Rousseau y el origen del lenguaje.
David De los Reyes
El
buen salvaje-ciudadano Rousseau
dieciochesco nos da un maravilloso librito sobre el lenguaje, Ensayo
sobre el origen de las lenguas[1],
todo impregnado de su pasión y sensibilidad romántica. Obra que se inscribe dentro de las reflexiones filosóficas sobre el lenguaje
[2]
y no
pasó desapercibida ni para el Levy-Strauss del Pensamiento
Salvaje[3], ni para Jacques Derridá en su Gramatología[4].
En el ginebrino volvemos a encontrar
que el lenguaje es algo más que conocimiento o comunicación; el lenguaje
define a las naciones entre sí, las
separa o las une, las distingue y las limita. Las palabras son la primera
institución social, de donde su forma se
debe a causas naturales y arbitrarias.
Pero encontramos una relación de
la lengua con los gobiernos (como vimos con Aristóteles). Las lenguas se forman sobre las necesidades de los hombres y se
alteran según los cambios de las necesidades.
El origen está en la necesidad de
comunicar nuestras pasiones. Postura
antropológica más que teísta, a diferencia de Platón o Hobbes; la perfección de
Dios no dona la palabra al hombre; es
la pasión que abriga su pecho la
que busca desatar la coraza de la separación
con sus semejantes y tramar un puente
a través del sonido volátil, efímero, inmediato, recurrente y sin
retorno que brota de su garganta. El hombre al reconocerse como ser sintiente,
pensante y semejante a otro, se vio
dominado por el deseo o la
necesidad de comunicar los sentimientos
y sus pensamientos llevándolo a buscar los medios adecuados para ello. Lenguaje
del gesto, lenguaje de la voz, actos de habla,
fenómenos naturales. Los gestos:
más fáciles, menos convencionales, alcanzan a nuestros ojos más que a mis oídos
y sus figuras tienen una mayor variedad que los sonidos; los gestos son más expresivos
y dicen más en menos tiempo. “Lo que más
profundo tenían los antiguos, no lo expresaban con palabras sino con signos: no
lo decían, lo mostraban”. El lenguaje
tiene mayor significación y energía
cuando el signo ha dicho todo antes de
hablar.
Rousseau ha pensado que si el hombre sólo hubiera tenido necesidades físicas posiblemente no se
hubiera sentido con la persistente necesidad de comunicarse mediante palabras,
hubiera podido prescindir del habla y llegar a entendernos perfectamente con el
lenguaje del gesto. ¿Por qué no sucedió así? ¿Qué nos llevó a saltar fuera del círculo de tiza gestual? ¿El
hombre, mero animal político o
animal lingüístico/parlante? El lenguaje que poseen los animales
para comunicarse fue
considerado como lenguaje natural y no es adquirido postnacimiento por injerencia de
un medio cultural. Los animales que emiten sus chillidos, sus
danzas, sus transpiraciones aromáticas
ya vienen equipados de nacimiento para no alterar esa única forma y sentido de interrelación (los
trabajos, en nuestro siglo, de Karl Von Frisch, Mauricio Maeterlinck, Konrad
Lorenz, Niko Tinbergen, Heribert Schmid, Desmond Morris entre otros, son
ejemplares al respecto); al nacer no pueden despegarse ni alterar ese dispositivo comunicacional, no crean
artificio, se quedan dentro del cerco del lenguaje natural. La lengua de
artificio y de convenciones
pertenece al hombre. De ahí que el hombre cambie,
progrese, para bien o para mal,
y que los animales se mantengan en
su mundo feliz -mientras no se acerque a sus frágiles reservaciones la faz de la civilización humana.
Para el hombre la comunicación estará
menos arraigada como necesidad que como expresión. No se debe
a las primeras necesidades. La comunicación no tiene su origen ni en el
lenguaje ni en la sed sino en las pasiones: amor, odio, piedad, cólera,
envidia, alegría, es lo que lo llevó a
arrancarse de sí las primeras voces para hacerse sentir, mostrar y distinguir:
se caza y se come en silencio, pero para conmover un corazón joven la naturaleza reclama acentos, gritos,
quejas: “he ahí las palabras inventadas más antiguas, y he ahí por qué
las primeras lenguas fueron melodiosas y apasionadas antes de ser simples
y metódicas”[5].
La
invención del arte de comunicar ideas dependió menos de los órganos que tenemos para ello que la propia facultad sentida en el hombre que lo lleva a emplear a
tales órganos y sentidos para tal uso.
Si les falla uno empleará otro para
llevar a cabo su fin. Aunque el hombre
tuviera una organización física más burda
bien pudiera adquirir menos ideas
pero le sería imposible no intentar comunicarse entre él y sus semejantes donde uno actúe y otro sienta llegando
a trasmitirse tantas ideas como tengan.
Lo primero que quiso comunicar el hombre y presentarlo a sus sentidos y a su entendimiento fue trasmitir las
impresiones casi inevitables de las pasiones que trató de comunicar. Las
pasiones hicieron surgir en su pecho los primeros motivos, los tropos fueron sus primeras
expresiones. El lenguaje figurado debió ser el primero en aparecer, el sentido
propio de las palabras se arraigaría mucho después. “Sólo se le llamó a las
cosas por su verdadero nombre cuando se las vio
bajo su verdadera forma. Al principio no se habló más que en poesía; no se les ocurrió razonar
hasta mucho después”[6]. Poesía: imagen/metáfora, lo primero en toda comunicación real humana; razón: causalidad-construcción:
cálculo-instrumento, posterior significación del lenguaje. Hay un itinerario lingüístico natural: va de la expresión del
sentimiento a la expresión de la Razón; va del sentimiento a la idea. La poesía fue antes que la prosa, dice Plutarco en De Pythiae Oraculis.
Así que uno expresa sus sentimientos
cuando habla y sus ideas cuando escribe. Decir y cantar eran antaño la misma cosa, refiere Estrabon. Pero a
medida que crecieron las necesidades, que los negocios se complicaron, que las
luces -y la oscuridad- se expandieron, la lengua fue mutando su carácter,
buscando precisión y alejándose de la
pasión; se perdieron sentimientos y se
trata de inundar el habla de ideas: no
habla ya el corazón, la razón económica/instrumental convirtió a la lengua en monótona, sorda,
fría, calculadora. Para Rousseau ello
fue un progreso natural.
La antigüedad de las lenguas se precisan por: a.- la tosquedad de la
escritura; la primera relación que muestra la lengua no es con los sonidos
sino que intenta pintar los objetos (como la cultura mexicana
y la egipcia, por ejemplo); momento propio del lenguaje apasionado, si bien
supone cierta sociedad que las mismas pasiones han hecho nacer; b.-
representar las palabras y las
orientaciones mediante caracteres convencionales, momento en que la lengua ya
tiene una sólida formación y el pueblo llega a estar unido por normas y leyes comunes; c.- al
descomponer la voz hablada en cierto número de partes elementales, sean en vocales o
articulaciones con las que se pueden construir
palabras y todas las sílabas imaginables. Esta última corresponde a la
concepción de lo que ha sido hasta ahora el lenguaje en su paso por los diversos estadios en que
los hombres se han agrupado y comunicado. Para nosotros no se pinta
la palabra (como lo es en la cultura china: ideogramas) sino las palabras se analizan. “La pintura de los objetos conviene a los pueblos salvajes, los signos
de las palabras y de las oraciones, a los pueblos bárbaros, y el alfabeto a los
pueblos cultivados”: frase donde nos muestra el etnocentrismo cultural de Rousseau en todo su esplendor. El uso de un
idioma nos da la comunicación de los
pensamientos, que es objeto de la palabra, la universalidad necesaria. El uso
será el tirano de las lenguas (a
diferencia del legislador-dialéctico
platónico); el uso es el legislador natural/social, necesario exclusivo; las
decisiones suyas son la esencia, la lengua, será para Rousseau, la totalidad de los usos propios de una nación para expresar los pensamientos
mediante la voz; el uso del idioma dado
por un pueblo respecto a los usos sobre la pronunciación o sobre las
terminaciones de las mismas palabras hacían de ellos dialécticos
de la lengua nacional. ¿Qué pasó en la
modernidad? La nación se convierte en
una relación estrecha con los dictados del gobierno, se nos dio una sola forma
legítima de hablar; se legaliza una lengua: se constituye con un carácter más universal y común a todos
los hombres, la palabra se convierte en ley nacional. Más que expresar pasiones
particulares ahora se establece una relación
estrecha con las ideas, con las concepciones, con la inteligencia de los
que hablan -que no son todos: el objeto del discurso es lo que determinará
ahora una lengua no su expresión[7].
Si un pueblo se apartaba del lenguaje
nacional, bien en la pronunciación, en
las terminaciones, en las
sintaxis, o cualquier otra forma posible, estaba condenado al desarraigo
cultural por la universalidad nacional: no se permite “ni una lengua aparte ni
un dialecto de la lengua nacional; es un patois abandonado al populacho de las provincias, y cada provincia
tiene el suyo”[8]. El ejercicio del gobierno de un Estado bien puede medirse por la centralización
del lenguaje que habla la mayoría; si la
legalidad lingüística no opera en los modos de hablar o de expresarse en las
relaciones comunes de la sociedad civil encontraremos la ingobernabilidad y la
tiranía de una nación no por falta de
gobernantes sino por falta de lengua que
identifique una comunidad al conjunto
de los hombres. Diderot afirmó que la lengua de un pueblo da un vocabulario y el
vocabulario es un índice bastante fiel de todos los conocimientos de
ese pueblo. Habría que recordar que la sociedad, como lo hemos mostrado hasta
aquí, surge por el lenguaje común; el
establecimiento de la sociedad y la
institución del lenguaje se dan juntos;
la palabra es la imagen sensible del
pensamiento; “los hombres que hablan una
misma lengua se entienden entre sí porque plantan el mismo original, bajo el
mismo aspecto, con los mismos colores”[9]
. No porque todos hablemos castellano
hay ya identidad y lenguaje nacional, dentro del castellano hay muchos
castellanos y ello nos aparta (surge el otro) posiblemente, de un centro
comprensivo común, -¿será hoy para bien o para mal?-; en el presente las
palabras, más que nunca, están en una
movilidad perpetua. En nuestra posmodernidad, hablamos el ¿lenguaje?
-jerga/patois- de los medios y de la publicidad; adiós a la idea moderna de un
lenguaje nacional: adiós gobierno nacional;
sea Ud. bienvenido a la globalidad del esquematismo lingüístico mediático, al
lenguaje fractal, posiblemente criptográfico gracias a la
cultura del ordenador (y ahora añádase el celular y el iphon) y sus posibilidades, como es la anárquica y
cosmopolita autopista de la información, del internet.
Pero cada lengua tiene su
carácter moral. Hay lenguas para el
servilismo, otras para la libertad. Las
lenguas ligadas a la libertad son
sonoras, armónicas, prosódicas, donde el
discurso se distingue claramente ¿Desde dónde hablas tú?
En Rousseau las lenguas populares se habían convertido en inútiles tanto como
elocuentes. La modernidad tiene su propia fuerza. Las sociedades alcanzaron
otras formas de convencimiento: “ya no se cambia nada sino
por el cañón y el escudo y no se tiene
nada que decir al pueblo sino dad
el dinero, se les dice con carteles en las esquinas de las calles o con soldados
en las casas”[10],
sólo esgrimir el arma y pagar impuestos
al fisco; para ello no es necesario reunir a nadie, se necesita lo contrario: los súbditos, los
ciudadanos se tendrán diseminados,
atomizados: primera máxima de la política moderna. Pero “toda lengua con la que uno no puede
hacerse oír por el pueblo reunido es un lenguaje servil; es imposible que un
pueblo permanezca libre y que hable esa
lengua”, advierte finalmente Rousseau.
[1] Rousseau, J.J. 1995: Essai sur l’origine des langues.
Tomo V, ed. Gallimard, France.
[2]
Rousseau: “El primer lenguaje del
hombre, el lenguaje más universal, el
más enérgico, el único que fue necesario antes de que hubiera que persuadir a
los hombres reunidos, es el grito de la
naturaleza”. En el artículo Lengua
de la Enciclopedia.
[3]
Levy-Strauss, C. El pensamiento Salvaje.
F.C.E. col. Breviarios, México, 1978.
[4]
Derrida, Jacques, Gramatología,
F.C.E. México, 1986.
[5] Rousseau, Op. Cit.
cap.2.
[6] Idem.
[7]
Condillac había manifestado el
hecho de
que una misma nación, con la misma lengua, “a tiempos diferentes, lenguajes diferentes”,
ello motivado por cambios de costumbres, intereses, miras, relaciones,
necesidades, producciones. De ahí que dos naciones (o más) puedan, con diferentes lenguas, tener
el mismo lenguaje si tienen los mismos intereses, costumbres, e
instituciones. “Donde las costumbres nacionales afectan a las pasiones nacionales y permanecen
estables no cambian como las otras”. Hoy
entramos en la era del lenguaje ya no nacional sino global gracias a la hiperpresencia de lo mediático en todas
las esferas de lo social, de lo nacional, de lo continental y de lo
global. Pronto estaremos hablando un
lenguaje común mundial, si es que ya no lo estamos haciendo. Es cosa de minutos; hay que acordarse que la
información, las comunicaciones viajan a
velocidad de la luz: instantáneas: 300.000 Km. por segundo.
[8]
“A base únicamente de la comparación del vocabulario de una nación en diferentes épocas, podría formarse la idea
de sus progresos”. Diderot: Reflexiones sobre las lenguas, artículo de la Enciclopedia.
[9] Rousseau, op.cit.
[10]
Idem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario