Entrevista:
David de Los Reyes,
docente y filósofo de la comunicación
Por: Ana María Hernández G.
"Tenemos una cultura militaresca"
"Los medios de comunicación cuanto más controlados están, menos función social cumplen"
El filósofo David de Los Reyes no tiene reparos en calificar la situación actual de la cultura en Venezuela como "militaresca, de cachucha". Este músico, guitarrista y docente en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela y coordinador del Doctorado en Humanidades de esa casa de estudios, también está convencido de que "la cultura no es un problema del hacer, sino lo que pasa por nuestra cabeza, luego se expresa a través de algo concreto".
-¿Cuál es su mirada del país desde el punto de vista cultural y comunicacional?
-Culturalmente, las cosas en Venezuela me parecen que no han sido nada halagadoras, y realmente tienen un balance negativo. Se salva el Sistema de Orquestas del maestro José Antonio Abreu, por la voluntad misma del maestro y del equipo que lo acompaña. No hay el ambiente cultural propicio para el desarrollo como tal en el país, más bien es la pobreza permanente. Una cultura militaresca, de cachucha, de cuartel.
-¿Cómo es esa condición?
-Actualmente en el país la cultura se reafirma cuando es un gesto de propaganda cultural: sacan una orquesta, ponen un artista o una exposición de pintura, o hacen un festival de algo, pero todo en función de la propaganda política. Hay como una especie de fin predigerido en ese tipo de eventos, y no porque sea algo que está dentro de la condición del Estado venezolano. Yo creo que en Venezuela el Estado siempre ha estado en contra de la cultura y creo que el venezolano tiene un colapso psíquico cultural.
-En cuanto al periodismo, hay una especie de guerra contra los medios...
-Eso lo veo como algo inaceptable, como una aberración a las políticas y a la contemporaneidad que se vive. Más bien en vez de irse al mundo, nos estamos cerrando. No es un problema de globalización positiva o negativa. Lo importante es lo que pasa en relación con la cotidianidad del acontecer venezolano respecto a las opiniones que podemos efectuar por esos medios y el control excesivo de las opiniones, y no creo que haya un ambiente propicio de opinión democrática, de una actitud crítica; que es lo que da esa capacidad de discusión, de diálogo, de contrastar, conjeturar en cuanto a posiciones. Eso crea la cerrazón en la que estamos, el mundo límite en el que vivimos. Los medios de comunicación cuanto más controlados están, menos función cumplen, que es propagar la información social.
-Con el agregado de la autocensura...
-Yo hasta ahora nunca me he callado lo que he creído. Sí creo que se debe mejorar el periodismo y que los medios deben exigir una calidad a sus profesionales. Pienso que tienen el fin de mejorar la condición del usuario. Pero eso no quiere decir que haya que encapsular los medios bajo una mirada doctrinaria e ideológica predigerida, con fines solamente de control del poder.
-Porque información es poder...
-Hoy sabemos que los medios de comunicación son el poder, y, nos guste o no, es así: quien maneja los medios, los símbolos, los signos, permite que haya una apertura o alguna limitación en el desarrollo y el avance del conocimiento y la creación de la cultura. La cultura no es un problema del hacer, sino lo que pasa por nuestra cabeza, luego se expresa a través de acciones, de creaciones, a través de algo concreto, y al tener un menor acceso y comprensión de ello, tenemos una limitación cultural, y eso redunda en que una sociedad sea inteligente o no.
-¿Y cómo es la venezolana?
-A mi modo de ver no creo que vivamos en una sociedad inteligente. La sociedad venezolana no es inteligente, en el sentido de que da soluciones a sus problemas a partir de sus propias necesidades. Nada más podemos ver que vamos por una sociedad de fracaso, que no tiene horizontes ni esperanza.
-¿Por qué ha llegado a eso el venezolano?
-Por el deterioro constante de la sociedad. Aquí en Venezuela por lo visto está el gran pasado de la gesta patriótica: celebramos el Bicentenario del gran momento, el único momento que pareciera tener Venezuela, y no hay realmente cabida para la ciencia. Pocas veces se ha tenido atención hacia las personalidades científicas, hacia los artistas y solamente hay un parnaso patriótico al cual tenemos que rendirle culto per sécula seculórum.
-¿Cómo queda el ciudadano común, el de a pie?
-Más desamparado que nunca. El ciudadano es una conciencia moral, de la libertad individual y de la igualdad. Lo que ha surgido en estos 10 años es un pequeño movimiento de conciencia ciudadana, pero es muy poco en función de los partidos, que nunca se preocuparon en crear ciudadanos, ni los de la quinta ni los de la cuarta. El ciudadano es un personaje fantasma que aparece en los discursos y no se ha buscado una formación de la conciencia individual. Además, a este Estado no le interesan los ciudadanos sino los militantes, capaces de ejecutar mandos, de estar bajo una jerarquía.
-¿Qué pasó por su mente, como filósofo, cuando escuchó sobre el socialismo del siglo XXI?
-Que allí no hay ningún planteamiento. Eso arroja los resultados que estamos viendo: el socialismo no ha dado frutos económicos, no ha mejorado la calidad de vida, más bien es una prisión para los ciudadanos, conformados por un grupo elitesco en el poder, y eso es a lo que hemos ido de una manera radical. No tenemos apertura democrática, porque el problema también es que no hay alternabilidad del poder, de cargos públicos. Tampoco considero que el capitalismo nos venga a dar más calidad, pero debe haber una actitud evolutiva dentro de la sociedad de reformas, y si el Estado, que es tan costoso y tan ineficaz no da soluciones, deberíamos quitar este Estado y pensar en otras formas de organización. Dicen que la democracia es el voto, y no; porque en Cuba votan y vemos que siguen los mismos personajes. La democracia es la alternabilidad de cargos.
-E implica escuchar los reclamos, las opiniones...
-Por supuesto, y tenerlos en cuenta, y formar equipos de trabajo con ellos, pero no en este ocultamiento, en este silencio y control de los medios, en este permanente vigilar a ver qué dijo o no dijo, y qué bueno, creo que el mundo no es de una sola voz, sino una diversidad de voces. Creo que en la diversidad está la riqueza humana. Lo demás es un monólogo, y de eso, ya lo sabemos: los locos tienen monólogos permanentes.
-¿Cuál es su mirada del país desde el punto de vista cultural y comunicacional?
-Culturalmente, las cosas en Venezuela me parecen que no han sido nada halagadoras, y realmente tienen un balance negativo. Se salva el Sistema de Orquestas del maestro José Antonio Abreu, por la voluntad misma del maestro y del equipo que lo acompaña. No hay el ambiente cultural propicio para el desarrollo como tal en el país, más bien es la pobreza permanente. Una cultura militaresca, de cachucha, de cuartel.
-¿Cómo es esa condición?
-Actualmente en el país la cultura se reafirma cuando es un gesto de propaganda cultural: sacan una orquesta, ponen un artista o una exposición de pintura, o hacen un festival de algo, pero todo en función de la propaganda política. Hay como una especie de fin predigerido en ese tipo de eventos, y no porque sea algo que está dentro de la condición del Estado venezolano. Yo creo que en Venezuela el Estado siempre ha estado en contra de la cultura y creo que el venezolano tiene un colapso psíquico cultural.
-En cuanto al periodismo, hay una especie de guerra contra los medios...
-Eso lo veo como algo inaceptable, como una aberración a las políticas y a la contemporaneidad que se vive. Más bien en vez de irse al mundo, nos estamos cerrando. No es un problema de globalización positiva o negativa. Lo importante es lo que pasa en relación con la cotidianidad del acontecer venezolano respecto a las opiniones que podemos efectuar por esos medios y el control excesivo de las opiniones, y no creo que haya un ambiente propicio de opinión democrática, de una actitud crítica; que es lo que da esa capacidad de discusión, de diálogo, de contrastar, conjeturar en cuanto a posiciones. Eso crea la cerrazón en la que estamos, el mundo límite en el que vivimos. Los medios de comunicación cuanto más controlados están, menos función cumplen, que es propagar la información social.
-Con el agregado de la autocensura...
-Yo hasta ahora nunca me he callado lo que he creído. Sí creo que se debe mejorar el periodismo y que los medios deben exigir una calidad a sus profesionales. Pienso que tienen el fin de mejorar la condición del usuario. Pero eso no quiere decir que haya que encapsular los medios bajo una mirada doctrinaria e ideológica predigerida, con fines solamente de control del poder.
-Porque información es poder...
-Hoy sabemos que los medios de comunicación son el poder, y, nos guste o no, es así: quien maneja los medios, los símbolos, los signos, permite que haya una apertura o alguna limitación en el desarrollo y el avance del conocimiento y la creación de la cultura. La cultura no es un problema del hacer, sino lo que pasa por nuestra cabeza, luego se expresa a través de acciones, de creaciones, a través de algo concreto, y al tener un menor acceso y comprensión de ello, tenemos una limitación cultural, y eso redunda en que una sociedad sea inteligente o no.
-¿Y cómo es la venezolana?
-A mi modo de ver no creo que vivamos en una sociedad inteligente. La sociedad venezolana no es inteligente, en el sentido de que da soluciones a sus problemas a partir de sus propias necesidades. Nada más podemos ver que vamos por una sociedad de fracaso, que no tiene horizontes ni esperanza.
-¿Por qué ha llegado a eso el venezolano?
-Por el deterioro constante de la sociedad. Aquí en Venezuela por lo visto está el gran pasado de la gesta patriótica: celebramos el Bicentenario del gran momento, el único momento que pareciera tener Venezuela, y no hay realmente cabida para la ciencia. Pocas veces se ha tenido atención hacia las personalidades científicas, hacia los artistas y solamente hay un parnaso patriótico al cual tenemos que rendirle culto per sécula seculórum.
-¿Cómo queda el ciudadano común, el de a pie?
-Más desamparado que nunca. El ciudadano es una conciencia moral, de la libertad individual y de la igualdad. Lo que ha surgido en estos 10 años es un pequeño movimiento de conciencia ciudadana, pero es muy poco en función de los partidos, que nunca se preocuparon en crear ciudadanos, ni los de la quinta ni los de la cuarta. El ciudadano es un personaje fantasma que aparece en los discursos y no se ha buscado una formación de la conciencia individual. Además, a este Estado no le interesan los ciudadanos sino los militantes, capaces de ejecutar mandos, de estar bajo una jerarquía.
-¿Qué pasó por su mente, como filósofo, cuando escuchó sobre el socialismo del siglo XXI?
-Que allí no hay ningún planteamiento. Eso arroja los resultados que estamos viendo: el socialismo no ha dado frutos económicos, no ha mejorado la calidad de vida, más bien es una prisión para los ciudadanos, conformados por un grupo elitesco en el poder, y eso es a lo que hemos ido de una manera radical. No tenemos apertura democrática, porque el problema también es que no hay alternabilidad del poder, de cargos públicos. Tampoco considero que el capitalismo nos venga a dar más calidad, pero debe haber una actitud evolutiva dentro de la sociedad de reformas, y si el Estado, que es tan costoso y tan ineficaz no da soluciones, deberíamos quitar este Estado y pensar en otras formas de organización. Dicen que la democracia es el voto, y no; porque en Cuba votan y vemos que siguen los mismos personajes. La democracia es la alternabilidad de cargos.
-E implica escuchar los reclamos, las opiniones...
-Por supuesto, y tenerlos en cuenta, y formar equipos de trabajo con ellos, pero no en este ocultamiento, en este silencio y control de los medios, en este permanente vigilar a ver qué dijo o no dijo, y qué bueno, creo que el mundo no es de una sola voz, sino una diversidad de voces. Creo que en la diversidad está la riqueza humana. Lo demás es un monólogo, y de eso, ya lo sabemos: los locos tienen monólogos permanentes.
Ana María Hernández G.
EL UNIVERSAL
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