sábado, 1 de septiembre de 2012



Sobre las mujeres 

Jean Jacques Rousseau
(Traducción libre de David De los Reyes)





Otro tema de mi interés  es el tono de confianza  con el que  hacemos la brillante enumeración de todos los grandes hombres que la historia celebra para colocarlos paralelamente  con el pequeño número de heroínas que la misma historia  se ha dignado recordar,  creyendo encontrar una  ventaja en dicha comparación. Eh! Señores, dejen expresar  a las mujeres la fantasía de trasmitir sus logros a la posteridad y veréis qué posición  tendréis   en ello al compararlas;  si ellas no se han adjudicado  justas razones para ser reconocidas  es debido a la preeminencia  que le hemos usurpado con tanto orgullo los hombres.
 Después de todo, si entramos  equitativamente en el detalle de todas las bellas acciones que los tiempos han hecho  que ellas se manifiesten, y examinamos las verdaderas razones que han podido aumentarse o disminuirse su número, no dudo para nada que   encontremos en ello muchos más  casos  de los que hallamos en principio y  aquel balance no permanecerá nunca más en  equilibrio.
Consideremos primeramente a las mujeres privadas de su libertad por la tiranía de los hombres, que  han dirigido todas las cosas, porque las coronas, los cargos, los empleos, el mando militar, todo eso ha estado en sus manos,  y ellos han estado amparados desde los comienzos de los tiempos por no sé qué derecho natural que yo jamás he podido comprender del todo  y que  no podría tener otro fundamento que el de la fuerza mayor. Consideremos  también el carácter del espíritu humano, que no ve sino lo brillante,  que no admira la virtud sino en el medio de los grandes personajes y de la majestad, que desprecia todo lo que no puede llegar a ser aún más grande y más admirable en su  Estado compuesto de personas sumisas y dependientes.
Luego de haber especulado sobre todas esas cosas, entremos en el detalle de la comparación y coloquemos  de forma paralela a Mitriades con Zenobia, Rómulo con Dido, Catón de Utica con Lucrecia, en el que uno se da la muerte por la pérdida de la libertad y  ella por su honor, el conde de Dunois con  Juana de Arco, Artemisa, Fulvia, Elisabeth, la condesa de Tekeli y tantas otras heroínas  de todos los tiempos  con los más grandes hombres, y encontraremos,  claro está, un número mayor de ellos, pero  en recompensa veremos en el otro sexo modelos tan perfectos y además todo tipo de virtudes civiles y morales. Si las mujeres hubieran tenido su presencia igual que la de nosotros en cualquier asunto, y en los gobiernos de los Imperios, hubieran quizás  podido llegar más lejos  el heroísmo y la grandeza de coraje, y hubieran sido recordadas en un mayor número. Pocas de ellas han tenido la felicidad de gobernar Estados y de comandar ejércitos,  y han sido dejadas en la oscuridad, sin embargo ellas todas se han  distinguido por algún motivo brillante, en que su mérito le da nuestra admiración. De hecho podemos decir ante tantos monarcas  que han gobernado naciones, cuántos hay, como ha dicho Voltaire,  que  su nombre no merece encontrarse más allá de las tablas cronológicas en donde sólo han servido a la época? Lo he repetido de todas las formas, las mujeres  hubieran podido dar  los más grandes ejemplos   de grandeza de alma y de amor a  la virtud en mayor número en que los hombres jamás lo han hecho; eso  si nuestra injusticia no les hubiera arrebatado  su libertad en todas las ocasiones de manifestarlas a los ojos del mundo.
Reservo  de hablarles en otra ocasión de las mujeres que han  tenido parte en la República de las Letras   y que  han decorado sus obras ingeniosas y plenas de delicadeces.




Traducido  del texto en francés de las Oebres Complétes de J. J. Rousseau t.II, p. 1254s. Ed. Gallimard. Paris, 1964.

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