jueves, 1 de julio de 2010

Las tres caras de la globalización:

una contribución para la clarificación del 

debate.

Por: Francisco Marcano Trujillo



Globalidad, 2007. Ismael Muñoz.
I.- INTRODUCCIÓN
La globalización es sin duda un concepto de moda. No hay discurso, ponencia, artículo o encuentro en la que la mentada palabreja no aparezca y sea sometida a sesudas discusiones y no existe articulista, profesor o simple charlista que se precie, que no se las ingenie para descubrir nuevos matices y relaciones en el preciado concepto. Su uso y abuso múltiple por tan diversos y distintos usuarios en los contextos más disímiles despierta la sospecha de que detrás de la palabra es poco o nada lo que podemos encontrar, o que por el contrario, esté tan repleta de significados dispares que su aprovechamiento es nulo. De allí que ante el concepto uno no deje de sentir cierta aprensión y que lo primero que una mínima honestidad intelectual nos exija es el intentar introducir un poco de claridad en el debate. Esto implica contestar a la cuestión de qué es realmente lo que queremos decir al afirmar que el mundo se encuentra inmerso en un proceso de globalización, lo que obliga, a su vez , a tratar de descubrir si existe una unidad de significado detrás de tan diversos contextos. Una vez hecho esto podremos entonces decidir, desde nuestra perspectiva nacional de país en desarrollo, como debemos asumir este proceso y qué podemos esperar de él.
Lo primero que se me ocurre al seguir meditando sobre el concepto de globalización es que, quizá la confusión a la que aludía anteriormente, se deba a que en realidad estamos hablando de tres procesos distintos que se desarrollan en contextos diferentes y de forma paralela. Acotar estas tres realidades será pues el objeto de esta primera parte de mi trabajo.
He aquí pues que el concepto de globalidad apunta a tres procesos distinto aunque íntimamente relacionado. Por una parte nos estamos refiriendo a un proceso económico o comercial, que se distingue por la creación de espacios económicos transnacionales a través de la supresión de las barreras comerciales. Por otra, abarca el concepto una dimensión política caracterizada por una redefinición del carácter del estado-nación entidad jurídica que hasta ahora había sido reconocida como el único sujeto y objeto en ordenamiento jurídico internacional y la introducción de nuevas entidades activas en el sistema internacional. Por último, el término globalización también se utiliza para señalar a un fenómeno socio-cultural como es el surgimiento de una cultura planetaria motorizada por la presencia avasallante de los medios de comunicación de masa, radioeléctricos y electrónicos.






II. LA GLOBALIZACIÓN COMO FENÓMENO ECONÓMICO
Pudiera entenderse el proceso de globalización como la última fase de la racionalización progresiva del sistema capitalista, donde los países desregulan sus economías buscando la especialización en nichos de competencia, como la mejor manera de instalarse en el gran mercado mundial. Según esta postura la globalización sería una realidad impostergable, casi una fatalidad geológica a la que hay que adaptarse a riesgo de desaparecer. Otro rasgo característico de la globalización económica es la presencia de los grandes consorcios multinacionales lo que implica una integración funcional de actividades económicas dispersas internacionalmente. Esta integración funcional abarca desde procesos de producción, hasta actividades de investigación y desarrollo, pasando por las contratación masiva de personal internacional que rota de sede en sede, creando un clima corporativo en el seno de las corporaciones profundamente globalizado. El flujo libre e instantáneo de capitales es otra característica presente en el proceso de globalización económica, que unido a los otros señalados, prometen una optimización creciente de los mercados y el incremento del comercio mundial, lo que, según los defensores de este proceso, contribuiría a reducir los costos de vida y facilitar al consumidor globalizado una mayor gama de productos de mayor calidad. Esto a su vez, contribuiría al aumento de los ingresos, al estimulo del crecimiento económico y a generar nuevos y mejores empleos. Ahora bien, las presuntas bondades señaladas someramente en el párrafo anterior, siguen siendo en la mayoría de los casos, promesas incumplidas, especialmente para los países más pobres. Barreras infranqueables siguen en pie impidiendo el libre acceso de bienes provenientes del mundo en desarrollo en los mercados de los países más desarrollados. El irresistible imán que representan las economías del norte atrae a un número cada vez mayor de incautos emigrantes, que si no perecen en el intento, son presas fáciles de mafias que explotan su estado de indefensión. Las masas de obreros y empleados de los países más desarrollados protestan por la reducción de los puestos de trabajo y el recorte de los beneficios sociales que la flexibilización de los contratos laborales, como medio de estímulo de la competitividad, ha traído como consecuencia. Los críticos de la globalización no se cansan en señalar el hecho de la diferencia entre lo que más ganan y los que menos se benefician del proceso, no ha dejado de crecer en los últimos años y que si bien, el PIB mundial ha aumentado, su aumento solo ha beneficiado a un grupo muy reducido de personas y países, dejando a un lado a las grandes mayorías.
Vemos pues como dos caras contrapuestas de la globalización se enfrentan y no solo ideológicamente. En los últimos años hemos sido testigos de las grandes protestas que han acompañado los encuentros de los organismos llamados a promover y regular el proceso : Banco Mundial, FMI. G-7, OMC. Pareciera que un sentimiento creciente antiglobalizador se fuera imponiendo en el mundo para dar al traste con lo que se ha logrado hasta ahora. Esto no lleva a discutir el problema de la toma de decisiones en un mundo globalizado y el control democrático de las mismas, en otras palabras, la cuestión de la gobernabilidad y la democracia en un mundo planetizado, donde el estado- nación ha dejado de ser la referencia única del sistema internacional.





III. LA GLOBALIZACIÓN POLÍTICA
El estado- nación ha sido el instrumento histórico ideal para preservar ciertos derechos territoriales y políticos, escogido por colectivos humanos agrupados en torno a ciertas ideas de unidad étnica, cultural o lingüística. Su surgimiento coincide con el de la modernidad en la Europa occidental a mediados del siglo XVI. Desde entonces el estado-nación se ha ido imponiendo en el mundo al impulso de la expansión europea, llegando a su máxima apogeo en la segunda mitad del siglo XX, cuando casi la totalidad del mundo poblado se constituyó políticamente en torno a este concepto. Ahora bien, parte del contenido de los derechos territoriales y políticos señalados más arriba se expresaban en el ámbito económico y comercial. El estado-nación, a la vez que constituía una unidad político territorial, conformaba una unidad comercial, donde imperaba la unidad monetaria y tributaria. El soberano imponía en sus dominios una moneda y tributos únicos y controlaba, aplicando impuestos, el acceso de mercancías provenientes de otros estados-nación. Quedaba así constituida una triada: estados-nación –mercados, como elemento básico de los sistemas internacionales. El acceso a, o la conquista pura y simple, de nuevos mercados se transformó en una de las actividades fundamentales de los nuevos estados-naciones. Buena partes de conflictos europeos de los cuatro últimos siglos y especialmente la expansión colonial que experimentó este continente, tiene su origen en este proceso de consolidación del estado nación en torno a mercados nacionales expansivos. Tras el colapso del mundo colonial a raíz de la culminación del último conflicto mundial y especialmente, tras el derrumbe del mundo bipolar que había sido el marco internacional que puso orden el mundo pos-bélico, pareciera que el concepto de estado-nación va perdiendo vigencia como elemento básico del sistema internacional. Nuevas realidades actúan en el ámbito internacional fuera del control de los estados. Organismos Internacionales como la ONU, regionales como la Unión Europea, pero sobre todo, las empresas transnacionales y organismo no gubernamentales, parecen restar protagonismo a los estados en la escena internacional. Pero paradójicamente, nos encontramos con el hecho de que han sido los mismos estados quienes han motorizado el movimiento de internacionalización de la economía, mediante la creación de zonas de libre comercio y otros instrumentos de integración comercial.
Considero una gran verdad el hecho de que la globalización no solo no puede prescindir del estado sino que éste ha devenido en su más importante inductor. Y no debe pensarse que es este un proceder suicida por parte del estado, sino más bien, la única manera en que las antiguas comunidades étnicas, lingüísticas y culturales que constituyeron el estado nación tradicional pueden controlar de alguna manera que parece desbordarlas. No obstante el estado tradicional debe sufrir una profunda reforma para enfrentarse a los nuevos retos que la globalización presenta. En primer lugar el estado-nación, o mejor las personas que lo conducen: clase política y los cuadros burocráticos, tienen que reconocer la profunda y esencial interdependencia de la nueva situación mundial. El estado debe reconocer también los ámbitos donde su competencia es realmente imprescindible, y que no son otros que los que la tradición liberal clásica le ha otorgado de manera irrebatible: El control general de los procesos político, la coordinación entre sus diferentes actores y la mediación y solución de los inevitables conflictos que se originan en el proceso. La representación y defensa de los intereses colectivos de las antiguas naciones en los diversos foros donde se decide la suerte del mundo, son y seguirán siendo igualmente, una prerrogativa de los estados-nación clásicos en su versión democrática tradicional clásica. En esto coincido con el pensador americano- nipón Francis Fukuyama pues el fin de la historia que él propugna no es otra cosa que la transposición al mundo contemporáneo del fin de la historia de Hegel con la diferencia de que donde Hegel ponía el Estado Prusiano como fin de la historia, el nipón-americano coloca la Democracia en su versión libera occidental, pues es este el único sistema que ofrece a la humanidad la esperanza de optimizar la difícil ecuación que representa el dilema entre la libertad y la igualdad, dos conceptos contrapuestos que inevitablemente tienden a anularse mutuamente. La libertad máxima suprime la igualdad; mientras que la igualdad total solo se logra a costa de la libertad.




Todo lo anterior es perfectamente extrapolable al ámbito internacional. Pero en el único escenario donde puede resolverse el dilema que esta en la base de todo sistema político, el dilemaentre la libertad y la igualdad, es en el estado-nación clásico. Aunque algunos sueñen con el advenimiento de un estado universal que imponga un gobierno mundial como la solución a todos los conflictos de la humanidad, a mi parecer su llegada solo sería el cumplimiento de una utopía regresiva donde el control del estado por parte de ciudadano -corazón de toda democracia verdadera- se convertiría en un fin inalcanzable. Y no es que yo sostenga que la democracia liberal sea un sistema perfecto donde reinará la paz beatífica y se solucionen todos los conflictos, sino que ella proporciona el único marco que garantiza que la solución de los conflicto no implique la destrucción de una de las parte. Allí reside la fuerza que hace que el estado-nación democrático-liberal, siga siendo insustituible pues cualquier otro de los factores que hemos señalados como nuevos actores en el ámbito internacional, organismos internacionales, transnacionales, ONG se sustraen del control y fiscalización del colectivo a través de los procedimientos democráticos que están llamados a ser realizados por el estado –nación democrático liberal.




IV.- LA CULTURA PLANETARIA
Después de los atentados del 11 de septiembre se ha reanudado la discusión en torno a la polémica tesis del profesor Huntington sobre choque de civilizaciones como el nuevo escenario de conflicto mundial, una vez superado el conflicto ideológico tras el hundimiento del bloque soviético. Esta visión contrasta notablemente con la tesis sostenida por muchos sociólogos e historiadores, especialmente aquellos que propugnan la globalización como una etapa del desarrollo histórico de la humanidad que pareciera conducir a una cultura planetaria caracterizada por un creciente mestizaje cultural. Para éstos el surgimiento de la civilización planetaria es el último escalón de un proceso evolutivo de las sociedades humanas que se inició con las primeras agrupaciones tribales, que luego fueron sustituidas por las diversas civilizaciones que han cristalizado en distintas regiones del planeta y épocas de la historia. Estas civilizaciones no son, ni nunca han sido, islas aisladas. Es fácil recordar como el Islam en su época de esplendor fecundó la cultura europea en la Edad Media, dando origen al Renacimiento que a su vez dio pie a la expansión de la cultura occidental fuera de sus límites geográficos. Podríamos citar ejemplos semejantes hasta cansarnos, y convencernos de que los conflictos entre civilizaciones son más bien la excepción que la regla. Soy del parecer de que detrás de lo que llamamos choque de civilizaciones se esconde otras razones- generalmente políticas o económicas- y no culturales. En este sentido lo cultural serviría como una ideología para ocultar las razones más profundas del conflicto. Y esto por una razón psicosocial, es más fácil para el ser humano reaccionar ante símbolos que ante otra clase de estímulos. La cultura globalizada está más bien desfigurando los límites entre las antiguas civilizaciones que propugnando un choque entre ellas. Yo veo más peligro en la predominancia de una cultura y sus valores sobre las otras que un choque entre ellas. Aquí de nuevo volvemos a conectar con la primera globalización: la globalización económica y encontramos procesos paralelos. Sin duda las economías más desarrolladas son las que más se benefician de un proceso de globalización porque están mejor preparadas para enfrentar sus retos. De igual manera, los valores culturales de aquellos países que cuentan con el dominio de los vasos comunicantes del diálogo ínter - civilizatorio moderno, como son los medios de comunicación radio - eléctricos y electrónicos son los que tienen más posibilidad de imponerse sobre los otros. La reacción necesaria de los países más débiles es tratar de imponer por todos los medios un diálogo intercultural más sincero, que conduzca a una verdadera cultura planetaria mestiza, y no a una falsa impostura de los peores valores de la cultura occidental como pretendida cultura mundial.


Fotografía de Grete Stern


V.- CONCLUSIONES
El mundo se globaliza, ya creo que podemos utilizar el término sin temores. Es un fenómeno real que está allí, al que debemos enfrentarnos reconociendo sus retos y dificultades, negarlo sería aplicar la perversa política del avestruz que no nos llevaría a ninguna parte. A la globalización no hemos llegado por voluntad propia, más bien, hemos sido llevados, arrastrados a ella, somos de los países que puede ver más peligros y desventajas que beneficios y ganancias. Ahora bien, todo dependerá de la manera como sepamos hacer una lectura de nuestra propia realidad. Creo que como país latinoamericano, tenemos una ventaja que falta en otras regiones, no en vano el mestizaje cultural comenzó por estos lares.



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