sábado, 1 de septiembre de 2012


Rousseau y el origen del lenguaje.

David De los Reyes



El  buen salvaje-ciudadano Rousseau  dieciochesco nos da un maravilloso librito sobre el lenguaje, Ensayo  sobre  el origen de las lenguas[1], todo  impregnado de su  pasión y sensibilidad romántica.  Obra que se inscribe dentro de  las reflexiones filosóficas sobre el lenguaje [2] y  no  pasó desapercibida ni para el Levy-Strauss del  Pensamiento Salvaje[3],  ni para Jacques Derridá en su Gramatología[4].
En el ginebrino volvemos a encontrar que el lenguaje es algo más que conocimiento o comunicación; el lenguaje define  a las naciones entre sí, las separa o las une, las distingue y las limita. Las palabras son la primera institución social,  de donde su forma se debe a causas naturales y arbitrarias.  Pero  encontramos una relación de la lengua con los gobiernos (como vimos con Aristóteles). Las lenguas se forman  sobre las necesidades de los hombres y se alteran según los cambios de las necesidades.
El origen está en la necesidad de comunicar nuestras  pasiones. Postura antropológica más que teísta, a diferencia de Platón o Hobbes; la perfección de Dios no dona la palabra al hombre; es   la pasión que abriga su pecho  la que busca desatar la coraza de la separación  con sus semejantes y tramar un puente  a través del sonido volátil, efímero, inmediato, recurrente y sin retorno que brota de su garganta. El hombre al reconocerse como ser sintiente, pensante y semejante a otro,  se vio dominado por el deseo  o la necesidad  de comunicar los sentimientos y sus pensamientos llevándolo a buscar los medios adecuados para ello. Lenguaje del gesto, lenguaje de la voz, actos de habla,  fenómenos  naturales. Los gestos: más fáciles, menos convencionales, alcanzan a nuestros ojos más que a mis oídos y sus figuras tienen una mayor variedad que los sonidos; los gestos  son más expresivos y dicen más  en menos tiempo. “Lo que más profundo tenían los antiguos, no lo expresaban con palabras sino con signos: no lo decían, lo mostraban”. El lenguaje tiene mayor significación y energía  cuando  el signo  ha dicho todo antes de hablar.
Rousseau ha pensado que  si el hombre sólo hubiera tenido  necesidades físicas posiblemente no se hubiera sentido con la persistente necesidad de comunicarse mediante palabras, hubiera podido prescindir del habla y llegar a entendernos perfectamente con el lenguaje del gesto. ¿Por qué no sucedió así? ¿Qué nos llevó a saltar  fuera del círculo de tiza gestual? ¿El hombre, mero animal político o  animal  lingüístico/parlante?  El lenguaje que poseen  los animales  para comunicarse    fue considerado como   lenguaje natural y no es adquirido postnacimiento por injerencia de un medio cultural.  Los animales que emiten sus chillidos, sus danzas, sus  transpiraciones aromáticas ya vienen equipados de nacimiento para no alterar esa única  forma y sentido de interrelación (los trabajos, en nuestro siglo,  de  Karl Von Frisch, Mauricio Maeterlinck, Konrad Lorenz, Niko Tinbergen, Heribert Schmid, Desmond Morris entre otros,  son  ejemplares al respecto); al nacer no pueden  despegarse ni alterar  ese dispositivo comunicacional, no crean artificio, se quedan dentro del cerco del lenguaje natural. La lengua de  artificio y de convenciones  pertenece al hombre. De ahí que el hombre  cambie,  progrese, para bien o para mal,  y  que los animales se mantengan en su mundo feliz -mientras no se acerque a sus frágiles reservaciones la faz  de la civilización humana.
Para el hombre la comunicación estará menos  arraigada   como necesidad que como expresión.  No se debe  a las primeras necesidades. La comunicación no tiene su origen ni en el lenguaje ni en la sed sino en las pasiones: amor, odio, piedad, cólera, envidia, alegría, es lo que lo llevó  a arrancarse de sí las primeras voces para hacerse sentir, mostrar y distinguir: se caza y se come en silencio, pero para conmover un corazón  joven la naturaleza reclama acentos, gritos, quejas: “he ahí las palabras inventadas más antiguas, y he ahí  por qué  las primeras lenguas  fueron  melodiosas y apasionadas antes de ser simples y metódicas”[5].
La  invención del arte de comunicar ideas dependió  menos de los órganos  que tenemos para ello que la propia facultad  sentida en el hombre que lo lleva a emplear a tales órganos y sentidos para  tal uso. Si les falla uno  empleará otro para llevar a cabo su fin.  Aunque el hombre tuviera una organización física más burda  bien pudiera  adquirir menos ideas pero le sería  imposible  no intentar comunicarse entre él y sus semejantes   donde uno actúe y otro sienta llegando a  trasmitirse tantas ideas como tengan.
Lo primero que  quiso comunicar   el hombre y presentarlo a sus sentidos  y a su entendimiento fue trasmitir las impresiones casi inevitables de las pasiones que trató de comunicar. Las pasiones  hicieron  surgir en su pecho los primeros motivos, los tropos fueron sus primeras expresiones.  El lenguaje figurado  debió ser el primero en aparecer, el sentido propio de las palabras se arraigaría mucho después. “Sólo se le llamó a las cosas por su verdadero nombre cuando se las vio  bajo su verdadera forma. Al principio no se habló más  que en poesía; no se les ocurrió razonar hasta mucho después”[6].  Poesía: imagen/metáfora, lo primero  en toda comunicación  real humana; razón: causalidad-construcción: cálculo-instrumento,  posterior  significación del lenguaje.  Hay un itinerario  lingüístico natural: va de la expresión del sentimiento a la expresión de la Razón; va del sentimiento a la idea. La poesía fue antes que  la prosa, dice Plutarco en De Pythiae Oraculis.
Así que uno expresa sus sentimientos cuando habla y  sus ideas  cuando escribe. Decir y cantar eran antaño la misma cosa, refiere Estrabon. Pero a medida que crecieron las necesidades, que los negocios se complicaron, que las luces -y la oscuridad- se expandieron, la lengua fue mutando su carácter, buscando precisión y  alejándose de la pasión;  se perdieron sentimientos y se trata de inundar el habla de ideas:  no habla  ya el corazón,  la razón económica/instrumental   convirtió a la lengua en monótona, sorda, fría, calculadora. Para Rousseau  ello fue un progreso natural.
La antigüedad de las lenguas   se precisan por: a.- la tosquedad de la escritura; la primera  relación   que muestra la lengua no es con los sonidos sino  que intenta  pintar los objetos (como la cultura mexicana y la egipcia, por ejemplo); momento propio del lenguaje apasionado, si bien supone cierta sociedad que las mismas pasiones han hecho nacer; b.- representar  las palabras y las orientaciones mediante caracteres convencionales, momento en que la lengua ya tiene una sólida formación y el pueblo llega a estar unido por  normas y leyes comunes; c.- al descomponer  la voz hablada  en cierto número  de partes elementales, sean en vocales o articulaciones con las que se pueden construir  palabras y todas las sílabas imaginables. Esta última corresponde a la concepción de lo que ha sido hasta ahora el lenguaje   en su paso por los diversos estadios en que los hombres se han agrupado y comunicado. Para nosotros no  se pinta la palabra (como lo es en la cultura china: ideogramas) sino  las palabras se analizan. “La pintura  de los objetos  conviene a los pueblos salvajes, los signos de las palabras y de las oraciones, a los pueblos bárbaros, y el alfabeto a los pueblos cultivados”: frase donde nos muestra el etnocentrismo cultural de  Rousseau en todo su esplendor. El uso de un idioma  nos da la comunicación de los pensamientos, que es objeto de la palabra, la universalidad necesaria. El uso será el tirano  de las lenguas (a diferencia del legislador-dialéctico platónico); el uso es el legislador natural/social, necesario exclusivo; las decisiones suyas son la esencia, la lengua, será para Rousseau,  la totalidad de los usos propios  de una nación para expresar los pensamientos mediante la voz;  el uso del idioma dado por un pueblo respecto a los usos sobre la pronunciación o sobre las terminaciones de las mismas palabras hacían de ellos  dialécticos de la lengua nacional.  ¿Qué pasó en la modernidad? La nación se convierte  en una relación estrecha con los dictados del gobierno, se nos dio una sola forma legítima de hablar; se legaliza una lengua: se constituye  con un carácter más universal y común a todos los hombres, la palabra se convierte en ley nacional. Más que expresar pasiones particulares ahora se establece una relación  estrecha con las ideas, con las concepciones, con la inteligencia de los que hablan -que no son todos: el objeto del discurso es lo que determinará ahora una lengua no su expresión[7]. Si un pueblo se apartaba del lenguaje nacional, bien en la pronunciación, en  las terminaciones,  en las sintaxis, o cualquier otra forma posible, estaba condenado al desarraigo cultural por la universalidad nacional: no se permite “ni una lengua aparte ni un dialecto de la  lengua nacional; es un patois abandonado al populacho de las provincias, y cada provincia tiene el suyo”[8].  El ejercicio del gobierno de un Estado  bien puede medirse por la centralización del  lenguaje que habla la mayoría; si la legalidad lingüística no opera en los modos de hablar o de expresarse en las relaciones comunes de la sociedad civil encontraremos la ingobernabilidad y la tiranía  de una nación no por falta de gobernantes sino por falta de lengua  que identifique   una comunidad al conjunto de los hombres. Diderot  afirmó que  la lengua de un pueblo da un vocabulario y el vocabulario  es un índice   bastante fiel de todos los conocimientos  de ese pueblo. Habría que recordar que la sociedad, como lo hemos mostrado hasta aquí,  surge por el lenguaje común; el establecimiento de la sociedad y  la institución del lenguaje se dan  juntos; la palabra es  la imagen sensible del pensamiento; “los hombres que  hablan una misma lengua se entienden entre sí porque plantan el mismo original, bajo el mismo aspecto, con los mismos colores”[9] . No porque  todos hablemos castellano hay ya identidad y lenguaje nacional, dentro del castellano hay muchos castellanos y ello nos aparta (surge el otro)  posiblemente, de  un centro  comprensivo común, -¿será hoy para bien o para mal?-; en el presente las palabras, más que nunca,  están en una movilidad perpetua. En nuestra posmodernidad, hablamos el ¿lenguaje? -jerga/patois- de los medios y de la publicidad; adiós a la idea moderna de un lenguaje nacional: adiós gobierno nacional; sea Ud. bienvenido a la globalidad del esquematismo lingüístico mediático, al lenguaje fractal,  posiblemente criptográfico gracias a la cultura del ordenador (y ahora añádase el celular y el iphon) y  sus posibilidades, como es la anárquica y cosmopolita autopista de la información, del internet.
Pero cada lengua tiene su carácter  moral. Hay lenguas para el servilismo, otras para la libertad.  Las lenguas  ligadas a la libertad son sonoras, armónicas, prosódicas,  donde el discurso se distingue claramente ¿Desde dónde hablas  tú?
En Rousseau  las lenguas populares  se habían convertido en inútiles tanto como elocuentes. La modernidad tiene su propia fuerza. Las sociedades alcanzaron otras formas de convencimiento: “ya no se cambia nada  sino  por el cañón y el escudo y no se tiene  nada que decir al pueblo sino dad el  dinero, se les dice con carteles  en las esquinas de las calles o con soldados en las casas”[10], sólo esgrimir el arma y pagar  impuestos al fisco; para ello no es necesario reunir a nadie,  se necesita lo contrario: los súbditos, los ciudadanos se tendrán  diseminados, atomizados: primera máxima de la política moderna.  Pero “toda lengua con la que uno no puede hacerse oír por el pueblo reunido es un lenguaje servil; es imposible que un pueblo permanezca libre  y que hable esa lengua”, advierte finalmente Rousseau.




[1] Rousseau, J.J. 1995: Essai sur l’origine  des langues. Tomo V, ed. Gallimard, France.
[2] Rousseau: “El primer lenguaje  del hombre,  el lenguaje más universal, el más enérgico, el único que fue necesario antes de que hubiera que persuadir a los hombres reunidos, es el grito de la naturaleza”. En el artículo Lengua de la Enciclopedia.
[3] Levy-Strauss, C. El pensamiento Salvaje. F.C.E. col. Breviarios, México, 1978.
[4] Derrida, Jacques, Gramatología, F.C.E. México, 1986.
[5] Rousseau, Op. Cit. cap.2.
[6] Idem.
[7] Condillac había manifestado  el hecho  de  que una misma nación, con la misma lengua,  “a tiempos diferentes, lenguajes diferentes”, ello motivado por cambios de costumbres, intereses, miras, relaciones, necesidades, producciones. De ahí que dos naciones  (o más) puedan, con diferentes lenguas, tener el mismo  lenguaje si tienen  los mismos intereses, costumbres, e instituciones.  “Donde  las costumbres nacionales afectan  a las pasiones nacionales y permanecen estables no cambian como las otras”. Hoy  entramos en la era del lenguaje ya no nacional sino global gracias a la hiperpresencia de lo mediático en todas las esferas de lo social, de lo nacional, de lo continental y de lo global.  Pronto estaremos hablando un lenguaje común mundial, si es que ya no lo estamos haciendo.  Es cosa de minutos; hay que acordarse que la información, las comunicaciones viajan a  velocidad de la luz: instantáneas: 300.000 Km. por segundo.
[8] “A base  únicamente  de la comparación  del vocabulario de una nación  en diferentes épocas, podría formarse la idea de sus progresos”. Diderot: Reflexiones  sobre las lenguas,  artículo de la  Enciclopedia.
[9] Rousseau, op.cit.
[10] Idem.

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