividad la destruyen. La institución “establece, en efecto, que el ser es significación y que la significación (social) pertenece al ser…”[27]. Cuando la institución muestra las significaciones imaginarias sociales dotadas de sentido, ofrece a los hombres la posibilidad de coherencia, organización, la posibilidad de salir del caos, del estado de naturaleza, como señaló Hobbes.
En las instituciones se rezuman las significaciones y las presenta como el modelo social que hacen los hombres haciendo y haciéndose. Las instituciones constituyen la imagen de la sociedad. Imagen aquí, no es reflejo de, representación de. Imagen aquí es creación incesante y esencialmente novedosa social-histórica y psíquica de formas que tratan del hacer humano[28]. La sociedad se presenta como institución, la institución organiza a la sociedad y las significaciones proveen de sentido a esa institución específica y única. La institución les ofrece a los hombres metas de vida individual y también como colectivo, establece normas y valores que orientan la vida de los hombres, les proporciona ubicuidad en el mundo. Los individuos y el colectivo crean las instituciones para distanciarse del caos, de la locura, del desorden, de sus fantasmas.
“…así como el individuo en general no puede reconocer el abismo que está en él mismo, tampoco la sociedad pudo hasta ahora reconocerse como matriz y como abismo. La institución social asigna cada vez al individuo imaginariamente un origen o causa y un para qué que es fin o destino. Le asigna como origen una genealogía, una familia, el medio social mismo a fin de que el individuo pueda encubrir y desconocer el núcleo abismal que está en sí mismo, olvidar que no puede ser reducido a ningún origen, que siempre es también otro de lo que es… que su fabricación social como individuo nunca podrá hacer volver el futuro a lo que ya fue. Le asigna un para qué –una función, un fin, un destino social y cósmico- a fin de hacerle olvidar que su existencia no tiene para qué ni fin…”[29].

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En mi opinión un ejemplo de cómo la institución muestra la transformación de lo instituido a lo instituyente y de cómo le ofrece un sentido al individuo y al colectivo de autocreación y creación se encuentra en el caso de Gabrielle Bonheur "Coco" Chanel (1883-1971).
Esta diseñadora encontró otras formas de vestir a la mujer, innovó en la ropa femenina. Observadora innata, criticaba la estricta moda que seguían las mujeres de su tiempo (grandes sombreros cargados de pieles de animales y flores, corsés y diseños recargados) y desplegó toda su imaginería hasta convertirse en una de las grandes diseñadoras del siglo XX.
Chanel en 1914, se introdujo en el mundo de la moda con el diseño de sombreros, y a continuación lanzó una modesta colección de jerséis inspirados en prendas marineras. En 1916, abrió su taller en París, desde donde revolucionó el mundo de la alta costura creando una línea marcada por la sencillez del orfanatorio y la comodidad, pero con un toque de alta distinción; su moda fue rápidamente adoptada por el encumbrado público parisino. Al tiempo que combinó ese vestuario con la joyería de fantasía, creó la falda plisada corta y logró introducir al vestuario femenino en el traje de punto, el vestido camisero, el traje negro (símbolo desde entonces de la elegancia) y el pantalón, algo insólito para la época, pues las mujeres no utilizaban pantalón. En 1926, diseñó su primer traje sastre, caracterizado por la chaqueta holgada.
Coco Chanel fue así mismo una de las primeras diseñadoras que asociaron costura y perfume, algo que pudo conseguir gracias a que probablemente sea el perfume más célebre de todos los tiempos, el Chanel Nº 5. Su frase más célebre fue: «Todo lo que es moda pasa de moda».
Coco Chanel logró transformar lo dado en otro, esto es, cambió el estilo de vestir de las mujeres de su época. De vestido con exceso de adornos a vestidos sencillos; de vestido al uso de pantalón. Introdujo nuevas significaciones en la ropa femenina como la sencillez, la sobriedad, propuso otros colores y logró introducir el uso de pantalones para las mujeres, cuestión inconcebible para ese entonces. Coco constituyó un novedoso estilo de ropa que produjo la emergencia de nuevas significaciones y con ello también el surgimiento de otras instituciones que comenzaron a aceptar un nuevo estilo de moda en la ropa de las mujeres. Se trata de:
“…la capacidad de darse lo que no es (lo que no es dado en la percepción, o lo que no es dado en los encadenamientos simbólicos del pensamiento racional ya constituido)…lo esencial de la creación no es “descubrimiento”, sino constitución de lo nuevo: el arte no descubre, constituye; y la relación de lo que constituye con lo “real”, relación con seguridad muy compleja, no es en todo caso una relación de verificación. Y, en el plano social, que es aquí nuestro interés central, la emergencia de nuevas instituciones y de nuevas maneras de vivir, tampoco es un “descubrimiento”, es una constitución activa…”[30]
Las significaciones se originan en las acciones de los hombres. Es por la actividad que los hombres transforman, cambian lo establecido. La propia actividad ya tiene un sentido para el individuo. La confección de ropa tenía sentido para Coco Chanel. Disfrutaba presentarse con sus nuevas propuestas en las reuniones, fiestas de la sociedad parisina. Su presencia con estas ropas chocaba los valores establecidos, la institución de lo que debía ser una mujer. Debido a su capacidad creadora y a la praxis social femenina se transformó la institución por una que aprehendió y aceptó las nuevas significaciones en las prendas de vestir femenina.
            En resumen, se puede decir que las instituciones representan la praxis social que desarrollan los individuos y la colectividad en un momento dado, que salvan a los individuos del caos y el desorden proveyéndoles un sentido de ser en sus prácticas de vida cotidiana[31]. La institución es la que le da forma a las significaciones sociales, esta forma concreta, sensible encarna el sentido y estilo de vida que los individuos y el colectivo están viviendo; así como también muestra que ese sentido caducó y se hace necesaria la puesta en práctica de la actividad imaginativa de los individuos y el colectivo para transformar y crear otros sentidos de vida.



[1]…las instituciones sociales adquieren siempre un sentido en el contexto de una red simbólico-imaginaria donde éstas se encuentran consustancialmente enmarcadas. De manera que la totalidad de las instituciones sociales se hallarían subordinadas a un orden simbólico que las trascendería y donde éstas llegarían a adquirir toda su auténtica significación. Cada modelo particular de sociedad, entiende Castoriadis, reposaría sobre una matriz simbólica central de la cual se llegaría a irradiar una determinada inteligibilidad, significación y organización a la totalidad de la experiencia social y lógicamente a las instituciones en ella albergadas…” Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad, V.1. Buenos Aires, Tusquets Editores, 2ª Reimpresión, 2003, p. 232.
[2]Ibid, p. 201.
[3]“…Las instituciones no se reducen a lo simbólico, pero no pueden existir más que en lo simbólico, son imposibles fuera de un simbólico en segundo grado y constituyen cada una su red simbólica…” Ídem.
[4]“La imagen simbólica, en su dimensión material, perceptible, si se quiere real, logra concentrar en su seno y también nos remite a una subyacente representación imaginaria propiamente imperceptible, inmaterial, irreal…Lo imaginario se nos encarnaría, se nos presentificaría, únicamente en el terreno de lo simbólico, si bien su sustancialidad trascendería el ámbito de lo exclusivamente material…”lo irreal” sostiene “lo real”, “lo invisible” es condición de posibilidad misma de “lo visible”, lo “no categorizable” induce, curiosamente, un mundo estructurado y organizado... De manera que pensamos, actuamos, amamos o nos relacionamos desde y a partir de algo que nos trasciende y que no siempre se nos muestra transparente –el imaginario social- y del cual sería un grave error creerse por completo independizados…” Carretero Pasín, Ángel Enrique. “El imaginario social de Cornelius Castoriadis: la teoría social revisitada”. En: Fragmentos del Caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis. Buenos Aires, Editorial Biblos, Universidad Veracruzana, Instituto de Filosofía, 2008, pp. 245 y 246.
[5]“Decir que la sociedad es instituida significa que no ha sido producida “naturalmente”, que es resultado de la acción humana. La acción propiamente humana implica una intención, mediatizada por un sistema simbólico, lo que la convierte en un proyecto, irreducible a cualquier comportamiento animal y a toda explicación causal. En tanto que tal, su inteligibilidad remite, más que a causas, a razones” Fressard, Olivier. “El imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos. En Transversales, No 2, Madrid, Sepha Edición y Diseño, SL, 2006, p. 59.
[6] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad, V. 1, Ob. cit., p. 214.
[7]Ibid, p. 217.
[8]Ibid, p. 220.
[9]Fressard, Olivier. El imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos. En: Transversales. Ob cit, p. 59.
[10]Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. V. 1., Ob cit., pp. 227 y 228.
[11]Ibíd., pp. 236 y 237.
[12]Ibíd., p. 11.
[13]Carretero Pasín, Ángel Enrique. “El imaginario social de Cornelius Castoriadis: la teoría social revisitada”. En: Fragmentos del Caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis. Ob cit., p. 233.
[14]Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. V. 1., Ob cit., p. 235.
[15]“…los hombres se hacen la pregunta: ¿qué es el mundo humano?, y responden mediante un mito: el mundo humano es aquél que hace sufrir una transformación a los datos naturales (en el que se hacen cocer los alimentos); es finalmente una respuesta racional dada en lo imaginario por medios simbólicos…” Ibíd., p. 239.
[16]Ibíd., p. 241.
[17]“Castoriadis se pregunta qué es lo que mantiene unida a la sociedad y le da su forma de ser y de hacer. La respuesta es que la une su institución –el conjunto de normas, valores, lenguaje, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y de hacer cosas-. Según Castoriadis la institución es una red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y relación variable, un componente funcional y un componente imaginario. El elemento imaginario de una sociedad o de una época es lo que “da a la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica”. Es la institución lo que convierte a la materia prima humana en individuos sociales: todos somos fragmentos ambulantes de la institución de nuestra sociedad. Así, la autoinstitución de la sociedad es la creación de un mundo humano y la creación del individuo en quien está masivamente incorporada la institución de la sociedad”. Vera, Juan Manuel. Castoriadis (1922-1997). España, Ediciones Orto, Primera edición, 2001, pp. 37 y 38. “…el simbolismo se refiere necesariamente a algo que no está entre lo simbólico, y que tampoco está entre lo real-racional. Este elemento, que da a la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica, que sobredetermina la elección y las conexiones de las redes simbólicas, creación de cada época histórica, su manera singular de vivir, de ver y de hacer su propia existencia, su mundo y sus propias relaciones…”, Ibíd., p. 252.
[18]Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. V. 1., Ob cit., p. 254 y 255.
[19]Ibíd., p. 255.
[20]Ibíd., p. 256.
[21]“…los hombres fueron, individual y colectivamente, ese querer, esa necesidad, ese hacer, que se dio cada vez otro objeto y con ello otra “definición” de sí mismo” Ibíd., p. 233.
[22]“Imagen del mundo e imagen de sí mismo están siempre con toda evidencia vinculadas. Pero su unidad viene dada a su vez por la definición que brinda cada sociedad de sus necesidades, tal como se inscribe en la actividad, el hacer social efectivo…” Ibíd., p. 259.
[23]Castoriadis, Cornelius. “Institución primera e instituciones segundas”. En Figuras de lo pensable (Las encrucijadas del laberinto VI). Argentina, Fondo de Cultura Económica, Primera Edición en Español, 2001, p. 123.
[24]“La institución de la sociedad es institución de las significaciones imaginarias sociales y, por principio, debe dar sentido a todo lo que pueda presentarse, tanto “en” la sociedad como “fuera” de ella. La significación imaginaria social hace que las cosas sean como tales cosas, las establece como lo que ella son y ese lo que está establecido por la significación que es indisociablemente principio de existencia, principio de pensamiento, principio de valor, principio de acción…” Castoriadis, Cornelius. “La institución de la sociedad y de la religión. En Los dominios del hombre. Las encrucijadas del laberinto. Barcelona, Gedisa Editorial, Tercera Reimpresión, 1998, p. 178.
[25] Fressard Olivier. “El imaginario social o la potencia de inventar los pueblos”. En: Transversales. Ob cit., pp. 59 y 60.
[26]“…La autocreación de la sociedad, que se traduce cada vez como disposición/institución de un magma particular de significaciones imaginarias, escapa a la determinación porque es precisamente autodisposición y no puede estar fundada en una razón universal ni ser reducida a la correspondencia con un presunto ser así del mundo…” Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. V. 1. Ob cit., p. 179.
[27]Ibíd., p. 181.
[28]“`Imagen no quiere decir aquí evidentemente calco o reflejo, sino que significa obra y operación de lo imaginario radical, esquema imaginario organizador y constituyente. Las significaciones imaginarias que organizan la sociedad no pueden sino ser `coherentes` con aquellas que organizan el mundo… éste es el hecho fundamental que hasta ahora caracteriza la institución de la sociedad...” Ibíd., p. 183.
[29]Ibíd., p. 189. La institución es “producto de la actividad creadora de la sociedad…” Ibid, p. 190.
[30]Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad, V1, Ob. Cit., p. 231.
[31]“Entonces, ¿qué es una sociedad? ¿Cómo se mantiene unida? En sustancia, Castoriadis responde: una sociedad es un conjunto de significaciones imaginarias sociales encarnadas en instituciones a las que animan. Las significaciones, que introducen en esto la dimensión simbólica, son calificadas como imaginarias, pero, según Castoriadis, el imaginario, como potencia de instituir y alterar, es anterior a lo simbólico. Estas significaciones se encuentran encarnadas, en el sentido de que lo más frecuente no es que se presenten como representaciones explícitas que confieren a posteriori sentido a los fenómenos, sino que, de manera implícita, constituyen de entrada sentido en acto” Fressard, Olivier. “El imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos. En: Transversales. Ob cit., p. 60.

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