Sobre las mujeres
Jean Jacques
Rousseau
(Traducción
libre de David De los Reyes)
Otro
tema de mi interés es el tono de
confianza con el que hacemos la brillante enumeración de todos los
grandes hombres que la historia celebra para colocarlos paralelamente con el pequeño número de heroínas que la misma
historia se ha dignado recordar, creyendo encontrar una ventaja en dicha comparación. Eh! Señores,
dejen expresar a las mujeres la fantasía
de trasmitir sus logros a la posteridad y veréis qué posición tendréis
en ello al compararlas; si ellas
no se han adjudicado justas razones para
ser reconocidas es debido a la
preeminencia que le hemos usurpado con
tanto orgullo los hombres.
Después de todo, si entramos equitativamente en el detalle de todas las
bellas acciones que los tiempos han hecho
que ellas se manifiesten, y examinamos las verdaderas razones que han
podido aumentarse o disminuirse su número, no dudo para nada que encontremos en ello muchos más casos
de los que hallamos en principio y
aquel balance no permanecerá nunca más en equilibrio.
Consideremos
primeramente a las mujeres privadas de su libertad por la tiranía de los
hombres, que han dirigido todas las
cosas, porque las coronas, los cargos, los empleos, el mando militar, todo eso
ha estado en sus manos, y ellos han
estado amparados desde los comienzos de los tiempos por no sé qué derecho
natural que yo jamás he podido comprender del todo y que
no podría tener otro fundamento que el de la fuerza mayor. Consideremos también el carácter del espíritu humano, que
no ve sino lo brillante, que no admira
la virtud sino en el medio de los grandes personajes y de la majestad, que
desprecia todo lo que no puede llegar a ser aún más grande y más admirable en
su Estado compuesto de personas sumisas
y dependientes.
Luego
de haber especulado sobre todas esas cosas, entremos en el detalle de la
comparación y coloquemos de forma
paralela a Mitriades con Zenobia, Rómulo con Dido, Catón de Utica con Lucrecia,
en el que uno se da la muerte por la pérdida de la libertad y ella por su honor, el conde de Dunois con Juana de Arco, Artemisa, Fulvia, Elisabeth,
la condesa de Tekeli y tantas otras heroínas
de todos los tiempos con los más
grandes hombres, y encontraremos, claro
está, un número mayor de ellos, pero en
recompensa veremos en el otro sexo modelos tan perfectos y además todo tipo de
virtudes civiles y morales. Si las mujeres hubieran tenido su presencia igual
que la de nosotros en cualquier asunto, y en los gobiernos de los Imperios,
hubieran quizás podido llegar más
lejos el heroísmo y la grandeza de
coraje, y hubieran sido recordadas en un mayor número. Pocas de ellas han
tenido la felicidad de gobernar Estados y de comandar ejércitos, y han sido dejadas en la oscuridad, sin
embargo ellas todas se han distinguido
por algún motivo brillante, en que su mérito le da nuestra admiración. De hecho
podemos decir ante tantos monarcas que
han gobernado naciones, cuántos hay, como ha dicho Voltaire, que su
nombre no merece encontrarse más allá de las tablas cronológicas en donde sólo
han servido a la época? Lo he repetido de todas las formas, las mujeres hubieran podido dar los más grandes ejemplos de grandeza de alma y de amor a la virtud en mayor número en que los hombres
jamás lo han hecho; eso si nuestra
injusticia no les hubiera arrebatado su
libertad en todas las ocasiones de manifestarlas a los ojos del mundo.
Reservo de hablarles en otra ocasión de las mujeres
que han tenido parte en la República de
las Letras y que han decorado sus obras ingeniosas y plenas de
delicadeces.
Traducido
del texto en francés de las Oebres Complétes de J. J. Rousseau t.II, p.
1254s. Ed. Gallimard. Paris, 1964.
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